Ella dejaría atrás al hombretón el cuál simplemente se limitaría a regresar al interior de su hogar con un paso tambaleante por los efectos de la bebida, ¿que haría luego?

Ahora se encontraba de nuevo en el punto de inicio, frente al mismo negocio de la anciana dónde inició su aventura del callejón. Volvía a la misma situación, sin pistas tanto del gato rebelde. Ciertamente era un punto muerto, pero no podía llorar por el tiempo perdido sino aprovechar lo que le quedaba. Aún faltaba para el medio día, pero no podía confiarse por ello.

— Pffff ¿Y ahora que hago? Aunque vuelva a ese callejón por aquel gato, puede volver a salir Don Risas a fastidiarme... — disgustada recogió todo lo que había dejado, yéndose hasta el principio del callejón.

Suspiró echando una última mirada, sin tener muy claro que hacer. Si iba hacia los parques nada le garantizaba encontrar a aquel gato; y estaba decidida a ayudar a aquella anciana también. Optó por quedarse al comienzo del callejón; volvió a dejar la jaula, y esta vez sacó la bolsa de ella dejando un par de trozos de carne en su interior; la volcó de lado, y ajusto la pértiga a un saliente de las verjas de aquella jaula, estirando todo lo que puedo, y escondiéndose entre varias bolsas y cartones.

«Que asco, a la vuelta voy a necesitar una buena ducha... » — pensó sosteniendo la pértiga, a la espera de que aquel animal apareciera.

La kunoichi montó su trampa, esperando pacientemente a que el gato hiciera acto de presencia. Mientras montaba guardia, de cuando en vez aún era posible escuchar al perro lamentándose desde aquella hostil casa con un dueño aún más hostil. Lo cierto era, que pese a todo su suerte no era tan mala.

No era lo que buscaba, pero un perro pequeño y peludo se asomó desde las sombras atraído por el aroma de comida fresca, en contraparte a la basura habitual.

Era de pelos negros y rizado, de patas cortas. Tenía un ojo con una extraña mancha café y movía despreocupado su diminuta cola hasta dónde estaba el cebo.

Lo que no sabía la kunoichi, es que su otro objetivo también estaba cerca. Caminaba por el borde de una canaleta, desconfiando del bulto de cajas y bolsas del cual salía aquel extraño palo.

Un gruñido fue su única advertencia, pero sería demasiado tarde para cuando lo escuchase pues el gato se había lanzado encima de su escondrijo, dispuesto a arañar a cualquier invasor humano o animal que estuviese ocultándose bajo los desperdicios. En este caso, Ren.

Ren saltó aterrada de su escondijo al notar la presión del gato encima suya, que la pateó varias veces al ser una zona tan irregular. El traqueteo inquieto de aquel felino al caer, junto al desconocimiento de que es lo que tenía encima, la hizo saltar completamente asustada, alejandose un par de metros, y pasando las manos por su cabeza, en busca de quitarse lo que hubiera sido aquella inquieta criatura.

El felino descarriado cayó al lado de los bultos pero rápidamente se reincorporó, erizándose por completo y gruñendo a la kunoichi que tenía delante. Pero el gato no tenía la mínima intención de dejarla ir tan tranquilamente. No era para nada uno de los vecinos y el gato reconocía a los intrusos. Otro gruñido y el gato entonces saltó nuevamente hasta Ren con las garras expuestas y dispuesto a perseguirla hasta el fondo del callejón de ser necesario con tal de enseñarle quién mandaba.

El pobre perro, testigo de lo que estaba ocurriendo emprendió la huida asustado también por el territorial gato, no sin antes tomar la bolsa de restos con el hocico y desaparecer hacia el fondo del callejón. No iba a meterse a la pelea pero no iba a desperdiciar la comida.

Ren observó al erizado gato, cambiando su miedo por sorpresa, que posteriormente se volvió ira y enfado al ver como se marchaba un posible objetivo, con los restos que el amable carnicero en había proporcionado para su misión.

— ¡PERO SERAS...!! ¡¡MALDITO GATO, ME HAS FASTIDIADO TODO!! ¡AHORA SI QUE TE VAS A VENIR CONMIGO!

Si se disponía a atacarla, necesitaría acercarse y no pensaba desaprovechar aquella oportunidad para agarrarlo del costado.

El gato nuevamente se abalanzó sobre la chica, pero esta en un ágil movimiento logró tomarlo con ambas manos en un último segundo antes de que clavara sus garras encima de su bello y preciado rostro juvenil. Fue tan repentino que las uñas del animal habían quedado a un par de centímetros de su rostro.

Pero el felino no se rendía, se sacudía e intentaba alcanzar con sus garras la cara de la niña. Sin embargo, era posible para la kunoichi sostenerlo con algo de esfuerzo para evitar que eso sucediera.

—JAJAJAJAJA TE ATRAPE PEQUEÑO HIJO DE PUTA — grito llena de júbilo y emoción

Sin perder un solo momento, y con la intención de resistir sus arañazos en las manos, pateó la jaula dejándola boca arriba para meterlo en la jaula en aquel instante, empujandolo hacia dentro si hacia falta para cerrar la verja.

— Ahora te vas a quedar ahí dentro bien quietecito — tras ello dio un largo suspiro de alivio.

