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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1

Bien, bien, vamos allá Risa Voy a plantar la trama como una misión pero, como ya estoy en una, yo no cobraré por esta. ¡Espero que disfrutéis de la trama!



A las afueras de un pequeño pueblecito que dedicaba toda su vida a la agricultura, una kunoichi de cabellos oscuros se pasó un mechón de cabello por detrás de la oreja en un vano intento por disipar algo de aquel asfixiante calor y ladeó la cabeza a un lado y a otro.

A mí esto no me convence nada de nada... —farfulló entre dientes para sí misma, mientras intercambiaba el peso de una pierna a otra.

«Esta va a ser una de las pocas veces que esté de acuerdo con usted.»

Frente a sí se hallaba un auténtico monstruo de armazón de madera y hierro, de forma alargada y dividido en diferentes cubículos de tamaño regular con numerosas ventanas y una puerta que daba acceso al interior por cada una de aquellas divisiones. Encabezando todo aquel armatoste se encontraba el cubículo más grande y terminado en una especie de cuña, coronando la procesión con una chimenea cuya boca se ensanchaba hacia el cielo. Lo más sorprendente, quizás lo más extraño, eran las dos barras de metal que se encontraban a ambos lados del vehículo, paralelas, y que discurrían hasta el horizonte. ¿Cómo las habían llamado? ¿Vías? Ayame estaba enterada de la construcción que se estaba llevando del ferrocarril, y sabía que la idea había provenido precisamente de Amegakure, pero aquel armatoste que tenía las aspiraciones de convertirse en una suerte de carromato a gran escala y sin caballos seguía sin darle buena espina. Y ahora que tenía la oportunidad de verlo de cerca, aún menos.

Aún así, la kunoichi había sido enviada como representante de su aldea para supervisar el que sería el primer viaje de prueba entre los pueblos de Minori y Ushi. Una misión sencilla, que prometía ser relajada y sin ningún tipo de sobresalto. Sólo tenía que subirse a aquel monstruo, sentarse e intentar disfrutar de la travesía... ¿No era así?

«Los humanos tienen unas ideas muy raras.»
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—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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#2
Se rascó la mejilla, ligeramente irritada por su fallo en los cálculos. En vez de anotar el día que de verdad habían pedido que estuviera en Minori, llegó con un día de antelación, así que, pese a que hubiera preferido estar en Uzushiogakure soportando ese calor, lo pasó aprovechando para conocer más el lugar, con suerte la noche fue fresca y no tuvo que preocuparse por tener sueño al día siguiente.

Así que allí estaba, observando con curiosidad aquel medio de transporte que Amegakure había ideado y que pronto se habían dispuesto a construir entre todos para sustituir aquellos pesados viajes entre aldeas y ciudades. Por una parte, Eri lo agradecía, pues así sería más sencillo moverse, sin embargo no se sentía del todo cómoda ante aquel ferrocarril, y aunque aquel miedo probablemente nacía de su desconocimiento, el respeto que le hacía sentir aquello que se alzaba ante ella era algo que no pensaba quitarse hasta dentro de quizá un tiempo.

Para su suerte —o desgracia— había recibido el aviso de que iba a ser una de las primeras personas en probar el primer viaje que se realizaba entre Minori y Ushi, y eso la inquietaba y alegraba a partes iguales, pues probaría lo que sería ir ahí montada, pero, ¿y si algo salía mal? No se refería a que hubiera algún disturbio entre los vagones de aquel gran gusano de hierro, no; ella tenía miedo de algo que no podía controlar.

«Todo saldrá bien.» Se consoló a sí misma, y mientras negaba con la cabeza, se giró para recorrer un poco el lugar antes de que todo se pusiera en marcha, hasta que sus azulados ojos se posaron en una figura que conocía bastante.

¡Ayame! —saludó la kunoichi pelirroja en cuanto la reconoció, levantando su mano izquierda para moverla por encima de su cabeza.
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#3
Lejos de Amegakure y lejos del frío eterno, un médico estaba sentado en un banco cubierto por un pequeño techo. Pero no se veía exactamente como solía verse. La principal diferencia podría ser la ausencia de su abrigo y paraguas. En pleno verano la corbata ya era algo un poco molesto de tolerar, ni hablar del chaleco militar que tenía mas ganas de tirarlo a las vías del tren que seguir teniendo que usarlo.

