Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
15/02/2018, 12:00 (Última modificación: 15/02/2018, 12:14 por Aotsuki Ayame.)
— Y yo soy Inuzuka Nabi, encantado —respondió el muchacho, y Tsuwamono, con el rostro rojo de ira, se volvió hacia él con sus ojos verdes echando chispas casi de manera literal. ¿Acaso se atrevía a vacilarle?
Abrió la boca para decir algo, pero entonces intervino la jovencita que le acompañaba:
—Disculpe Tono-san, con todos mis respetos, aunque seamos niños, estamos totalmente cualificados para llevar a cabo el trabajo —se defendió, y la cortés educación de la pelirroja pareció aplacar momentáneamente la ira de Tono—. No por nada nuestra villa ha confiado en nosotros para venir hasta aquí. Así que por favor, no se mueva solo por las apariencias.
Inclinó el cuerpo en una reverencia de lo más elegante.
—Uzumaki Eri a su servicio.
El anteriormente presentado como Nabi la imitó, aunque de forma más torpe. Y entonces, Tono escuchó un ladrido cercano. No había reparado en aquel perro oscuro como la noche hasta el momento, pero no pudo sino alzar las cejas en un gesto sorprendido cuando el animal también inclinó el cuerpo como buenamente pudo.
—Y este es Stuffy.
Tono se quedó mirándolos unos segundos con el ceño fruncido. No le hacía ninguna gracia dejar una tarea tan importante en manos de dos mocosos, pero la situación lo ameritaba. La fecha de inauguración de la exposición se acercaba, no había tiempo que perder en reclamaciones o buscando otra ayuda.
—"Tsuwamono-san" —corrigió, mirando directamente a Eri. Había alzado la barbilla, pero no tardó en hundir los hombros con un sonado suspiro—. Si es que debería haberle pedido ayuda a Amegakure o Kusagakure, con tantos cambios de Kage Uzushiogakure se está hundiendo en la miseria... —se volvió hacia los guardias—. ¡Abrid las puertas!
—¡Sí, señor!
Y mientras los dos guardias se afanaban por abrir los portones del castillo, Tono pareció acordarse de algo. Se volvió hacia los dos chicos, y sus ojos se posaron enseguida en el pequeño perro que les acompañaba.
Después de un rato sin decir nada, escuchando a ambos jóvenes y regalándoles miradas para nada agradables, la kunoichi comenzaba a sospechar que les diría que se fueran por donde habían venido. Sin embargo ella se quedó allí, en su sitio, quieta y aguantando su azulada mirada a aquel hombre al que tenían que servir.
—"Tsuwamono-san" —corrigió a Eri, la cual solo pudo atinar a apretar los dientes—. Si es que debería haberle pedido ayuda a Amegakure o Kusagakure, con tantos cambios de Kage Uzushiogakure se está hundiendo en la miseria... —se volvió hacia los guardias—. ¡Abrid las puertas!
«¿Es que somos peores que Amegakure y Kusagakure? Ya verá qué opina cuando terminemos el trabajo...» Se dijo mentalmente la chica, volviéndose a poner el jersey que reposaba sobre su cintura, suponiendo que, a lo mejor, dentro del museo haría más frío que fuera de él. Sin embargo cuando por fin iban a pasar al gran edificio, el señor Tsuwamono se giró y miró a Stuffy directamente.
—No están permitidos los perros dentro del museo.
Eri sabía que Stuffy y Nabi eran dos en uno, ambos eran un equipo, ¿debería intervenir para intentar lograr que el hombre cambiase de parecer? ¿Qué opinaría el Inuzuka al respecto? Giró su rostro y lo miró directamente a los ojos, buscando alguna respuesta en ellos. Era su turno de decir algo, aunque esperaba que no la cagase.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—"Tsuwamono-san"Si es que debería haberle pedido ayuda a Amegakure o Kusagakure, con tantos cambios de Kage Uzushiogakure se está hundiendo en la miseria...¡Abrid las puertas!
Blablabla, bla, blabla. Estaba claro que ese señor no estaba teniendo un buen día, ni una buena actitud delante de los legendarios shinobis de Uzushiogakure, descendientes de los que mandaron a freír espárragos a todos los bijuus ahora hace muchos años. ¿Él de quien era descendiente? ¿De un legendario museoero de hace mil años? Venga, hombre, a pastar.
