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Pocos segundos después de haber comentado el inicio del proceder, la kunoichi enlazó sus manos formando varios sellos y repentinamente la temperatura fue subiendo gradualmente, ciertamente las manchas de la piel del afectado se fuero enlenteciendo hasta el punto de no moverse en lo más mínimo. "Es el momento de la incisión" Me dije justo antes de que Mogura besara la piel del muchacho con el bisturí, sí estaba pensando mentalmente lo que iba a suceder antes de que sucediera, quería saber sí sabía teóricamente lo que había que hacer.
Karamaru apareció de la nada llamando la atención de todos, no volteé a verle porque podía escuchar lo que decía,
pero lancé una mirada fugaz para saber a lo que se refería, después de todo yo era el que podía permitirme eso,
no tenía que mantener una concentración imperturbable o algo por el estilo. —Sí pudiéramos extraer el veneno con una jeringa ya lo hubiéramos hecho.— Comenté. —Trata de no distraer a Mogura o a...— ¿Cómo se llamaba? Realmente no lo sabía... —Ella.— Agregué tras unos breves milisegundos en silencio.
Mis orbes se posaron nuevamente en la labor que hacía mi homologo, las burbujas de agua estéril entraban a su cuerpo y salían con varios restos de toxina, luego eran desechadas en uno de los cuencos que se habían pedido, y así sucesivamente se iba repitiendo la extracción del agente nocivo, pero... ¿cuánto tiempo tardaría todo el proceder? Mi boca estaba seca y mi garganta también, relamí mis labios para humedecerlos, sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se volvieran a secar, mi piel sudaba a cantaron, podía sentir cada una de las gotas escurrirse por mi cuerpo, como mi cabello se pegaba a mi rostro, como me sentía incómodo tras cada segundo que pasaba.
¿Cuánto tiempo podría soportarlo? Ahora sabía lo que sufrían los pollos cuando estaban en un horno, sólo que ellos estaban muertos...
Hablo - "Pienso" - Narro
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El calvo buscó una mirada, pero no la encontró. Buscó otra, y tampoco. Buscó una respuesta, al menos eso lo tenía que conseguir, y no llegó. No llegó de pronto, porque se hizo desear y al final solamente el pelirrojo contestó, el que menos se esperaba.
Sí pudiéramos extraer el veneno con una jeringa ya lo hubiéramos hecho.
«Sí pidiírimis ixtriir il vinini cin ini jiringi yi li hibiirimis hichi» pero no se animó a contestar eso. Karamaru entendía la gravedad de toda la situación que lo rodeaba pero por algún extraño motivo seguía tratando de hacer cosas poco productivas para animar el ambiente, o a él mismo.
Probablemente era su manera de escudarse ante todos los problemas que lo rodeaban, ante tanta sangre, ante tanto calor.
Porque si había algo que sentía en aquel momento, segundos después de haber dejado la inservible jeringa, era calor. Tres personas trabajaban frente a él, salvando una vida, y el monje lo único que podía hacer era mirar. Le frustraba sí, pero al ver al pelo paja a su lado haciendo lo mismo que él lo reconfortó. Era el líder, o eso parecía, la cabeza del grupo y lo único que podía hacer era mirar y esperar lo mejor o lo peor.
«A esperar se ha dicho. Vos podés Mogura.»
Se cruzó de brazos y se paró al lado de su superior, con mirada firme y seria esperando que sus compañeros pudiesen hacer lo que él no podía. La gota gorda de sudor le corría por la cara, pero callaba, sabía que aguantar era algo que si podía hacer y estaba determinado a continuar con su postura recta y su silencio para no molestar. Ese era su trabajo, no molestar.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
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Cuando Mogura insertó el liquido en el cuerpo del Chunin éste profirió un leve quejido y se retorció de incomodidad y dolor, sin embargo, mucho menos de lo que hubiese hecho una persona sana. Tal vez la cercania a la muerte hacía que el sufrimiento terrenal se aminorase, como si todo lo que tuviese relación con sentirse vivo fuese quedando en un segundo, tercer o incluso cuarto plano.
