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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1

Hueco de usuario.

Despedida, Invierno del año 219

Momochi Ebisu esperaba con cara de perro pachón mientras observaba la lluvia caer a través de los cristales de la cafetería. Sus ojos marrones y oscuros como la Amecola estaban fijos en un punto indeterminado al otro lado de la calle, y apenas se movían de vez en cuando para seguir el recorrido de las gotas de agua que golpeaban el cristal del ventanal que tenía frente a él. Estaba sentado en una mesa de cuatro personas, pese a disfrutar de un solitario café muy negro y humeante que de vez en cuando utilizaba como estufa improvisada para calentarse las manos.

«Mehhh... Qué lata...»

Dió un sorbo muy ruidoso —los modales no eran precisamente su fuerte— a la humeante taza de café negro y luego volvió a posarla sobre la mesa. Ebisu odiaba esperar, y también odiaba a los niños. Ninguna de las dos cosas se le daba especialmente bien; de hecho, ambas se le daban realmente mal. Era demasiado impaciente como para que tuviese una gran habilidad esperando —pese a lo que pueda creerse, el esperar bien no es un talento muy común—, y lo mismo aplicaba a los niños. Al alistarse en las filas de Amegakure no Sato, Ebisu había creído —erróneamente— que se libraría al menos de tener que lidiar con una de aquellas dos cosas. Lo de esperar era inevitable; la rutina del ninja estaba llena de esperas.

Esperar a que el profesor te tomara la lección. Esperar tu turno en el campo de entrenamiento. Esperar a que te dieran tu bandana en la ceremonia de graduación. Esperar a ser lo suficientemente hábil como para poder ascender a chūnin. Esperar en la recepción del Edificio del Arashikage para cualquier papeleo —la burocracia ninja se le antojaba insufrible—, esperar, esperar, esperar...

¡Pero al menos hasta aquel día, se había librado de la parte de los niños! Como gennin y chūnin, Momochi Ebisu había seguido una trayectoria bastante normalita; ni demasiado exitosa, ni muy poco. Ni repleta de excitantes misiones de alto rango y buena paga, ni plagada de misiones D y gatitos en apuros. En general, él se consideraba un ninja de la media; era bueno con un par de ramas del Ninshuu, sabía algún que otro truco, y tenía los recursos suficientes como para haber llegado a la edad de veinte y pico años sin morir ni sufrir ninguna lesión permanente en el camino. Y eso, un tipo como Momochi Ebisu lo consideraba un éxito. Una buena vida.

Sin embargo, en el último mes parecía que la mala fortuna se estaba cebando con él. Primero le tiraba un café encima a Amekoro Yui. Luego la cagaba prendiendo fuego al piso franco durante una misión de rango B. Y, para rematar, se cogía una borrachera del quince en su bar de siempre y acababa tirándole los tejos a varias de sus compañeras de profesión.

«Qué lata...»

Una conjura de eventos tremendamente desafortunados que habían dado con su perezoso culo allí; en la cafetería, esperando a los que durante los próximos meses iban a ser sus dos alumnos. «¿Y qué cojones sé yo de enseñar? Pues nada, claro, absolutamente nada. Ah, qué lata... Supongo que aún debo considerarme afortunado de que no me quitaran la placa, o de que Yui no me haya enterrado en el fondo del Lago», se dijo, recordando ciertos rumores que habían estado circulando por la Aldea unos meses atrás. Habladurías sin sentido, claro. Un tipo tan perezoso como Momochi Ebisu nunca le prestaba atención a esas cosas.

El chūnin miró el reloj digital que llevaba en la muñeca izquierda con gesto cansado. Quedaban apenas dos minutos para las diez en punto, la hora en la que había citado a sus alumnos. Todavía tenía ambos expedientes desplegados sobre la mesa, abiertos por la primera página. Ya se los había leído —«menudo coñazo»—, pero aun así no quería guardarlos por si necesitaba consultar algún detalle. Al fin y al cabo, hacer de aquellos dos personajes unos gennin aceptablemente buenos era su billete de salida del purgatorio de los senseis.