—No están permitidos los perros dentro del museo.
— Ningún problema.
Hice el sello del tigre y Stuffy desapareció en una nube de humo, dejando solo otro Nabi, con el ceño fruncido y la boca cerrada con fuerza para no sacar la lengua.
— Arreglado, vamos va.
Esperé a que el cliente espabilase para seguirle al lugar de los hechos.
19/02/2018, 12:13 (Última modificación: 19/02/2018, 12:13 por Aotsuki Ayame.)
Ante la exigencia de Tsuwamono Tono, Eri se volvió hacia su compañero, interrogante. Sin embargo, lejos de amedrentarse o protestar, Nabi le restó importancia al asunto de forma rápida y limpia.
— Ningún problema —resolvió, entrelazando las manos en un sello. En el suelo, y ante la exclamación ahogada de Tono y sus dos guardias, el perro se vio envuelto súbitamente en una nube de humo. Al disolverse, no había rastro alguno del animal, sino de una réplica perfectamente idéntica al muchacho—. Arreglado, vamos va.
El dueño del museo tuvo que obligarse a cerrar la boca cuando se dio cuenta de que se había quedado pasmado ante la resolución del muchacho. Sin embargo, aún tardó algunos segundos en dejar de mirarles con el ceño fruncido:
—B... bien —resolvió, aunque aún no parecía demasiado convencido sobre el asunto. Fuera como fuese, se adentró junto a los dos chicos en el interior del museo y antes de alejarse demasiado ordenó a los guardias que volvieran a cerrar las puertas.
Al instante se vieron rodeados por el profundo silencio que inspiraba el museo, sólo roto por las pisadas de los cuatro y que reverberaban entre las paredes con un denso eco. Era un espacio amplio, enorme, y el aire estaba cargado con cierto olor a antigüedad y polvo. Aquí y allá un incontable número de estantes y vidrieras que contenían todo tipo de armas y de todas las épocas, a cada cual más extraña y extravagante que la anterior, llenaban el lugar. Pese a que Tono parecía satisfecho, aún vigilaba por el rabillo del ojo al Nabi que antes había sido un perro, como si temiera fuera a atreverse a orinar en cada una de las esquinas que encontraran. Atravesaron varios pasillos, y las réplicas de las armas se vieron pronto acompañadas por cuadros en los que se representaban el uso de cada una de ellas y un texto informativo; y al final, tras un arco de piedra, llegaron a un salón de suelo de piedra clara y paredes que estaban repletas de diversos iconos que representaban, entre otras cosas, a personas, animales y extraños objetos dispuestos en filas. En el centro, una pequeña tarima coronaba un pedestal que se encontraba completamente vacío.
—Aquí es —indicó Tono, con profundo pesar, acercándose al pedestal. Sobre él, no quedaban más que los dos anclajes donde debía haber reposado el arma en cuestión—. Una de nuestras colecciones más valiosas, nuestra pata de bronce... robada de la noche a la mañana. Como podréis entender, no podemos abrir la exposición al público sin ella.
El Inuzuka no perdió el tiempo, ya que las únicas soluciones las tenía al alcance de su mano. Sin embargo, para asombro de su compañera, el chico hizo que su perro se transformase en él mismo, uno más serio, pero humano al fin y al cabo. Ella se quedó como el propietario del museo por unos instantes, pero luego sonrió. Nabi comenzaba a ganar puntos.
Así pues, los tres terminaron pasando al museo.
El lugar estaba inmerso en un silencio nada comparado al bullicio que había escuchado en la ciudad. Todo olía a antiguo, incluso un poco a cerrado diría ella, y los estantes y vidrieras se encontraban similares a los que ella vio algún día hacía algún tiempo. Poco a poco se fueron internando entre todas aquellas armas y textos que relataban sus usos y vivencias por otras personas, hasta que tras pasar un arco de piedra, llegaron a un gran salón donde, en el centro, había un pedestal vacío.
—Aquí es. Una de nuestras colecciones más valiosas, nuestra pata de bronce... robada de la noche a la mañana. Como podréis entender, no podemos abrir la exposición al público sin ella.
