Había pasado un tiempo desde aquella conversación entre su "maestro" y ella. Tras una semana ayudando en su pequeño local y haciendo alguna misión sencilla esporádica, Ren decidió salir a dar un largo paseo de varios días, visitando diferentes sitios. Para aquella travesía, vistió de forma sencilla; una sudadera oscura, unos pantalones iguales que tenían algunos bolsillos en los laterales y unas zapatillas que subían hasta sus tobillos para resguardar el final de los pantalones con una suela blanca bajo estos. En su cintura, llevaba el daisho que tanto le había costado conseguir, compuesto por una wakizashi y una uchigatana.

El lugar actual en el que estaba, era una localidad que había visitado en el pasado, pero no aquel sitio en concreto. Tras llegar al lago, lo bordeó un poco hasta pararse con las manos en los bolsillos a contemplarlo, y de rebote el puente donde solía combatirse. Su expresión era algo seria, pero no alicaída.

Finalmente se agazapó, para coger un par de piedras, buscando las mas planas. Observó la que tenia en la mano, y tras ello la lanzó con fuerza, buscando que rebotara sobre la superficie del actualmente tranquilo lago. Consiguió que saltara una vez.

— Tsk — protestó sin estar conforme con el resultado.

Tras los sucesos acontecidos, Hana no era precisamente el espiritu de la navidad. Estaba ensimismada en sus propios pensamientos. Había algo que no le gustaba en todo aquello pero todavía no había sido capaz de apuntar exactamente el qué. Siguió haciendo misiones sencillas, pero sus ropas de combate y su bandana cada vez le costaban más de llevar. Algo se había despertado en su interior y no estaba contenta con la situación actual. Pero era una guerra, era normal no aceptarla y estar triste por ella, ¿no?

Tras entregar un pedido en el valle de los dojos, se acercó al lago. Le recordaba al lago de Shiona, aunque sin el bello monumento que era, evidentemente. Fue hasta el puente y anduvo hasta más o menos el centro del lugar. Se sentó en el puente de tal forma que le colgasen las piernas mientras observaba el agua tranquila. No había ninjas entrenando, como la última vez que lo había visitado. Algunas personas cruzaban por el puente, pero apenas suficiente para decir que estaba transitado.

Vestía una capa de viaje de color crema con detalles rojizos en los bordes y tenía la cabeza gacha, observando el lago.

En su esporádico entretenimiento, pudo ver a una persona en la lejanía cruzar parte del puente antes de sentarse. No reconoció quien podía ser dada la gran distancia; siguió tomando otras piedras y prosiguió lanzándolas de forma pausada entre ellas, esperando a que la superficie del lago se calmara antes de lanzar la siguiente. Consiguió aumentar el numero de saltos con algo de rapidez al terminar de pillarle el truco a la forma en la que debía de lanzarlas. Mientras, intentaba no pensar demasiado, y centrarse solo y exclusivamente en proseguir lanzando esas piedras.

— ¡Si! — Exclamó victoriosa cuando consiguió que una diera hasta cinco brincos.

Observando los alrededores le fue imposible no darse cuenta de que había alguien tirando piedras al lago. De hecho, estaba enturbiando la superficie del agua y haciendo que su meditación dramatica fuese perturbada. Se empezó a fijar en aquella chica en la lejania. No parecía una niña, ¿qué hacía intentando que las piedras rebotasen en el lago? Su vestimenta era casual y no daba mucha información.

Se puso de pie, pues estar sentada ya no era tan relajante con una loca tirando piedras al lago. Por desgracia, tenía que ir en su dirección para salir del valle de vuelta a la villa. Algo se removió en su interior al pensarlo. Volver a la villa... Si pudiese contactar con Ren... Cuando volviese le mandaria una carta para quedar y le explicaría todo. Ella... Torció el gesto. No podía mentirle pero tampoco queria importunarla.

Empezó a caminar hacia el final del puente donde estaba aquella lanzapiedras con la mente completamente ocupada.