Momochi Ebisu lucía bastante común; era un chūnin veinteañero de pelo corto y castaño, despeinado, ojos oscuros y expresión permanentemente cansada. Sus facciones eran redondeadas y bastante feuchas, rematadas por su excesivamente grande barbilla y mandíbula inferior. Apenas tenía una pelusilla castaña en donde debía lucir una barba de tío de veinte y tantos, cosa que tampoco le importaba mucho; menos barba significaba menos tiempo requerido para afeitarse. Vestía el uniforme reglamentario de la villa y llevaba su placa plateada de chūnin en el hombro derecho. En la cintura llevaba un portaobjetos doble, y en la frente su bandana de Amegakure no Sato.

¡Bip, bip!

Su reloj digital de muñeca emitió un leve pitido al marcar las 10.00, y Ebisu alzó la vista hacia la puerta de la cafetería. Sus alumnos aparecerían en cualquier momento...
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#2

No cobrare por esta misión, ya que tengo otra misión en activo

NO LLEGO NO LLEGO NO LLEGO NO LLEGOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO — dijo una apresurada genin morena corriendo por las calles, corriendo y salpicando a los transeúntes a la misma velocidad que se disculpaba sin detener su marcha.

· · ·

Eran las diez y media de la mañana; el pequeño negocio de Nanashi "El dragón de Amegakure", ya llevaba una hora y pico abierto. Como generalmente se basaba en comidas y cenas, no solía venir mucha gente por las mañanas, aunque Oda era el cliente habitual a cualquier hora de este local; era un hombre con unos años bien llevados, empezaba a rondar ya los sesenta de edad. Otros comensales no venían con esa misma regularidad, pero a Nanashi no le importaba, ya que era a medio día y por la noche cuando solía brillar su local, por lo que a esas horas Ren si solía ayudarle. Ren llevaba durmiendo a pierna suelta y roncando tan tranquila, hasta que un Nanashi enfurecido, subió las escaleras directo a su habitación; corrió la puerta con fuerza y se dirigió a una soñadora genin, que levantó —en su línea habitual— con ninguna delicadeza. Agarro la parte inferior de su futón, haciendo que rodase un par de metros por el suelo de forma brusca.

¡¿PERO SE PUEDE SABER QUE TE PASA, MALDITO VIEJO?! — chilló en su pijama de colores azulados, adornado con diversos dibujos de armas ninjas.

¿Que es esto? — dijo agitando un papel. — Se te ha asignado un tutor, y tenias que reunirte con él hace media hora.

Nanashi soltó aquel trozo de papel, que cayó suavemente sobre los pies descalzos de Ren, está lo recogió y confusa empezó a leerlo todo lo rápido que podía procesarlo su cerebro, que era más bien lento y poco.

DEJA DE QUEDARTE AHÍ PASMADA, Y LEVANTATE. NO QUIERO TENER BRONCA CON YUI

Entre la confusión de estar todavía dormida, soltó un agudo chillido tras aquel grito; y se levantó directa a su armario tropezándose una vez por el camino, para empezar a tirar ropa una tras otra en la habitación. Minutos más tarde, bajo a la habitación donde regía su negocio Nanashi, tras una barra de madera desgastada, estaba él junto a sus fogones, en la barra estaba el viejo Oda y en algunas de las mesas del local, alguna persona leyendo un periódico. Al verla aparecer de forma precipitada, deslizó un plato con dos rebanadas de pan tostado sin nada en estas, y un pequeño vaso que contenía un zumo de color anaranjado.

PODRÍAS HABERME PUESTO ALGO DE MERMELADA

Y TU PODRÍAS SER RESPONSABLE, SAL DE AQUÍ ANTES DE QUE DECIDA GOLPEARTE CON ALGO QUE NO SEA UN CUCHARON.

ERES UN CARACULO, Y TE VAN A SALIR ARRUGAS SI SIGUES ASÍ. NO TE VAS A ECHAR Novia EN LA VIDA. —gritó saliendo por la puerta tras haberse bebido del tirón el vaso, y con las tostadas en la mano.

MOCOSA INSOLENTE, TE VOY A MATAR CUANDO VUELVAS. —Nanashi se alzó, poniendo uno de los pies sobre la barra, dispuesta a saltarle al cuello si se quedaba más rato allí.

Ponme otra taza de té, me has tirado la mía — replicó la seca y áspera voz de Oda, mirando una taza de té a la que le quedaba poco, pero el mismo la había tirado a propósito en el mar de confusión.