Una de sus manos sostenía una botella de té verde frío casi vacía, la otra se acomodaba el cabello hacía atrás. Su mirada, mientras tanto, no se apartaba de las pesadas lineas de metal que descansaban en el suelo, calentadas por el sol de Minori.

Perdido en sus pensamientos no pudo ver que una kunoichi de su propia aldea se encontraba presente en el lugar sino hasta que una voz conocida la llamó por su nombre.

«¿Aotsuki Ayame?»

Y la persona que le llamaba no era nada mas ni nada menos que la defensora de ardillas, la chica de Uzushiogakure.

Bebió lo que quedaba de su botella y se puso de pie. ¿Qué estaba haciendo la jinchuuriki tan lejos del alcance de Yui?

—Buenos días, Aotsuki-san. Uzumaki-san.

Dejó la protección de aquel tejado y se aproximó hasta la dupla y les dedicaría una formal reverencia.

—No esperaba encontrarlas en este lugar.
Hablo - Pienso

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#4
Fue una voz la que la sacó de sus pensamientos. Una voz femenina que conocía muy bien y que hacía mucho tiempo que no escuchaba.

¡Ayame!

Ella abrió los ojos como platos y el ferrocarril pasó de inmediato a un segundo plano en su mente. Pero no se trataba de ninguna confusión, no se lo había imaginado. De verdad estaba allí, saludándola en la distancia agitando un brazo por encima de la cabeza. Y seguía igual que siempre, inconfundible con aquellos cabellos tan rojos como el fuego.

¡Eri! —correspondió, acercándose a grandes zancadas hacia la kunoichi de Uzushiogakure—. ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces aquí?

Pero antes de que pudiera recibir ninguna respuesta, otra voz, en esta ocasión masculina, la sorprendió aún más.

Buenos días, Aotsuki-san. Uzumaki-san.

Porque si hacía tiempo que no veía a Eri; aquellos peculiares modales y aquella rectitud los había creído ya perdidos en los ecos del tiempo.

Mo... ¡Mogura-san!

No esperaba encontrarlas en este lugar.

¡Yo menos aún! —exclamó, con una radiante sonrisa—. ¿Cuánto tiempo hace que no nos vemos? ¡Desde el examen de Chuunin, si no recuerdo mal! ¿En qué agujero te habías escondido? ¿Y qué hacéis ambos aquí? —añadió, volviéndose hacia los dos. Y entonces reparó en algo, y parpadeó, confundida—. ¿Os... conocéis?
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#5
La morena pareció reconocerla sin apenas esfuerzo y eso hizo que la sonrisa de Eri se ensanchase, haciendo que sus mejillas adquirieran un tono rosado.

¡Eri!exclamó la kunoichi de Ame mientras se acercaba a ella—. ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces aquí?

Pero antes de poder explicar la razón de su presencia en Minori y justo cerca del ferrocarril que se alzaba frente a ellas, una voz que le resultaba familiar llamó a las chicas, cada una por su apellido.

Buenos días, Aotsuki-san. Uzumaki-san.

¡Menuda sorpresa! Llevaba mucho tiempo sin ver a Manase Mogura, ¿desde el rescate de la ardilla? ¿O puede que desde el examen de Chuunin? El tiempo volaba, pero los recuerdos se mantenían más o menos intactos.

Ayame expresó su sorpresa al pronunciar su nombre, y eso que eran de la misma villa. Eri no borró su sonrisa aunque en su voz si que se dio algo de sorpresa al verlo también allí.

¡Buenos días, Manase-san! —exclamó justo tras la intervención de Ayame.

No esperaba encontrarlas en este lugar.

Ayame parecía contenta tras el reencuentro, es más, sus palabras confirmaron que llevaba el mismo tiempo que ella sin ver al muchacho, por otra parte, tras exclamar todo aquello, se giró tanto a Ella como al chuunin de su villa y preguntó:

¿Os... conocéis?

