Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La verdad es que no sabía cómo había conseguido convencer a su hermano de que la llevara hasta allí, pero al final lo había hecho.
Le costó más de un día, de hecho, entre sutiles y no tan sutiles reclamos, entre alguna que otra discusión y unos pocos pucheros. Y es que para cumplir su deseo, desde el Puente Tenchi donde se había encontrado con aquel extraño mercader de Takigakure, Ayame y Kōri se vieron obligados a bordear todo el País de la Cascada por el límite que marcaba con sus vecinos, el País de la Roca, el País de la Tormenta y el País de los Bosques. Por lo que el viaje se prolongó, como mínimo, durante tres días más.
Ayame era muy consciente del esfuerzo que suponía su capricho de última hora, y no podía dejar de sentirse culpable por ello. Pero de verdad quería verlo, había algo que la atraía hacia allí con la fuerza de un agujero negro. Y una vez se le había metido la idea en la cabeza, ya no hubo marcha atrás.
—Eres una niña caprichosa —dijo Kōri aquel día, con ese tono de voz tan característicamente monótono que tenía.
Ayame le dirigió una sonrisa nerviosa a modo de disculpa. Pero el sentimiento de culpabilidad que podría haber sentido enseguida se vio eclipsado por un nervioso aleteo en su pecho cuando atravesaron la última fila de árboles.
—¡Vaaaaaya! —exclamó, incapaz de contenerse.
Habían llegado. Tras largas jornadas de viaje sin apenas descanso, al fin habían llegado a punto de encuentro entre los que habían sido los tres países principales del continente ninja hasta hacía apenas unos meses. El Valle del Fin se abría ante los dos hermanos como una colosal boca en el interior de la tierra. Estaban en lo alto del acantilado, y aún así el martilleo de la cascada contra la superficie del lago creaba un resonante eco a su alrededor que prácticamente la ensordecía. Sin embargo, Ayame ni siquiera parecía notarlo, sus ávidos ojos recorrían el paisaje tratando de memorizar cada pequeño detalle. Aunque enseguida se detuvieron sobre las tres titánicas estatuas que rompían la monotonía del lugar: Uzumaki Shiomaru, un hombre de cabellos cortos vestido con un largo kimono; Koichi Riona, una hermosa mujer que llevaba una armadura de samurai; y Sumizu Kouta, un anciano de cabellos y barba inmensamente largos, seguían guardando el lugar después de doscientos años desde su lucha con los nueve bijū.
—Quédate aquí, tengo que ir a comprobar algo.
La voz de su hermano mayor la sobresaltó, pero Ayame no tardó en asentir con energía. Kōri desapareció con una pequeña ventisca que le provocó un ligero escalofrío, pero la muchacha seguía con la mirada prendida de las tres estatuas como si buscara que le comunicaran algo.
La peliblanca se acababa de desviar del camino principal para seguir en dirección al valle, puesto que este se desviaba hacia el Noreste para terminar rodeando el lugar. La nueva senda, a diferencia de la anterior, era un pequeño sendero de tierra de nos más de dos metros de ancho (quizás un poco menos) que serpenteaba entre los árboles y arbustos.
Apenas podía ver el cielo gris que parecía amenazar tormenta o quizás se estaba tomando un respiro, pues la joven podía sentir como sus pasos se hundían en la tierra mojada.
Ajena al riesgo de terminar mojada, Mitsuki, avanzaba distraída observando la flora de aquel lugar. Era muy diferente a la que estaba acostumbrada, de hecho, desde que estaba en el continente no había visto más que árboles de mil formas diferentes. La variedad sin duda era mayor que en su lugar de origen, quizás fuese por el gran abanico de climas que había podido disfrutar en sus pocos trayectos o al menos eso era lo que ella pensaba.
