6/04/2022, 15:58
Su subordinada tenía algo que decir al respecto, sin embargo. Y, esta vez, optó por tomarla iniciativa y hablar por sí misma. Algo que decía mucho de la confianza que, poco a poco, iba ganando su kunoichi.
—Kurama no estará encerrado en Yukio —se inclinó y apuntó, no al asentamiento, sino a la cordillera—. No demos por sentado que no usará las montañas como vía de escape o similar. Es posible que ya tenga en cuenta todo lo que estamos planeando justo en este momento. Hay que cubrir nuestros flancos m-muy bien. Si bien no tenemos al tiempo de nuestro lado, no hay que apresurarnos a la batalla. ¿Qué inteligencia tenemos sobre sus ninjas? Técnicas, habilidades, estilos de pelea... Aunque no podamos contrarrestar cada uno de ellos... S-saber qué usará contra nosotros es imprescindible.
—Ya hemos intentado interrogar a alguno, de hecho —intervino la Arashikage—. De momento es imposible sacarles nada. Tienen sellos y barreras mentales difíciles de romper, incluso para mí.
—Eso dificulta la recolección de información... —murmuró Kintsugi, más para sí misma que para el resto.
—Respecto a lo que dice Sagiso-san... —volvió a intervenir Daruu—. Me parece bastante difícil que puedan cruzar esas montañas. Son un terreno tan inhóspito que incluso los montañeros experimentados desaconsejan intentar alcanzar los picos más bajos —explicó. Y razón no le faltaba. Kintsugi no conocía personalmente aquellas montañas, pero a juzgar por lo que podía ver en el mapa, lo escarpado del terreno sumado a las continuas nevadas lo convertían en un lugar de lo más inhóspito. Al menos para un ser humano normal y corriente, ¿pero lo sería para un monstruo como Kurama?—. Probablemente no sea fácil tomar el puerto de Yukio... —agregó, respondiendo a la sugerencia de Kintsugi—. Una vez conquistado, intentarán hacer todo lo posible por recuperarlo, y tienen todo el territorio bajo sus garras. Sin embargo, Hayato tiene razón. Quizás podríamos atacar desde más de un frente, a intervalos de tiempo dispares. Que crean que vamos a por el puerto, y entonces atacamos por tierra. Es todo lo que tenía que decir —concluyó, tomando asiento de nuevo con cierto gesto de incomodidad. «Pese a todo», comprendió Kintsugi«, no le gusta llamar la atención»—. «Lamento la intromisión.»
Fue Kintsugi quien se incorporó entonces. Apoyando sendas manos sobre la mesa, o al menos sobre los restos de esta, paseó la mirada entre sus iguales.
—Tendremos tiempo de retocar los detalles. No me gustaría alargar inútilmente esta reunión, pero hay algo más que debo tratar con ustedes, Arashikage-sono, Uzukage-dono. Hay algo de lo que debo advertiros —Hizo una breve pausa, preparando el terreno y asegurándose de que tenía toda su atención—. Estamos centrando toda la atención en ese Bijū de nueve colas, y es lo lógico, pero creo que estamos olvidando otro frente diferente y que puede llegar a ser igual de peligroso.
—Dragón Rojo —pronunció, con los labios tan tensos que se convirtieron en una fina línea—. Hace relativamente poco recibí una visita de uno de sus integrantes: Uchiha Zaide. Al parecer... había capturado a dos de mis shinobi y ahora exigía una cuantiosa cantidad de ryō a cambio de sus vidas.
Sabía que la inevitable pregunta se produciría tarde o temprano, por lo que procedió a resolverla antes de darles la oportunidad de plantearla siquiera.
—Me negué —admitió, y las manos sobre la mesa se convirtieron en dos puños apretados—. Era demasiado dinero. Tanto como para sacrificar el modo de vida del resto de ciudadanos de mi aldea. —No le importaba si la entendían o no, si compartían su punto de vista o no, sus intenciones en aquella conversación eran otras diferentes—. Pero eso no es todo —agregó, sacando de su haori un pergamino enrollado. Lo dejó sobre la mesa, al alcance de cualquiera que quisiera leerlo—. Nuestro amigo nos dejó un último regalo.