· · ·

Finalmente cuando faltaban un par de minutos para las once, una jovencita irrumpió en el local, dando largas bocanadas de aire de forma torpe. En una ocasión incluso aguanto la respiración para intentar enviar una señal de calma a su cuerpo, pero siguió durante un poco más. Caminó jadeante por el local, hasta que se fijo en que alguien seguramente la estaba siguiendo con la mirada, y al ver unos metros más atrás unos papeles sobre la mesa y una placa reluciente en un hombro, supo que muy seguramente ese era su nuevo tutor.

¡Disculpe mi tardanza, lo siento mucho! ¡No tengo excusa, me quede dormida, por favor no se enfade! — dijo con sinceridad delante de él, inclinándose más allá de noventa grados, y sin alzarse hasta que este diera respuesta.
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#3
Se despertó pero aún no había amanecido. Ichiro llevaba desde anoche fuera de casa, estaba de misión. Hacía ya algún tiempo que había solicitado traslado al cuerpo de los ANBU y las misiones que se le encargaban ahora eran más peligrosas y le obligaban a estar aún más tiempo solo. Se vistió en silencio y observó la calle, llovía. Sabía que aquel día le iban a presentar a su nuevo sensei y eso era todo un honor para él. No a todos los genin se les asignaba uno y muchos solían acabar buscándose la vida por su cuenta, como él mismo había hecho hasta el día de hoy....

Calzó sus tabi y engulló medio cuenco de gachas del día anterior, no quería comer demasiado, seguro que el entrenamiento sería duro. Como cada mañana, abandonó su domicilio y acudió a casa de la anciana Kata para prepararle la medicina y el desayuno sobre la mesilla de noche. Aquella mujer lo era prácticamente todo en cuanto a lo que figura materna se refería. Pero hoy no esperó a que se despertara, tenía cosas que hacer. Paseó por la aldea varias horas, esperando a que abrieran el establecimiento en el que había sido citado. No le importaba el nombre, pero conocía la ubicación. Calentó el cuerpo y se desperezó en el tejado del mismo. Aquel hombre debía llegar de un minuto a otro, así que entró al local.

La diligencia y corrección del camarero junto con su sobriedad y sequedad en los tratos hicieron que le despachara quizás más rápido de lo habitual y se sentara en una mesa esquinera alejada de cualquiera. No tardó mucho en ver entrar a un hombre. Era joven, pelo castaño y expresión cansada, como la de él. Llevaba la bandana en el hombro y utilizaba el uniforme oficial, qué aburrido. Por su chapita se podía deducir que era un chuunin. Apenas tenía barba para tener esa edad y lo cierto es que lucía aburrido, como si la vida le diera pereza. Eso le recordaba a él mismo en ocasiones, parecía que iban a conectar, al menos eso parecía en un primer momento. No iba a ser su único alumno, así que se limitó a vigilarlo de lejos durante un largo rato.

Pasaban los minutos, el tiempo. Nadie más llegaba pero Kisame no se impacientaba. El pelinegro sabía que el grueso de los genin eran irresponsables y holgazanes a la hora de dormir y mucho más aún al levantarse, parecía que muy pocos anhelaban realmente ser ANBU como él o su padre. Una disciplina férrea y unas formas refinadas... Preciso, quirúrgico.

Una niña irrumpió en el local, totalmente sonrojada por el calor y la respiración agitada. Parecía que había venido corriendo a toda velocidad... Vaya, qué sorpresa, Himura Ren. A aquella chica la conocía bien, habían trabajado juntos no hacía mucho en Yachi. Terminó su té de un trago y se acercó a la mesa donde estaba su futuro sensei. Le dedicó una mirada fría a él y a Ren.

-Himura-san -Dijo reverenciando educadamente a la chica, luego se volvió a su maestro, o al que pensaba que lo sería -Sensei -Repitió la inclinación a modo de saludo -Creo que estamos todos... -Concluyó mirando alternativamente a ambos.
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#4
... o no. El chūnin chasqueó la lengua; parecía que Amenokami quería hacerle purgar sus pecados en modo experto, pues a pesar de haber dado con sus huesos en el tutelaje de genin, ni siquiera había tenido la decencia de darles algunos que conocieran la existencia de los relojes.


