10/04/2022, 06:09
"Y si eso significa nuestra extinción, así habrá de ser".
«¿Qué cojones?»
De entre todas las cosas que había escuchado de Kintsugi, aquella tenía que ser con diferencia la más loca de todas. ¿Cómo podía uno estar tan en desacuerdo con un sistema político como para decidir que era más sensato sacrificar a todo el mundo bajo su mando? Era definitivamente una locura a la que Shanise simplemente no podía darle explicación. Esas ideas eran peligrosas. No solo para los demás, sino que también para los suyos.
La Arashikage entrelazó las manos bajo su barbilla y decidió simplemente escuchar de momento. Sabía que Datsue acabaría respondiéndole de alguna manera, y no tardó en hacerlo. En Uzukage habló sobre la democracia y los problemas del feudalismo, pero más importante que eso les comentó sobre lo que estaba sucediendo en el País de la Tierra. Aparentemente los civiles allí no habían notado la diferencia en el cambio de régimen, y eso era lo más terrorífico de todo.
Shanise probablemente le dedicaría un pensamiento a las palabras de Datsue antes de dormir, quizás, pero lo cierto es que ahora estaba más ocupada pensando en qué cojones podrían hacer en caso de que Akame y Zaide apareciesen con una bijuudama directamente en cualquiera de las villas. Con el sello que había creado Shanise seguramente podría detectar a los Uchiha apenas apareciesen, pero para entonces ya sería demasiado tarde. Incluso si pudieran poner una cantidad infinita de guardias en cada punto de la villa ya sería demasiado tarde, pues ya estarían jodidos desde el momento en el que la supuesta alianza entre Dragón Rojo y Kurama se teletransportase dentro de cualquiera de las villas. Entonces ¿cómo podían detenerlos?
La respuesta era sencilla: no podían. Lo estaban enfocando mal.
La Arashikage miró al Uzukage un momento, recordando su reacción cuando leyó sobre el Transportista de Bijū, y entonces creyó encontrar la clave justo ahí, en su reacción. Dragón Rojo eran serpientes. Los veías cuando te atacaban, no antes, no después. Por eso no habían tenido ningún éxito rastreándolos hasta el momentos. Simplemente no los podían encontrar, así que su mejor posibilidad para atraparlos era hacerlos atacar en el momento equivocado, y Shanise creía tener una idea de cómo hacerlo, pero aquel no era el momento de compartirla.
De momento, la Arashikage solo callaría y observaría mientras pensaba en su siguiente estrategia.
«¿Qué cojones?»
De entre todas las cosas que había escuchado de Kintsugi, aquella tenía que ser con diferencia la más loca de todas. ¿Cómo podía uno estar tan en desacuerdo con un sistema político como para decidir que era más sensato sacrificar a todo el mundo bajo su mando? Era definitivamente una locura a la que Shanise simplemente no podía darle explicación. Esas ideas eran peligrosas. No solo para los demás, sino que también para los suyos.
La Arashikage entrelazó las manos bajo su barbilla y decidió simplemente escuchar de momento. Sabía que Datsue acabaría respondiéndole de alguna manera, y no tardó en hacerlo. En Uzukage habló sobre la democracia y los problemas del feudalismo, pero más importante que eso les comentó sobre lo que estaba sucediendo en el País de la Tierra. Aparentemente los civiles allí no habían notado la diferencia en el cambio de régimen, y eso era lo más terrorífico de todo.
Shanise probablemente le dedicaría un pensamiento a las palabras de Datsue antes de dormir, quizás, pero lo cierto es que ahora estaba más ocupada pensando en qué cojones podrían hacer en caso de que Akame y Zaide apareciesen con una bijuudama directamente en cualquiera de las villas. Con el sello que había creado Shanise seguramente podría detectar a los Uchiha apenas apareciesen, pero para entonces ya sería demasiado tarde. Incluso si pudieran poner una cantidad infinita de guardias en cada punto de la villa ya sería demasiado tarde, pues ya estarían jodidos desde el momento en el que la supuesta alianza entre Dragón Rojo y Kurama se teletransportase dentro de cualquiera de las villas. Entonces ¿cómo podían detenerlos?
La respuesta era sencilla: no podían. Lo estaban enfocando mal.
La Arashikage miró al Uzukage un momento, recordando su reacción cuando leyó sobre el Transportista de Bijū, y entonces creyó encontrar la clave justo ahí, en su reacción. Dragón Rojo eran serpientes. Los veías cuando te atacaban, no antes, no después. Por eso no habían tenido ningún éxito rastreándolos hasta el momentos. Simplemente no los podían encontrar, así que su mejor posibilidad para atraparlos era hacerlos atacar en el momento equivocado, y Shanise creía tener una idea de cómo hacerlo, pero aquel no era el momento de compartirla.
De momento, la Arashikage solo callaría y observaría mientras pensaba en su siguiente estrategia.