Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Daruu aguardaba apoyado en una de las piedras en el interior de aquél curioso círculo. Se habían topado con él dando un paseo, y al pelopincho le había parecido el lugar más adecuado para tener una amable charla con cierta persona...
...por eso había enviado una carta citándole. Llegaba tarde, pero esperaba que el vínculo que los dos habían formado durante su aventura con aquél pirata loco ayudase a lubricar un poco las dulces palabras que había dibujado con tinta sobre el pergamino.
Datsue. Es evidente que en algún momento ibas a tener que enfrentarte a la realidad. Antes de que el examen avance y esto nos afecte a ambos, debemos hablar. Si lo hacemos ahora quizás consiga convencer a Ayame de que lo mejor es arreglar las cosas como adultos.
Confío en que aquél muchacho que conocí en el norte del País del Bosque no fuera una máscara de falsedad y engaño.
Estoy dispuesto a perdonar. Y además, han pasado muchas cosas. Quiero hablarlas todas.
Nos vemos el próximo Kazeyobi a las diez de la mañana en ese extraño círculo de piedras en la Planicie del Silencio.
Suspiró, se metió las manos en los bolsillos y esperó.
En las Planicies del Silencio una silueta caminaba hacia el ocaso. El cielo, con el sol poniéndose en el horizonte, se había teñido de un extraño púrpura. El color de un viejo moratón. El mismo color que teñía ahora parte de la piel de aquel chico, en brazos, piernas y hasta en la barbilla. Cardenales fruto del intenso entrenamiento al que se había sometido en las últimas semanas, tras el enfrentamiento con Uchiha Akame.
Tenía los cabellos recogidos en un moño, y ahora, con la llegada del examen y el verano, había decidido raparse un poco por los lados y la nuca. No demasiado, tampoco, pues el rapado solo llegaba hasta media sien, al igual que con la nuca. Vestía una camisa de tiras gris, con un zorro estampado delante, y unos pantalones cortos. Su bandana, al cuello.
Andaba con aire tranquilo, con las manos en los bolsillos como si estuviese dando un simple paseo y no de camino a la entrada del Yomi. Porque eso era lo que podía estar haciendo. Daruu, aquel chico al que había conocido en el torneo, y con el que había hecho buenas migas en una isla paradisíaca mientras se enfrentaban a un loco ribereño del Sur. Le había citado en en el Círculo de Rocas Ancestrales. Eso no hubiese supuesto un problema. De no ser porque, claro, luego, habían pasado cosas. Muchas. Demasiadas.
Pero había venido preparado. O, más bien, acababa de prepararse.
Diez minutos más tarde, el Uchiha vislumbró las famosas y gigantescas losas de piedra, con ese aire misterioso que siempre las envolvían. Había estado allí en un par de ocasiones, y, como apostaba a que todos harían, él también se había preguntado qué significado tendrían. ¿Una simple obra de arte? ¿O algo más?
Pasó entre dos losas que sujetaban otra entre ellas, en horizontal, formando así una especie de arco. Entonces, le vio. Con ese tatuaje en la mejilla que tanto le caracterizaba. La bandana en la frente. Y, por encima de todo…
—¿Quién cojones eres? —preguntó al instante, activando su Sharingan.
¿Quién demonios se tomaba la molestia de disfrazarse en una persona y no imitaba su rasgo más característico? Aquellos ojos eran normales, y, si algo tenía Daruu, eso era unos ojos fuera de lo ordinario.
1 AO
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
1/07/2018, 15:25 (Última modificación: 1/07/2018, 15:25 por Amedama Daruu.)
Desde que lo vio, a lo lejos, bajó la mirada y la clavó en el suelo. No quería arriesgarse a caer en una ilusión del Sharingan tan pronto como cruzase miradas con él. De modo que por el momento no las cruzarían. Simple y llanamente.
Una gota de sudor inquieto le resbaló por la sien. No era por el calor. Sí, aquél endemoniado calor ya lo había sufrido, por eso venía preparado. Daruu no iba vestido como era habitual por allá al noroeste, en Amegakure, sino que había sustituido su chaqueta por una de manga corta, negra y con la cremallera abierta; y unos pantalones negros. Debajo de la chaqueta llevaba una camiseta sin mangas de color púrpura. Los mitones verdes eran ahora tan sólo unos guantes con espacio para las puntas de los dedos.
