21/05/2022, 23:41
Y el muy gilipollas de Datsue se puso gilipollas. ¿De verdad se pensaba que ella, la gran Himura Hana, confiaría en el tal Uchiha Raito más que en él? ¡Pues claro que no! Da igual como se le ocurriese plantearlo, era mejor que su kage estuviese en la villa que el tal Raito. Si es más fuerte es más fuerte. ¡Y de hecho! Si tantas misiones tenía completas, ¿no sería mejor tenerlo en LA MISION? ¡En vez de en la villa! La villa no era una misión, esa misión sí era una misión. ¿Qué record tenía defendiendo villas? ¡Yo diría que ninguna! Porque ninguna había sido asediada por un ejercito liderado por un bijuu. Jaque mate.
Pero no iba a decir nada de eso. Claro que no. Datsue ni siquiera se paró a dejarles decir nada. Se puso como se ponía él, extra dramatico en su drama y tiró hacia adelante. Y claro que Hana le siguió, contrariada y con los brazos cruzados pero le seguiría sin decir palabra. A pesar de ser gilipollas, las palabras de su kage calaban más hondo de lo que jamás querría admitir en voz alta. Por lo menos ahora, que odiaba el mundo.
Salió fuera y Hana, como tantos otros, lo siguió, yendo antes a su propia capitana a pedirle que fuese su pareja en esa excursión. Pues en el escuadron eran cinco soldados y ella, por lo que alguien tenía que ir con ella, ¿y quien mejor que ella? Nadie. Además tampoco tenía pinta de que ninguno de esos patanes malolientes cabeza de mono tuviese el valor de hacerlo. La capitana aceptó, como no podía ser de otra forma y ambas salieron a la aventura.
Fuera hacía un viento del copón, un frio de la hostia y una lluvia de la puta locura. Pero ahí estaban los valientes uzujin. Tras el discurso de no un Datsue, sino veinte, todos se tiraron al mar con la confianza de poder andar sobre el agua. Y esa era mucha confianza.
Hana saltó, airada y con más intención de patear el agua y forzar su camino que de controlar nada. ¡Ese collar le hubiese venido como anillo al dedo para esa estupida caminata por encima del estupido mar en medio de una estupida tormenta! ¡Y no lo tenía! ¡¿Por qué no podía tener nada en esta vida?!
Pero no iba a decir nada de eso. Claro que no. Datsue ni siquiera se paró a dejarles decir nada. Se puso como se ponía él, extra dramatico en su drama y tiró hacia adelante. Y claro que Hana le siguió, contrariada y con los brazos cruzados pero le seguiría sin decir palabra. A pesar de ser gilipollas, las palabras de su kage calaban más hondo de lo que jamás querría admitir en voz alta. Por lo menos ahora, que odiaba el mundo.
Salió fuera y Hana, como tantos otros, lo siguió, yendo antes a su propia capitana a pedirle que fuese su pareja en esa excursión. Pues en el escuadron eran cinco soldados y ella, por lo que alguien tenía que ir con ella, ¿y quien mejor que ella? Nadie. Además tampoco tenía pinta de que ninguno de esos patanes malolientes cabeza de mono tuviese el valor de hacerlo. La capitana aceptó, como no podía ser de otra forma y ambas salieron a la aventura.
Fuera hacía un viento del copón, un frio de la hostia y una lluvia de la puta locura. Pero ahí estaban los valientes uzujin. Tras el discurso de no un Datsue, sino veinte, todos se tiraron al mar con la confianza de poder andar sobre el agua. Y esa era mucha confianza.
Hana saltó, airada y con más intención de patear el agua y forzar su camino que de controlar nada. ¡Ese collar le hubiese venido como anillo al dedo para esa estupida caminata por encima del estupido mar en medio de una estupida tormenta! ¡Y no lo tenía! ¡¿Por qué no podía tener nada en esta vida?!