Sin embargo, cuando el médico procedió a sacar el veneno del cuerpo los gritos de su victima fueron desgarradores, doblándose en si mismo empezó a intentar retorcerse o al menos a intentarlo, a menos que alguien lo sujetase. El superior de sus superiores, el hombre del pelo paja se acercó de inmediato a ayudar, manteniendo a su compañero contra la superficie horizontal a la que podríamos llamar cama.
La respiración del herido se volvió floja e irregular cuando no gritaba de dolor, además de que cada vez respondía menos a los estímulos externos e internos. Pero las cosas no hacían más que ir a peor, por si teniendo un enfermo a las puertas del inframundo no fuese suficiente, la mujer que les había recibido cayó de espaldas inconsciente con la piel roja y gotas de sudor por todo el rostro, respiración agitada y pequeños espasmos.
Aunque no todo era malo, pues las marcas del hombre seguían pausadas por el calor que más o menos su cuerpo mantenía. Tenían que reaccionar rápido, una mala decisión en ese momento podría costarles la vida de dos ninjas, sino los mataban por dejar morir a sus superiores.
Mogura era completamente consciente de que cortar su jutsu a medias mataría a su paciente, igual que era más probable que ese hombre, cuya vida estaba ya comprometida, se muriese que de sobrevivir a la intervención. Un vistazo a la mujer y seguro que podría salvarla, porque peor que él no podía estar si hace unas horas los metió en un Genjutsu.
Keisuke podría ir a ver qué le pasaba sin problema, ya que tampoco estaba aportando demasiado a la operación, pero el que más fácil lo tenía era Karamaru, pues la mujer había caído en su dirección, incluso si reaccionaba suficientemente rápido, podría evitar que se diese contra el suelo.
Fuese como fuera, el responsable de toda esa gente les miraba apremiándolos a que dijesen qué hacer a continuación, ya que él no podía soltar al enfermo que aún intentaba retorcerse y eso comprometería gravemente lo que fuese que Mogura estaba haciendo en sus adentros. No había ni rastro de enfado o de nada que no fuese una profunda confusión.
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El proceder médico comenzó como debía, Mogura llevaba la batuta del mismo y yo, pues simplemente miraba y estaba atento a alguna reacción adversa que pudiera ocurrir, no obstante, había un hecho que llamó mi atención, técnicamente mi habilidad debía haberle anestesiado totalmente, ciertamente su reacción fue mucho menor que la de una persona normal, pero sabía que algo no iba bien cuando el cuerpo del mismo empezó a retorcerse y a soltar alaridos por el dolor, lo único que mi homologo hacía era retirar la burbuja acuosa con el resto del veneno.
Nuestro superior se acercó rápidamente a sujetar a su compañero, realmente supo como actuar en tan poco tiempo, eso debía facilitar la tarea de Manase. —Le aplicaré un poco más de anestesia para ver sí aliviamos un poco su dolor, espero sea suficiente.— Comenté colocando las palmas de mi mano cercanas a la incisión, pero sin estar sobre ellas, ni en un lugar en donde pudiera entorpecer el trabajo de mi compañero, miré la cara del enfermo y entonces mi manos empezarían a brillar nuevamente en un tono blanquecino, más la situación no ameritaba más anestesia, una urgencia mayor venía en camino. —Está muy pálido, tiene una arritmia respiratoria y no le apliqué la anestesia suficiente como para que dejase de quejarse.— Balbuceé rápidamente por sí Mogura no se había percatado de ese hecho.
"Lo perdemos..."
—Continua, yo me encargo.— Comenté con seguridad, no era el mejor momento para que Manase abandonase su tratamiento.
Rápidamente hice un torniquete en su antebrazo y con la ayuda de un scal puncioné su vena, aseguré la vía con un poco de adhesivo y la conecté a una de las soluciones que había sacado previamente, la solución la pasaría a máxima velocidad y levantaría el brazo por el cual estaba administrando el tratamiento. —Está deshidratado severamente,
está entrando en shock hipovolemico, las prolongadas exposición a la fuente de calor lo hacen sudar mucho y ese es el motivo de su descompensación, además de la intoxicación...— Expliqué brevemente para que nuestro superior estuviese al tanto.
