1/11/2022, 20:48
Lo que ocurriría a continuación fue aún más caótico, si cabía, que lo que habían vivido hasta el momento. El Shukaku le asestó a Hana un tremendo golpetazo después de que la kunoichi no fuese capaz de reprimir sus impulsos más primitivos y terminara vomitando sobre la panza del bijū. Suzaku, temblando de los pies a la cabeza y muda del terror, fue testigo de cómo la joven quedaba inconsciente en el suelo entre todos aquellos cadáveres. Una parte de ella deseaba correr hacia ella, comprobar su estado, hacer algo por ayudarla a recuperarse... pero sus piernas se lo impedían como si algo las hubiese petrificado en el sitio. Afortunadamente, Hayato sí lo hizo. Y no sólo eso, también se ofreció voluntario a acatar los deseos del Uzukage de ir a comprobar hacia dónde se dirigía el ejército de Kurama y comprobar de paso si había supervivientes.
«Qué valiente...» Le admiró, al mismo tiempo que se odiaba a sí misma por no haber sido ella quien hubiese dado aquel paso adelante.
De un momento a otro, el Shukaku desapareció tan rápido como había aparecido. Pillada por la sorpresa de sentir súbitamente el vacío bajo sus pies, Suzaku chilló. Poco podía hacer para detener aquella terrible caída, por lo que se agarró con todas sus fuerzas a su hermana y... cayeron como pudieron.
Los siguientes minutos fueron una tensa conversación entre el Uzukage y Hana y Hayato mientras Suzaku y Umi se recuperaban de las contusiones. Y sólo después de que Datsue les diese las instrucciones necesarias para cumplir su misión, se volvió hacia ellas. Ante los estupefactos ojos de la Uchiha, el brazo del Uzukage se transformó en el gigantesco brazo del Shukaku, que las tomó con toda la delicadeza que fue capaz. Y, apenas unos minutos después, estaban ambas montadas sobre el mismísimo Shukaku de nuevo, que atravesaba los arrozales a una velocidad punta como si del mismo ferrocarril se tratara. Durante unos instantes, Shuzaku se preguntó si irían de aquella manera, y a aquella velocidad, hasta Uzushiogakure. Pero parecía que las intenciones eran seguir el mismo plan: pasaron las horas hasta que el alba comenzó a clarear por el este. El sol aún no había hecho acto de presencia pero los colores del cielo ya presagiaban el comienzo de un nuevo día cuando divisaron a lo lejos la estación de ferrocarril. Shukaku parecía feliz, aullando a los cuatro vientos para asustar a cualquier pobre desgraciado que se encontrara por la zona y que no tardaron en esconderse más de lo que lo haría un ratón al ver a un gato.
De nuevo se produciría otro aterrizaje forzoso cuando el Shukaku volviera a desaparecer de golpe y sin aviso. Y de nuevo la Uchiha volvería a pegarse un nuevo culetazo contra el suelo.
—Lo siento —expresó el Uzukage.
—No... se preocupe, Uzukage-sama —respondió Suzaku, levantándose y frotándose el trasero con gesto dolorido—. Creo que comienzo a acostumbrarme...
Era innegable que si seguía dándose aquellos golpes llegaría un momento en que dejaría de sentirlos. Y su culo también.
Entonces sucedió algo inaudito. Datsue formó un clon junto a él, pero aquel clon tenía los ojos dorados y una sonrisa que le ponía los pelos de punta a Suzaku. Era una sonrisa que comenzaba a antojársele familiar... hasta que escuchó su voz. ¡Aquel clon era el mismísimo Shukaku! ¿Pero cómo? ¿Y por qué tenía la apariencia del Uzukage? Pese a la curiosidad que sentía, Suzaku no se sintió con el derecho de interrumpir la conversación de ambos. Y, de un momento a otro, desapareció para ir a buscar a Hana y a Hayato.
—Ese... ¿Ese era Shukaku? —la pregunta escapó de sus labios en cuanto el supuesto bijū se hubo marchado.
«Qué valiente...» Le admiró, al mismo tiempo que se odiaba a sí misma por no haber sido ella quien hubiese dado aquel paso adelante.
De un momento a otro, el Shukaku desapareció tan rápido como había aparecido. Pillada por la sorpresa de sentir súbitamente el vacío bajo sus pies, Suzaku chilló. Poco podía hacer para detener aquella terrible caída, por lo que se agarró con todas sus fuerzas a su hermana y... cayeron como pudieron.
Los siguientes minutos fueron una tensa conversación entre el Uzukage y Hana y Hayato mientras Suzaku y Umi se recuperaban de las contusiones. Y sólo después de que Datsue les diese las instrucciones necesarias para cumplir su misión, se volvió hacia ellas. Ante los estupefactos ojos de la Uchiha, el brazo del Uzukage se transformó en el gigantesco brazo del Shukaku, que las tomó con toda la delicadeza que fue capaz. Y, apenas unos minutos después, estaban ambas montadas sobre el mismísimo Shukaku de nuevo, que atravesaba los arrozales a una velocidad punta como si del mismo ferrocarril se tratara. Durante unos instantes, Shuzaku se preguntó si irían de aquella manera, y a aquella velocidad, hasta Uzushiogakure. Pero parecía que las intenciones eran seguir el mismo plan: pasaron las horas hasta que el alba comenzó a clarear por el este. El sol aún no había hecho acto de presencia pero los colores del cielo ya presagiaban el comienzo de un nuevo día cuando divisaron a lo lejos la estación de ferrocarril. Shukaku parecía feliz, aullando a los cuatro vientos para asustar a cualquier pobre desgraciado que se encontrara por la zona y que no tardaron en esconderse más de lo que lo haría un ratón al ver a un gato.
De nuevo se produciría otro aterrizaje forzoso cuando el Shukaku volviera a desaparecer de golpe y sin aviso. Y de nuevo la Uchiha volvería a pegarse un nuevo culetazo contra el suelo.
—Lo siento —expresó el Uzukage.
—No... se preocupe, Uzukage-sama —respondió Suzaku, levantándose y frotándose el trasero con gesto dolorido—. Creo que comienzo a acostumbrarme...
Era innegable que si seguía dándose aquellos golpes llegaría un momento en que dejaría de sentirlos. Y su culo también.
Entonces sucedió algo inaudito. Datsue formó un clon junto a él, pero aquel clon tenía los ojos dorados y una sonrisa que le ponía los pelos de punta a Suzaku. Era una sonrisa que comenzaba a antojársele familiar... hasta que escuchó su voz. ¡Aquel clon era el mismísimo Shukaku! ¿Pero cómo? ¿Y por qué tenía la apariencia del Uzukage? Pese a la curiosidad que sentía, Suzaku no se sintió con el derecho de interrumpir la conversación de ambos. Y, de un momento a otro, desapareció para ir a buscar a Hana y a Hayato.
—Ese... ¿Ese era Shukaku? —la pregunta escapó de sus labios en cuanto el supuesto bijū se hubo marchado.