Había algo más inusual en Daruu. Y eran aquellos ojos de color púrpura.
—Hazme un favor y desactiva esa mierda roja vuestra, que seguro que la llevas en display —dijo, conteniendo la rabia apretando la mandíbula—. Soy Amedama Daruu, genin de Amegakure. Me viste llegar con el resto de mis compañeros. Entiendo las dudas, pero lo de los ojos tiene una explicación. Aunque no debería ser yo el que las diera hoy.
»Soy Amedama Daruu de Amegakure. Compartí celda en la prisión de un barco pirata contigo. Siempre llevas unas ganzúas en el dobladillo de tus calzones. Si tuviera que compartir un recuerdo con alguien para engañarte ese sería el último en el que dejaría que se metiesen.
Se cruzó de brazos.
—Cuando podamos hablar cara a cara, podrás empezar a explicarme por qué nos hiciste aquello a Ayame y a mi. Y por qué hiciste que mi kage casi la matara. Y a lo mejor te doy la oportunidad de enseñarme lo que le pasó a mis ojos.
»Los que estás viendo son un regalo de mi madre. Ahora, rompamos el hielo y guardemos los kunai. Tenemos demasiado de qué hablar... Uchiha Datsue.
1/07/2018, 19:19 (Última modificación: 1/07/2018, 19:24 por Uchiha Datsue.)
Pero no halló Henge alguno. Ningún manto de chakra que envolviese al joven para engañar a la vista. Era él… con otros ojos. ¿Qué narices le había pasado? Era cierto que le había visto junto al resto de su Villa. Les había estado espiando desde una azotea a su llegada. Pero, desde la distancia, no se había dado cuenta del cambio en el color de sus ojos. No es que solo cambiasen de color, sino que eran… distintos.
—Soy Amedama Daruu de Amegakure —le repitió, para luego revelarle algo que solo él podía saber. El sitio secreto donde escondía sus ganzúas.
Daruu se cruzó de brazos, y empezó a pedir explicaciones. Aseguró que a Ayame casi la matan —algo que ya había leído en el mensaje de Yui—, cosa que encajaba con el carácter de la Arashikage. También, reveló que sus ojos eran un regalo de su madre. No lo entendió.
Suspiró. Aquello no iba a ser fácil. Empezó por guardar su kunai, y el iris de sus ojos recobró su habitual color.
—Me arrepiento de haberte involucrado. Mi problema era con Ayame y no contigo. Esa es la verdad —empezó por hablar—. Cuando te vi, solo eras un desconocido para mí, al que un día me había enfrentado. Luego nos fuimos conociendo… pero el sello ya estaba puesto. —¿Podía haberle avisado? Por supuesto. El Uchiha se lo había llegado a plantear en un par de ocasiones. Al final, había ganado la comodidad. Y el miedo a un enfrentamiento—. Pensé en decírtelo —le confesó—. Cuando nos emborrachamos, ¿recuerdas? —Datsue apenas fragmentos—. Y cuando cenábamos aquel jabalí. Pero, qué sé yo. Temía que te enfadases, y eras mi único medio para salir de aquella isla perdida.
Carraspeó. No estaba acostumbrado a soltar tantas verdades juntas.
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Daruu se relajó y se permitió mirar a los ojos a Datsue para ver si ya lo había desactivado mientras hablaba. Se apretó los brazos, molesto, mientras Datsue hablaba y hablaba sin decir nada que no supiera.
—Y al final solo fui un medio, ¿verdad, Datsue? Un medio para salir de allí, un medio para vengarte de Ayame. —Señaló adelantó un paso, chillándole, firme pero sin avanzar más de lo debido—. Si sentiste algo parecido a una amistad o una camadería aquél día, sí, me temo que me lo deberías haber dicho. Así hubiéramos podido aclarar las cosas y podrías haber deshecho el sello antes de que Yui casi se cargue a mi novia por una trastada tuya.
