Uchiha Datsue recibió la noticia de Juro con aplomo. Estaba claro que los tramposos volverían a actuar, pero en aquella ocasión había tomado las medidas oportunas para protegerse. No debía volverse loco por el asunto, tenía que centrarse en su trabajo, en su arma, y dejar al resto hacer.

Así pues, procedió, con la ayuda de sus clones, a afilar y darle un buen acabado al arma forjada. La empuñadura la adornó con una cabeza de serpiente, de tal manera que su boca se abría y las múltiples hojas que nacían de su empuñadura parecían la lengua viperina de esta.

«Espero que queden contentos…»



Al otro lado, el Kage Bunshin de Datsue permanecía atento. Había visto el chakra arremolinarse en forma de Fūton, y se había acercado todavía más a la figura de Juro y al costado de la mujer. No obstante, todavía sin revelarse. No dijo ni hizo nada, por el momento. Iba a confiar en Juro. Iba a confiar en su buen hacer.

—Buenos días señorita. Discúlpeme.

—Que baboso, ¿acaso vas a decir que soy tan radiante que confundes el día con la noche cerrada? —dijo mientras se giraba, risueña—. ¡Mira que se habían tardado!

Dijo aquello con suficiencia, la suficiente como para que Juro comprendiese que le estaban esperando. Solo requeriría de unos instantes para darse cuenta de que la chica, allí frente a él, era solo una carnada. Pero unos instantes es todo lo que se necesita para caer en una trampa, para darse cuenta de que le había estado dando la espalda al peligro. Para cuando quisiera reaccionar, Juro sentiría descansando sobre su hombro una mano fría y húmeda como la muerte en los pantanos.

—¿Y a usted cómo le va, mi estimado? —preguntó la voz del hombre que se aferraba a su hombro.

Un intento de resistirse sería inútil, pues el ninja de Kusa podría sentir como su cuerpo yacía paralizado. Sin duda reconocería la técnica, un sello de la maldición propia de una experticia fuera de lo común. La muchacha ahora, con su cara burlona y victoriosa, vigilaba los alrededores; prevenida de que alguien más intentase su misma táctica o tratara de acercárseles.

—No se preocupe, mi buen señor, conque se quede quieto y no haga un alboroto me sentiré más que satisfecho —comento el que le tenía sujeto.


Por su parte, Datsue tendría que atender a Sanemi, quien estaba pasando por supuesto. El rubio le saludo y cogió el arma entre sus manos. La toco, la vio y balanceo. Sus ojos brillaban, pero no como los de un herrero, sino como los de un coleccionista: juzgando su valor monetario, su valor de uso y valor como objeto de colección.

—Es un arma bastante llamativa, y a simple vista se ve que la hechura es excelente; mis felicitaciones por ello —dijo mientras hacia una leve reverencia, para luego colocar el arma de vuelta en su sitio y dirigirse a su creador—. Sin embargo, no basta con lo que es a simple vista, un arma debe ser más que la suma de sus partes. Los grandes señores están acostumbrados a que les lleven trabajos de altísima calidad. En ese caso, la manera de convencerlos de que tu trabajo es el mejor es con la personalidad; la del arma, por supuesto.

»Ahora, y esto es parte de la evaluación, dime que tiene de especial esta arma como para considerarse mejor que sus semejantes: ¿Qué historia tiene? ¿Cuál es su significado? ¿Por qué cuatro hojas? ¿Por qué una cabeza de serpiente? ¿Cuál es su nombre y la razón de ello?

Juro sintió que algo no iba bien en el momento en que esa muchacha no solo no se mostró sorprendida, si no más bien, burlona. Lo supo cuando sintió como alguien le tocaba el hombro, por detrás. Y entonces, todo sucedió.

Estaba atrapado. No podía moverse.

« Me confié» — La torpeza de la chica le había hecho creer que se enfrentaba a un enemigo fácil. Pero en cuanto sintió la atadura del sello, se dio cuenta de que no. No eran aficionados. Esto se iba a poner muy feo. Sintió rabia. En su bolsillo derecho, residía una pequeña sorpresa que había preparado, en caso de tener que salir por piernas. Pero era incapaz de alcanzarla.