Anunció el dueño del museo. Eri se llevó una mano al mentón, pensativa.
—¿Cuándo dice que la robaron? —preguntó, curiosa, mientras se acercaba cuidadosamente al pedestal por si acaso encontraba algo —. ¿Sabe quién fue la última persona en ver la pata de bronce e su sitio? —tenía que comenzar a actuar.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Aquí es. Una de nuestras colecciones más valiosas, nuestra pata de bronce... robada de la noche a la mañana. Como podréis entender, no podemos abrir la exposición al público sin ella.
Miré el sitio con ojos atentos. Pero definitivamente, ahí no había nada. Empecé a pensar en todo lo relacionado con el caso que teníamos entre manos. Tenía muchas dudas en el cuerpo. Me llevé la mano a la barbilla, pensativo. Estudiaba las opciones a nuestro alcance y todas las posibles variaciones a tener en cuenta en el robo que teníamos que resolver. Acabé por materializar mi duda más primordial.
— Mi duda es, ¿y el resto del perro de bronce? ¿Cómo que solo le queda la pata?
—¿Cuándo dice que la robaron?. ¿Sabe quién fue la última persona en ver la pata de bronce e su sitio?
— Stuffy podría seguir el rastro si es que aún queda algo por aquí, pero tendría que deshacer la transformación y volver a ser él. Lo cual sería un poco ilegal. ¿Qué opina usted, Tsuwamono-san?
Técnicamente, la transformación en humano de Stuffy era para pelear. No estaba seguro que pudiese aguantarse si tenía que seguir el olor, ¿podía hacer dos cosas a la vez? ¿Habría desbloqueado esa habilidad? ¿A qué nivel era eso? ¿Chunnin, Jounin, Kage? Las dudas empezaban a ser demasiado poderosas en mi.
—Mi duda es, ¿y el resto del perro de bronce? ¿Cómo que solo le queda la pata?
Aquella pregunta pilló desprevenido al propietario del museo, que parpadeó varias veces con estupefacción.
—¡¿Pero qué perro de bronce ni qué perro muerto?! —exclamó, acercándose al pedestal entre largas zancadas y señalando con indignación a su interior. Además del soporte que debía haber estado sosteniendo el arma, había un pequeño cartel descriptivo, con una foto que representaba a un arma similar a un sable corto fabricado con bronce, exquisitamente ornamentado, con el filo curvo en forma de hoz que estaba precedido por una empuñadura recta sin guarda—. La Pata de Bronce es un tesoro del mundo antiguo, un hallazgo sin precedentes, que fue encontrado en unas ruinas en los desiertos del País del Viento, ¡cerca de donde se supone que estuvo la gran Sunagakure! ¡Esto es sólo una muestra del poderío militar que desplegó en su época más gloriosa! —exclamaba, empapando de pasión cada palabra que formulaba. Saltaba a la vista la importancia que tenía aquel arma para el hombre.
—¿Cuándo dice que la robaron? —preguntó Eri, que se había llevado una mano al mentón con gesto pensativo. Cuidadosamente comenzó a desplazarse por el salón, alrededor del pedestal, buscando cualquier tipo de pista—. ¿Sabe quién fue la última persona en ver la pata de bronce en su sitio?
—Hará cosa de tres días —respondió Tono, con gravedad—. Desapareció de la noche a la mañana, sin más. El castillo ha permanecido cerrado todo este tiempo mientras se preparaba la exposición. Sólo yo y mis guardias tenemos acceso a las puertas.
Fue entonces cuando la kunoichi lo vio. Bajo la luz de los fosforescentes y justo detrás del pedestal, un pequeño trozo de tela roja. Si se agachaba a cogerlo además comprobaría que en el suelo había varias manchas oscuras: sangre seca.
— Stuffy podría seguir el rastro si es que aún queda algo por aquí, pero tendría que deshacer la transformación y volver a ser él. Lo cual sería un poco ilegal. ¿Qué opina usted, Tsuwamono-san?
El hombre frunció los labios hasta que estos palidecieron y se convirtieron en apenas una línea tensa en su rostro.
—Está bien... ¡Pero controla bien a ese animal o pagaréis las consecuencias!
