Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Eri calló, como era de esperarse. Yota, no obstante, soltó el filo de su lengua y dejó en el aire su frase de provocación del día. Kaido sonrió ante el comentario, pensándose incrédulo ante el vago intento del pelirrojo por provocarlo. Porque no es que Yota no fuera capaz de picar a su ego para hacerle hacer algo tonto, es que no hacía falta.
Kaido ya había tomado la decisión incluso antes de que el muchacho abriera la boca.
El tiburón se levantó con el pecho inflado, barbilla en ristre y espalda recta. Salió de su escondite y dejó tras suyo a sus dos nuevos recién conocidos, totalmente dispuesto a divertirse un poco con quien suponía ser el atormentador de la ciudad de Yachi. El tal Shinzo, el hombre de los colmillos cubriendo su rostro. Que no estaba sólo, por cierto, pero ni eso le hacía retroceder al valiente —o tonto, depende de quién lo vea— gyojin.
Caminó un par de metros hasta quedar cerca de una de las casas, en plena visibilidad frente al grupo de maleantes. Fue sólo entonces cuando abrió la boca, decidido a llamar la atención de los hombres que parecían bastante ocupados cobrando el dinero que los ciudadanos debían pagarle mensualmente para que no hiciera daño a Yachi y a su población.
—Eh, tú, cavernícola —llamó el escualo—. ¿quién coño te crees para joder a esta pobre gente, sucio maleante de los huevos?
A la distancia, Shinzo volteó las riendas de su corcel y encaminó su imponente presencia hacia las cercanías del infractor azulado. La vena de la frente se le infló en súbito y se le vio tan cabreado que los otros cuatro acudieron apenas vieron que su líder dejaba lo que estaba haciendo para confrontar al crío.
Sin embargo, cuando llegó frente al shinobi de Amegakure, decidió bajar del caballo. Kaido se vio sorprendido por el hecho de que aún habiendo desmontado al animal, igual seguía siendo tan alto como una torre.
Shinzo le miró por 5 largos segundos, sin mediar palabra. Pero finalmente soltó una carcajada que animó a sus esbirros a hacer lo mismo.
—¡Pero de qué río me has salido, eh pececillo!
—Del de tu puta madre.
La gracia duró poco, pero se podía decir que Shinzo lo había disfrutado. Normalmente no reía tanto cuando iba a cobrar el dinero, no quería que dejaran de temerle. Y por si alguno de los ciudadanos le había visto burlarse del escualo, tendría que tomar medidas.
Movió una mano y sus perros acataron.
—Amarrad a la gamba con patas y llevadlo al carruaje, de seguro le sacamos algo de pasta vendiéndolo en Taikarune.
Uno de los hombres intentó tomarle de la camisa y el tiburón le mordió hasta dejarle la mano hecha trizas. Escupió la sangre del infractor y dejó que su atrevida sonrisa ahora manchada le llegase al líder.
El tonto sabía muy bien que estaba en desventaja numérica y que probablemente tuviese que revelar más de un secreto si quería salir vivo de esa situación, pero qué más daba, siempre que consiguiera divertirse.
Un inimidante círculo de enemigos terminó por rodearle y de a poco iban cerrando el espacio.
Kaido estaba en aprietos, de eso no había duda. Pero él seguía sonriendo, como si no pasase absolutamente nada.
Una vez encima del tejado pudo divisar como Kaido caminaba un par de metros hasta alejarse del rango de visión de la kunoichi del remolino, pero que era más fácil de ver para los maleantes que se acercaban a la susodicha casa a hacer Kami-sabe-qué. Y allí pronunció unas cuantas cosas que hizo al líder del grupo voltear aun encima de su caballo y que caminase lentamente hasta el pequeño pez.
Levantó su cuerpo lo suficiente para ver lo que necesitaba: Kaido frente a Shinzo, el último ya había dejado a un lado su corcel y lo miraba, desafiante e impotente, alzándose frente al de piel azulada. Cualquiera que los viesen, dirían que Kaido no tendría nada que hacer frente al diente de sable ''Sigue sin saber contar'', suspiró la joven en su mente.
