Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ni chakra maligno, ni nada extraño bajo la cama o el armario. Nada. El Uchiha no sabía si sentirse aliviado o triste. ¿Cómo pensaban resolver la misión si no encontraban nada de lo que tirar? «Bueno, lo del somier asesino es una pista importante… Pero a ver qué cojones hago yo con eso».
Siempre se le había dado bien el Fuuinjutsu. Era capaz —con el anciano lo había demostrado— de inhibir los efectos de un sello maldito. Estaba claro que aquel somier estaba poseído por algún espíritu maligno, pero, ¿cómo hacer un sello en una cama? ¿Cómo dibujar los trazados? No era algo que le hubiesen enseñado en la Academia, desde luego. No tenía ni idea de por dónde empezar. No sabía siquiera si era posible.
«Quizá en el sótano encontremos algo más de interés…»
—¡Nada de interés, Eri! —exclamó desde la habitación de los niños, para que le oyese. Silencio—. ¿Eri? —preguntó con voz temblorosa—. ¿Eri-chan? —Nada—. ¡Eri, responde inmediatamente! ¡No tiene gracia!
Podría haberse asomado a la ventana y mirar que todo iba bien pero, por alguna razón, le daba miedo hacerlo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Eri miró, intranquila, como Akame aseguraba estar bien pese a no estarlo. ¿Aquel chico no tenía límites? ¡Si estaba lleno de cortes, por Shiona-sama! Pero no dijo nada más, asintió y ambos volvieron al interior de la casa. Akame paró en la cocina del lugar a limpiarse la sangre y ella lo esperó en la puerta, vigilando por todos los sitios por si veía algo extraño.
Hasta que escuchó la voz de Datsue desde arriba.
—... ¡Eri, responde inmediatamente! ¡No tiene gracia!
—¡Datsue! —exclamó la pelirroja nada más escuchar la voz de su compañero —. ¡Estamos abajo! —informó con la misma voz, luego miró a Akame —. Voy a comprobar que todo está en orden arriba y a buscar a Datsue mientras te limpias, ¡espéranos!
Sin esperar si quiera a recibir una respuesta del Uchiha, la kunoichi se precipitó por las escaleras hasta reencontrarse con el menor de los Uchiha. Jadeó varias veces por la inesperada carrera y habló.
—Akame-san se está limpiando las heridas, ¿has encontrado algo raro a parte del somier asesino? —preguntó con una voz más baja, mirando a su alrededor de nuevo. Estaba cogiendo esa mala —o no tan mala—, costumbre —Quizás deberíamos buscar abajo, a lo mejor hay una fuente de chakra que alimenta la casa y corrompe los muebles o algo, porque... —suspiró —. Imagino que no habrá método de liberar aquello maligno que tiene el somier, ¿verdad?
Tenía que preguntar, muy a su pesar, ya que ella no recordaba nada para luchar contra aquello.
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El mayor de los Uchiha se limitó a terminar de limpiarse mientras Eri y Datsue hablaban sobre registrar otras habitaciones, un chakra en el somier y no sé cuántas cosas más que, para Akame, no tenía ningún sentido.
Salió al pasillo y subió a la planta superior, no sin dificultad y notando como la espalda dolorida le tiraba cada vez que ascendía un escalón. Finalmente llegó hasta sus dos compañeros, con el rostro surcado de cortes y la mirada cansada.
—¿Algo? —preguntó sin muchas esperanzas—. Por Susano'o, un maldito somier me ha tirado por la ventana. ¿Vísteis algo raro? ¿Algún detalle?
El Uchiha se llevó una mano al costado dolorido.
—Todavía tenemos que registrar más partes de la casa. Eri-san, decías que el anciano dejó un mensaje en la pared. "Abajo"... Quizá tenga algo que ver con el sótano.
Datsue se permitió respirar cuando al fin Eri respondió a su llamada. Al parecer, habían entrado por la puerta de la entrada, lo cual le indicaba que Akame no debía estar en muy buenas condiciones, o hubiesen vuelto por la ventana.
No tuvo tiempo ni a llegar a las escaleras cuando se topó con Eri de bruces, que a juzgar por cómo respiraba se había pegado una tremenda carrera para llegar hasta allí. Datsue siempre se había considerado un chico ágil, pero aquella kunoichi era harina de otro costal. Si alguna vez se celebraba en la Villa una carrera de obstáculos, Datsue sin duda apostaría por su compañera. Y dígase una cosa de Uchiha Datsue: no apuesta por apostar.
