Hido, quien acababa de confirmar que ese era su nombre, hizo un mal gesto con intención de volver a mirar al anciano, cosa que Ren respondió suspirando brevemente y moviendo un poco la mirada de un lado a otro.

— Si claro — respondió a la oferta del despacho.

Para sorpresa de ella, aquel despacho estaba muy bien amueblado. Tal vez demasiado. Cada uno de los muebles parecía costar un ojo de la cara, o puede que dos. ¿Como podía permitirse una persona que dirigía un gimnasio tan pequeño tener semejantes piezas en su despacho? Era obviamente mejor no hacer preguntas relacionadas con ese tema. Asintió en cuanto le cedió un asiento y tomó uno de los sillones.

— Bueno veamos... — dijo intentando hacer un poco de memoria. Tras aquella discusión en la entrada había perdido un poco el hilo y la idea de que le iba a preguntar por un momento. — Estoy buscando algo de información sobre ese vigilante. Tengo entendido que ha estado campando a sus anchas y ahora ha asesinado a una persona. Al principio no parecía importarle mucho a las autoridades al ocuparse de bandidos y otros, pero ahora que ha matado, es un asunto más serio.

Hido se apoyó en el escritorio con los codos, apoyando a su vez su barbilla en sus propias manos entrelazadas, escuchando atentamente las palabras de Ren. Cuando terminó, soltó un sonoro bufido y se reclinó en su asiento.

— Puf, ¿bandidos? Ese loco estaba atacando indiscriminadamente. Siempre en callejones oscuros, a altas horas de la noche. Yo lo vi una vez, estaba con un compañero de entrenamiento, volviendo a casa. Nos despedimos para separarnos, me giré un momento y, pum, escucho un golpe. Cuando me volteé al callejón, mi colega estaba en el suelo y ese salvaje estaba golpeandolo como un animal.

Hizo una pausa, bufando y reacomodandose en el sillón.

— Fui a denunciarlo y se rieron en mi cara. Ahora mata a una persona y todos se hacen los sorprendidos. ¿Qué esperaban que pasase? Por lo que sé ha apalizado a más de uno y de dos. Y ¿qué bandidos? Ciudadanos de aquí.

Decidió darle a Ren la oportunidad de contestar algo.

— Osea... — Dijo apoyando uno de sus codos en los brazos del sillón, para después apoyar la mano sobre la mano de ese mismo brazo, mientras miraba al interior del gimnasio, atraves del cristal. — Ha estado atacando a civiles bajo la premisa de héroe enmascarado, ¿no? Por lo que me han informado, solo se ha estado ocupando de criminales de poca monta que han acabado entre rejas. Salvo algún que otro que tuviera demasiados contactos o presencia como para llegar a ser empapelado.

Se cruzó de brazos, y se dejó caer un poco en el sillón, dejando escapar un suspiro molesta.

— Entonces, aparte de ese compañero al que ataco, ¿no tienes más relación con ese tipo? ¿Sabes por qué pudo haberlo atacado? Sí tiene alguna especie de... No sé, preferencia por los objetivos. Por lo que me han dicho los guardias, solo ha estado atacando criminales y... — Fue entonces cuando se dio cuenta, no había preguntado nada por el muerto. — Perdona, la investigación no es mi punto fuerte, ¿sabes algo sobre la persona a la que mató?

Hido bufó y esbozó una media sonrisa que desapareció tan rápido cómo había aparecido. Se volteó un segundo para contener sus emociones y entonces volvió a encarar a Ren.

— Mira, mis chicos no son santos. La mayoría cometemos errores, pero no somos putos bandidos sin ley. El viejo que has visto en la recepción abrió este gimnasio para darle una segunda oportunidad a esos chavales. Chicos cabreados con la vida por ser injusta con ellos que se descarriaron.

Antes de darse cuenta ya estaba de pie tras el escritorio, dando golpecitos con el indice al mueble para enfatizar su punto.