Una carcajada la sacó de sus pensamientos, resonando por la mitad de Yachi; y Shinzo, al parecer, mandó a sus esbirros a por el escualo, que, rodeándolo por un círculo de enemigos, casi lo taparon para los ojos verdosos de la kunoichi. Fue cuando la alarma de su cabeza timbró, palpitante, taladrándole hasta traspasar todos sus pensamientos para que únicamente lograse pensar en ayudar a Kaido.
No era una ninja médico por nada.
Con rapidez saltó hacia otro tejado, y otro, hasta justamente situarse el edificio cercano a la posición del de Amegakure. Y, cargando chakra en su interior, además de en la planta de sus pies para caminar por la blanca pared del edificio, y cuando llegó al punto más cercano para saltar, se alejó de la pared para descargar una patada voladora sobre alguno de los esbirros que rodeaban al chico.
Se acababa de meter en la boca del lobo - o bien, quizás, del tigre dientes de sable, CON DOS DIENTES -, para quizá, morir por culpa de alguien que no era si quiera de su villa. Se guiaba por su instinto de médica, pero... Aún así, una vida era incluso más importante que todos sus pensamientos.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
En efecto, su ego lo arrastró hasta las mismas narices del machorro que ocultaba su rostro con una máscara digna de las mejores fiestas de disfraces. Se encaró ante él y poco tardó el tal Shinzo en burlarse de él y lanzar a sus lacayos a hacer el trabajo sucio.
*Al menos Eri-chan no está en la disputa..*
Aquel era mi principal temor. Joder, no era tan difícil. Tan solo teníamos que coger una puta calabaza y largarnos de aquel lugar de mala muerte. Pero no, teníamos que hacernos los héroes. Todavía no entendía el razonamiento de la kunoichi, ¿Para qué querría ayudar a un gennin de Amegakure? Era un completo sin sentido, además de una temeridad. Éramos 3 contra 5 y a juzgar pro su aspecto, ellos tenían más experiencia en el arte del combate.
Pero la peliazul lo hizo.
Vio como Kaido ya había empezado a morder a sus agresores, tratando de repartir hostias como buenamente podía pero a su vez había sido rodeado por los malhechores. Fue en aquel momento cuando la gennin de Uzushio saltó y propinó una patada voladora a uno de ellos. en aquel preciso momento supe que no podía seguir escondido. Si le ocurría algo malo...
Chasquee la lengua.
Caminé tan rápido como pude entre los hierbajos al mismo tiempo que dos de ellos se encaraban al tiburón y los toros dos lo hacían con la peliazul, uno de ellos el que había recibido la hostia.
-Te vas a arrepentir de esto, puta mocosa-
Pero dos telarañas impactaron en las ropas de los dos agresores de mi compañera, tiré de ellos con fuerza, tratando de desestabilizarlos y salir corriendo hasta situarme al lado de Eri.
-¿Estás bien?-pregunté interesándome por la chica al mismo tiempo que seguía pendiente de todo nuestro entorno.
Él empezó a contar. Estaba evidentemente superado en número y tendría que ingeniárselas para deshacerse de ellos uno a uno, dejando a último, preferiblemente, al líder de la banda. No obstante, conocía la mirada de aquel hombre de la máscara con bastante profundidad, pues sentía que la había visto en muchas otras ocasiones, de las tantas veces en las que miraba su reflejo en un espejo.
Sí, conocía esa mirada. Porque su rostro la vestía siempre, tal como lo hacía Shinzo. Ojos repletos de furia, aduladores de la impaciencia y los malos tratos. Ojos de Bestia, por decirlo de alguna manera.
—Bieeeen, tú. Serás el primero en probar la furia del tiburón.
Se refería al último de la derecha, el que estaba más cerca. Y sin embargo, cuando estuvo dispuesto a soltarle un fuerte manotazo, la menuda figura voladora de una joven interfirió su movimiento, viéndose obligado a observar como uno de los maleantes salía despedido como muñeco de trapo hacia los confines de una casa aledaña.
Quién lo diría... —Quién diría que Eri había sido mucho más valiente —o tonta— que Yota, a tal punto de intervenir primero que su compañero. Y de una manera magistral, habiendo emparejado la balanza a un cuatro a dos.
