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—Buenos días a todos —comenzó Tsuta Neiru, una vez estuvieron todos los miembros del escuadrón presentes. Tenía un tono de voz grave, muy grave. Más grave de lo que Suzaku habría podido prever—. Mi nombre es Tsuta Neiru y seré la líder de vuestro escuadrón.
La Capitana del Escuadrón desplegó un mapa frente a sus ojos. Un mapa en el que se retrataba la totalidad del País del Rayo y parte del País del Bosque.
—Llegaremos mañana al atardecer a este punto —explicó, señalando el dibujo de un barco cerca de la Costa de las Olas Rompientes—. Según nuestros informes, lo más probable es que el ejército de la Alianza se esté enfrentando en esos momentos a los ninjas de Kurama en algún punto cercano a los Arrozales del Silencio. Gracias a los sellos de comunicación, sabremos cómo está yendo la batalla y decidiremos si vamos a apoyar o nos dirigimos a la Villa de las Aguas Termales, donde trataremos de conseguir nuestro objetivo principal: recuperar la aldea de las manos de Kurama.
Suzaku asintió para sí. Apoyar al Ejército de la Alianza en su batalla contra los guerreros de Kurama o dirigirse a la Villa de las Aguas Termales para reconquistarla. La elección dependería sólo de cómo estuviese yendo la misión en tierra, por lo que quedaba fuera de sus manos.
—Si bien originalmente esta misión iba a estar conformada por ninjas de la Alianza, se decidió a última hora que solo seríamos los uzujines —informó la Capitana, tras una breve pausa—. Una de las razones es porque… no atracaremos el barco en el puerto de las Costas de las Olas Rompientes.
Suzaku ladeó la cabeza, en un gesto interrogante. ¿Cómo que no iban a atracar en la Costa de las Olas Rompientes? ¿Dónde iban a hacerlo entonces? Sus ojos recorrían sin cesar el mapa, buscando cualquier atisbo de una cala sorpresa o algo así que pudieran usar a su favor en lugar de la Costa de las Olas Rompientes, pero no lo encontró. Tsuta Neiru desplegó un pergamino, y tras una breve boluta de humo aparecieron seis chalecos salvavidas y tres cuerdas. Suzaku perdió todo el color de su rostro.
—Lo más probable es que las fuerzas de Kurama tengan controlado el puerto y nos encontrásemos con sorpresas desagradables en los muelles. Además, alertaríamos de nuestra presencia. Por eso mismo, los uzujines somos los más adecuados para el desempeño de esta misión. Nos cobijaremos bajo el amparo de la oscuridad de la noche para... saltar directamente al mar.
«E... Está de broma, ¿verdad?» Pensaba la pelirroja, mirando de reojo el rostro de su Capitana. Esperaba que en cualquier momento cambiara ese gesto serio por una sonora carcajada y les dijera algo así como: "¡Pringados, es una broma!" Pero eso no ocurrió. Ni parecía que fuera a ocurrir.
—Las Costas de las Olas Rompientes está llena de acantilados y rocas peligrosas bajo la superficie que hacen intratable el desembarco en ningún otro punto que no sea el puerto. Por ello, repito, el barco quedará a una distancia desde la que no sea vea desde el puerto con la oscuridad de la noche y correremos por las olas a esta playa de aquí, situada a trescientos metros del puerto. Todos y cada uno de nosotros llevará puesto el chaleco salvavidas por seguridad, e iremos atados por cuerdas en parejas por si ocurre un accidente. Pase lo que pase, no obstante, deberemos mantenernos en absoluto silencio. Debemos llegar a la Villa de las Aguas Termales sin que nadie nos vea. La sorpresa es nuestra mejor baza. Si no conseguimos llegar de forma sigilosa, las probabilidades de éxito de esta misión bajarán al veinte por ciento. ¿Alguna duda hasta aquí?