Suspiré con agotamiento, sería cuestión de seguir monitoreando al paciente e hidratarlo lo antes posible, pero lo peor no quedaba ahí, el cuarto se nos estaba llenando de agua, después de que atendí la emergencia de nuestro prioritario paciente, la pelirroja se había desvanecido a pocos centímetros de mi, muy cercanamente a Karamaru.
—Karamaru sacala de aquí, Mogura no detengas el tratamiento, volveré en un momento, ella también necesitará hidratarse.— Me volteé a ver al shinobi que sujetaba a nuestro superior. —Necesitaré su ayuda, sostenga el brazo y la solución en alto, sí se termina la solución abra otra y se la administra, la atenderé a ella, pegue un grito si algo llega a suceder.— Mandé mientras dejaba una botella de solución a su alcance.
—No tardo, avísame sí pasa algo. Exigí a Mogura para luego dar unos pasos hacia el exterior de la cortina, Karamaru ya debería haber sacado a la kunoichi. —Ella ha gastado mucho chakra y mira su piel, esta deshidratada y tiene quemaduras de primer grado.— Comenté al calvo a la par que agarraba la vía, me concentraba más hablando sobre lo que ocurría. —Debemos retirarla un poco del calor, con esta solución debería sentirse mejor, te dejaré otra para que se la conectes también.— Expliqué brevemente mientras dejaba una botella a su alcance.
—Ahora un poco de chakra.— Puse mi mano en su torso y mi palma empezó a brillar de color azul intenso, transferir un poco de energía debía restaurarla más rápido.
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Al final, en ningún momento con los tres shinobi juntos podría haber unos minutos de tranquilidad, trabajo seguro, o de calma. Cuando no eran peleas a muerte eran bolas de fuego en un cementerio y cuando ninguna de esas crisis médicas con riego de muerte de varias personas. Si Karamaru no se lo tomaba con la seriedad que correspondía, hasta hubiese pensado en recolectar sus historias para monólogos de humor en el local próximo a su edificio.
El paciente empezó a moverse demás a causa del dolor que se le estaba generando y, a pesar de tener la intención, el superior parado junto a él se movió más rápido para forzar su inmovilización. Karamaru le seguiría poco tiempo después pero se vio sorprendido cuando la mujer que generaba todo ese sofocante calor se desplomó sobre él casi a propósito, como si supiese que el shinobi estaría detrás para sujetarla. Apenas tuvo tiempo para reaccionar, pero llegó a poner sus antebrazos bajo sus axilas y al instante recibió órdenes a gritos.
Karamaru sacala de aquí- no era tiempo de discutir que no tomaba órdenes del pelirrojo, después de todo él era el que sabía en qué estaban metidos y junto a Mogura los dos que podían llegar a solucionar el problema. El calvo no pudo hacer más que acatar las órdenes sin siquiera perder tiempo en asentir.
Se dirigió a las afueras de la pequeña sala y recostó a la mujer en el suelo esperando a que Keisuke llegará pronto. Cuando finalmente hizo acto de presencia, comenzó a hablar y actuar sin que el calvo pudiese contestar. Solamente prestó atención a lo que decía hasta que finalmente se calló.
Si.- contestó con firmeza el monje sin querer robarle tiempo a Keisuke con sus palabras. Las órdenes eran claras, tomar la solución y cambiarla cuando se vacíe.
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Aquel grupo hasta el momento parecía que lo único que iba a ganar en aquella misión era unos días en el calabozo de Amegakure por incompetencia. Pero curiosamente la gravedad de la situación que tenían entre manos resultaba ser como una suerte de superior que llegó a poner orden y una especie de harmonía entre los tres.
Mogura se encontraba a cargo de la vida de Ryu, Keisuke estaba asistiéndole de forma que el médico de cabello azabache solo tuviese que dedicar su completa atención a las manchas de veneno. El superior a cargo de todos sostenía al herido cuando este comenzó a retorcerse. Karamaru tomó la iniciativa en el momento justo para evitar que la desvanecida pelirroja se diese en la cabeza contra el piso.