Oh, sí, Manase-san y yo rescatamos a un ejemplar en peligro de ardilla de unos bandidos que querían venderla —explicó, luego se giró a Mogura—. ¿Qué tal has estado, Manase-san? Hacía mucho que no sabía nada de ti —cuestionó, y luego se volvió a Ayame—. ¡Ayame, tenemos que ponernos al día, han pasado muchas cosas!

Sin duda necesitaba más tiempo del que precisaba.

Aunque... Bueno, yo estoy de misión aquí, no sé si es el momento indicado... —murmuró, algo avergonzada por dejarse llevar por la emoción del momento.
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#6
Podría resultar un momento un tanto extraño, encontrarse con un compañero de aldea en un lugar tan remoto como podría ser Minori para dos shinobi de Amegakure. Pero para Aotsuki Ayame parecía que eso no importaba, pues en su rostro se dibujaba una sonrisa al ver a su viejo compañero de celda.

La kunoichi no tardó en dejar escapar palabra tras palabra de sus labios, sin darle demasiado tiempo al médico para responderlas sin seguirle el ritmo.

—He estado un poco ocupado.

Se limitó a responder antes de que esta interrogase a la chica y a él sobre si se conocían. A lo cual la fémina de Uzu se adelantó relatandole un poco de sus aventuras en el País del Rayo. Mirando rápidamente a la pelirroja no podría evitar observar el detalle de un pequeño cambio en su apariencia. Una chapa dorada en su brazo.

—Probablemente no tan bien como vos, Uzumaki-san. Felicitaciones.

Señaló con la mirada la chapa en su brazo que delataba su rango actual.

—Me encuentro en la misma situación, de hecho, cuando el tren este listo para partir debo retirarme.
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#7
He estado un poco ocupado —respondió Mogura.

Y Ayame alzó una ceja, con cierto escepticismo. ¿Ocupado? ¿Qué podía haberle tenido tan ocupado como para desaparecer, casi de manera literal, del mapa durante casi un año? Sin embargo, y aunque la curiosidad le quemaba en la lengua, la kunoichi no preguntó al respecto. Aunque la razón de ello fue que Eri intervino justo en ese momento.

Oh, sí, Manase-san y yo rescatamos a un ejemplar en peligro de ardilla de unos bandidos que querían venderla.

¡No me digas! ¡Pobrecita! —exclamó Ayame, horrorizada.

¿Qué tal has estado, Manase-san? Hacía mucho que no sabía nada de ti —añadió la pelirroja, volviéndose hacia el médico.

A lo que este respondió señalando la placa dorada de ella.

Probablemente no tan bien como vos, Uzumaki-san. Felicitaciones.

¡Ayame, tenemos que ponernos al día, han pasado muchas cosas! Aunque... Bueno, yo estoy de misión aquí, no sé si es el momento indicado...

Me encuentro en la misma situación, de hecho, cuando el tren este listo para partir debo retirarme.

Ayame parpadeó, perpleja.

De hecho, yo también estoy de...

¡Oh! ¿Ustedes son los shinobi asignados a la seguridad del ferrocarril? —la persona que los había interrumpido era un chico de mediana edad, alto y espigado, de cabellos tan rojos como los de Eri y pecas que adornaban sus mejillas. Vestía un traje que combinaba el azul con blanco, a juego con el gracioso gorrito que llevaba sobre la cabeza—. ¿Puedo ver vuestros... eh...?

¿Eh? ¡Oh! ¿Se refiere a esto? —preguntó Ayame, sacando un pergamino perfectamente enrollado y con un reluciente sello de cera en el que se podía leer el símbolo de Amegakure y la letra C en azul sobre él.

¡Sí, eso es!





(C) El Chacachá del Tren


Publicada en: Amegakure no Sato
Rango recomendado: -
Solicitante: Alianza de los Tres Grandes
Lugar: Minori

Las obras del ferrocarril que habrá de conectar cualquier rincón de Oonindo siguen en marcha y en vista a su inauguración en los próximos meses, la fase de pruebas han comenzado. Por esa razón se solicita la participación de uno o más shinobi que puedan viajar con los encargados y vigilar que todo vaya bien y garantizar la seguridad en el primer trayecto de prueba del ferrocarril entre los pueblos de Minori y Ushi.





