Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Creo que sí es seguro. De todas formas, solo lo activaré un momento. Y lo iré activando y desactivando a medida que nos vayamos acercando al objetivo —decidió, por si las moscas.
No respondió a Kazuma, sin embargo. No al menos con palabras. Se llevó la palma de una mano a la muñeca de la otra y, tras un breve brillo, apareció una brújula en ella. A simple vista parecía un tatuaje minimalista. No obstante, la aguja de la brújula se movía con cada movimiento de mano del Uchiha, siempre apuntando a la misma dirección.
A la dirección de…
—Creo que lo mejor es empezar por la chica primero. Parecía ser la que menos idea tenía de qué iba el tema, pero lo que obtengamos de ella puede sernos de utilidad contra su compañero.
Comprobada la dirección, desactivó el sello. La idea era sencilla: caminar por unos buenos minutos en la dirección señalada y luego volverlo a activar para comprobar si la brújula seguía apuntando al mismo sitio.
¤ Tsuiseki Fūin ¤ Sello de Rastreo - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos:Fūinjutsu 40 - Gastos: 30 CK (sello de rastreo), 15 CK (sello-brújula; impide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:
Un sello de rastreo es reconocido por la brújula sólo si se encuentran en la misma cuadrícula del mapa
(Fūinjutsu 50) Un sello de rastreo es reconocido por la brújula sólo si se encuentra en la misma cuadrícula del mapa o en una adyacente
(Fūinjutsu 60) Un sello de rastreo es reconocido por la brújula sólo si se encuentra en la misma cuadrícula del mapa o en dos adyacentes
(Fūinjutsu 70) Un sello de rastreo es reconocido por la brújula sólo si se encuentra en la misma cuadrícula del mapa o en tres adyacentes
- Carga: 3 - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Al tocar con la palma de la mano a una persona, animal u objeto, Datsue es capaz de implantar en él un sello especial, llamado sello de rastreo, que permanecerá activo durante (Poder/10) estaciones. Este sello permanecerá invisible ante su víctima, a no ser que la brújula esté buscando su posición, momento en el que cobrará color sobre la superficie en la que se implantó, tomando la forma del Kanji del Norte (北), de unos cuatro centímetros de ancho.
Y es que este sello no tiene ningún tipo de utilidad sin el segundo tipo de sello: el sello-brújula. Datsue es capaz de implantar un sello en su propio cuerpo, en el de otro o en un objeto, con forma de brújula, cuya aguja apuntará siempre hacia un sello de rastreo. El Uchiha tiene que decidir hacia qué sello de rastreo apuntará en el momento de implantar la brújula, pudiendo elegir entre los (Inteligencia/15) últimos sellos de rastreo implantados. Sin embargo, este sello requiere de emisión constante de chakra y de una gran concentración, imposibilitándole realizar otras técnicas mientras tanto (cualquier golpe recibido rompería su concentración, deshaciendo el sello).
Se ha de remarcar que esta técnica no dispone de una clave para nada complicada. Los sellos podrán ser rotos por cualquier practicante de fūinjutsu con suficiente maestría (40, 50, 60 ó 70).
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El sello se activó y en la mano de Datsue apareció un tatuaje que imitaba una brújula. La dirección de la aguja parecía ser constante, por lo que el peliblanco ajusto el mapa debajo, donde se suponía que estaban ellos y siguió con el dedo la dirección señalada.
—El sur de la ciudad —dijo—. Diría que apunta a este sitio.
Señalo el lugar, era un pequeño barrio de casas recientes llamado Vista Ancha. De lo que habían preguntado y las notas que estaban a su alrededor, se podía entender que no era un lugar particularmente malo; aunque por su carácter de reciente estaba habitado, en su mayoría, por gente que había venido fuera de la ciudad y de la cual se sabía poco. Aquella suerte de barrio de inmigrantes tenía solo dos estructuras altas: una era una chimenea de un horno alto que jamás se terminó y que quedo en ruinas, mientras que la otra era un gran tanque de agua que se levantaba en el centro de la zona.
Kazuma sintió la necesidad de sugerir la pronta marcha, pero prefirió que sus superiores decidieran. Marchar por la calle era más discreto, pero tardarían más; también podían moverse a través de los techos, que sería más rápido, aunque podrían llamar la atención de alguien.
Juro observó, con un leve asombro, como Datsue empleaba su técnica. Desde luego, era una técnica increíblemente útil (y estéticamente, muy chula, para que negarlo). El marionetista observó como la brújula apuntaba hacia la dirección que, el chico supuso, tendrían que seguir a partir de ese momento.
