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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
¡Bam, bam, bam! A comer, coño, a comer.

Yoku Reon alzó una ceja mientras torcía su musculado cuello para dirigirle una mirada mitad intrigada, mitad sorprendida. No obstante, nada comentó al respecto. Mientras tanto, Kila había terminado de limpiar el estropicio, recogiendo los restos con una escoba y recogedor y pasándole una fregona rápida.

Pasado el tenso momento, los cuatro empezaron con el desayuno. No tardarían mucho hasta que Kaido abriese la boca, interesándose por la sobrina de Jitsuna.

Ah, ¿sí? ¿Y a qué se debe esa ansia? —quiso saber, Jitsuna.

Yoku Reon torció la boca, en una especie de sonrisa macabra, mientras clavaba la mirada en el amejin. A juzgar por su expresión, también estaba ansioso, aunque él solo por ver la respuesta que daría Kaido.
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#47
—Ah, ¿sí? ¿Y a qué se debe esa ansia?

Kaido vistió su lengua de gala, y respondió.

—A que es la única compañera de trabajo que me falta por conocer. Además, Kano-dono me habló muy bien de ella, y de usted —se torció hasta Reon—. así que me interesa mantener la constante y causarle también una buena impresión como a todos, que después de todo, vamos a trabajar juntos.

Se llevó otro pedazo de pan a la boca, y continuó comiendo.
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#48
Yoku Reon torció el gesto, algo disconforme por la acertada de la respuesta de su compañero provisional. Jjitsuna, por otro lado, asintió, mientras se llenaba otro vaso de zumo.

Suele levantarse algo más tarde…

Como si hubiese sentido que habían estado hablando de ella todo aquel tiempo, Shenjin Koe hizo acto de aparición. Era una chica de unos diecisiete años, de cabello teñido de azul turquesa, que le caía de forma ondulada hasta por debajo de los hombros, piel clara y ojos oscuros. Se notaba que su cabello natural era negro como el carbón, pues tenía unos centímetros de ese color en el nacimiento de su pelo, libre de tinte. Vestía un jersey de lana claro y ancho, unos leggins negros y unas botas altas. En la mano, un gorro de lana con visera que todavía no se había puesto.

Buenos días —dijo con aire ausente. Parecía en su propio mundo, perdida en sus pensamientos, hasta que vio a Kaido… y sus dientes de sierra. O quizá fue su piel azulada la que le llamó la atención. Parpadeó varias veces, hasta que se dio cuenta que probablemente estaba siendo maleducada y carraspeó—. Pensé que solo contrataríamos a una persona… —dijo, desviando la mirada hacia Kila.

Tu tío se empeñó en tener a dos para las fiestas… Y ya sabes cómo se pone cuando se le mete algo en la cabeza.

Koe apenas desvió la mirada hacia su tía.

Mi nombre es Shenjin Koe. Un placer.

Yo soy Kila.
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#49
Al parecer, y salvo por Jitsuna, era de familia lo de levantarse tarde. Él no podría quejarse sin embargo, que de no ser por Kila, también seguiría en el quinto sueño.

Aunque hablar de la sobrina supuso una especie de encanto que terminó llamándola, y ésta finalmente hizo acto de aparición. Era una adolescente que podría tener diecisiete, como mucho. Vestía bastante simplona y tenía la imagen de una rebelde. Sobre todo por el estrambótico tinte que gobernaba el entero de su cabello salvo por algunas raíces en las que aún su negro carbón natural vencía por sobre el turquesa.

Kaido se le quedó mirando, con la intriga a millón. Sin saber bien qué suponer, teniendo en cuenta las sorpresas que había podido llevarse al conocer tanto a Reon, como a Koe; dos de sus sospechosos. Porque alguno de ellos tendría que tener alguna información que le pudiera llevar hasta el ladrón, o a los motivos por los cuales éste lograba entrar a Baratie a cometer sus fechorías.

—El placer es mío, Koe. Shirosame, para servirte —dijo, mientras señalaba uno de los asientos—. y bueno, ¿qué me pueden decir de las fiestas? ¿qué es exactamente lo que se celebra?
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#50
Los cinco continuaron con su desayuno, con el plato y la silla vacía de Shenfu Kano como nota discordante. A Kaido se le había respondido que la fiesta era en honor a un Dios menor del mar, que había feria al medio día, que se celebraban diversos juegos en la ciudad a la tarde, y que a la noche del día siguiente habría fuegos artificiales. Además, ellos daban su propio espectáculo, cosa que ya descubriría en su momento.