Tras otro breve rato, aquella persona comenzó a moverse para terminar de cruzar el puente, concretamente en la orilla donde estaba ella. Sus lanzamientos cada vez se hicieron mas largos y pausados, mirando de reojo a aquella persona. Pero cada vez su mirada se torcía más, cada vez era menos sutil y cada vez tiraba las piedras peor. Tardo en reconocerla, pero era como si algo la empujara a estar pendiente de ella cada vez que estaba cerca, como si algo más en su interior lo supiera aunque ella no fuera capaz de encontrarla o verla.

— ¿Hana? — Dijo finalmente escapando las palabras de su mente, con un par de piedras en la mano manteniéndose en el mismo sitio sin moverse apenas.

Estaba bastante apartada de ella, por lo que decir unas palabras en un tono tan normal no la hubieran alcanzado a menos que tuviera un oído extremadamente agudo. Caminó hacia ella, instintivamente, pero pronto su paso se fue acelerando, hasta que al final acabó emprendiendo una carrera a pleno pulmón pese a que ella no estaba activamente alejandose de ella.

— ¡Hana! ¡Hana! — Gritó mientras recortaba cada vez más la distancia que las separaba.

En cuanto escuchó su voz, supo quien era. No era una voz que fuese a olvidar nunca, ni aunque quisiera. Se giró y se bajó la capucha de la tunica, dejando ver su pelo suelto y caotico, lejos del elegante peinado que solía llevar.

— ¡Ren! — la llamó yendo a su encuentro y estrechandola en una abrazo al instante.

Ren le sacaba practicamente dos cabezas, así que Hana apenas le llegaba a los hombros para abrazarla, pero la estrechó con fuerza igualmente.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Ren correspondió sin dudar a su abrazo, dejando escapar un par de carcajadas de la alegría. Tras un rato en aquel fuerte abrazo, la separó mirándola con los ojos llorosos y una amplia sonrisa, cogiéndola de las mejillas. Se quedó otros segundos mirándola con aquella expresión antes de besarla sin pronunciar ninguna palabra.

— Por las Diosas, Hana. Algo me decía que estabas bien, que estabas viva, pero no podía quitarme la desagradable sensación y pensamiento hasta que te he visto... — Sonreía ampliamente con los ojos cristalinos por las lágrimas que estaba reprimiendo, a la vez que alguna leve y cálida sonrisa se le escapaba.

Y la mente de Hana se convirtió en un paramo yermo en cuanto Ren la agarró y la besó como si tal cosa. No había un solo pensamiento en su cabeza, pero Ren había hablado y parecía que esperaba que ella también lo hiciese.

— Eh, je, yo... — palabras, necesitaba palabras. — Sí, estoy bien. Y tú... — empezó a decir separandose un poco para verla entera. — Has crecido todavía más.

Comentó volviendo a subir la mirada a sus ojos con una sonrisa de oreja a oreja. Sus manos aún estaban en su cintura y no parecían querer moverse de allí. Hasta que recordó cómo llevaba el pelo. Automaticamente se separó del todo y empezó a intentar peinarse con las manos como pudo.

— P-Perdona, no esperaba encontrarte aquí. Iba a mandarte una carta cuando llegase a la aldea para ver si querías que nos viesemos en el lago de Shiona. Tengo que decirte algo y no quería hacerlo por escrito porque, bueno, ya sabes. Es mejor hacerlo en persona y no quiero que intercepten nuestro correo y lean según qué cosas. — cuando ya tenía adecentado el pelo se dio cuenta de lo que parecían insinuar sus palabras y enrojeció. — ¡Que no es que yo fuese a escribirte nada calenturiento! ¡No me refería a eso! Es otra cosa. Que debería decirte. Pero...

La miró indecisa, preocupada por cómo reaccionaría Ren si se lo contaba y, al mismo tiempo, solo quería pasar un día tranquilo con ella sin ese peso de conciencia.

Ren siguió riendo ante las reacciones y palabras de Hana al principio, cogiéndola de las manos un rato para luego soltarla ya que empezó a arreglarse el pelo. Entre medias, puso una cara picaresca; primero por lo bien que se podía mal interpretar y después porque ella misma lo dijo, arrancandole otro par de suaves carcajadas.

