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24/09/2017, 15:29
(Última modificación: 24/09/2017, 15:30 por Inuzuka Nabi.)
—Nabi-san, es tarde. Me voy a dormir, y te aconsejo que hagas lo mismo. Si tienes ganas de cháchara, vuelve a una hora decente mañana.
— Joder, pareces un funcionario. Encima que uno intenta hacer las cosas bien. Pues nada. Pa ti la perra gorda.
Entonces cuando me dí la vuelta para irme me di cuenta de que NO era suficiente. Tenía que descargar todo el peso de mi ira. Y así lo hice.
Despues volví a mi habitación y despues de una buena ducha me tiré en la cama y me quedé frito del peso que me había quitado de encima. El problema lo tendría Akame, cuando un flatulento olor empezara a colarse por debajo de la puerta, pues algún animal consideradamente grande había plantado un hermoso zurullo delante de su puerta y un humillo tan denso que podía verse con percepción 10 salía de él.
Al final la playera no haría falta, Akame se las arregló para mandar lejos a quien sea que estuviese al otro lado de la puerta y con eso se aseguraban algo de privacidad, al menos eso pareció indicar lo que el rubio dijo al otro lado de la puerta. Cosa que Koko no escuchó y seguía estando nerviosa a pesar de todo.
No logró tranquilizarse hasta que el dueño de la habitación se le acercó y se tumbó a un lado suyo, boca abajo, cosa que le dio lugar a la rubia de ubicarse por encima suyo para sentarse sobre el trasero ajeno y comenzar a masajearle con suma delicadeza la espalda. No era muy buena con ello, pero tenía algo de práctica.
Lamentablemente se le dio por hablar de una forma un tanto desagradable, al menos así le resultó.
—No es muy bonito de escuchar, ¿sabes? —le dijo seriamente sin interrumpir el masaje.
Al menos, no lo interrumpió por el comentario del shinobi, pero si lo hizo al sentir aquella peste inundando la habitación.
—¿Te…?—¿Cagaste? Era lo que concluiría la pregunta.
Pero estando ella sentada sobre el trasero del Uchiha tendría que haberse dado cuenta si lo hubiese hecho, por ende, idea descartada al instante. ¿Entonces? Por la ventana no podía entrar semejante peste porque estaba cerrado. La única posibilidad estaba en…
—¿Se han cagado en tu puerta? —preguntó incrédula, bajándose de encima del genin.
Podría abrir la puerta para comprobarlo, pero ella en sí no debería de estar allí así que…
—¿Quieres que vayamos a mi habitación?
Allí al menos no debería llegar la peste a mierda.
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24/09/2017, 22:01
(Última modificación: 24/09/2017, 22:04 por Uchiha Akame.)
Y de nuevo, la realidad. Como un persistente incordio, como ese mosquito que no para de zumbar en la habitación durante toda la noche sin dejarte dormir. Como la alarma del reloj que te despierta cuando estás en el momento más dulce del sueño. Eso era lo que Akame tenía en contra. Solo que esa vez, aquella fuerza imparable actuó a través del cuerpo de Senju Nabi, que ni corto ni perezoso le dejó un zurullo en plena puerta.
Akame se incorporó cuando Koko se levantó de encima suya y, poniéndose la primera camiseta que encontró, abrió la puerta.
«Por las tetas de Amaterasu... Los dioses deben odiarme profundamente», se lamentó el Uchiha. Ni idea tenía de qué era lo que había hecho para ofenderlos de tal modo, pero sí era consciente de una cosa. El poder de la venganza estaba en su mano, y pretendía usarlo.
— Claro, Koko-san, mi espalda te lo agradecería... — «mi espalda y todo mi ser», quiso decir, pero se contuvo—. Sólo dame un momento.
El Uchiha hizo una simple cadena de sellos y escupió un torrente de cenizas que acabó adoptando su misma forma. Luego, repitió la operación. Tras intercambiar algunas palabras susurradas con sus clones, el shinobi invitó a su compañera a indicarle el camino.
Una vez la pareja se hubiese ido al otro lado de las dependencias de Nantōnoya, el clon de ceniza se pondría manos a la obra. Con una bolsa de papel que horas antes había contenido algo de fruta y verdura recogió la mierda del suelo del pasillo, tratando de que quedara contenida en el papel en su forma original. Incluso le echó un chorrito muy pequeño de agua para evitar que se secara en exceso.
«Paciencia, AkameDos, paciencia... Ya llegará tu momento de gloria, ya...», pensaba la pobre copia mientras abría la ventana del cuarto todavía con la bolsa en la mano.