Suzaku apretó las mandíbulas. ¿Dudas? Ninguna. ¿Miedos? Muchos. Y ninguno de ellos tenían que ver con ese zorro apestoso ni su panda de pringados de culo frío. No. Todos sus miedos se reducían a aquel océano que la rodeaba, extendiéndose kilómetros y kilómetros, hasta donde le abarcaba la vista. ¿Y qué había más terrorífico que el mar? El mar de noche. Una alfombra de oscuridad insondable que podía tragarte en cualquier momento y no dejar rastro de tu desaparición. Su única salvación iban a ser ese chaleco salvavidas y una cuerda que la ataría a otra alma desafortunada. Y, sin embargo, no dijo nada. Suzaku no era de las personas que pedían ayuda o auxilio.
Ni siquiera cuando lo necesitaba de verdad.
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Una vez presentados los 5, Tsuta Neiru hizo lo propio y empezó con su explicación del plan. Supuse que ese general encabronado y los líderes de escuadrón habrían cuadrado algo, pensado algo infalible y eso era lo que estaba explicandonos aquella jōnin. Sin embargo yo no dejaba de pensar en algo.
«¿Por qué diantres somos el escuadrón 42? Deberíamos llamarnos el escuadrón Uchiha»
Tsuta Neiru desplegó un mapa en el que se dibujaba nuestro destino, más tarde hizo aparecer entre una boluta de humo unas cuerdas y unos salvavidas unidos por la susodicha cuerda. Pude apreciar que aquello había empezado a sembrar el caos entre algunos de los presentes. Un caos silencioso, debo decir. A mí, la verdad, es que me daba igual. Efectivamente, Tsuta Neiru estaba dejando caer o más bien, afirmando que íbamos a hacer parte del trayecto por encima del mar o del océano o como se quisiera llamar. Iba asintiendo a medida que Neiru iba exponiendo el plan.
Levanté la mano cuando preguntó si había dudas, como si estuviéramos en la clase de la academia.
— Pues yo tengo un par de dudas. No conozco la fauna marina del lugar así que... ¿algo que debamos vigilar o temer? ¿Tiburones quizás? Y luego... en caso de que nos avisten y tengamos que luchar encima del océano... ¿conocemos de las habilidades del enemigo? porque como tengan algún tipo de manejo del suiton podemos estar muy jodidos
Me crucé de brazos y sople al mechón que me había dejado crecer y se había posado encima de mi nariz, para apartarlo.
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«Por las tetas de Amaterasu. Que saltaremos al mar dice.» Umi miró con preocupación a Suzaku. ¡No sabía nadar! Por mucho que tuvieran los chalecos salvavidas... «Uchiha Datsue, no podré perdonarte esto. Como le pase algo, yo...»
Umi confiaba en que Suzaku pudiera apañárselas con la ayuda del chakra y tuviese suficiente maña al correr sobre las olas. Que la marea no la hiciese caer.
«Me cago en todo...»
—Ninguna... duda.
Umi sintió como si alguien estuviera vigilándole. Uno de esos sentimientos viscerales. Era la Chica Patriota, esta vez, que la miraba con ojos perdidos. Umi apartó la mirada y volvió a posarla un par de veces, pero no lograba hacer contacto visual. Era como si esa chica estuviese mirando más allá de ella. Se sintió incómoda y se movió discretamente al otro lado de Suzaku.
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Los integrantes del Escuadrón 42 fueron asintiendo, algunos rostros más convencidos con el plan que otros, pero todos dispuestos a tirar para adelante con la parte que les tocaba. Tan solo Natsu tuvo una duda al respecto.
— Alguna vez se reportaron ataques de tiburones, a surfistas de la zona. Pero se trata de algo muy, muy ocasional. —Ya tendrían que tener una mala suerte terrible para que se les cruzase uno— . Sobre las habilidades de los enemigos: no, no disponemos de algo tan detallado. Pero es casi seguro que haya algún equipo enemigo en el puerto, y es más que probable que varios de ellos sepan manejar el Suiton. Por ello, lo dicho antes: el sigilo es nuestra mayor baza.