A lo largo del desayuno, el amejin pudo darse cuenta de dos cosas. Primero, que Shenjin Koe y su tía no se llevaban muy bien. O que andaban enfadadas. Lo notaba por cómo la adolescente le respondía siempre con monosílabos secos. Por cómo evitaba mantener contacto visual con ella. Por cómo resoplaba cuando la tía le pedía que le acercase el plato con tostadas. Lo segundo, que Shenjin Koe tampoco parecía llevarse muy bien con Yoku Reon. Era como si hubiese un muro invisible entre ellos dos. Ni se hablaban, ni intervenían en la conversación del otro.

Pero Kaido pronto tuvo que dejar a un lado las pequeñas intrigas familiares para ponerse manos a la obra. Los primeros clientes fueron llegando, como un goteo suave pero continuo, y el amejin se hartó de servir cafés, desayunos y hasta algún vaso de alcohol para los que necesitaban empezar las mañanas con energía. Se ayudaba con Kila para mantener cada mesa debidamente servida, con Jitsuna en la barra y Yoku Reon en la cocina. Koe, por otro lado, apenas ayudó en nada. Estaba en una esquina del local, junto a una ventana circular, escribiendo algo en un cuaderno de portada púrpura.

No fue hasta la llegada de la comida, que Kaido se dio cuenta que iba a sudar, y mucho. Empezaron a servir también en las mesas de arriba —que tuvieron que colocar rápidamente—, y a él le tocó atender toda la cubierta. Una tarea titánica —de no ser porque era ninja—, en la que le tocaba continuamente andar subiendo y bajando escaleras.

En un momento dado, vio a Shenfu Kano entrando por la puerta del pasillo. Se dirigió a la cocina y, cuando vio a su shinobi volviendo por las escaleras, le hizo un gesto de mano para que fuese hacia él.

En aquel momento, Kaido llevaba tres pedidos anotados, y volvía con un plato de entrecot para que el cocinero lo pasase un poco más. Al parecer, le había pedido a Kaido que la carne estuviese bien hecha, pese a que él recordaba —y muy bien, además— que se lo habían pedido justamente al contrario: con la carne sangrando.
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#51
Para Kaido, el desayuno transcurriría con suma tranquilidad, muy a pesar de todo lo que pudo percatarse en el entre tanto. Actitudes esquivas, unos ignorándose a los otros, respuestas vagas y reticencia entre los miembros de una familia que ahora se antojaba disfuncional. Por lo general, aquello habría sido sumamente divertido para Kaido, pero aquello no hacía más que embarrarle sus asuntos con un poco más de mierda. Cabían tantas posibilidades ahora que incluso dudaba del mismísimo Kano, y de la veracidad de todo aquel drama. Para su pesar, no tenía de otra que ir sopesando sobre la marcha.

Y hablando de marchas, vaya que tuvo que mover los pies en cuanto la clientela comenzó a ingresar al restaurante Baratie. Igual el desayuno pareció ser un paraíso respecto a la faena que le cayó a él y a Kila en cuanto llegó la hora del almuerzo. Pero por sobre todo a él, cuya asignación a las mesas de la cubierta le obligaba a subir y bajar las escaleras tantas veces que sintió en algún momento que las batatas le iban a explotar.

Mientras llevaba un par de pedidos, e iba de vuelta a la cocina para darle más coacción al plato de un hijo de puta que bien que le había pedido su corte a término 3/4, comprobó que Kano finalmente se había dignado a hacer acto de presencia. Y le llamó, como a hurtadillas, a lo que Kaido no tuvo más remedio que acercarse mientras luchaba contra viento y marea para no perder el ritmo de sus mesas.

¡Pst! sí, Kano, dime. ¿Todo bien?
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#52
Shenfu Kano asintió, tras mirar de reojo que Jitsuna estaba entretenida cobrando a unos clientes, y le mandó pasar a dentro de la cocina.

Te veo apagado, Kaido —le confesó, mientras Yoku Reon atendía unos filetes de carne a la plancha al otro lado de la cocina. No pareció darse cuenta del desliz de su jefe, que mencionó el verdadero nombre del amejin—. Vamos, ven —le pidió, con voz mucho más baja de lo habitual. Casi podía decirse que hablaba con el tono de una persona normal.

Le llevó entre los fogones, deteniéndose en una pequeña mesa que Yoku Reon estaba utilizando para cortar las verduras. Entonces, se sacó una pequeña bolsita de plástico con polvo blanco en su interior, que vació encima de una pequeña bandeja metálica.