Tomó aire y trató de relajarse. Conocía esa técnica y él mismo sabía hacerla. No duraba mucho tiempo. Tan solo tenía que aguantar hasta que los efectos menguaran y entonces, sorprenderlos.

Lamentablemente, no podía hacer mucho. Estaba completamente paralizado y eso quería decir que tampoco podía hablar . Tampoco podría alertar a Datsue, por tanto, ni activar el sello comunicador. Aquella maldita técnica le había puesto en jaque. Lo único que podía hacer era luchar contra sus ataduras.

Se concentró y trató de hacerlo. No sabía las habilidades que tenía su contrario (ni en comparación con las suyas ni su chakra) pero no podía simplemente quedarse de brazos cruzados.

« Vamos. Lucha. Lucha. Puedes hacerlo » — Juro no solo conocía los efectos de la técnica, sino sus debilidades. Sabía que a base de poder bruta, el usuario atrapado podía llegar a liberarse si la capacidad de su adversario no era demasiado aplastante. Cerró los ojos y se concentró, dejando que el chakra brotara de él.

Luchó contra las ataduras mentales con toda su fuerza, buscando alguna clase de abertura, o rotura. Si tan solo conseguía liberarse, aunque fuera durante un momento...

Si tan solo pudiera alcanzar su bolsillo...

Había hecho bien en no intervenir. En confiar en Juro. Quizá el kusajin hubiese salido mal parado, pero eso le había permitido no descubrirse antes de tiempo. «Oh, así que vosotros también venís preparados», pensó mientras les miraba de reojo, disimuladamente.

Su Sharingan se centró en el chakra del misterioso hombre que había tocado a Juro, poniendo en él un juinjutsu de sobras conocido por el Uchiha.

«Aguanta, Juro». Datsue no pensaba precipitarse. Iba a permanecer al acecho, cual depredador entre la maleza esperando su oportunidad.



Mientras tanto, Uchiha Datsue se enfrentaba a la evaluación del juez.

«¿Significado? ¿Historia? Por los dioses, qué pedantes. Un arma se concibe, nace y muere para matar. Su historia se escribe con la sangre derramada de sus enemigos y su significado no es otro que el de hacer daño. ¿A qué viene tanta tontería?»

Pero no, Datsue no podía responderle eso. Tenía que elaborar una jodida historia. Una que presumiblemente gustase a un noble malcriado cuyos compañeros de armas jamás le hubiesen acertado una estocada por temor a derramar una gota de su sangre azul.

—Su nombre es Égida, un arma de leyenda forjada por los mismísimos dioses. Cuatro, concretamente, y cada uno una hoja. Amaterasu bañó con su fuego la primera de las hojas, la más ardiente, la que deja un rastro de sangre caliente allí por donde pasa. Tsukuyomi dotó del arte de la sorpresa y el engaño, tan característico de la noche, a la segunda de las hojas. Susano’o, Dios de la Tormenta, impregnó con su cólera la tercera. Finalmente, la cuarta y última, no fue forjada por otra que Izanami. La mujer que invita.

»La serpiente, con la boca abierta, da la sensación que las hojas no son más que su lengua bífida. Eso es todo.

Todo era mentira, por supuesto. Ni siquiera sabía el significado del jodido nombre o los dioses que verdaderamente habían forjado a Égida. Juro no se lo había especificado, y él era desconocedor de tal leyenda. Esperaba que el juez también lo fuese, por su bien.

—Es inútil amigo —comento el hombre cuando sintió la rigidez de Juro bajo su mano—. Este sello le ha costado un ojo de la cara al jefe, pero es tan efectivo como prometían.

Era por eso que habían logrado inhabilitar a Juro, alguien les había vendido un sello. Era común entre las mafias el buscar un poco del poder de los ninjas, aunque solo fuese emulado y tuviese un solo uso. Solo era cuestión de encontrar a alguien capaz de vender una de sus técnicas, y colocársela a otro alguien que tuviese un mínimo de conocimiento. De tal forma, incluso el más mediocre de los usuarios de chakra podía tomar por sorpresa a un verdadero ninja e igualársele, al menos por unos instantes.

—¿Ahora qué? —pregunto la muchacha, mientras miraba a un lado y otro oteando los alrededores y su gente.