Los muchachos, muy diligentes y formales —todo lo que se podía ser llegando una hora tarde a una citación oficial— realizaron sendas reverencias. En el caso de Ren fue una disculpa por su tardanza, pero Kisame ni siquiera hizo lo propio. No tenía importancia: si ambos levantaban la mirada —y de seguro lo harían cuando intuyeran que su sensei no se había movido ni un ápice y no les respondía— verían que Momochi Ebisu estaba...

... profundamente dormido. No lo parecía, claro, porque se había recostado tan sólo ligeramente en el asiento, tenía la cabeza gacha y los brazos en cruz. Pero si uno observaba atentamente, podía ver una translúcida pompa que surgía de su nariz y se inflaba o decrecía al ritmo de la respiración relajada, acompasada, del durmiente. Si uno prestaba mucha atención, apenas un sencillo silbido salía de sus labios.

Zzzzz...
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#5
Al no recibir Respuesta por parte de su nuevo tutor, comenzó a alzar la cabeza lentamente, abriendo solo un ojo para observar mientras sus manos posaban sobre la parte superior de sus piernas por la reverencia.

¿E-Eh?... — algo perpleja, creía que estaba dormido; no fue hasta que una respiración mostró un pequeño y reluciente globo en su nariz que se dio cuenta. — ¿Se ha quedado dorm-... ?

Tras ello, una vez captó su atención. Se trataba de Kisame, para ella no era un desconocido total, ya había coincidido con el tiempo atrás. En parte se sintió aliviada, por lo menos tendría una cara conocida.

Oh, Kisame-kun ¿vas a ser tu mi compañero entonces? Aunque nuestro Sensei... — volvió a dirigir su mirada al superior dormilón.
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#6
No podía creerse lo que veía... Era un sensei, si, pero la primera impresión fue de incompetencia total, a pesar de que no estaba mucho para hablar ya que se había presentado una hora después al encuentro... No había comenzado con buen pie, ni él ni su compañera Ren. Chasqueó la lengua y se volvió hacia la shinobi ligeramente. Había que despertar a ese tipo y pedir disculpas por su compañera nuevamente, ya que él mismo no tenía intención de hacerlo, había llegado incluso antes del encuentro, aunque su sensei no le hubiera visto.

-Si, eso parece... Me alegro de que seas tu y no un completo desconocido -dijo en su habitual tono frío y se dispuso a acercarse al tipo para picarle en el hombro con el dedo -Sensei, despierte... Ya estamos todos... Disculpe la tardanza de mi compañera, seguro que tiene una razón para ello -Dijo con sequedad mientras le picaba el hombro en repetidas ocasiones para despertarlo.

Temía causarle mala impresión a su sensei, pero estaba seguro de que una vez se pusieran a funcionar le iba a demostrar lo capaz que era y lo equivocado que estaba el viejo Ichiro con sus capacidades. Sentía curiosidad por saber qué les tenía preparado aquel hombre y a decir verdad se sentía un tanto impaciente. Su rostro no decía nada, inexpresivo, como siempre. En cambio, por dentro sentía bastante emoción de haber encontrado por fin a un maestro que les ayudase a avanzar en el uso de sus artes, solo esperaba que fuera mejor enseñando que esperando...

Si no se despertaba, probaría a estallar la pompa que producía al dormir. No parecía alguien especialmente enérgico así que pasaría por alto el hecho de que estuviera durmiendo a pesar de su negativa sensación inicial.
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#7
Apenas Kisame le tocó el hombro, el tipo pegó un salto en el asiento que le hubiera valido una medalla de oro en la categoría de salto en sitio, de haber existido semejante.

¡Eh! ¡Ah! ¡Oh! ¡No estaba durmiendo, Yui-sama, se lo juro!

Miró a un lado y a otro, visiblemente desnortado, hasta que por fin sus comunes ojos avellanados se fijaron en los dos genin que estaban allí, de pie, mirándole con caras que parecían un poema; y de los malos. Ebisu se rascó la coronilla, bostezó, y luego le echó una ojeada al reloj digital que llevaba en la muñeca.

Coño, y yo pensaba que yo era perezoso. ¿Pero qué horas son estas, almas de cántaro? —quiso saber, realizando un par de estiramientos con bastante poco decoro—. Os cité a las diez, ¿no? ¿Han cambiado la hora y yo no me he enterado?