»Dices que el problema no era conmigo. Pero Ayame es la persona que más quiero en esta vida. ¿Sabes en qué posición me deja eso a mí al respecto de este asunto? ¿Alguna vez has sentido algo así por alguien? ¿¡Eh!? —Hizo un aspaviento con la mano—. ¿Qué debería hacer? ¿Qué harías tú contigo, eh?
Un medio. ¿Un medio? ¿Quién sabía? Quizá lo había sido en cierto momento. En parte. Pero el Uchiha, por lo normal, no profundizaba ni se cuestionaba tanto sus acciones como para catalogar a nadie de nada. Simplemente se dejaba llevar. Improvisaba. Seguramente, por eso tenía tantos problemas. Por no pensar.
¿Había sido un medio Akame, cuando había hecho la revista de El Corazón Uzureño? No lo había visto así. Tan solo, a lo mejor, un daño colateral. Lo había hecho para ganarse unas cuantas monedas y, por qué negarlo, porque le había parecido divertido. El daño que había causado aquello todavía lo tenía marcado en su antebrazo. ¿Cuál sería en aquella ocasión su marca?
—Dices que el problema no era conmigo. Pero Ayame es la persona que más quiero en esta vida. ¿Sabes en qué posición me deja eso a mí al respecto de este asunto? ¿Alguna vez has sentido algo así por alguien? ¿¡Eh!? —Un tic cruzó el párpado de Datsue. ¿Qué si había sentido algo así por alguien? ¡¿Qué si había sentido algo así por alguien!? Se quitó las manos de los bolsillos y los puños se le cerraron—. ¿Qué debería hacer? ¿Qué harías tú contigo, eh?
«Cuenta hasta tres. Cuenta hasta tres. Cuenta hasta tres...»
—Mira, Daruu, ¡mira! —No había llegado ni a dos—. Entiendo que estés cabreado conmigo. Yo también lo estaría. Y, si fuese tú, trataría de devolvérmela. ¡Pero no escurras el puto bulto! —exclamó en un arrebato—. ¡Sabes muy bien con quién deberías también estar enfadado! Porque, ¿qué hice yo? ¡¿Qué hice yo?! —preguntó, alzando las manos en perpendicular a su cuerpo—. Devolvérsela a ella. Ni más ni menos. Una bolita de fuego que le dio más susto que daño. Y no me digas que no, porque hasta un puñetazo duele más que lo que te sellé. ¿Y luego? ¡Una simple broma! Una putada de las gordas, todo lo que tú quieras. Pero inofensiva, joder, inofensiva. ¿Qué iba a saber yo que tu Arashikage desenvainaba su katana ante el menor gesto que la disgustase? —le espetó.
»¿Y qué hubiese pasado, Daruu, si la Arashikage la hubiese matado? ¡Dime! ¿Hubieses hecho lo fácil? ¿Hubieses puesto toda la culpa en mí? ¿¡O en que tu Kage no se esperó a las explicaciones de su propia kunoichi para ejecutarla!? —«¡Porque eso es lo que hace, joder!»
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2/07/2018, 00:00 (Última modificación: 2/07/2018, 00:02 por Amedama Daruu.)
Daruu temblaba de ira. Sabía muy bien que tenía que mantener la cabeza fría. Joder si lo sabía. ¡Joder si lo sabía! Era crucial. Pero la imagen de su sensei recordándole templar sus ánimos a cada rato durante las misiones se emborrona antes y ahora sólo quedaba la imagen de ese feo y egoísta Uchiha.
—¡CÁLLATE! —cortó Daruu cuando apenas le quedaban unas palabras que escupir a Datsue, y dio otro paso hacia adelante—. ¡Lo que hiciste haría que cualquiera perdiera los nervios! ¡Siempre eres así! ¡Es como dijo Akame, con esa gilipollez de revista que le dedicaste! —lanzó como un dardo—. ¡Te diviertes y te "vengas" con jugarretas que te parecen inocentes, pero no piensas en las consecuencias! ¡No piensas en que lo que puede ocurrirle a los demás sea desproporcionado!
Se dio cuenta de que se había encorvado peligrosamente hacia Datsue. Por primera vez, dio un paso atrás y respiró hondo.
