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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Kazeyōbi, día 27 de Caída de Pétalo del año 217



Se detuvo en seco frente al portal. O habría sido en seco, si no fuera por los charcos que inundaban de manera permanente el asfalto de Amegakure. Le daba igual. Necesitaba recobrar el aliento. Ni siquiera le importaba llegar empapada de los pies a la cabeza. Tenía el pasaporte que le haría pasar por encima de la ira de su padre. Y lo tenía justo sobre la frente.

Entró en el portal con el corazón palpitándole con fuerza en las sienes y la adrenalina bañando todo su cuerpo. Sentía que en cualquier momento podía ponerse a dar saltos, que podría llegar a volar si lo deseaba... pero se contuvo lo mejor que pudo y se dirigió al ascensor. Nunca el ascenso hasta el décimo piso se le había hecho tan largo. Nunca el constante rumor del motor hidráulico que impulsaba aquella cosa le había parecido tan molesto... Ayame había comenzado a golpetear el suelo repetidamente con el talón cuando la campanilla anunció con su característico tintineo el final del trayecto. Las puertas se abrieron, y Ayame se abalanzó al exterior. Recorrió el pasillo entre zancadas y se plantó frente a la segunda puerta. Con las manos temblorosas por la emoción, buscó en su bolsillo la llave y la introdujo con cierta torpeza en la cerradura. Se abrió con un pequeño chasquido...

—He... ¡He vuelto!

A su voz le respondió el sonido de varias sillas arrastrándose y el alboroto de varias personas abalanzándose hacia el pasillo desde el comedor. Zetsuo fue el primero en llegar, igual de imponente que siempre pero claramente alterado. La recorrió de arriba a abajo con la mirada, y sus ojos de águila se detuvieron inmediatamente sobre su frente.

—¡He aprobado! —sonrió, orgullosa, ajustándose la bandana sobre la frente en un intento de hacerla más visible.

Zetsuo relajó los hombros, se acercó a ella, y, tras un instante de incertidumbre, le revolvió el pelo.

—Esa es mi chica —murmuró en voz baja. Tras él, Kōri... sonreía—. ¡Pero vienes empapada! ¿Qué cojones te he dicho sobre la existencia de los paraguas en esta casa? ¡No son demonios ni bestias mitológicas?

Ayame se maldijo para sus adentros. Al parecer, su ascenso a genin no había bastado para enmascarar su delito.

—Oh... yo... —trató de excusarse, pero se interrumpió al darse cuenta de que no estaban solos.

Había alguien más en el pasillo...
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#2
...y ese alguien estaba en el suelo, acariciándose el pompis.

Kiroe se levantó, riéndose a carcajadas.

—Ay, Ayame, ¡que me has atropellado! —dijo, y le revolvió el cabello después de levantarse—. Tenías que haberte visto la cara, Zetsuo. ¡Ya te dije que había aprobado! Tengo mis fuentes.

Suspiró, y puso los brazos en jarra.

—Bueno, Zetsuo-san. Kori-san. Todo está hablado y sellado. Ya he hecho el papeleo con los encargados. Creo que como primera misión les vendrá genial, me alegra que la consideres buena. Yo opino como Kori, les vendrá bien para conocerse como equipo. ¡Este chico ha tenido una buena idea, eh! Además, ya nos conocemos todos, qué mejor que quede todo en familia.

—Voy a decírselo a Daruu. Ya verás qué cara pone cuando se entere de lo de Ayame. Esta mañana el pobre no ha querido ni desayunar, de los nervios. Creo que puso tanto empeño en ayudarla que se siente con parte de la responsabilidad. ¡Bueno, hasta luego!

Casi no dio tiempo a que nadie replicara cuando Kiroe ya había cerrado la puerta.

Pero la volvió a abrir.

—¿A qué hora le digo a Daruu que esté en la entrada de la villa? Ah, sí, perdón. Mañana a las nueve, sí, mañana a las nueve. ¡Perfecto! ¡Chaaaao!

Y volvió a cerrarla.
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#3
Y, para su estupefacción, ese alguien era precisamente la madre de Daruu. Kiroe. Quien, tirada en el suelo, se frotaba la parte inferior de la espalda entre sonoras carcajadas.

—Ay, Ayame, ¡que me has atropellado! —exclamó, levantándose. Y Ayame se sonrojó hasta las orejas.

—¡Ay! ¡L... lo siento mucho! No te he visto... —se excusó, pero ella, restándole importancia al asunto, le revolvió el cabello también.

—Tenías que haberte visto la cara, Zetsuo. ¡Ya te dije que había aprobado! Tengo mis fuentes.