Sus pasos la llevaron a atravesar el lindero del bosque, quedando justo frente al gran lago que surtía de agua a la catarata que se adueñaba del lugar con su ensordecedor sonido. La primera impresión de la Hyuga fue dar la razón a todos los que le habían recomendado ir a ese lugar, aquellas tres enormes estatuas rodeadas por agua y bosque tenían algo que dejaría a cualquiera sin palabras. Sin duda era un lugar digno de su leyenda, un monumento a la altura de la hazaña que conmemoraban.
Mitsuki avanzó unos pasos, alejándose del linde del bosque en dirección a la orilla del lago. Justo cuando avanzaba se dio cuenta que bastante cerca de ella, apenas unos metros a su derecha había alguien que también parecía estar absorbida por el lugar. Aunque tan sólo pudo ver el perfil, cantaba a la vista que debía de ser una kunoichi (como ella ahora mismo), el brillo metálico en su frente y aquellos ropajes entre tonos azulados y violáceos casi lo confirmaban.
No era la primera vez que la Hyuga se topaba con alguien de otra aldea, ni tampoco la primera vez que lo hacía fuera de una ciudad. Aún así se sentía un poco nerviosa, ¿sería de taki o de otra aldea? La verdad es que no lo sabría hasta que se girase y pudiese ver el símbolo de su bandana. Sin embargo, esta vez decidió apartar sus dudas y tratar de no seguir titubeando en todo. Sin más preámbulos, decidió romper el hielo mientras dejaba que su mirada se perdiese en el paisaje.
—Es precioso...— comento la joven que avanzó hasta quedar justo a la derecha de la joven, separada por apenas un par de metros o quizás un poco más. Lo hizo con voz suave y sin disimular sus pasos, no quería asustar a la otra kunoichi pero tampoco quería forzar la situación.
1/12/2015, 19:30 (Última modificación: 1/12/2015, 19:31 por Aotsuki Ayame.)
Y así estuvo durante varios minutos, como si ella misma se hubiese convertido en una estatua más del paisaje, con la mirada petrificada en las tres tallas que custodiaban el legendario Valle del Fin. Y tan absorta se encontraba que no sintió la presencia que acababa de hacer acto de aparición en la escena hasta que su voz la sobresaltó:
—Es precioso...
Ayame no pudo evitar pegar un brinco. Y el raspado de sus sandalias sobre el terreno liberó algunas piedrecitas que terminaron cayendo por el barranco hacia las aguas del lago. La sensación de peligro pasó sobre su piel como la delicada caricia de un bisturí, y la kunoichi giró la cabeza bruscamente hacia el origen de aquella suave voz.
La encontró a unos pocos metros a su izquierda. Quizás, demasiado pocos. Era una joven que parecía rondar su edad, pero indudablemente bonita. Sus largos cabellos, del color de la nieve, caían con suavidad por detrás de su espalda como una cascada de nieve. E igual de pálida eran sus ojos, nublados, del color de la luna, carentes de pupila. ¿Acaso era ciega? Sin embargo, si había algo que destacara más que aquellos extraños y hermosos ojos era, sin duda alguna, las exóticas líneas negras que recorrían sus mejillas como si de un tigre siberiano se tratara.
«¿Todas las kunoichis de Uzushiogakure son tan guapas? ¿Acaso hacen como examen de graduación un casting de belleza en lugar de medir su fuerza?» Se sorprendió pensando, tras reparar en la placa metálica que llevaba adosada en torno a la frente.
Y sin embargo, volvió de nuevo la mirada a las tres estatuas.
—Más que precioso... Imponente —un escalofrío recorrió su espalda. No sabía si era cosa de sugestión propia, pero le parecía sentir una extraña energía cosquilleante en el ambiente. Como electricidad estática. No estaba del todo cómoda allí, pero estaba fascinada.