El pergamino es el mismo para los tres, sólo que en el de Eri, obviamente, donde pone Amegakure es Uzushiogakure.
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#8
Y como el destino no dejaba de ser caprichoso, los tres shinobi allí presentes fueron destinados a Minori con el fin de cumplimentar una misión.

¡Oh! ¿Ustedes son los shinobi asignados a la seguridad del ferrocarril?Eri se llevó una mano instintivamente a su cabellera, comparándola con la de aquel señor—. ¿Puedo ver vuestros... eh...?

Ayame no tardó en sacar un pergamino, indicio claro de que ella también estaba de misión. Eri no tardó en rebuscar entre sus pertenencias hasta dar con un pergamino exactamente igual que el que había sacado la morena, solo que este tenía un sello de cera donde estaba el símbolo del Remolino.

¡Sí, eso es!

Aquí tiene —nada más mencionar esas palabras, la kunoichi de cabellos rojizos tendió su pergamino al chico cuando éste ya hubiera cogido el papel de Ayame. Luego miró de reojo a Mogura.

Al parecer su misión no era solitaria después de todo.
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#9
¡Oh! ¿Ustedes son los shinobi asignados a la seguridad del ferrocarril?

Un tanto nervioso joven se pronunció ante los ninjas antes de que Ayame tuviese oportunidad de finalizar su comentario. Parecía que el momento que Mogura había anticipado esta por llegar.

—¿Puedo ver vuestros... eh...?

Y devolviendole el gesto, Ayame atinó a exponer la documentación que la identificaba como una de las responsables de llevar a cabo la tarea de aquel día.

—¡Sí, eso es!

La kunoichi de Uzushiogakure hizo lo mismo que Ayame. El médico no tardó mucho más en tomar el pergamino de la misión que guardaba en uno de los espacios de su chaleco para enseñarlo también.

—Parece ser que vamos a trabajar juntos otra vez, Aotsuki-san.

No pudo evitar señalar entonces algo a la kunoichi de pelo rojo.

—¿En Uzushio acostumbran a enviar un solo agente a esta clase de misiones eh?

Comentó con una leve sonrisa en el rostro. Aunque no había que olvidar que aquella agente superaba en rango a ambos shinobi de Amegakure, y dicho sea de paso no había tenido que dejar el país para realizar el encargo.
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#10
De hecho, Ayame no fue la única que entregó aquel pergamino, y contempló con ojos estupefactos cómo Eri y Mogura se adelantaban para hacer exactamente lo mismo. Pero no tuvo ocasión de responder a sus inesperados compañeros de viaje:

¡Bien! ¡Todo en orden, todo en orden! —exclamó el alegre trabajador, después de comprobar los detalles de las tres órdenes de misión—. En ese caso, es un auténtico honor para mí daros la bienvenida a nuestro flamante ferrocarril: ¡El Imparable!

«¿El... Imparable...?» No pudo evitar preguntarse Ayame, algo abochornada.

Por favor, suban al vagón y tomen asiento donde deseen —añadió, con una sentida reverencia.

Muchas gracias —asintió Ayame, inclinando la cabeza antes de subir los dos escalones que conducían a una de las puertas de entrada.

El interior del susodicho vagón era más amplio de lo que parecía por fuera. Dos filas de asientos dobles enfrentados entre sí llenaban el espacio separados por un corredor que discurría por su centro. Había un ventanal por cada asiento y, por encima de estos, varias baldas de metal que parecían servir como estanterías. Ayame, algo dubitativa, se acercó al centro del vagón y tomó asiento junto a la ventana sin dejar de mirar a su alrededor.

El hombre les seguía de cerca.

Por supuesto, El Imparable es sólo un prototipo, pero esperamos que se incluya entre los modelos definitivos —parloteaba, lleno de un orgullo propio de un padre que estuviese hablando de su pequeño—. Por el momento, El Imparable sólo cuenta con tres vagones, pero esperamos poder añadir más en el definitivo. Los asientos están fabricados con el cuero de la máxima calidad, ¡cuero de Ushi nada menos! Oh, y eso porque no hemos hablado de este pequeñín —añadió, palmeando la pared del vehículo con sumo cariño—. ¡Hasta sesenta kilómetros por hora si ponemos las máquinas al tope de su capacidad! Tío, estas baterías hidroeléctricas de Amegakure son la repera.
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#11

—¿En Uzushio acostumbran a enviar un solo agente a esta clase de misiones eh?


