9/05/2022, 17:31
Umi no se sentó. Pero tampoco siguió avanzando. Apoyó una mano en la parte de arriba de la silla y esperó. Y esperó...
—¿...que lo sientes? —Su mano derecha se cerró sobre la silla hasta que se hizo daño en la palma—. ¿¡Que lo sientes!?
»¡Y una mierda sientes nada! ¿¡Cómo podrías hacerlo!? ¡Sarutobi Hanabi cazó a dos personas cuyo único objetivo era huir y poner sus vidas y las de sus hijas a salvo! ¡Por su culpa, nunca podré volver a pasar tiempo con mi padre! —Umi apretó los dientes y no pudo evitar dejar escapar las lágrimas—. ¿¡Y Suzaku!? ¡Le habéis robado la mitad de la infancia!
»¿¡Qué sabrás tú de sentirlo!? ¿¡Qué sabrás tú de una mierda!? ¡Sales ahí arriba —Umi señaló al techo. A la azotea que había detrás—, a pedirle a todos que vayan a morir por ti! ¿¡Crees que basta con sentirlo, Uchiha Datsue!? No que basta, ¿¡crees que sirve de algo!?
»¡¡Te llamaste escudo!! ¡¡Pero les estás mintiendo a todos!! ¡¡Nosotros somos tú escudo humano!! Si no, ¡¡no enviarías a una niña a la guerra!!
Umi tomó aire...
»Mi madre se buscó su propio destino. Mi padre, por amor, la siguió, y encontró el mismo. Pasó hace mucho tiempo, y oh, Uchiha Datsue, ¡no he olvidado, no he perdonado, pero sí que he aprendido! ¡Sí que he aprendido! ¡¡Los unos matan, los otros mueren, todos a las órdenes de un psicópata con ansias de poder!! ¡Zoku, Hanabi! ¡Qué más da!
Señaló a Datsue en el pecho.
»Tú vas a hacer que mi hermana pequeña mate o muera por lo mismo. Por un puto discursito patriótico. Y eso... ¡¡Eso es lo que más odio de ti!!
Llegados a este punto, Umi estaba llorando a viva voz, y no era capaz de medir sus palabras. Se había adelantado un paso más, y prácticamente estaba doblada sobre el escritorio, señalándole con el dedo muy cerca del pecho. Una total falta de respeto que no se habría permitido cometer en otro momento.
Pero todo el mundo tiene un punto débil. Y el suyo era aquél maldito secreto, y aquella maldita niña que había jurado proteger con su vida.
—¿...que lo sientes? —Su mano derecha se cerró sobre la silla hasta que se hizo daño en la palma—. ¿¡Que lo sientes!?
»¡Y una mierda sientes nada! ¿¡Cómo podrías hacerlo!? ¡Sarutobi Hanabi cazó a dos personas cuyo único objetivo era huir y poner sus vidas y las de sus hijas a salvo! ¡Por su culpa, nunca podré volver a pasar tiempo con mi padre! —Umi apretó los dientes y no pudo evitar dejar escapar las lágrimas—. ¿¡Y Suzaku!? ¡Le habéis robado la mitad de la infancia!
»¿¡Qué sabrás tú de sentirlo!? ¿¡Qué sabrás tú de una mierda!? ¡Sales ahí arriba —Umi señaló al techo. A la azotea que había detrás—, a pedirle a todos que vayan a morir por ti! ¿¡Crees que basta con sentirlo, Uchiha Datsue!? No que basta, ¿¡crees que sirve de algo!?
»¡¡Te llamaste escudo!! ¡¡Pero les estás mintiendo a todos!! ¡¡Nosotros somos tú escudo humano!! Si no, ¡¡no enviarías a una niña a la guerra!!
Umi tomó aire...
»Mi madre se buscó su propio destino. Mi padre, por amor, la siguió, y encontró el mismo. Pasó hace mucho tiempo, y oh, Uchiha Datsue, ¡no he olvidado, no he perdonado, pero sí que he aprendido! ¡Sí que he aprendido! ¡¡Los unos matan, los otros mueren, todos a las órdenes de un psicópata con ansias de poder!! ¡Zoku, Hanabi! ¡Qué más da!
Señaló a Datsue en el pecho.
»Tú vas a hacer que mi hermana pequeña mate o muera por lo mismo. Por un puto discursito patriótico. Y eso... ¡¡Eso es lo que más odio de ti!!
Llegados a este punto, Umi estaba llorando a viva voz, y no era capaz de medir sus palabras. Se había adelantado un paso más, y prácticamente estaba doblada sobre el escritorio, señalándole con el dedo muy cerca del pecho. Una total falta de respeto que no se habría permitido cometer en otro momento.
Pero todo el mundo tiene un punto débil. Y el suyo era aquél maldito secreto, y aquella maldita niña que había jurado proteger con su vida.