Ebisu no parecía molesto —no en exceso— o realmente dispuesto a abroncar a los muchachos por su evidente falta de puntualidad, pero sus palabras si tenían cierto aire suspicaz. Como si sospechara que en el fondo, los genin querían hacerle alguna jugarreta, o algo. Cuando tenías tanta fama de perezoso y chapucero, te convertías en el blanco perfecto para compañeros de trabajo más cachondos de la cuenta; y acababas desarrollando una especie de sexto sentido que empezaba a pitar como una alarma de incendios en cuanto las cosas no marchaban como debían.

¿Me estáis trolleando? —terminó por preguntar, sin tapujos.
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#8
Tan pronto como se sobresaltó su nuevo maestro, Ren le acompaño, dando un pequeño brinco que la dejo en el mismo sitio; no esperaba que se despertara de forma tan sobresaltada, por lo que no pudo evitar hacer una mueca de estupefacción.

Coño, y yo pensaba que yo era perezoso. ¿Pero qué horas son estas, almas de cántaro? Os cité a las diez, ¿no? ¿Han cambiado la hora y yo no me he enterado? ¿Me estáis trolleando? —terminó por preguntar, sin tapujos.

Pese a que no parecía del todo enfadado, si estaba lo suficiente molesto; Ren volvió a inclinarse, con una mano sobre la otra cerca de la zona abdominal, nuevamente pidiendo perdón.

L-Lo siento. N-No tengo excusa, me quede dormida — dijo avergonzada por su torpeza, con la esperanza de que aquel tono se mantuviera, y todo se quedara en una graciosa anécdota.
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#9
No parecía del todo enfadado, pero el amejin entendía sus quejas. Simplemente esperó a que terminara de hablar, tanto él como su compañera. La pereza, algo que con los años se quitaba, pero un gran fallo de los jóvenes shinobi. Algunos le tachaban de amargado por no dormir lo suficiente o madrugar a diario, pero era su forma de vida y no podía entender a quienes dormían hasta altas horas de la mañana o a quienes les costaba despertar.... ¿Que veían ahí sino una pérdida total del tiempo?

-En realidad llevo aquí desde antes de que llegara usted, sensei, pero no he querido venir hasta que no estuviéramos todos, me resulta muy incómodo permanecer al lado de una persona sin tener tema de conversación -Dijo en un tono frío y argumentando sus razones correctamente -Y aunque a mi forma de ver no debo pedir disculpas, sin embargo, entiendo que socialmente es lo que debo hacer así que... Disculpe mi tardanza -Terminó por decir, pareciendo que le costaba decir aquellas cosas.

Su tono denotaba que era alguien que en ocasiones no podía entender a las personas y a sus leyes sociales, un inadaptado. Era bien sabido por los genin de la aldea y conocidos del pelinegro que era un tipo raro y en ocasiones tildado de frío y repelente, pero a él no le importaba, no necesitaba a demasiada gente a su alrededor para sentirse bien. Mejor solo que mal acompañado. aunque quizás para él la mala compañía era prácticamente cualquiera que no se hubiera ganado su respeto. Al menos Himura lo había hecho en Yachi, ahora faltaba que aquel perezoso chuunin les demostrara que era una gran persona, entonces comenzaría a confiar en él.
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#10
Ebisu atendió a la disculpa de Ren y a la —muy peculiar— forma de justificarse de Kisame mientras se frotaba los ojos y bostezaba sin decoro. Luego echó un vistazo al cartel de la cafetería donde se listaban los distintos tipos de cafés, así como chocolate y otras bebidas calientes. Afuera la lluvia no daba tregua y el día parecía que empeoraría notablemente, de modo que un cafetito caliente era una buena forma de combatir el frío y la humedad. El chūnin volvió su mirada hacia sus alumnos después, como si fuese demasiado vago como para darse prisa, a pesar de que ya llevaban una hora de retraso.

