Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
28/06/2022, 17:43 (Última modificación: 7/07/2022, 19:22 por Himura Ren. Editado 3 veces en total.)
Aunque la primavera había llegado, en Amegakure no se notaba del todo hasta que llegaba el verano en el cual la humedad y las nubes continuas convertían la ciudad en una caldera gigante. Aunque no hiciera un calor excesivo, la humedad lo hacía insoportable y asfixiante. Si te dabas una ducha para refrescarte, nada más salir del agua fría, ya empezarías a sentir el sudor recorrer por tu cuerpo. Por suerte, aquella mañana todavía hacía algo de fresco.
Hace unos días, Ren había quedado con Hana y compró una espada completamente blanca bastante bonita que la encandiló, pero practicando con ella se melló sin mucho problema hasta partirse por la mitad. Ahora estaba sin blanca y necesitaba una nueva arma, por lo que hacer una misión era su mejor opción sin lugar a dudas.
No estaba muy acostumbrada a pasar por aquel imponente edificio. Por lo que, de la misma forma que siempre, miraba a los lados un poco confusa antes de acercarse al mostrador de la recepción.
— Buenas, soy Himura Ren — aquello le seguía resultando algo raro. — Venía por si había alguna misión vigente que pudiera tomar.
El no tener ninguna placa significativa que revelara un rango superior, era suficiente para que supieran que era una genin sin tener que buscar su expediente.
Conforme se acercaba a la puerta, Ren notaría que la afluencia de gente no hacía más que aumentar. La gente iba y venía de ese enorme edificio, Jonin, Chunin, Genin, todo tipo de ninja tenían que pasar por allí. Para todo tipo de cosas, principalmente de misiones, pero también tramites administrativos de la villa. Todo pasaba por aquel enorme edificio.
Aunque la genin nunca había ido a pedir una misión ni a la mayoria de plantas, conocía perfectamente el camino al mostrador donde reportaba las misiones como cumplidas y cobraba, que era el mismo en el que podía pedirlas.
Ren entró directa al mostrador y no se percató de que una mujer entraba completamente empapada tras ella hasta que ya había hablado. Entonces vio a esa misma mujer dar la vuelta al mostrador, meter la mano en uno de los estantes y lanzarle un pergamino a las manos.
Una vez despachado eso, procedió a sacudirse el pelo mojado y secarselo con una toalla de mano que tenía.
— Ahí vas. ¿Algo más?
Tras secarse el pelo, dejó la toalla, como si ya hubiese acabado. Toda su piel estaba aún mojada, al igual que su ropa. Su larga melena negra en cuanto había cogido algo de sequedad se había alborotado de forma casi antinatural. Sus ojos eran un tono de azul más claro que los de la propia Ren y su expresión rápidamente pasó a una de tedio al ver que la genin seguía allí, un segundo después de haberle dado el pergamino.
— ¿Sí? ¿No? Va, mueve el culo.
Le hizo una seña para que se fuera incluso antes de dejarla contestar y se puso la toalla alrededor de la nuca. Solo llevaba una camiseta de manga corta y unos pantalones cortos, lo cual era minimamente algo atrevido para el frio que solía hacer en la villa a causa de la lluvia.
Ultimamente llegan reportes de malandrines siendo detenidos en Shinogi-To por una figura misteriosa. En primera instancia, pensabamos que eran shinobis nuestros llevando a cabo misiones de rango C, ya que eran matones y poco más. Siempre delincuentes buscados y nunca usando el castigo letal. Sin embargo, el último reporte que ha llegado es de un civil siendo asesinado en la calle a plena vista en mitad del día por el encapuchado. Tras una exhaustiva busqueda por nuestros archivos hemos visto que ninguno de los nuestros estaba involucrado en Shinogi-To el día de los hechos.
Necesitamos que alguien vaya y encuentre al misterioso justiciero, limpie el nombre de la villa y lo detenga, si es posible.
La situación fue tan antinatural como incómoda posteriormente. Tal vez llegaba tarde a su puesto de trabajo, y cuando vio que se colocaba detrás quiso decir algo por a velocidad y prisa que se estaba dando. Pero cuando esta le lanzó el pergamino directamente a las manos para posteriormente añadirlo con una voz borde y tosca, se le quitaron las ganas. Parpadeó un poco incrédula en el sitio tras haber cogido con torpeza el rollo con ambas manos por la impresión. Y otras palabras igual de bordes que las anteriores la echaban del lugar.
Aquello ya terminó de frustrarla, menuda manera de empezar el día. En cualquier caso, se apartó a un lado de la entrada para leer el contenido. Era una misión de rango C ubicada en Shinogi-To, asi que por suerte no perdería más que unos minutos o alguna hora en llegar hasta allí. Caminó de vuelta hasta su hogar, para preparar algunas cosas.