—¿Qué le parece si por esta ocasión le dejamos ir con una advertencia, señor? —le pregunto a Juro, tratando de tomar el control de la situación, consciente de que no podría retenerlo por siempre—. Solo es cuestión de que prometa no acercarse más a nosotros y no interferir con nuestras labores.

—Eso que dijo, deja de ser una astilla en el culo y no tendremos que rajarte —gruño la chica—. Y no trates de pasarte de listo, porque somos mejores de lo que seguro crees.

—Lo que mi compañera de mal hablar quieres decir es que: pese a que prefiero evitar la violencia, vine preparado con un plan de respaldo; ya sabe, por si no fuese un usted sino un vosotros.

Desde detrás de Juro le hizo un gesto a la muchacha.

—¿Qué le parece? ¿Le dejo ir y hacemos como que no pasó nada mientras se marcha? —pregunto con una amabilidad impropia para aquella situación—. Solo es necesario un sonido de asentimiento, al menos debería ser capaz de hacer eso.


El juez observo a Datsue mientras hablaba y asintió satisfecho: aquella era la clase de historia fantástica y exageradamente adornada necesaria para convencer a un noble de comprar un arma.

—Eso es más que suficiente —dijo mientras anotaba algo en un pergamino que llevaba consigo, para luego mirar más detenidamente al Uchiha—. Te ves un poco cansado, ¿estás bien? Imagino que no mucho, deberías quedarte cerca, al menos para escuchar los resultados.

Juro escuchó con atención y las piezas empezaron a cuadrar: una técnica vendida.

Él, desde el inicio, había dudado de que esa pareja fueran algo parecido a shinobis. Esa chica, por alguna razón, parecía dominar una técnica de manera torpe y básica, pero que aquel hombre pudiera ponerle semejante sello (una técnica que ni él mismo era capaz de ejecutar tan perfectamente, todo fuera dicho) era tan inconcebible que le había dejado con el culo al aire. Al parecer, la razón era otra. Un tercero iba vendiendo técnicas por ahí.

« Ha dicho jefe. Eso quiere decir que son una banda » — Una banda que tenía acceso a una persona que vendía técnicas de una manera probablemente ilegal. ¿Podría ser un exiliado? Juro no concebía que una persona no ninja pudiera hacer técnicas de tal calibre.

La técnica no cedió, por mucho que el chico se esforzara. No iba a lograr romperla.

Se relajó. Aunque no se fiaba de ningún de esos dos, una cosa era cierta: él no podía moverse y tampoco les convenía arrastrarle frente a toda la muchedumbre. Podían rajarle la garganta ahí mismo, pero delante de todas esas personas, sería un espectáculo desagradable. La verdad es que esos dos le tenían en la palma de su mano, pero les costaría caro hacer algún movimiento.

Al final, la razón imperó y ellos decidieron soltarle, siempre que accediera a no volver a hacer nada contra ellos. Como un niño al que le dicen que no debe comer chucherías por la noche.

—.....mmmm ---- ¿Asentir? No podía hablar. De su boca solo salió un murmullo, que bien podría haber sido un asentimiento, una negación o un insulto. Juro clavó sus ojos en sus captores, y simplemente, relajó la tensión en su rostro y se rindió. No. No iba a iniciar una pelea. No tenía sentido en ese contexto. Le habían pillado y lo admitía.

Pero el asentimiento no era precisamente porque fuera a abandonar. Desde luego que no.

« Si, esa chica tiene razón, por mucho que me pese. Son mejores de lo que creía. Por eso, la próxima vez, no me andaré con juegos ni estupideces. No me volverán a pillar con otra técnica comprada »

Si es que había una próxima vez. Por alguna razón, Juro tuvo la certeza de que más que posible.

Datsue el herrero sonreía, aliviado, cuando pasó la prueba.

—Ha sido una dura jornada —se excusó, ante el comentario de que le veía cansado—. Muy bien. Así se hará.

Luego, agradeció enormemente a los voluntarios que le habían echado una mano. Se despidió de ellos dándoles un apretón de manos y un fuerte abrazo, y sus clones encubiertos bajaron del escenario tal y como habían venido. En vez de quedarse, optaron por irse de la plaza. El Uchiha estaba agotado y necesitaba reducir la cantidad ingente de Kages Bunshins que había creado. En cuanto encontrasen algún callejón en el que no hubiese ojos indiscretos, desaparecerían en una nube de humo.

