25/06/2022, 21:00
(Última modificación: 25/06/2022, 21:01 por Aotsuki Ayame.)
Umi y Suzaku llegaron a la cima del acantilado algo más retrasadas que el resto de sus compañeros de escuadrón. Ahora estaban rodeados por la noche y el más absoluto silencio. Suzaku respiraba entrecortadamente, aún recuperándose de la travesía por el océano y la posterior escalada vertical. Tal y como les habían anunciado, no parecía haber nadie esperándoles allí arriba... por ahora. Y el tenso silencio que no tardaría en verse roto por el canto de un búho, al que le respondió otro en la distancia. Era la señal. Las puertas estaban a punto de abrirse.
Sin embargo, lo que pasó fue algo muy diferente. Algo que, con toda probabilidad, ninguno de los allí presentes podría haber previsto. Suzaku aulló de dolor cuando la oscuridad de la noche se vio desgarrada por el súbito resplandor de una estrella que acuchilló sus ojos. Confundida, aturdida, y sin saber muy bien lo que estaba ocurriendo, la pelirrosa se revolvió de forma salvaje, buscando a Umi con sus manos. Fue entonces cuando escuchó el grito de Hana, justo antes de que terminara cayendo al suelo, cerca de su posición:
—¡Es Neiru! ¡Es una traidoraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhh!
—¡Traidora! —rugió Suzaku, llena de rabia.
—¡Nos atacan! ¡Desde el cielo! —Oyó decir a alguien en la distancia.
No reconoció su voz, pero no le importó en ese momento. Entre lágrimas de dolor, Suzaku se obligó a abrir los ojos. Sus iris se bañaron en el color de la sangre cuando el Sharingan se iluminó en la noche. Pero, aún con esas, seguía teniendo aquellas molestas motitas de luz enfrente.
—¿Pero qué...? —Una repentina rigidez en las piernas le obligó a mirar hacia abajo. La tierra, cargada con chakra, los había inmovilizado a todos. Era algún tipo de técnica.
—¡Chicos! ¡No puedo moverme![/sub] —La voz de Hana volvió a sobresaltarla. Aquel denso lodazal la había pillado aún arrodillada en el suelo.
—[color=hotpink]¡Yo... tampoco! —comunicó, intentando tirar de sus piernas con todas sus fuerzas. Pero era inútil. Aquel lodazal era demasiado fuerte. Prácticamente los habían pegado al suelo—. ¿Umi, estás bi...?
Pero su pregunta se vio interrumpida cuando sus ojos fueron testigos del infierno cayendo sobre la tierra: Lenta, pero de forma inexorable, dos enormes soles constituidos enteramente por lava caían sobre ellos desde el cielo.
«No puede ser...» Pensó, aterrada y petrificada. Todo pareció paralizarse a su alrededor y Suzaku dejó de escuchar. Sólo el frenético latido de su corazón ocupaba sus tímpanos. ¿Cómo iban a hacer frente a algo así?
La silueta de la traidora, Tsuta Neiru, sobrevoló los dos meteoritos y se dirigió a toda velocidad contra la fortaleza. No sufrió ningún ataque por el camino, lo que sólo confirmó sus sospechas. Pero no había tiempo para pensar demasiado en ella. Cerca de ella, Himura Hana levantó un enorme muro de tierra que buscaba contener el poder de los dos meteoritos. Pero todos sabían que no sería suficiente.
«¿Qué puedo hacer yo?» Se preguntaba Suzaku, desesperada. Repasaba una y otra vez su artillería, pero su abanico de posibilidades estaba muy reducido en aquellas condiciones: No conocía demasiadas técnicas a distancia, y las que sí conocía no eran demasiado potentes. «Si tan sólo dominara el Goukakyuu no Jutsu de los Uchiha...» Volvió a lamentarse, apretando los puños.
Al final, se decidió. No las tenía todas consigo, pero... ¡cualquier cosa que hiciera sería mejor que nada!