—Ayame no le haría daño ni a una mosca. ¿Qué se supone que fue lo que te hizo? ¿Qué fue tan malo para que decidieras ponerla en compromiso ante su kage? ¿¡Qué!? —exigió saber.
»Te propongo un trato, Uchiha Datsue: enséñamelo. Enséñamelo con esos ojos tuyos. Y luego, yo haré lo mismo con otro Genjutsu y te enseñaré lo que le pasó a mis ojos.
»Supongo que tendré que explicártelo en algún momento. No paras de mirármelos. ¡Vamos! Déjame intentar entenderte, y quizás podamos arreglar esto antes de que haya más problemas entre todos. ¡Joder, Datsue, no puede haber sido tan grave como para poner en compromiso a dos putas aldeas!
¿Como había dicho Akame? Su corazón se encogió. ¿Qué había dicho? El Uchiha tuvo que aguantarse las ganas de preguntarle, y soportar, como una tromba de agua que le estuviese cayendo encima, las verdades que le iba soltando. Para conocerse relativamente tan poco le había calado hasta el fondo. Los Dioses sabían que tenía razón. Nunca pensaba en las consecuencias. Ni en la de los demás, ni, para su desgracia, las suyas propias. Porque, tarde o temprano, sus jugarretas siempre terminaban salpicándole.
Puñetazo a las costillas. Guantazo a la cara. Rodillazo al riñón. Daruu no paraba. Cada espacio que había entre golpe y golpe no era un descanso, sino el tiempo necesario para imprimir todavía más fuerza al siguiente golpetazo. Quería que le mostrase lo que Ayame le había hecho. Con su Sharingan.
Podía hacerlo. Podía recrear cada minúsculo detalle de aquel momento. Lo recordaba como si fuese ayer. Estaban en la ducha. Él se agachaba. Ella se retorcía. Ambos desnudos...
No, ni de coña podía mostrarle aquel momento.
Pero Daruu insistía. Ofrecía algo a cambio. Resolver el enigma de sus ojos. Y, entonces…
—¡Joder, Datsue, no puede haber sido tan grave como para poner en compromiso a dos putas aldeas!
... le dio un puñetazo en la sien que lo mandó a la lona. Ni toda la labia del mundo, ni la mejor lírica dramática compuesta por el bardo más aclamado de Oonindo, hubiese podido replicar aquel golpe tan contundente.
—B-bueno… Yo… Esto… —Se había quedado sin argumentos—. Quizá no, joder, quizá no —tuvo que reconocer—. Pero, ¿qué sabía yo que se iba a ir tanto de madre? Joder, sí, lo hice sin pensar. Yo también tuve que pagar las consecuencias. —La ausencia de su placa dorada todavía le dolía, como alguien que tiene un muñón su miembro fantasma. No está ahí, pero te duele.
»Ayame ya sabe lo que me hizo —agregó—. Ella… Yo estaba con una chica, ¿vale? —Joder, iba a salir perdiendo contando aquella historia—. Aiko, ¿la recuerdas? —¿Se había enterado siquiera de lo que le había pasado?—. En el torneo de los dojos. Nos gustamos. Fuimos a dónde os alojabais, y… Joder, era mi puta primera vez. ¡Mi puta primera vez! Y estaba saliendo tan bien… Tan perfecto… Y va Ayame —la voz se le crispó de ira—. ¡Va Ayame y nos interrumpe! Joder si nos interrumpe, ¡empieza a golpear a la puerta como una loca! Y nosotros en mitad del… Pero oh, no, no podía quedarse ahí la cosa. Cuando vio que Aiko no le respondía, usó una de sus técnicas. —Ahora sabía que era una técnica porque la había usado contra él en Tane-Shigai—. De voz. Casi nos rompe los tímpanos, joder, ¡y el cristal de la mampara salió volando por los putos aires! Aiko se cortó un pie con los cristales. Yo otro. Chorros de sangre por doquier. —Quizá en eso último estaba exagerando un poco. Pero ya que su excusa era mala, había que maquillarla algo—. ¿Y todo por qué? ¡Por una jodida cebolla! Vamos hombre, ¡a tomar por culo! —exclamó, rojo de la ira. Pero empezaba a sentirse mejor. Desahogarse sentaba bien. Tenía que practicarlo más veces—. Ahora te reirás y todo lo que quieras, pero sabes que tú también te hubieses vengado. —¡Anda que no! ¡Vaya si se hubiese vengado!
