Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
5/07/2017, 14:30 (Última modificación: 11/09/2017, 17:12 por Inuzuka Nabi.)
El joven Senju llevaba un tiempo dedicándose única y exclusivamente al entrenamiento, por lo que apenas había tenido tiempo para relacionarse con otras personas que no fueran su tía Akiko y, a pesar de que su tía era su mejor amiga, no estaba demás el relacionarse con otras personas, por lo que, y siguiendo en parte los consejos de la mujer, se decidió a pedir una nueva misión que realizar.
El camino de su casa al edificio del Uzukage lo hizo con tranquilidad, con paso firme pero lento, pues tampoco tenía mucha prisa, había madrugado un poco, por lo que el calor todavía no hacía estragos en la villa, y se podía andar sin problemas.
Hmmm... Espero acabar rápido con la misión, quiero volver a los entrenamientos
Al rato, se encontraba allí, justo en el centro del puente que separaba el edificio del resto de la aldea, tratando de controlar sus nervios con ejercicios de respiración, a fin de cuentas, era la primera vez que iba a presentarse frente a la Uzukage, o al menos, es era lo que el joven peliblanco esperaba. Una vez consideró que estaba listo, continuó su marcha, adentrándose en el edificio, que conocía de veces anteriores por lo que, casi automáticamente, se dirigió hacia la recepción.
— ¡Hola, buenos días! — Saludó alegremente. — Mi nombre es Senju Riko y vengo para pedir una misión. — Explicó, con una sonrisa en el rostro, tratando de mostrar una gran amabilidad.
El edificio de la Uzukage estaba en su salsa. No había demasiada gente pero el movimiento no cesaba. Los trabajadores se movían como una colmena ordenada de abejas, se cruzaban y se esquivaban como si todos supieran donde iba cada uno. Sin embargo, todo eso para Riko era el día a día en Uzushiogakure, así que él se dirigió directamente al mostrador de secretaría a por su misión.
— ¡Hola, buenos días! —
La joven que se encontraba tras el mostrador levantó la mirada del documento que estaba leyendo tranquilamente y le devolvió una sonrisa afable al shinobi.
— Buenos días. ¿Qué puedo hacer por ti, chiquitin?
Su expresión se convirtió en una de amor maternal al ver que a quien tenía que atender era un joven genin que está lleno de energia y jovialidad.
Mi nombre es Senju Riko y vengo para pedir una misión.
— Ahora mismo, Riko-chan.
Se impulsó con los pies haciendo rodar las ruedas que sustituian las patas de la silla moviendola hasta el archivador que había en dirección opuesta al mostrador, revolviendo la larga cabellera carmesí característica de las mujeres de su clan. En un abrir y cerrar ya estaba de vuelta con un pergamino en las manos. Mientras con una mano le ofrecía el pergamino con la otra le revolvió el pelo.
— ¡Ánimo con la misión y vuelve aquí a entregarla cuando acabes!
Misión rango D. De las de toda la vida
Solicitante: Uzushiogakure Lugar: Academia de las Olas Solicitud: Con la llegada del verano y con ello el fin de la epoca de estudio, la academia se vacía. Momento perfecto para una limpieza general. Y toda ayuda es bienvenida. Acercate, pregunta por Nara Daichi y unete al escuadrón de limpieza.
Una mujer joven se encontraba al otro lado de la recepción y, sin duda alguna, parecía ser muy maja, aunque le llamó chiquitín y no le gustó demasiado, se notó que no lo hizo con mala intención por lo que se limitó a presentarse, esperando que le diera instrucciones de como llegar al despacho de la Uzukage, pero, en vez de eso, se limitó a dirigirse a un archivador que tenía allí y buscar algo.
No me puedo creer que no vaya a conocer a Gouna-sama todavía...
El rostro del genin mostraba algo de decepción, pero, en el fondo, entendía que podía estar demasiado ocupada como para tener que lidiar con temas tan banales como asignar una misión de rango D.
— ¡Ánimo con la misión y vuelve aquí a entregarla cuando acabes!