— Oh, ya estás de vuelta, ¿has tenido suerte? — dijo Nanashi al ver a Ren abrir la puerta del local mientras dejaba un plato con un par de tostadas para un cliente.
— Sí, es en Shinogi-To, así que no tardaré mucho en ir
No necesitaba preparar nada, pues siempre llevaba su espada consigo, pero debía informar a Nanashi de que tenía que partir. El cocinero se encorvó un poco hacia delante, para buscar algo debajo de la barra y luego caminar hasta el otro extremo donde estaba Ren, dejando una fiambrera de color azul sobre la mesa.
— Te he preparado algo. Y comete las verduras, o lo sabré
— ¿Ah, si? ¿Y como harás eso? ¿Les has puesto un sello o algo? — respondió con una pequeña carcajada tomando la caja, para guardarla en su portaobjetos. Pero no hubo respuesta, solo silencio y el semblante serio del cocinero, lo que la puso más nerviosa. — ¿¡Les has puesto un sello!?
Realmente lo dijo en primera instancia por hacerse la graciosa y romper el hielo, no sabía siquiera si se podía llegar a hacer eso, pero sabía que el fuinjutsu era capaz de hacer cosas realmente raras y extravagantes, difíciles de imaginar a veces hasta que lo tenías delante.
— Que nooooooo, capulla. Solo me estoy metiendo contigo. Ten cuidado, anda
Caminó hasta un pequeño fregadero bajo la mirada de enfado de la morena, quien se marchó de allí indignada directa a la ubicación de la misión mientras refunfuñaba por el camino.
Pronto se daría cuenta de que la misión era más bien vaga en cuanto al lugar de los hechos. Hablaba de Shinogi-To y eso era todo. Parecía que los que expedian las misiones esperaban que la kunoichi fuese capaz de encontrar el sitio el cuestión con sus dotes diplomaticas e intelectuales y nada más que eso.
La ciudad no parecía estar precisamente afectada por lo que se suponía que había sucedido. La cantidad de gente por las calles parecía la misma que otras veces y no había nadie corriendo y gritando que el mundo se iba a acabar.
Los comercios locales estaban abiertos, pues era pleno día, y nada parecía fuera de sí.
Shinogi-To, aunque estaba prácticamente al lado de la villa, Ren no pisaba aquel lugar casi nunca. Si mal no recordaba en una ocasión tuvo que ir a por unas hojas de té que necesitaba Nanashi, aunque la única persona que tomaba aquello era Oda, asi que realmente es como si fuera para él. En cualquier caso, no parecía haber nada fuera de sitio, ni siquiera la gente que andaba por las calles parecía tensa ante el hecho de que hubiera habido un asesinado en plena calle, a vista de todos y con el sol rozando el zenit.
Aquello era demasiado sospechoso, y el hecho de que en la nota no hubiera ninguna especificación sobre a donde debía dirigirse más allá de pisar aquella ciudad complicaba aún más la situación. La joven se cruzó de brazos un momento, intentando pensar en que podía hacer para buscar algo más de información sin preguntar al primero que pasara por allí.
La parte buena es que al ser la ciudad de un señor feudal, por lo que seguramente habría algún edificio oficial que se ocupara de tener gente patrullando y vigilando las calles, más allá del palacio del difunto Damyio. Decidió entonces buscar un sitio que cumpliera aquellas condiciones, o que fuera mínimamente similar. Si no, siempre podía acercarse a las inmediaciones del palacio placa en mano
Por muy vacia que pudiese estar la residencia del más alto cargo de todo el país en cuanto a propietario, no lo estaba en cuanto a seguridad. En aquel lugar habían cosas más caras que muchos edificios enteros de la ciudad. Antigüedades, reliquias, ornamentación... Cosas que debían ser protegidas a toda costa, pues eran tesoros nacionales.
Acercandose, Ren podría ver ninjas apostados en el muro que rodeaba el lugar, guardandolo desde arriba y una pareja de ninjas guardando la puerta principal. Los alrededores estaban bastante despejados independientemente de la gente que rondase la ciudad. Los guardias no estaban de muy buen humor después de la muerte de Yui. Ese lugar era casi sagrado para algunos ahora.
Por ello, los dos ninjas de la puerta se giraron de inmediato a mirarla en cuanto apareció, pero se calmaron notablemente al verle la bandana al cuello.
— ¡Eh, tú! ¿Eres la nueva?
— ¿Tenía que venir alguien nuevo, Guinea?
El otro se volteó levemente con una media sonrisa.