Pero Kaido supo que sólo era cuestión de tiempo que la imperante necesidad del pelirrojo de proteger a su muñeca le obligase a hacer acto de aparición, y así fue poco después; cuando el escualo y la muchacha confrontaron a los maleantes frente a frente.
Un par de ellos cayeron al suelo tras ser halados por lo que parecía ser un material viscoso y pegajoso, como la tela de una araña. Los dos comieron tierra y Shinzo miró frustrado como un tercero intervenía en el asunto, todos ellos con habilidades propias de un shinobi. En efecto, la cosa se le había complicado... no quería tener problemas con ninguna aldea, mucho menos con las tres.
—¡A la cargaaaaaaaa!
Sin esperar nada, el impaciente tiburón comenzó a pegarse con los dos maleantes restantes. Pero el ofuscado Shinzo no sólo iría por la presa más fácil, sino por la más cercana.
Y arremetió como bestia cegada de furia hacia donde Eri se encontraba, esgrimando los dos grandes colmillos de mármol de su máscara hacia ellos. Cualquiera pensaría que se trataba de un simple utensilio, pero por las intenciones que tenía, aquello era, probablemente, un arma de "armas" tomar.
Cuando cayó, asestándole la patada a uno de los esbirros de Shinzo, no se imaginó el impacto que crearía contra él hasta que lo vio volar, tampoco creía que se enfadaría tanto con ella, pero bueno, cosas que pasan cuando alguien pega una patada llena de chakra en la cabeza de alguien, o en el cuerpo, ¿dónde le había dado? Bueno, la suerte estaba de su lado, y aparte de Kaido, Yota también se había unido a la pelea contra el hombre que no sabía contar.
-Sí, gracias Yota-niisan - Susurró cuando evitó que dos de los hombres se acercasen a ella, mientras movía su mano para saludarle de nuevo, entonces buscó con la mirada a los restantes que se encontraban de pie, todavía intactos, y comenzó a elaborar una estrategia para acabar con aquellos maleantes y poder salvar a Yachi de su condena.
Pero las cosas no parecían tan fáciles.
—¡A la cargaaaaaaaa! - Kaido no esperó ni un segundo, y, moviendo su porte de tiburón que gastaba, comenzó a lidiar una batalla contra los dos restantes, ¿cuántos eran? No se acordaba con certeza, pero bueno, si quedaban pocos mejor, terminarían antes. Sin embargo, alguien, o mejor dicho, Shinzo, había elegido presa, y no era, nada más ni nada menos, que ella misma.
-Mierda... - susurró al notar como aceleraba su paso cual león hambriento hacia la gacela indefensa, y, como la presa, optó por correr como primera idea para sopesar un segundo plan, ¡no dejaba de tener miedo, ¿vale?! -¡Aléjate, déjame! - Chilló cuando se acercó a una de las casas cercanas para escalarla, pero no la escalaría, solo andaría por ella para saltar y posicionarse por la espalda de Shinzo si todavía la seguía para salir corriendo hacia la posición de Yota y Kaido.
Prefería enfrentarse a Shinzo siendo tres en vez de una...
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Vaya, quien iba a decirlo. Los gorilas, o mejor dicho, los monos de feria acabarían resultando ser unos simples bufones que se amilanaban ante el menor de los bufidos y en poco tiempo los neutralizaríamos con excesiva facilidad. Pude ver como el de Amegakure estaba en su salsa, disfrutando de cada segundo, casi que podía notar como la adrenalina inundaba todo su ser, bajo aquella capa de escamas.
Pero Shinzo se encargaría de desequilibrar la balanza.
Cuando Kaido se abalanzó a por los dos inútiles que quedaban en pie, el tipo de la máscara se echó a correr hacia nuestra posición, osea hacía mí y Eri. Sus ojos estaban clavados en los de la kunoichi y esta salió por patas en dirección contraria. Todo el valor que había reunido de buen principio parecía haberse esfumado en menos de lo que canta un gallo.
Pero no iba a permitir que se saliese con la suya. No señor.
Aunque ciertamente lo pareció en el momento que pasó pro mi lado sin hacerme caso alguno el mismo tiempo que volteaba mi cabeza, son una sonrisa pícara dibujada en mis labios
-No tan deprisa, gatito feroz-
Antes de que me sobrepasase había toma mis precauciones. Una nueva telaraña había sido hilada y pegada en su vientre. Él no lo había notado, claro, pero cuando se tensó, tiró del villano con fuerza haciendo que cayese de culo, dejándome a mí detrás suyo y a Eri, que realizó una pequeña cabriola delante de él.