— Ahora somos profesionales, deportistas. Pero claro, explicale eso a los ninjas. Los siempre rectos y legales ninjas. El chico al que apalizó vino una semana antes a mí. Se había encontrado una cartera en el suelo y cuando la entregó a las autoridades ¡lo intentaron detener! Les tengo dicho que vengan a mí directamente en vez de a ellos, pero se confían. Confían demasiado en el sistema y pasan estas cosas. Seguro que el psicopata ese escuchó algo y se precipitó.

Volvió a sentarse, cruzandose de brazos y convencido de haber demostrado su punto.

— No tengo ni idea de quien era. Veo a mucha gente a diario, era del barrio, claro, pero no lo conocía personalmente. Si quieres encontrar a ese desgraciado, busca a la perra de Kiara, estoy convencido de que es un matón de los suyos. Además, la treatalidad y el drama siempre han sido su punto fuerte.

Estaba claro que estaba calentandose cada vez más con el tema.

— Ya veo... Entonces de alguna forma estás haciendo una especie de labor social. Si al menos has conseguido cambiarle la vida a uno de esos chicos a mejor, yo creo que ya ha merecido la pena.

Ren le dio entonces un par de vueltas a sus comentarios. Si estaba metido en algún tema raro, ahora mismo no era de su jurisdicción, y sin mencionar que no tenía ni idea de si realmente llevaba algún negocio raro. El caso es que el hecho de que hubiera atacado a un civil no cuajaba con el resto de la explicación e información que le habían dado. Tal vez esa persona estaba metida en algún tema raro, y ya pasando al hecho del muerto, no tenía ni la más mínima información sobre él, más allá de como murió.

— Bueno, ha sido un placer, ojalá todo el mundo hubiera sido tan cooperativo como usted — dijo levantándose, y estirando un poco uno de sus brazos. — Tengo alguna que otra persona más a la que preguntar, pero gracias por todo.

Tras ello, abriría la puerta y se despediría moviendo simplemente una mano hacia Hido. Después caminaría con las manos en los bolsillos hasta la entrada, mirando de vez en cuando de reojo a la gente que seguía entrenando.

Hido dejó marchar a Ren, ni siquiera le había dado tiempo a despedirla y la kunoichi ya estaba en la puerta. Había sido la entrevista/interrogatorio más corto que había tenido en su vida. Sus esperanzas de que Ren llegase a alguna conclusión con toda esa investigación bajó rápidamente al verla tan verde.

Ni siquiera le había hecho ni dos preguntas y ya se estaba marchando.

— Claro, cualquier cosa que necesites, aquí estoy. — consiguió decir, levantandose de su silla y despidiendola rápidamente.

Al salir, Ren vería que ya no le hacían ni la mitad de caso de antes. La intervención de Hido había relajado notablemente el ambiente y si ella no se paraba a hablar con nadie, cada uno seguiría a lo suyo sin interrumpirla en ningún momento.

La morena pudo pisar la calle sin ningún problema, frunciendo el ceño y llevándose una mano a la cabeza.

Todo este rollo de la investigación estaba siendo un quebradero de cabeza. ¿Qué tenía hasta ahora más allá de un par de suposiciones y poco más? Todo era ambiguo y obviamente nadie iba a delatarse de ser un capo de la mafia o pertenecer a una. Hido era sospechoso claramente, ¿si no a qué cojones había venido aquel silbido por parte del viejo? Y más cuando él salió a recibirla bajo la atenta mirada de todo el mundo. Eso por no hablar de los muebles de su despacho, ¿tanto dinero era capaz de producir un gimnasio tan pequeño como para que adornaras exclusivamente de esa forma tan derrochadora un despacho tan enano?

Si seguía atosigándolo a preguntas, tal vez hubieran llegado a las manos, y no habría ni pestañeado los miembros en apoyarlo. Ren sabía hasta donde llegaban sus capacidades, y todavía le quedaba para recuperar las capacidades que tenía cuando luchó en el torneo de los dojos. Pero no podía quedarse ahí lamentándose por ello.