La recepcionista le tendió un pergamino y rápidamente, el Senju lo agarró, e hizo una ligera reverencia.
— ¡Muchas gracias! — Se despidió el joven, y empezó su camino hacia el exterior mientras abría el pergamino, con ansias de saber qué tipo de misión le asignarían, aunque siendo de rango D, no esperaba gran cosa.
— ...únete al escuadrón de limpieza... No me lo puedo creer... — Con un gesto de resignación, acompañado de un fuerte resoplido se dirigió hacia la academia, lo más rápido que pudo.
...
Una vez llegó a la academia, los recuerdos le inundaron, hacía ya un tiempo que había salido de allí, y no había vuelto a pisarla desde entonces, al menos, no era todo malo. Entró al edificio y buscó a alguien a quien poder preguntarle por el hombre que ponía en el pergamino.
— Eh... Hola, soy Senju Riko, y estoy buscando a Nara Daichi, ¿podría decirme donde se encuentra? — Preguntó el peliblanco a un hombre que vio, rezando porque él fuera Daichi, y ahorrarse la búsqueda.
El bueno de Riko seguramente esperaba una misión de rango D fácil y sencilla, que en un par de horas y trabajo leve o nulo se resolviera sola. Pero no todas las misiones podían ser coser y cantar, algunas tenían que ser limpiar y cantar.
A pesar de su decepción, nuestro protagonista siguió su camino hacia la academia shinobi. Donde la primera persona que vio fue un hombre detrás de otro mostrador, hoy era día de mostradores.
Riko le preguntó por Daichi y aquel hombre soltó un largo suspiro, como si solo el hecho de responderle ya le pareciese excesivamente extenuante. Tras aquel dramatico gesto le contestó:
— Está en los baños, supongo que sabrás donde están.
Ni siquiera hizo ademán de intentar señalarle por donde era. Ya supuso que Riko sabría donde estaba, por lo de haber estudiado allí durante años.
El hombre al que el peliblanco se dirigió, no parecía estar de muy buen humor, o eso, o simplemente era completamente vago, pues, ante el hecho de tener que responder a una sencilla pregunta, parecía que le estaba pidiendo su mayor esfuerzo, por lo que el semblante de Riko cambió por completo, de una cara amable a, de repente, mostrar gran indiferencia por aquel hombre.
— Está en los baños, supongo que sabrás donde están.
El Senju asintió, y ante la falta de ganas del hombre por ayudarle, ni si quiera le respondió con un gracias, a fin y al cabo, no se lo merecía, por lo que dio media vuelta y se dirigió hacia los baños del edificio, que, a pesar de llevar un largo tiempo sin pisar, aún conocía como la palma de su mano.
Cuando llegó a los baños, el genin abrió la puerta y, desde ahí, con un solo pie dentro del lugar preguntó.
— Busco a Nara Daichi, ¿está aquí? — Preguntó el muchacho alzando la voz para que se le escuchase claramente.
16/07/2017, 17:09 (Última modificación: 18/07/2017, 14:53 por Inuzuka Nabi.)
Cuando Riko entró en los baños una imagen poco agradable al igual que un olor igual de bueno que la imagen se le colaron por el sentido de la vista y olfato. Un hombre de cabello azabache y de piel morena refrotaba el interior de un orinal con algo que nuestro shinobi protagonista no alcanzaba a ver.
El señor en cuestión iba a pecho desnudo con unos pantalones y nada más que un delantal de plastico para protegerse de los productos de limpieza. El verdadero horror de la escena venía del suelo, amarillento por la orina seca que llevaba ahí unos días y unas lineas marrones que se repartían por las paredes y rebosaban... optimismo en forma de olor poderoso.
La cara de asco del pobre hombre era un poema. Dicho poema se transformó en una alegre sonata al ver al joven al que iba a endosar la limpieza.
— Busco a Nara Daichi, ¿está aquí? —
— Oh sí, oh, sí que estoy.
Su voz era tan grave como la situación en la que se encontraba. Se levantó de golpe, pues tenía que arrodillarse para llegar a los orinales.