La Hyuga pudo notar que tras sus palabras la joven kunoichi se sobresaltó, fue tan sólo un breve instante sintió como la analizaba con la mirada para evaluar si, ella, se trataba de una amenaza. Mitsuki casi sintió la necesidad de disculparse, sin embargo recordó las palabras de Noemi
- Ya ya ya, no más reverencias... ¿Te criaron como princesa o qué...? -
La peliblanca recordó que en ciertos registros podía ser incómodo tanta formalidad, no tanto par ella si no para el interlocutor. Así que decidió seguir contemplando el lugar, sin apartar la mirada de las imponentes estatuas, casi fingiendo que no se había percatado o que no le había dado demasiada importancia al sobresalto de la chica de cabello ondulado. No tardó mucho en reponerse, estaba más que claro que la de Kusabi no era una amenza.
—Más que precioso... Imponente —
Mitsuki cerro los ojos con suavidad, mientras amegakuriense respondía. La suave voz de aquella joven denotaba un poco de inquietud, quizás fuese culpa de la presencia de la de uzu aunque no le dio esa impresión. Ella mejor que nadie sabía que había ciertos lugares que conectaban de diferentes formas con cada persona y tal vez, solo tal vez, aquel lugar tan mítico había conectado de una manera especial con aquella frágil kunoichi... al menos en apariencia.
—Imponente...— musito para sí misma mientras dejaba que el húmedo aire de aquel lugar acariciase su rostro y cabellos —Sin duda una buena forma de describir este lugar, bello e imponente...— un repentino cambio de dirección del viento hizo que sus cabello se abalanzasen sobre su rostro, por lo que tuvo que imponer su mano derecha entre ellos y su cara para poder dedicar una mirada tranquila a la chica que la acompañaba —Disculpa si te he molestado, he sido un poco egoísta al no respetar tu soledad...— la joven sonrió cálidamente, como tantas veces le había sonreído su maestra
Su repentina acompañante se sumió en un tranquilo silencio. Cuando Ayame le dirigió una breve mirada de soslayo, se dio cuenta de que había cerrado los ojos en un gesto pensativo.
—Imponente... —musitó entonces. Parecía estar hablando para sí misma—. Sin duda una buena forma de describir este lugar, bello e imponente...
Ayame se removió, algo inquieta, pero una repentina ráfaga de viento le obligó a alzar las manos para apartarse los mechones de pelo del rostro. Fue entonces cuando la de Uzushiogakure le dirigió la mirada de nuevo. Una mirada serena y argéntea como la luz de luna.
—Disculpa si te he molestado, he sido un poco egoísta al no respetar tu soledad...
Le estaba sonriendo, pero sus palabras le hicieron alzar las manos en un gesto defensivo.
—Oh, no. Yo... Simplemente no esperaba compañía en un lugar como este —se interrumpió de golpe al recordar cierto detalle, y entonces se apresuró a realizar una pequeña reverencia—. ¡Ay, mis modales! Mi nombre es Aotsuki Ayame.
No especificó que era una kunoichi de Amegakure. Resultaba evidente al ver la bandana sobre su frente, que la identificaba como tal. De hecho, si resultaba que la recién llegada era ciega como ella creía que era sólo le beneficiaría hacerse pasar por una civil más.
Después de todo, aunque no había ningún tipo de hostilidad, no podía olvidar que ya no había ningún pacto que garantizara su seguridad frente a otro shinobi de una aldea ajena.
7/12/2015, 19:42 (Última modificación: 17/12/2015, 15:28 por Sasagani Yota.)
¡Surprise!
Espero que no os importe que me haya colado sin avisar
Fue algo repentino y atendía a razón alguna. Era tan simple como que de pronto tuve la necesidad imperiosa de hacerlo, dejando de lado mis pocas responsabilidades y actuando de forma totalmente egoísta.
-¡Eso es! Debería ir a verlo...-dije, pensando en voz alta sentado sobre la cama.
