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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Pues que el tiburón terminó acertando. Eri y Yota eran compañeros de aldea, y ambos ejercían la función de un shinobi. Aunque por la tardanza con la que la bandana del muchacho salió a relucir, el tiburón pudo suponer que no se encontraba en servicio. Él tampoco lo estaba oficialmente, pero no era de los que guardaba normalmente el único símbolo que podía identificarle...

y habiendo tantos maníacos allí afuera que podrían querer experimentar con él por su apariencia —o venderlo en el puto mercado negro, quien sabe— era mejor tener una garantía que les impidiera tomar la iniciativa de hacer algo de esa índole.

Pero al final cada quien con lo suyo. Lo que importaba ahora era guardar las apariencias, porque de haber decidido pegarle minutos antes cuando tuvieron el encontronazo, probablemente se hubiese metido en un gran problema. Y Yarou-sama siempre era muy claro con lo cuidadoso que había que ser con los extranjeros.

—Vaya, vaya. Que suerte entonces que no te pateé el culo... podría haber causado una guerra —bromeó.

Kaido tenía en su cabeza el camino a seguir. Les soltó del abrazo "fraternal" con que les había impulsado al principio y continuó su avance con la suficiente velocidad para aventajarles un par de pasos. En el trayecto no dijo demasiado salvo para saludar a alguno que otro ciudadano, causándoles la impresión que amerita ser un tiburón y se inquirió a sí mismo un par de veces intentando recordar si debía cruzar a la derecha o a la izquierda.

Finalmente tomó su lado diestro y señaló a un par de metros más adelante lo que parecía ser una plantación. La gran plantación de Yachi, cubierta de un manto anaranjado, aunque adornado de tonalidades verdosas perteneciente a los frondosos arbustos. En el cielo, no muy lejos, las aves carroñeras aguardaban pacientemente el momento oportuno de descender para picar las frutas, pero la incipiente mirada de los estáticos espantapájaros parecía acobardarlas.

—Bueno, habéis venido por esto, ¿no?
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#17
Vaya, vaya. Que suerte entonces que no te pateé el culo... podría haber causado una guerra- Eri frunció el ceño ante la nueva provocación del chico con aspecto de pez, pero no le dio total importancia ya que justo en ese momento les soltó del abrazo que les había dado y comenzó a andar con mayor velocidad para así ir por delante de ambos shinobi del remolino. Lo vio saludar a varia gente que pasaba por ahí, pero ella, cohibida por sus acciones y haciendo gala de su creciente timidez por segundos, se fue pegando a Yota para esconderse detrás de él conforme avanzaban en su trayecto.

El tiburón movió la cola hacia la derecha... Digo, tomó el camino de la derecha y puntualizó la plantación que se encontraba delante. ¡Era...! ¿Extraño? Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza sin saber por qué, ya que, asustada, no dudó en apretar el agarre del que estaba preso el pelirrojo por la mano izquierda de la kunoichi, sin si quiera darse cuenta. Luego negó con la cabeza de una manera bastante cómica y no dudó en lanzarse a correr hacia la plantación dejando atrás a sus acompañantes.

Porque... Los temores tenías que afrontarlos cara a cara.

Ni si quiera escuchó a Kaido preguntar sobre su cometido en Yachi, ya que la peliazul cruzó los pocos metros que separaban su posición del manto anaranjado y verdoso en pocos segundos, incluso metiéndose en ellos con felicidad para acabar justo en frente de un espantapájaros que la asustó al no verlo venir, haciendo que retrocediese por inercia para acobijarse en los brazos de la compañía, con tan mala suerte de tropezar con una calabaza colocada en el momento justo y en el lugar justo para que Eri tropezase con ella y cayese de boca contra el suelo.

Se sentó sobre sus rodillas frotándose la frente, y sin evitarlo, rompió a llorar.

-... ¡BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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#18
-Me parece que lees demasiados libros, muchacho-

Tenía que ser eso. No entraba en ninguna cabeza que se iniciase una guerra por dos putos gennins del montón, menos aún entre aquellas dos grandes fabricas de gennins. Solo eramos uno más de nuestros respectivos hogares. Particulares, eso sí, uno hacia de tiburón y el otro de araña, pero seguíamos siendo del montón.Nada que no pudiese ser reemplazable.

Pronto el muchacho avanzó, liberándonos de sus ataduras azuladas y tanto Eri como yo procedimos a seguirle. Si todo iba bien nos guiaría hasta el huerto. a medida que avanzábamos, el escualo iba saludando a la gente con su particular manera de hacer amigos, pero no parecía importarle. Lo más probable es que estuviese acostumbrado a recibir ese tipo de miradas de desprecio.

Por su parte, la peliazul de Uzushio cada vez se agarraba más a mí. Por alguna razón estaba inquieta. Pose mi mano sobre la suya. Tuve la necesidad imperiosa de tranquilizarla. Como si por química o ciencia infusa fuese, pude notar que no estaba a gusto y entonces fue cuando activé definitivamente todas mis alarmas. si ya no me fiaba de Kaido, después de haber sentido aquello me fiaba aún menos.


-No debes tener miedo de nada. Si ese imbécil intenta hacerte algo lo lamentará- añadí con voz conciliadora -Ya verás como no será tan estúpido como parece-

Instantes después, llegamos ante aquella sabana de calabazas. Los campos eran inmensos y entre ellos una mancha azul destacaba. Era la cabellera de mi compañera que se había adentrado en los campos de plantación de las calabazas.

-¡Espera, Eri!-

Ignoré lo que dijo Kaido, ahora mismo me preocupaba mi camarada. Algo iba mal, ¿Por qué se había metido hasta ahí dentro de ese modo? Me daba cierta mala espina así que salí tras ella.

la chica empezó a retroceder, asustada hasta que tropezó con algo. En ese mismo instante la perdí de vista y las pulsaciones se me aceleraron por culpa de la adrenalina hasta que oí aquel llanto.


-¡Eri!-

Aumenté la velocidad y el tamaño de mis zancadas a medida que iba saltando calabazas e iba apartando ramas hasta que llegué hasta ella. Estaba sentada en el suelo, sus ojos brillaban y las lágrimas ensombrecían su rostro.

*Qué... cojones...*

Me froté los ojos, ladee mi cabeza enérgicamente, como si estuviese negando la realidad y me acerqué hasta ella, acuclillandome poniendo mi dedo índice y corazón bajo su barbilla


-Oye... ¿Estás bien?-

*Pensaba qué te habías hecho daño*

-Vamos, levántate, todo va a ir bien-

Le brindé mis manos y una sonrisa pero la pregunta era, ¿Confiaría en mí?
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#19
«¡Pero que niña tan tonta!»

Apropiado pensamiento. Porque Eri no sólo se asustó en medio de la plantación sino que tropezó, además, con una de las grandes calabazas. A pesar de la distancia, Kaido vio como la muchacha cayó despavorida al suelo y comenzó a chillar como bebé, a razón de lo que parecía haber sido un simple e inofensivo descuido.

El tiburón quiso reír. Quiso hacerlo a carcajadas. Pero se aguantó para no crear discordia, le era suficiente la tensión existente entre él y el propio Yota como para hurgar la yaga con el dedo. Además, si de algo pudo darse cuenta, fue del cómo actuaba Yota respecto a su compañera.

Bastó con ver como esprintó hasta allá con la finalidad de auxiliarla. Le ofreció una mano amiga y le alzó la barbilla como quien intenta animar a alguien.

Kaido se acercó y les observó a ambos, negando con la cabeza.

—¿Qué edad tienes, 8? —comentó austero— levántate, anda... tenemos que encontrar la calabaza perfecta para que lleves a casa.

Luego miró a Yota.

»Y tú, dale un beso ya. Que se te cae la puta baba, amigo.
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#20
No sintió la llegada de Yota hasta que éste se acuclilló para quedar a la altura de la joven huérfana y la rozó con dos dedos su barbilla, ¿estaría preocupado? Eri hipó mientras se limpiaba una lágrima que rodaba por su mejilla izquierda y asintió con un leve movimiento con la cabeza. Pero antes de contestar al pelirrojo con una respuesta sólida mezclada con balbuceos y murmullos, escuchó a Kaido por detrás de Yota, de pie y observándolos como si de un hombre que nunca se tropezara se tratase.

—¿Qué edad tienes, 8? —comentó austero— levántate, anda... tenemos que encontrar la calabaza perfecta para que lleves a casa.

Sin pararse a escuchar lo siguiente de lo que había hecho mención el shinobi de Ame, la chica comenzó a sollozar en silencio, haciendo fuerza para que el roce de los dedos de su compañero de villa se hiciese hacia un lado para poder llorar sin que la mirasen. ¡Él no sabía sobre el daño que se había hecho en la cara, jopetas! Hizo un puchero a sus manos que eran su único público mientras llovía sobre ellas.

Sin embargo, su berrinche fue a más, y de su interior empezaron a brotar palabras sin sentido que tomaban dirección hacia su salida, hacia la garganta de la joven. Se mordió el labio inferior para no soltarlas, pero ya era tarde.

-¡Aunque yo tenga una edad mental de ocho años, al menos no soy una cara de pez! - Le sacó la lengua aún con restos de lágrimas en la cara y sin dudarlo dos veces tomó las manos del Sasagani. Una vez incorporada depositó un beso en la mejilla del mismo. -Gracias, Yota-niisan - Murmuró, sonrojada.

Entonces, con paso tranquilo, se alejó lo suficiente para tomar una calabaza del tamaño de la palma de su mano, totalmente inmadura, y sin sopesar lo que podría ocasionar aquel acto, se la lanzó a la cabeza al de cabellos lisos y azules.

Ni si quiera se quedó para ver su reacción, salió corriendo sin esperar un nuevo reproche por su parte.
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#21
En cuanto me interesé por la peliazul, dejó de llorar con la intensidad que lo hacia y no tardé en mojarme los dedos en cuanto los puse bajo su barbilla y traté de alzar su mirada, vidrioso y frágil como el cristal de una ventana. Incapaz de contestarme, simplemente asintió. Era evidente que era un si más falso que un ryo cuadrado.

—¿Qué edad tienes, 8? —comentó austero— levántate, anda... tenemos que encontrar la calabaza perfecta para que lleves a casa.

-¿Tanto cuesta aparentar que no eres un borde? ¡Joder macho!- exclamé con cierta desesperación para acabar suspirando con pesadez.

Ni siquiera me dio tiempo a oír lo del beso. Eri tomó mis manos y se reincorporó recuperando su verticalidad mientras sufría en silencio.

Seguía sin entender la naturaleza de aquel llanto repentino.


-¡Aunque yo tenga una edad mental de ocho años, al menos no soy una cara de pez! - Le sacó la lengua aún con restos de lágrimas en la cara y sin dudarlo dos veces tomó las manos del Sasagani. Una vez incorporada depositó un beso en la mejilla del mismo. -Gracias, Yota-niisan - Murmuró, sonrojada.

¿Me había dado un beso de verdad?

Pude sentir perfectamente la calidez que daba aquella sensación. La amistad lo llamaban. La verdad es que una vez más, era distinto a las caricias y los cuidados de mamá; parecido pero a la vez distinto. Sin quererlo me veía forzado a aprender sensaciones nuevas en aquel singular día de invierno. Instintivamente mis mejillas se fueron propagando como si de un lagod e agua se tratase y pronto la piel se acabaría tiñendo de rojo.


-De n...nada..-

Acto seguido, como si de una gacela se tratase, la pequeña Eri tomó una calabaza verde y la lanzó con todas sus fuerzas en dirección al abrelatas de Amegakure.

*No... Otra vez no, por favor*

Pero lo hizo.

Volvió a huir entre sollozos. Pude comprender lo que sentía la kunoichi con las palabras de Kaido. Lo había sentido muchas veces durante mi infancia y en ocasiones todavía lo experimentaba en las calles de Uzushiogakure. La vergüenza, ser el centro de las burlas y las críticas, solo faltaban las risas provocadas del tiburón.

Salí de nuevo tras ella.

Tuve que correr unos pocos metros pero logré alcanzar su brazo antes de que saliéramos del campo de calabazas.


-Eri...- trataba de tranquilizarla con mis palabras. No sabía muy bien qué decir, pero poco a poco iban saliendo las palabras -¿Seguro que estás bien? ¿Qué ha pasado? ¡Y olvídate de ese imbécil! Conseguiremos tu calabaza y nos iremos de aquí, pronto lo dejaremos atrás y podremos olvidarnos de él-

*Pero como sigas huyendo la que se quedará sola serás tu*

Solté su brazo con la esperanza de que no volviese a correr.
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#22
A Kaido no le bastó con ver a la joven Eri en el suelo, magullada y solloza por su caída. Tuvo que soltar un comentario que probablemente le hizo sentir más vergüenza de la que ya cargaba encima, haciendo que la experiencia no fuera la más grata del mundo. Y ante semejante señalamiento, la muchacha no pudo reprimir mucho más tiempo las palabras a tal punto de devolver de tú a tú las recriminaciones que el tiburón comenzó desde un principio, con un mote que en lo personal había escuchado infinidad de veces.

-¡Aunque yo tenga una edad mental de ocho años, al menos no soy una cara de pez!

En efecto, él tenía el rostro repleto de detalles que le asemejan a un animal marino. No había novedad en eso ni para sí mismo ni para los que le rodean. Ella, en cambio, era débil e infantil; incapaz de hacer honor a la labor de un shinobi. Y aunque fuera algo que pudiese ocultar con el esfuerzo apropiado a fin de aparentar al menos un poco más de fortaleza, evidentemente no parecía demasiado interesada en hacerlo. Pues, que una simple caída la delatara era, cuanto menos; preocupante. Y aunque no lo viera en ese momento, ello podría traerle problemas más adelante cuando enfrentase situaciones que fueran realmente comprometedoras.

Por suerte, no era su problema. Los del remolino podrían encargarse de ello luego.

No obstante, el berrinche de la muchacha no había terminado allí. También lanzó una pequeña calabaza al rostro del gyojin y salió corriendo apenas su brazo hubo terminado el movimiento. Y Yota, como príncipe sobre corcel; le siguió un par de metros para detenerla.

«Al menos le ha dado un beso, el cabrón debería agradecerme»

Kaido suspiró hastiado y se estrujó los ojos. Podía hacer dos cosas: o les dejaba inmersos en su propio drama y les dejaba solos o se disculpaba debidamente a la espera de que la diversión no se fuera con ellos. Después de todo, Yachi no estaba siendo demasiado divertida de todos modos.

Caminó hasta ellos y carraspeó la garganta. Era evidente que lucía incómodo y las muecas en su rostro demostraban lo difícil que le resultaba siquiera pensar en decir lo siguiente.

—Mira, lo siento; ¿está bien? —argumentó con dificultad—. no he querido ofenderte ni nada similar. Es sólo que deberías esforzarte un poco más en guardar las apariencias, más cuando hay un shinobi de otra aldea contigo. Es probable que pueda traerte problemas luego, ¿entiendes?

Luego miró a Yota fugazmente, para volver a la peliazul.

»Tómalo como un consejo. Si no te lo decía yo ahora mismo, alguien más lo habría hecho luego. Solo estoy siendo un buen samaritano, aunque no tenga las mejores formas de hacerlo, evidentemente.

Sonrió. Inconsciente de que sus dientes no ayudaría demasiado, pero no había de otra.
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#23
Quería huir, escapar de la vergüenza que había sentido tras haber tropezado como una niña pequeña y tener un berrinche que no pudo controlar a tiempo, pero así era ella, y por mucho que le molestase o se quisiese liberar de las ataduras que tenía con su yo infantil, era una carga con la que tenía que vivir toda su vida. La carrera solo era para alejarse y tener un momento de intimidad con ella misma, así siempre se le pasaban estos ataques incontrolados.

Pero Yota no la dejó.

Antes de que pudiese alcanzar la puerta de madera que ya se encontraba abierta para su suerte, el Sasagani tomó su brazo impidiéndole la marcha. ''Malditas piernas cortas...'' Ese pensamiento solo aumentó las ganas que tenía de salir de ese lugar manchado de naranja, ¡encima de infantil, baja!

-Eri...- Fue llamada por su compañero de villa, más su cabeza no viró para enfrentar su mirada carmesí, ya que se quedó posada en la lejanía, donde quería huir. -¿Seguro que estás bien? ¿Qué ha pasado? ¡Y olvídate de ese imbécil! Conseguiremos tu calabaza y nos iremos de aquí, pronto lo dejaremos atrás y podremos olvidarnos de él-

¿Estaba bien? ¿De qué tenía miedo? ¿Y vergüenza? Bueno, nunca se había sentido demasiado bien consigo misma, pero... Un ninja tenía que ser fuerte y saber como controlar las situaciones por muy peliagudas que fueran. Lentamente fue girando la cabeza, o quizás el tiempo pasaba más lento, no lo sabía, lo que sí conocía era que tarde o temprano tenía que enfrentarse a las miradas tanto de Yota como de Kaido.

Así que enfrentó primero la de su compañero.

-Y-yo... - Tartamudeó, sin saber muy bien qué decir. Sus lágrimas comenzaban a secarse debido a la escasez de líquido que brotaba de sus orbes verdosos. Más antes de seguir, el chico que tenía facciones de animal marino se acercó de nuevo y comentó:

—Mira, lo siento; ¿está bien? —argumentó con dificultad—. no he querido ofenderte ni nada similar. Es sólo que deberías esforzarte un poco más en guardar las apariencias, más cuando hay un shinobi de otra aldea contigo. Es probable que pueda traerte problemas luego, ¿entiendes?

Qué manía con regañarla, por Kami, ¿y él qué sabía de la joven? Lo mismo que Eri sabía de Kaido: nada. Suspiró lentamente para que ninguno de sus acompañantes se enterase y escuchó terminar el relato del de la tez azulada.

»Tómalo como un consejo. Si no te lo decía yo ahora mismo, alguien más lo habría hecho luego. Solo estoy siendo un buen samaritano, aunque no tenga las mejores formas de hacerlo, evidentemente.

No sabía si sentirse aliviada o asustada después de que enseñase la sierra que tenía por dentadura. Eri mostró una mueca lo más parecida a una sonrisa y fue a hablar, en ese mismo instante cuando Yota dejó de agarrar su brazo por si acaso la kunoichi decidía emprender otra carrera por Yachi.

No supo por qué pero se vio desnuda ante aquel acto.

-Discúlpame, me enseñaron maneras en mi aldea pero no he sabido actuar conforme a ellas - soltó, inclinando su cuerpo ante ambos shinobi -.Kaido-san tiene razón y debería haber guardado las apariencias, pero mi actitud infantil ha podido superarme, ruego que me disculpéis, tanto Kaido-san como Yota-san -. Se le quedó corto el discurso, pero era lo mejor que tenía, o recordaba haber dicho con anterioridad para salvarse de un momento incómodo.

Luego levantó la mirada y sonrió sin rastro de muecas y lágrimas. -¿Me ayudáis a buscar una calabaza, por favor? - Preguntó con un ligero rubor en sus mejillas.
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#24
-Y-yo...

Había logrado detener su carrera, pero arrancarle las palabras me iba a ser más difícil, aunque ya contaba con ello. Nuestras miradas se cruzaron, pero fue tan solo un instante, pronto su mirada su desvió a otro punto, fue súbito y pude darme cuenta, también me di cuenta de la presencia del bacalao.

—Mira, lo siento; ¿está bien? —argumentó con dificultad—. no he querido ofenderte ni nada similar. Es sólo que deberías esforzarte un poco más en guardar las apariencias, más cuando hay un shinobi de otra aldea contigo. Es probable que pueda traerte problemas luego, ¿entiendes?

Joder, creo que por primera vez en lo que iba de día, el maldito bacalao no podía tener más razón. La actitud de Eri podía traer muchos problemas en una misión o en alguna que otra escaramuza de la aldea. Era inmadura y debía acelerar su desarrollo si quería evitar aquel tipo de situaciones, ¿Y si algún día era capturada? ¿Se pondría a llorar ante sus captores mostrando debilidad?

Suspiré con tal de liberar algo de tensión.


-Discúlpame, me enseñaron maneras en mi aldea pero no he sabido actuar conforme a ellas - soltó, inclinando su cuerpo ante ambos shinobi -.Kaido-san tiene razón y debería haber guardado las apariencias, pero mi actitud infantil ha podido superarme, ruego que me disculpéis, tanto Kaido-san como Yota-san

Mierda, ahora acababa de hacer una maldita reverencia, tampoco era eso...

-Tampoco hace falta que hagas una reverencia... ¡Ni que fuéramos tus superiores!-

*Al menos no se han dedicado más perlitas*

-Venga, vamos a olvidar todo esto, ¿Eh? Yo, como el gran Yota os perdono a todos, hijos mios- dije, buscando un tono algo más grave dando un leve toque de humor, principalmente para que la peliazul se relajase de una maldita vez -Y ahora vamos a por esa calabaza-

Al fin todo el mal rollo acumulado entre los tres pareció haber desaparecido. Hasta que Kaido optase por hacer el gracioso de nuevo.
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#25
La intervención del tiburón había servido para calmar los ánimos. Pues a pesar de que Eri seguía luciendo incómoda, al final zanjó el asunto al aceptar de manera grácil que había cometido un error, a tal punto de que también optó por disculparse. Pero eso realmente no hacía falta, Kaido sólo había intentado decirle la verdad; ella no le debía nada al gyojin en lo absoluto.

Mucho menos una disculpa y por suerte yota supo hacérselo saber con su respuesta.

-Tampoco hace falta que hagas una reverencia... ¡Ni que fuéramos tus superiores!

Kaido asintió.

—Tu amigo tiene razón, no pasa nada.

A simple vista todo estaba resuelto, aunque podía seguir sintiendo el resquemor de sus interlocutores para con su presencia. Pero cómo juzgarles, si no sólo se trataba de un extranjero perteneciente a una aldea distinta, sino que también lucía como un experimento de laboratorio.

El desconocimiento genera temor, y el temor te obliga a ser cauteloso.

No podía culpar a los tórtolos por eso.

Y aunque no lo esperase en lo absoluto, Eri decidió —quien sabe por qué— continuar aquel encuentro, pidiéndoles a ambos que le ayudaran a conseguir una calabaza. Kaido volvió a sonreír, sorprendido: hacía tiempo que no veía a una chica tan amable e inocente como ella. De hecho, le recordaba mucho a una persona de su propia aldea.

«Se parece mucho a Ayame» —meditó introspectivamente.

El tiburón les instó a reponerse, a fin de que le siguieran nuevamente hasta la plantación de calabazas. No estaban lejos y en menos de 30 segundos ya el gyojin se encontraba palpando un par de las pelotas anaranjadas intentando encontrar la más adecuada para su nueva amiga del remolino. No obstante, el barullo de unos cuantos ciudadanos alrededor de las casas que envolvían la plantación le obligó a voltear en súbito, pues parecían apurados en querer guardar todo y encerrarse en sus casas.

Antes de que uno de los trabajadores dejara todo para salir despavorido hacia cual fuese su hogar, Kaido le paró agarrándole la camiseta. Le observó con el ceño fruncido y contempló el temor que invadía el rostro del señor.