Sólo como dato informativo, hasta donde sé, el perro del Inuzuka sigue teniendo el mismo olfato desarrollado en su forma humana y animal. Sólo te lo comento para que lo tengas en cuenta en otros temas, ya que Tono no sabe este hecho xD
La kunoichi se exaltó cuando el hombre comenzó a vociferar acerca de la Pata de Bronce, y giró la cabeza por un instante para fulminar con la mirada al Inuzuka. No le caía bien ese señor, eso podía confesarlo; pero tampoco quería tener problemas por ello. Volvió a la búsqueda en cuanto el hombre hubiera terminado de explicar sobre la reliquia.
—Hará cosa de tres días. Desapareció de la noche a la mañana, sin más. El castillo ha permanecido cerrado todo este tiempo mientras se preparaba la exposición. Sólo yo y mis guardias tenemos acceso a las puertas. —fue lo que contestó Tono a su pregunta.
Pero antes de hacer conjeturas, algo se reflejó en sus ojos: un pedacito de tela roja. Se agachó a tomarlo y cuando lo obtuvo, vio que en el suelo también había algo parecido a sangre seca.
—Me parece que he encontrado algo —explicó la chica, llamándoles —. ¿Pueden venir? —si ambos hombres venían, la chica enseñaría el trozo de tela y señalaría con la mano libre hacia el suelo —. Esta tela estaba ahí, justo al lado de esas manchas que parecen sangre seca —se giró a Tono —. Tsuwamono-san, ¿le suena de algo esta tela? —preguntó, acercándosela.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Hará cosa de tres días. Desapareció de la noche a la mañana, sin más. El castillo ha permanecido cerrado todo este tiempo mientras se preparaba la exposición. Sólo yo y mis guardias tenemos acceso a las puertas. —
Sospechoso principal: Tsuwamono Tono. Primero reacciona como un loco al preguntarle por el resto del perro y se inventa una historia cutre para hacerme pensar que no había tal perro de bronce y ahora coge y confiesa que solo él y sus guardias han tenido el tiempo suficiente para limpiar la escena del crimen. Ese hombre era sospechoso, cambio.
—Está bien... ¡Pero controla bien a ese animal o pagaréis las consecuencias!
Con el visto bueno del cliente le hice una señal a Stuffy, quien se destransformó y se dirigió al sitio donde había estado la pata olisqueando a ver si captaba algo con su olfato supremo. Pero rápidamente fue llamado por Eri. Me agaché para mirar la mancha de cerca y Stuffy tardó menos en empezar a olerlo para coger el rastro y poder seguir el perro de bronce que había resultado herido en el secuestro.
— ¿Qué te parece, Stuffy? ¿Por donde tiramos?
Esperé a que Stuffy acabase de coger el rastro y confirmase si era seguible o acababa ahí.
El animal no tardó ni medio segundo en regresar a su forma original, olisqueando el pilar donde había estado hasta hace poco la famosa Pata de Bronce. Pero el olor que percibía el can conducía y se hacía más potente justamente donde estaba Eri agazapada.
—Me parece que he encontrado algo. ¿Pueden venir? —intervino la kunoichi entonces, y casi no hizo falta formular la última pregunta. Tono se acercó a la kunoichi entre grandes zancadas antes de agacharse junto a ella, casi ansioso, y acercó su rostro enjuto al pequeño pedazo de tela roja que sostenía. El tacto era suave y algo rasposo, pero firme—. Esta tela estaba ahí, justo al lado de esas manchas que parecen sangre seca. Tsuwamono-san, ¿le suena de algo esta tela?
El hombre tomó la tela con el dedo índice y pulgar, casi como si temiera que fuera a desvanecerse la única prueba que habían encontrado del robo en cualquier momento.
—Umh... no sabría decirte, muchacha. Hay mucha gente que lleva ropa de color rojo, y más en estas fiestas tan coloridas.
—¿Qué te parece, Stuffy? —intervino Nabi, dirigiéndose hacia su perro—. ¿Por donde tiramos?
El animal ladró un par de veces y entonces salió corriendo de la sala donde estaba guardada La Pata de Bronce. Justo antes de salir se detuvo momentáneamente, giró la cabeza para mirarles, ladró una última vez y siguió corriendo por el pasillo. Estaba claro el mensaje: quería que le siguieran.