Zetsuo cruzó los brazos sobre el pecho y ladeó ligeramente la cabeza.

—Yo ya sabía que había aprobado, mujer. No eres la única con pajaritos —le espetó, con el ceño fruncido.

Ayame hundió los hombros ligeramente. ¿Acaso la habían estado espiando? ¿Se le había fastidiado el factor sorpresa?

—Bueno, Zetsuo-san. Kōri-san —suspiró Kiroe, con los brazos en jarra sobre sus caderas—. Todo está hablado y sellado. Ya he hecho el papeleo con los encargados. Creo que como primera misión les vendrá genial, me alegra que la consideres buena...

«¿Misión?» Ayame parpadeó varias veces, genuinamente confundida.

—Yo opino como Kōri, les vendrá bien para conocerse como equipo. ¡Este chico ha tenido una buena idea, eh! Además, ya nos conocemos todos, qué mejor que quede todo en familia.

«¡¿Equipo?!»

Ayame abrió y cerró la boca varias veces, tratando de intervenir. Sin embargo, no encontraba las palabras y Kiroe no dejaba de parlotear:

—Voy a decírselo a Daruu. Ya verás qué cara pone cuando se entere de lo de Ayame. Esta mañana el pobre no ha querido ni desayunar, de los nervios. Creo que puso tanto empeño en ayudarla que se siente con parte de la responsabilidad. ¡Bueno, hasta luego!

En un abrir y cerrar de ojos, la mujer había desaparecido por la puerta. Aunque, justo antes de que terminara de cerrarse, volvió a asomar la cabeza.

—¿A qué hora le digo a Daruu que esté en la entrada de la villa? Ah, sí, perdón. Mañana a las nueve, sí, mañana a las nueve. ¡Perfecto! ¡Chaaaao!

Ahora sí. La puerta se cerró con un chasquido. Y Zetsuo suspiró con pesadez.

—Qué mujer... A veces pienso que no se callaría ni aunque tuviera la cabeza metida en el váter.

—Q... ¿Qué es eso de la misión y el equipo? —pudo preguntar al fin Ayame. Aunque en realidad sólo tenía que sumar dos más dos para hallar la respuesta.

—Mientras estabas haciendo el examen, nosotros estábamos hablando sobre tu futuro y el de Daruu como genin —explicó Kōri. Ayame podría haber apostado lo que fuera a que le había visto sonreír hacía apenas un par de minutos, pero su rostro ahora volvía a ser aquella máscara fría y sin sentimientos que le era tan familiar—. Llegamos a la conclusión de que lo mejor es que Daruu y tú forméis equipo... y yo sea vuestro sensei. Por lo que mañana será nuestra primera misión.

—Pero... esto es muy apresurado. Habéis hecho todo ese papeleo... ¡sin saber si iba a aprobar el examen siquiera!

—Ya hemos perdido bastante tiempo —apuntilló Zetsuo, y alzó la barbilla en un gesto orgulloso—. Y por supuesto ibas a aprobar. Hemos estado supervisando tus entrenamientos todos estos días, niña. No había manera que fallaras.

«Y si lo hubiese hecho...» Ayame tragó saliva y sacudió la cabeza. Demasiadas emociones de repente. Demasiada información. No se había dado cuenta hasta aquel momento, pero estaba terriblemente cansada.

—Y ahora, vamos a celebrarlo. Te hemos preparado tu plato favorito.

—Y Kiroe-san ha dejado taiyaki... y bollitos de vainilla.

Aquello le arrancó una sonrisa. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan feliz... y tan acogida. Aquella iba a ser la mejor noche en mucho tiempo, de eso podía estar segura.

...

Ayame había llegado a la entrada de la aldea diez minutos antes de lo acordado. Con más ojeras que el día anterior si es que eso era posible.

«Demasiado estrés... podrían haberme dejado un día o dos de descanso...» Pensaba, tapándose la boca para contener un sonoro bostezo.

Y es que, nuevamente, le había sido casi imposible conciliar el sueño. Si el día anterior la despertaban las imágenes de las mil y una maneras que podría haber suspendido el examen de genin, aquella noche habían sido imágenes sobre cómo la misión se podía ir al traste de un modo u otro. Y eso que ni siquiera conocía aún los detalles de su tarea.

«Bueno... se supone que las primeras misiones son tareas fáciles y sencillas para que los genin se vayan habituando... ¿no?» Trató de consolarse, pero aquello no aliviaba su angustia.

—Buenos días, Ayame —la voz de Kōri tras su espalda la sobresaltó.

