28/05/2022, 22:04
Sayori había reconocido su parte de la culpa y eso le hizo respirar tranquila para sus adentros, pero la kunoichi rebelde simplemente dijo que no lo volvería a hacer. No era lo ideal, en su libro, pero estaba bien a fin de cuentas. Pero sería entonces cuando la Nara le terminaría por retrucar la apuesta echandole en cara sobre como hubiese sido la situación si fuese ella quién no estuviese a tiempo en el recinto.
Los ojos de la médica detrás de sus gafas estaban como platos.
«¡Qué audaz!»
No pudo evitar pensar, reconociendo nuevamente el nivel de rebeldía que hacía gala.
Reconociendo que no habría prejuicio desde su posición de maestro, la figura del jōnin empezaría a manifestarse a espaldas de la antisocial del equipo. Moguko le dedicaría una mirada de pies a cabeza, escaneándolo superficialmente, juzgando su apariencia.
«No hay nada destacable de su persona, no es una persona extravagante ni nada...»
Más allá de la mueca que tenía en el rostro. Pero, eso estaba bien, a fin de cuentas. Aunque por alguna razón le generaba ciertas dudas.
Sus palabras serían desmerecidas, lo cuál le molestaba, pero no llegaba ni por asomo a ofenderla de ninguna manera. Ella actuaba de la manera que creía era la adecuada y por su honor que iba a mantenerse firme con esa idea.
Pedazo de sermón les terminaría por soltar a las chicas, Moguko haría su mejor esfuerzo por procesar la idea del maestro.
«El amor de Yui-sama...»
Había un algo particular en esa frase, algo especial si se quería. Pegaba de forma diferente si uno lo pensaba bien. Amegakure tenía formas extrañas si la veías desde afuera pero una vez dentro y tomando cierta distancia, podía ser un lugar bastante cálido, valga la redundancia.
Moguko no pudo evitar asentir con un leve gesto de su cabeza mientras se acomodaba los lentes, quería coincidir con aquel verso de la fuerza de la tormenta.
—No debería haber problema en aprender a tolerarnos entre todos y generar esa confianza.
Se apresuraría a contestar la kunoichi médica.
—Confío en la capacidad de la gente tanto como en la importancia de los modales.
Agregó cruzándose de brazos, remarcando su postura.
Los ojos de la médica detrás de sus gafas estaban como platos.
«¡Qué audaz!»
No pudo evitar pensar, reconociendo nuevamente el nivel de rebeldía que hacía gala.
Reconociendo que no habría prejuicio desde su posición de maestro, la figura del jōnin empezaría a manifestarse a espaldas de la antisocial del equipo. Moguko le dedicaría una mirada de pies a cabeza, escaneándolo superficialmente, juzgando su apariencia.
«No hay nada destacable de su persona, no es una persona extravagante ni nada...»
Más allá de la mueca que tenía en el rostro. Pero, eso estaba bien, a fin de cuentas. Aunque por alguna razón le generaba ciertas dudas.
Sus palabras serían desmerecidas, lo cuál le molestaba, pero no llegaba ni por asomo a ofenderla de ninguna manera. Ella actuaba de la manera que creía era la adecuada y por su honor que iba a mantenerse firme con esa idea.
Pedazo de sermón les terminaría por soltar a las chicas, Moguko haría su mejor esfuerzo por procesar la idea del maestro.
«El amor de Yui-sama...»
Había un algo particular en esa frase, algo especial si se quería. Pegaba de forma diferente si uno lo pensaba bien. Amegakure tenía formas extrañas si la veías desde afuera pero una vez dentro y tomando cierta distancia, podía ser un lugar bastante cálido, valga la redundancia.
Moguko no pudo evitar asentir con un leve gesto de su cabeza mientras se acomodaba los lentes, quería coincidir con aquel verso de la fuerza de la tormenta.
—No debería haber problema en aprender a tolerarnos entre todos y generar esa confianza.
Se apresuraría a contestar la kunoichi médica.
—Confío en la capacidad de la gente tanto como en la importancia de los modales.
Agregó cruzándose de brazos, remarcando su postura.