5/10/2022, 23:08
El viaje se hizo un poco más largo de lo que Hayato pensó. No porque fuesen a una velocidad anormalmente reducida, si no porque más bien habían cambiado parte del plan que sugirió el Senju, concretamente lo referente a la estación de tren a la que iban. El silencio pudo con Siete, que no pudo más que mirar al horizonte con el puño en una mano. Pensaba, y cuanto más pensaba más le dolía imaginar una realidad en la que ese maldito zorro acabase con la villa de un plumazo. No quería ni imaginarselo, pero por otro lado sabía que en esas calles del remolino habían muchos y muy valiosos soldados, shinobis y kunoichis. La derrota no era una opción.
Ensimismado, apenas denotó cuando y porqué. De pronto, se sintió como en una atracción de feria, de esas en las que un carro de metal da brincos y giros hacia todos lados, haciendo que la gente pierda las ganas de contener el almuerzo en su estómago. Sintió cómo el propio estómago le subía, y el aire le faltaba. Sintió que caía. Pero no solo lo sintió, no. Caía, y a una velocidad atroz.
Cada milésima de segundo parecía una eternidad, una horripilante eternidad de caída al vacío.
«¡Mierda! ¡mierda! ¡mierda! ¡MIEEEERDA!»
Una de las chicas pareció gritar algo. Gritó algo como que se agarrasen. La orden o la súplica era sencilla, pero había un ligero y minúsculo problema...
¿Agarrarse a qué?.
No había nada a lo que el Senju pudiese agarrarse. Solo estaban ellos, el vacío, y una exagerada ausencia. Faltaba algo que no podía pasar desapercibido. Faltaba un gigante creado de chakra de colores llamativos y armadura Tengu. Por un instante lo comprendió. El Senju ahora entendía a qué se había referido el Uchiha con lo de que le llevasen hasta Uzushiogakure. Datsue se había excedido, y así lo habían intentado expresar sus lágrimas color carmesí.
Ahora, solo les quedaba intentar recibir el golpe de la mejor manera posible. El Senju se encogió e intentó proteger lo insustituible, su cabeza. Si recibía el golpe de la caída ahí, no lo contaría. Entre tanto, la chica que había gritado realizó una serie de sellos, y lanzó una técnica a un par del grupo.
Ensimismado, apenas denotó cuando y porqué. De pronto, se sintió como en una atracción de feria, de esas en las que un carro de metal da brincos y giros hacia todos lados, haciendo que la gente pierda las ganas de contener el almuerzo en su estómago. Sintió cómo el propio estómago le subía, y el aire le faltaba. Sintió que caía. Pero no solo lo sintió, no. Caía, y a una velocidad atroz.
Cada milésima de segundo parecía una eternidad, una horripilante eternidad de caída al vacío.
«¡Mierda! ¡mierda! ¡mierda! ¡MIEEEERDA!»
Una de las chicas pareció gritar algo. Gritó algo como que se agarrasen. La orden o la súplica era sencilla, pero había un ligero y minúsculo problema...
¿Agarrarse a qué?.
No había nada a lo que el Senju pudiese agarrarse. Solo estaban ellos, el vacío, y una exagerada ausencia. Faltaba algo que no podía pasar desapercibido. Faltaba un gigante creado de chakra de colores llamativos y armadura Tengu. Por un instante lo comprendió. El Senju ahora entendía a qué se había referido el Uchiha con lo de que le llevasen hasta Uzushiogakure. Datsue se había excedido, y así lo habían intentado expresar sus lágrimas color carmesí.
Ahora, solo les quedaba intentar recibir el golpe de la mejor manera posible. El Senju se encogió e intentó proteger lo insustituible, su cabeza. Si recibía el golpe de la caída ahí, no lo contaría. Entre tanto, la chica que había gritado realizó una serie de sellos, y lanzó una técnica a un par del grupo.