Seguro podría dejar de atender un momento al hombre para revisar a la mujer, pero no tenía intenciones de romper las reglas básicas de un shinobi médico. Además, Keisuke ya había comenzado a tomar medidas para que pudiese ser él quien se encargase de la kunoichi del genjutsu.
Dado un momento, después de dejar un montón de cosas preparadas. El médico pelirrojo se retiró del lugar junto con Karamaru y la mujer.
El ritmo de trabajo de Manase Mogura se habría ralentizado un poco a causa de los espasmos de dolor, pero volvería a la normalidad en cuanto el paciente estuviese nuevamente inmovilizado. Sus manos seguirían provocando las incisiones y retirando el contenido de las manchas mientras estas aun existiesen, seguiría con eso hasta que no hubiese una sola mancha más.
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Tras la intervención de Keisuke, el paciente estaba mucho mejor, mucho mejor dentro de lo que había. Efectivamente, estaba deshidratado. Las motas de veneno cada vez eran menos y parecía que el hombre iba a sobrevivir. Ni una sola de esas manchas se había movido en ningún momento, a pesar de que en el momento en que la mujer fue evacuada de emergencia un silencioso frio inundó el lugar. Un frio equiparable a salir de un baño caliente y volver al mundo real, molesto y pesado.
Sin embargo, para Karamaru sería todo lo contrario, tenía un calor insoportable y sus brazos estaban... raros. Cuando soltó a la mujer vio que los tenía rojos como si acabara de golpearlos contra una plancha de acero. La kunoichi jadeaba y se retorcía aún inconsciente.
Keisuke tendría también su quemazón, cuando intentase posar su mano en el pecho para traspasarle su chakra notaría que la temperatura corporal no hacia más que subir. Aunque más que su temperatura parecía que emitiese chakra por todos los poros de su cuerpo. La cosa se estaba descontrolando, el poder de esa mujer podía acabar por asfixiarlos a todos si no se les ocurría qué hacer.
Por suerte para ellos no tendrían mucho tiempo para pensar. Una mano abrasadora agarró la muñeca de Keisuke débilmente.
— Saigo... Llamad a Saigo...
Tal y como se había levantado, la mano volvió a caer al suelo. La kunoichi hizo torpes intentos de levantarse mientras el calor que emanaba aumentaba y todo su cuerpo le negaba la fuerza necesaria para alzarse.
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Y fue en el preciso momento, en que puse mi mano para transferir un poco de energía a la pelirroja, que sentí un fuerte escozor en la palma, ciertamente me mantuve el tiempo necesario para poder repartirle un poco de chakra, pero no más, la temperatura seguía subiendo y mis receptores térmicos estaban chillando de dolor, por lo que retiré la mano y miré la palma.
"Quema, quema!" Me dije para no ser imprudente, agité mi mano para tratar de que el calor saliese más rápido, no obstante, en el fondo sabía que era más un efecto placebo; entonces miré a Karamaru, quién también había tenido contacto con ella y efectivamente, sus antebrazos estaban rojos como tomates.
—Rayos, rayos, rayos...— Musité rápidamente mientras agarraba la botella de suero que había dejado al alcance del calvo y la rompía derramando el líquido en el cuerpo de la kunoichi, no sabía sí serviría o no, no sabía sí el agua se evaporaría antes de que pudiera refrescarla un poco pero por lógica fue lo único que se me ocurrió.
—Parece que su chakra siguiera escapando de su cuerpo, su técnica de liberar calor no se detiene y pronto aquí también será un horno y ese no es nuestro único problema, puede morir sí sus reservas de chakra se agotan.— Expliqué rápidamente a Karamaru, no estaba seguro sí entendía la situación, y repetirlo me daba algo de calma y hacía que mis ideas vinieran más rápido, según yo...
—Vale, te ayudaré, sí quieres la agarrar de las piernas y yo de los antebrazos.— Comenté mientras me ubicaba en donde comentaba. —Tenemos que sacarla a la sala en donde caímos desde el lago, a la primera de todas ahí hay más espacio y menos personas que se encuentren afectadas.— Expliqué y mis orbes buscaron los del monje.
