4/10/2022, 16:40
Caían lágrimas del cielo.
¿Era Shiona quien lloraba, consciente de lo que iba a ocurrir en su antigua morada?
¿Era Yui quien las derramaba, al ver la muerte de tantos de sus hijos en la guerra?
¿Era Kenzou, al presenciar cómo la frontera de su país había caído?
¿O quizás eran todos ellos, conscientes de que todo por lo que habían luchado pendía de un hilo muy fino?
Posiblemente, Datsue simplemente desvariase. Sus ojos, anegados en lágrimas carmesíes, le impedían ver con claridad. O al menos, quería pensar que su falta de visión se trataba de eso. El Susano’o todavía le transportaba a él y sus acompañantes a cien metros por encima de los pastos y prados del País del Rayo, en la penumbra de la noche. Su objetivo era claro: llegar cuanto antes a la estación de los Arrozales del Silencio. Había escogido aquella estación, y no la de la Villa de las Aguas Termales, porque sabía por los servicios de inteligencia que Kurama había cortado las vías del ferrocarril en cuanto había tomado control de la capital.
Las alas de su Dios protector le transportaban a una velocidad inalcanzable para él a ras de suelo, pero aún así el tiempo que tardaron en divisar los Arrozales del Silencio se le hizo eterno. ¿Qué faltaba? ¿Veinte, treinta minutos para alcanzar la estación a aquel ritmo? Sentía que alguien le estaba taladrando las cuencas de los ojos y abriendo un pozo de oscuridad en sus pupilas, pero no podía desfallecer ahora. No podía rendirse. No lo tenía permitido. En su contrato con Uzu especificaba que…
Datsue y el resto se precipitaron al vacío. Sus ojos habían dicho basta; el Susano’o había desaparecido.
¿Era Shiona quien lloraba, consciente de lo que iba a ocurrir en su antigua morada?
¿Era Yui quien las derramaba, al ver la muerte de tantos de sus hijos en la guerra?
¿Era Kenzou, al presenciar cómo la frontera de su país había caído?
¿O quizás eran todos ellos, conscientes de que todo por lo que habían luchado pendía de un hilo muy fino?
Posiblemente, Datsue simplemente desvariase. Sus ojos, anegados en lágrimas carmesíes, le impedían ver con claridad. O al menos, quería pensar que su falta de visión se trataba de eso. El Susano’o todavía le transportaba a él y sus acompañantes a cien metros por encima de los pastos y prados del País del Rayo, en la penumbra de la noche. Su objetivo era claro: llegar cuanto antes a la estación de los Arrozales del Silencio. Había escogido aquella estación, y no la de la Villa de las Aguas Termales, porque sabía por los servicios de inteligencia que Kurama había cortado las vías del ferrocarril en cuanto había tomado control de la capital.
Las alas de su Dios protector le transportaban a una velocidad inalcanzable para él a ras de suelo, pero aún así el tiempo que tardaron en divisar los Arrozales del Silencio se le hizo eterno. ¿Qué faltaba? ¿Veinte, treinta minutos para alcanzar la estación a aquel ritmo? Sentía que alguien le estaba taladrando las cuencas de los ojos y abriendo un pozo de oscuridad en sus pupilas, pero no podía desfallecer ahora. No podía rendirse. No lo tenía permitido. En su contrato con Uzu especificaba que…
Datsue y el resto se precipitaron al vacío. Sus ojos habían dicho basta; el Susano’o había desaparecido.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado