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Para su sorpresa, la compañera del marionetista buscó rápidamente una salida al embrollo en el que les había metido. Aclaró que por supuesto que sabían del tema. Y tras ello le increpó que ella también debía aprender. Como buenos viajeros, debían aprender todo lo que fuese posible, debían ser esponjas para absorber todo el conocimiento que les rodaba. Moguko no escatimó ni en parecer ambiciosa, abriendo los brazos y girando sobre sí misma. El mundo era suyo.
—Ji, ji, ji, ji, ji. —Comenzó a reír la chica, con las manos antepuestas a su desdentada sonrisa. —¡Qué raros sóis!.
Por suerte o por desgracia, la pequeña parecía habérselo tomado bien. Al menos se lo había tomado como una broma, o con sentido del humor. Para ese entonces, el anciano ya parecía haber desistido en su enfrentamiento a los jóvenes, y hasta había tomado el carro de mercancías y había emprendido el viaje de vuelta. Retrocedía sobre sus propios pasos, con un cabreo monumental, y farfullando.
—Exacto, un buen viajero necesita aprender un poco de todo. Después de todo, la información es oro. —Sentenció el titiritero.
—Pues yo no quiero ser viajera. No me gusta estudiar, y nunca estudiaría costumbres y cosas raras por gusto... ¡Yo seré doctora de caballos!.
Por un momento, hasta sonó como algo que diría una chica de su edad. Casi le sonsaca una burlona risa al joven, pero pudo resistirse.
—Pues para eso también hay que estudiar, y bastante a decir verdad... —Confesó el chico. El resultado no fue otro que una descomposición en la cara de la pequeña. Parecía no haberlo tenido en cuenta.
—¿¡En serioooo!?
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Para alivio interno de Moguko, la receptora de su mensaje había tomado a bien su comentario, la fachada de la dupla seguía intacta. Aunque poco a poco la bola de nieve empezaba a girar.
Por su parte, el anciano comenzaría a dejar la escena mientras la conversación avanzaba momentáneamente en otra dirección. El compañero de la médica agregaría una gota de sabor a la mentira que contaban con tanto empeño y la niña gustosamente parecía acceder a beber de ella.
No le interesaba ser viajera, no le interesaban las costumbras, solo quería atender equinos y ganarse la vida haciendo eso.
—Claro, en una ocasión un doctor asistió un caballo que tuvimos por un tiempo viajando con nosotros.
Se atrevería a comentar la joven samurái. Levantando su índice.
—¡Realmente era un mago de los equinos! ¡Sabía todo sobre ellos!
¿Qué tanto podría saber uno sobre los caballos realmente? La verdad es que Moguko ignoraba tanto sobre el tema como podría ignorar cualquier citadino, pero la niña no sabía que ella no sabía, y ahí estaba la fortaleza de la mentira.
—En fin...
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12/11/2022, 17:10
(Última modificación: 12/11/2022, 17:10 por Senju Hayato.)
Moguko no se contentó con dejar la cosa en el estado actual de la conversación. La fachada aún estaba intacta, la mentira estaba viva. Pero podían poner unos cuantos ladrillos más a la misma. Así pues, la chica añadió que una vez conocieron a un doctor de caballos, siguiendo el juego dialéctico de la pequeña. Aclaró que el hombre sabía un montón de cosa sobre los caballos, que era un auténtico mago, y les había ayudado con un supuesto caballo que habían llevado con ellos los viajeros. Quizás la kunoichi se había arriesgado bastante, pues eso daba para preguntar qué había sido del equino...
—Entiendo... ¡Pues estudiaré para ser doctora de caballos! ¡Y ya está!. —Sentenció, con una meta clara.
—Me parece correcto. Si te esfuerzas, lo lograrás.
La pequeña pareció satisfecha. Ahora quizás le pusiese un poco más de empeño en los estudios, y hasta dejase de dormirse en clases. Pero eso solo era algo que la propia clase sabía, así como la profesora. Sin saberlo, podían haber estado contribuyendo bien.
—Oye, y sobre tu amiga... ¿Sabes algo de qué pretendía hacer para mostrar su "valentía" a todos?.
La pequeña miró hacia el suelo. La felicidad que se había estado dibujando en su rostro segundos antes, desapareció y dejo paso a una melancólica mirada. Parecía algo más serio de lo debido, o a lo mejor simplemente no empatizaba mucho con la desventura de su compañera.
—Ella... ella dijo que saltaría desde lo alto del torreón hasta un carro con cojines... —Parecía costarle hablar sobre ello. —¿Sabéis?. A ella, desde que los médicos le dijeron que no viviría muchos años... pues como que... empezaron a hacerle bromas. ¡Y no graciosas!. Se metían mucho con ella... y cuando dijo lo que haría... todos se burlaron más de ella. Yo no quería que lo hiciera, pero no quería escucharme...
El chico casi que se quedó sin habla. Era una historia cruel, y lamentable. No podía entender como algunas personas podían ser tan frías y malas.
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Las palabras de la médica habían surgido el efecto deseado en su objetivo, y con eso se daba por satisfecha. Podía volver a hacer su trabajo.
Ichikawa no tardaría en volver al tema que planeaba retomar por sus propios medios, y sería entonces él el responsable de borrar la sonrisa del rostro de la niña. Era un trabajo duro, pero alguien tenía que hacerlo.
La historia que relataría esta sería un tanto desgarradora, un testamento a la crueldad de los niños y el caso omiso de algunas autoridades a cargo de su formación. Podía llegar a entenderlo de un ambiente un poco más hostil como la Academia, refiriéndose a la de Amegakure, claro estaba. Aquel no era sitio para los débiles, solo la media para arriba pasaba el tamiz y se llevaba un lindo souvenir en forma de protector metálico con cuatro rayitas verticales.
—En ese caso, deberíamos ir a detenerla. ¿No te parece?
Contestaría Moguko, flexionando una pierna delante la muchachita, poniéndose a la altura de esta.
—La gente puede ser muy cruel, pero no tiene caso llorar por lo que ya pasó.
Agregaría en un intento de contener el ánimo de la chica.
—Lo mejor que podemos hacer ahora es evitar que tu amiga se lastime.
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La kunoichi médico sugirió que entonces debían detenerla. Parecía convencida de que no podían pasar por alto una cosa así. Realmente era una cruel realidad. Pero el titiritero, pese a entender relativamente esas palabras, comprendía que estaba fuera del alcance de ambos. Moguko terminó por adoptar una posición un tanto más baja, buscando la cercanía con la chica. Inquirió que le gente podía ser muy cruel, y que llorar no solucionaría el problema. Concluyó con que debían tratar de evitar que su amiga se lastimase.
—Pero... —El genin señaló el torreón, aparentemente en medio de Nokoto.
—Pero si entramos, no podremos salir después...
La verdad era la verdad, eso quedaba tras la barrera, y sabían que podían atravesarla, pero... ¿podrían volver?. Era arriesgado, muy arriesgado. Nadie les aseguraba que la manera de deshacer la supuesta técnica fuese quitando sellos desde fuera del perímetro. Además, aún no habían avisado a nadie de lo que estaba ocurriendo allí. No podían permitirse el lujo de simplemente entrar.
Por mucho que doliese, la chica terminaría saltando. O a lo mejor se arrepentía, eso no lo podían saber. Lo único que andaba claro era que eso pudo haber o no pasado, pero de igual manera se estaría repitiendo todos los días. Al menos por el momento, "estaba a salvo".
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Asintió con un leve gesto de su cabeza a la seña de su compañero, no era algo que se pudiese negar. Y por otro lado, estaban las palabras de la niña, que no dejaban de barajar la posibilidad de que una vez adentro, no podrían salir.
—En ese caso... analicemos un momento las opciones. ¿Bien?
Diría hablando para todos. Procedería entonces a levantar un dedo.
—Si la barrera es producto de una de esas dichosas técnicas ninja, debería haber algo en la cercanía del pueblo. Podemos buscarlos pero no sabemos donde se puede pasar y donde no.
La primera opción era que la obra se trataba de una hechicería propia de los maestros del Fuinjutsu y que para romper ese conjuro debían encontrar los sellos. Procedería entonces a levantar otro dedo.
—Podemos aventurarnos en el interior de ese lugar y averiguarlo por nuestros propios medios, sería la opción mas arriesgada...
Y entonces levantaría un tercer dedo.
—O podemos pedir ayuda.
Recurrir a la fuerza armada más cercana, la aldea oculta de la lluvia.
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12/11/2022, 18:11
(Última modificación: 12/11/2022, 18:11 por Senju Hayato.)
Moguko sugirió entonces que recapacitasen un momento. Alzó un dedo en lo que comentaba una posibilidad, la de buscar por el alrededor de la técnica en pos de encontrar algo, algo que ni siquiera sabían que era. Además de contar con el riesgo de meterse sin querer en la zona prohibida. Tras ello alzó otro dedo, y comentó otra posibilidad. La más arriesgada de hecho. Meterse dentro, sin saber nada de lo que estaban manipulando, no era solo arriesgado, podía ser cavar su propia tumba. Tras culminar con ésta opción, levantó un tercer dedo, y comentó una tercera opción. Ésta trataba de pedir ayuda, lo cuál podía deducir el titiritero que se venía refiriendo a avisar en Ame.
—¿Y a quién pedimos ayuda? —Preguntó la pequeña. —Ya intenté avisar a los ninjas, pero no me hacen caso... Creo que tendré que ahorrar dinero, porque trabajan por dinero. ¿No?.
Y allí, se delató quién era la artificie de esas notas que llegaban a Ame. Al parecer, ésta pequeña era la que había estado escribiendo, y por la cuál había empezado ésta misión. El chico quedó pensando por un instante, y levantó también un dedo.
—También está la opción de... —Miró a su alrededor, y tomó una pequeña piedra cercana. Poco después, miró en su bolsillo con su diestra, y tomó un hilo que ató a la susodicha piedra. —Si todo puede entrar, pero no puede salir...
Lanzó la piedra hacia donde debiere estar la barrera, y tras el lanzamiento arrastraría de ésta. El efecto pudo ser lo que el chico había pretendido, pues para cuando llegó al límite territorial, la piedra tropezó con la barrera. Por mucho que tirase el chico, la piedra no saldría del área prohibida, de hecho quedaba incluso flotando por la presión contra la pared de chakra.
—Así podemos saber el límite de ésta cosa. —Sentenció, refiriéndose a lo que fuese que encerraba todo en ese área.
—¡Woooooooooooh!
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La kunoichi asintió con un gesto de su cabeza.
—Entiendo que no se mueven a menos que les pagues, y algunos te arrancan la cara con lo que cobran...
Negaría entonces encogiéndose de hombros, casi desalentando esa práctica. Que mejor manera de echar otra capa de seguridad a aquella mentira que marcando más distancia con la profesión.
Su compañero tomaría la palabra entonces, haciéndose de una roca cercana y echando mano a un utensilio ninja, o mejor dicho utensilio aventurero. Ataría la piedra a un hilo y la arrojaría al interior de la barrera. De forma tal que esta entraría, pero ya no podría salir.
—Vaya...
La médica se sorprendió sinceramente, no había tenido en cuenta la creativa manera de constatar el alcance de aquel límite.
—Hmm...
Se cruzó de brazos un momento y luego tomó la palabra una vez más.
—¿Les parece que tratemos de ver con este método hasta donde se extiende la barrera mientras le damos unas vueltas más al asunto de pedir ayuda?
A lo mejor entre los tres podían llegar a pagar a alguno de esos mercenarios de Amegakure para que vaya a hacer algo.