No lo sé —contestó la chica encogiéndose de hombros—. Quizá simplemente necesitaban esta vez dos oficiales de Amegakure.

Su conversación debía esperar, pues el encargado, con los pergaminos ya comprobados; comenzó a exclamar de manera alegre mientras instaba a los tres shinobi a comenzar con la misión.

¡Bien! ¡Todo en orden, todo en orden! En ese caso, es un auténtico honor para mí daros la bienvenida a nuestro flamante ferrocarril: ¡El Imparable!

«Suena al típico mote que se pondría Datsue en la academia... »

Eri fue la segunda en subir tras Ayame al vagón indicado del ferrocarril, tras realizar una reverencia con la cabeza en señal de gratitud. Miró maravillada en el interior comprobando que era grande y disponía de muchísimos más asientos de los que se podía haber imaginado, sin embargo, ¿qué sabría ella? No tenía ni idea de lo que tenía delante, ni si quiera de cómo iba a funcionar del todo. Ayame tomó asiento tras pensárselo durante unos segundos, y Eri, que no supo muy bien dónde colocarse, optó por posarse al lado de la kunoichi de la lluvia, sin embargo al encontrarse en la fila del pasillo, tenía más visión de las otras plazas.

«Tres vagones, sesenta kilómetros...» Escuchó Eri sin comprender la terminología que utilizaba aquel chico que hablaba con demasiado cariño sobre ese ferrocarril, sin embargo asintió varias veces para dar a entender que había escuchado perfectamente lo que había comentado.

¿Ayudó a construirlo, señor? —preguntó, curiosa por las reacciones del encargado—. La verdad es que se ve majestuoso por dentro, estoy impresionada, no había visto algo así en mi vida. —Añadió.
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#12
No lo sé. Quizá simplemente necesitaban esta vez dos oficiales de Amegakure.

Contestó la Uzumaki antes de que aquel joven los volviese a interrumpir. La nave no tenía otro nombre que El imparable, nombre para nada modesto y humilde.

«Quizás se podría haber pensado un poco más ese asunto...»

El médico fue el último de los shinobi en abordar el tren y apreciar sus comodidades, las kunoichi ya habían tomado una elección de asiento por lo cual era mas fácil para Mogura elegir donde iba a sentarse.

«Yo también quiero un lugar contra la ventana.»

Pensaba mientras se sentaba enfrentado a Ayame, dejando a su vez un lugar vació a su lado que le daba acceso al pasillo del tren. El muchacho del tren, por su parte, no paraba de comentar detalles sobre las prestaciones de la maquina. Se le notaba muy emocionado por aquella empresa que había montado, y se le notaba claramente esperanzado por el futuro del prototipo.

¿Ayudó a construirlo, señor? La verdad es que se ve majestuoso por dentro, estoy impresionada, no había visto algo así en mi vida.

Asintió a las palabras de la kunoichi, pues él tampoco había tenido oportunidad de estar dentro de uno de los vagones antes.

—¿Crees que sea un trabajo fácil el de hoy?

Consultó a su compañera de misión. Con un poco de suerte, la única razón por la que habían enviado dos shinobi desde Amegakure hasta aquel lugar era simplemente porque estaban fuera de Arashi-no-kuni.
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#13
¿Ayudó a construirlo, señor? —preguntó Eri, llena de curiosidad—. La verdad es que se ve majestuoso por dentro, estoy impresionada, no había visto algo así en mi vida.

Y aquella reacción satisfizo enormemente al ego del trabajador, que infló el pecho aún más:

Oh, no, no, no. Yo sólo me encargo de conducir a este pequeñín y controlar que todo vaya como la seda. De la construcción se encargaron los expertos de Amegakure, con ayuda de varios de vuestros compañeros, por supuesto. Ahora, si me disculpáis, terminaré los preparativos. Poneos cómodos, enseguida zarparemos.