» Si todo sale según el plan, avanzaremos por tierra hasta la Villa de las Aguas Termales. Según los datos recabados, las tropas de Kurama han construido una muralla empleando técnicas Doton alrededor de la aldea, y tiene a ninjas apostados en lo alto vigilando cualquier entrada.
» No obstante, hemos conseguido infiltrar a uno de los nuestros, que se encargará de facilitarnos la entrada. También nos ha informado que tiene la creencia de que hay un General de Kurama apostado en el castillo del Señor Feudal. La única información al respecto es que se trata de un hombre alto, fuerte, y que porta un martillo de guerra.
» Sin embargo, eso es algo que a nosotros no nos atañe, en principio. La misión particular del Escuadrón 42 será la de, una vez nos colemos en la villa, asegurar el punto de entrada por si las cosas salen mal y tenemos que usarlo para batirnos en retirada.
» Eso es todo. Cualquier duda, preguntadme. Por lo demás: no nos toca guardia nocturna, así que aprovechad para descansar bien.
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En el mismo momento en que su capitana dio la charla por finalizada, Hana se giró hacia Suzaku. Sí, Suzaku. Se había dado cuenta de que Umi se había ocultado tras ella, a pesar de que le sacaba bastante altura y probablemente edad. Cómo había demasiados Uchiha, igual era pronto para decir que eran parientes, pero por lo menos se conocían y podía servirle de puente hacia su collar.
Además, Umi seguramente estaba cansada de que todo el mundo le pidiese ese collar tan bonito, necesitaba enfocarlo de otra manera. Siempre podía esperar a que se durmiese. Porque no iba a dormir con ese collar de pinchos puesto, ¿verdad?
— Buenas, Suzaku-chan, Umi-chan. Espero que podamos trabajar juntas. Yo soy Himura Hana, encantada. — hizo una leve reverencia, a pesar de que ya se había presentado con su capitana no estaba de más hacerlo de nuevo.
La educación era el primera paso hacia su objetivo. Sonrió amablemente a ambas, alternando su mirada entre Suzaku y el collar, porque no conseguía llegar a los ojos de Umi sin pararse en su amado collar. Sería suyo. Tarde o temprano.
Los otros dos del escuadron estaban ahí. Ni los miraría. Era una kunoichi con una misión.
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Pues al parecer, habían tiburones en la zona. Al menos ocasionalmente se habían dado reportes sobre ello. Alentador, totalmente alentador. Solo por si no bastaba con los shinobis, aldeanos, y a saber qué tipo de mierdas que usarían en su contra, también bichos devora-humanos. El Senju no quedó del todo contento con esa respuesta, aunque a decir verdad, ninguna información hasta el momento había sido para dar saltos de alegría.
«En fin...»
La jönin informó de que había una desinformación total acerca de las habilidades de sus oponentes. Ésto lo recordaba bien de la reunión de los kages, y por lo que podía ver no le habían logrado poner arreglo. La mujer siguió insistiendo, el sigilo seguía siendo la mejor baza, por no decir la única.
Al parecer si que había algo de inteligencia recabada, y se trataba de que los enemigos habían creado una enorme muralla alrededor de la villa con Doton. Múltiples enemigos podían estar apostado en lo alto de la misma, lo cuál podía ser un problema para el sigilo. Pero según la jönin, habían logrado infiltrar a alguien entre las filas enemigas, y tendrían "facilidades" para entrar. Así mismo, habían informado de la posible presencia de uno de esos terribles generales de Kurama. Hayato hasta palideció. Aún más de lo habitual, obvio.
Pero según la líder del escuadrón 42, eso no les afectaba. La misión del escuadrón sería proteger el punto de entrada en la muralla, por si debían replegar en alguna emergencia, además de para asegurar de que seguía abierta la brecha hasta que todos estuviesen dentro.
—Entendido.
La mujer informó que no les tocaba montar guardia por la noche, y sugirió que descansaran. Si tenían cualquier duda, podían preguntarle.