—Kurama no estará encerrado en Yukio —se inclinó y apuntó, no al asentamiento, sino a la cordillera—. No demos por sentado que no usará las montañas como vía de escape o similar. Es posible que ya tenga en cuenta todo lo que estamos planeando justo en este momento. Hay que cubrir nuestros flancos m-muy bien. Si bien no tenemos al tiempo de nuestro lado, no hay que apresurarnos a la batalla. ¿Qué inteligencia tenemos sobre sus ninjas? Técnicas, habilidades, estilos de pelea... Aunque no podamos contrarrestar cada uno de ellos... S-saber qué usará contra nosotros es imprescindible.
—Ya hemos intentado interrogar a alguno, de hecho —intervino la Arashikage—. De momento es imposible sacarles nada. Tienen sellos y barreras mentales difíciles de romper, incluso para mí.
—Eso dificulta la recolección de información... —murmuró Kintsugi, más para sí misma que para el resto.
—Respecto a lo que dice Sagiso-san... —volvió a intervenir Daruu—. Me parece bastante difícil que puedan cruzar esas montañas. Son un terreno tan inhóspito que incluso los montañeros experimentados desaconsejan intentar alcanzar los picos más bajos —explicó. Y razón no le faltaba. Kintsugi no conocía personalmente aquellas montañas, pero a juzgar por lo que podía ver en el mapa, lo escarpado del terreno sumado a las continuas nevadas lo convertían en un lugar de lo más inhóspito. Al menos para un ser humano normal y corriente, ¿pero lo sería para un monstruo como Kurama?—. Probablemente no sea fácil tomar el puerto de Yukio... —agregó, respondiendo a la sugerencia de Kintsugi—. Una vez conquistado, intentarán hacer todo lo posible por recuperarlo, y tienen todo el territorio bajo sus garras. Sin embargo, Hayato tiene razón. Quizás podríamos atacar desde más de un frente, a intervalos de tiempo dispares. Que crean que vamos a por el puerto, y entonces atacamos por tierra. Es todo lo que tenía que decir —concluyó, tomando asiento de nuevo con cierto gesto de incomodidad. «Pese a todo», comprendió Kintsugi«, no le gusta llamar la atención»—. «Lamento la intromisión.»
Fue Kintsugi quien se incorporó entonces. Apoyando sendas manos sobre la mesa, o al menos sobre los restos de esta, paseó la mirada entre sus iguales.
—Tendremos tiempo de retocar los detalles. No me gustaría alargar inútilmente esta reunión, pero hay algo más que debo tratar con ustedes, Arashikage-sono, Uzukage-dono. Hay algo de lo que debo advertiros —Hizo una breve pausa, preparando el terreno y asegurándose de que tenía toda su atención—. Estamos centrando toda la atención en ese Bijū de nueve colas, y es lo lógico, pero creo que estamos olvidando otro frente diferente y que puede llegar a ser igual de peligroso.
—Dragón Rojo —pronunció, con los labios tan tensos que se convirtieron en una fina línea—. Hace relativamente poco recibí una visita de uno de sus integrantes: Uchiha Zaide. Al parecer... había capturado a dos de mis shinobi y ahora exigía una cuantiosa cantidad de ryō a cambio de sus vidas.
Sabía que la inevitable pregunta se produciría tarde o temprano, por lo que procedió a resolverla antes de darles la oportunidad de plantearla siquiera.
—Me negué —admitió, y las manos sobre la mesa se convirtieron en dos puños apretados—. Era demasiado dinero. Tanto como para sacrificar el modo de vida del resto de ciudadanos de mi aldea. —No le importaba si la entendían o no, si compartían su punto de vista o no, sus intenciones en aquella conversación eran otras diferentes—. Pero eso no es todo —agregó, sacando de su haori un pergamino enrollado. Lo dejó sobre la mesa, al alcance de cualquiera que quisiera leerlo—. Nuestro amigo nos dejó un último regalo.