Todavía quedaba una última persona por preguntar, después ya se calentaría la cabeza con las cartas que tuviera sobre la mesa.

Ren salió del lugar y se quedó fuera pensando en la información que había recopilado antes de dirigirse a su último destino.

El barrio en el que estaba no era mucho mejor que el del gimnasio, tampoco estaba tan lejos como para tener margen de cambiar demasiado. Sin embargo, el edificio en sí era otra historia completamente.

Estaba hecho de madera y era de un color rojo suave. Toda la madera brillaba como si acabase de ser barnizada y tenía una elegancia dificil de contestar. En su entrada tenía una puerta doble de la misma madera, ésta pintada de blanca con una flor roja en el centro, justo donde se abría. Aunque ese dibujo no se podía ver, pues las puertas estaban abiertas de par en par.

En la fachada se podían ver varios ventanales en los dos pisos que tenía el edificio, de todos se oían risas y salían luces calidas. No podía verse a través de ellos claramente, pues parecía que los cristales eran solo translucidos, pero transmitían un sentimiento calido.

En la entrada había un mostrador, detrás del cual había una joven con su cabello rubio recogido en una coleta alta y revisaba una especie de agenda sin hacer mucho caso a cualquier persona que estuviese fuera del lugar. A derecha e izquierda había puertas, que probablemente llevaban a las habitaciones de esas ventanas, y detrás un pasillo con más puertas y unas escaleras al final.

No tuvo que andar por las calles demasiado tiempo para encontrar el otro local donde esperaba encontrar algo más de información. Ante ella, ahora había un gran local de madera caoba brillante, de un par de pisos con un estampado en la gran entrada. Sin duda alguna, era Los Lirios Rojos, donde podría encontrar a Kiara. Si mal no recordó, los guardias le dijeron que era un restaurante de compañía, algo que sonaba la mar de extraño. Pero supuso que era algo que averiguaría como funcionaba en un par de minutos.

En la entrada, había una chica rubia de cabellos largos. Algo en ella le inquieto, seguramente era su preferencia por las rubias. Sin embargo la chica parecía bastante indiferente a todo lo que se presentaba allí, y estaba apostada detrás de un pequeño mostrador sobre el que seguramente aseguraba las reservas antes de dejar pasar a nadie.

Ren suspiro, con un breve rubor en las mejillas que se disipó mientras caminaba hasta ella. Por suerte no había cola, así que podía hablarle directamente.

— Perdona que interrumpa tu trabajo, estoy buscando a Kiara, la flor roja. Y me han dicho que puedo encontrarla aquí — preguntó desviando un poco la mirada a la entrada y posteriormente elevándola a una de las ventanas anaranjadas.

En el mismo instante en que Ren cruzó el umbral de los portones de madera la mujer se levantó y le dedicó una sonrisa. Su mirada pasó de sus ojos a sus piernas y vuelta hacia arriba, en apenas un segundo la había observado de arriba a abajo. Si aquello le generó alguna opinion, no se mostró en su rostro ni en su sonrisa.

— ¡Buenos dias! ¡Bienvenida a Los Lirios Rojos! ¿Tiene reserva? — anunció de inmediato acentuando su sonrisa antes de que Ren pudiese decir nada.

— Perdona que interrumpa tu trabajo, estoy buscando a Kiara, la flor roja. Y me han dicho que puedo encontrarla aquí

La sonrisa se volvió más debil pero no llegó a desaparecer. La mujer le hizo una leve reverencia manteniendo en todo momento una actitud cordial.

— Lo siento mucho, pero la señorita Kiara no se encuentra ahora mismo en el establecimiento. ¿Quiere que le deje un mensaje?

Ya, era obvio que no iba a ser tan sencillo, pensó Ren cuando le respondió. Visto lo anteriormente por parte de El Tigre Azul, puede que aquella chica estuviera mintiendo descabelladamente, pero no tenía ninguna prueba de que eso fuera así.

