18/10/2022, 18:07
Umi estaba absorta en sus pensamientos. Abrumada de emociones, la Uchiha permanecía flotando junto a su herman Suzaku y sus compañeros, dirigiéndose a toda prisa hacia una estación de tren para salvar a una villa a la que había repudiado gran parte de su vida. Ahora que estaba en peligro, se descubría no queriendo encontrarse con ese desenlace.
—Suzaku... tengo... tengo algo que contarte. Por si no salimos... vivas de esto. —Umi cogió la mano de su hermana y buscó sus ojos. No era un momento muy apropiado para aquello, pero...
Umi tragó saliva.
»Verás, Suzaku. Yo... nuestros padres...
El Susano'o de Datsue desapareció. Ambas gritaron y se abrazaron mutuamente, un rictus de terror dibujado en sus ojos por el mejor pintor, que había detallado el reflejo de un suelo acercándose a toda velocidad.
Las hermanas se vieron golpeadas por un chorro de arena dorado que arañó su piel, pero frenó su caída. Rebotaron contra algo relativamente blando. Con relación al suelo.
—Ouch... ¿qué... qué, pasa, Suza...? ¡¡SUZA... SHUKA... AAAAAAAKU!!
Sí, Shukaku. Sobre eso habían caído. Por supuesto, Umi lo reconoció porque era lo único con lo que podía relacionar a aquella enorme bestia: con el monstruo que yacía dentro de Uchiha Datsue, uno de los dos Hermanos del Desierto. Las historias habían corrido como la pólvora. Nuevamente, esto trajo recuerdos amargos a la kunoichi. Pero no podía pensar en ellos. Habían horrores mucho peores en la realidad. Y los estaba oliendo.
Umi se llevó una mano al estómago y la otra a la boca. Estuvo a punto de vomitar. Sus ojos comenzaron a llorar por su propia cuenta.
En el campo de batalla, había llegado a admirar a Uchiha Datsue. Pero esto es a lo que les había llevado, a ella y a su hermana.
Al campo de batalla.
A la guerra.
A la muerte en masa.
Pura y asquerosa muerte.
—Suzaku... tengo... tengo algo que contarte. Por si no salimos... vivas de esto. —Umi cogió la mano de su hermana y buscó sus ojos. No era un momento muy apropiado para aquello, pero...
[psub]Mentir a un hermano, eso… Eso es lo más imperdonable que hay en este mundo.[/psub]
Umi tragó saliva.
»Verás, Suzaku. Yo... nuestros padres...
¡...fffSSSSum...!
El Susano'o de Datsue desapareció. Ambas gritaron y se abrazaron mutuamente, un rictus de terror dibujado en sus ojos por el mejor pintor, que había detallado el reflejo de un suelo acercándose a toda velocidad.
Las hermanas se vieron golpeadas por un chorro de arena dorado que arañó su piel, pero frenó su caída. Rebotaron contra algo relativamente blando. Con relación al suelo.
—Ouch... ¿qué... qué, pasa, Suza...? ¡¡SUZA... SHUKA... AAAAAAAKU!!
Sí, Shukaku. Sobre eso habían caído. Por supuesto, Umi lo reconoció porque era lo único con lo que podía relacionar a aquella enorme bestia: con el monstruo que yacía dentro de Uchiha Datsue, uno de los dos Hermanos del Desierto. Las historias habían corrido como la pólvora. Nuevamente, esto trajo recuerdos amargos a la kunoichi. Pero no podía pensar en ellos. Habían horrores mucho peores en la realidad. Y los estaba oliendo.
Umi se llevó una mano al estómago y la otra a la boca. Estuvo a punto de vomitar. Sus ojos comenzaron a llorar por su propia cuenta.
En el campo de batalla, había llegado a admirar a Uchiha Datsue. Pero esto es a lo que les había llevado, a ella y a su hermana.
Al campo de batalla.
A la guerra.
A la muerte en masa.
Pura y asquerosa muerte.