—Pues… No, no, la verdad que todo parece normal —respondió a las preguntas de Eri. Respecto a si era posible liberar el espíritu maligno que envolvía al somier… ahí ya no lo tenía tan claro—. Ni idea, tía. De verdad que ni idea. No había visto ni leído cosa igual en mi vida.
¿Cómo sabían que no había otros objetos también encantados? ¿Cómo fiarse de nada mientras permaneciesen en la mansión? No podían, pero Eri tenía razón en algo: quizá la fuente de todo aquello se encontraba en el sótano.
Akame, que subió por las escaleras como si acabase de ser atropellado por un elefante, se unió a la idea de ambos. En otro momento, en otra ocasión, el Uchiha hubiese bromeado sobre lo sucedido. Akame el Profesional siendo derrotado por un somier. Habría tiempo, desde luego, de vacilarle con aquel tema… pero no era ni el momento ni el lugar.
—Cuando te atacó… —respondió a Akame—. Vi un chakra en el puto somier, ¿sabes? Envolviéndole. Fue el mismo chakra que cuando metí al anciano en un Genjutsu me expulsó. El chakra de su sello maldito.[
»No he encontrado nada raro en las otras habitaciones, pero si os fijáis, la cama matrimonial es como… Joder, ¿no os parece pequeña en comparación con el resto? —Datsue había tenido tiempo para darle vueltas a la cabeza sobre aquel detalle, y tenía una teoría—. Me da que el somier asesino estaba aquí antes, y que por alguna razón lo cambiaron. Bueno, creo que cualquiera puede imaginarse la razón. Quizá era lo que le provocaba las pesadillas al hombre de familia. No sé… es una teoría.
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Datsue afirmó no haber encontrado nada más a parte de aquel somier y Eri ahogó otro jadeo, haciendo que sus mejillas se sonrojasen un poco por el esfuerzo. Luego soltó todo el aire cuando escuchó la negación del Uchiha al no saber algún método para luchar contra aquello que amenazaba la mansión.
Akame no tardó en unirse al debate, dolorido y seguramente cansado; pero ahí estaba. Eri sintió pena por él, en verdad era el primero que quería descansar y acudir allí con la mente fría, pero ellos le habían arrastrado a aquello y por eso mismo había pagado su incompetencia. Pero aquellos pensamientos no debían nublarle la vista, ya habría tiempo para pedir perdón como era debido.
Escuchó atentamente la voz de Datsue mientras explicaba lo que él había visto. Y después vino su conjetura del cambio del somier. «Claro, de ahí que estuviese mal colocada...» pensó ella poniendo su dedo índice izquierdo sobre su mentón.
—Pues... Debemos ir abajo, entonces —sentenció ella —. Deberíamos mirar toda la casa, y ya después comenzar a hacer conjeturas —alegó, dándose la vuelta —. Yo iré primero, Akame-san, ten cuidado y, ¿alguno de los dos tiene algo con lo que alumbrar el sótano? —dejó caer, bajando los escalones de uno en uno.
Seguía con el corazón latiéndole a una velocidad más alta de lo común y se mantenía alerta, pero tampoco estaba aterrorizada, porque sentía que si llegaba a estarlo, sería inútil para los Uchiha, así que reunió toda su fuerza de voluntad y echó a andar escaleras abajo.
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El Uchiha luchó por no verse abrumado por la avalancha de conjeturas y teorías que le lanzaron sus compañeros nada más aparecer él por las escaleras. Todavía estaba ligeramente aturdido y, desde luego, muy dolorido; de modo que pensar le costaba el doble de lo normal. Dejó tanto a Datsue como a Eri hablar a gusto, y sólo cuando ambos hubieron callado y se hizo un silencio, él tomó la palabra.
—Entonces podemos preveer cuándo volverá a pasar —dijo, aludiendo a lo que Datsue había dicho sobre aquel chakra que había envuelto al somier antes de que les atacase—. Y, si de verdad es el mismo chakra que el de aquel Juuinjutsu... Yo diría que quien quiera que fuese que puso el Sello Maldito al viejo, es la misma persona que ha intentado matarme con una cama.