Y si lo hacían acabarían recorriendo todo el camino que habían seguido hasta allí. Llegaron al hall principal, y Stuffy se alzó sobre sus patas traseras para apoyar las delanteras en una de las hojas de la puerta, aullando y ladrando. Poco después, la entrada de abrió con un sonoro crujido, y al otro lado apareció uno de los dos guardias.
—¿Sucede algo, señor Tono?
Hasta el momento no se habían fijado con detalle en él pero se trataba de un hombre alto, bastante fornido, y completamente calvo que enarbolaba una larga lanza cuyo filo destellaba bajo el influjo de la luna. Vestía una indumentaria similar a la de los ninjas de alto rango, con un chaleco acolchado de color gris por encima de otras ropas de color más oscuro y una capa de color rojo colgada sobre sus hombros, aunque obviamente no tenía ninguna bandana que le identificara como tal.
—Parece ser que estos chicos han encontrado una prueba —indicó Tono, alzando triunfal el trozo de tela mientras señalaba a Stuffy, que seguía olfateando unos metros más allá. Pero entonces pareció reparar en algo, y tras mirar varias veces a su alrededor, añadió—. ¿Dónde está Doro?
El guardia se encogió de hombros.
—Decía que se encontraba muy mal y se ha ido a su casa a descansar, señor.
Tono tomó el trozo de tela entre sus dedos, inspeccionándolo por unos segundos.
—Umh... no sabría decirte, muchacha. Hay mucha gente que lleva ropa de color rojo, y más en estas fiestas tan coloridas. —Ante la respuesta, Eri no pudo evitar encogerse ligeramente de hombros, bastante decepcionada por haber encontrado una pista que todavía quedaba sin ayuda.
—¿Qué te parece, Stuffy? —intervino Nabi —. ¿Por donde tiramos?
Stuffy, actuando como un digno perro, empezó a ladrar y se fue directo a la puerta del museo, ladrándoles en el proceso pues parecía que querían que le siguiesen. Eri no dudó en seguirle, llegando al hall principal donde comenzó a aullar y a ladrar hasta que la entrada se abrió, dejando ver a uno de los guardias que antes les habían recibido.
Estaba solo.
—¿Sucede algo, señor Tono? —preguntó el hombre.
—Parece ser que estos chicos han encontrado una prueba —indicó Tono, alzando la tela —.¿Dónde está Doro?
—Decía que se encontraba muy mal y se ha ido a su casa a descansar, señor.
Aquello le sonó algo extraño, pues una persona no deja su guardia así porque sí. Se llevó la mano al mentón, pensativa. Luego miró de nuevo a Stuffy, que se hallaba aún buscando el olor que había parecido encontrar.
—A lo mejor tiene algo que ver con esto... —murmuró Eri cerca de Nabi, igual debían hacerle una visita.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Stuffy en un arrebato de seriedad misionil se dejó llevar por lo que su olfato le dictaba, yendo directo a la puerta. Obviamente, yo ya estaba siguiéndole antes de que él me instara a hacerlo. Me solidaricé con él y empecé a pensar con seriedad en todo aquel asunto cuando un guardia abrió la puerta.
El can salió a seguir olfateando pero yo me quedé dentro con Eri y el cliente, si encontraba algo ya volvería a ladrar, de momento, había cosas que aclarar. Los primeros y más probables sospechosos eran las mismas personas encargadas de custodiar y proteger el lugar, y ahora uno de ellos desaparece cuando empezamos a investigar.
— Señor Tono y señor guardia, ¿pueden darnos más información acerca del tal Doro? Todo lo que sepan nos vale, familia, amigos, ¿qué saben de él?
Antes de ir a ciegas a por él, deberíamos saber a quien estamos yendo a buscar. Un guardia no es un civil, ya que posee conocimientos de armas y combate, si además tiene un pasado turbulento, puede que no esté solo. Lo primero y más importante era conocer la peligrosidad de la situación a la que nos enfrentábamos, si es que era él.
Tampoco había que descartar que esos dos eran tan sospechosos como el desaparecido, bien podrían haberle dado algo para que se pusiese malo e inculparlo. Y lo que fuera que descubriese Stuffy tendría prioridad, por supuesto.
