26/05/2022, 16:28
Realmente se había ido a por su capitana porque le daba cosa que saltase sola. Gracias a todo su entrenamiento de Fuinjutsu, su control del chakra era exquisito. En cambio, no tenía ni idea de las capacidades de Neiru y no iba a ir a preguntarle si se veía capaz de saltar sola, mejor simplemente sugerir por matematicas simples que hiciesen pareja.
Sin embargo, Neiru era igual de buena que ella en ello y ambas se sostuvieron sin problemas sobre la superficie irregular que era el embravecido mar. Con cada paso, Hana pisaba más fuerte, como si quisiese pagar con él todo el sufrimiento que su amarga existencia le suponía.
Y el mar le contestó. Con una ola del tamaño de su villa entera cayendole encima. A ella y a todos, pero estaba claro que era en respuesta a haber pagado su enfado con la naturaleza. Todos cayeron al agua y volver a ponerse de pie sonaba a algo completamente impensable.
Hasta que bajó su escudo de los cielos, envuelto en un aura divina y multiplicado por venticinco, ayudó a todos sus vasallos, sus subditos, sus compañeros, a salir de esas terribles aguas y volver a ponerse en pie. Cuan estúpida se sentía ahora Hana por haber saltado con aquel enfado encima. Tal vez había sido el agua helada o la mirada preocupada del clon numero veintiuno de Datsue, pero se sentía capaz de seguir adelante, mucho más que en ningún otro momento del día.
Manteniendo a raya su enfado, que probablemente volvería en algún momento, y con la ayuda de su compañera, Neiru, comenzó a andar hacia delante. Luchando contra viento y agua, con todas las fuerzas puestas en los sitios que tocaban y ningún pensamiento más allá de llegar a la orilla en su mente.
Cuando llegasen, se pararía a contar a los miembros de su división, pues contar a todo el ancho de la misión llevaría demasiado tiempo, y a comprobar que habían llegado sin ser detectados.
Sin embargo, Neiru era igual de buena que ella en ello y ambas se sostuvieron sin problemas sobre la superficie irregular que era el embravecido mar. Con cada paso, Hana pisaba más fuerte, como si quisiese pagar con él todo el sufrimiento que su amarga existencia le suponía.
Y el mar le contestó. Con una ola del tamaño de su villa entera cayendole encima. A ella y a todos, pero estaba claro que era en respuesta a haber pagado su enfado con la naturaleza. Todos cayeron al agua y volver a ponerse de pie sonaba a algo completamente impensable.
Hasta que bajó su escudo de los cielos, envuelto en un aura divina y multiplicado por venticinco, ayudó a todos sus vasallos, sus subditos, sus compañeros, a salir de esas terribles aguas y volver a ponerse en pie. Cuan estúpida se sentía ahora Hana por haber saltado con aquel enfado encima. Tal vez había sido el agua helada o la mirada preocupada del clon numero veintiuno de Datsue, pero se sentía capaz de seguir adelante, mucho más que en ningún otro momento del día.
Manteniendo a raya su enfado, que probablemente volvería en algún momento, y con la ayuda de su compañera, Neiru, comenzó a andar hacia delante. Luchando contra viento y agua, con todas las fuerzas puestas en los sitios que tocaban y ningún pensamiento más allá de llegar a la orilla en su mente.
Cuando llegasen, se pararía a contar a los miembros de su división, pues contar a todo el ancho de la misión llevaría demasiado tiempo, y a comprobar que habían llegado sin ser detectados.