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Llegado a un momento de la explicación de Datsue, Daruu había agachado la cabeza. La mantuvo así durante unos segundos, hasta que terminó. Entonces...
—¿¡Por un puto polvo!? ¿¡En serio!? ¿Por eso ha acabado todo esto en... en ESTO? —Daruu, fuera de sí, se movió de un lado para otro, extendiendo los brazos, incrédulo—. ¿Pero tú eres gilipollas o qué? Osea, es que yo flipo, tronco.
»¿Sabes? A la puta mierda todo. No, no me hubiera vengado. ¡JODER, UNA PSICÓPATA TRAFICANTE DE ORGANOS ME ARRANCÓ LOS PUTOS OJOS Y NO ME HE VENGADO!
Escupió al suelo.
—¿Hoy? Hoy sí. Confieso que hoy iba a vengarme. Esto es una encerrona, ¿contento? ¡PORQUE A MÍ ME LA SUDA, ESTOY HARTO DE TODO! Esto es surrealista. Ayame te pide una cebolla, te cortas con un cristal mientras intentabas follar y me sellas un Katon en el pecho. ¿Pero tú eres subnormal o qué? ¡Pues a la mierda, yo no quiero saber más de este asunto, que le jo...!
Y entonces, una voz habló a las espaldas de Datsue
2/07/2018, 01:48 (Última modificación: 2/07/2018, 01:48 por Aotsuki Ayame.)
¿Sabéis por qué los cantos de sirena atraen inevitablemente a los oídos que las escuchan? Porque dichos cánticos llaman al corazón, evocando a sus más ansiados deseos.
Quizás fue eso lo que sintió Datsue cuando escuchó una voz a sus espaldas. Una voz que conocía terriblemente bien, y a la que añoraba con todo su corazón.
—¡Datsue!
La voz de Aiko.
Después de todo, se lo debía. Le había hecho una promesa allá en el País del Bosque. Y ahora le ofrecía aquel presente en Uzushiogakure.
La indómita joven de cabellos cortos y del color de la sangre que había conocido tanto tiempo atrás, y a la que hacía tanto tiempo que no veía, caminaba entre largas zancadas hacia él. Sus ojos chispeaban y cuando llegó hasta su posición...
Su mano restalló contra su mejilla con todas sus fuerzas.
Y sólo entonces una nube de humo la envolvió y desbarató la transformación. Ya no había ninguna muchacha de cabellos rojos; en su lugar, una kunoichi de cabellos oscuros y ondulantes como el mar taladraba con su mirada de ojos castaños al Uchiha.
Porque se lo debía. Oh, si se lo debía. Por culpa de un maldito malentendido Ayame había tenido que pasar por varios momentos peliagudos. Por culpa de aquel maldito Uchiha, Daruu le había lanzado una bola de fuego a bocajarro. Por culpa de aquel Uchiha, había estado a punto de morir a manos de su propia Arashikage después de una profunda humillación. Por culpa de aquel Uchiha...
Había sido contaminada.
¡¿Y todo porque había interrumpido sin pretenderlo su folleteo con Aiko?!
—Te odio...
Sus palabras resonaron temblorosas en su pecho y se reflejaron en sus ojos humedecidos por las lágrimas. Unas palabras que jamás había formulado contra nadie.
2/07/2018, 01:50 (Última modificación: 2/07/2018, 02:03 por Umikiba Kaido.)
Las manos le dolían. Las había estado apretando antes, durante y después del caluroso debate; conteniendo cada pequeña partícula de esa genética suya que le había convertido a los ojos del mundo en una bestia del mar, en un depredador. Y se contenía únicamente porque bien que le había prometido a Daruu que no iba a dejar que su egoísmo impidiese que aquellos tres comensales disfrutasen de un plato atisbado de la más dulce venganza, que como bien debía ser siempre; se iba a servir tan frío que a Uchiha Datsue le iban a temblar los jodidos huesos. Los doscientos séis de ellos.