-Vaya, vaya, vaya... Si resulta que el gran y temible Shinzo es un gatito inofensivo y si eso no fuese suficiente pretende meterse con una chica-me frené para soltar una carcajada completamente forzada-Ven aquí si eres lo suficientemente hombre, ¿O acaso eres una nenaza que necesita escudarse bajo esa máscara?-
Aquel imbécil estaba sacando lo peor de mi mismo y en cierto modo estaba lamentando que Eri tuviese que oír mis bravuconadas, no me sentía orgulloso de ello, pero así actuaba cuando me sacaban de quicio de aquella forma. Activé el mecanismo oculto de mi mano zurda y agarre el kunai con la mano diestra, dispuesto a pelear.
El hombre siguió su camino, como león dispuesto a hincar la mandíbula en su presa, sin importar lo que pudiera suceder a su alrededor. Creía él que si atentaba contra la víctima que según su propia percepción lucía más débil podría divertirse luego con los dos críos restantes que parecían hacer su mejor esfuerzo por salir airados de la situación en las que se habían visto envueltos los tres, sin haberla pedido, por obvias razones.
Kaido, a la distancia; observó como la embestida seguía su curso, aunque sus brazos luchaban por mantener el agarre en el cuello de su absurdo contrincante. Y sus dientes, además, yacían clavados en hilera sobre el hombro del mismo tipo para evitar que pudiera salir del agarre tan fácil. Pero lo vio todo como si fuese él mismo el que esperase la arremetida de Shinzo. Vio como Eri intentó alejarse despavoridamente del recorrido del Dientes de Sable, como a su vez Yota intercalaba un par de movimiento de manos para poner en juego una treta de la que el propio tiburón había sido víctima más temprano.
¡No, no, él es mío!—Pero era demasiado tarde para quejarse.
Ya el fino hilo tejido en malla estaba unido al viente del infractor, quien al ver como la dama cambiaba su curso, intentó hacer lo mismo. No obstante, se encontró con la inusual resistencia de lo desconocido; como si una cuerda le estuviese haciendo palanca a su espalda, salvo que no había cuerda alguna, obviamente.
Y sin embargo, nadie contaba con que la fuerza de Shinzo fuera la suficiente como para que la telaraña no pudiera hacer más que frenarle un poco hasta que ésta terminara rompiéndose ante su evidente esfuerzo por avanzar. No cayó de culo, ni se vio retratado ante los jóvenes genin, pero sí que desvió su atención hacia quien probablemente le había intentado detener: el pelirrojo.
—¡Tú, ginger de mierda! —le señaló—. ¡ven aquí que te zurro!
Shinzo arrancó con mucha más velocidad, más decidido, y más cabreado. Tan cabreado que la ira rebozaba a bombeo de sangre, inflándose las venas como si fuesen a estallar en cualquier momento. Pero antes de que pudiera llegar hasta Yota, la figura azulada del tiburón hizo finalmente acto de aparición, luego de que se hubiera bajado a mordiscos a dos de los esbirros, quienes evidentemente andaban con el jefe por la simple necesidad de protección, más allá de contar con verdaderas habilidades.
La treta del grupo estaba, por lo visto, en su capacidad de intimidación y no en la fuerza. Qué suerte para los genin, ¿no?...
—Ven aquí tú, capullo —exclamó el pez—. te voy a desollar vivo
Un buen salto bastó para caer encima del gran cúmulo de músculos del que Shinzo estaba compuesto. Era alto, fornido y macizo, por lo que el joven Kaido no es que pudiera hacer mucho estando encima de él. Pero desde la altura se apresuró a envolver sus brazos sobre el cuello del hombre, y tanto Eri como Yota pudieron ver como como una de las extremidades que componían el agarre se inflaba como si alguien le hubiese metido aire por una boquilla.
El brazo creció exponencialmente, y aumentó la fuerza con la que podría mantener la presa durante el tiempo suficiente para que sus compañeros hicieran algo.
