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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ren-neechan, ¿me ayudas con una cosa de física? — eso solo era para que le dijera que sí, después la convencería para el resto.

La joven la observaría con una mirada angustiada, para después mirar a sus padres, que le devolvieron otra pero de confusión. Ren asentiría moviendo muy levemente la cabeza, sin saber donde se estaba metiendo.
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Gracias, Ren-neechan. Eres la mejor. — le dio un breve abrazo y después la agarró del brazo para arrastrarla hasta el estudio.

Una vez cerrase la puerta tras ella suspiraría y volvería a encarar a Ren.

Mira, sé que no me quieres ver ni en pintura, y lo entiendo. Ahora tienes tu vida y no me necesitas. Y-Y-Y yo tampoco te necesito. Bueno, ahora sí, pero no por ti, sino por esto. — cogió un papel de encima del escritorio y se lo enseñó a Ren, era el examen de la morena, un examen casi perfecto. — Dime la verdad, ¿copiaste? ¿Hiciste trampas?

Tenía que confirmar eso antes de pedirle nada más, si realmente había sido ella, le pediría que la enseñase, y sino, pues no.


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Mira, sé que no me quieres ver ni en pintura, y lo entiendo. Ahora tienes tu vida y no me necesitas. Y-Y-Y yo tampoco te necesito. Bueno, ahora sí, pero no por ti, sino por esto.

¡N-No, yo...! — pero antes de poder excusarse, le mostró su examen ¿Casi perfecto? Tenía la máxima nota.

Dime la verdad, ¿copiaste? ¿Hiciste trampas?

¡No, yo no copio! — respondió. — Simplemente se me dan bien los números; en el resto de cursos siempre acabo con sobresaliente en esas materias. Aunque... No puedo decir lo mismo de otras...

Aquella breve conversación, le hizo olvidar la preocupación sobre la enfermedad de su hermana.
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¡No, yo no copio! Simplemente se me dan bien los números; en el resto de cursos siempre acabo con sobresaliente en esas materias. Aunque... No puedo decir lo mismo de otras...

Entonces a Hana se le ocurrió como convencerla sin problema.

Vale, vale, ¿qué te parece si me ayudas con los números y yo te ayudo con todo lo demás? ¿Eh? Una idea genial ¿verdad?

Sin duda, lo era. Así ambas sacaban beneficios y ella no tenía que explicarle a Ren la historia completa de lo desesperada que estaba. Solo quedaba como un trato entre hermanas para ayudarse a estudiar.


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Vale, vale, ¿qué te parece si me ayudas con los números y yo te ayudo con todo lo demás? ¿Eh? Una idea genial ¿verdad?

¿Estaba a meses de morirse y ella quería estudiar solo para sus exámenes? ¿Las notas seguía siendo lo único que le preocupaban? Asintió sin discutir con tristeza en la mirada; si esa era su voluntad, lo que quería, no podía hacer otra cosa más. Si con eso conseguía volver a ver esa sonrisa que desaparecería de forma fugaz, que así fuera.

C-Centrémonos primero en lo tuyo entonces... — dijo nerviosa moviendo las hojas de la libreta, en búsqueda de una completamente en blanco.
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C-Centrémonos primero en lo tuyo entonces...

Podría haber mantenido a Ren engañada hasta la semana siguiente, cuando ya tuviese lo que quería, pero podía ver la tristeza en su rostro y en su actitud. Era tan raro ver a Ren triste que le partía el corazón. Pero no se había pasado semanas echandola de menos para ahora dejarla ir sin más.

Entonces... ¿me prometes que me ayudaras a estudiar? Promesa... ¿de meñique? — alargó el meñique en dirección a Ren con una ligera sonrisa.


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Entonces... ¿me prometes que me ayudaras a estudiar? Promesa... ¿de meñique?

Correspondió con el suyo; manteniéndolo con un silencio y más tiempo del debido, haciendo que fuera palpablemente incómodo, pero ella no lo notó, estaba demasiado absorta. Después, decidiría volcarse en cuerpo y alma en las explicaciones; durante varias horas, rellenaría hojas, la ayudaría a hacer ejercicios, además de dar cientos de ejemplos; tomando pausas cuando ella se lo pidiera. En esas mismas pausas, y a lo largo de las explicaciones, acabaría riendo cuando se equivocasen o comentara algo, pero su risa siempre acabaría de la misma forma; con una expresión triste y apagada.
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En cuanto se pusieron manos a la obra fue como si todo aquel tiempo separadas no hubiese existido. Bueno, tal vez no era para tanto, pero al menos parecían amigas. Estudiar siempre había sido un trabajo de concentración para Hana, tiempo en silenció que pasar pensando y rellenando muchas veces teniendo que invertir varias horas en lo que Ren apenas invirtió unos minutos en solventar.