—¿Y a ti que te picó? —indagó—. ¿por qué estáis corriendo todos?

—Él ya viene, ¡ya viene! —advirtió— ¡Colmillo de sable Shinzo!

El hombre logró soltarse y terminó de dejar los linderos de la plantación con rapidez. Kaido no pudo hacer más que alzar los hombros y mirar a sus dos compañeros, confuso aunque un poco curioso sobre el tal Shinzo que hizo temblar a todo el pueblo.

Le pareció sumamente extraño, pues aunque llevaba allí unos 3 días; no fue sino hasta entonces que les vio actuar de esa manera. Quizás, solo quizás; se encontraba allí en el momento menos indicado del mes.

—¿Pero qué se ha fumado esta gente?
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#26
Se llevó una mano a la frente, impactando con la placa metálica que recubría dicha parte de su cara. ¡No atinaba con nada! Hinchó los mofletes un poco de forma reprochadora, mirando con los ojos entrecerrados por las rendijas de sus dedos al pelirrojo -Venga, vamos a olvidar todo esto, ¿Eh? Yo, como el gran Yota os perdono a todos, hijos mios y ahora vamos a por esa calabaza-.

Sus mejillas se fueron deshinchando como si de pequeños globos se tratasen mientras se coloreaban de un tono rosado y se comenzó a acariciar el flequillo con el dedo pulgar y el índice, ocultándose todavía más de las miradas de ambos. Ese chico comenzaba a gustarle y no sabía como tomárselo, incluso le empezaba a gustar Samekichi, ¡y eso era mucho decir! Estúpida gente. Kaido asintió y le dio la razón al Sasagani. Y colorín colorado, este cuento no se había acabado porque todavía quedaba encontrar la endiablada calabaza que necesitaba Yoko para seguramente un pastel que sabría a zanahoria. ¿Lógica? Ni la busquéis, porque no la hallaréis.

Dejó caer su mano al lado de su cuerpo y en pocos segundos ya se encontraba junto al intento de tiburón entre la cosecha anaranjada.

Acuclillada y fija en lo que quería hacer, no se percató de que uno de los trabajadores dejaba su trabajo y salía corriendo hacia justamente la dirección opuesta, presa del pánico, pasando inoportunamente al lado de Kaido, quien lo agarró y preguntó por su reacción.

—Él ya viene, ¡ya viene! —advirtió— ¡Colmillo de sable Shinzo!

O el hombre se zafó de las garras del pez, o es que Kaido no lo quería retener más tiempo. No lo entendía, al igual que no entendía quién era ese tal Shinzo y por qué estaban todos tan atemorizados por esa noticia. Estaba más perdida que una pelota de tenis en un limonero, aunque nunca había jugado al tenis con anterioridad...

—¿Pero qué se ha fumado esta gente?

-Pero... ¿Las calabazas se fuman? Porque aquí solo hay calabazas... No creo que puedan fumar otra cosa... ¿Acaso es malo? - Preguntó con aire inocente, tapándose la boca ante tan semejante estupidez. Negó rápidamente con la cabeza y compuso una cara más seria dentro de la multitud de expresiones faciales que la huérfana tenía. -¿Deberíamos... Investigar? No por nada somos ninjas, y si la gente necesita ayuda... - Sugirió, girando su cabeza hacia su compañero de villa y luego volviendo a mirar al experimento de Ame.
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#27
Antes nosotros se nos presentaba un nuevo escenario, totalmente atípico de lo que habíamos vivido en aquel lugar. Se respiraba paz y amor, aunque algo no había cambiado. Eri seguía con una actitud que me seguía preocupando, seguía dando la sensación como de ponerse a llorar de nuevo en cualquier momento, tapándose el rostro y dejando entrever solo un poco de sus esmeraldas pupilas mientras se iba toqueteando aquel mechón de pelo azulado que caía por su frente.

Opté por no dar importancia a lo que hacía. Igual actuando así no pensaría en llorar sino en buscar la dichosa calabaza que la había traído hasta aquel lugar.

No obstante, Kaido se posicionó de mi lado ante las reverencias de la kunoichi. No podía estar más de acuerdo en aquel momento. eran del todo innecesarias. Pero los perteneciente a aquello ya estaba más que superado.

Ahora el pueblo empezaba a revolverse como si una gran tormenta o peor aún, un violento huracán fuese a azotar aquel territorio ¿De qué se trataría? Se me erizó todo el bello que protegía mi piel ante una sensación de lo más desagradable y angustiosa.

Me llevé uno de mis caramelos a la boca para no pensar mucho en ello y que aquella corazonada pudiese llevarla de la mejor manera posible.

Kaido pude detener a uno de los nativos del lugar que corría a todo lo que daban sus piernas. Pero logró apresarlo con sus zarpas preguntando por la naturaleza de aquella reacción en masa.