»El anciano mencionó a alguien, ¿verdad? Al "maestro" que vivía en esta casa. Dijo... ¿Yogo-sama?
Luego tomó una pausa para coger aire. Le dolía la espalda y el lado derecho de las costillas a horrores.
—Sí, podría ser una de las razones. Movieron la cama de matrimonio para no tener que usar esa habitación. Estaba llena de polvo y todos los muebles eran viejos a más no poder, como si nadie hubiese entrado ahí en años —constató el Uchiha, y luego aventuró—. Creo que, de hecho, no fue el somier lo que movieron. Fue todo lo demás. Abandonaron esa habitación en concreto...
Akame inició, entonces, el descenso por las escaleras hasta el sótano. Mientras bajaba los peldaños cojeando ligeramente, respondió a una de las dudas de Eri.
—No te preocupes por eso, Eri-san. Conozco una técnica que servirá para alumbrarnos en la oscuridad.
Cuando al fin llegaron ante la puerta del sótano —abierta anteriormente por Datsue—, Akame chasqueó los dedos y una esfera de chakra Katon muy luminiscente se materializó sobre la yema de su índice. El Uchiha agitó el dedo, y la canica de luz dio un saltito para luego empezar a flotar, orbitando a su alrededor. Entró en el sótano, y el resplandor de su jutsu fue suficiente para iluminar parcialmente casi la totalidad de la sala.
Se trataba de una habitación grande, de muros de piedra —a excepción de la pared del lado contrario a la entrada, que era de madera— repleta de chismes y muebles antiguos apilados de cualquier forma; armarios apolillados, telas viejas y roídas, pilas de libros podridos e ilegibles y demás basura inservible. Olía a humedad y a cerrado, como si nadie hubiese estado allí en décadas.
Entre conjeturas y teorías, el equipo shinobi fue bajando por las escaleras hasta llegar al sótano. La oscuridad que reinaba allí abajo pronto fue engullida por una pequeña bola de fuego, un ninjutsu de Akame que flotó a su alrededor iluminando la estancia con sus cálidas llamas, y dando forma a los muebles, libros y demás objetos que se apilaban de forma desordenada alrededor de las paredes.
«Curioso», pensó Datsue, al ver que una de ellas era de madera. «Muy… curioso».
Inspeccionar aquellos libros polvorientos y estropeados por la humedad podría llevarles toda una eternidad. Era un trabajo titánico cuya recompensa no era clara. Por eso, tras una primera visual, el Uchiha se dirigió hacia lo que más le había llamado atención: la pared de madera.
Empezó a deslizar la mano sobre sus tablones, buscando alguna anomalía, o algún tablón suelto. De vez en cuando, golpeaba con los nudillos, siempre en busca de algo extraño.
—Creo que algo se esconde tras esta pared, compañeros. —Toda una vida viendo películas de aventuras se lo decía a gritos.
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Los tres bajaron al sótano donde Akame, aún malherido, era el que se había encargado de darles visión allí donde no había ni rastro de luz. Gracias a ello, Uchihas y Uzumaki se internaron en lo que era el sótano de la mansión: una amplia sala llena de muebles apilados como se podía, armarios y telas, libros y basura acumulada y olvidada en un rincón.
No era nada del otro mundo, un sótano abandonado cualquiera. Pero algo llamó la atención de cierta kunoichi que se había acercado lentamente a la pared de madera que desentonaba con las otras de piedra de la habitación. Miró hacia todos lados por si acaso veía algo extraño en la posición o alguna pista que les guiase a otra respuesta...
—Creo que algo se esconde tras esta pared, compañeros.
...pero la verdad es que estaba con Datsue.
—¿No habéis visto nada raro con vuestros ojos, chicos? —preguntó ella, acercándose a la pared —. Yo también me había fijado en la pared de madera, pero primero deberíamos cercionarnos de que no está maldita como el somier, y luego ver cómo nos deshacemos de esos tablones...
»A no ser... —miró a ambos, con el ceño fruncido —. Que queráis quemarla, ¿qué alternativas tenemos?
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Con un vistazo rápido de sus ojos carmesíes, Akame se cercioró de que no había nada extraño en aquella pared; nada, al menos, que entrase en el terreno del chakra.
—No hay ningún tipo de energía rodeando esta pared, eso desde luego —afirmó sin miedo a equivocarse.