— Por favor, Leon, siempre tiene que venir alguien nuevo. — y volvió su mirada a Ren.
Sin exito ninguno en reconocer o localizar un lugar en el que buscar algo de información, Ren se dirigió hasta las inmediaciones del palacio. Tal vez quien hubiera hecho la petición era directamente de allí. Pero tras llegar y ver a la gran cantidad de guardias apostados en distintos sitios, se sentía algo estúpido en haber llamado a otra persona, seguramente ellos podrían haberse encargado del problema. Dos de estas personas llamaron la atención de Ren, dirigiéndose directamente hacia ella y mencionándose entre ellos como animales.
— U-Uhm... Vengo desde Amegakure, por un tema pendiente de resolver — dijo cogiéndose instintivamente la bandana como intentando mostrarla algo más, aunque ya había quedado claro que se habían fijado en ello. — No me han especificado un lugar, ni alguien con quien hablar así que... Y por la naturaleza de esta, pensé que tal vez habría alguien aquí al que poder preguntarle.
Alzó ligeramente las manos, no más allá de su cintura, mientras alternaba la vista entre una persona y otra. Era bastante descuidada en general, y debía empezar a tener cuidado con dar más información de la necesaria si no estaba segura de con quien hablaba.
— U-Uhm... Vengo desde Amegakure, por un tema pendiente de resolverNo me han especificado un lugar, ni alguien con quien hablar así que... Y por la naturaleza de esta, pensé que tal vez habría alguien aquí al que poder preguntarle.
Guinea se acercó a ella un par de pasos, para evitar que Ren se acercase demasiado a la puerta por si acaso, se cruzó de brazos y levantó una ceja.
— ¿Un tema pendiente? ¿En la residencia? ¿La fontaneria del segundo piso? Hay lugares con goteras y eso, pero pensaba que llamarían a un fontanero de la ciudad. ¿El moho del sotano? Eso tampoco parece muy de ninjas, pero claro, las D son una broma así que puede ser. En cualquier caso, especifica, chica.
Parecía estar más pendiente a su respuesta de lo que debería, cómo si estuviese probandola con sus palabras.
Suspiró, y quiso quejarse sobre aquellas acusaciones, pero era cierto todo lo que decía. Había escuchado de gente que se había tenido que dedicar varios dias a limpiar retretes; incluso llevaban la cuenta de cuantos retretes había limpiado cada uno, no en la misión, sino en el expediente. Eso sonaba completamente estúpido, ¿por qué iban a llevar el recuento de algo así? Seguramente eran una broma interna, ¿por qué era una broma, no?
— Hubo un asesinato a plena luz del día, en mitad de una calle — fue lo único que dijo.
Tuvo que ser lo suficientemente escandaloso y sonoro como para que llegara a todo la ciudad sin ningún problema. Y tampoco había muchos más detalles que pudiera dar, de la misma forma que los pocos que recibió ella.
— Hubo un asesinato a plena luz del día, en mitad de una calle
Guinea hizo una mueca un instante.
— ¿Otra vez con eso? Ya lo investigamos, fue un accidente.
Leon dio un paso al frente, asomandose por el lateral de Guinea.
— Hombre, accidente, tenía dos puñaladas en la espalda y la cabeza abierta contra el borde de la fuente.
Guinea se encaró con él, parecía ser una discusión que ya habían tenido.
— Y encontramos testigos que afirmaban que se había tropezado por la perdida de sangre y se había dado con el borde de la fuente.
— Y otros que decían que el Vigilante Nocturno lo apuñaló y lo empujó y después se desvaneció...en una cortina de humo.
Terminó Guinea.
— No vamos a seguir con esto, ya está aquí ella para eso.
Se volteó hacia Ren mientras se masajeaba las sienes.
— Mira, eso fue el puñetero caos personificado. La gente se piensa que cuando las cosas pasan en pleno día es super fácil todo. Claro, todo el mundo lo ha visto, pero la gente no es confiable para nada. Y menos cuando hay personajes como el Pedante Moribundo este.
— Vigilante Nocturno. — le corrigió Leon antes de volver lentamente a su posición, dejando a Guinea a cargo de transmitirle a Ren todo.
— La cuestión es que puedes preguntarle a quien quieras. Incluso si no saben nada, conoceran a un hermano, un primo, un sobrino que lo vio todo y lo sabrá todo. Pero fiate de lo justo y necesario. Tengo una lista con los nombres de los que interrogamos nosotros, pero cómo puedes ver, fue complicado.
Se cruzó de brazos, agotado solo de recordar ese día.