«Prefiero descansar un poco a seguir deprimiéndome con más información, la verdad...»
La idol se dirigió sin demora a las compañeras de equipo, pasando de la jönin y del resto del equipo por el momento, para presentarse a ellas. Siete no tenía muy claro si hacer lo mismo, pues quizás esas personas serían las últimas con las que compartiese sus últimos momentos. Un profundo demonio le sugería que pasase de todos tres pueblos, pues podía doler más si alguno moría; mientras que otra voz le decía que lo mejor era por lo menos socializar un poco con ellos, crear vínculos y amistad porque todos iban a sobrevivir.
Siete sacó el paquete de cigarrillos, tomó uno y lo puso entre sus labios. Acto seguido, guardó el paquete en el bolsillo de nuevo. —Estaré en la proa. —Sentenció antes de caminar un poco, alejándose del grupo. Iba a acallar las voces, y luego ya vería qué hacer. Aún no lo tenía claro, si hacer grupo o simplemente aferrarse al miedo. Creía tener ya dominado a ese demonio llamado miedo, pero ahora que se veía montado en el barco, y sin vuelta atrás...
No, no tenía dominado una mierda.
Tanto era así, que ni se acordó de encender el endiablado cigarrillo. Y se marcharía hasta la parte delantera del barco con ese susodicho cigarro apagado.
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—Pues yo tengo un par de dudas —intervino Natsu—. No conozco la fauna marina del lugar así que... ¿algo que debamos vigilar o temer? ¿Tiburones quizás? Y luego... en caso de que nos avisten y tengamos que luchar encima del océano... ¿Conocemos de las habilidades del enemigo? Porque como tengan algún tipo de manejo del suiton podemos estar muy jodidos.
Suzaku devolvió una mirada cargada de ansiedad a Tsuta Neiru. Ni siquiera se dio cuenta de que Umi se había colocado a su otro costado, rehuyendo la mirada de Hana. Se había centrado demasiado en su miedo al océano como para considerar lo que se escondía bajo ese manto insondable. Por no hablar de la posible afinidad al agua de los shinobi de Kurama...
—Alguna vez se reportaron ataques de tiburones, a surfistas de la zona. Pero se trata de algo muy, muy ocasional.
«Genial... Sencillamente genial. Encima hay tiburones de verdad.» Si ya se había quedado pálida al ver los chalecos salvavidas, aquella noticia había terminado por derribar lo poco que quedaba de su fuerza de voluntad. Seguía esforzándose por ocultarlo, por supuesto, pero cada vez se arrepentía más de haberse ofrecido a subir a aquel maldito barco. ¿En qué estaba pensando cuando lo hizo?
—Sobre las habilidades de los enemigos: no, no disponemos de algo tan detallado. Pero es casi seguro que haya algún equipo enemigo en el puerto, y es más que probable que varios de ellos sepan manejar el Suiton. Por ello, lo dicho antes: el sigilo es nuestra mayor baza.
«El sigilo... y la buena suerte.» Buena suerte para que una ola mal avenida no la derribara. Buena suerte para que un tiburón no la confundiera con una foca y decidiera hincarle el diente. Buena suerte para que esos shinobi de Kurama no la detectaran y decidieran tirarle encima una ola aún más grande; o, peor, un tiburón gigante de agua. ¿Qué más podía salir mal?
—Si todo sale según el plan, avanzaremos por tierra hasta la Villa de las Aguas Termales. Según los datos recabados, las tropas de Kurama han construido una muralla empleando técnicas Doton alrededor de la aldea, y tiene a ninjas apostados en lo alto vigilando cualquier entrada. No obstante, hemos conseguido infiltrar a uno de los nuestros, que se encargará de facilitarnos la entrada. También nos ha informado que tiene la creencia de que hay un General de Kurama apostado en el castillo del Señor Feudal. La única información al respecto es que se trata de un hombre alto, fuerte, y que porta un martillo de guerra.
Ahí estaba. Lo que quedaba por salir mal. Un General. ¿Qué más les quedaba para completar el cupo?