« Puede que con esta técnica, incluso yo no me perdería » — pensó, encantado. Al fin y al cabo, ese aparatito (que tanto había odiado en otras ocasiones, en clase de orientación) te llevaba directamente a tu destino. Solo tenías que seguirlo.
Juro asintió ante lo dicho por Datsue. Le parecía un buen plan, cauto y a la vez efectivo. Supuso que la técnica no le costaría demasiado chakra, para poder activarla y volver a desactivarla varias veces sin que esto le afectara mucho. Ir a por la chica también le parecía bien. Tenía un poco de rencor hacia ella también, así que le gustó la idea mucho más que por su valor estratégico.
Su alumno señaló que se encontraba en el sur e incluso pudo identificar (aproximadamente) el lugar al que tenían que ir. Juro asintió por lo bajo, tratando de disimular el hecho de que no se estuviera enterando de la ubicación.
— De acuerdo. Entonces, salgamos ahora. No sé cuanto será a pie, pero cuanto más rápidos seamos, mejor — sugirió Juro —. Deberíamos mantener un perfil bajo y evitar llamar la atención de nadie, aunque para eso tengamos que ir andando.
No es que fuera mala idea saltar de tejado en tejado... pero era demasiado arriesgado, en su opinión. No llevaban ningun disfraz precisamente ni una túnica que les ocultara. Contaban con la oscuridad de la noche, claro, pero aun así, no era precisamente fan de la idea.
Datsue asintió, complacido ante la prontitud de Kazuma para detectar la ubicación del objetivo.
—Te veo buenas dotes para el rastreo, Kazuma. —Le soltó un empujón amistoso en el hombro mientras torcía la boca en una media sonrisa—. Espero que nunca tenga que escapar de ti.
Luego, asintió de nuevo a Juro. Se levantó y encabezó la marcha al exterior de la posada.
—Ojos atentos, pero actitud relajada, compañeros —les dijo, en voz baja—. Como si fuésemos de nuevo a visitar aquel local nocturno del otro día.
Más les valía no hacerlo, de hecho, pues seguramente no fuese bien recibido. No después de la que le lio Shukaku.
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El viaje hasta aquella zona de la ciudad no les tomaría demasiado tiempo, aunque el ascender de una luna mediana y cetrina indicaba el transcurso de una hora de caminata. El área en cuestión era fácilmente distinguible, pues la arquitectura cambiaba considerablemente entre un sector y otro. Además, a lo lejos y como una sombra en el cielo nocturno se levantaba aquel coloso metálico del tanque de agua; y más allá unas viejas torres, casi invisibles.
—Este el sitio —dijo Kazuma, señalando con el mentón una salida de la calle principal que llevaba hacia el arrabal.
Parecía haber una calle principal que se adentraba en el lugar, prolongación de aquella que tenía la ciudad, solo que esta no era adoquinada si no de tierra apisonada. En la entrada se veían un par de personas, bebiendo y jugando a los dados; y uno que otro anciano, sentados en viejas sillas, tomando un poco del fresco nocturno.
Además de lo que podía considerarse la entrada principal, había multitud de agujeros entre casa y casa, callejones de sombras en los que nadie les notaria entrar y que llevarían a quien sabe dónde.
Ojos atentos y actitud relajada. Juro asintió, a sabiendas que, aunque no pudiera ayudarles respecto a la orientación, al menos eso sí que podía cumplirlo. Nadie nunca le haría un cumplido tal como el que había recibido su alumno, pero no le importaba demasiado. Había cosas mejores de las que preocuparse en ese mismo momento.
La caminata duró una hora. Gracias al truco de Datsue, había menos probabilidades de ser descubiertos, pero aun así, se puso en guardia. Afortunadamente, no se encontraron con ninguna molestia en el transcurso.
—Este el sitio — La voz de Kazuma hizo que se centrara en la calle. Al instante le llegaron voces: personas bebiendo y jugando, sentados, disfrutando de la noche. La que parecía ser la calle principal estaba más viva que nunca. La rodeaban casas y multitud de agujeros, en los que podía acechar cualquiera.
Sí, un lugar encantador.
— Esperemos que no se hayan decidido quedar hasta tarde con los colegas — murmuró Juro, por lo bajo, para asegurarse de que nadie más le escuchara —. Quizá deberíamos alejarnos de la gente y volver a usar "eso". Ahora que sabemos la ubicación, tenemos que cuadrar dónde está exactamente.
Datsue asintió ante Juro. Luego, diligente, se escabulló entre uno de los varios callejones sumidos en las más profundas sombras. Apoyó la espalda contra la pared de una casa y, tras unos tensos segundos de espera para asegurarse de que nadie les seguía, volvió a activar el sello de rastreo.
En esta ocasión en la palma de la mano, mostrándola hacia arriba para que ambos pudiesen verla.
—Es hora de jugar.
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Ya guarecido de miradas indeseables, la técnica podría mostrarle como apuntaba en determinada dirección. Aquel tanque metálico que resaltaba en el cielo nocturno era el punto de referencia perfecto. La aguja señalaba una dirección, aunque en medio de la noche, el caserío y la gente quizá no era muy precisa. Lo que si era claro es que apuntaba un poco a la izquierda del tanque, ¿pero sería eso suficiente guía?
Aquí les dejo, a groso modo, un mapa del área. Lo rosado es el tanque de agua, lo azul las más lejanas torres. La línea roja es la entrada al barrio, mientras que el punto verde es donde estamos nosotros. Pueden utilizar, rayar u editar el presente mapa como quieran, de manera que on-rol Kazuma hará rayas u anotaciones según se le indique.
Aquí tienen dos opciones:
1) Adentrarse en los callejones e ir haciendo varias activaciones de la brújula para terminar hallando la ubicación exacta de la guarida.
2) Mediante una argucia que consta de dos o más medidas, aproximar con relativa exactitud la ubicación de la guarida en el mapa que cargan consigo antes de entrar al área.
Por ahora, la brújula apunta al Norte-Oeste. Si avanzan para buscar por tanteo, pueden señalarlo en el mapa (hasta donde llegaron tras la última activación) y yo les diré si están cerca, lejos o se han pasado.
Con una sonrisa (movida, quizá, por el dramatismo de la situación), el marionetista se adentró en el callejón junto a sus compañeros y esperó a que Datsue iniciara la técnica. Con la misma admiración que antes, echó un vistazo a la mano cambiante de Datsue que, ahora, les volvía a señalar la dirección indicada en forma de brújula.
Ojeó el horizonte y sintió ganas de suspirar. Por una vez, supo que el problema de orientación no era solo suyo.
« Tenemos más o menos la indicación, pero sin una guía exacta, no podemos averiguar la localización exacta » — Deseó que Kazuma volviera a sacarles del problema, pero ni si quiera su alumno podía adivinar algo así.
Juro ojeó el mapa que su alumno tenía en la mano.
— La brújula apunta más o menos al tanque. No exactamente, pero algo es algo — Eso era un hecho, por muy mal que supiera orientarse —. Alrededor del tanque hay casas y callejuelas. Quizá podamos escondernos cerca de la zona y volver a activar la técnica. Obtendremos una dirección más acertada sin comprometernos. Este por ejemplo podría ser un buen punto para volver a probar — señaló Juro, al mapa que Kazuma tenía.
Salir al descubierto al tanque y usarla desde ahí le parecía un suicidio, puesto que serían muy fácil de ver. Si se escondían entre las callejuelas hasta dar con ella, quizá tardarían más, pero lo harían de una manera mucho más segura.
En este caso, mi propuesta es la opción 1.
La idea sería bordear el camino por la zona exterior, sin entrar directamente por la calle principal ni a la explanada, y acercarnos por las callejuelas hasta esa zona, marcada por la cruz naranja. Ahí volveríamos a activar la brújula.
Esta es la idea de Juro, y según lo que haga Datsue (acepte la propuesta o proponga otro lugar o otra opción) ya veremos que hacemos
Datsue se acarició la barbilla mientras Juro hablaba. Recuerdos lejanos se posaron en su mente como una hoja otoñal al caer del árbol. Hacía no tanto, el Uchiha había empleado el sello del rastreo junto a Akame para hallar la ubicación exacta de Amegakure no Sato. No se había dirigido a la Villa, claro. No eran tan suicidas. Más bien, habían usado la vieja táctica de la triangulación. Solo se necesitaban formar un triángulo para trazar tres líneas en un buen mapa y conocer el punto donde se entrecruzaban.
Con dos incluso tenías una buena aproximación.
—Está bien —respondió finalmente, conforme con el punto señalado. Empezar rodeando al objetivo no era mala idea. Desactivó el sello y procedió a encabezar la marcha.
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Los ninjas se movieron a través de la noche, buscando una segunda posición de rastreo que les permitiese dar con la posición exacta de lo que buscaban. Juro propuso un rodeo externo, de manera que podrían evitar el internase en los callejones; una vez obtenida la dirección concreta, podrían desplazarse allí sin tener que detenerse.
Se detuvieron y la aguja dio su veredicto: apunta al norte, con algo de inclinación hacia el este. Ahora, con aquellos dos puntos, seria cuestión de trazar líneas y buscar donde se conectase aquella cruz, aquella x que les diría a donde ir.