Ah, ¡ya iba siendo hora! —exclamó Yoku Reon, al verlo. Se acercó con ojos brillantes y frente perlada en sudor, esperando a que su jefe terminase de preparar el polvo. Con una tarjetita que tenía, lo machacó y separó en tres finas rayas.

Solo para ocasiones especiales —indicó a Kaido, muy seriamente, mientras Yoku Reon no paraba de sonreírse—. Ayuda a despejarte, y te limpia por dentro. Muy medicinal, esto. ¡Muy medicinal! —terminó exclamando, recobrando poco a poco su habitual vozarrón.

Yoku Reon fue el primero en catar aquel polvo mágico. Envolviendo un billete, e introduciendo un extremo por una de sus fosas nasales, dejó su particular línea blanca limpia y reluciente tras aspirar con entusiasmo.

¡Bam, bam, bam y para dentro! —exclamó Kano, que fue el siguiente. Su nariz sonó como alguien con mocos que aspira con fuerza para intentar que no le caigan—. ¡BAM, BAM, BAM! —rugió, dando tres puñetazos al aire, cuando respiró toda la nieve. Ahora sí era el Kano que Kaido había conocido—. ¡Vamos, grumete! —le ofreció el billete—. ¡Envuélvelo con esta parte metálica por dentro, así resbala mejor! ¡Bam, bam, bam!
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#53
Te veo apagado, Kaido —si hubiera tenido las manos libres y menos olorosas, se habría destrozado la nariz con lo fuerte que tendría que haber sido aquel facepalm. El gyojin cogió un color morado y viró a todos lados con premura, esperando que alguien le hubiera escuchado—. Vamos, ven.

No debía haberle seguido, perlo lamentablemente; lo hizo.

Y lo que pasó ahí adentro le detonó la cabeza, destruyéndole todas sus maquinaciones. La bolsa con el polvo blanco, las líneas que fueron preparadas con la pericia de un digno esnifador. Incluso la complicidad de Reon para con Kano —a pesar de haberlo atacado moral y verbalmente frente a Jitsuna esa mañana— que ahora velaban por recobrar el ímpetu con la coca.

Vio acercarse el billete, y miró fijamente al viejo.

Con que ésta es la mierda que escondes en esa puta caja fuerte, ¿verdad, hijo de la gran puta?» —meditó, indudablemente mosqueado. ¿En qué clase de andanzas estaba metido Kano?

—No, gracias. No sabéis lo que puede causar un pase en un tipo como yo —tampoco tenía idea, por más que conociese qué clase de droga era, o cómo lucía. Tenía que dar las gracias a las calles de Shinogi-To, y a los cientos de cocainómanos que las transitaban durante la noche—. no os atragantéis, dejad un poquito para la fiesta de esta noche.

Complicidad. La complicidad era la respuesta para todo, al menos en esa ocasión. Jugar a los esquivos y aparentar estar del lado correcto, muy a pesar de que su trabajo era ver y analizar todo desde arriba.

Se dio la vuelta con una flagrante sonrisa y les guiñó el ojo. Un guiñe que se traducía en estas cosas van mejor con una cerveza en una mano, y una teta en la otra. Dejó la carne para cocinar y volvió a sus deberes, para pensar en qué diablos iba a hacer después.
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#54
¡Oh, vamos! ¡Me decepcionas! —miró a la raya sobrante, con pena. En el restaurante Baratie había una máxima muy clara: no se desperdiciaba nada. Sin ningún tipo de complejo, envolvió de nuevo el billete, y colocándolo de nuevo en la nariz, aspiró con un sonoro ¡track!, que sonó como si un pequeño rayo hubiese caído allí—. ¡BAM, BAM, BAM! —rugió, dándose golpes en el pecho—. ¡Ahora sí, ahora sí, ahora sí!

Kaido no había visto —y probablemente no volvería a ver— a ningún hombre trabajando con tanto ímpetu. Estaba en todas partes y en todos lados, como una fiera encerrada en una jaula. Era un ruidoso tornado, que al sonido de bam, bam, bam hacía volar los platos con sus respectivos pedidos. Ni una gota de aceite de más. Ni un solo plato que no estuviese perfectamente presentado. Ni un error. Ni un descuido. Shenfu Kano era una máquina perfecta que no concebía el fracaso, la demora, o el mínimo fallo.

Tal era su entusiasmo, que Kaido juró que podría ponerse a repartir él mismo la comida y aún así tendría tiempo de atender a la cocina.