Después de inspeccionar vi que no había nadie en casa, quizás mamá tuvo que salir temprano por algo... No me daba tiempo de esperarla y decirle que me iba a ausentar por unos días, así que le dejé una nota indicándole el motivo de mi ausencia. Acto seguido puse rumbo fijo, siempre hacia el este, con la ayuda de un mapa y mis pocos conocimientos de orientación.
Fueron 4 jodidos y largos días, parando a todo aquel con el que me cruzaba, pidiendo ayuda e indicaciones hasta que pude llegar finalmente al Valle del Fin, pero habían más sorpresas por venir...
*¡¿Ojos enfermos-chan..?!*
seria capaz de reconocer aquellos cabellos nevados y esperaba no equivocarme, pero todo indicaba que se trataba de la Hyuga de Uzushiogakure. A su lado había otra muchacha, esta de cabellos morenos y ropajes oscuros, ambas admirando el lugar e intercambiando unas pocas palabras que no llegaba a oír bien, siendo algo completamente ininteligible, sonidos que llegaban muy débiles a mi posición.
Traté de refugiarme entre los arboles para pasar inadvertido, antes que nada quería asegurarme que todo aquello tenía un carácter amistoso. No había razón para pensar que Mitsuki estaba en situación de peligro, de hecho ni lo parecía, pero las apariencias a veces engañan así que debía asegurarme de ello y no perder el factor sorpresa por si era necesario.
Mitsuki permanecía allí en pie, tranquila y serena frente a la joven de cabellos castaños. No hacía mucho tiempo atrás, una situación como aquella la hubiese puesto mucho más nerviosa. Observaba con sus blanquecinos ojos a la kunoichi que tenía justo delante, era de otro lugar... de otra tierra y sin embargo, no se diferenciaba en nada del resto de personas que se había cruzado, al menos en lo esencial... en lo que la convertía en persona.
La impresión de la Hyuga se vió reforzada cuando la joven reaccionó un tanto contrariada, de manera similar a como ella misma hubiese reaccionado ante una situación de ese tipo.
Quizás había puesto a su interlocutora en un pequeño aprieto y por cortesía se veía obligada a quitarle hierro al asunto, o tal vez de verdad no le importaba y era tan sincera que casi parecía que su respuesta esaba forzada por su presencia. Algo que nunca sabría, solo podía tener seguro que de su mano estaba hacer que aquel encuentro mereciese la pena y no resultase una ingrata interrupción. La chica por su parte, hizo gala de modales al presentarse primero, aunque de sus palabras dedujo que casi había creído haberlos dejado olvidados.
—Me temo que los únicos modales que deberíamos echar en falta son los míos— se disculpó la joven con una sonrisa, mientras hacía una pequeña reverencia en respuesta a la de la otra kunoichi —Un placer, Aotsuki Ayame— mantuvo un instante más la reverencia para presentarse devidamente —Hyuga Mitsuki— recuperó la verticalidad con gracia sin perder el contacto visual con la joven, tal y como demandaban los cánones de saludo. Una suave golpe de viento golpeo en el rostro de la peliblanca, que ladeo un poco la cabeza como si de un cachorro al que acariciasen se tratara, entrecerrando levemente sus ojos —Adoro el viento de este lugar, es tan... salvaje— aquel fue más un comentario para sí misma que para la joven que tenía frente a ella, pero no pudo evitar dejar que sus pensamientos escapasen. Hacía mucho tiempo que no sentía una sensación como aquella —Disculpa, estaba divagando— sabía que no estaba bien distraerse en plena conversación, así que creyó que no estaría de más una disculpa —¿Es la primera vez que vienes aquí?— trato de romper el hielo con un poco de conversación banal
—Me temo que los únicos modales que deberíamos echar en falta son los míos—se disculpó la joven con una sonrisa, mientras hacía una pequeña reverencia en respuesta a la de la otra kunoichi—.Un placer, Aotsuki Ayame —mantuvo un instante más la reverencia para presentarse debidamente—. Hyuga Mitsuki
Mitsuki recuperó la postura con tanta gracia que Ayame no pudo evitar esbozar una sonrisa nerviosa ante lo incómodo de una situación tan formal como se había convertido aquella.