"Puedes hacerlo, puedes hacerlo, tú puedes" Me auto motivaba para seguir adelante, solo era un caso de fuga de chakra en forma de calor, algo sencillo ¿o no? "¿¡PORQUE NO NOS ENSEÑABAN A TRABAJAR CON PERSONAS QUE SU CHAKRA ESCAPA MASIVAMENTE DE SU CUERPO!?"
Suspiré y cerré mis parpados un segundo para retomar la calma, seguramente ya Karamaru estaba listo y la evacuaríamos a otro ambiente. Todo estaba "bajo control" hasta que ella retomó la consciencia y su abrazadora mano me tomó, calcinandome prácticamente la muñeca, no pude aguantar mucho más sin tener que retirar. —¿Saigo?— Suspiré con aún más confundido.
—Un minuto, no tardo y tendremos que sacarla de aquí está preparado...— No dudé en entrar nuevamente a la cortina que nos separaba del hombre envenenado. —Mogura, ¿Cómo está él? Haz un resumen rápido, tenemos una emergencia ahí afuera.---- Miré al hombre encamado y al shinobi a cargo. "Espero que no sea el envenenado..."
—¿Cual de los dos es Saigo? Su compañera está complicada y lo está llamando, su chakra está brotando por sus poros y está calentando todo a su alrededor, no me extrañaría sí incluso pudieran sentir el fogonazo desde aquí.— Expliqué rápidamente. —Mi idea es evacuarla a la primera sala a la entrada y tratar de atenderla ahí, no sé exactamente cómo evolucionará, lo que sí sé es que sí Saigo sabe algo al respecto que pueda ayudar sería fenomenal.— Entonces caminé hasta el castaño y murmuré. —Es evidente que necesitaré un poco de ayuda, no sé sí logre manejar del todo la situación, sí crees que él sobrevivirá unas cuantas horas echame una mano, sino lo entenderé.— Y sin esperar respuesta me separé de Mogura.
Sino había nada más que hacer ahí me marcharía a donde la había dejado para evacuarla.
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En momentos como aquellos era cuando se convertía en agua, todo el cuerpo del calvo transpiraba sin descanso para tratar de contrarrestar la inmensa cantidad de calor que estaba soportando en el ambiente. Su cara, el reflejo del dolor. Mueca tras mueca callaba sus gritos de dolor por retener a la mujer con las manos, y apenas si pudo mantener una cara de calma al escuchar a su compañero.
Tras las órdenes, Karamaru asintió y fue a buscar las piernas de la mujer, alabando esos pocos segundos en donde no tenía que soportar el contacto con la piel del infierno. Pero algo los retuvo, la muchacha decidió a hablar y lo hizo pidiendo la atención de una persona específica.
«Kei... ¿Keisuke a dónde vas?»
El pelirrojo se había metido nuevamente en la sala donde se encontraba Mogura atendiendo al otro herido. Y entonces, Karamaru se encontró allí solo con una mujer que se acercaba aún más y más a su muerte y no podía soportarlo. Paso un brazo por debajo de su cuello y el otro por debajo de sus rodillas, la levantó y la apoyo en su pecho. Ahora no eran las palmas de sus manos, ahora todo su cuerpo ardía de manera que apenas si podía soportar.
¡SAIGO! ¡SAIGO! ¡SAIGO LA PUTA MADRE NECESITO A SAIGO! ¡SAIGO!
A gritos pelados y con la voz quebrada por el llanto del dolor daba pequeños pasos tambaleantes por el pasillo para que quién sea que fuera a quién estaba buscando lo escuchara. Tenía que salvar a esa mujer.
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La fémina había sido evacuada de la habitación y el médico pudo continuar con su trabajo sin mayor complicación,
la vida del paciente ahora recaía únicamente en sus manos.
Una a una las manchas fueron drenadas, aunque parecía que tenía un poco de trabajo por delante aún. De igual manera, Manase Mogura no iba a dejar de trabajar en aquel compañero a menos que su cuerpo se rindiese, estaba claro que él no iba a bajar los brazos de manera voluntaria.