—Buenos días, hermano. ¿Dónde estabas? Pensaba que vendríamos juntos, pero cuando me he despertado ya no estabas en casa.

—Tenía que ultimar el papeleo para hacer oficial el equipo —explicó, y entonces clavó sus ojos gélidos sobre ella con severidad—. Por cierto, Ayame, mientras estemos de misión no somos hermanos. Sólo soy tu sensei y tú eres mi pupila, igual que Daruu-kun.

—E... está bien, Kōri...-sensei. —Qué extrañas le sabían aquellas palabras.

Pero Kōri parecía satisfecho, porque asintió para sí y le tendió un pergamino enrollado. El pliegue de apertura estaba cerrado con un sello de lacre azul y en el que estaba inscrito el símbolo de Amegakure junto a una D mayúscula.

—Esto es de parte de Arashikage-sama. Los detalles de nuestra primera misión.

Ayame asintió para sí. Tomó el pergamino y, con el corazón acelerado, rompió el sello y lo abrió.
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#4
—¡Pero ellos dos son hermanos, mamá! ¡No lo entiendes! —se quejaba Daruu, con los brazos cruzados y evitando encontrar la severa mirada de Kiroe apuñalando la suya.

—Eres un niñato inmaduro —escupió su madre—. Que tú no seas capaz de distinguir la frontera familia-alumno no significa que Kori tampoco sea capaz de hacerlo. Es un excelente profesional, jounin a su corta edad.

—Pero algo, aunque sea inconscientemente... ¡Voy a estar en medio! Voy a ser un relleno.

Kiroe se acercó rápidamente y le propinó un bofetón que le dejaría marca... psicológica.

—¡Daruu! ¿Quieres confiar en mí? ¡Si alguien tiene que tratarte como un hermano sin serlo realmente, es Kori! ¡Nosotros siempre hemos estado allí para ellos en los momentos más difíciles! ¡Y ellos siempre nos han ayudado! ¡Son parte de la familia!

Daruu bajó la mirada y cerró los ojos.

—Sí, pero en realidad... no.

—Hay muchos tipos de familias. Nosotros dos somos una familia de sangre —dijo Kiroe—. Zetsuo, Kori y yo formamos una familia de vínculos y experiencia. Y la lluvia, toda la aldea, tú, y yo...

»...también somos una familia. Así que al menos Kori y tú compartís dos, no una. Ahora mueve el culo. Eres un ninja. Y es una orden.


···


—Por cierto, Ayame, mientras estemos de misión no somos hermanos. Sólo soy tu sensei y tú eres mi pupila, igual que Daruu-kun.

«Hmpf»

Daruu estaba sentado en la base del puente, en el pequeño escalón de roca de uno de los pilares. Aún quedaba un poco para el momento de la reunión, pero todos habían llegado un poco antes, él el primero. Necesitaba un rato de silencio, o al menos un rato del silencio que formaban todas aquellas cosas que no rugían mientras sí lo hacían las olas del lago rompiendo contra la piedra.

El muchacho escaló el puente con ayuda del chakra y saltó por la barandilla, aterrizando un metro tras el Hielo.

—Buenos días, Ayame. Kori-sensei.

Ayame leyó el pergamino:

— El ingrediente secreto —
Rango: D
Integrantes: Aotsuki Kori como líder de equipo, Aotsuki Ayame y Amedama Daruu
Objetivos: Hacerse con dos cajas de un suministro que el solicitante, Amedama Kiroe, necesita para la producción de su establecimiento, 'La Pastelería de Kiroe-chan'. Amedama-san ha pedido expresamente que alguien de su confianza sea el que recoja el pedido, pues no desea que la naturaleza de dicho ingrediente sea conocida. Por eso mismo, se envía a esta misión a tres ninjas de su propia elección, que además formarán equipo a partir de ahora bajo solicitud de Aotsuki Kori. Aotsuki-san garantizará la seguridad de los dos genin y el correcto cumplimiento de la tarea.

Amedama Daruu toma el papel de negociador y hacedor del pago al proveedor en cuestión. También deberá ser el único que se acerque al lugar del intercambio, que no deberá ser el mismo que el lugar de donde provee el ingrediente, aunque sí un punto cercano al mismo: la gran ciudad en las Tierras Nevadas del Norte, Yukio; por propia petición de Amedama-san.
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#5
—Buenos días, Ayame. Kōri-sensei

La voz de Daruu resonó tras las espaldas de su hermano antes de que Ayame terminara de desplegar el pergamino. Kōri inclinó la cabeza en respuesta, pero Ayame alzó una mano.