He aquí el mapa con la nueva dirección señalada, solo queda determinar la ubicación final en el mismo.
Ambos aceptaron seguirlo. Juro no daba crédito. ¡Él estaba dirigiendo un reto dedicado a la orientación! Es cierto que con la brújula de Datsue y las indicaciones de su alumno todo era mucho más fácil, pero no podía evitar sentir que lo estaba haciendo mal.
Dieron el bordeo exterior y en este caso, la brújula apuntó al noroeste. Kazuma apuntó el recorrido y con eso, ya tenían dos lugares.
— Bueno... creo que si ahora unimos esto y esto... — Juro hizo el amago de crear dos líneas, una desde el primer punto a la primera dirección marcada y apuntada por Kazuma, y otra con el segundo punto y dirección. Ambas formaban una gran "X" y coincidían en un punto concreto. Este señalaba parte de una urbanización —... esto nos daría un punto más exacto.
Se quedó pasmado, mirando el mapa. Luego, miró a sus compañeros.
— ¿Es así, chicos? — Trató de disimular su torpeza de cualquier manera, incitando a los demás a dar su opinión, como una forma de valorar la suya. En realidad, solo quería que ellos resolvieran el problema y le dijeran lo que hacer.
Datsue observó el mapa con las nuevas marcas y líneas trazadas por Juro y asintió con vehemencia.
—Bien, nos queda muy cerca —dijo, mientras sus ojos pasaban del negro al rojo, en un claro aviso de lo que estaba a punto de ocurrir—. Vamos. Hora de cambiar las tornas.
Y, sin más preámbulos, se dirigió en dirección al cruce de líneas.
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El trabajo de localización rendía frutos; ahora tenían la ubicación de su presa: un pequeño bloque de casas apretujadas ente sí. Solo sería cuestión de moverse con agilidad entre los callejones, con la certeza de que se dirigían sin fallas hacia su objetivo. Por suerte para ellos, una densa nube que se antojaba negrísima cubría la luna, llenando la tierra con una luz tan tenue que apenas se podía ver unos cuantos pasos por delante en medio de aquellos callejones. Como suele ser usual, aquel con mejor vista y orientación debía de dirigir la marcha.
«Ya debemos estar cerca…, que nervios», se atrevió a susurrar en pensamientos el peliblanco.
Una aproximación más lenta y cuidadosa sería necesaria en el tramo final; pues a la salida de un callejón en tinieblas se veía la casa objetivo. Era fácil suponer que era la que buscaban, pues a la luz de una luna gibosa recién emergida, se notaba que las otras estaban abandonadas. Sin embargo, no todo era tan claro como se hubiese podido querer: en la casa se podía percibir una luz que escapaba a través de un postigo abierto, tan en mala posición que nada podía verse hacia adentro. La luz tremolaba silenciosa en medio de la noche a través de aquella ventana inocente, mientras que la puerta lucia atrancada con la meticulosidad esperable en un castillo. De vez en cuando se veía una perturbación en la luz, como si algo en movimiento la eclipsara con su ir y venir; pero ningún ruido, nada de sonido.
¿Qué era lo mejor en aquel momento? ¿Observar un poco más? ¿Proceder con la cólera de los perros o con la bribonería de los gatos?
El asentimiento mudo de su alumno y la confirmación de Datsue solo dejó claro que habían hallado la dirección. Reprimiendo la alegría que sintió por acertar, Juro asintió con una expresión neutra. La situación era seria y debía actuar conforme a ella. Esos momentos en los que ellos se aproximarían a su objetivo probablemente serían clave para lograr una emboscada satisfactoria, o acabar en el fracaso más absoluto.
Avanzaron hacia el pequeño bloque de casas señalado en el mapa, escondidos tras la oscuridad y la tenue luz que les ocultaba. Juro decidió dejar que Datsue encaminara la marcha: desde luego, parecía tener mejor ojo que él para ocasiones así.
Tras aproximarse con cuidado, pudieron observar finalmente la casa. Solamente una, puesto que las demás tenían aspecto de estar abandonadas. Al marionetista le pareció demasiado conveniente, pero decidió no decir nada por el momento y mantenerse alerta ante lo que pudiera pasar.
Entonces, todos pudieron ver una luz. La puerta. La pared. Y nada más. Juro trató de entender que estaba observando, pero desde ahí, no podía ver correctamente la escena.
— Datsue, ¿Puedes ver algo de lo que está pasando ahí? — preguntó Juro en voz baja, quién desconocía la extensión de la capacidad ocular de su compañero —. Tenemos que operar con precaución. No nos esperan, pero eso no impide que estén preparados por si alguien decide hacerles una visita.