Él, en cambio, se quedaría por allí para escuchar los resultados de la prueba.



Mientras tanto, tan solo quedaba ya un clon activo. Pero este, a la diferencia del resto, todavía tenía trabajo que hacer. Por el momento, leía disimuladamente los labios de aquellos dos malnacidos, apenas captando alguna que otra frase suelta. Astilla en el culo. Rajarte. Somos mejores. Violencia. Respaldo. Debería ser capaz de hacer eso.

«Basta», se dijo, cuando sintió que el chakra llenaba sus entrañas como un volcán en erupción. Algún Kage Bunshin había desaparecido, y él ya tenía el poder suficiente para hacer lo que había que hacer. Se llevó una mano a la espalda, que formó un sello, y con la otra apuntó con el dedo al tipo que le quedaba más cerca.

—Tú —habló con voz aterciopelada.

Nada más mirar su dedo, el hombre caería en el influjo de un Genjutsu. El Utakata era el cénit de todo Uchiha, y su salvación cuando los enemigos conocían el poder del Sharingan. Gracias al Saimingan, paralizó al oponente por completo.

Datsue apoyó una mano en la nuca del hombre y dijo, mirando de reojo a la chica.

—¿Algún problema por aquí? Ruego que me disculpen si estoy errado, pero me ha parecido ver que estabais acosando a este chico. —Esta vez miró directamente a la chica—. ¿Estoy en lo cierto? ¿Te están acosando, mozo?

1 Acción Oculta

—Ha sido una dura jornada —se excusó, ante el comentario de que le veía cansado—. Muy bien. Así se hará.

—Bien —Un asistente que le acompañaba le paso algunos documentos—: El numero 44: tu puntuación en la primera prueba es de 3 puntos, en la segunda de 1, en la tercera de 3 y en la cuarta, que es la mía, de 3. Me gusto la historia, bastante colorida… Sé que un arma es una herramienta, pero no hará su trabajo si no consigues venderla.

El hombre, reviso por instinto otras puntuaciones y arrugo un poco el ceño.

—En total llevas 10 puntos de 12, lo cual está bastante bien considerando que solo hay otros tres que te igualan o superan... Esperábamos que hubiera mejor rendimiento, que raro… —dijo casi sin pensarlo, pues aquello no se explicaba y era malo para la imagen de la competencia—. No importa, felicidades por su desempeño y sigue trabajando duro.

Dicho aquello se retiró, para dedicarle un poco de tiempo a cada participante.


—¿Algún problema por aquí? Ruego que me disculpen si estoy errado, pero me ha parecido ver que estabais acosando a este chico. —Esta vez miró directamente a la chica—. ¿Estoy en lo cierto? ¿Te están acosando, mozo?

—Diría que es jodidamente lo contrario —dijo la muchacha, bajando la mirada, mal fingiendo una inocencia que no tenía.

Se suponía que aquello era una señal para su compañero, pero este parecía o hacia como que no la captaba.

—Pues, ya ve —dijo el hombre manteniendo la calma, aunque se encontraba algo confundido por el abrupto acercamiento—. Uno no puede dejar a su sobrina sola sin que venga algún zalamero a cortejarla… Pero creo que este joven a aprendido la lección y no hará falta hacer un alboroto.

Datsue realizó una reverencia cordial y, sonriendo, se retiró también. Era hora de reencontrarse con sus amigos y compartir con ellos las buenas noticias: estaba casi bordando la competición.




Claro que, sus amigos estaban de lo más entretenidos. Datsue el clon abrió la boca, indignado, cuando oyó la respuesta de ambos.

—¡No me digan! —Y ni corto ni perezoso le estampó un bofetón a Juro. «Perdona, compañero, pero el dolor te librará de las ataduras»—. ¡Eso por intentar aprovecharse de una joven damisela! Ruego que me disculpen, me abochorno al creerlos culpables.

Tendió la mano al hombre. Luego, apoyó la otra sobre el hombro de la chica y se la estrechó también.

