25/09/2022, 22:31
Todo parecía estar en calma hasta que el cuerpo inerte del general dejó de estar inerte. Expulsó un enorme estallido rojizo que mandó a Datsue volando hacia ella y por poco la tira al suelo. El cuerpo se alzó, hablando de una forma extraña, diferente y antinatural. Como una marioneta, Raijin sacó un arma y se abrió en canal mientras amenazaba a Datsue con gran ira contenida.
Era Kurama. Había tomado posesión del cuerpo de su general y lo había rematado. Hana tembló de pavor al contemplar la escena. No era su poder escalofriante, no era la densidad de su chakra, no eran sus palabras lo que la estaban haciendo temblar. Era su crueldad hacia sus propios hombres. Se había desecho de su general sin un segundo pensamiento. No hubo negociación por sus soldados que seguían luchando, por el mismo general, no mostró ni una pizca de camaraderia. Eran piezas de un tablero, de hecho, eran menos que eso, eran trozos de carne para él.
Eso no era el ejercito de Kurama, eran un montón de hombres y mujeres engañados por un farsante para suicidarse por él sin más motivo que su egoismo.
Escuchó todo lo que dijo Datsue, intentando recuperarse a tiempo para cuando acabase de hablar por el sello. Pero no lo iba a conseguir. Tenía los puños apretados, uno sobre sí mismo y otro alrededor de su Kodachi. Kurama iba a Uzushiogakure. Tenían que pararlo, tenían que mantenerlo apartado de ella. El muy cobarde iba ahora que no estaba Datsue.
Para cuando su kage le ordenó que avisase del cambio de liderazgo, aún temblaba, de ira, de rabia, de frustración, de todo eso y más. Pero asintió. Datsue tenía un plan. No iba a irse ahora a avisar mierdas. Se giró al primer hombre del ejercito que encontró y con una autoridad y una fuerza que no tenía, lo agarró del cuello del chaleco y lo alzó.
Seguramente solo lo consiguió por el shock que traía el hombre, boquiabierto ante la escena que acaba de suceder. A diferencia de Datsue, ella no contenía las lágrimas. Estaba llorando.
— ¡Escuchame! ¡Avisa a Yotsuki Raimyogan y Yotsuki Chae! ¡Ellos están al mando ahora! ¡Es una orden del Uzukage! — se quedó un segundo esperando una respuesta pero el hombre solo la miró, así que lo zarandeó. — ¡¿Me has oído?!
Finalmente, el hombre asintió y se volteó para pasar esas palabras al resto del ejercito. Hana suspiró, aspiró hondo y se volteó de nuevo a Datsue.
— No sé qué planeas, pero quiero ayudarte. — fue directa y mirandole a los ojos.
No tenía la fuerza de voluntad para estar estoica ni tranquila en esa situación, sus piernas la mantenían en pie por suerte más que por intención. Pero no iba a echarse atrás, ya no era esa kunoichi. Estaba decidida, aunque tuviese que arriesgar la vida. Ella era una kunoichi de Uzushiogakure. Su único papel era defender su villa.
Era Kurama. Había tomado posesión del cuerpo de su general y lo había rematado. Hana tembló de pavor al contemplar la escena. No era su poder escalofriante, no era la densidad de su chakra, no eran sus palabras lo que la estaban haciendo temblar. Era su crueldad hacia sus propios hombres. Se había desecho de su general sin un segundo pensamiento. No hubo negociación por sus soldados que seguían luchando, por el mismo general, no mostró ni una pizca de camaraderia. Eran piezas de un tablero, de hecho, eran menos que eso, eran trozos de carne para él.
Eso no era el ejercito de Kurama, eran un montón de hombres y mujeres engañados por un farsante para suicidarse por él sin más motivo que su egoismo.
Escuchó todo lo que dijo Datsue, intentando recuperarse a tiempo para cuando acabase de hablar por el sello. Pero no lo iba a conseguir. Tenía los puños apretados, uno sobre sí mismo y otro alrededor de su Kodachi. Kurama iba a Uzushiogakure. Tenían que pararlo, tenían que mantenerlo apartado de ella. El muy cobarde iba ahora que no estaba Datsue.
Para cuando su kage le ordenó que avisase del cambio de liderazgo, aún temblaba, de ira, de rabia, de frustración, de todo eso y más. Pero asintió. Datsue tenía un plan. No iba a irse ahora a avisar mierdas. Se giró al primer hombre del ejercito que encontró y con una autoridad y una fuerza que no tenía, lo agarró del cuello del chaleco y lo alzó.
Seguramente solo lo consiguió por el shock que traía el hombre, boquiabierto ante la escena que acaba de suceder. A diferencia de Datsue, ella no contenía las lágrimas. Estaba llorando.
— ¡Escuchame! ¡Avisa a Yotsuki Raimyogan y Yotsuki Chae! ¡Ellos están al mando ahora! ¡Es una orden del Uzukage! — se quedó un segundo esperando una respuesta pero el hombre solo la miró, así que lo zarandeó. — ¡¿Me has oído?!
Finalmente, el hombre asintió y se volteó para pasar esas palabras al resto del ejercito. Hana suspiró, aspiró hondo y se volteó de nuevo a Datsue.
— No sé qué planeas, pero quiero ayudarte. — fue directa y mirandole a los ojos.
No tenía la fuerza de voluntad para estar estoica ni tranquila en esa situación, sus piernas la mantenían en pie por suerte más que por intención. Pero no iba a echarse atrás, ya no era esa kunoichi. Estaba decidida, aunque tuviese que arriesgar la vida. Ella era una kunoichi de Uzushiogakure. Su único papel era defender su villa.