—Veamos si el fuego puede con la lava... —Suzaku entrelazó las manos en varios sellos, y tras tomar una buena bocanada de aire colocó el dedo índice y pulgar en forma de anillo frente a sus labios. Exhaló una bandada de bolas de fuego que ascendieron en el aire, sobrevolando el muro de tierra de Hana y buscando encontrarse con aquellos inmensos soles de lava (50 PV en total).
Sin embargo, lo que pasó fue algo muy diferente. Algo que, con toda probabilidad, ninguno de los allí presentes podría haber previsto. Suzaku aulló de dolor cuando la oscuridad de la noche se vio desgarrada por el súbito resplandor de una estrella que acuchilló sus ojos. Confundida, aturdida, y sin saber muy bien lo que estaba ocurriendo, la pelirrosa se revolvió de forma salvaje, buscando a Umi con sus manos. Fue entonces cuando escuchó el grito de Hana, justo antes de que terminara cayendo al suelo, cerca de su posición:
—¡Es Neiru! ¡Es una traidoraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhh!
—¡Traidora! —rugió Suzaku, llena de rabia.
—¡Nos atacan! ¡Desde el cielo! —Oyó decir a alguien en la distancia.
No reconoció su voz, pero no le importó en ese momento. Entre lágrimas de dolor, Suzaku se obligó a abrir los ojos. Sus iris se bañaron en el color de la sangre cuando el Sharingan se iluminó en la noche. Pero, aún con esas, seguía teniendo aquellas molestas motitas de luz enfrente.
—¿Pero qué...? —Una repentina rigidez en las piernas le obligó a mirar hacia abajo. La tierra, cargada con chakra, los había inmovilizado a todos. Era algún tipo de técnica.
—¡Chicos! ¡No puedo moverme![/sub] —La voz de Hana volvió a sobresaltarla. Aquel denso lodazal la había pillado aún arrodillada en el suelo.
—[color=hotpink]¡Yo... tampoco! —comunicó, intentando tirar de sus piernas con todas sus fuerzas. Pero era inútil. Aquel lodazal era demasiado fuerte. Prácticamente los habían pegado al suelo—. ¿Umi, estás bi...?
Pero su pregunta se vio interrumpida cuando sus ojos fueron testigos del infierno cayendo sobre la tierra: Lenta, pero de forma inexorable, dos enormes soles constituidos enteramente por lava caían sobre ellos desde el cielo.
«No puede ser...» Pensó, aterrada y petrificada. Todo pareció paralizarse a su alrededor y Suzaku dejó de escuchar. Sólo el frenético latido de su corazón ocupaba sus tímpanos. ¿Cómo iban a hacer frente a algo así?
La silueta de la traidora, Tsuta Neiru, sobrevoló los dos meteoritos y se dirigió a toda velocidad contra la fortaleza. No sufrió ningún ataque por el camino, lo que sólo confirmó sus sospechas. Pero no había tiempo para pensar demasiado en ella. Cerca de ella, Himura Hana levantó un enorme muro de tierra que buscaba contener el poder de los dos meteoritos. Pero todos sabían que no sería suficiente.
«¿Qué puedo hacer yo?» Se preguntaba Suzaku, desesperada. Repasaba una y otra vez su artillería, pero su abanico de posibilidades estaba muy reducido en aquellas condiciones: No conocía demasiadas técnicas a distancia, y las que sí conocía no eran demasiado potentes. «Si tan sólo dominara el Goukakyuu no Jutsu de los Uchiha...» Volvió a lamentarse, apretando los puños.
Al final, se decidió. No las tenía todas consigo, pero... ¡cualquier cosa que hiciera sería mejor que nada!
—Veamos si el fuego puede con la lava... —Suzaku entrelazó las manos en varios sellos, y tras tomar una buena bocanada de aire colocó el dedo índice y pulgar en forma de anillo frente a sus labios. Exhaló una bandada de bolas de fuego que ascendieron en el aire, sobrevolando el muro de tierra de Hana y buscando encontrarse con aquellos inmensos soles de lava (50 PV en total).