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La kunoichi se echó tierra sobre sí misma, ya no solo cavaba su tumba si no que se tapaba ella sola. Pero bueno, todo fuese por una buena razón: Alejar a la pequeña de la identidad de ambos. Tras ver cómo el titiritero se las apañaba para averiguar el límite de esa barrera, tampoco pudo ocultar el asombro. Sin duda una idea de lo más original. Conforme a ello, preguntó si descubrían el límite de la cárcel en lo que meditaban sobre pedir ayuda.
—Más bien había pensado en dar una vuelta a ésta especie de cárcel. Con éste invento, nos aseguramos de que no entremos por equivocación. Entre tanto, podemos buscar telas o marcas alrededor. Si encontramos algo extraño, puede que se trate de las marcas que ponen en pie ésta cosa.
—¡Yay!. Vamos a buscar esas cosas que hacen ésta cosa. —La pequeña también parecía animarse.
—Si no encontramos nada, o si no estamos seguros de cómo quitarlo, pues buscaremos ayuda. Para eso somos aventureros.
La verdad, cuanto más información tuviesen sobre el tema, mejor informe podrían entregar a la vuelta. La información era oro, después de todo.
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El marionetista se explayó sobre lo que tenía en mente y la médica entonces terminó de entender que estaba queriendo proponer. La niña no tardó en subirse a ese carro, por lo que las manos de Moguko estaban un poco atadas ya a esas alturas.
—Me parece correcto, hagamos un rastrillaje y veamos que hacemos después.
Concluiría sin poner mayores palos en la rueda y se dedicaría a seguir al guía de la expedición, quien dadas las circunstancias, no sería otro que su compañero.
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Tras que Moguko aceptase también la campaña, todo parecía dispuesto para comenzar la aventura. Tirando del hilo para que la piedra ejerciese de tope, el genin comenzó a andar hacia el flanco izquierdo de la agrupación de rocas. Comenzaban a dejar atrás el lugar donde habían conocido a la pequeña, así como al anciano y los pequeños detalles de la situación actual.
—Hay que estar muy atento para poder ver las marcas que buscamos. Normalmente hasta las esconden en arbustos, distintas alturas, o bajo rocas. —Informó conforme avanzaban.
Se estaban adentrando un poco en la ladera, siempre manteniendo una distancia similar con respecto al epicentro de Nokoto. La vegetación se hacía algo más intensa en esa zona, aunque por suerte para ellos no hacía que se faltasen en visión mutua. La vegetación no era suficiente como para que perdiesen el camino, o a sus compañeros. Pero... hacía realmente difícil la búsqueda.
El titiritero, en lo que trataba de manetener la distancia de seguridad para con la cárcel, buscaba sobre todo en las alturas. Un sello bien puesto en lo alto de un árbol, era sin duda una de las mejores estrategias. Y por desgracia, aunque lo encontrasen, lo tendrían difícil si querían investigarlo. No podían saltar sin más hasta arriba, o escalar como cualquier shinobi haría en circunstancias normales. Al menos no si querían seguir con la tapadera.
¿Realmente necesitaban aún la tapadera?.
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—Arbustos, alturas y rocas. Entendido.
Repasaría la médica tomando nota de lo dicho por el marionetista encubierto.
Y así, el grupo se daría a la tarea de recorrer la periferia del poblado, adentrándose en la flora silvestre menos controlada por su gente.
—Si nadie más lo va a decir, tendré que ser yo quien lo haga...
Se atrevió a decir en un punto de la búsqueda.
—Espero que esos dichosos sellos no estén escondidos en lugares complicados de esos que solo los ninjas pueden llegar.
¿Qué podía decir Yamanouchi Moguko? Por momentos disfrutaba el usar su tapadera de no-ninja.
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13/11/2022, 14:34
(Última modificación: 13/11/2022, 14:34 por Senju Hayato.)
Su compañera hizo nota mental de lo dicho, y tras ello se pusieron en marcha. La pequeña parecía bastante metida en el papel, buscando bien por todo lugar que pudiese estar. Apartaba matorrales, se asomaba por madrigueras y huecos oscuros, y hasta miraba por las copas de los árboles. En realidad todos lo hacían, pero era curioso que esa pequeña le pusiera tanto ímpetu.