El mayor de los Uchiha se había colocado tras sus compañeros, lo bastante cerca como para el Kaijundento no Jutsu iluminara claramente toda la extensión de la pared de madera. Estaba compuesta por tablones gruesos, apilados unos encima de otros; y hubo un detalle que llamó la atención de los muchachos cuando se acercaron para examinarla.
Era un símbolo grabado sobre la madera. No parecía haber sido tallado ni pintado, sino más bien... Quemado. Como con un mechero muy potente. Se trataba de una serpiente que se devoraba a sí misma formando un círculo perfecto. «¿Qué demonios...?»
En ese momento Datsue empezó a palpar con buen tino. Pudo comprobar que, pese a que los tablones se veían firmes —probablemente ninguno de ellos tendría la fuerza suficiente para desclavarlos a pulso—, el sonido que producían sus nudillos al golpear sobre la madera variaba ligeramente en torno al centro de la pared. Como si hubiese un hueco detrás.
—¿No os suena de nada ese símbolo? —preguntó la chica, acercándose y señalando el símbolo que parecía quemado sobre la madera: una serpiente que se devoraba a sí misma, formando un círculo. Ella lo había visto moverse en las propias carnes del anciano que yacía muerto en ese mismo instante en su casa.
Y eso solo podía significar una cosa.
—Debe de estar ahí detrás, ahí podría estar la causa de los problemas de la casa —aceptó la kunoichi.
La joven palpó un poco la madera, con cuidado, para darse cuenta de que era demasiado gruesa como para ser derribada a puñetazos. Bufó y se giró, con pocas opciones para ver cómo podían descubrir lo que estaba dentro, al menos por su parte.
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Lo sentía, lo notaba. Cuanto más se acercaba al centro de la pared, más hueco sonaba. Era como si la madera estuviese pegada contra algo sólido menos, justamente, allí. Y luego estaba la serpiente que se devoraba a sí misma, claro. Ese símbolo que parecía estar en todas partes.
—Hmm… Noto algo hueco en el centro, chicos. Hay como un vacío que por el resto de la pared no hay —les informó.
Pero, ¿cómo llegar hasta allí? ¿Quemándolo, como sugería Eri? ¿Con la fuerza bruta? ¿O con inteligencia? ¿Habría algún mecanismo oculto que lo abriese? ¿O la pared de madera la habían hecho, precisamente, para que nadie nunca más accediese a lo que estaba al otro lado?
Como había visto muchas películas, y no tenía nada que perder, Datsue probó en apretar el símbolo de la serpiente, como si se tratase de un botón que activase un mecanismo oculto. «Aunque estas cosas en las películas suelen ser un ladrillo suelto o un libro colocado estratégicamente en una estantería…».
De nada suceder, comentaría:
—¿Qué se nos está escapando? Tiene que haber algo, o sino… Más que quemarla, Eri, yo diría de pegar un sello explosivo y reventarlo. Como quememos esto luego haber quién es el guapo que apaga el incendio. Ninguno sabe hacer Suiton, que yo sepa.
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Akame ya había visto aquel símbolo con anterioridad, y le resultaba extrañamente familiar. Eran los mismos tatuajes que los del Juuinjutsu del anciano, extendiéndose por todo su cuerpo. Pero había algo más... Algo que no conseguía recordar.
Volvió a la realidad cuando la voz de Eri le llamó la atención. Asintió, todavía dolorido, y luego Datsue propuso volar la puerta. La Uzumaki quería quemarla. Akame se retiró unos pasos, examinó la estructura y luego calló durante un momento. Finalmente, habló con aire reflexivo.
—Si tratamos de destruir la pared con un Katon corremos el riesgo de provocar un incendio, como apunta Datsue-kun —al fin y al cabo, estaban rodeados de muebles viejos, telas apolilladas y libros—. Volarla en pedazos tampoco podría ser una buena opción... Estamos en el sótano. Tenemos todos los cimientos de la casa sobre nuestras cabezas. Quién sabe si una explosión, aunque fuese controlada, podría dañar la estructura y provocar un derrumbamiento.
El Uchiha movió el brazo derecho, haciéndolo girar en circunferencias con el codo flexionado. Gruñó, «todavía me duele...» Luego se acercó a la pared y enarboló su mano diestra como si de una espada se tratase.
—Oni no Migite.