—Él ya viene, ¡ya viene! —advirtió— ¡Colmillo de sable Shinzo!

No pude evitar soltar una sonora carcajada.

-¿Colmillo de sable Shinzo?- pregunté mientras trataba de controlar las risas, pero el bacalao ya le había soltado -¿Qué clase de energúmeno se pone un nombre tan patético?- pregunté al grupo.

-Ante ustedes el poderoso y temible colmillo de sable Shinzo-

De nuevo volví a reírme. Me estaba resultando extremadamente divertido, no podía ocultarlo.

—¿Pero qué se ha fumado esta gente? preguntó el escualo sorprendido

-Pero... ¿Las calabazas se fuman? Porque aquí solo hay calabazas... No creo que puedan fumar otra cosa... ¿Acaso es malo? - Preguntó con aire inocente, tapándose la boca ante tan semejante estupidez. Negó rápidamente con la cabeza y compuso una cara más seria dentro de la multitud de expresiones faciales que la huérfana tenía. -¿Deberíamos... Investigar? No por nada somos ninjas, y si la gente necesita ayuda...

Reí con el primer comentario de la kunoichi, pero después ya se puso más seria. Por lo visto tenía interés en que fuéramos nombrados los héroes de Yachi.

Pero aquello ni nos iba ni nos venía.


-Pues yo lo que haría es coger la maldita calabaza e irme de aquí lo antes posible- miré a la peliazul -Nosotros nos debemos a Uzushiogakure y ponernos en problemas aquí solo nos traería.. eso, problemas. ¿Tu qué harás Kaido?-

Sí, era un afirmación totalmente egoísta, pero no quería más problemas de los justos y necesarios y si había una posibilidad de evitar cruzarme con ese tal Shinzo, cogería esa oportunidad y la tomaría con todas mis fuerzas. Activé el mecanismo de mi mano derecha metiendo mi dedo índice en la anilla, haciendo girar el arma sobre él para acabar empuñándolo como si fuera un machete.

-Hay que estar preparado para todo, no tardaran en llegar-
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#28
Entre la introspectiva de Eri y la latente cobardía de Yota, Kaido no pudo hacer más que sentirse plausiblemente atraído por la posibilidad de que un gran peligro acechara a la humilde ciudad de Yachi. Aquello le interesaba por el hecho de que el día cogía más sazón con un posible enemigo en sus planes y no la simple tarea de buscar junto a sus dos nuevos compañeros la calabaza perfecta para que la muchacha peliazul pudiera llevar a su hogar.

Sin embargo, existía la posibilidad de que se tratase de un asunto que sus manos no pudieran resolver; aún cuando él creyera fervientemente tener la capacidad para afrontar toda amenaza existente. Kaido era fuerte, y lo era más por creérselo sin falta.

La pregunta radicaba en si debería tentar su suerte estando tan lejos de casa o por el contrario, tendría que tragarse el orgullo y hacer caso a la opinión de Yota.

—Yo me quedaré a ver qué sucede. Me intriga saber quién diablos es ese tal Shinzo, más aún porque llevo tres putos días en esta ciudad y no escuché nunca de él.

Como si hubiese frotado la lámpara del genio, su deseo terminó cumpliéndose en ipso facto. En lo más lejano de la ladera, entre los borrosos reflejos emitidos por los rayos del sol; la figura de unos cuantos caballos se asomó en un trote lento y amenazante. Sobre ellos cabalgaban 5 hombres, siendo el del medio el que llevaba la delantera por unos cuantos centímetros del resto.

Él era el que destacaba del grupo. Vestía con un par de pieles cubriendo su torso, el rostro lucía un par de marcas rojas atravesando a lo largo sus párpados y sobre todo aquello; una especie de máscara similar a un cráneo de algún animal le cubría la cabeza. Y de ella, dos grandes colmillos de marfil se extendían hasta casi tocar su papada.

«Muy pero muy predecible...»

Kaido se acercó a su grupo y susurró, aprovechando la cobertura de las grandes hortalizas de la plantación. Mientras, el grupo bajaba de sus corceles y marcaban sus pasos hacia las casas cercanas. Cuatro de ellos tocaron varias puertas, a la vez que sostenían muy de cerca el puñal de sus armas colgando en las cercanías de su cintura.

—Venga, iros ya. Kaido debe prepararse para darle una paliza al tigre asustadizo de Shinzo.
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#29
—Yo me quedaré a ver qué sucede. Me intriga saber quién diablos es ese tal Shinzo, más aún porque llevo tres putos días en esta ciudad y no escuché nunca de él.

¡Ojalá hubiese pedido la calabaza perfecta! ¿Que por qué? Pues porque de la nada, en la lejanía se pudo observar como unas figuras montadas en caballo comenzaban a bajar al pueblo de Yachi, cinco hombres, ni uno más ni uno menos; y el que llevaba clara ventaja sobre los demás debería ser el cabecilla de todo esto.