— Bueno... Ya no hará falta que la escribas, ¿que es lo que querías contarme? — dijo mirándola completamente embelesada, pasando una mano por su rostro para recogerle un mechón rebelde de pelo por detrás de la oreja.

Ver a Ren tan contenta de verla a pesar de su terrible aspecto le relajaba el corazón, pero lo que tenía que contarle era, bueno, otra cagada suya. Le cogió una mano a Ren con suavidad y la miró a los ojos.

— Sé que te dije que no debíamos involucrarnos en la guerra, que solo eramos genin y que nos quedasemos en las villas. Pero yo sí fui con mi villa... Y, la verdad es que me arrepiento, Ren. Lo que vi allí, lo que pasó... — tragó saliva, sintiendo nauseas solo de recordarlo.

No pudo continuar, solo subió la mirada a los ojos de Ren, con los ojos llorosos y sin poder decir otra palabra.

Aquello la molesto, y le hizo desdibujar su sonrisa por un mal gesto de desagrado y algo de enfado. Sin embargo, no es algo que hubieran terminado de prometer o por el estilo así que...

— Eso... No importa... Yo me tiré casi medio año llorando en la habitación tras lo de los torneos al no tener noticias tuyas... — Puso una mano sobre la suya, reafirmando el agarre y esbozando está vez una sonrisa algo más débil. — Será egoísta... Pero solo puedo dar gracias a los cielos de que hayas vuelto con vida... Conmigo...

Sus manos temblaron pese a estar siendo agarradas por las de Hana.

— No, no. Ren, tú me prometiste que no irías y lo cumpliste y yo me metí en aquello como si... como si... Oh, Ren. — finalmente no pudo más y volvió a abrazarse a ella, llorando completamente desolada.

Tenía que recomponerse, contarselo todo, pero no podía. Cada vez que intentaba decir alguna palabra más se le hacia bola en la garganta. ¿Cómo iba a decirselo? ¿Cómo iba a plantearselo? ¿Lo entendería? ¿Intentaría hacerla cambiar de opinion?

La morena la volvió a abrazar, besándole la frente en el proceso antes de apoyar la cabeza sobre su hombro y reafirmar el abrazo con fuerza.

— Cada vez que nos separamos... No puedo evitar al cabo de un tiempo imaginarme lo peor... Pensar que no te volveré a ver o cualquier cosa posible... Si pudiéramos estar más en contacto la una con la otra que unas simples cartas... Seguramente no estaría tan asustada — algunas lágrimas escaparon de sus mejillas mientras reconfortaba la cabeza en su hombro y suspiraba en este. — Lo siento... Tal vez yo también este pecando... No tengo mucha confianza en mi misma y puede que esté siendo muy posesiva contigo...

Hana se recuperó un poco con las palabras de Ren y, sobre todo, con su abrazo. Ahora sentía lo que no había sentido desde que había vuelto. Sentía que estaba en casa.

— No te disculpes, Ren. — consiguió decir separandose de nuevo lo suficiente para mirarla a los ojos, esos brillantes zafiros. — Justo quería decirte... No quiero volver a la villa, Ren. Desde... lo que pasó... No me siento en casa allí. No me siento segura. Aquí sí me siento en casa. Contigo.

Lo soltó sin pensar y sin realmente explicar mucho, pero era lo que sentía en ese momento y esperaba que Ren la entendiese.

Aquellas palabras sonrojaron de inmediato a Ren quien la miraba directamente con los ojos ligeramente abiertos de la sorpresa, pero no fue lo único que hicieron, también calentaron el corazón de la morena haciéndola inmensamente feliz.

— Yo... N-No se ni que decir — río ligeramente dejando que una lágrima recorriera una de sus mejillas. — No hay ningún otro sitio en el mundo en el que esté tan feliz que no sea a tu lado... — acaricio con suavidad la mejilla de la rubia.