—Sin embargo, eso es algo que a nosotros no nos atañe, en principio. La misión particular del Escuadrón 42 será la de, una vez nos colemos en la villa, asegurar el punto de entrada por si las cosas salen mal y tenemos que usarlo para batirnos en retirada. Eso es todo. Cualquier duda, preguntadme. Por lo demás: no nos toca guardia nocturna, así que aprovechad para descansar bien.
Suzaku se despidió con una respetuosa reverencia con la cabeza. No dijo nada al respecto, todo se lo había dicho a sí misma y nadie más necesitaba escucharlo. Iba a volverse hacia su hermana cuando una voz la sobresaltó:
—Buenas, Suzaku-chan, Umi-chan. Espero que podamos trabajar juntas. Yo soy Himura Hana, encantada
—¡Ah! El placer es mío, Hana —la saludó, correspondiendo a su reverencia. Se obligó a esbozar una sonrisa—. ¿Sabes? ¡Tuve el placer de ver tus combates en el Torneo de los Dojos! Lástima que te rindieras en tu combate contra Sasaki Reiji, yo creo que le habrías podido...
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—¡Ah! El placer es mío, Hana ¿Sabes? ¡Tuve el placer de ver tus combates en el Torneo de los Dojos! Lástima que te rindieras en tu combate contra Sasaki Reiji, yo creo que le habrías podido...
La hermana menor fue la única que le contestó y Hana se quedó un poco amedrentada por ello. ¿Había hecho algo que ofendiese a la mayor? ¡Si solo estaba siendo amable! ¡Amigable! ¡Incluso demasiado! De momento, se centró en tener una conversación con Suzaku, tal vez después su hermana se relajaría un poco.
— Sí, bueno, nunca me gustó la idea de pelear con compañeros de aldea y en cuanto vi que Reiji iba más que en serio, preferí darle la victoria que hacernos más daño del que podíamos curarnos. — ni siquiera recordaba ese combate hasta que se lo habían mencionado. — Y por eso gané el resto de combates.
Dijo inflando el pecho con todo el orgullo del mundo. Lo cierto era que tenía un cien por cien de victorias contra personas de otras villas en torneos. Que era algo que ni Datsue podía decir. A lo mejor, era más fuerte que Datsue. Nunca se había peleado con él. Y esperaba no hacer dicha comprobación nunca.
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«¿¡Un puto General de Kurama!? ¡Que no nos concierne, dice! ¡Que no nos concierne!» Umi apretó los puños y bajó la mirada, sombría. Todo a su alrededor pareció ralentizarse.
Hasta que la voz de la Chica Patriota llamó su atención. La muchacha se había presentado, y ahora conversaba con su hermana.
—Uchiha Umi. —Umi se limitó a saludar con una pequeña reverencia mientras se acariciaba uno de los pinchos de su collar—. ¿Participaste en el Torneo, entonces? Wow. —«No parece tan fuerte. ¿Sería parte de la carne de cañón usual que se envía a los torneos de exhibición? ¿O es de esas que es más de lo que aparenta? ¿Por qué no deja de mirarme las...?»
Umi se incomodó y se dio la vuelta, se apoyó en la barandilla y se quedó mirando al mar.
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— ¿Participaste en el Torneo, entonces? Wow.
Hana se mostró más contenta de lo que debería con la atención de Umi. Ahora solo tenía que ser realmente sutil y plantearlo de una forma no invasiva.
— Sí, y quedé tercera. Y aún así, la gente me mira como si fuese una niña indefensa. Por eso había pensado en cambiar mi vestimenta a un estilo más... imponente. ¡Y he visto tu collar, Umi-chan! ¡Es perfecto! ¿Donde lo has comprado? ¿Me dejarías probarmelo?