Tuvo que pedirle varias veces que le explicase como lo hacia y, para sorpresa de la rubia, no se burlaba de ella. Por lo menos no continuamente, solo de vez en cuando y después podía ver como se arrepentía. Hana no podía aguantarse más. Tenía que decirselo.

Ren. Tengo que decirte algo, pero sé que me vas a odiar cuando te lo diga. Aunque la culpa es tuya en parte. — Entonces su cerebro la traicionó, haciendo la pregunta que llevaba en su mente desde aquel día. — ¿Te arrepientes, Ren? Ya sabes... de aquello.

Con las mejillas coloradas le apartó la mirada, pero no por vergüenza, si no porque sabía que no le iba a gustar la respuesta. Aun así, necesitaba saberlo.


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Ren. Tengo que decirte algo, pero sé que me vas a odiar cuando te lo diga. Aunque la culpa es tuya en parte.¿Te arrepientes, Ren? Ya sabes... de aquello.

¿Que? No — respondió casi al momento, pero desvio la mirada a los papeles del suelo; se habían tirado tantas horas que ya estaban sentadas en el suelo, con miles de folios de un lado para otro. — Bueno... En parte sí... Quiero decir; supongo que malinterpreté tus sentimientos y... Lo siento... No debí haber hecho algo así, y mucho menos sin permiso... — le desvió la mirada de nuevo. — Y-Ya había sido todo algo violento entre nosotras desde el principio pero ahora... Ahora lo es más... Y todo por mi culpa...

Miraba con tristeza un folio entre sus manos.
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¿Que? No

Hana sintió como revivían unas mariposas en su estomago que ni siquiera sabía que tenía

Bueno... En parte sí... Quiero decir; supongo que malinterpreté tus sentimientos y... Lo siento... No debí haber hecho algo así, y mucho menos sin permiso...

Las mariposas estaban tan confusas como Hana de si debían existir y revolotear o volver a sus capullos para siempre. ¿Qué quería decir? ¿Ella quería o no? No podía pensar que malinterpretó nada si había sido la mismísima Hana la que le había dado el último beso. ¿Estaba poniendo excusas?

Y-Ya había sido todo algo violento entre nosotras desde el principio pero ahora... Ahora lo es más... Y todo por mi culpa...

Abrió la boca para contestarle. Para decirle literalmente cualquier cosa. Sí que había sido culpa suya que todo se fuese al traste, pero no por las razones que se creía. Hana pensaba que simplemente había estado jugando con ella. Quería decirselo pero entonces algo encajó en la mente de la rubia. Había conseguido volver a tener a Ren a su lado, puede que temporalmente y seguramente se enfadase con ella muchisimo cuando le confesase la verdad. Porque ya no dudaba que la camarera de esa mañana había sido su hermanastra.

Llevaba todo el día dedicandole miradas tristes como si de un cachorrito cojo se tratase. Así que decidió seguir con su linea de aquel día y aprovecharse una vez más. De un manotazo, le quito el folio de las manos a Ren y empezó a gatear hacia ella. Estaban una enfrente de la otra así que ni siquiera tendría que dar dos gateos. La empujó contra el suelo y se le echó encima.

La puso entre ella y el suelo, tumbada y le colocó un brazo a cada lado de la cara. Se acercó muy lentamente, cerrando los ojos mientras sus labios se acercaban a los de Ren. Cuando estuvo a una distancia escasa, se detuvo unos segundos, disfrutando cada segundo de nerviosismo e incertidumbre. Entonces la besó con lentitud, con cariño y con delicadeza.

Un último beso antes de la bomba.


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¿Eh? — derrepente, Hana le arrebató el folio con la fuerza de un tifón; salvo confusión y sorpresa, nada más quedaba en el cuerpo de Ren; pero estos se acentuaron posteriormente.

La rubia la acorraló en un segundo contra el suelo, en otra ocasión jamas hubiera podido, pero estaba demasiado consternada como para reaccionar como debería. Pese a que todo pasó en un instante, a la joven se le volvió una eternidad; sus ojos azulados se conectaron por un instante con los dorados de su hermana y todo se volvió a cámara lenta. Los cabellos de ambas se mecían por el movimiento hasta que se quedaron inmóviles; la oscura y larga melena de Ren parecía mucho más inmensa al estar extendida por el suelo, como un oscuro mar, coronada por una cascada dorada que caía de Hana.