El viento seguía soplando, acariciando las mejillas de las jóvenes que disfrutaban de lo sagrado de aquel lugar. Sin darse apenas cuenta de ello, se habían sumido en un silencio cómodo y respetuoso. Un silencio que se vio delicadamente quebrado cuando la de los ojos blancos volvió a intervenir.
—Adoro el viento de este lugar, es tan... salvaje
Parecía que había hablado para sí misma, pero su comentario arrancó una risilla en Ayame.
—Bueno, yo estoy acostumbrada a vientos más salvajes, la verdad —comentó, recordando las continuas y violentas tormentas que solían azotar su aldea periódicamente.
—Disculpa, estaba divagando. ¿Es la primera vez que vienes aquí?
Ayame la miró extrañada durante unos instantes ante la inesperada disculpa, pero no tardó en sacudir la cabeza para centrarse en el tema de conversación.
—S... sí. La verdad, creo que el Valle del Fin es un lugar que todos los shinobi deberían visitar alguna vez en su vida. Después de todo, prácticamente es la base de nuestra historia. ¿Y tú? ¿Habías venido alguna vez antes?
13/12/2015, 20:29 (Última modificación: 17/12/2015, 15:13 por Sasagani Yota.)
/Seguía observando lo que hacían las dos kunoichis desde la distancia, en mi improvisado escondite, pero aquello no es que ofreciese una gran visión. empecé a rebuscar entre mis más inmediatos alrededores de algún lugar que me brindase una mejor visión y después de mirar a izquierda y derecha solo vi una rama gruesa a unos4 metros de altura. Había que intentarlo.
Con sumo cuidado me levante y con un metódico y seguro paso me fui acercando hasta el tronco, momento en el que cree una fina capa de chakra en la suela de mis pies y poco a poco fui escalando hasta aquella posición que realmente parecía la mejor para seguir observando. En efecto, desde ahí todo se veía mucho mejor pero... ¡Lo que veía era muy aburrido! Ambas seguían una al lado de la otra simplemente charlando.
*¡Oh vamos! habéis quedado aquí en mitad de la nada para marujear?* me dije para mis adentros.
Negué enérgicamente con la cabeza. Me negaba a pensar que las dos kunoichis habían hecho algo así. Alguna cosa me estaba perdiendo. ¿Quizás aquel fuese su punto de encuentro para llevar a cabo algo? Parecía enrevesado pero no debía descartarlo. Aunque seguía aburriéndome. Quizás un poco de charla me animase un poco, no había hecho tantos kilómetros para nada, eso desde luego...
Levante mi brazo derecho y de mi dedo índice surgió una telaraña que se clavó en una rama algo gruesa. Traté de asegurarme que estaba bien sujeta dando pequeños tirones. Craso error. Mi estado de relajación conjunto con esa acción fue lo que me llevó a hacer un espantoso ridículo. Era un bosque y como en todos los bosques, la humedad formaba parte de ellos, además, por si fuese poco, cerca había aquella cascada y su consecuente rio. Vamos que la madera que estaba pisando estaba totalmente húmeda y al hacer aquellos pequeños tirones resbalé con los pies por delante pero seguía sujeto a la telaraña y esta me hizo balancear hacia adelante saliendo de los matorrales hasta que finalmente para protegerme el rostro de las ramas que me iban golpeando solté mi telaraña literalmente volando a merced del destino, cruel destino.
-¡Joder! ¡Mierda!-vociferé entre puntadas de dolor y algún que otro notable dolor alrededor del rostro.
Finalmente acabé estampado de morros contra el suelo, no muy lejos de la posición de las dos kunoichis. Alcé un poco la mirada y pude verlas.