Bueno, a ver, vamos a dejar varias cosas claras porque ya estoy viendo que si no esto va a ser una lata —dijo, incorporándose en su asiento—. Yo soy Momochi Ebisu, chūnin de la Lluvia por la gracia de Yui-sama, que Amenokami la guarde y le preserve su excelente humor y su bondadoso carácter —apostilló con cierto rintintín—. Por avatares del destino y desafortunadas coincidencias que no vienen al caso, me han encargado que os coja y haga de vosotros dos ninjas hechos y derechos de los que la Aldea no tenga que avergonzarse frente a clientes, señores feudales y shinobi extranjeros.

Ebisu suspiró, cogiendo los dos expedientes que había dispuesto en la mesa frente a él. Eran dos carpetas muy finas, con pocos documentos, y cada una llevaba una etiqueta con el nombre completo de Ren o Kisame, respectivamente.

Todo esto de la jerarquía a mí me parece una lata, pero la alternativa es la anarquía y eso es más coñazo todavía. Así que vamos a poner todos un poquito de nuestra parte para que este equipo no sea una casa de putas, ¿eh? —miró a Ren—. Tú, con la primera paga que pilles cómprate un despertador —se giró hacia Kisame—. Y tú, déjate de pamplinas, hombre, que ya pareces mayorcito. ¿Si tu compañera se tira por un pozo tú te tiras también? —era una pregunta evidentemente retórica—. Pues eso, macho, si ella llega tarde pues es su problema. ¿Por qué te vas a arriesgar a que yo fuese un sensei cabrón y te castigase a ti también, si tú habías llegado a tiempo?

Ebisu volvió a suspirar. No parecía molesto, sino hastiado. Hastiado de tener que hablar tanto.

Y coño, ya que vas a pedir disculpas, déjate de coletillas y puyitas. Que pareces nuevo. Anda que si te llega a tocar alguno de mis compañeros como sensei, se te iban a romper los brazos de hacer flexiones bajo la lluvia —el chūnin miró su reloj digital. Las once y diez—. Como vamos justos de tiempo, nos vamos a ahorrar la charlita reglamentaria sobre vuestro traumático pasado y cómo os infundió determinación para ser Arashikages o qué sé yo, ¿vale? Concentrémonos en las dos misiones de hoy.

Un pergamino con la letra "D" inscrita en el sello apareció repentinamente en la mano enguatada del sensei, ante la —probablemente— atónita mirada de los genin. Sin embargo, no lo abrió directamente, sino que miró a Ren y con la otra señaló el cartel con la carta de bebidas.

Primera misión para ti, Himura Ren, rango D: tráeme un capuccino doble —dejó el pergamino sobre la mesa—. Ahora hablamos de la otra.
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#11
Ren asintió, y tomo asiento posteriormente, con la esperanza de que aquella tormenta fuera a menos; se le escapo un pequeño bufido cuando hablo de aquella forma de Yui-sama, quien seguramente no tardaría ni un momento en colgarle de lo más alto del edificio de la Arashikage y se quedaría tan a gusto.

Todo esto de la jerarquía a mí me parece una lata, pero la alternativa es la anarquía y eso es más coñazo todavía. Así que vamos a poner todos un poquito de nuestra parte para que este equipo no sea una casa de putas, ¿eh? —miró a Ren—. Tú, con la primera paga que pilles cómprate un despertador —se giró hacia Kisame—. Y tú, déjate de pamplinas, hombre, que ya pareces mayorcito. ¿Si tu compañera se tira por un pozo tú te tiras también? —era una pregunta evidentemente retórica—. Pues eso, macho, si ella llega tarde pues es su problema. ¿Por qué te vas a arriesgar a que yo fuese un sensei cabrón y te castigase a ti también, si tú habías llegado a tiempo?


Volvió a ruborizarse, con las manos sobre sus pies por aquel comentario; ya había tenido varios, todos acabaron rotos por A o por B

Y coño, ya que vas a pedir disculpas, déjate de coletillas y puyitas. Que pareces nuevo. Anda que si te llega a tocar alguno de mis compañeros como sensei, se te iban a romper los brazos de hacer flexiones bajo la lluvia —el chūnin miró su reloj digital. Las once y diez—. Como vamos justos de tiempo, nos vamos a ahorrar la charlita reglamentaria sobre vuestro traumático pasado y cómo os infundió determinación para ser Arashikages o qué sé yo, ¿vale? Concentrémonos en las dos misiones de hoy.