Con un zumbido parecido al de una sierra de alta tecnología de Amegakure, la mano derecha de Akame se vio envuelta en una capa de chakra índigo que vibraba a alta frecuencia. El genin acometió la pared de madera más o menos por donde recordaba que habían notado el hueco. Dio un par de tajos —que cortaron los tablones como si fuesen mantequilla— y luego un tercero en la base de la pared.
El afilado chakra de su mano se vaporizó mientras el Uchiha retrocedía, jadeando visiblemente.
—Ahora, a trabajar...
Tal y como Akame había efectuado los cortes, sólo había que retirar los tablones poco a poco para ir dejando un hueco en la pared del tamaño de un hombre adulto.
Ante la negativa de quemar la pared de madera y la de explotar la pared por parte de Akame, la kunoichi se vio sin ninguna idea, así que se encogió de hombros mientras escuchaba a Akame recitarles el por qué de no explotar aquel sitio por si acaso se les caía la casa sobre la cabeza.
Sin embargo, lo que ella no se esperaba es que a continuación del Uchiha empezó a salir un chakra de color índigo desde su mano, y haciendo un par de movimientos con la misma fue capaz de cortar la madera como si ésta no estuviese hecha de madera sólida.
—Vaya... —soltó, claramente sorprendida por la técnica que acababa de utilizar su compañero.
Cuando terminó, el chakra que emanaba de su mano se vaporizó, sin dejar rastro alguno.
—Ahora, a trabajar...
La muchacha asintió y comenzó a retirar los tablones más bajos como buenamente podía, de uno en uno y dejándolos en un sitio donde no estorbasen demasiado.
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Akame estaba sacando a relucir una gran cantidad de técnicas de lo más útiles. Una bombilla con vida propia; la capacidad de cortar con la mano incluso algo tan duro y grueso como la madera… Aquel cabrón no solo se comportaba como un verdadero profesional, sino que tenía herramientas de profesional.
Eri, por otra parte, empezó a quitar los tablones cortados, de uno en uno y con eficiencia. Datsue se quedó un rato mirando, hasta que se dio cuenta que quedaba feo eso de no hacer nada y la ayudó, quitando los tablones de arriba para agilizar el proceso.
—Creo que… —dijo, tras un rato—. Ya es suficiente. Bueno, ¿quién hace los honores? —Imaginaba que Akame, tras la golpiza que se había llevado por el somier, no estaba de muy buenos ánimos para ser de nuevo el primero en aventurarse. Era, pues, ¿el momento de hacer honor a su apodo? ¿De honrar el mote de Datsue el Intrépido?—. Eri-chan, eres la más ágil con diferencia de los tres… —dijo, como quien no quería la cosa—. ¿Te animas a ir primero? Te sellaré un Kawarimi, ¿vale? Que se activará ante cualquier golpe recibido. Si hay un somier asesino también al otro lado… estarás a salvo —dijo, guiñándole un ojo, y procediendo a sellarle la técnica si Eri no ponía ningún impedimento.
Y, no, ya habría otros momentos más seguros para hacer honor a su apodo.
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Llevaba unos minutos quitando tablones cuando finalmente el menor de los Uchiha accedió en su cabeza a ayudar a la joven y, al cabo de un corto rato, por fin habían logrado improvisar una entrada donde podían entrar al interior de aquel lugar, de uno en uno, para descubrir qué era lo que estaba haciendo que aquella mansión estuviese maldita.
Datsue preguntó por la primera persona que se podía internar allí, y ella, pensando en su querido y bien merecido mote; se presentaría voluntario para ir. No podía estar más equivocada en su vida, claro.
—. Eri-chan, eres la más ágil con diferencia de los tres… ¿Te animas a ir primero? Te sellaré un Kawarimi, ¿vale? Que se activará ante cualquier golpe recibido. Si hay un somier asesino también al otro lado… estarás a salvo
Eri entrecerró los ojos mientras miraba al Uchiha, no le gustaba aquella idea y la verdad es que no tenía ganas de ocultarlo.
—Espera —pidió levantando su mano con la palma hacia él, luego rebuscó en su portaobjetos por un shuriken y se acercó al agujero para dejarlo caer. Si no ocurría nada ante aquello, diría —. Está bien, séllame lo que quieras, pero hagámoslo ya.
Si moría allí, en la conciencia de Uchiha Datsue quedaría.
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