Y, dicho esto, giró sobre sus talones y abandonó el vagón por la puerta que había en uno de los dos extremos del pasillo, de camino a la cabeza del ferrocarril, supuso Ayame.

¿Crees que sea un trabajo fácil el de hoy? —preguntó Mogura, que se había sentado justo enfrente de Ayame.

Ella se encogió de hombros.

Bueno, si nuestras misiones son la misma... En teoría sólo tenemos que sentarnos aquí y viajar hasta Ushi. No tendría por qué pasar nada... ¿No? ¿Creéis que alguna banda de bandidos se atrevería a asaltar este trasto como si fuera una caravana normal y corriente? —preguntó ella en aquella ocasión, refiriéndose a ambos.
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No respondo dudas por MP.
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#14
Escuchó atentamente como el señor explicaba que no había sido él quien había construido aquello, sino que solo se encargaba de conducirlo. A ella le pareció un trabajo espectacular, y como no conocía qué tenía que hacer para conducirlo simplemente asintió dándose por enterada.

Gracias, señor.

Mogura, quien se había sentado frente a Ayame, había cuestionado si este trabajo iba a resultar un trabajo fácil, pero la morena se encogió de hombros.

Bueno, si nuestras misiones son la misma... En teoría sólo tenemos que sentarnos aquí y viajar hasta Ushi. No tendría por qué pasar nada... ¿No? ¿Creéis que alguna banda de bandidos se atrevería a asaltar este trasto como si fuera una caravana normal y corriente?

No tendría por qué... Además, esto está hecho con materiales más robustos de lo que parece un carro normal y corriente —se atrevió a decir ella—. Aunque puede que nos hayan pedido que acudiéramos porque presentían problemas, así que deberíamos tener cuidado.

Fue su turno para encogerse de hombros, la verdad es que una misión catalogada como rango C no podría ser tan fácil.
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#15
La creación de aquella pieza de ingeniería era mayoritariamente consecuencia de especialistas de Amegakure y un grupo de ayudantes locales, pero la pericia en el correcto manejo de aquella nave estaba en manos de aquel sujeto que daba dicha explicación. Como un guerrero que no forja su propia espada pero que la hace suya al desenvainarla para pelear.

El médico prestó atención a aquellas palabras y no pudo evitar sentir curiosidad por lo que podría llegar a estar por pasar. Esperaba ver la velocidad a la que era capaz de moverse aquella maquina.

Bueno, si nuestras misiones son la misma... En teoría sólo tenemos que sentarnos aquí y viajar hasta Ushi. No tendría por qué pasar nada... ¿No? ¿Creéis que alguna banda de bandidos se atrevería a asaltar este trasto como si fuera una caravana normal y corriente?

Contestó Ayame a la interrogante de Mogura. El objetivo era teóricamente sencillo, viajar hasta Ushi en tren. No tendría que pasar nada, no. Pero también planteaba una situación un tanto sacada de una película.

No tendría por qué... Además, esto está hecho con materiales más robustos de lo que parece un carro normal y corriente. Aunque puede que nos hayan pedido que acudiéramos porque presentían problemas, así que deberíamos tener cuidado.

Al escuchar aquellas palabras y verla encogerse de hombros, no pudo evitar recostarse contra su asiento y mirar un segundo el techo del tren.

—Este vehículo parece ser una caja fuerte con ruedas.

Secundó lo dicho por Eri.

—Y... probablemente no sea cualquier tipo de persona la que vaya a viajar en este primer viaje. ¿No?

Probablemente habían invitado a gente de la élite, no esperaba ver a un daimyo en ese viaje, habrían enviado a alguien mas capacitado de ser así.

—Creo que si disfrutaría de asaltar gente en los caminos, esperar a que una caja metálica me los acerque hasta mi sería cuanto menos una comodidad.

Se cruzó un segundo de brazos y cerró los ojos un segundo. ¿Tres vagones había dicho el maquinista?

—Suponiendo que algo como eso pueda llegar a suceder, deberíamos poder dividirnos los vagones para hacer guardia.

Miró hacía afuera un segundo y luego miró a las kunoichi.

—¿Cómo asaltarían este carro?
Hablo - Pienso

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