—¡Un poco de ayuda no estaría mal, bribones! —y lo pidió con una sonrisa. Se estaba divirtiendo como nunca el pequeño bastardo azul.
Vale, el dar la vuelta hizo resultado, además tenía a Yota cubriéndola sus espaldas, pero tampoco quería dar a entender que estaba huyendo despavorida. Aún así, daba gracias al arácnido del remolino por sus reflejos y su afán de protección hacia la chica. Con suerte y gracias a sus cortas piernas se pudo posicionar a su lado.
-Gracias Yota-niichan, siempre estás ahí para salvaguardar mi querido trasero. - Saltó mientras recomponía su aliento, sin embargo el hombre no era tan moco de pavo, y aunque no le daba ningún miedo estando tres contra uno - al parecer Kaido había mordido a todos los restantes, ¡vaya festín! -, tampoco le apetecía dejar cabos sueltos antes de irse de Yachi.
''¿Ginger? ¿Eso no es una especia? ¿Lo ha llamado zorro?''
Eri estaba frustrada por su confusión, tanto que no se dio cuenta que Shinzo ya arrancaba contra ellos de nuevo, pero en vez de a por la damisela, ahora iba a por el caballero que le había parado con sus finos hilos de telaraña. Pero antes de que pudiese ni si quiera llegar a su posición, el pez de Amegakure hizo acto de aparición.
—Ven aquí tú, capullo —exclamó el pez—. te voy a desollar vivo - Y con esas palabras saltó sobre el que se hacía llamar Colmillo de Sable ''Eso te pasa por hacerte llamar así, tonto del culo'' se permitió añadir en sus adentros mientras observaba como Kaido inflaba una de sus manos como si de un castillo de juguete se tratase.
—¡Un poco de ayuda no estaría mal, bribones! — ¿Eso que había en sus colmillos era sangre? Ay madre, ¡era un caníbal! Bueno, da igual, mientras a ella no le mordiese...
-Ya voooooooooooooy Kaido-niisan - Exclamó moviendo ambos manos en señal de entusiasmo, y corriendo hacia el intruso de Yachi, cargó chakra en su mano izquierda, dispuesta a dejarle K.O de un golpe para dejar a los responsables de la justicia de Yachi hacer el resto, o bueno, a Kaido, total, parecía disfrutarlo como si fuese un bebé.
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Funcionó. No como esperaba, pero funcionó. Ahora el muy gilipollas se había fijado en mí. Si iba cambiando de objetivo según sus ataques de ira y de testosterona estaba jodido de verdad. Tanto era así que ahora quería provocarme a mí, ¡Precisamente a mí! que me estaba descojonando pro dentro de lo patética del que se hacía llamar dientes de sable.
-Gracias Yota-niichan, siempre estás ahí para salvaguardar mi querido trasero.
-Ya te lo dije. Me aseguraré de que vuelvas de una pieza a Uzushio-respondí ante el nuevo agradecimiento de la peliazul.
—¡Tú, ginger de mierda! —le señaló—. ¡ven aquí que te zurro!
-Aquí te espero, nenaza-
Pero obviamente, y aunque Shinzo echó a correr hacía mí, Kaido no podía permitirlo, él tenía que ser el héroe de Yachi en aquel día. No contemplaba ninguna otra posibilidad. Joder, ahora que llegaba la diversión de verdad. El tipo hinchó su brazo como si fuera un churro inflable, ¿Esteroides quizás? ¿Algún tipo de droga? Tengo que reconocerlo, ver un tiburón drogándose tenía que ser el negocio del siglo, por tanto, Kaido como tal era una atracción de circo única e inigualable. Algún día tendría que proponerselo, ¡Nos haríamos ricos!
Bueno, al tema. Kaido había amarrado al villano mientras solicitaba ayuda por nuestra parte. Eri no tardó en reaccionar y estaba dispuesta a hacer algo que instantes antes ya había hecho con uno de sus bufones, pero esta vez iba a hacerlo con su mano. Se cargó de chakra como lo hizo anteriormente su pierna dispuesta a darle una buena leche de buenas noches.
-¡Pero si lo hacéis muy bien, Kaidete!-exclamé, bromista-Yo os animo y de paso vigilo que no hayan más cazurros de esos-
Una araña debía saber dosificarse, atacar cuando fuese necesario y ahorrar la energía vital cuando fuese necesario hacerlo.
