8/05/2022, 19:35
—Pues yo tengo un par de dudas —intervino Natsu—. No conozco la fauna marina del lugar así que... ¿algo que debamos vigilar o temer? ¿Tiburones quizás? Y luego... en caso de que nos avisten y tengamos que luchar encima del océano... ¿Conocemos de las habilidades del enemigo? Porque como tengan algún tipo de manejo del suiton podemos estar muy jodidos.
Suzaku devolvió una mirada cargada de ansiedad a Tsuta Neiru. Ni siquiera se dio cuenta de que Umi se había colocado a su otro costado, rehuyendo la mirada de Hana. Se había centrado demasiado en su miedo al océano como para considerar lo que se escondía bajo ese manto insondable. Por no hablar de la posible afinidad al agua de los shinobi de Kurama...
—Alguna vez se reportaron ataques de tiburones, a surfistas de la zona. Pero se trata de algo muy, muy ocasional.
«Genial... Sencillamente genial. Encima hay tiburones de verdad.» Si ya se había quedado pálida al ver los chalecos salvavidas, aquella noticia había terminado por derribar lo poco que quedaba de su fuerza de voluntad. Seguía esforzándose por ocultarlo, por supuesto, pero cada vez se arrepentía más de haberse ofrecido a subir a aquel maldito barco. ¿En qué estaba pensando cuando lo hizo?
—Sobre las habilidades de los enemigos: no, no disponemos de algo tan detallado. Pero es casi seguro que haya algún equipo enemigo en el puerto, y es más que probable que varios de ellos sepan manejar el Suiton. Por ello, lo dicho antes: el sigilo es nuestra mayor baza.
«El sigilo... y la buena suerte.» Buena suerte para que una ola mal avenida no la derribara. Buena suerte para que un tiburón no la confundiera con una foca y decidiera hincarle el diente. Buena suerte para que esos shinobi de Kurama no la detectaran y decidieran tirarle encima una ola aún más grande; o, peor, un tiburón gigante de agua. ¿Qué más podía salir mal?
—Si todo sale según el plan, avanzaremos por tierra hasta la Villa de las Aguas Termales. Según los datos recabados, las tropas de Kurama han construido una muralla empleando técnicas Doton alrededor de la aldea, y tiene a ninjas apostados en lo alto vigilando cualquier entrada. No obstante, hemos conseguido infiltrar a uno de los nuestros, que se encargará de facilitarnos la entrada. También nos ha informado que tiene la creencia de que hay un General de Kurama apostado en el castillo del Señor Feudal. La única información al respecto es que se trata de un hombre alto, fuerte, y que porta un martillo de guerra.
Ahí estaba. Lo que quedaba por salir mal. Un General. ¿Qué más les quedaba para completar el cupo?
—Sin embargo, eso es algo que a nosotros no nos atañe, en principio. La misión particular del Escuadrón 42 será la de, una vez nos colemos en la villa, asegurar el punto de entrada por si las cosas salen mal y tenemos que usarlo para batirnos en retirada. Eso es todo. Cualquier duda, preguntadme. Por lo demás: no nos toca guardia nocturna, así que aprovechad para descansar bien.
Suzaku se despidió con una respetuosa reverencia con la cabeza. No dijo nada al respecto, todo se lo había dicho a sí misma y nadie más necesitaba escucharlo. Iba a volverse hacia su hermana cuando una voz la sobresaltó:
—Buenas, Suzaku-chan, Umi-chan. Espero que podamos trabajar juntas. Yo soy Himura Hana, encantada
—¡Ah! El placer es mío, Hana —la saludó, correspondiendo a su reverencia. Se obligó a esbozar una sonrisa—. ¿Sabes? ¡Tuve el placer de ver tus combates en el Torneo de los Dojos! Lástima que te rindieras en tu combate contra Sasaki Reiji, yo creo que le habrías podido...
Suzaku devolvió una mirada cargada de ansiedad a Tsuta Neiru. Ni siquiera se dio cuenta de que Umi se había colocado a su otro costado, rehuyendo la mirada de Hana. Se había centrado demasiado en su miedo al océano como para considerar lo que se escondía bajo ese manto insondable. Por no hablar de la posible afinidad al agua de los shinobi de Kurama...
—Alguna vez se reportaron ataques de tiburones, a surfistas de la zona. Pero se trata de algo muy, muy ocasional.
«Genial... Sencillamente genial. Encima hay tiburones de verdad.» Si ya se había quedado pálida al ver los chalecos salvavidas, aquella noticia había terminado por derribar lo poco que quedaba de su fuerza de voluntad. Seguía esforzándose por ocultarlo, por supuesto, pero cada vez se arrepentía más de haberse ofrecido a subir a aquel maldito barco. ¿En qué estaba pensando cuando lo hizo?
—Sobre las habilidades de los enemigos: no, no disponemos de algo tan detallado. Pero es casi seguro que haya algún equipo enemigo en el puerto, y es más que probable que varios de ellos sepan manejar el Suiton. Por ello, lo dicho antes: el sigilo es nuestra mayor baza.
«El sigilo... y la buena suerte.» Buena suerte para que una ola mal avenida no la derribara. Buena suerte para que un tiburón no la confundiera con una foca y decidiera hincarle el diente. Buena suerte para que esos shinobi de Kurama no la detectaran y decidieran tirarle encima una ola aún más grande; o, peor, un tiburón gigante de agua. ¿Qué más podía salir mal?
—Si todo sale según el plan, avanzaremos por tierra hasta la Villa de las Aguas Termales. Según los datos recabados, las tropas de Kurama han construido una muralla empleando técnicas Doton alrededor de la aldea, y tiene a ninjas apostados en lo alto vigilando cualquier entrada. No obstante, hemos conseguido infiltrar a uno de los nuestros, que se encargará de facilitarnos la entrada. También nos ha informado que tiene la creencia de que hay un General de Kurama apostado en el castillo del Señor Feudal. La única información al respecto es que se trata de un hombre alto, fuerte, y que porta un martillo de guerra.
Ahí estaba. Lo que quedaba por salir mal. Un General. ¿Qué más les quedaba para completar el cupo?
—Sin embargo, eso es algo que a nosotros no nos atañe, en principio. La misión particular del Escuadrón 42 será la de, una vez nos colemos en la villa, asegurar el punto de entrada por si las cosas salen mal y tenemos que usarlo para batirnos en retirada. Eso es todo. Cualquier duda, preguntadme. Por lo demás: no nos toca guardia nocturna, así que aprovechad para descansar bien.
Suzaku se despidió con una respetuosa reverencia con la cabeza. No dijo nada al respecto, todo se lo había dicho a sí misma y nadie más necesitaba escucharlo. Iba a volverse hacia su hermana cuando una voz la sobresaltó:
—Buenas, Suzaku-chan, Umi-chan. Espero que podamos trabajar juntas. Yo soy Himura Hana, encantada
—¡Ah! El placer es mío, Hana —la saludó, correspondiendo a su reverencia. Se obligó a esbozar una sonrisa—. ¿Sabes? ¡Tuve el placer de ver tus combates en el Torneo de los Dojos! Lástima que te rindieras en tu combate contra Sasaki Reiji, yo creo que le habrías podido...