El otro clon tomó un estropajo y una cubeta con agua y en apenas un par de minutos el suelo quedó limpio y perfumado. Luego cerró bien la ventana por dentro y se deshizo en una voluta de cenizas.
Mientras tanto, el otro clon había salido al fresco de la noche veraniega con la bolsa en la mano, aun sin cerrar. Bajó por el muro de la residencia usando su caminata vertical y caminó un par de pasos hasta encontrar una piedra de aceptable tamaño; algo más pequeña que su puño. La metió en la bolsa y la cerró.
Momentos después —siempre asegurándose de que nadie le estuviera viendo— el Haijinbunshin había escalado de vuelta al muro pero, en lugar de pararse junto a la ventana del cuarto de Akame, avanzó sigilosamente hasta la de la habitación de Nabi.
«Yippi Kai Yei, hijo de fruta».
El clon zarandeó su brazo y arrojó la bolsa con la mierda y la piedra directamente contra la ventana de Nabi. Dado que la disposición de todas las habitaciones era la misma, el clon pudo calcular fácilmente desde qué ángulo debía lanzar la ofrenda para que cayese justo en la cama del inquilino.
Si la ventana estaba abierta, Nabi recibiría el regalo directamente en pleno rostro. Lo mismo ocurriría si estaba cerrada, solo que entonces se oiría el impacto de los cristales al romperse. Sea como fuere, el clon desapareció de forma idéntica al anterior.
La peste ya había inundado toda la habitación, y si bien a la Kageyama apenas si la afectaba semejante cosa, preferiría poder pasar la noche en un lugar donde no apestase a mierda. Al día siguiente si hacía falta se tomaría las molestias de limpiar el pasillo, pero ya era muy tarde y no tenía ni la más mínima intención de ir a por su kit de limpieza en su habitación.
Por suerte Akame accedió a la propuesta rápidamente pero no sin antes escupir algo de fuego, cosa que sobresaltó levemente a la pecosa por… Acontecimientos pasados.
—Bueno —respondió vagamente mientras observaba atentamente lo que él hacía.
Un par de clones se formaron a partir del fuego, les dio unas indicaciones y ya luego tuvo que guiar al auténtico shinobi hacia su habitación. Donde con un poco de suerte no habrá ninguna molestia y podrán echarse a dormir de una buena vez.
—Esta vez dejé todo ordenado —le aclaró con una sonrisa nerviosa antes de abrir la puerta de su habitación y permitirle el paso.
No iba a encontrarse ropa desparramada por todas partes.
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Akame asintió con una sonrisa de oreja a oreja cuando Koko bromeó sobre el estado de su habitación la última vez. Poco le importaba a él en ese momento, y se limitó a entrar cuando ella se lo indicó. Luego la esperó y, apenas ella entrase y cerrase la puerta, la tomaría de la cintura otra vez. Con su rostro bien pegado al de Koko, le preguntaría en un susurro.
—¿Sigue en pie ese masaje?
Lo primero que hizo al entrar fue cerrar con todo y pestillo, le hubiese puesto todo el mobiliario delante de la puerta también, pero era demasiado trabajo y en teoría, entre gente civilizada debería ser suficiente con el pestillo. Pero… Volvemos a lo anterior, uno de los residentes del edificio había defecado en la puerta de un compañero, ¿podía decirse que eran gente civilizada?
Fuera como fuere, Akame rápidamente la tomó por la cintura y ella por reflejo le volvió a abrazar, apegándose lo más posible a él.
—Claro, pero así está difícil —le dijo con una sonrisa pícara en el rostro.
Justo después de ello le dio el beso que el shinobi no le dio por soltar aquella pregunta. A saber si prefería un masaje o un beso, pero ya él se encargaría de indicárselo.
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La sonrisa bobalicona en la cara del Uchiha se ensanchó ante la respuesta de Koko, y cuando recibió el beso él se encargó de continuarlo apasionadamente durante unos instantes. Luego se separó ligeramente, despojándose de la camiseta que se había puesto antes de salir de su habitación, y se tumbó boca abajo sobre la cama de Koko.
«Ah, al fin, aquí seguro que tendremos paz y tranquilidad. Las kunoichis han demostrado hasta la fecha tener bastantes más gramos de seso que algunos de mis —por desgracia— compañeros», se lamentó el Uchiha. Entre unos y otros, estaban ofreciendo una imagen penosa de los shinobi del Remolino durante el Torneo.
Sea como fuere, él ya estaba allí. De vuelta a su nube, a su cómodo sueño y esperando a que Koko le acompañara.
La intensidad del beso aumentó considerablemente y de golpe… Se esfumó.