— Menos mal, ya había tenido que ponerme yo a empezar el trabajo. Necesitamos esto limpio para mañana. Aquí tienes el equipo y allí tienes hasta el último producto de limpieza que necesitas. Ah, eh, la única ventana de la estancia ya está abierta de par en par y la puerta tiene que permanecer cerrada porque hay más gente por aquí preparando el evento y no queremos que se mueran de la peste.
Riko no podría ni soltar una palabra antes de heredar el delantal, que ahora tenía puesto él y el cepillo del tamaño de su mano que le había cedido amablemente Daichi. Si echaba un vistazo a la ventana vería que no ponerle el diminutivo y llamarla ventanita era en sí mismo una exageración. Apenas podría sacar su cabeza por ella, podría dejarla abierta toda la semana y el olor no se iría del todo.
— En un rato te traeran la cosa esa para limpiar el suelo, de mientras ves limpiando los orinales, que están bonitos tambien. ¿Alguna duda?
Sin duda alguna, la escena que se encontró nada más abrir la puerta del lugar era propia de cualquiera de las peores pesadillas que podía imaginar, y lo peor de todo, era que, debido a que tenía la obligación, iba a quedarse en aquel lugar por un largo rato hasta que todo aquello pareciera un baño de personas, y no uno más propio de animales sin sentido del olfato.
— Oh sí, oh, sí que estoy. Menos mal, ya había tenido que ponerme yo a empezar el trabajo. Necesitamos esto limpio para mañana. Aquí tienes el equipo y allí tienes hasta el último producto de limpieza que necesitas. Ah, eh, la única ventana de la estancia ya está abierta de par en par y la puerta tiene que permanecer cerrada porque hay más gente por aquí preparando el evento y no queremos que se mueran de la peste. En un rato te traeran la cosa esa para limpiar el suelo, de mientras ves limpiando los orinales, que están bonitos tambien. ¿Alguna duda?
El hombre, de pelo negro y tez morena parecía llevar esperándole por un rato, y desde luego, se notaba que tenía ganas de endosar aquel trabajo a alguien más, por lo que, en cuanto el peliblanco apareció, su rostro se iluminó como probablemente nunca lo hubiera hecho y, sin dejar al Senju hablar, le colocó toda la indumentaria necesaria.
— Eh... ¿tengo que limpiar todo esto yo solo? — Era una pregunta inocente, pero realmente era mucho trabajo para una sola persona.
De repente, y precedido de unos pasos que anunciaron su llegada, un hombre apareció en el lugar, y Riko solo podía rezar para que aquella persona estuviera allí para ayudarlo.
Nara Daichi no hizo nada más que reirse amablemente ante la inocente pregunta del genin.
— Pues claro, chaval, de eso van las misiones de rango D. Cuando yo tenía tu edad, una misión de rango D podía tenerte dos días limpiando como un condenado para unos miseros 100 ryos. Recuerdo una vez que...
De repente la puerta se abrió de par en par y un hombre notablemente más joven que Daichi tuvo que recular un par de pasos ante el poderoso tufo que desprendía el cuarto de lavabos. Se tapo la nariz con la mano haciendo su voz comicamente más aguda.
— Daichi-sama, necesitamos refuerzos con la preparación del ala este.
Daichi solo asintió un poco decepcionado por el poco aguante de su camarada al pestazo infernal a orín. Finalmente, le dio una palmada a Riko en la espalda antes de dirigirse a la puerta.
— Bueno, chico, no te preocupes, me pasaré cuando acabemos con lo demás por si necesitas más ayuda.
Y se marchó, dejando a Riko a solas con su pensamiento, el olor, los productos de limpieza, el cepillo y un cubo con agua espumosa. Ah, y con toda la mierda pegada por las paredes, el suelo y los orinales.
Al parecer, para aquel hombre, limpiar aquel desastre era una misión de lo más normal del mundo, incluso se dispuso a contarle alguna batallita de cuando él era joven y tenía que realizar él mismo aquellas tareas pero, por suerte, otro hombre hizo acto de presencia, llamando de atención de Daichi, pero al entrar, el olor del lugar le hizo retroceder un poco.