—Discúlpenme, por favor. Disculpen a este pobre malnacido por haberles prejuzgado.

Acciónes ocultas: 2 (1 mantenida y 1 nueva)

La parálisis aún le mantenía oprimido, por lo que no era capaz de hacer mucho. Fue consciente, sin embargo, de que una cuarta persona se sumó a la escena.

—¿Algún problema por aquí? Ruego que me disculpen si estoy errado, pero me ha parecido ver que estabais acosando a este chico. ¿Estoy en lo cierto? ¿Te están acosando, mozo?

En un primer momento, Juro no lo asoció a Datsue. ¿Por qué iba a hacerlo? Olía que había algo extraño en la apariencia cansada con la que estaba trabajando y que de repente hubiera habido tanta gente dispuesta a ayudarle. Pero los tejemanejes del Uchiha eran demasiado complejos para que el pudiera simplemente adivinarlo.

Los dos que le oprimían, además de canallas, era bastante listos, y pronto lograron tergiversar la situación a su favor.

Entonces, Juro se llevó una bofetada.

Al principio, pestañeó, sin dar crédito a lo que ocurría. Ya era la segunda vez que se llevaba un golpe debido a lo demás. Luego, se dio cuenta de que efectivamente, podía pestañear, mover la cabeza y el cuerpo. El golpe le había liberado de la influencia de aquel jutsu. Menuda suerte. Contempló a su salvador, casi incrédulo. Mantuvo la concentración y se irguió, sin hacer ningún movimiento brusco. No quería llevarse otro golpe ni actuar de manera temeraria.

Se mantuvo callado, observando como se daban un apretón de manos. Si ninguno reparaba en su presencia, tenía pensado escabullirse entre la masa de gente y trataría de contactar con Datsue para explicarle lo sucedido.

La bofetada, con su hermoso sonido de palma contra mejilla, hizo que la chica diese un pequeño brinco. El hombre, sin embargo, se limitó a dejar escapar un resoplido de contrariedad; aquella llegada y manejo le olían mal, pero poco podía hacer al respecto.

—Vale, señores; pero recuerden que la violencia es mala —dijo mientras retrocedía.

La gente comenzaba a moverse, como si pasada la medianoche la marea humana fuese más alta. El hombre le hizo una señal a la muchacha para que se retirasen, buscando el punto más denso del gentío para disolverse allí.

—Es hora de irnos —declaro con voz baja y suave; caminando, si nada se lo impedía, hasta perderse.

—¡Espérame, Cara de culo! —rugiría la muchacha en cuanto sintiese la prisa de su compañero.

Finalmente, con una multitud muchísimo menos densa, ya no habría ojos curiosos que pudiesen ver al par de ninjas… aunque Kazuma sí que les veía, sentado como una estatua en su asiento y sin reconocer a los dos que yacían transformados.

Junto a la multitud el clon de Datsue también desapareció entre la marea. No fue hasta que encontró un callejón solitario que se desvaneció en una nube de humo blanca.

El Uchiha recordó todo lo que había vivido el clon mientras él estaba entretenido con el torneo.

—Vaya… Siento el bofetón, Juro. Pero era la única manera de romper la parálisis. —Esperaba que lo supiese. Él era el primero que odiaba que le pegasen en la cara, pero había sido un mal necesario—. Eh, ¡Kazuma! ¿Qué haces ahí solo? Vente para aquí, hombre. —Luego, cuando se acercó, esbozó una sonrisa de oreja a oreja—. Es hora de dar un golpe sobre la mesa.




Datsue dio un golpe sobre la mesa con la jarra de hidromiel que se había metido entre pecho y espalda.

—¡Ah, buenísima! —exclamó, quitándose con el dorso de la mano un poco de espuma que le había quedado en la comisura de los labios.

Los tres ninjas se encontraban en la posada donde se alojaba Datsue, sentados alrededor de una mesa en un rincón del establecimiento. Con ojos atentos, pasó una visual una última vez por el local para asegurarse de que nadie trataba de espiarles. Luego se inclinó hacia Juro y Kazuma, y preguntó, en voz baja:

—Kazuma, dinos. ¿Qué ha de hacer un ninja cuando está siendo cazado por un enemigo que no conoce?