— Ya veo... No, no hace falta tan solo, ¿sabe si tardará mucho? Puedo esperar dentro si es el caso — respondió con indiferencia en su rostro.

Si dando por supuesto que El Vigilante Nocturno solo atacaba a gente que dedicaba su vida a actividades ilícitas o criminales, y tanto Hido como Kiara estaban involucrados en ese mundillo, era obvio que no le dirían nada a una genin metomentodo que iba por ahí simplemente haciendo preguntas de un lado a otro sin mucho rumbo. Pero Ren no sabía que más hacer sin tener absolutamente nada claro por ahora.

— Ya veo... No, no hace falta tan solo, ¿sabe si tardará mucho? Puedo esperar dentro si es el caso

La recepcionista no titubeo ni un momento en contestarle.

— Me temo que ha salido de viaje. Estará varios días ausentes. Si viene en una semana seguro que la encuentra.

A diferencia de la mayoría de personas con las que se habría encontrado la kunoichi, esa mujer no daba ningún tipo de gesto que le indicase si mentía o decía la verdad. No había cambiado el tono ni la expresión al hablar. Ni sentía pena porque la kunoichi no lograse su objetivo ni lo fingía, que era lo que solían hacer la gente que estaba cara al público. Se mantenía completamente neutra, mucho más profesional que cualquier vendedora habitual.

Ren suspiró. Claro, obviamente había salido de viaje, como no. Aquella estúpida y sencilla investigación se le estaba atragantando más de lo que debía.

— Ya veo... En fin ¿puedo hacerte al menos a ti algunas preguntas? Estoy investigando sobre todo el altercado del rondador nocturno — volteó sus ojos hacia arriba, y se llevo las manos a su sudadera desesperanzada para continuar su conversación un par de segundos más sin mirarla a los ojos. — ¿Sabes algo sobre él que no sea que viste de negro y ataca por la noche? Tengo entendido que atacaba a inocentes y nunca mataba hasta hace un par de días

Si no sabía nada, no sería una sorpresa para ella y estaría prácticamente en el punto de partida. Podría volver al edificio principal a preguntar un par de cosas más a los guardias, y si no sacaba nada en claro, barajaría la posibilidad de pasar la noche en la ciudad. Aunque tendría que pasársela vigilando las calles.

— Ya veo... En fin ¿puedo hacerte al menos a ti algunas preguntas? Estoy investigando sobre todo el altercado del rondador nocturno ¿Sabes algo sobre él que no sea que viste de negro y ataca por la noche? Tengo entendido que atacaba a inocentes y nunca mataba hasta hace un par de días

— Claro, sientese. — le hizo un gesto hacia un taburete que había frente al mostrador y procedió a sentarse en su sillón. — Lo cierto es que yo estaba aquí mismo cuando la señorita volvió de despedir a un cliente, horrorizada por lo que había presenciado. No es normal verla asustada. No sé más que eso, pero sus metodos tienes que ser realmente brutales. Atacar y asustar a civiles así...

La chica se mostró entre dolida y airada por lo que decía. Realmente parecía tenerle un apego especial a su jefa y parecía realmente afectada por haberle visto vulnerable en aquel momento.

Tras tomar asiento, Ren volvió a echar un último vistazo a la calle antes de mirarla a ella.

— Pero tengo entendido que nunca ha atacado a civiles, y que incluso a los criminales que ha cazado, no los ha matado — y finalmente la volvió a mirar. — ¿Porqué cambio y mato a esa persona, y a plena luz del día?

Si atacaba por las noches, y había tomado una ropa característica así como unas pautas, es porque quería mandar un mensaje. Quería que la gente le temiera, y de esa forma crear una especie de terror por parte del justiciero hacia aquella gente que se dedicaba a la mala vida. No tenía ningún sentido atacar a una persona, que hasta ahora tenia entendido que era inocente, encima matarla, y para colmo hacerlo fuera de su "horario" de acción.

— ¿Sabes algo de la persona a la que mató? — añadió finalmente aunque sin esperanza de que aquella última pregunta tuviera una respuesta.