Akame se había separado y tumbado boca abajo en la cama, habiéndose sacado la playera previamente y Koko tenía en claro lo que tenía que hacer. «Bueno… »Pensó acercándose a la cama.
Se subió al colchón, gateó un poco por encima del Uchiha y una vez más se sentó sobre el trasero ajeno para estarse cómoda y tener espacio para trabajar la espalda del chico.
—Si duele me avisas —le indicó antes de comenzar.
Primeramente empezó presionando las yemas de sus dedos sobre los hombros del genin. Trazaba círculos sobre la piel y otras veces sencillamente presionaba sin mover los dedos de ubicación.
Se sentía completamente distinto de lo usual, es decir, no había forma de comparar la espalda de Uchiha Akame con la de Sakamoto Noemi, la última era puede que excesivamente suave y delicada, dando la sensación de que con un poco de fuerza mal aplicada podría lastimar la piel o incluso algún hueso. En el caso del shinobi, este le daba la sensación contraria, por eso aplicaba algo más de fuerza, para asegurarse de generar en él alguna sensación.
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«La puta madre, ¡qué fuerza tiene!», eso fue lo primero que pensó Akame cuando Koko se le subió encima y empezó con el relajante masaje. Su espalda, escuálida pero fibrosa por el duro entrenamiento, estaba acostumbrada a los tirones, las contracturas y demás consecuencias de un ejercicio intenso. Por eso mismo cuando la kunoichi empezó a relajar los músculos de los hombros con sus manos, Akame notó una sensación sumamente confortable y nueva para él; estaba realmente a gusto.
—Ah... ¿Esto es el cielo ya? —balbuceó, medio dormido—. Por todos los dioses, Koko-san, no me había sentido así desde... Bueno, desde nunca.
Al poco rato el shinobi estaba hecho un flan, derramado sobre el colchón y con los ojos entrecerrados. Había alcanzado un estado de relajación envidiable, incluso notando las caderas de Koko encima suya —y lo excitante que eso resultaba—. Por esa misma razón, luego de un rato de masaje, Akame empezó a notar la incómoda sensación del deseo invadiéndole de nuevo.
Como pudo trató de voltearse, todavía con Koko encima, para quedar debajo de ella pero boca arriba esta vez. Con ambas manos le aferró el rostro y trató de acercárselo al suyo, incorporándose ligeramente y tensando todos los músculos del torso. Si lo conseguía, se enredaría de nuevo en un beso pasional con la muchacha que iría aumentando poco a poco en intensidad.
No pudo hacer más que sonreír ante los comentarios de un Akame medio dormido. No podía decir que era el cielo, ni tampoco podía decir si era bueno o malo que nunca antes se hubiese sentido así, es decir, podía ser tanto bueno como malo, cosa que ignoraba y no iba a indagar de más.
En su lugar siguió con lo suyo, hasta que se le ocurrió emplear los codos y algo de su peso para lograr un mayor estímulo. Pero en el preciso instante en que se inclinó para lograr tal cosa, el de cabello azabache se dio la vuelta obligando a la rubia a levantar su trasero al menos por un instante y también a plantar el codo en un lado de la cama para evitar dañar.
Se suponía que tenía que darle un masaje, ¿verdad? Pero así, cara a cara era difícil, así como lo había dicho momentos atrás en que se habían besado.
Exactamente como Akame lo hizo ahora, solo que se tenía que aguantar todo el peso de la Kageyama sobre él, que no era exactamente poco si vamos al caso.
Cada vez que él la besaba la tomaba por sorpresa, se iba a terminar convirtiendo en una costumbre que… No le iba a desagradar, claro.
Koko no pudo hacer otra cosa que corresponder, apegándose a él tanto como pudo y correspondiendo al beso mientras intentaba rodearle el cuello con ambos brazos. Otra cosa no sabía hacer, por ende, no iba a hacer nada más que eso, así se agitase y comenzase a sentir calor. O la cosa del pantalón del Uchiha volviese a ponerse dura debajo de ella.
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El roce y el calor subieron en intensidad, y poco después de empezar otra vez con aquella particular batalla entre los labios de los gennin, Koko volvería a notar la característica presión que ejercían los pantalones de Akame, directamente en su entrepierna. Él respiraba agitadamente mientras la besaba y ambos se revolvían en la cama, hasta que una de sus manos buscó colarse por debajo del pantalón de Koko.
«Movimiento arriesgado...»
Empezó internándose en la ropa de la kunoichi por la zona de la espalda y el culo, cauto y con la torpeza propia de la inexperiencia. Al mismo tiempo movería ligeramente las caderas para hacer que el roce en las entrepiernas fuera más notorio. Si la chica no se quejaba, iría desplazando la mano libre por su cintura hasta situarla finalmente donde el ombligo pierde su nombre.