—A lo mejor tiene algo que ver con esto... —murmuró Eri, sosteniéndose el mentón con una mano con gesto pensativo.
—Señor Tono y señor guardia, ¿pueden darnos más información acerca del tal Doro? Todo lo que sepan nos vale, familia, amigos, ¿qué saben de él? —intervino Nabi.
Tono se volvió hacia los dos genin, ligeramente contrariado.
—Doro es uno de mis guardias más leales, ¿de verdad sospecháis de él? —preguntó, torciendo el gesto. Sin embargo, terminó por suspirar—: Sea como sea... Doro vive en el centro de Taikarune, en el edificio que hace esquina con la tienda de regalos de Kamerita-san. Hasta donde sé, vive solo. Ni familia, ni amigos, no pareja. Según nos ha contado alguna vez, su familia vive en un pequeño pueblo al norte de Taikarune, pero no sé nada más sobre su vida.
En ese momento, Stuffy comenzó a ladrar. Miraba a su dueño con fruición, y señalaba desfiladero abajo, hacia el interior del pueblo.
Tono parecía no concordar con lo que Eri había pensado y lo que Nabi había preguntado, afirmando que Doro era uno de sus guardias más leales, sin embargo, todo aquel que estuviese cerca de la pata de bronce ya entraba como sospechoso, al igual que el otro guardia que allí se encontraba.
Sin embargo pareció entrar en razón, pues luego añadió:
— Sea como sea... Doro vive en el centro de Taikarune, en el edificio que hace esquina con la tienda de regalos de Kamerita-san. Hasta donde sé, vive solo. Ni familia, ni amigos, no pareja. Según nos ha contado alguna vez, su familia vive en un pequeño pueblo al norte de Taikarune, pero no sé nada más sobre su vida.
—Tsuwamono-san, no queremos decir que uno de sus guardias sea el culpable, sin embargo deberíamos comenzar a buscar más pistas, y que Doro-san se haya marchado tan de repente nos da que pensar —alegó la joven, intentando sonar comprensiva —. Aún así, puede que con la visita pueda quedar libre de sospecha, así que no se preocupe, iremos allí y luego volveremos a informarle.
Hizo una breve reverencia.
—Gracias —agradeció a su cliente, sin embargo cuando ya estaba dispuesta a buscar la casa de Doro, Stuffy comenzó a ladrar de forma estridente, señalando desfiladero abajo —. ¿Pasa algo Stuffy? ¿Quieres que vayamos hacia esa dirección? —preguntó, exaltada, mientras miraba a Nabi para ver si le traducía algo.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Doro es uno de mis guardias más leales, ¿de verdad sospecháis de él?
— Los más sospechosos son siempre los que no están y los que desaparecen cuando se empieza a investigar. Sobretodo los segundos.
— Sea como sea... Doro vive en el centro de Taikarune, en el edificio que hace esquina con la tienda de regalos de Kamerita-san. Hasta donde sé, vive solo. Ni familia, ni amigos, no pareja. Según nos ha contado alguna vez, su familia vive en un pequeño pueblo al norte de Taikarune, pero no sé nada más sobre su vida.
—Tsuwamono-san, no queremos decir que uno de sus guardias sea el culpable, sin embargo deberíamos comenzar a buscar más pistas, y que Doro-san se haya marchado tan de repente nos da que pensar. Aún así, puede que con la visita pueda quedar libre de sospecha, así que no se preocupe, iremos allí y luego volveremos a informarle.
Yo estaba flipando un poco. Una persona sin familia ni amigos ni nada de nada, y a nadie le parece sospechoso. Y encima, cuando desaparece en medio de su guardia justo cuando empezábamos a investigar, le parece raro que creamos que es el culpable.
— Antes deberíamos seguir el rastro de...
Stuffy me cortó, abreviando lo que iba a decir que era justamente que debíamos seguirle a él primero antes de ir a casa de nadie. Antes de que se perdiese el rastro.
— No hay tiempo, vamos, rápido.
Dicho eso salí corriendo hacia el pueblo, acto que Stuffy imitó, yendo a la carrera hacia nuestro objetivo. Esperaba que Eri nos siguiera con la misma presteza y los otros dos esperaba que no robasen nada más aprovechando nuestra ausencia, porque no eran del todo inocentes.