Y así, las horas pasaron, hasta que poco a poco todos los clientes se fueron retirando, dándoles tiempo para comer ellos mismos. Era media tarde, y todavía les quedaba por trabajar a la noche.

¿Tú qué quieres para comer? —preguntó Reon a Kaido, tras ir uno por uno preguntando.

Luego, Kano le tomó por los hombros y dijo:

¡Ven a echarme una mano! —le espetó, como si estuviese en la otra punta del barco y no pegado a él. Le condujo por el pasillo de las habitaciones, cerrando la puerta tras de sí—. ¿Y bien? ¡¿Algún avance?!
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#55
¿Tú qué quieres para comer?

—Una cazuela de mariscos —dijo, evidentemente cansado. Entre tanto, se masajeaba el rostro con las manos y pegó un par de bostezos antes de que Kano le reventara los tímpanos pidiéndole que le echara una mano. Miró a Reon y sonrió—. no me juzgues, ésto no puede considerarse canibalismo.

Dicho lo dicho, se levantó y siguió a Kano hasta la encerrona de las habitaciones, donde el regente de Baratie le increpó sobre los avances de la investigación.

—Oh sí, claro que hay un avance. Uno bien gordo. ¡Porque ahora resulta! que me encuentro con una familia de chiflados donde todos parecen odiarse los unos a los otros y que apenas pueden compartir un desayuno sin poner malas caras. Además, ahora resulta que el regente de Baratie es un jodido cocainómano y quién sabe en dónde coño ha de conseguir esa mierda blanca que se mete hasta los sesos, o con qué tipo de gente se involucra para hacerlo —El gyojin estaba molesto. Porque mientras siguieran mintiéndole a la cara, más difícil sería entender la situación y unir los puntos correctamente. Porque ahora mismo, el ladrón podría ser cualquiera de los presentes, o peor aún, cualquiera de sus conocidos—. Entonces sí, Kano-san. Estamos avanzando. Avanzando hacia el punto límite en el que me va a explotar la puta cabeza y voy a empezar a dar de hostias a todo Dios para que me escupan las verdades. Y con todo el respeto del mundo, voy a tener que empezar por usted.

Bufó, y miró a los lados, ocupándose de no hablar muy alto. Luego le señaló el cogote a Kano.

»Eso es lo que guarda en la caja fuerte, ¿verdad? ¿la jodida nieve?

La vena de su frente tiritaba como si fuese a reventar en cualquier momento.
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#56
A medida que Kaido hablaba, Shenfu Kano pareció amilanarse, encogido y sin escapatoria. Todo lo pequeño que un oso podía encogerse. Es decir, no mucho.

¡Exageras, Kaido, exageras! —rugió, ante semejantes acusaciones de su propio shinobi. ¿Para eso le pagaba? ¿Para que le culpase a él?—. ¡Bueno!, —tuvo que reconocer—, ¡quizá sí que guarde algo de mi polvo mágico en la caja fuerte! ¡Pero es que no conoces a mi mujer! —se justificó—. ¡Me arrancaría los huevos si descubriese que me medico con eso!
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#57
Lástima que a Kaido le importase un cojon y medio si delante tenía a un oso, un dragón, o al mismísimo Ame no Kami en cualquiera de sus míticas formas. Ese era uno de sus más grandes defectos aún y cuando él lo creía una imperiosa ventaja: que no se acojonaba ante nada, ni nadie.

Con Shenfu Kano no iba a ser diferente.

—El estado de tus huevos es el menor de tus problemas, Kano. Ahora... —suspiró, y trató de calmarse—. trata de diluir tu blanca euforia y piensa un poco. ¿Qué otra cosa iban a buscar en tu caja, sino? ¿Y si buscaba eso en particular, quién puede ser sino alguien que conozca de tu adicción? —trató de atar cabos, los pocos que tenía. Luego tuvo una ligera sospecha. Infundada —. Reon. ¿Sabes que el tío habla mierda a tus espaldas? lo hizo ésta mañana durante el desayuno en frente de todos, incluso de tu señora esposa. Parecía —no, parecía no, lo estaba— inconforme por la inmensa carga laboral que recae ahora sobre su espalda que deriva, según él, de la poca atención que le das a tu jodido restaurante —dijo, endulzando un poco la historia—. pero, en cuanto sacas la bolsa mágica y decides compartir los pases, te sonríe con hipocresía. Ahí sí eres el jefe pródigo.

Torció el gesto y apretó los dientes, esperando que su intuición no le estuviera fallando.