-Esto.. Hola...-dije como buenamente podía mientras levantaba la cabeza para observar la reacción-¿Cómo va todo, Mitsuki-chan?-agregué para desviar la atención de aquel estruendoso ridículo que acababa de protagonizar.
Finalmente y con la ayuda de mis brazos me reincorporé y con la ayuda de mis dedos me limpié la sangre de mis labiospara posteriormente relamerlos.
Mitsuki pudo notar que de nuevo sus excesivos modales terminaban por descolocar un poco a su interlocutora, llevaba mucho tiempo intentándo evitar aquello pero eran años de constumbre y eso no era fácil de cambiar. Por su parte, Ayame, parecía haber recuperado el hilo de la conversación a pesar del exceso de formalismo de la Hyuga y contestó a la pregunta de manera que le pareció bastante sincera.
Al parecer era la primera vez que la kunoichi de Ame visitaba el lugar. El motivo de su visita, según entendió de las palabras de la joven, era una especie de tradición entre los shinobi. Ella sabía muy bien que aquel lugar era importante en la historia no sólo de los ninjas, si no del mundo entero o al menos del continente. La leyenda de aquel emplazamiento era de sobra conocida incluso en sus tierras, tan fría y lejanas en comparación con los lugares que había visitado. Así que no le extrañó en lo más mínimo aquella constumbre, que en cierta forma la había arrastrado a ella misma hasta aquel lugar.
Como suele suceder siempre que se hacen preguntas, estás retornan y a veces, de la misma forma en la que se van. Y en esta ocasión no fue distinto. La chica de cabellos ondulados, devolvió la pregunta que sin dudar se dispuso a contestar la peliblanca sin mudar su sonrisa.
—No, es la primera vez...— la contestación de la peliblanca se fue interrumpida cuando algo cayó apenas a unos metros de ambas kunoichis. La primera reacción de la Hyuga fue de alerta, estuvo apunto incluso de ponerser en guardia, sin embargo las maldiciones del aspirante a meteoro le hizo darse cuenta de que no suponía a priorí un peligro. Lo más seguro es que se tratase de alguien que había tenido algún tipo de accidente, aunque por la altura de la que debía de haber caído no sabía muy bien que es lo que debía de estar haciendo antes de testar el suelo con el rostro. Casi en un reflejo la joven avanzó un par de pasos en la dirección del caído.
Sus ojos blanquecinos se posaron sobre un chico de cabellos pelirrojos que trataba de despegar el rostro del piso, le costó un poco pero lo logró. Era un chico, de tez morena, pero lo que le llamó la atención fueron unos ojos de color rojo. ¿El golpe había sido lo suficientemente duro como para haber causado esos efectos? Estaba apunto de lanzarse a asistir la extraño chico cuando habló.
Justo en aquel momento, Mitsuki, recordó que había visto a ese chico al menos en una ocasión y fue en Uzushiogakure, cosa que fue confirmada cuando localizó la bandana en la frente del muchacho.
El accidentado saludo con un hola poco convincente, al paracer la caída le estaba pasando factura aunque trataba de que aquel hecho pasase desapercibido lanzando un casual saludo a la peliblanca, a la que parecía conocer o al menos si su nombre
—Esto sí... creo debo disculparme pero no conozco tu nombre— se disculpo la joven —Me temo que no fuimos debidamente presentados— la joven trato de suavizar sus palabras para no herir en el orgullo al joven shinobi, por lo que acompañó sus palabras con una cálida sonrisa —¿Seguro que te encuentras bien?— se intereso la joven
Cambio de color que este me gusta más ^^, sorry por las molestias
23/12/2015, 21:47 (Última modificación: 23/12/2015, 21:47 por Aotsuki Ayame.)
Pero cuando Mitsuki apenas había comenzado a responder la pregunta devuelta, un súbito revuelo a sus espaldas la sobresaltó. Con un pequeño chillido de terror, Ayame cruzó ambos brazos por delante del cuerpo en un ademán defensivo; todos sus músculos en tensión.