Pum. Sutil. Los ojos de Hana practicamente brillaban mientras reflejaban ese collar de pinchos. Le quedaría increible. Sería la kunoichi más imponente del barco. ¿Qué digo barco? ¡De todo Onindo! Podía imaginarse con un arma enorme y ese collar de pinchos aniquilando el ejercito entero de Kurama y obligandole a postrarse ante su imponente figura. ¡Iba a ser temible!
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Umi se llevó, inconscientemente, ambas manos al collar con pinchos que adornaba su cuello.
—No. —La respuesta fue directa y seca. Normalmente se habría quedado ahí, pero al ver la cara de la muchacha, se sintió presionada a decir algo más—. Escucha, no sé dónde me lo compró, pero fue un regalo de mi padre. Una semana antes de morir.
»No es algo que vaya a prestarle a nadie. Lo siento.
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—No.
Por un momento, pareció que se iba a quedar ahí. En un simple y llano 'no'. Y Hana se estaba preparando para destruirla verbalmente o, por lo menos, soltar una pataleta del quince.
— Escucha, no sé dónde me lo compró, pero fue un regalo de mi padre. Una semana antes de morir.
»No es algo que vaya a prestarle a nadie. Lo siento.
— Oh.
No esperó ser destruida en una segunda respuesta. Literalmente no tenía nada que responderle a eso. No estaba en sus capacidades soltar una sola razón para poder hacerse con el collar. Se vino abajo. Se deshizo su sonrisa, se borró la luz en sus ojos, desapareció ella misma del escenario y simplemente bajo la mirada.
— L-Lo entiendo, claro. Mi padre... — iba a decir que también estaba muerto, pero era mentira, seguía vivo, solo que con otra familia. — Supongo que todos hemos perdido a alguien. Disculpa, he sido una insensible. Voy... voy a dormir un rato. — finalizó señalando en la dirección contraria a las chicas.
Buscaría un sitio donde echarse y se echaría, sin más, sin un segundo pensamiento. Tanto si conseguía dormirse como si no, al levantarse estaría de un humor de perros. No podía tener el collar y no podía no tenerlo. Su vida era una mierda y todas las personas en ella una mierda aún mayor y los odiaba a todos. Les salvaría la vida cien veces si hacía falta, pero eran todos una caca.
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—Sí, bueno, nunca me gustó la idea de pelear con compañeros de aldea y en cuanto vi que Reiji iba más que en serio, preferí darle la victoria que hacernos más daño del que podíamos curarnos. Y por eso gané el resto de combates.
—Ya...
Hana hinchaba el pecho con profundo orgullo ante su actuación. Pero Suzaku no estaba segura de que ella hubiera podido otorgarle a otro la victoria, por mucho que fuera de su misma aldea. ¡Su orgullo como kunoichi estaba en juego! Pero no se sintió con ánimos de rebatirle nada. Al menos se había hecho con el tercer puesto, que ya era más de lo que ella había conseguido en su corta trayectoria como kunoichi.
«Si algún día participo en un torneo, daré lo máximo de mí.» Decidió. Claro que, para eso, primero tendría que salir de aquella guerra con vida, que ya era decir.
—Uchiha Umi —le voz de su hermana mayor, presentándose, la devolvió a la realidad. Suzaku no pudo evitar volverse hacia ella con sorpresa. Si era sincera, no esperaba que Umi se mostrara mínimamente cordial. Aún así, la notó incómoda. Se acariciaba los pinchos de su collar, y se empeñaba en mantener cierta distancia entre ella y el resto de compañeros de travesía. ¿Qué le pasaba?—. ¿Participaste en el Torneo, entonces? Wow.
—Sí, y quedé tercera. Y aún así, la gente me mira como si fuese una niña indefensa. Por eso había pensado en cambiar mi vestimenta a un estilo más... imponente. ¡Y he visto tu collar, Umi-chan! ¡Es perfecto! ¿Donde lo has comprado? ¿Me dejarías probármelo? —Tal era su expectación que, con aquella peculiar petición, los ojos de Hana resplandecían como piedras preciosas.