Y no se equivocaba.

Un par de pieles cubrían su pecho y en su rostro - aunque con dificultad, ya que Eri tuvo que entornar los ojos para verlo con claridad debido a la luz del sol que entorpecía su tarea de examinar al intruso - se podía apreciar unas marcas rojas, y sobre éstas, una especie de cráneo con dos grandes colmillos que llegaban pasándose de la barbilla.

''Supongo que por eso le llaman colmillo de sable Shinzo... Aunque tiene dos colmillos, ¡es una contradicción en sí misma!'' Sulfurada, llevó una mano a su mejilla izquierda y con el dedo índice se rascó, sin saber muy bien qué hacer. Kaido quería quedarse, quería enfrentarse contra ese tal Shinzo y por si fuese poco también traía seguidores que de seguro comenzarían la guerra contra el tiburón aunque estuviese en total desventaja. ¡Vaya injusticia! ¿Es que no sabían lo que era el honor? Por otro lado estaba Yota, al que miró de reojo... Él sí que se quería largar a Uzushiogakure en menos que cantaba un gallo por la mañana, porque no venía a cuento el problema del de los dientes de sable, pero... ¿Y ella?

Cogió una calabaza pequeña y madura, la mejor que había encontrado hasta ahora y se la guardó en su portaobjetos, gracias a Kami-sama que cabía ahí...

—Venga, iros ya. Kaido debe prepararse para darle una paliza al tigre asustadizo de Shinzo.

Se encogió de hombros cuando el joven de Amegakure susurró aquello mientras que los intrusos enemigos de Yachi comenzaban a hacer de las suyas - sí, es que Eri no sabía con exactitud qué hacían allí aun, pero seguro que no era nada bueno - y sin mediar más palabra se fue por las casas más lejanas a la posición del enmascarado.

Sí, ella no se iría, pero tampoco podía quedarse allí, temeraria, como estaba haciendo Kaido. ¿Qué haría una enclenque como ella contra cinco personas? Por eso, se quedaría escondida, y analizaría los movimientos de aquella panda de estúpidos descerebrados, para, o bien reportarlo a la Uzukage y mantener informada a su villa sobre esto, o bien... Salir corriendo a ayudar al de cabellos azules.

''Estúpido cara de pez...'' Mordió su labio inferior mientras escalaba la casa y se posicionaba en el techo, observando con claro interés - su curiosidad estaba latente -, a ver qué sucedía.
[Imagen: ksQJqx9.png]


—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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#30
—Yo me quedaré a ver qué sucede. Me intriga saber quién diablos es ese tal Shinzo, más aún porque llevo tres putos días en esta ciudad y no escuché nunca de él.

Aquel imbécil era un maldito inconsciente. Estaba dispuesto a tirarse de cabeza contra vete a saber qué. Tan solo teníamos un nombre, de lo más ridículo por cierto, pero al fin y al cabo solo un nombre. Para redondearlo, aquello ni nos iba ni nos venía. ¿Acaso los de Yachi eran nuestros aliados? Era una absoluta temeridad exponernos a una pelea que no presagiaba nada bueno.

Fue entonces cuando Shinzo, con sus matones se vislumbraron en la lejanía, haciendo gala de su estúpido mote, puesto que llevaba una calavera en la cabeza a modo de máscara, probablemente de un felino similar a un tigre que lucía unos colmillos largos y curvados que le protegían y al mismo tiempo daban una imagen imponente. Eri tardaba en decidirse, estaba tardando demasiado. Hasta tal punto que ya no había marcha atrás, si huíamos nos expondríamos a los villanos y lo más seguro es que no dudarían en tratar de darnos caza, a fin de cuentas eran 5 y nosotros solo éramos 2, 3 contando a Kaido, aunque no esperaba de su misericordia. Él solo estaba allí para divertirse y tocar las pelotas.


—Venga, iros ya. Kaido debe prepararse para darle una paliza al tigre asustadizo de Shinzo.

Fue entonces cuando la pequeña de pelos azules reaccionó moviéndose con cautela pero a la vez con determinación, llegando hasta las cercanías de una de las casas para acabar escalandola, obteniendo así un puesto vigía improvisado.

*¿Qué tramas?*[/i]

-Bueno, estamos esperando esas agallas de las que tanto presumes, ya puedes salir a hacer tu demostración de testosterona-

Una simple y llana provocación. Yo por mi parte me mantendría en mi lugar, estando pendiente de lo que sucedía en aquel tejado al mismo tiempo que mantenía un ojo en Shinzo y sus lacayos.
[Imagen: K1lxG4r.png]

[Imagen: dlinHLO.png]

Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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