—¡Buenos días, Daruu-san! —exclamó, feliz de verle, aunque enseguida reparó en que, por alguna razón que se le escapaba, él no parecía demasiado contento. Ayame tragó saliva, pero se obligó a sonreír y a enseñarle el pergamino—. ¡Mira, ya tenemos los detalles de nuestra primera misión como ninjas!

Terminó de desplegarlo y la caligrafía se mostró ante sus ojos. Ayame leyó con avidez, pero asegurándose de que Daruu pudiera verlo también. Al parecer, su misión estaba relacionada directamente con la madre de Daruu y su objetivo principal era conseguir dos cajas de algo que había solicitado su pastelería. Su compañero de equipo tendría un papel crucial, pues sólo él haría las veces de negociador y pagador del acuerdo.

«Cuánto secretismo...» Pensó para sí, intrigada. «¿Qué será ese ingrediente secreto?»

—Yukio... Eso está bastante lejos, ¿no?

Kōri asintió con sequedad.

—En el límite con el País de la Tierra. Tenemos por delante más de un día de viaje, así que más os vale estar preparados.

Ayame se removió, algo inquieta. No esperaba que en su primera misión fueran a salir de la aldea. Aunque tenía sentido, si los habían citado en las puertas de la aldea... Nunca antes lo había hecho, y aquello le provocaba algo de inseguridad.

—S... supongo... ¿Tú ya has hecho este viaje, Daruu-san?
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#6
—¡Buenos días, Daruu-san! —exclamó Ayame. Por primera vez en toda la mañana, Daruu no tuvo más remedio que sonreír, aunque fuese tímidamente.

—Ayame-san. Al final aprobaste. No sabes cuánto me alegro. Te prometí que esperaría, y bueno, aquí estoy. —Se encogió de hombros, restándole importancia—. Espero que como equipo nuestra colaboración sea agradable y... fructífera para todos.

Daruu inclinó un poco la cabeza, reverenciando a Kori tímidamente.

—¡Mira, ya tenemos los detalles de nuestra primera misión como ninjas! —continuó Ayame, casi restregándole el pergamino por la cara. Daruu puso las palmas de las manos delante de él, protegiéndose del entusiasmo de su compañera.

—Lo sé, lo sé —dijo—. Soy yo el que tiene que recoger las... —Se interrumpió. Tosió sospechosamente—. El ingrediente secreto.

Se rascó la nuca y bajó la mirada, incómodo. «Por qué poco. ¡Mal, Daruu, mal! ¿Qué clase de ninja eres? ¿Qué clase de hijo eres? Nadie puede saberlo todavía.»

—Yukio... Eso está bastante lejos, ¿no? —preguntó Ayame. Kori asintió.

—En el límite con el País de la Tierra. Tenemos por delante más de un día de viaje, así que más os vale estar preparados.

Ayame se removió, nerviosa. Se dirigió entonces a Daruu.

—S... supongo... ¿Tú ya has hecho este viaje, Daruu-san?

Por supuesto, Daruu había viajado varias veces con Kiroe. Según ella, si algún día quería heredar el negocio, tenía que entrenarlo para ello, tal y como se entrenaba diariamente para ser un ninja. Daruu estaba muy acuerdo con ello, y de hecho, le gustaba. Más de una vez, él mismo decía que no sabía si iba a ser ninja toda la vida. Al fin y al cabo, su madre lo dejó. ¿Por qué él no iba a hacerlo? Nadie sabía lo que podía pasar en un futuro.

—Sí, un par de veces o tres. Tranquila, como mucho tienes que temer morirte de aburrimiento por los trigales y pasar un poco de frío en las tierras de la nieve. ¿Habéis traído una capa o algo?

Se ruborizó señalando a la mochila que llevaba en la espalda, con algunos enseres y con la capa de viaje enganchada, de lado a lado, entre el espinazo y la misma mochila. No quería dársela de listo, sólo se preocupaba un poco por ellos. En el norte hacía frío.

Miró a Kori de reojo, y se dijo de forma irónica que tal vez el norte necesitase una capa de viaje para protegerse de él.
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#7
La felicidad se había desplegado en su pecho como una mariposa inquieta, y el sentimiento se contagió rápidamente a sus labios, que formaron una amplia sonrisa ante la felicitación de Daruu por su reciente graduación. Sumergida en su propia emoción, Ayame le había mostrado el pergamino con los detalles de la misión, pero él ya parecía conocerlos al dedillo. Era normal, después de todo, su madre debía de haberle puesto al tanto de cuál era su papel en todo aquello.

