18/04/2022, 23:04
Era la primera vez que iba en un barco tan grande y bien preparado. Solo con un vistazo ya podía ver que seguramente un solo camarote de ese barco era más grande que su pequeño apartamento. Aunque lo realmente impresionante de aquella mañana, o de aquel lugar. Lo verdaderamente impresionante era lo hermoso que se veía el horizonte hacia el que partirían en breves. Los tonos dorados del amanecer se reflejaban sobre la superficie del mar dando una imagen de paz que a Hana le daba la sensación que pocas personas estaban prestando atención aparte de ella.
Los noventa y siete ninjas que estaban en los muelles tenían otras cosas en mente. Por lo menos, noventa y seis de ellos. Hana, oculta entre la multitud, pues casi todos ellos le sacaban una cabeza de altura minimo, miraba al horizonte mientras esperaba para subir al barco. Llevaba lo justo y necesario para el viaje, así cómo todas sus armas y herramientas shinobi. Pasase lo que pasase, esperaba no tener que necesitarlas todas.
Aunque sabía que iban a la guerra, aún no estaba mentalizada para quitar una vida. Incluso las de los ninjas de Kurama se le antojaban demasiado preciadas para simplemente quitarselas a sus dueños. ¿Podría hacerlo llegado el momento? Solo esperaba que si al final no, no estuviese poniendo en riesgo más vida que la suya. Al menos en el momento y lugar en que se encontrase. Su fracaso podía significar el fracaso de la misión y de todo. Negó con la cabeza y se quitó los pensamientos negativos de encima. Iba a ir e iba a cumplir con su cometido. Salvaría a todos los que pudiese de los suyos, volverían los noventa y siete. Al precio que hubiese que pagar.
— G-gracias, Datsue. Cuida de la villa, ¿vale? — le dijo a su kage con la confianza que él mismo le había permitido, estrechandole la mano cuando llegase su turno.
La reconfortó ver una cara conocida, pues no reconocía a absolutamente nadie más en aquel lugar. Ni Reiji ni Eri estaban por allí. Estarían haciendo cosas más importante o directamente, como Datsue, se quedarían a proteger la villa. Al menos con eso no iba a tener problema. Se iría sabiendo que su hogar estaba en buenas manos, incluso si no volvía, todo estaría bien.
Justo cuando embarcaba se llevó una mano al portaobjeto, asegurandose de que estuviese todo en su sitio. Incluyendo las cosas que había tomado prestadas. También había pensado en sellar algunas técnicas de lava en sus pergaminos y tal vez darselo a algún novato por si se ve en un apuro.
Los noventa y siete ninjas que estaban en los muelles tenían otras cosas en mente. Por lo menos, noventa y seis de ellos. Hana, oculta entre la multitud, pues casi todos ellos le sacaban una cabeza de altura minimo, miraba al horizonte mientras esperaba para subir al barco. Llevaba lo justo y necesario para el viaje, así cómo todas sus armas y herramientas shinobi. Pasase lo que pasase, esperaba no tener que necesitarlas todas.
Aunque sabía que iban a la guerra, aún no estaba mentalizada para quitar una vida. Incluso las de los ninjas de Kurama se le antojaban demasiado preciadas para simplemente quitarselas a sus dueños. ¿Podría hacerlo llegado el momento? Solo esperaba que si al final no, no estuviese poniendo en riesgo más vida que la suya. Al menos en el momento y lugar en que se encontrase. Su fracaso podía significar el fracaso de la misión y de todo. Negó con la cabeza y se quitó los pensamientos negativos de encima. Iba a ir e iba a cumplir con su cometido. Salvaría a todos los que pudiese de los suyos, volverían los noventa y siete. Al precio que hubiese que pagar.
— G-gracias, Datsue. Cuida de la villa, ¿vale? — le dijo a su kage con la confianza que él mismo le había permitido, estrechandole la mano cuando llegase su turno.
La reconfortó ver una cara conocida, pues no reconocía a absolutamente nadie más en aquel lugar. Ni Reiji ni Eri estaban por allí. Estarían haciendo cosas más importante o directamente, como Datsue, se quedarían a proteger la villa. Al menos con eso no iba a tener problema. Se iría sabiendo que su hogar estaba en buenas manos, incluso si no volvía, todo estaría bien.
Justo cuando embarcaba se llevó una mano al portaobjeto, asegurandose de que estuviese todo en su sitio. Incluyendo las cosas que había tomado prestadas. También había pensado en sellar algunas técnicas de lava en sus pergaminos y tal vez darselo a algún novato por si se ve en un apuro.