Todo estaba debidamente planeado. Nada podía salir mal. Salvo que Daruu cometiera el único error que podía joderte de entrada cuando se trataba de ese uzujin en particular: que era escuchar. Escuchar de más.
Amedama terminó por mandar todo a la mierda, y entonces...
La voz melodiosa de Ayame intervino.
¡Plaff!
Un sentido te odio. El más crudo que nadie pudiera escuchar jamás. Y tras aquella revelación ...
Umikiba Kaido, cuya sombra se extendió a uno de los costados de Ayame. Que no sonreía esa vez. Que no veía a Uchiha Datsue con la camaradería con la que tendría que verle después de tanto tiempo de coincidir. No. Le observaba como el león que de entre tantos bueyes, ya ha elegido al que morirá durante la ansiada caza.
—Ya que se te da tan bien llenarnos los oídos de excusas y más excusas, ¿por qué no aprovechas esta grata ocasión y me explicas por qué cojones vas por ahí esparciendo rumores falsos de mi, eh, hijo de la gran puta?
Tenía que haber previsto su reacción. Todo se había ido de madre, y su pequeña venganza particular había rodado y rodado hasta convertirse en una bola gigante de proporciones bíblicas. Él había perdido su rango. Dos Villas casi se enfrentan. Una kunoichi rozó la tragedia.
Pero, lo que no había podido prever, era la respuesta de Daruu. Datsue abrió la boca, incrédulo. Lo que una vez habían sospechado encerrados en el barco, se había cumplido. Unos traficantes de órganos le habían arrancado los ojos. Las anteriores palabras del amejin resonaron ahora en su cabeza. «Un regalo de su madre…» La revelación cruzó su mente como el primer rayo de una tormenta el cielo nocturno.
Y tras lo imprevisto, lo que ya había visto venir. Lo que había temido. Eso no lo hacía menos doloroso. Por mucho que veas el suelo sobre el que te precipitas tras diez pisos de caída, el aterrizaje no es más suave. Al contrario, el hecho de que lo sepas convierte los segundos previos en una tortura. Daruu acababa de confesárselo: aquello era una encerrona.
Y entonces…
—¡Datsue!
… se le paró el corazón.
Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Datsue era la prueba viviente de aquello. Su rango; la posición que le daba ser Jōnin; la admiración que despertaba por serlo; Aiko… Todo lo había perdido, y no había sido hasta que lo había hecho, que se daba cuenta de lo mucho que le importaba. Que lo necesitaba.
Y cuando vio a Aiko, supo que no volvería a cometer el mismo error. Que esta vez, no la dejaría escapar. Ni que se la arrebatasen. Le picaban los ojos. Lágrimas resbalando por sus mejillas.
—Aiko… ¿Cómo…?
¡Plaf!
Datsue se quedó inmóvil, con la mejilla roja y la boca entreabierta. No estaba furioso, como siempre le pasaba cuando le golpeaban el rostro, sino confuso. Terriblemente confuso, como un anciano senil que ha perdido la razón. Aiko se convirtió en Ayame, y las piezas, lejos de encajarse, se revolvieron todavía más.
—Te odio... —Sus palabras resonaron en su mente como un eco lejano, perdiéndose en un recoveco oscuro y recóndito.
Una nueva persona apareció en escena. Un antiguo camarada, por mucho que perteneciesen a Villas distintas. Un amigo con el que había escapado de la muerte luchado hombro con hombro. Su mente era ahora el mecanismo de un reloj parado. Ruedas dentadas que se habían detenido. Sus ojos miraban, pero no veían. Sus oídos oían, pero no escuchaban.
Algo le decía que la había cagado con el Tiburón. Que, de todo lo que había hecho, aquello era lo más estúpido y reprochable. Que ni su mente funcionando como correspondía hallaría una excusa medio convincente a lo que le hizo.
Pero nada de eso importaba ya. Clic, clac. Clic, clac. Los engranajes de su cerebro volviendo al trabajo. Sonrió. La sonrisa más triste esbozada nunca en Oonindo. Su alma seguía sangrando por los ojos.
—P-pedazos de hijos de puta —le temblaba la voz, y su pecho oscilaba de arriba abajo en una respiración entrecortada—. Usar así a vuestra compañera… solo para vengaros de mí. —Ni siquiera él hubiese llegado tan lejos—. Después de lo que le hicieron… ¡DESPUÉS DE LO QUE DEJÁSTEIS QUE LE PASARA!