Revolcarse, eso era lo que estaban haciendo, revolcarse sin sentido como buenos novatos que eran mientras se besaban sin más. Estaban poniéndole tantas ganas como podían, pero la falta de experiencia los llevaba a ser muy torpes y el estímulo era prácticamente causado por el beso. Al menos por parte de la pecosa que se había aferrado al contrario con brazos y piernas en cuanto pudo.
Hasta que sintió algo… Una mano tratando de inmiscuirse dentro de su pantalón. «Bueno, mucha diferencia no habrá »pensó recordando que horas antes la había hasta levantado por el trasero, aunque había sido por encima del pantalón. ¿Qué problema podría haber?
Según los ojos de la rubia, no había inconveniente, por ello se dejó hacer, dejó que el Uchiha la tocase como se le antojase mientras ella se mantenía centrada en el beso. Total… No iba a pasar nada, ya había dejado en claro que hijos no quería, ¿verdad?
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24/09/2017, 23:33
(Última modificación: 24/09/2017, 23:33 por Uchiha Akame.)
«¡Jodó, que ha colado!», pensó el Uchiha sin poder contener una explosión de triunfo que detonó en su estómago y le subió hasta la cara. Bueno, quizá algo más abajo del estómago.
Ni corto ni perezoso, la los cautos dedos de Akame se deslizaron por la cintura de Koko, bajo su pantalón, notando el tacto de su ropa interior. «Amaterasu, madre mía, llévame pronto»; si hubiese sido capaz de rezar, lo habría hecho en ese mismo momento. La situación estaba llegando a un punto que ni en sus mejores sueños podría haber imaginado.
Lo malo era, claro, que aquel muchacho capaz de ejecutar un Katon con suficiente potencia como para quemar vivo a un gennin no tenía ni idea de cómo moverse por el Jardín de Venus. De modo que, como en un combate en el que se desconocen las habilidades del enemigo, Akame optó por la cautela.
Sus dedos acariciaron suavemente el pubis de Koko una y otra vez, mientras él trataba de comprobar si a ella le gustaba. Luego se atrevió a bajar un poco más, rozando la zona más sensible de la kunoichi aun por encima de la ropa interior. «Joder, está ardiendo». Por último, Akame intentaría deslizar un par de dedos bajo la tela y llegar, por fin, al centro del Universo.
La temperatura corporal de la rubia no hacía más que aumentar hasta tal punto que cualquiera pensaría que tiene fiebre. Su rostro estaba rojo, jadeaba y hasta que el chico no rozó la parte más íntima de la kunoichi, no se dio cuenta de que algo la estaba afectando también allí abajo.
El deseo no hacía más que aumentar, y poco después de las caricias recibidas no pudo contener un suave gemido de placer tras el cual miró tontamente al contrario, con la boca entreabierta y la punta de la lengua asomándose por sobre el carnoso labio inferior de la fémina, casi como si pidiese algo de atención.
—Este… ¿Está bien que sigamos? —preguntó tímidamente—Ya sabes, somos jóvenes para tener hijos y… Eso.
Estaba algo nerviosa, también dudaba de si seguir fuese la mejor idea considerando su ignorancia casi absoluta, pero a pesar de todo ello, no se había movido del lugar e incluso con las piernas había ejercido más presión sobre la cintura de Akame para apegarlo más contra su pelvis.
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«¡AY MI MADRE!»
Akame creyó que se le iba a salir el corazón por la boca cuando la kunoichi emitió un suave gemido, claramente de placer. «¡Ahí está! ¡Eres un maldito genio, Uchiha Akame!», se felicitó para sí. Claro, él también estaba excitado igual que Koko —pudiera ser que no tanto—, y visto el éxito de su última maniobra, no planeó detenerse ahí.
Ella le frenó. Akame compuso una mueca extraña; «¿tener hijos?» Era la segunda vez que Koko hacía alusión a aquello. «¿Quizás piensa que...? Oh, por todos los dioses...» Incluso él, que era el más novato de entre los novatos, sabía que era posible tener sexo sin quedarse embarazada. De lo contrario Oonindo tendría como diez veces su población actual.
—No te preocupes por eso... Koko-san —respondió, mientras acercaba sus dientes a la boca de ella para morderle la lengua ligeramente, y luego daba otro bocado al carnoso labio inferior de la kunoichi.
Mientras, su mano exploradora seguiría toqueteando la parte más íntima de Koko, buscando incrementar el placer que era capaz de sentir. Así lo haría hasta que ella le pidiera que parase o tuviera que echarse un cubo de agua helada encima.
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