—Él es el principal sospechoso. Pero aún está el tema del dinero, que no cuadra en la puta historia. Quizás robar las ganancias de la registradora sea sólo una distracción, no sé. Joder. —reviró con la mirada a Kano, y empezó a arrojar otras insinuaciones con más discreción—. ¿qué pasa entre tu Koe y tu esposa? parecen no llevarse bien. Y Jitsuna tampoco con Yoku. Ilumíname.
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#58
La papada de Shenfu Kano bailaba de un lado a otro como una hoja a la deriva. Luego, se puso roja y dura, como todo en su rostro, cuando Kaido tuvo a bien revelarle la triste realidad: Yoku Reon le vacilaba a sus espaldas.

¿¡Cómo dices!? —rugió, cuando el shinobi le dijo que solo era el jefe pródigo cuando compartía su polvo mágico con Reon. Ya había escuchado suficiente—. ¡Ese malparido! ¡Se va a enterar de quién es Shenfu Kano! —estalló, sin dejar terminar a Kaido, con un vozarrón tan potente que vibró en todos y cada uno de los tablones de madera del barco.

Como un búfalo en estampida, apartó a Kaido con el hombro y abrió la puerta que daba al gran comedor de un golpetazo.

¡REON! –rugió, con las venas del cuello a punto de estallarle—. ¡Después de todo lo que te di! ¡De todo lo que te enseñé! ¿¡Así es cómo me lo pagas!? —Yoku Reon se mostró confuso y sorprendido. Entreabrió la boca y frunció el ceño, como si le hubiesen pillado con el pie totalmente cambiado—. ¿¡Hablando mal de mí a mis espaldas!?

Yoku Reon frunció todavía más el ceño.

Quién coño te ha… —Desvió la mirada hacia Kaido, y un brillo iluminó su mirada—. ¡¿Has sido tú, bocachancla?! ¡Contesta!

El trío de mujeres, tanto o más sorprendidas que el propio Reon por el giro de acontecimientos, se habían quedado petrificadas en su sitio, sin saber qué decir o hacer.
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#59
Y fue en ese preciso momento en el que Kaido se dio cuenta;

de que la cagó en bandeja de plata.

Puso la torta en el momento en que creyó que era buena idea soltar los trapos sucios de sus familiares a Kano mientras estuviese bajo los efectos del polvo blanco. Y de creer también que podría controlar la eufórica reacción de su interlocutor una vez le compartiese sus sospechas. Pero, siendo los efectos de aquella droga un territorio desconocido para él, no pudo prever que Kano sucumbiría ante su ira y pasaría de largo los caminos del subterfugio para renegar directamente de aquel que hablaba a sus espaldas.

Kaido, en calidad de shinobi; no tuvo más remedio que seguir la corriente a Kano e improvisar. Como lo había estado haciendo desde que aterrizó en Taikarune, prácticamente.

Quién coño te ha… —Desvió la mirada hacia Kaido, y un brillo iluminó su mirada—. ¡¿Has sido tú, bocachancla?! ¡Contesta!

¡Ups! se me chispoteó —le replicó, gallito; y sonriente mientras fingía sorpresa—. pero bueno, ya que estamos, bien podrías responder a lo que te está preguntando Shenfu-sama, ¿eh?

Apretó las manos y compuso su cuerpo a fin de estar preparado para una arremetida de Yoku Reon, si es que se dignaba a descargarse con el tiburón.
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#60
Paso de ver una discusión sobre quién la tiene más grande —soltó Shenjin Koe, la sobrina de Kano, tras el rifirrafe entre Kaido y Yoku Reon.

Se alejó con zancadas largas por las escaleras, subiendo hasta la cubierta del barco y desapareciendo tras ella. Kila la siguió poco después, despreocupada por la creciente tensión que se estaba caldeando en el ambiente. Jitsuna, por su parte, se mantuvo en su sitio, con las manos algo levantadas y la duda reflejada en su rostro, sin saber qué hacer.

Al mismo tiempo, Yoku Reon recortaba la distancia que le separaba de Kaido y…

…le soltó un tremendo puñetazo en la mejilla. Uno que, de darle, le dejaría un pequeño moratón en la piel. Puede que el cocinero no fuese ningún ninja, pero sus brazos musculados no eran de adorno.

Ups, ¡se me chispoteó!

¡YOKU! —rugió Shenfu Kano, tan tenso que hasta su papada se había quedado de piedra—. ¿¡Cómo te atreves!?
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