—Esto... —Suzaku trató de advertir a Hana, pero no llegó a tiempo:
—No —la cortó Umi, directa y seca como sólo ella podía ser—. Escucha, no sé dónde me lo compró, pero fue un regalo de mi padre. Una semana antes de morir. No es algo que vaya a prestarle a nadie. Lo siento.
Un tenso silencio se expandió por la cubierta del barco, como densa mantequilla. Incluso el mundo alrededor pareció enmudecer; aunque, por supuesto, no era así. Suzaku había agachado la cabeza, entristecida. Recordaba a la perfección el día que su padre le regaló aquel collar a Umi. Su hermana no se lo había quitado desde la muerte de sus padres. En ningún momento. Hana no lo sabía, pero acababa de traspasar una frontera.
—Oh. L-Lo entiendo, claro. Mi padre... Supongo que todos hemos perdido a alguien. Disculpa, he sido una insensible. Voy... voy a dormir un rato.
Suzaku no supo qué decirle. Simplemente, le dedicó una escueta despedida mientras la kunoichi se alejaba de ellas, derrotada.
—Si salim... —Suzaku sacudió la cabeza, apartando aquellos pensamientos derrotistas, y se corrigió inmediatamente—: Cuando acabemos con esto, podemos comprarle un collar como el tuyo.
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14/05/2022, 02:46
(Última modificación: 14/05/2022, 03:07 por Uchiha Datsue. Editado 3 veces en total.)
Un día más tarde…
El primer día en el barco pasó sin mayores incidencias. Tomaron una ruta marítima típica de cualquier barco comercial, atravesando el mar que separaba Yamiria de las Islas del Té al mediodía. La noche, colmada de estrellas en un cielo despejado, fue tranquila. El Escuadrón 42 durmió en hamacas colocadas en una gran sala en el interior del barco, y pudieron aprovechar —si lo veían oportuno— para conocerse un poco mejor.
Al día siguiente, por la mañana, las cosas no fueron tan idílicas. Nada más llegar al gran comedor para desayunar, lo notaron: en la humedad del ambiente, en el frío que se le colaba entre los huesos. Cuando subieron a cubierta, comprobaron lo que quizá ya se temían: nubarrones oscuros poblaban toda la bóveda celeste.
Con el paso de las horas, el viento fue soplando más fuerte, levantando grandes olas que empapaban la cubierta del barco y lo mecía como si se tratase de un juguete. Cuando el primer rayo hendió el aire, el viento era tan fuerte que hasta tuvieron que plegar las velas por miedo a que arrancasen los mástiles. Por ponerlo de una manera más gráfica, si las tormentas se midiesen como los terremotos, y hubiese un abanico de grados del uno al veinte, siendo el uno el peor, ellos estarían en… un dos. No, el cielo no terminaba de caer sobre ellos, pero desde luego le faltaba poco.
Si bien alrededor de las siete de la tarde recibieron noticia de que la Operación Tambor de Raijin estaba yendo como la seda y no necesitarían de su ayuda, entre los escuadrones se extendió cierto pesimismo y algunas voces decían que se estaba debatiendo cancelar la misión por el mal tiempo. Quizá por ello, cuando Uchiha Raito apareció por el gran comedor donde todos estaban reunidos —hacía dos horas que se había servido la cena—, todos callaron con más celeridad, a la expectativa. El Escuadrón 42, situados en una mesa no muy lejana, vieron que iba acompañado de dos reputados ninjas de la villa: Yotsuki Raimyogan y Yotsuki Chae.
