28/05/2022, 14:44
Moguko presenció con atención aquel enfrentamiento de miradas entre sus compañeras, no pudo evitar sentirse ligeramente incomoda en un instante, instante previo a la hecatombe. Jun estaba por liberar la tensión entre las kunoichi pero la ansiedad de Sayori fue más fuerte y cual olla de presión dejó escapar un chillido, chillido que se manifestaría en forma de un comentario con el cual la médica no estuvo de acuerdo.
—¡Yuki-san eso no está bien!
Se atrevió a decir casi a la par del comentario de la Nara. Pero rápidamente como llegó a expresar su opinión, se dio cuenta de que la situación era de dos contra uno. Y quizás tenían razón pero no iba a admitirlo. La kunoichi llevó una a la cara mientras esbozaba una mueca que denotaba visible disconformidad por el comportamiento de ambas chicas, y cuando estaba a punto de soltarles un sermón de manual...
—¡Ah...!
No pudo evitar dejar escapar un ahogado alarido cuando la voz de aquel cuarto participante interrumpiese la escena. La habían agarrado con la guardia baja, la voz reclamaba empatía, modales, un mínimo de educación.
«¿Ya-yamaoka-sensei?»
Buscó con la mirada por todos lados, sonaba realmente muy cerca, pero no había caso. No podía verle.
No pudo evitar sentirse un poco más relajada cuando en medio de aquel descargo, su nombre salió al frente como buen ejemplo. Lo cuál no pudo evitar dibujarle una ligera sonrisa en el rostro, detalle que trató de disimular acomodándose los lentes en el rostro. Se sintió un poco por encima del resto de su equipo en ese momento, y realmente disfrutaba de esa clase de sensación.
—¡Yamaoka-sensei, por favor no se enfade!
Se apresuró a decir tratando de arbitrar la situación como si la cosa no fuese también con ella.
—¡Estoy segura de que ni Yuki-san ni Nara-san querían traicionar su confianza de esa manera!
Quiso adelantarse y hacer una reverencia pero rápidamente se dio cuenta de que no tenía la más pálida idea de donde se encontraba el instructor. Por lo que no pudo evitar hacer un comentario más.
—¡Si tan solo fuese lo suficientemente amable de decirnos donde se encuentra podremos disculparnos como se debe!
La kunoichi intentaba seguir las normas del cuadernito de modales que tenía instalado en la cabeza y el hecho de no poder concretar su disculpa en aquella situación la estaba descolocando un poco. Pero sentía el deber de salir al frente por sus dos compañeras y hacerse cargo de su falta de modales, Moguko cargaba con aquel estandarte y lo cargaría hasta sus últimos días.
—¡Yuki-san eso no está bien!
Se atrevió a decir casi a la par del comentario de la Nara. Pero rápidamente como llegó a expresar su opinión, se dio cuenta de que la situación era de dos contra uno. Y quizás tenían razón pero no iba a admitirlo. La kunoichi llevó una a la cara mientras esbozaba una mueca que denotaba visible disconformidad por el comportamiento de ambas chicas, y cuando estaba a punto de soltarles un sermón de manual...
—¡Ah...!
No pudo evitar dejar escapar un ahogado alarido cuando la voz de aquel cuarto participante interrumpiese la escena. La habían agarrado con la guardia baja, la voz reclamaba empatía, modales, un mínimo de educación.
«¿Ya-yamaoka-sensei?»
Buscó con la mirada por todos lados, sonaba realmente muy cerca, pero no había caso. No podía verle.
No pudo evitar sentirse un poco más relajada cuando en medio de aquel descargo, su nombre salió al frente como buen ejemplo. Lo cuál no pudo evitar dibujarle una ligera sonrisa en el rostro, detalle que trató de disimular acomodándose los lentes en el rostro. Se sintió un poco por encima del resto de su equipo en ese momento, y realmente disfrutaba de esa clase de sensación.
—¡Yamaoka-sensei, por favor no se enfade!
Se apresuró a decir tratando de arbitrar la situación como si la cosa no fuese también con ella.
—¡Estoy segura de que ni Yuki-san ni Nara-san querían traicionar su confianza de esa manera!
Quiso adelantarse y hacer una reverencia pero rápidamente se dio cuenta de que no tenía la más pálida idea de donde se encontraba el instructor. Por lo que no pudo evitar hacer un comentario más.
—¡Si tan solo fuese lo suficientemente amable de decirnos donde se encuentra podremos disculparnos como se debe!
La kunoichi intentaba seguir las normas del cuadernito de modales que tenía instalado en la cabeza y el hecho de no poder concretar su disculpa en aquella situación la estaba descolocando un poco. Pero sentía el deber de salir al frente por sus dos compañeras y hacerse cargo de su falta de modales, Moguko cargaba con aquel estandarte y lo cargaría hasta sus últimos días.