Al cabo de un momento, Inoue volvió a ingresar en la sala. Esto pudo percibirlo el médico de pelo negro por el ruido que haría, no por dedicarle ni un solo segundo de su mirada, no tenía tiempo para eso.
—Mogura, ¿Cómo está él? Haz un resumen rápido, tenemos una emergencia ahí afuera.----
El pelirrojo parecía no tener tiempo de sobra en el momento y sus palabras confirmarían lo aparente.
—El tratamiento está avanzando, pero aún falta para terminar.
Se limitó a contestar mientras seguía con su trabajo de extraer el veneno del cuerpo de Ryu.
Entonces el otro médico comentó sobre la situación de la superior que agonizaba fuera, quizás por haber abusado de su propia técnica. Solo Saigo podría darle una mano, por lo que posiblemente Mogura tendría que quedarse solo atendiendo al enfermo.
—Es evidente que necesitaré un poco de ayuda, no sé sí logre manejar del todo la situación, sí crees que él sobrevivirá unas cuantas horas echame una mano, sino lo entenderé.—
Y luego de haber hecho aquella petición, el genin tomó un poco de distancia.
—Saigo puede ir a ayudar, pero yo no voy a dejar de atender a esta persona hasta que este fuera de peligro.
No iba a romper las reglas, y ya antes había sido dicho. Nadie quería atenderse antes que Ryu. Con eso en mente, el joven médico se dedicó a continuar la extracción del veneno.
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Mogura pareció entender al instante quien era Saigo, a pesar de que nadie se lo había dicho. Su superior endureció la mirada, recuperando la autoridad que la preocupación le había robado al saber exactamente qué quería Aki de él. Si había un momento para actuar como el lider de aquel grupo de shinobis, sin duda era ese.
— Vamos, enseguida mandaré a alguien para que se ocupe de ayudarte. Inoue Keisuke, ven conmigo, necesitaré tu ayuda con Aki.
A paso ligero se dirigió hasta la cortina y la atravesó como una bala, viendo a Karamaru en su valiente intento de encontrar al tal Saigo.
— Bien hecho, Karamaru. Yo soy Saigo, déjame encargarme de ella. Tú ayuda a Mogura sujetando a Ryu.
Tanto si aceptaba como si no el pelopaja le arrebataría a la mujer de los brazos y se dirigiría a la puerta por la que habían entrado al principio de todo. Si Keisuke le seguía vería como se dirigía hasta la sala donde cayeron del lago para seguir por la puerta con el buzón de sugerencias. Tras esa puerta se encontraba una modesta sala de reuniones con varias sillas y una mesa central con mapas y dibujos que no entendía. El hombre cruzó esa sala también para atravesar una puerta más.
Tras la última puerta de su recorrido encontraron una habitación preparada para la ocasión, lo cual le dejó claro al shinobi medico que esto no era una circunstancia inesperada. Las paredes eran blancas, resaltando aún más las formulas de sellado que que recorrían toda la estancia. Algunas empezaban en el suelo y se enlazaban en el techo.
Keisuke, quien de Fuinjutsu no entendía ni la palabra, apenas podría distinguir las formas que adoptaban las extrañas formulas, pero era demasiado confuso como para intentar comprenderlo. Lo máximo que podía sacar en claro es que aquello tenía que ser de nivel maestro mínimo.
En el centro había un hueco blanco en el cual su superior depositó con cuidado a su compañera.
— Quedate ahí, cuando tengas que intervenir te lo diré.
De repente, aquel hombre afable parecía mucho más autoritario de lo que había demostrado al dejar que unos genins, aunque médicos, tomaran el mando de todo. Empezó a desnudarla sin siquiera detenerse a advertir a Keisuke o a la propia Aki, que estaba solo semiconsciente pero despierta. Cuando acabó sacó un pincel y siguió las formulas del suelo por encima del cuerpo de la mujer formando una especie de pentágono en su ombligo.
— ¿Estás segura de esto, Aki?
Acercó la oreja a la boca de la kunoichi. Y ésta le dijo algo más extenso que una simple afirmación que provocó que el hombre mirara a Keisuke.
— Dice que tenéis comida preparada en la cocina.
Suspiró y levantó la cabeza para repasar todas las escrituras.