Sin embargo, aquella súbita aparición no resultó ser más que un muchacho tirado de bruces en el suelo que no dejaba de blasfemar contra su suerte. A juzgar por los arañazos que dibujaban su bronceada piel y las ramillas y hojas que llevaba enganchados al pelo rojo como la sangre, debía de haberse caído de un árbol cercano.
-¡Joder! ¡Mierda! -vociferaba.
«¿Quién es? ¿Nos estaba espiando?» Un escalofrío recorrió la espalda de Ayame.
Fue en ese momento cuando el chico alzó la mirada hacia ellas. Una mirada cargada del mismo color sanguíneo que sus cabellos.
-Esto.. Hola...—el chico en cuestión parecía tener más o menos su misma edad. Llevaba el pelo recogido en una coleta alta, pero ni siquiera los mechones que caían sobre su frente lograban tapar el símbolo que le identificaba como un shinobi de Uzushiogakure—. ¿Cómo va todo, Mitsuki-chan?
Ayame le dirigió una mirada de reojo a su compañera, con cierto gesto de recelo. No se le escapó el detalle de que el recién llegado se estaba lamiendo la sangre de sus dedos, y aquello sólo consiguió inquietarla más todavía.
—Esto sí... creo debo disculparme pero no conozco tu nombre— Aquello sí que era extraño. Aunque Ayame no era quien para hablar, parecía que Mitsuki no conocía a aquel shinobi. O al menos no recordaba su nombre—. —Me temo que no fuimos debidamente presentados. ¿Seguro que te encuentras bien?
Ayame terminó por cruzarse de brazos, en una posición algo más alejada. Por la tensión apreciable en cada uno de sus músculos y el gesto de confusión que esgrimía, era palpable que se estaba debatiendo si salir corriendo o quedarse a ver qué pasaba en aquel lugar.
—Esto... ¿quién eres y qué te ha pasado? —preguntó con cierta torpeza.
Aquellas cuatro marcas en la bandana de la morena eran totalmente distinguibles, provenía del oeste, de la Aldea Oculta de la Lluvia. La primera persona de aquel peculiar lugar con la que me cruzaba, y Mitsuki claro, que era de Uzushiogakure, pero con ella ya me había cruzado alguna vez por nuestra aldea aunque se empecinase en no reconocerme.
-¿Bromeas?-pregunté sarcásticamente clavando la mirada en la poseedora del byakugan-Uzushiogakure no es tan grande como para que no me recuerdes y esto nos lleva a la pregunta de... emmm, disculpa pero no sé tu nombre, kunoichi de Amegakure..
Di unos golpecitos a mi ropa, sacudiéndome el polvo y las hojas de los arboles con los que había chocado durante mi aterrizaje forzoso y desastroso. Puse mis manos en mis bolsillos y saqué pecho ahora que era en centro de las miradas y toda la atención estaba fijada en mí.
-Permíteme que me presente, por favor. ¡Ante ustedes, queridas damas de estos mundos ninjas, el inigualable, el increíble shinobi araña, Sasagani Yota!-
Alcé las manos en cuanto pronuncie mi nombre y di un par de vueltas sobre mi mismo como si estuviese saludando la gente de las gradas de un gran estadio mientras imaginaba los aplausos de la gente para acabar poniéndome en frente de las dos chicas de nuevo
El chico no se tomó demasiado mal que la Hyuga no recordase su nombre, aunque podía estar segura de que de alguna forma u otra había herido su orgullo pero estaba claro que eso no le iba a detener. Por otra parte, Ayame, parecía bastante nerviosa por la aparición tan repentina de aquel personaje, no era para menos pues pertenecía a otra aldea y según había ido entendiendo la de Kusabi, no eran buenos tiempos en las relaciones entre las aldeas.