Maldito pez, claro. Pero se iba a cagar a tres bandas cuando se diera cuenta de que la inocente y pequeña fémina del grupo era la que se animaría a arrojar lo que para todos supuso ser el golpe final. Con la fuerza que ya hubo demostrado anteriormente, su menudo brazo cargó contra el Dientes de sable; y el tiburón temió por llevarse él gran parte del ataque.
Por tanto, su brazo soltó un poco el agarre y dejó que su superior de cuerpo se inclinara levemente hacia atrás. Todo para ver en primera fila como Eri se lo zurraba de un sólo hostión.
Yota pudo ver a la distancia como el puño tocó al hombre. Lo tocó, y pareció haber hecho el daño que todos esperaban. Pero para sorpresa de todos, la figura de Shinzo desapareció en súbito tras un sonoro "puff". Kaido perdió completamente el agarre y cayó al suelo, como pájaro que pierde su vuelo. Y frente a él, un bien formado tronco tomó lugar donde debería haber estado el hombre, aunque éste se encontraba estillado y destruido por las manos de la muchacha.
El tiburón abrió los ojos de par en par y volteó a ver a Eri. ¿Dónde coño estaba el tipo?
¡¿Kawarimi?!
A simple vista, lució como una sustitución. Y sólo un shinobi podía hacerlo. ¿Entonces, era Shinzo un ninja? ¿O lo fue alguna vez?...
Yota estaba a punto de averiguarlo, porque el tipo aprovechó la distracción para salir de su escondite y arremeter directamente a la espalda del arácnido shinobi de uzu. Y esta vez portaba un arma, una espadón de estilo medieval que cargaba como si fuera pluma. Y lo había sacado de quién sabe donde, pero la amenaza era certera.
El tiburón contempló el avance y debido a la distancia, no pudo hacer más que alertar a su compañero. Aunque por un milisegundo pensó en no decir nada y dejar que se lo cargaran, pero no era tan mala gente, desde luego.
Cuando su izquierda casi impacta, pudo incluso sentir el cosquilleo de haber hecho algo bien.
Pero no.
La hostia se la había llevado un estúpido tronco de madera, y Kaido, pero eso era lo de menos. Lo que contaba es que no había sentido tanta vergüenza desde hacia siglos, y eso que solo llevaba en aquel mundo durante casi catorce años. ¡Era bochornoso! Cerró ambas manos en puños y suspiró pesadamente. Espera... Mierda, ¡JOPETAS! ¿Dónde está?
...
...
...
Shinzo... ¿Se había sustituido por un tronco?
¡ERA OTRO NINJA!
Comenzó a tirar de sus dos mechones largos de pelo con frustración, tenía la habilidad de reacción de una patata. Histérica, seguía dándole la espalda a Yota, incluso a Kaido para que no la viese tan frustrada, hasta que escuchó una voz gritar a su espalda.
—¡Yota, detrás tuyo!
Eri giró bruscamente su cuerpo, haciendo que su cuello doliese de la rapidez embutida en aquel movimiento, hasta que observó al su compañero de villa y justo detrás de él estaba Diente de Sable, sí, sí, dentadura postiza debería llamarse, maldito impostor de caca. Bueno, ¿y el arma que llevaba qué? ¿A parte de ninja era mago? Eri parecía no darse cuenta de la situación en la que se encontraba, pero bueno, era una ninja, en algún momento crecería y se daría cuenta de los errores y los miedos que esta vida conlleva.
-¡Yota-niichan, cuidado! - Chilló lanzando un shuriken hacia la posición del bandido, intentando darle, o bueno, si no, al menos ganar un poco de tiempo.
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Efectivamente, la ofensiva de Eri ya no podía detenerse y la mano zurda dio de lleno aunque había algo que no acababa de cuadrar, ¿Que era esa humareda? ¡¿Y ese tronco?!
*Mierda, ¿Donde cojones se ha metido?*
Empecé a buscar con la mirada en los alrededores aunque me había dejado un lugar típico de un cobarde amaricanado como ese tal dientes de sable, la retaguardia.
—¡Yota, detrás tuyo!