— No estoy seguro de que esto funcione, como comprenderás esta técnica no es una de uso diario. Cierra la puerta y no entres hasta que yo te lo diga. Esa puerta está sellada por dentro, solo se puede abrir por fuera. Pase lo que pase, oigas lo que oigas, no la abras a menos que yo te lo diga. Pero no te muevas, no sé qué puede pasar.
Repasó un par de lineas.
— Voy a empezar, si quieres preguntar algo...
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12/01/2018, 00:37
(Última modificación: 12/01/2018, 00:39 por Keisuke.)
Y la situación fue tomando rápidamente su rumbo, Saigo era el shinobi a cargo, quien nos había solicitado para la misión, ¿por qué no me había dado cuenta de ello?
— Vamos, enseguida mandaré a alguien para que se ocupe de ayudarte. Inoue Keisuke, ven conmigo, necesitaré tu ayuda con Aki. Ordenó, no hice más que asentir y salí tras él.
— Bien hecho, Karamaru. Yo soy Saigo, déjame encargarme de ella. Tú ayuda a Mogura sujetando a Ryu.
"Que idiota, cierto que el otro se llama Ryu..." Me dije al escuchar el nombre del sujeto envenenado.
Saigo le quitó a Aki de las manos del pelón y sin dudarlo comenzó a caminar en dirección a la salida de la habitación, no pude hacer nada más que seguirle de cerca, salimos al estrecho pasillo y poco después a la sala a la cual habíamos caído, entonces me detuve, pero luego retomé el paso cuando noté que él seguía en movimiento y tomaba rumbo a la puerta con que hacía mención de buzón de sugerencias, primero entramos a una sala que posiblemente era usada en reuniones puestos que se encontraban varias sillas alrededor de un mesón con papeles en su centro, papeles que no alcancé a ver porque el rubio continuaba evacuando a Aki hacia otra puerta. "¿A dónde la lleva?" Empezaba a dudar de la ubicación a la que iríamos.
Finalmente atravesamos la última puerta y me encontré una habitación bastante peculiar, de paredes blancas y varias letras dibujadas a mi alrededor, me detuve a admirar el estampado de aquellas fórmulas por todos lados, rápidamente deduje que no era una habitación común y corriente, ¿qué haría ahí? Y entonces el cuerpo de la pelirroja fue depositado en una depresión en el centro de la habitación, me acerqué un poco más para ver lo que hacía y para estar cerca para actuar, pero ciertamente no estaba seguro de qué debía hacer exactamente ahora.
— Quedate ahí, cuando tengas que intervenir te lo diré. Ordenó con carácter, me mantuve en silencio, había escuchado fuerte y claro pero realmente me había quedado mudo por el hecho de que se estaba deshaciendo de su ropaje, absolutamente de toda su ropa y la dejó desnuda, quedé totalmente perplejo y mi confusión creció aún más cuando un pincel salió a relucir y rápidamente un pentágono se dibujó alrededor de su ombligo.
— ¿Estás segura de esto, Aki? Preguntó mientras esperaba la afirmación de la kunoichi, vi como acercaba su oreja a su boca y luego sus ojos me buscaron, recitando una frase que realmente no venía al caso.
— Dice que tenéis comida preparada en la cocina.
—De acuerdo...— Respondí para decir algo.
— No estoy seguro de que esto funcione, como comprenderás esta técnica no es una de uso diario. Cierra la puerta y no entres hasta que yo te lo diga. Esa puerta está sellada por dentro, solo se puede abrir por fuera. Pase lo que pase, oigas lo que oigas, no la abras a menos que yo te lo diga. Pero no te muevas, no sé qué puede pasar.
Respiré profundamente al escuchar lo que decía y suspiré profundamente también. —Entendido.— Alcance a decir mientras en mi mente la imaginación corría libremente.
— Voy a empezar, si quieres preguntar algo...
—No, creo que las preguntas podrían esperar para después, hay que priorizarla a ella.— Manifesté y caminé rápidamente a la puerta, una vez afuera lancé una última mirada al dúo en el interior y asentí como señal de que tenía el plan claro, luego cerré la puerta desde el exterior como él lo había pedido, entonces me puse a un lado del marco y me deslicé por la pared hasta quedar sentado en el suelo.