—Me temo que es bastante probable. —Sentenció ante el comentario de Moguko.
Pero los ánimos no sucumbieron ante ese pequeño gran problema. Continuaron andando, rodeando el pueblo en lo que limitaban las distancias con la barrera gracias a la piedra y el hilo. Para cuando casi llegaran a culminar un cuarto del camino, es decir de la periferia del pueblo, la pequeña pareció avistar algo. Sin mediar palabra, corrió alejándose un poco de los chicos, pero no demasiado. Casi que derrapó con su poco ostentoso calzado, frenando a poca distancia de un arbusto bastante frondoso.
—¡Aqui hay algo! —Anunció señalando con el índice de su diestra. —¡MIRAD!
El titiritero dejó el hilo en el suelo, y se dirigió sin preámbulos hacia donde estaba la pequeña. Había soltado el hilo, pues no iba a tener alcance hasta aquél punto. Para cuando le echasen un ojo a lo que decía la pequeña, podrían ver que se trataba de un típico tatuaje temporal que regalaban en numerosos chicles y bolsas de patatas. Era obvio que no era lo que buscaban.
—Eso no es... mejor sigamos buscando.
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La tarea de rastrillaje ciertamente no despertaba ninguna pasión en Moguko, no tenía mucha madera de detective en aquel punto de su vida. Era una mujer un poco más dada a la labor, ya sea liquidar una persona o sanarla, pero rastrearla era otra cosa que no le llamaba mucho la atención. Y esos dichosos sellos no eran una excepción.
Su antítesis sería la niña que los acompañaba o que ellos acompañaban mejor dicho, la aventura era suya a fin de cuentas. Esta llamaría a la dupla cuando se encontraría con un sospechoso matorral que parecía contener algo escondido.
—¿Será posible...?
Susurró por lo bajo la kunoichi con la esperanza de dar con una prueba lo suficientemente tangible como para llevarla al escritorio.
—Oh...
Tamaña fue su decepción al ver que solamente se trataba de una chuchería de golosinas.
—Al menos es interesante... supongo... ¿no?
Trataba de verle el lado bueno a la situación. Pero lo que decía el marionetista era cierto, había que renovar la búsqueda.
—No puedo evitar pensar que nos faltan herramientas para este trabajo, Yuuma... pero bueno.
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La decepción fue grande para todos, pero al final no tenían más opción que seguir con el trabajo. Por tedioso que fuese, alguien había de hacerlo. Y ya que estaban allí, ahorraban a quien tomase la próxima misión relacionada con éste tema el buscar los sellos. Claro, si es que los encontraban.
—¡Pues vaya rollo! —Se quejó también la pequeña.
Pero el titiritero tenía bien claro la labor que habían venido a hacer. Así pues, continuó el camino tras recuperar el hilo, y volver a hacer presión con la piedra hacia la barrera. El método era sencillo, pero quizás le distraía un poco de la auténtica labor: Buscar los sellos. Pero por otro lado, también podían ir calculando la distancia general desde la barrera hasta el pueblo. En realidad, estaban recabando bastante información.
Pasado un rato en que los tres continuaron caminando, el trío se topó con que prácticamente estaban al lado contrario de Nokoto. Prácticamente se podía identificar por una sencilla razón, justo toparon con otra entrada hasta el mismo. Allí habían un par de ancianas sentadas en unas butacas, casi a mitad de la calzada, aunque evidentemente dentro de la cárcel que la barrera conformaba. Éstas vestían ropajes bastante anticuados, o quizás más enfocados a labores agrestes. Entablaban una conversación entre ellas, como si hubiesen terminado el jornal y ahora intercambiasen rumores o ideas.
—Casi parece como que no supieran sobre la barrera... —Comentó el marionetista.
»¿Seguimos?. Ya nos falta solo la mitad.
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