Un suave rubor comenzaría entonces a florecer, y se intensificó cuando las palmas de Hana tocaron el suelo a ambos lados de Ren. Su respiración se volvería lenta y muy profunda; otra vez, como aquella noche, pero era incapaz de apartar la mirada, aquellos ojos ámbares tenían un brillo hipnótico.

Sus labios se rozarían, e involuntariamente soltaría un suspiro con un suave tono, sin negar ni por un solo momento lo que se le venía encima. Aquellos pálidos labios temblaban, y parecían querer decir algo desesperadamente. Fue dulce y gentil, ni por asomo se parecía a los suyos. Y lo disfruto, lo gozó, hasta el último instante; pasando los brazos alrededor de su cabeza exigiéndole más y más.

La caprichosa ahora no sería Hana.
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La imagen de Ren entre ella y el suelo, sonrojada y esperando sus labios sería una que tardaría en borrarse de su mente. Seguramente la viese cada vez que cerrase los ojos para irse a dormir. Era, sin lugar a dudas, lo más hermoso que había presenciado en su corta vida. Además tenía el toque especial de que Ren siempre quería aparentar ser dura y ella la había visto deshacerse ante sus acciones.

El plan de Hana era un beso bonito y dulce pero corto, pues tenía algo que confesar. Sin embargo, Ren no la dejó irse, eso sumado a que ella realmente tampoco quería que ese momento acabase, se dejó hacer por su hermana mayor.

Y un beso llevó a otro y a otro, cada vez que una paraba, la otra lo retomaba segundos después tras haber cogido algo de aire. En algún momento que la rubia no podría concretar ni aunque volviese a vivir esos mágicos minutos, Ren se había colocado encima de ella.

Se separaron de nuevo, ella contra el suelo y Ren con una mano sujetando la nuca de Hana y la otra apoyada en el otro lado de su cabeza. No podía dejar de impresionarse por lo azules que eran los ojos de Ren, de un azul puro y salvaje, como el mar revuelto. Entonces recobró un poco de cordura y puso una mano en el pecho de Ren para detenerla.

Ren, espera, hay algo que deberías saber. — se quedó en aquella posición recobrando algo más de aliento antes de seguir.


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Ren, espera, hay algo que deberías saber. recortó algo de distancia después de que aquel frenesí se detuviera, apartándola suavemente con la mano.

¿Que es lo que quería? Oh, es verdad; se estaba muriendo. Pero en un principio se supone que ella no sabía nada, asi que seguramente fuera a contarle aquello, se haría a sorprendida, no le costaría mucho; pues seguiría incredula.

D-Dime... ¿Q-Que ocurre? — respondió acariciando sus hombros con ambas manos, y los ojos entrecerrados; quería evitar llorar.
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D-Dime... ¿Q-Que ocurre?

Al ver la tristeza más que evidente de Ren, tuvo que soltarlo.

No me estoy muriendo, Ren.

Se quedó mirando a su hermana esperando su reacción. O la miraba extrañada o... bueno, reaccionaba. Solo esperaba que no la odiase, al menos no para siempre. ¡Pero era ella la que le había mentido primero! ¿Yuki? Venga, hombre, el nombre más falso del mundo mundial.


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Lo comprendió todo en un instante; cuando le daba al coco, la lógica podía llegar a ser su punto más fuerte, por eso se le daban tan bien los números. Sabía que aquella mañana la había reconocido, y que por tanto, sabía lo de que "se estaba muriendo". Era más que obvio con como reaccionaba y actuaba Ren durante todo el día en casa.

Un sonoro guantazo sonaría entonces, dejándole una marca rojiza en una de las mejillas de Hana; mientras de los ojos de su hermana, brotaban a mares las lágrimas.

¡ERES UNA ESTUPIDA! ¡¿ME OYES?! ¿¡A QUE VINO ESO?! ¡¿PORQUE VAS Y ME DICES QUE TE ESTABAS MURIENDO?! ¡¡¿¿TIENES IDEA DE LO ANGUSTIADA QUE ME HAS TENIDO TODO EL DIA??!! — No cesaba de llorar ni por un instante durante todo su enfado, solo hizo una pausa al final para llevarse las manos entrecerradas a sus irritados, furiosos, y tristes ojos.
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