"¿Qué clase de técnica usará?"
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12/01/2018, 17:46
(Última modificación: 12/01/2018, 18:33 por Inuzuka Nabi.)
En el momento en que la puerta se cerró, empezó a crujir, aunque no parecía romperse ni agrietarse. Los sonidos se sucedieron como si algo estuviese tirando con fuerza desde dentro, no una persona, sino una presión que quería arrancarla de cuajo. Todo lo que escuchaba era el sufrimiento de la puerta, ni un grito, ni un sollozo, nada.
_________________________________________________________
Mogura debería haber llevado la cuenta de las veces que usaba esa técnica para sacar el veneno, pero no lo había hecho. ¿Y ahora qué? Se sentía débil, el chakra empezaba a escasearle. Sin embargo, no era totalmente idiota. Sabía cuantas veces más podía hacerla, necesitaba dos para limpiar del todo el cuerpo del enfermo, y... tenía el chakra justo para hacerlo dos veces y no morirse. Aunque no morirse no era no desmayarse, ni no sentir que se le escapaba el alma.
Si estuviera Keisuke...
Karamaru se había quedado en medio de la sala, sólo con sus ordenes.
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Silencio fue lo que siguió a sus palabras. Gritos de nuevo, silencio de nuevo. Gritos de nuevo, y una voz a su espalda. Aquel hombre que los recibió tras pasar de manera brusca por un aparente lago era el mismo hombre que buscaba, si tan solo Karamaru hubiese conocido el nombre con anterioridad, si hubiese hecho las preguntas correctas....
Pero todo sucedió muy rápido, incluso en aquel momento. En medio del pasillo, completamente solo y con lágrimas en los ojos, el calvo se lamentaba de su propio dolor de las quemaduras recibidas en los brazos y en el pecho. Sus piernas seguían en su constante tambaleo sin decidirse si ceder y caer al suelo o seguir con la lucha y mantenerse en pie.
«M-Mogura... D-debe de estar solo...»
Y entonces el monje decidió actuar, ir a la sala nuevamente, ayudar al morocho y poder terminar con el sufrimiento, al menos el de uno de los pacientes. El torso avanzó, pero loas pies nunca se despegaron del suelo. Si el ardor que sentía no alcanzaba ahora tenía que lidiar con el haberse golpeado de lleno el pecho contra un piso más duro que nunca.
Se arrastró, gateó, incluso volvió a ponerse sobre sus pies para dar unos pequeños pasos, todo era por tratar de ayudar. Pero él sabía, como cualquiera podría saber, que la llegada del desmayo estaba próxima y que a pesar del esfuerzo y las ganas había veces que tu mente dice basta y la ayuda a Mogura podría no llegar nunca.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
Nivel: 15
Exp: 2 puntos
Dinero: 2275 ryōs
· Fue
· Pod
· Res
· Int
· Agu
· Car
· Agi
· Vol
· Des
· Per
La intervención ya casi estaba llegando a su fin. Ya solo quedaban dos manchas para vaciarles el veneno y la vida de Ryu ya dejaría de correr cualquier tipo de riesgo. Pero Manase Mogura se enfrentaba a un dilema.
«Ya no me queda chakra...»
Si tan solo tuviese a mano una pildora de soldado la cosa sería totalmente distinta, bastaría con ingerir una y podría tirar un rato más hasta terminar el trabajo y descansar un momento.
«Y esta gente...»
Elevó la mirada como si pudiese ver a través de las cortinas, había un montón de pacientes ahí, algunos inconscientes. Posibles voluntarios para donar un poco de chakra a la fuerza.
«Sería jugar demasiado con las posibilidades...»
Dejó escapar un profundo suspiro, sabía que iba a pasar con él si gastaba el chakra que le quedaba. Realizó una vez más la técnica para extraer el veneno de una mancha, quedándose totalmente al borde de un desmayo.
—¿Supongo que no quedan pildoras de soldado en este lugar, no?
Consultó a su paciente en un tono que solo él podría llegar a escuchar.
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