Un pergamino con la letra "D" inscrita en el sello apareció repentinamente en la mano enguatada del sensei, ante la —probablemente— atónita mirada de los genin. Sin embargo, no lo abrió directamente, sino que miró a Ren y con la otra señaló el cartel con la carta de bebidas.


Ren lo observó atónita, no tenía ni idea de como había hecho eso; podría tratarse de algo extremadamente sencillo y aun así le seguiria fascinando

Primera misión para ti, Himura Ren, rango D — los ojos de la joven genin se iluminaron, tal vez se trataba de otra misión no muy complicada, pero no le hacia falta más para abrir la boca por la emoción. — tráeme un capuccino doble. Ahora hablamos de la otra.

S-Si. E-Ebisu-sensei... —Y con la misma rapidez, se disipó. ¿Ahora quien esta trolleando a quien? pensó levantándose para ir a la barra a pedir lo que su nuevo maestro le había pedido. Aunque por suerte para ella, no tardaría mucho en volver, ya que no había una gran demanda en aquel momento; cogiendo el plato con ambas manos, volvería y lo dejaría frente a Ebisu, para después volver a su asiento.
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#12
La presentación fue mejor de lo que se habría podido imaginar debido a su apariencia descuidada y perezosa. A pesar de que el amejin era bastante estricto con las persoans y por qué no decirlo, un amargado, cuando comenzó a hablar la opinión que tenía sobre Momochi había cambiado, además bastante. Ya no era un perezoso incompetente, sino que era un perezoso sensato y demasiado benevolente. No se dio cuenta de que haberle dicho eso a alguien como Yui le habría costado aparte de un buen bofetón, un castigo enorme. Con lo cual, asintió a su nuevo sensei intentando comprender las normas sociales que tenían los shinobis y las personas para no volverlo a repetir, al menos no con otra persona diferente a Momochi.

-Si considera que es necesario, castígueme, Momochi-sensei -Contestó en tono frío a sus comentarios.

Su sentido de lo correcto y lo incorrecto era en ocasiones tan ferreo que le llevaba a autocastigarse él mismo muchas veces. Volvió a observarle con atención. Parecía alguien directo y tajante a pesar de tener varios fallos, lo único que le desagradaba era lo poco estricto que había sido con él y su peculiar narcolepsia. Claro está que para Kisame prácticamente cualquier persona tiene defectos. Desde un punto de vista objetivo, Momochi había comenzado de la mejor de las maneras y con un buen rollo que muchos alumnos desearían, aunque el escuálido genin lo viese desde su excéntrico punto de vista.

Literalmente, se quedó petrificado al ver como aparecía el pergamino en la mano de su maestro. Rápidamente estudió todas als variables y posibilidades para saber como lo había podido hacer... Pero tras unos escasos dos segundos llegó a la conclusión de que probablemente fuese una avanzada o no tan avanzada técnica de fuuinjutsu que llevase en su guante. La primera misión de rango D para Ren era de lo más pintoresco, por lo que Kisame esperó a que ella se fuese y aprovechó para hablarle.

-Gracias -Dijo agradecido de no haber tenido que hacer de chico de los recados... Eso significaría tener que volver a hablar con el camarero, y eso le daba mucha pereza -Me gusta que sea duro, si algún día quiero ser ANBU necesitaré una disciplina rigurosa, Momochi-sensei -Añadió, mirándole fijamente a los ojos.
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#13
Ebisu asintió a Ren, quien se levantó a pedirle el café que quería, y luego se volvió hacia Kisame. ¿Castigarle? Ni modo.

Nah, nah, nah... No es por señalar, pero ya habría que estar amargado para perder el tiempo en darte un escarmiento. La vida ninja se encargará de eso mi joven alumno —apostilló, jocoso, pues él apenas tendría unos pocos años más que Kisame.

La Himura volvió con el café y Ebisu empezó a beberlo con visible disfrute, dando sorbos pequeños y dejando que el calorcito de la bebida le reconfortase. Mientras bebía, le guiñó un ojo a Kisame.

¿Un aspirante a ANBU, eh? Bueno, no te voy a decir que no lo hagas, pero que sepas que es un mierdero eso. Ve practicando lo de "si te lo contara tendría que matarte" para cuando te pregunten a qué te dedicas en las cenas familiares —soltó una carcajada desganada—. Bueno, ya estamos todos. A ver, la misión...