Un papel cuyos detalles todavía se escapaban a su ansiosa curiosidad.

Intrigada por el viaje que les aguardaba, Ayame le preguntó a Daruu.

—Sí, un par de veces o tres. Tranquila, como mucho tienes que temer morirte de aburrimiento por los trigales y pasar un poco de frío en las tierras de la nieve. ¿Habéis traído una capa o algo? —preguntó, señalando la mochila que cargaba a su espalda. En uno de los laterales ondeaba una capa que, en un principio, había tomado como un pedazo de tela más.

A Ayame se le cayó el alma a los pies. Pese a que los habían citado a las puertas de las aldeas, no se le había ocurrido la remota posibilidad de que en su primera misión como kunoichi le hicieran salir al exterior. Y mucho menos que tuvieran que pasar más de un día fuera...

—Ya me he encargado yo —intervino Kōri, y aunque Ayame se sintió aliviada al ver la abultada mochila con la que cargaba, se encogió sobre sí misma cuando clavó en ella sus ojos gélidos—. Pero estate atenta para la próxima vez, Ayame.

—Lo siento. No volverá a ocurrir, Kōri... -sensei —se excusó, con una ligera inclinación.

Él sacudió la cabeza y se volvió con lentitud.

—Si estáis listos, nos vamos. Nos espera un largo viaje.

Ayame asintió, nerviosa.

Aunque no existía ninguna muralla que delimitara el perímetro de la aldea, quedaba muy claro dónde empezaba y acababa. El lago que rodeaba Amegakure, y que estaba alimentado por las permanentes precipitaciones que asolaban la región, era su muralla. Y entre la misma aldea y el puente que los conectaba con el resto del continente estaba el punto de control, siempre vigilado por un par de ninjas de alto rango. Kōri se adelantó para justificar el motivo de su partida y, tras un breve intercambio de palabras, los tres fueron libres para abandonar al fin la aldea.

Ni siquiera habían terminado de recorrer el puente, pero Ayame ya miraba a su alrededor extasiada. El mundo se abría ante ella por primera vez, y ya no veía rascacielos, asfalto y luces de neón allá donde mirara. Ahora había agua, árboles en la lejanía, el rumor de la lluvia en sus oídos y el misterio de lo que les aguardaría delante de sus pasos. Sentía miedo... pero al mismo tiempo sentía una emoción desenfrenada.

—Ahora que lo pienso... Vamos a pasar cerca de Shinogi-To... y la Ciudad Fantasma —pensó en voz alta, y un desagradable escalofrío la sacudió de los pies a la cabeza.

Kōri le dirigió una larga mirada, pero no dijo nada al respecto. Su rostro seguía siendo inescrutable, una máscara de insensibilidad perfecta.
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#8
Ayame pareció congelarse durante unos segundos, y Daruu se dio cuenta de que no, no se había traído una capa de viaje, sólo por la manera en la que ahora lo miraba. Sin embargo...

—Ya me he encargado yo —intervino Kori—. Pero estate atenta para la próxima vez, Ayame.

Lo siento. No volverá a ocurrir, Kori...-sensei —se excusó ella, reverenciando ligeramente.

Daruu entrecerró los ojos y bajó la mirada, entre avergonzado y todavía un poco resentido. Todo indicaba que la relación entre ellos tres iba a ser la típica entre profesor, alumnos y compañeros, pero ¿y si el hecho de que ellos dos fueran hermanos de verdad acabase relegándolo a un tercer puesto? Imaginaba que, como hermano suyo, Kori podría enseñarle mucho más a Ayame de lo que jamás podría hacer con él, y eso le ponía, le ponía... Apretó los puños y cerró los ojos con fuerza...

—Si estáis listos, nos vamos. Nos espera un largo viaje.

...pero la voz de Kori le hizo dar un respingo y volver a la realidad.

—S... ¡sí!

Kori se adelantó para comunicar a los guardias del puente el motivo de su viaje, y Daruu se afanó por recomponerse como pudo y colocarse al lado de Ayame para emprender la marcha una vez el Hielo terminó. Agarró los dos tirantes de su mochila y echó andar a lo largo y ancho del puente, mientras la lluvia les acariciaba el cabello y la ropa como una madre.

—Ahora que lo pienso... Vamos a pasar cerca de Shinogi-To... y la Ciudad Fantasma —dijo Ayame, con un tono de voz que daba a entender que no le hacía absolutamente ninguna gracia pasar cerca de Shinogi-To y... ¿"la Ciudad Fantasma"?