No se lo iba a perdonar. A ninguno de ellos. Nunca.
El Uchiha era una olla a presión. Respiraba rápido y fuerte por la nariz, tratando de liberar todo el odio, la ira y la rabia que iban creciendo en su interior. La olla empezó a vibrar. Una simple válvula de escape para el vapor producido por el fuego de Amateratsu. La presión seguía en aumento. Su cuerpo temblaba de pura rabia.
Iba a estallar, iba a estallar, iba a estallar…
El Sharingan relampagueó en su mirada.
Y oyó una voz. Una voz que conocía demasiado bien…
1 AO mantenida
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
2/07/2018, 15:45 (Última modificación: 2/07/2018, 15:46 por Amedama Daruu.)
Todo sucedió demasiado rápido. Más rápido de lo que a él le hubiera gustado. Ayame creó una treta cruel fruto del resentimiento, Kaido salió de detrás de las rocas con un comentario mordaz, y Datsue respondió con un dato inesperado. El cerebro de Daruu funcionaba a toda velocidad, y ahora estaba más preocupado de echar hielo a una bañera llena de fuego que de ninguna venganza. Las cosas se podían salir de madre... más.
«El examen, los kage, nos lo vamos a cargar todo, ¡parad!»
—¡¡PARAAAAAAAAAAD!!
Respiró agitadamente con los brazos abiertos y las palmas de las manos extendidas hacia Datsue y hacia Ayame.
—¡Primero, esto es estúpido y absurdo y por un puto polvo no puedes actuar de manera tan puto irresponsable! ¡Segundo, ya sé que Yui tiene la vaina de la katana floja, pero eso no significa que nosotros estemos de acuerdo con ella! ¡Tampoco te quita a ti, Datsue, responsabilidad por lo que hiciste! ¡Por Dios! ¡Es Ayame! ¡No le hace mal a nadie! ¡Podrías haber hablado con ella! ¡JODEEEER!
Se acercó a Datsue prudentemente, midiendo cada movimiento, y le tendió una mano para ayudarle a levantarse.
—Y tercero: no sé de qué estás hablando, pero no tenemos ni puta idea de qué le ha pasado a Aiko. Hace tiempo que no la veo, pero eso no me hace responsable de NADA. ¿Nos lo explicas... "pedazo de hijo de puta"?
Lo ideal sería que postear Datsue por alusiones directas. Luego Ayame, luego Kaido.
Un grito hendió el aire como un rayo. El trueno que precedía a la tormenta. El cuerno de guerra que anunciaba batalla. Porque, ¿desde cuando un trueno se oye en solitario? ¿Desde cuando el cuerno de guerra anuncia paz?
Daruu intentaba lo imposible.
El Uchiha apretó los dientes mientras le escuchaba, y se escuchaba a sí mismo. Se lo había prometido. Se había prometido no volver a acudir a él, tras el combate contra su Hermano.
Daruu soltaba verdades. Pero las verdades, a veces, no importaban. A veces, simplemente llegaban tarde.
—Y tercero: no sé de qué estás hablando, pero no tenemos ni puta idea de qué le ha pasado a Aiko. Hace tiempo que no la veo, pero eso no me hace responsable de NADA. ¿Nos lo explicas... "pedazo de hijo de puta"?
—¿No lo sabías? No lo sabías —afirmó y asintió con la cabeza, pero por el tono y su expresión corporal más bien parecía que lo estaba negando. Aunque era difícil dudar de él cuando era un experto en desbaratar mentiras. Especialmente cuando tenía el Sharingan activado, como era ahora el caso—. ¿Ella tampoco? —soltó, mirando a Ayame, con la voz crispada por la rabia—. ¿Por qué el Henge, sino? —Hablaba con ellos y consigo mismo, como si tratase de encontrar otra razón por la que hubiese hecho semejante cosa—. Porque te dije que estaba preocupado por ella. Porque averiguaste lo que le pasó… y creíste que era la mejor forma de vengarte de mí —concluyó, temblando de rabia. Era la única razón que se le ocurría para explicarlo todo—. Te felicito, Ayame —asintió, mientras retrocedía un paso, alejándose de ellos dos—. Justo donde más duele. La has clavado.