-¡Yota-niichan, cuidado!
Ambos compañeros gritaron alertados mirando precisamente más allá de mi espalda, giré la cabeza con rapidez y ahí estaba el muy maricón, katana en mano dispuesto a poner fin a mi existencia.
Pero cometió un gran error, infravalorarme.
Simplemente tenía que esperar al momento oportuno, osea, cuando hiciese la estocada para rebanarme el cuello. en ese preciso instante, como si me hubiera desplomado me tiré al suelo y lancé una patada, directa a sus huevos de cobardica con el fin de provocar un dolor agudo y local, esperando que los otros dos no se quedasen de brazos cruzados y acabasen de una vez por todas con ese pesadito.
Shinzo era un hombre pesado, corpulento. Siempre había tenido la ventaja que le daba su porte visualmente imponente, y su máscara; hecha para entonar el rostro de pocos amigos con el que había tenido que cargar toda su vida, acentuaba muy bien el papel que el hombre estaba jugando: a ser el enemigo de una ciudad, controlarla a través del miedo y vivir de sus humildes ciudadanos hasta que estuviese viejo.
Ese era su plan. Pero; ¿por qué?
Él fue una vez un joven comprometido a una causa. Un prospecto de su familia, dispuesto a hacer sentir orgulloso a su santa madre. Pero siempre fracasó, una y otra vez, y el sueño esperado de todo joven a él nunca le llegó. Su frente nunca vistió una bandana y la frustración se apoderó de él, pues no tenía lo necesario para ser un ninja; no al menos tan joven como los demás.
Creció lleno de odio. Dejó de intentar ser un shinobi y tuvo que trabajar de ganadero para ganarse la vida. Lo odiaba, odiaba el estiércol, odiaba a las vacas; odiaba al mundo. Se odiaba a sí mismo.
Dejó todo atrás y creció como un forajido, y aprendió a por las malas que hay una forma sencilla de vivir y es a través del trabajo de otros. Yachi, por suerte, era sólo su primera víctima.
...
Shinzo pensó que ya tenía ganada la partida. Esos hijos de puta que se hacían llamar ninja no podrían con él, aunque sabía que probablemente tuvieran mejores habilidades que las suyas; las cuales eran básicas y había logrado controlar después de mucho tiempo, cuando en realidad son las más sencillas del repertorio de un shinobi. Pero su mundo ideal no se iba a venir abajo por un par de críos y con cargarse al pelirrojo tendría la ventaja sobre el resto.
Pero nuevamente, el pasado tocó a su puerta. Como si fuese en el patio de la escuela, Yota demostró su superioridad ante el hombre y evitó la embestida de su espada, haciéndole además un severo daño en los testículos con una fuerte patada. Ahogado en dolor, el gorila soltó el arma y cayó de rodillas al suelo, con los orbes prácticamente fuera de sus cuencas, rojos, y con algunas lagrimillas rozándole su mejilla.
La máscara se soltó de su cabeza y dejó ver la verdad. A un hombre tan débil como los ciudadanos de los que se aprovechaba.
Kaido se acercó de a poco hasta la posición del tipo y le tomó el cabello para subirle la cabeza. Entonces miró a sus dos compañeros, todo mientras su mano derecha empuñaba una kunai y la acercaba peligrosamente al cuello del derrotado.
Su shuriken voló cerca del fornido cuerpo del bandido, sin embargo no lo rozó, Eri supuso que la razón era más el nerviosismo y el estado de histeria en el que se encontraba la muchacha al haber hecho semejante ridículo, pero pronto se despejaron aquellos sentimientos cuando vio como Yota hizo gala de su título de shinobi, desplomándose al suelo y justo después, lanzando una patada directa al lugar más sensible de cualquier hombre: su entrepierna.
La peliazul no podía ni imaginarse lo que era sentir aquel dolor, ni tampoco quería saberlo, ya tenía suficiente con los dolores de vientre que tenía una vez por mes, eso sí que era doloroso.