—Shinogi-to es sólo una ciudad grande con muy poca guardia permanente —resopló Daruu—. Hay que saber por dónde pasar y a quién no dirigirse: osea, a nadie. Pero no debería pasar nada incluso si entramos. Bueno, sí, que comeríamos y dormiríamos mal.

»¿Qué es... la Ciudad Fantasma?
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#9
—Shinogi-to es sólo una ciudad grande con muy poca guardia permanente —respondió Daruu con un sonoro resoplido—. Hay que saber por dónde pasar y a quién no dirigirse: osea, a nadie. Pero no debería pasar nada incluso si entramos. Bueno, sí, que comeríamos y dormiríamos mal.

Pese a que su compañero le restaba importancia, a Ayame no le hacía ninguna gracia pasar por allí. En su mente había imaginado una y otra vez el aspecto de Shinogi-to como una siniestra ciudad sumida en tinieblas, con casas destartaladas y siluetas aquí y allá mirándola desde las sombras con ojos maliciosos cargados de malas intenciones. No, Shinogi-to no podía ser un lugar seguro, por mucho que Daruu así lo afirmara.

—¿Qué es... la Ciudad Fantasma? —preguntó el genin.

Pero antes de que Ayame pudiera responder, Kōri se le adelantó.

—La Ciudad Fantasma son las ruinas de una antigua ciudad tres veces más grande que Amegakure y Shinogi-to juntas. Sin embargo, el ataque del Gobi hace diez años la borró del mapa, junto a todos sus habitantes.

Ayame hundió la mirada, sombría. Cuando sucedió el ataque, ella era demasiado pequeña para ser consciente siquiera de la situación. Pero ahora sabía bien que aquella catástrofe era la razón por la que se había convertido en el contenedor de aquel monstruo.

Un súbito pinchazo atravesó su espalda de parte a parte, y Ayame dobló su cuerpo con un gemido de dolor. Intentó resistir, pero al final sucumbió al dolor y dio con sus rodillas en el suelo, con el sudor frío perlando su frente. A lo lejos, un espeluznante bramido hendió el aire y un escalofriante frío rodeó sus hombros.

—¿...estás bien?

Kōri se había inclinado sobre ella, y Ayame sacudió la cabeza tratando de despejarse.

—Ha... ¿Habéis oído eso...? —balbuceó, pero Kōri parpadeó perplejo e intercambió una mirada interrogante con Daruu.

—¿El qué?

Ayame miró a Daruu por el rabillo del ojo, pero sabiendo lo que iba a obtener en respuesta volvió a sacudir la cabeza y se obligó a reincorporarse. El pinchazo había remitido y ya sólo era una leve palpitación entre los omóplatos.

—Nada. He debido imaginarlo. Estoy bien, sólo he tropezado —mintió, con la cabeza gacha, antes de ponerse de nuevo en camino. Aunque por dentro no podía parar de preguntarse qué demonios había sido eso.
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#10
—La Ciudad Fantasma son las ruinas de una antigua ciudad tres veces más grande que Amegakure y Shinogi-to juntas. Sin embargo, el ataque del Gobi hace diez años la borró del mapa, junto a todos sus habitantes.

Daruu tragó saliva, bajó la mirada y continuó la marcha. El ataque del Gobi había sucedido cuando él era poco más que un bebé, y aún así, el relato de la tragedia le despertaba todo tipo de sentimientos terroríficos. Se imaginó una ciudad grandiosa, próspera, siendo reducida a unas ruinas por un monstruo gigante. Se imaginó allí dentro, encima de uno de los rascacielos, como cuando subía al Torreón de la Academia. Se imaginó allí, viendo un monstruo sin forma dirigirse hacia él con las fauces abiertas, pisando el asfalto, derruyendo otras torres, matando a sus amigos, familia.

Le temblaron las piernas, y sintió un duro escalofrío. Dejó de imaginar.

Ayame gimió delante de él y cayó de rodillas al suelo. Kori se agachó corriendo para asistirla, y Daruu activó su byakugan, mirando rápidamente alrededor, por si algo o alguien les había atacado. Desactivó el byakugan, aliviado, pero justo antes de hacerlo le pareció detectar...

—¿...estás bien? —Kori parecía seriamente preocupado.

Daruu activó de nuevo su byakugan.

—Ha... ¿Habéis oído eso...? —gimoteó Ayame.

Kori le dirigió la mirada. Daruu se afanó entonces por desactivar el byakugan, intimidado por los orbes inquisidores del Hielo.