Miró a Kaido.
—¿Tú también?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Kaido apareció junto a ella casi de inmediato, pero Ayame no pareció notarlo. Sus ojos seguían clavados como dagas en Uchiha Datsue, que, con la boca entreabierta y los ojos como platos, la contemplaba como si no comprendiera lo que estaba ocurriendo. Como si acabara de ver a un fantasma.
Aunque, ciertamente, había sido así.
Y entonces cambió. Poco a poco. Sus labios espantados se derritieron hasta formar una débil y triste sonrisa.
—P-pedazos de hijos de puta —balbuceó, con voz temblorosa y respiración entrecortada—. Usar así a vuestra compañera… solo para vengaros de mí. Después de lo que le hicieron… ¡DESPUÉS DE LO QUE DEJÁSTEIS QUE LE PASARA!
Ayame entrecerró ligeramente los ojos, con los retazos de un recuerdo que ahora se le antojaba demasiado lejano.
Y Datsue volvió a cambiar. De la estupefacción había pasado a la más profunda tristeza pero ahora, como un volcán recién despierto, la ira comenzaba a bullir en el interior de su pecho y parecía que iba a estallar en cualquier momento. Y Ayame sintió miedo, verdadero miedo, pero aún así flexionó ligeramente las piernas, dispuesta a recibir lo que estaba a punto de venir, y entonces...
—¡¡PARAAAAAAAAAAD!!
El grito de Daruu hendió el aire, paralizándolos a todos en el sitio. Ayame se volvió hacia él, incrédula. ¿Ahora se atrevía a ordenarles que pararan? ¡¿Ahora?!
—¡Primero, esto es estúpido y absurdo y por un puto polvo no puedes actuar de manera tan puto irresponsable! —exclamó el chico—. ¡Segundo, ya sé que Yui tiene la vaina de la katana floja, pero eso no significa que nosotros estemos de acuerdo con ella! ¡Tampoco te quita a ti, Datsue, responsabilidad por lo que hiciste! ¡Por Dios! ¡Es Ayame! ¡No le hace mal a nadie! ¡Podrías haber hablado con ella! ¡JODEEEER!
Daruu se acercó hacia el Uchiha con cierta precaución y Ayame, temblando de rabia, vio como le tendía una mano.
—Y tercero: no sé de qué estás hablando, pero no tenemos ni puta idea de qué le ha pasado a Aiko. Hace tiempo que no la veo, pero eso no me hace responsable de NADA. ¿Nos lo explicas... "pedazo de hijo de puta"?
—¿No lo sabías? No lo sabías —confirmó Datsue, asintiendo con la cabeza pero negándolo con la voz—. ¿Ella tampoco? —añadió, mirando directamente a Ayame—. ¿Por qué el Henge, si no? Porque te dije que estaba preocupado por ella. Porque averiguaste lo que le pasó… y creíste que era la mejor forma de vengarte de mí. Te felicito, Ayame. Justo donde más duele. La has clavado.
Pero ella entrecerró aún más los ojos.
—No sé exactamente lo que le ha pasado —confesó, apretando sendos puños—. Yo no quería venir aquí. ¡Maldita sea, ni siquiera quería verte la cara en lo que durara el examen! ¡Os dije que no era una buena idea! —exclamó, mirando de reojo a sus dos compañeros profundamente irritada—. Pero al verte... al escuchar esa estúpida excusa tuya para hacerme todo lo que me hiciste... ¡Me invadió la rabia! ¡Hice lo que sabría que te haría más daño! ¡Querías verla, tú mismo me lo dijiste, así que me transformé en Aiko-san para atacar donde más te dolía!
Apretó sendos puños, hasta que los nudillos se marcaron blancos en su piel. Dicho de su propia boca incluso sonaba más cruel de lo que jamás habría sido propio de ella. Pero ese odio que ardía y quemaba en su pecho no se iba, ¡más bien al contrario! Cuanto más tiempo pasaba contemplando su rostro, más ganas le entraban de volver a abofetearlo.