18/04/2022, 13:07
(Última modificación: 18/04/2022, 22:41 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Uchiha Suzaku era uno de esos genin tan verdes que se encontraban aquella mañana en el Puerto de Uzushiogakure. Impaciente y nerviosa a partes iguales, aguardaba su turno entre los noventa y siete shinobi que poco a poco atravesaban los muelles para dirigirse al barco que habría de llevarlos hasta su destino en el País del Rayo.
«Maldita sea, cuando dije que podían lanzarme a las fauces de Kurama si era necesario, no esperaba que fuese tan pronto...» Pensaba para sí, mirando a su alrededor con cierta angustia. Al lado de la mayoría de los shinobi y kunoichi que se encontraban allí, era parecía una pequeña hormiguita. Una hormiguita pequeña y tan llamativa como una luz de neón. Pese a todo, Suzaku intentaba tragarse los nervios e intentaba aparentar normalidad lo mejor que podía.
Sobre todo, porque junto a ella se encontraba su hermana mayor. Si Umi detectaba la mínima flaqueza en ella, la obligaría a darse media vuelta y regresar a casa. Y eso era algo que no podía permitir.
—¡Menudo barco! —le comentó, tratando de desviar el foco de su angustia hacia algo más nimio. Suzaku nunca había viajado en barco, y la visión de aquel navío con tres mástiles, numerosas velas blancas cuadradas y la bandera de la espiral alzada y de color vivo carmesí, ciertamente le sobrecogía—. Espero que no te marees, no queremos tenerte ocupando el baño como haces en casa —bromeó.
Aunque se arrepintió nada más hacerlo. Porque ella, precisamente ella, era de las personas que peor lo tenían montando en barco. ¿Y si se caía por la borda? ¿Y si pasaba algo y el barco terminaba hundiéndose en el fondo del mar? ¡Ella no sabía nadar! ¡Se hundiría a plomo en aquel monstruoso océano! Tragó saliva con esfuerzo. Concentrarse en el barco tampoco había sido una buena idea.
Cuando le llegó su turno, avanzó hacia la posición del Uzukage. Él no podría acompañarlos, pero había acudido al muelle para despedirlos. Uchiha Suzaku le dedicó una profunda reverencia cuando llegó hasta él. Quiso dedicarle alguna frase alentadora: "«¡Daré lo mejor de mí, Uzukage-sama!»", "«¡Esos Copitos no tienen nada que hacer nada frente a nosotros, no se preocupe!»". Sí, algo así habría sonado bien. Pero cualquier intento murió en su garganta, cerrada a cal y canto. Y por eso se limitó a subir al barco con pasos vacilantes y con alguna que otra aterrada mirada dirigida a las aguas que se agitaban por debajo de sus pies. Demasiado cerca para su gusto. Demasiado profundo para sentirse a salvo.
«Maldita sea, cuando dije que podían lanzarme a las fauces de Kurama si era necesario, no esperaba que fuese tan pronto...» Pensaba para sí, mirando a su alrededor con cierta angustia. Al lado de la mayoría de los shinobi y kunoichi que se encontraban allí, era parecía una pequeña hormiguita. Una hormiguita pequeña y tan llamativa como una luz de neón. Pese a todo, Suzaku intentaba tragarse los nervios e intentaba aparentar normalidad lo mejor que podía.
Sobre todo, porque junto a ella se encontraba su hermana mayor. Si Umi detectaba la mínima flaqueza en ella, la obligaría a darse media vuelta y regresar a casa. Y eso era algo que no podía permitir.
—¡Menudo barco! —le comentó, tratando de desviar el foco de su angustia hacia algo más nimio. Suzaku nunca había viajado en barco, y la visión de aquel navío con tres mástiles, numerosas velas blancas cuadradas y la bandera de la espiral alzada y de color vivo carmesí, ciertamente le sobrecogía—. Espero que no te marees, no queremos tenerte ocupando el baño como haces en casa —bromeó.
Aunque se arrepintió nada más hacerlo. Porque ella, precisamente ella, era de las personas que peor lo tenían montando en barco. ¿Y si se caía por la borda? ¿Y si pasaba algo y el barco terminaba hundiéndose en el fondo del mar? ¡Ella no sabía nadar! ¡Se hundiría a plomo en aquel monstruoso océano! Tragó saliva con esfuerzo. Concentrarse en el barco tampoco había sido una buena idea.
Cuando le llegó su turno, avanzó hacia la posición del Uzukage. Él no podría acompañarlos, pero había acudido al muelle para despedirlos. Uchiha Suzaku le dedicó una profunda reverencia cuando llegó hasta él. Quiso dedicarle alguna frase alentadora: "«¡Daré lo mejor de mí, Uzukage-sama!»", "«¡Esos Copitos no tienen nada que hacer nada frente a nosotros, no se preocupe!»". Sí, algo así habría sonado bien. Pero cualquier intento murió en su garganta, cerrada a cal y canto. Y por eso se limitó a subir al barco con pasos vacilantes y con alguna que otra aterrada mirada dirigida a las aguas que se agitaban por debajo de sus pies. Demasiado cerca para su gusto. Demasiado profundo para sentirse a salvo.