—¿Le... pasa algo en la espalda? Me ha parecido ver... un chakra blanquecino. O no... No sé...

Ayame lo miró de reojo brevemente y se reincorporó.

—Nada. He debido imaginarlo. Estoy bien, sólo he tropezado.

—Yo también... He debido imaginarlo, pero...

Volvió a activar su byakugan. Estaba ahí, claramente. Una mancha blanquecina, tenue pero presente, con pequeños destellos rojizo-anaranjados, que palpitaba como el latir de un corazón.

—¿Qué... es eso?
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#11
—¿Le... pasa algo en la espalda? Me ha parecido ver... un chakra blanquecino. O no... No sé... —preguntó Daruu, y Ayame palideció en respuesta.

Se reincorporó como pudo, tratando por todos los medios de evitar cruzar la mirada su compañero. Pero las mentiras tienen las patas cortas, muy cortas en el caso de Ayame, que era completamente capaz de mentir. ¿Pero qué podía decir? ¿Qué había sentido un pinchazo en la espalda que la había hecho caer al suelo y después había escuchado lo que parecía ser un rugido? ¡La tomarían por loca!

—Yo también... He debido imaginarlo, pero... —añadió su compañero, y cuando Ayame se volvió hacia se sorprendió al descubrir que la estaba mirando con una extraña fijeza. Y sus ojos... sus ojos perlados ahora estaban rodeados de venas hinchadas que le otorgaban un aspecto casi terrorífico.

—P... ¿Por qué me estás mirando así...? ¿De qué chakra hablas? —preguntó, temerosa.

Kōri había estado observando la escena desde su posición, con sus ojos gélidos clavados en los dos genin. Evaluando con cuidado la situación. Midiendo las palabras que debía pronunciar a continuación.

—Yo no he sentido nada extraño —afirmó, tan desangelado como siempre. Ayame le miró, interrogante, pero el rostro de su hermano era inexpresivo como una lámina de hielo—. Deberíamos continuar, o se nos hará tarde.

Ayame dudó durante un instante. Miró a Daruu de reojo y, finalmente, terminó por obedecer.
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#12
—P... ¿Por qué me estás mirando así...? ¿De qué chakra hablas? —preguntó Ayame, nerviosa.

Daruu desactivó el byakugan de inmediato e hizo una pequeña reverencia.

—Nada, nada. He debido de imaginármelo. Por favor, no te asustes, he dormido poco y creo que veo cosas donde no las hay.

«Pero tengo que pensar sobre esto detenidamente. Estoy seguro de haber visto algo, y no tengo ni idea de por qué. ¿El byakugan me está fallando? ¿Lo habré forzado demasiado durante los entrenamientos...?»

—Yo no he sentido nada extraño —repuso Kori—. Deberíamos continuar, o se nos hará tarde.

—S... ¡sí, Kori-sensei! —Dio un respingo, y se unió a ellos en la marcha.

Durante un rato, el trío marchó en silencio, cada uno con sus propias razones para callar, luego reflexionar, y finalmente olvidar convenientemente lo que había sucedido. Cuando el tema estaba zanjado y enterrado, y un poquito más tarde todavía, Daruu tuvo algo que decir:

—Oye, oye, Kori-sensei... —dijo—. El viaje a Yukio es de casi un día y medio. ¿Vamos a ir directos hacia allá o pararemos en Shinogi-to para dormir?

La sola idea le dio escalofríos. La verdad, no sabía si prefería dormir a la intemperie, incluso teniendo que buscar un refugio seguro contra la lluvia, o si prefería que le comieran las chinches en un catre mohoso de Shinogi-to.
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#13
Los tres continuaron la marcha sumidos en un silencio tan denso que fácilmente podría cortarse con el filo de un kunai. Ayame se había sumergido en sus propios pensamientos, se preguntaba una y otra vez a qué se había debido aquel súbito pinchazo en la espalda, qué había sido aquel terrorífico bramido, y de qué chakra blanquecino había hablado Daruu. De vez en cuando le dirigía una discreta mirada de reojo, esperando ver de nuevo los ojos de su compañero rodeados por aquellas extrañas venas que tanto la habían impactado. ¿Aquella era la habilidad de la que le había hablado? ¿El... Pimtukan?

«Dijo que había visto el chakra en mi espalda... Justo donde sentí ese pinchazo. Justo donde...» Un escalofrío sacudió su cuerpo de los pies a la cabeza. ¿Sería mera coincidencia? ¿Cuál era el significado de todo aquello? Kōri no parecía saber nada, así que sentía realmente perdida en aquel dilema suyo.