El gato batalló, pero finalmente se vio confinado dentro de tres paredes y una rejilla. Ella quizá le había indicado que se quedase quieto, pero lo cierto era que aún gruñía e intentaba sacar la pata para darle su merecido a aquella humana, aunque no tenía demasiado éxito en ello. Se zangoloteó, se revolcó dentro de la misma. Casi parecía que la caja tenía vida propia por como saltaba ya sea en el suelo o en sus brazos, pero al cabo de un tiempo el gato finalmente agotó sus energías y dejó de moverse.

Eso sí, no dejaba de gruñir, aún enfadado.

Ren alzó la caja con una sola mano, mirando a su interior tras la verja algo alejada de ella, no quería que le soltara un zarpazo indiscriminado a esas alturas ya.

— ¿Pero se puede saber que puñetas te pasa? Te daría algo de comida pero por tu culpa ahora no tengo nada— lo dejo nuevamente en el suelo, para recoger las correas, metiendolas en un bolsillo interior de su Uwagi, y posteriormente la pértiga, buscaría igualmente algún trozo de comida que a lo mejor se hubiera caído en la fuga del ladrón, con el fin se calmar a aquel felino pasándolo entre los huecos de las varas metálicas.

Con aquel palo a un hombro y la jaula en su otra mano, emprendió el camino de vuelta a la veterinaria.

Por más que buscó, el perro no había dejado más que un hueso ya chupado sin nada, así que ella se había quedado sin nada que pudiese usar de cebo. Al menos había atrapado al revoltoso gato que aterrorizaba a los vecinos durante las madrugadas, por lo que no se fue del todo con las manos vacías.

Al regresar a la veterinaria con el nuevo huésped, el doberman la recibió nuevamente, aunque frunció el hocico al sentir el aroma proveniente de la caja.

El gato seguía gruñendo, pero volvió a alborotarse en cuanto sintió la presencia del can.

—Oh por favor. Este parece del tipo que no se queda feliz hasta que halla dejado su aroma sobre toda cosa posible. ¿Cuál es el problema que tienen los gatos? Arguh— Gruñó mientras se acercaba hasta la jaula. —Dámelo aquí e iré a por otra jaula, que si a este lo dejamos libre aquí adentro se volverá un caos. A algunos les toma más tiempo tomar confianza a los demás; probablemente él no fuese abandonado sino que siempre se crió en la calle— Dijo esperando para tomar la agarradera con el hocico a la espera que la kunoichi lo soltase. —Lo- cimarrone- siempr- so- cas- difíci-. Péram- qui- — Dijo mientras se llevaba al gato a alguna de las salas.

Al volver, el can traía una jaula idéntica a la anterior, dejándola a los pies de la genin.

—Van cuatro, tres más y cumplimos la cuota— Le animó.

Después de que volviera con su nueva jaula, se puso de cuclillas para mirar de cara a hocico con aquel animal. En su cara se dibujó un rostro apenado, mirando hacia un lado.

— Había un perro cerca de donde encontré a ese gato; el dueño era bastante corpulento y daba bastante miedo... Pero es que no dejaba de llorar, creo que lo está maltratando, y no tengo forma de ayudarlo... — movía las manos suavemente, mientras explicaba la situación. — Si intento sacarlo, puede que me busque un gran problema, como soy un Genin y demás... Podría ser un problema para los ninjas.

Esperaba que le diera alguna solución, o al menos que la intentara tranquilizar de alguna forma, pero no quería que aquel perro siguiera sufriendo.

El doberman viró la cabeza de un lado a otro mientras la kunoichi hablaba, queriendo encontrar el mejor ángulo para ver a la muchacha al hablar. Ciertamente parecía muy intrigado al escuchar las palabras de la genin.

—¿Pero viste si realmente estaba herido o algo?— Inquirió acercando su hocico a la niña. —Si no tenemos una prueba de un crimen o algo no podemos hacer nada... Así que estuvo bien que no intervinieses de primera mano. Esto no sé como lo manejan realmente ustedes los humanos, déjame hablar con Karaga al respecto que quizá ella tenga una solución. Al menos, si tienes la oportunidad de ver si realmente lo han lastimado o algo trata de corroborarlo. Pero recuerda que tu principal esfuerzo debe centrarse en cumplir con el resto de tu misión por el momento, que te hemos llamado para salvaguardar desvalidos, no para que te vayas a dar de palos con saber ni qué demente.

El perro se paró firme mientras giraba la orden a la kunoichi.

Decepcionada por la contestación no quiso discutir; estaba de acuerdo con lo que estaba diciendo, no podía simplemente entrar a la fuerza sin saber cuál era el estado de aquel animal.

—Mmhm... N-No, la verdad es que no llegue a verlo ahora que lo mencionas... — se llevo una mano al mentón y miro hacia otro lado, pensando que podría hacer por él; a lo mejor no estaba herido, era su hora de comer y estaba pidiendo algo, quiso pensar de forma positiva. — Si puedo intentare echar un vistazo, y te diré lo que haya logrado ver.

—Sólo recuerda que no debes arriesgar tu integridad. No queremos tener que reportar que una genin terminó lastimada en su primera misión de rango D. Pero bueno, que ya falta poco para el medio día y quizás te vendría bien ir a tomarte un breve descanso antes de continuar también— El perro se dio la vuelta. —Si quieres regresa a tu casa y luego continúas, que con el estómago vacío no vas a tener energías—. Remató mientras iba de regreso al interior del albergue.

Y justo en ese preciso instante y antes de que ella pudiese pensar en continuar, la tripa le gruñó. Ciertamente. Entre caminar y cargar cosas toda la mañana, lo raro es que la kunoichi no estuviese agotada. Le faltaba reponer fuerzas.