— Tranquilo. Lo entiendo — murmuró el muchacho, aún tratando de comprender lo que estaba pasando —. Gracias por la ayuda, Datsue.

El aviso de su compañero le había hecho ver de pronto muchas cosas, como el uso de clones que habían fingido ser parte del público (una estrategia bastante inteligente) o el desempeño del Uchiha en la prueba a la vez que vigilaba. Había confiado en él, pero también había desplegado sus propios medios de reconocimiento. Eso facilitaba las cosas. De hecho, le había salvado. Le debía una

Solo lo sintió por su alumno, que probablemente, no se estaría enterando de nada. No lo culpaba. Hasta hace poco rato, él andaba igual de perdido. Quizá si lo hubiera llevado consigo la cosa habría ido mejor, aunque lo dudó. Esa gente parecía mucho más preparada de lo que uno podría esperar.

Ya habría tiempo para explicaciones. Lo importante ahora era reunirse y hablar de lo que acababa de ocurrir.



Se encontraban en la posada de Datsue. Un lugar que parecía más seguro que cualquier establecimiento que pudieran encontrar cercano a la competición, donde hasta las paredes tenían ojos y oídos. Aún así, Juro comprobó como el Uchiha se cercioraba de que no hubiera nadie peligroso a su alrededor. El marionetista hizo lo propio, prometiendose así mismo que vigilaría correctamente. Aún se sentía avergonzado por lo que había pasado.

Juro estaba perplejo. Datsue parecía de un excelente humor (no solo ante la cerveza, sino en general) a pesar de lo que había sucedido. ¿Entrarían aquellos infortunios dentro de sus planes? ¿Tenía la clave para iluminar aquel misterio que les acechaba? Ya no solo la competición y los saboteadores, sino el origen de aquella venta ilegal de técnicas de tal calibre y el peligro que suponían.

«Debo reportar esto a la aldea en cuanto llegue »

Entonces, el chico dirigió una pregunta a su alumno. A sabiendas de que encontraría la respuesta a su incógnita ahí, decidió permanecer en silencio, dando pie a que su alumno contestara libremente.

—Kazuma, dinos. ¿Qué ha de hacer un ninja cuando está siendo cazado por un enemigo que no conoce?

La pregunta le tomó por sorpresa, haciendo que inconscientemente mirara durante unos instantes hacia su sensei. Le preocupaba contestar erradamente y hacerle quedar mal; pero tampoco podía darse el lujo de evadir la pregunta, antes equivocado que cobarde.

—Solo se me ocurren dos cosas —dijo luego de dar un buen trago de zumo de mora a medio fermentar—: Evadirlos tanto como se pueda y retirarse con prontitud, o tenderle una trampa, intercambiar los papeles y asegurarse de no dejar cabos sueltos.

Lo de los cabos sueltos siempre le había sonado como si quisiese decir que había que matar a quien pudiese causar problemas futuros; y quizá así fuera para los ninjas en general, pero él se refería a no dejar detalle sin atender… Aunque aquella no fuese una protección tan rápida y efectiva como la muerte preventiva.

—¿Es una especie de acertijo? —pregunto sin entender a qué venia el asunto—. ¿Hay otras respuestas posibles?


En ese mismo instante, alguien en algún lugar de aquella ciudad, tenía trabajando afanosa e indignamente a un escriba, a un retratista y a un editor. Alguien había tropezado con el hormiguero y ahora tendría que lidiar con las picaduras.

Datsue asintió, complacido con la respuesta.

—Exactamente. Huyes o te conviertes en cazador. Y te digo algo, un ninja sabio elegiría siempre que pueda la primera opción. —Los cementerios estaban llenos de ninjas temerarios—. Pero en este caso huir no es una opción. Así que es hora de intercambiar papeles, chicos.

Se inclinó hacia ellos y bajó la voz a apenas un susurro.

—He colocado secretamente un fūinjutsu en los dos tocapelotas —dijo, revelando su plan—. Una técnica inventada por mí hace algún tiempo, que me permite descubrir la posición exacta del sello. Lo que yo propongo es hacerle una visita sorpresa en sus moradas, estén donde estén, y sonsacarles para quién cojones trabajan.

»¿Estáis conmigo?