Les extendió el pergamino a los genin. No lo hizo con ánimo de que ninguno en especial lo cogiese, así que quería ver quién tomaría la iniciativa, si se cederían el honor, o si ganaría el más rápido.



(D) El perro y la Amemermelada


Publicada en: Amegakure no Sato
Rango recomendado: Genin
Nivel recomendado: -
Solicitante: Yamaguchi Egin, dueño de Supermercados Yamaguchi
Lugar: Amegakure no Sato

Yamaguchi Egin, dueño de Supermercados Yamaguchi, ha solicitado la ayuda de dos genin de la Aldea para que le ayuden a dar varios portes durante todo el día a distintos clientes suyos como parte de una campaña de marketing para publicitar la nueva Amermelada de sabor mango. Los shinobi deben acompañar a Yamaguchi en sus visitas y repartir varias cajas de Amermelada dentro del horario establecido y a todos los clientes, sin excepción.
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#14
¿Un aspirante a ANBU, eh? Bueno, no te voy a decir que no lo hagas, pero que sepas que es un mierdero eso. Ve practicando lo de "si te lo contara tendría que matarte" para cuando te pregunten a qué te dedicas en las cenas familiares —soltó una carcajada desganada—. Bueno, ya estamos todos. A ver, la misión...

Ren dirigió su atención visiblemente sorprendida a su compañero Kisame, pero antes de que pudiera gestar palabra, Ebisu había extendido la mano para ofrecerles un pergamino; lo que hizo redirigir la mirada a su nuevo instructor. Extendió también su mano para tomarlo momentos después, para inclinarse entonces hacía un lado. Deshizo un pequeño nudo de un hilo rojo que sellaba el pergamino; lo desenrollo entonces lentamente mientras con una mano sostenía parte del papel, Kisame apenas tendría que mover un poco la cabeza para que pudiera leerlo también.

O sea, que tenemos que hacer de repartidores ¿no? — dijo tras leer el contenido, mirando a Ebisu

Puede que este esperara que se decepcionaran por el contenido del pergamino, pero a la joven kunoichi le daba igual. Comprendía que tenia que comenzar desde lo más bajo, y poco a poco ir ascendiendo; no tenia ninguna prisa por morir, ya que si esto ocurría, no podría pasar el resto de sus días con alguien que todavía no sabía lo importante que sería para ella.
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¡Gracias a Ranko por el avatar!
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#15
Observó sorprendido como su compañera había tomado la iniciativa rápidamente, sin siquiera darle tiempo a tomarlo él mismo. Durante su pelea con aquella extraña criatura había evitado por todos los medios tomar iniciativa alguna en el combate, así que aquel acto le dejó totalmente perplejo. Viendo que quería ser ella quien llevase la voz cantante, simplemente se cruzó de brazos y la dejó hacer. Miro desde arriba como abría el pergamino y lo leyó rápidamente con evidente práctica. Había leído cientos de manuales y novelas, aquel párrafo no era digno de más de unos segundos. Su trabajo estaba a caballo entre ser repartidores y guardaespaldas, por lo que no dijo absolutamente nada ante el comentario de Ren.

-Entendido -Se limitó a decir con suma disciplina y seriedad, como le habían enseñado.

Las misiones de rango D siempre eran así. Él mismo sabía que podía hacer más que eso, pero no era su persona quien elegía sus encargos, sino la arashikage. Era a ella a quien debía demostrarle que valía para algo más que para hacer recados que bien podría hacer cualquier otra persona sin entrenamiento de combate. La forja de una unidad de élite como los ANBU era lenta, dolorosa y disciplinada, así que se tomaría aquel encargo como una misión rutinaria más. Recordó entonces a aquella vieja rica que se quejaba de espíritus. Al menos allí había tenido que interrogar a la gente, pero parecía que aquello iba a ser duro. Cargar cajas era lo que mas temía y a decir verdad no le hacía ni pizca de gracia. Era consciente de que podría derrumbar un edificio en unos minutos si se esforzaba lo suficiente... ¿Por qué tenía que cargar cajas de un lado para otro? Ni era fuerte, ni lo sería jamás. Judgar a un pez por su capacidad para trepar árboles siempre daría como resultado que el susodicho animal es retrasado.
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