El extraño pelirrojo, se colocó bien la ropa, aparto el polvo y se dispuso a satisfacer la curiosidad de ambas con lo que debía de pensar que era una presentación estelar, al menos eso parecía por sus palabras y esa forma de saludar un tanto peculiar. En otra ocasión, Mitsuki se hubiese extraño por aquel comportamiento, sin embargo su experiencia en el continente le había enseñado que a veces ese tipo de personas son totalmente funcionales a su manera.
El chico volteó hacia las dos kunoichis y lanzó su pregunta a la peliblanca, que sin titubear volvió a responder
—Lo siento pero no, aún así estoy encantada de conocerte Sasagani Yota— hizo una leve reverencia —Prometo que no olvidaré tu nombre— respondió con una cálida sonrisa.
7/01/2016, 16:04 (Última modificación: 7/01/2016, 16:05 por Aotsuki Ayame.)
Antes de responder a su pregunta, el recién llegado se tomó su tiempo para sacudirse la ropa para desprenderse del polvo, los restos de hojas y las briznas de hierba que habían quedado adheridos a ella a consecuencia de la aparatosa caída que había sufrido el shinobi.
-Permíteme que me presente, por favor. ¡Ante ustedes, queridas damas de estos mundos ninjas, el inigualable, el increíble shinobi araña, Sasagani Yota!
Yota había alzado los brazos hacia el cielo ante aquella dramática presentación, dando varias vueltas sobre sí mismo como si estuviera saludando a un público inexistente. Por su parte, Ayame había ladeado la cabeza con cierta extrañeza y curiosidad destellando en sus ojos castaños.
-¿Ya me recuerdas, Mitsuki?
—Lo siento pero no, aún así estoy encantada de conocerte Sasagani Yota —respondió Mitsuki, con una leve reverencia—. Prometo que no olvidaré tu nombre.
Aquello no dejaba de ser del todo subrealista. ¿Tan grande era Uzushiogakure como para que los shinobi de allí no se recordaran entre sí? ¿O acaso Mitsuki no tenía demasiada capacidad de retención? Incapaz de contenerse por más tiempo, se inclinó hacia Mitsuki tapándose los labios para susurrarle al oído:
—Oye, Mitsuki-san, ¿seguro que este chico es de Uzushiogakure? ¿Y si es un enemigo que se está haciendo pasar por compañero tuyo para...?
Ni con esas quiso reconocer que me conocía. Poco más podía hacer y a decir verdad nada se me ocurría para que tratase de recordarme. No éramos los mejores amigos, eso desde luego, de hecho ¿Tenía mejores amigos? Es más, ¿Tenía amigos? Aquella era una gran pregunta que no iba a responderme, dolía demasiado...
La incesante lucha por caer bien a la gente.
-Oye, no hace falta que seas tan formal, somos camaradas, no soy tu superior a quién debes mostrar tanto respeto. Pero debo decir que el gusto es mío, ¡Por supuesto!-contesté con una gran sonrisa y el pulgar apuntando a los cielos.
La de Ame no pronunció palabra alguna, simplemente torció el gesto y se quedó mirando como Mitsuki y yo intercambiábamos palabras. Parecía que iba a disponerse a hacer algo, pero no se pudo oír ni un simple "encantada" o algo por el estilo, sino que se acercó a la peliblanca y le susurró algo al oído.
-¡Hey, hey, hey!-exclamé haciendo un gesto de desaprobación con los brazos-Nada de secretitos, ¿Eh? ¡Que no soy un maldito mueble!-
Di un paso al frente con la mirada clavada en los ojos de la morena.
-Ahora te toca a ti, kunoichi de la Lluvia. Todavía no sé tu nombre-
Le guiñé el ojo y me puse las manos, entrelazadas, en la nuca esperando que hiciese de una vez por todas la presentación y pudiese dirigirme a ella por su nombre.