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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#58
La discusión siguió su curso, las ideas volaban de un lado a otro y fructificaban en un plan cada vez más pulido y elaborado. A decir verdad, desde el punto de vista militar y político, estaba siendo una estupenda reunión. Casi hasta se había olvidado de lo mal que le caía Kintsugi.

Casi.

Fue la propia Kintsugi quien puso un nuevo tema encima de la mesa. Casi literalmente, porque la mesa estaba rota, pero una carta voló sobre ella y Shanise fue la primera en atraparla. Datsue esperó su turno, y en la espera, escuchó las explicaciones de la Morikage. Se preguntó cuánto era para ella una cuantiosa cantidad de dinero. ¿Cuánto les habría pedido Zaide por el rescate? Por algún motivo, no tenía a Kusagakure como una villa tan rica como podían serlo las otras dos. Quizá fuesen prejuicios suyos.

Lo más probable.

Ante el comentario de Hayato, Datsue asintió, y no creyó necesario añadir nada más a lo expuesto por Ranko.

¿Yota? ¿Se refiere a Sasagani Yota? —preguntó, cuando le pasaron la carta y empezó a leerla—. ¿Está muerto? —preguntó, incrédulo.

Casualidades de la vida o no, no consideraba a ningún kusajin un amigo. Pero de entre todos ellos, Yota era el que más cerca podía estar de serlo. Habían coincidido en más de una ocasión, y habían tenido sus más y sus menos —como Datsue había tenido con casi todo el mundo en sus tiempos más rebeldes—, pero desde luego era un chico que le caía bien.

Nombraba a otro chico: Daigo. ¿El mismo al que se había enfrentado en el torneo? Al parecer, estaba en alguna prisión. Datsue no tenía ni pajolera idea de dónde estaba, aunque le sonaba el nombre de Nathifa. Lo había leído por algún lado.

«Joder… Así que sigue empeñado en conseguir la democracia por el camino de la sangre», pensó, al continuar leyendo. Teniendo en cuenta que el País de la Espiral ya había dado el paso, dudaba que Dragón Rojo continuase siendo una amenaza para Uzushiogakure. Al menos, si sus intenciones eran únicamente esas. Eso no quitaba que siguiesen siendo un peligro para el resto, claro, o que no debiesen pagar por los crímenes cometidos. Por supuesto que debían hacerlo. Y con creces.

Su corazón se detuvo un momento cuando leyó un mote que conocía muy bien: el Transportista de Bijūs. Una súbita oleada de fuego iracundo recorrió sus venas, pero fue rápidamente extinguido, como quien corta el oxígeno a una vela. Confuso por la sensación —no recordaba haberla sentido nunca—, trató de enfocar la mirada en las últimas líneas. Pero algo iba mal. Le faltaba el aire. Joder, se puto ahogaba.

Tendió la carta a Hayato, tratando de disimular el sudor frío y la cara pálida que se le había puesto levantándose y dándoles la espalda del único modo que se le ocurría: yendo hacia el enorme ventanal que daba a un balcón. Lo abrió, y la eterna lluvia le golpeó el rostro empujada por una brisa fría. Al fin, un poco de aire fresco. Le sentó como un vaso de agua en una mañana con resaca.

¿Qué pensáis hacer? —preguntó a Kintsugi, directo y al grano, ladeándose ligeramente para mirarla a los ojos. La propuesta de Shanise estaba muy bien, muy bonita, pero Dragón Rojo ya llevaba siendo el objetivo de las tres villas desde hacía más de un año, y no habían avanzado nada. Al menos con Kurama sabían donde tenía apostadas varias de sus fuerzas. Dragón Rojo, en cambio, eran serpientes. Los veías cuando te atacaban. No antes. No después—. Cuando llegue el día, si Zaide cumple su amenaza… ¿Cuál es el plan para evitar que Kusagakure se convierta en un cementerio?

Tendría que darle vueltas. Lo haría. Pero, así a bote pronto, no se le ocurría nada para defenderse ante un ataque así.

Obviamente Zaide se está refiriendo a Uchiha Akame —pronunciar su nombre le provocó una nueva punzada en el pecho—. Puede teletransportarse a cualquier sitio en el que haya estado, llevándose a personas con él. Estuvo en Kusagakure conmigo. Un día. Yo podría… podría hacer memoria y señalarle en el mapa los puntos por los que fuimos pasando. Que yo recuerde, estuvimos juntos en todo momento. Podría apostar guardias por la ruta que recorrimos. Pero estamos hablando de una tarea titánica. Está el puente, las puertas de la villa, todo el camino que conduce al dojo del Morikage. El propio interior del dojo…

Hablaba kilómetros y kilómetros de recorrido. Y Akame podía presentarse en cualquier punto de ellos. En cualquier puto metro.
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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RE: La reunión de los nuevos Tres Grandes - por Uchiha Datsue - 7/04/2022, 00:44


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