11/03/2023, 22:08
Como era de esperar en una aldea de granjeros donde cada sutil cambio en el aire era motivo de varias horas de charla por falta de temas de conversación, la aparición de una extranjera llamó la atención a todos los residentes. Los niños saludaron de vuelta a Ren y se amontonaros en la puerta, asomandose sin mucha sutileza cuando la genin entró en el establecimiento.
Todas las miradas se posaron en ella de inmediato. Apenas había tres personas ahí dentro, sin contar la que estaba tras la barra. Dos mujeres estaban tejiendo en una mesa cerca de la entrada y un hombre estaba sentado en un taburete cerca del tabernero, seguramente dandole conversación. Parecía haber una buena conversación que fue asesinada por la entrada de la ninja.
Todos se quedaron en silencio mientras el crujido de la madera bajo los pies de Ren resonaba por el lugar. El tabernero, un hombre canoso con un frondoso bigote y buena constitución, se puso de pie de inmediato y se movió detrás de la barra hasta donde estaba Ren.
— Buenos días, señorita Ren. ¿Una misión dice? — echó una mirada alrededor y en menos de un segundo ya sabía que ninguno de sus clientes había pedido tal cosa. — Me temo que no hemos pedido tal cosa, ¿tiene algún nombre?
La tensión era palpable. A diferencia de antes de que ella llegase, que el ambiente era calido y alegre, ahora estaban en el frio polar. No era una buena señal en un pueblecito tan pequeño que apareciese una figura de autoridad como una kunoichi, y todos lo sabían.
Todas las miradas se posaron en ella de inmediato. Apenas había tres personas ahí dentro, sin contar la que estaba tras la barra. Dos mujeres estaban tejiendo en una mesa cerca de la entrada y un hombre estaba sentado en un taburete cerca del tabernero, seguramente dandole conversación. Parecía haber una buena conversación que fue asesinada por la entrada de la ninja.
Todos se quedaron en silencio mientras el crujido de la madera bajo los pies de Ren resonaba por el lugar. El tabernero, un hombre canoso con un frondoso bigote y buena constitución, se puso de pie de inmediato y se movió detrás de la barra hasta donde estaba Ren.
— Buenos días, señorita Ren. ¿Una misión dice? — echó una mirada alrededor y en menos de un segundo ya sabía que ninguno de sus clientes había pedido tal cosa. — Me temo que no hemos pedido tal cosa, ¿tiene algún nombre?
La tensión era palpable. A diferencia de antes de que ella llegase, que el ambiente era calido y alegre, ahora estaban en el frio polar. No era una buena señal en un pueblecito tan pequeño que apareciese una figura de autoridad como una kunoichi, y todos lo sabían.