La máscara que tanto disgusto le había causado a la kunoichi de Uzushiogakure se desplomó de su cabeza y dejó ver a un hombre como los demás, casi podía pasar por un civil de Yachi. Eri suspiró, no había sido tan difícil ''A pesar de que yo no he hecho gran cosa...''. La peliazul se encogió de hombros al sentirse un poco fuera de la situación cuando Kaido pasó por su lado para tomar a Shinzo por sus cabellos y subirle la cabeza. Al hacer eso, se vio el rostro del maleante, una mezcla de dolor e impotencia se asomaba por su rostro, y a Eri eso le hizo sentir... Sentir que él no se merecía aquello. Al igual que los ciudadanos no se merecían haber sido saqueados por tanto tiempo.
—Qué dicen: ¿le rajamos el cuello?
-¡No! - Exclamó rápidamente la única fémina del lugar. -Un momento, ¡él puede ser un bandido, pero no es un verdugo! Creo... - dudó por un momento llevándose su dedo índice al mentón, pensativa. -Aún así, no creo que rajarle el cuello sea la mejor decisión... ¿Qué tal si le dejamos la responsabilidad a la gente de Yachi? Ellos son los que han sufrido los ataques de este hombre... ¡Deberían ser ellos los que decidiesen eso! - como si fuese la idea más brillante que tenía en mucho tiempo - y la verdad es que lo era, seamos sinceros - todo lo decía con un tono de voz alegre. - Venga, Kaido-niisan, llevémosle con las autoridades del lugar y terminemos nuestro cometido aquí.
Se acercó al hombre e hizo un amago de cargar con una parte de su cuerpo, pero paró, esperando una contestación por parte de ambos compañeros suyos.
-Lo habéis hecho genial, hacéis muy buen equipo - Susurró.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Solté una carcajada al ver que había dado de lleno y que incluso su alma estaba dolorida. Tanto fue así que su antifaz cavernicola no quiso presenciar la derrota y cayó repiqueteando contra el suelo. Incluso sus lágrimas no querían ser participes de ello y fueron cayendo por su atónito rostro. Antes de que pudiera reincorporarme el bacalao apresó de nuevo a Shinzo, esta vez dispuesto a terminar con la tarea por la vía rápida. Puso su kunai justo encina de su yugular.
—Qué dicen: ¿le rajamos el cuello?
La proposición del escualo era tentadora. debo reconocerlo, estuve a casi nada de posicionarme de su lado. Es más, estuve muy cerca de perforar su corazón de gilipollas con su propia arma. Pero la peliazul se me adelantó.
-¡No! - Exclamó rápidamente la única fémina del lugar. -Un momento, ¡él puede ser un bandido, pero no es un verdugo! Creo... - dudó por un momento llevándose su dedo índice al mentón, pensativa. -Aún así, no creo que rajarle el cuello sea la mejor decisión... ¿Qué tal si le dejamos la responsabilidad a la gente de Yachi? Ellos son los que han sufrido los ataques de este hombre... ¡Deberían ser ellos los que decidiesen eso! - como si fuese la idea más brillante que tenía en mucho tiempo - y la verdad es que lo era, seamos sinceros - todo lo decía con un tono de voz alegre. - Venga, Kaido-niisan, llevémosle con las autoridades del lugar y terminemos nuestro cometido aquí.
Chasquee la lengua y guardé el kunai que había empuñado previamente en mi mano diestra.
-Lo habéis hecho genial, hacéis muy buen equipo
-¡Oh, claro que no! En todo caso hacemos un equipo muy bueno. Pero lo cierto es que contra este gilipollas era imposible que saliéramos derrotados-
Di la vuelta para quedarme en la espalda del tipo que había intentado arrancarme la vida hacía tan solo unos instantes y suspiré para dejar salir mis instintos asesinos en lugar de tomarme la justicia por mi mano, agarre sus manos, las junté y con una telaraña se las aprisioné.
Veamos, veamos... Tu proposición es muy tentadora, Kaidete. Pero esta vez haré caso a mi camarada, que sea Yachi quien juzgue si merece seguir viviendo, de lo contrario lo ejecutaremos ante todo el pueblo-afirmé mirando a mis compañeros-Que sufra hasta el último suspiro, tal y como ha hecho sufrir a Yachi-
Aparte el brazo del de Ame y tiré del hombre de Shinzo.
-Andando, gilipollas-dije mirando de reojo y con desprecio aquel hombre que había sembrado el terror por aquellas tierras.