— Tengo una buena y una mala noticia que daros —empezó Uchiha Raito, dedicando una larga mirada a todos los ninjas que se sentaban a lo largo de las mesas del comedor— . La buena noticia es que ya nadie tendrá que contenerse por lanzar un grito de socorro en el mar. La tormenta es tan bestia que nadie en el puerto os oiría. —Y eso era una excelentísima noticia, porque tal y como estaba el mar, a buen seguro que alguno la necesitaría— . La mala es que…
Pasó una mano por su mentón torcido y tiró de él. Como si se tratase de plastilina, el mentón se despegó de su cara y cayó al suelo. Hizo lo mismo con la nariz, como el adulto que simula a quitársela frente al infante, solo que aquello fue bastante real. Su nariz, su mentón, sus mejillas… ¡todas eran postizas! ¡Incluso su cabello era una falsa peluca! Los hermanos Yotsuki adelantaron un paso, por si alguno de mecha corta se le ocurría atacar en medio de la conmoción y la confusión. Desde luego, habían sido varios los ninjas que se habían levantado, con las manos alarmantemente cerca de sus portaobjetos.
(Carisma 100) Es un maestro del disfraz, y es capaz de hacerse pasar por alguien con técnicas de transformación e imitación de voz durante días, si es necesario, aunque no a ojos de un personaje con una Percepción legendaria (140 puntos), que detectará la treta al instante. Con (Destreza 60) y sin el uso de técnicas, el personaje puede estudiar, confeccionar y preparar atuendo y maquillaje para simular a alguien, y además posee la habilidad de modificar la voz y el comportamiento para igualar al imitado.
— … no soy Uchiha Raito, el ninja con récord de misiones S cumplidas. —Esbozó una pequeña sonrisa, tres centímetros más alto que su estatura real, gracias a unas plantillas que llevaba escondidas en las sandalias para llegar al metro ochenta y cinco de Raito— . Yo solo tengo dos en mi expediente.
Que la misión requiriese de su presencia, tan solo hacía evidenciar más lo peligrosa que podía llegar a ser. Porque sí, era él.
El Hijo del Desierto.
El Intrépido.
El Rokudaime Uzukage.
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Se había levantado de mal humor. De hecho, mal humor era un malentendido. Estaba muy enfadada, con todos y cada uno de los presentes. Los noventa y seis y la madre que los parió a todos. Ojalá y se volcase el estúpido barco y todos se ahogasen y así sabrían lo que tenía que sufrir ella. ¡Nadie sabía lo que estaba sufriendo!
Sin embargo, seguía siendo una buena chica. Así que se limitó a quedarse callada y hacer lo que coño tuviese que hacer en aquel precioso día de viaje en barco. ¿Qué demonios hacían en un puto barco? El idiota, eso hacían. ¡Deberían estar en la batalla!
Por suerte, la batalla vino a ellos en forma de tormenta arrasadora. No sabía si sentirse mal por haber invocado a esa tormenta con sus deseos de que se hundiese el barco. La verdad es que tener algo en lo que pensar, aunque eso fuese la inclemencia del tiempo y su inevitable fin, era algo reconfortante. Así se olvidaba de que su vida no era más que sufrimiento. ¡Nunca podía tener lo que quería! ¡Siempre tenía que estar sufriendo por los demás! ¡Pues estaba cansada de ser tan tonta!
Dos horas después de que se sirviese la cena, el gilipollas que tenían por líder apareció a decir mierdas. Justo lo que una necesitaba antes de irse a dormir en un día que había sido todo un suplicio mental, un sermón. Uchiha Raito les dio la noticia más estúpida que podía y después... después desveló que era otro estúpido.
Se arrancó la cara para desvelar que era Uchiha Datsue. Su Uzukage. Hana solo frunció el ceño y contrajo la cara en señal de puro asco. ¡Se acababa de arrancar la cara! Qué asco. ¡Existía el Henge! De hecho, ¿para qué demonios había venido Datsue a esa misión? Saltó de inmediato.
— ¿Qué haces aquí, Datsue? ¡Deberías estar en la villa! ¡¿Y si ataca Kurama?! — gritó dando un golpe en la mesa, visiblemente enfadada.
¡Ese era el puto trato! ¡Ellos se la jugaban en aquella misión y él protegía la villa! Le importaba una putisima mierda quien coño hubiese metido en su despacho, ¡nadie sería tan poderoso como él! ¡Y aquella misión era de infiltración! ¿Qué pintaba esa bomba andante en ella? ¡Absolutamente nada!
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