—Oye, oye, Kōri -sensei... —intervino Daruu de repente—. El viaje a Yukio es de casi un día y medio. ¿Vamos a ir directos hacia allá o pararemos en Shinogi-to para dormir?

Él se lo pensó durante unos instantes antes de responder. Pero al final terminó por asentir.

—Si todo va bien, tardaremos algo menos de medio día en llegar a Shinogi-to. Será un buen momento para descansar.

Ayame se estremeció, nada convencida con la idea. En su mente, nuevamente las imaginaciones sobre aquella tenebrosa ciudad campaban a sus anchas avivando su miedo.

—Además podemos buscar algún tipo de transporte hacia Yukio. Pero, si no lo encontramos, tendremos un día más de camino y tendremos que acampar si no encontramos algún lugar donde hospedarnos por el camino.

—¿Seguro... que es buena idea parar en Shinogi-to? ¿Estaremos bien? —preguntó Ayame, sin poder evitarlo por más tiempo.
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#14
Kori se lo pensó un momento. Finalmente, dijo:

—Si todo va bien, tardaremos algo menos de medio día en llegar a Shinogi-to. Será un buen momento para descansar. Además podemos buscar algún tipo de transporte hacia Yukio. Pero, si no lo encontramos, tendremos un día más de camino y tendremos que acampar si no encontramos algún lugar donde hospedarnos por el camino.

«Y qué hacemos, nos paramos delante de un carro lleno de tomates y decimos: ¡ey, buen hombre, nos dirigimos a Yukio! ¿Va usted para allá? ¿Le importaría que subiéramos de gratis a su carro? ¡Viva!», pensó Daruu, sarcásticamente.

—¿Seguro... que es buena idea parar en Shinogi-to? ¿Estaremos bien?

Daruu hizo un ademán con la mano, restándole importancia.

—No tiene por qué pasar nada, alguna vez me he hospedado allí con mamá. He hecho este viaje otras veces, ¿recuerdas? —dijo—. Hay un par de sitios que no están mal, para los estándares de Shinogi-to. Las camas son muy incómodas, pero al menos las habitaciones están limpias. Siempre hemos tenido que lidiar con algún idiota, pero con Kori-sensei a nuestro lado, dudo que tengamos nada que te...

Como una ironía convertida en sonido, el traqueteo de un carro llegó a los oídos del trío. Daruu se dio la vuelta. Allí, a lo lejos, el carruaje se acercaba tirado de dos caballos, al mando de un hombre rollizo que los transportaba. Daruu activó su byakugan y acercó su mirada para verlo mejor.

—Tomates —balbuceó, atónito.

Eran tomates, sí. Un carro hasta arriba de tomates.
[Imagen: K02XwLh.png]

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#15
Daruu volvió a realizar aquel gesto con la mano, agitándola para restarle importancia al asunto.

—No tiene por qué pasar nada, alguna vez me he hospedado allí con mamá. He hecho este viaje otras veces, ¿recuerdas?

—Sí... pero... —balbuceó Ayame, hundiendo la mirada en el suelo avergonzada por sentirse tan asustada.

—Hay un par de sitios que no están mal, para los estándares de Shinogi-to. Las camas son muy incómodas, pero al menos las habitaciones están limpias. Siempre hemos tenido que lidiar con algún idiota, pero con Kōri-sensei a nuestro lado, dudo que tengamos nada que te...

Daruu se vio interrumpido por el inesperado traqueteo de un carro que se acercaba hacia ellos en el camino y que iba conducido por un hombre corpulento que comandaba a dos caballos.

—Tomates —murmuró Daruu, con aquellas venas hinchadas de nuevo adornando la periferia de sus ojos.

Ayame le miró interrogante, pero enseguida encontró la respuesta a su pregunta muda. El carro en cuestión iba cargado hasta arriba de cajas que contenían lustrosos tomates que lucían con orgullo un intenso color rojo.

—A mí no me gustan, pero, ¿tienes algo en contra de los tomates? —se rio Ayame.

Kōri volvió sobre sus pasos y salió al encuentro del repentino invitado. Y sólo cuando el carro se hubo detenido por completo, se dirigió a su conductor.

—Buenos días, señor —saludó, con una respetuosa inclinación de su cabeza—. ¿Hacia dónde se dirige? Vamos de camino a Yukio, y me gustaría saber si le supondría un gran problema acercarnos, aunque fuera una parte del trayecto.

Mientras seguían con sus negociaciones, Ayame se había acercado, curiosa, a uno de los caballos y alzaba con lentitud una mano, deseosa de acariciarlo.
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