Y como si no estuviera de cuerpo presente, empezaron a tener una discusión entre ambos. Quien parecía llamarse Guinea, seguramente fuera un mote, parecía completamente despreocupada por el asunto, hasta el punto de aceptar el hecho de que fue un accidente. El clásico accidente en el que te caes repetidas veces sobre un cuchillo. Aunque daba más la impresión de que era porque estaba hasta las narices de investigar y no avanzar nada, así como la afirmación de que todo el mundo estaba siendo un charlatán cuando les preguntaban por la figura de una especie de justiciero.
Ren arqueó el cuello hacia atrás y suspiró. El trabajo de investigación no era lo suyo, y mucho menos le apasionaba.
— Está bien, dame esa lista e intentaré preguntarles de nuevo — respondió imitandola cruzandose de brazos, aunque poco después separó una de las manos mientras hablaba. — Y sobre ese Vigilante Nocturno, ¿qué más puedes contarme? Ya me jodería apodarme "Nocturno" y atacar a plena luz del día.
Guinea rodó los ojos como si Ren acabase de pulsar el boton prohibido tras tirar de la palanca desaconsejable del castillo de lo inapropiado. Fue León el que volvió a dar un paso al frente, volviendo a la conversación.
— ¡Exacto! Todo era una trampa para incriminar a Vigilante Nocturno. Nunca antes había salido durante el día. Sin importar cuan nublado fuese, él siempre espera a la noche. Y nunca mata a nadie, a veces ni siquiera hace daño permanente a los maleantes. ¿Y de repente aparece durante el día y mata a un civil? Te digo yo que es todo una trampa.
— Voy a por la lista. Vigilad mientras no estoy y preguntale al friki este lo que quieras.
Guinea se metió hacia dentro de la residencia, cerrando la puerta tras de sí, dejando a Ren con León, el experto numero uno en Vigilante Nocturno.
— Bueno, no soy ningún especialista ni nada, no sé más que el siguiente, pero sientete libre de preguntar.
Siguió con la mirada por un momento a Guinea, después de haber escuchado la chapa que Leon muy emocionadamente le relataba sin aparente atisbo de duda.
— Uhm... Entonces por lo que dices, o ha cambiado de parecer, o hay alguien manchando su nombre — dijo sin negarle sus palabras.
Había leído demasiados mangas como para negar que eso era algo que puede que hubiera leído en algún momento. Y si no, la idea resultaba bastante guay, aunque no era el momento de pensar de esa forma; esto era la vida real, y había muerto una persona de verdad. Intentó darle alguna que otra vuelta a que podía preguntar que fuera algo que pudiera interesar o servirle en la misión, pero no le venían muchas ideas a la cabeza.
— Solo actúa por la noche y no mata... —No era la bombilla más brillante, pero era algo. ---- ¿Y los tortura? Para sacarles información o... No sé. Según la misión había registros de gente conteniendo y deteniendo bandidos, y se pensaba que era algún shinobi de la aldea, pero supongo que fue él en todas esas ocasiones. A menos que no actúe solo.
León apoyó la espalda contra el muro que protegía la mansión y se cruzó de brazos.
— ¿Por qué iba a hacer algo así? La gracia del Vigilante Nocturno era que nadie sabía nada de él. Apenas le habían visto dos veces contadas, ni sus victimas sabían de donde caían las hostias. Ahora... ahora es un problema para todos.
Cambió de posición, separandose del muro y echando un vistazo a los alrededores, recordando momentaneamente cual era su función en aquel lugar. Vigilar.
— No tenemos constancia de torturas. Coge a los criminales, les da una paliza en su propio territorio y después los deja incapacitados en alguna calle transitada. Los ciudadanos se despertaban con un conocido mafioso atado a la plaza del pueblo y nada más que eso, y pensaban que era cosa nuestra. Solo teníamos rumores y sombras hasta que apareció en pleno día.
Parecía incluso enfadado mientras decía su última linea. Por la forma en la que hablaba, admiraba al Vigilante Nocturno.
— Por la información que tenemos, siempre ha actuado solo.
— Entonces... ¿Es una especie de justiciero? — respondió acariciándose la barbilla con una mano.
O por lo menos encajaba con la descripción que le había dado. Iba buscando a maleantes y otros criminales para vapulearlos y posteriormente darlos a las autoridades para que terminaran de ocuparse de ellos. Eso sonaba bien, pensó Ren. ¿Pero qué le justificaría asesinar a plena luz del día? Y en el caso de ser un impostor que quisiera incriminarlo, era bastante estúpido hacerlo sin seguir un patrón tan sencillo como atacar cuando la luz del sol desaparecía.
— ¿Y como es? O sea, si hay testimonios sobre él y no lo habéis encontrado, supongo que ocultará su rostro o algo por el estilo.