— Daichi-sama, necesitamos refuerzos con la preparación del ala este.
Ante este nuevo acontecimiento, el Nara se despidió de Riko, dejándolo completamente solo en aquel lugar lleno de inmundicia y con un olor difícilmente aguantable. El Senju echó un ligero vistazo a todo aquello, con cara de pocos amigos y, una arcada le recorrió la garganta, llegando prácticamente a la boca, pero fue capaz de retenerla y tragar con todo el acopio de su fuerza de voluntad.
— Solo me faltaba añadir yo más cosas que limpiar. — Y rápidamente echó mano de los utensilios de limpieza, y tras dudar ligeramente, llegó a la conclusión de lo mejor sería empezar a limpiar las paredes, así que se puso manos a la obra, no sin refrenar alguna que otra arcada más.
El bueno de Riko no hizo otra cosa que apechugar con su misión, como debería hacer cualquier genin en su situación, mirar hacia delante intentando no dejarte el estomago por el camino. Tenía la voluntad de acero propia de un Senju, la valentía propia de un Uzushiogakureño y la paciencia del soldado. Todo ello junto le permitió coger el cepillo y empezar a frotar.
Con cada frotada se iba un poco más de mierda y sus ropas se llenaban de un poco más de mierda, a veces la propia suciedad parecía ser un simbionte en busca de un nuevo huesped del que vivir. El tiempo y el esfuerzo le otorgaron un premio digno de los dioses, su primera pared limpia. Ahora solo le quedaban otras tres paredes, el techo, el suelo, los retretes, las puertas y todas las tuberías.
Todo parecía ir normalmente para nuestro trabajador genin, hasta que...
— Ko... Kokoooo!
Plaf, plonk.
El primer sonido vino de la ventanita abierta que había en la parte superior de una de las paredes y el segundo de uno de los retretes que tienen puerta, Riko, gracias a su agudeza visual de shinobi vería entre ambos sonidos como una mancha con plumas cruzaba del primer sitio al segundo, originando ambas onomatopeyas.
Si Riko abría la puerta de dicho inodoro, esperemos que teniendo cuidado con la cantidad inhumana de manchas que decoraban la misma, podría contemplar el proyectil que había entrado por la ventanita. Una paloma. Más bien una cria de paloma por el tamaño y aspecto. El ave estaba un poco... confusa, perdida... Porque estaba picoteando lo que con un 90% de seguridad parecía una boñiga seca.
A cada instante que pasaba en aquel baño perdía un poco el sentido del olfato y, aunque sonara raro, se iba acostumbrando a estar allí, aunque era inevitable que una arcada se le asomara cada vez que algo de la mierda de la pared se le pegaba en la ropa, que sería mejor que tirara después de aquello. Tras no poco tiempo, y mucho esfuerzo, Riko contempló la pared que ya había conseguido limpiar, orgulloso del trabajo que había hecho, ahora solo le quedaba... repetir 5 ó 6 veces más el mismo trabajo.
— Esto va a acabar conmigo... — Y, tras pensarlo un poco, volvió a coger el cepillo, dispuesto a dejar la pared como los chorros del oro.
— Ko... Kokoooo!
El sonido sobresaltó al peliblanco que, de inmediato, se volteó hacia el lugar del que provino el sonido, y, con algo de esfuerzo, pudo llegar a ver como una especie de pájaro entraba por la ventana que estaba abierta para tratar de airear el lugar y caía en uno de los inodoros.
— Joder... ¿y ahora qué?
El Senju se dirigió hacia la puerta tras la que había caído el animal y, con sumo cuidado, la abrió tratando de evitar que el pájaro se pusiera a revolotear por todo el baño ensuciando de nuevo la pared que tanto le había costado limpiar. Para su sorpresa, el pájaro se trataba de una paloma, aunque más pequeña, por lo que supuso que sería una cría, y al parecer estaba hambrienta, puesto que estaba picoteando un trozo de mierda seca.
— ¿Qué haces tu aquí? ¿Te has perdido? — Preguntó Riko, a sabiendas de que no recibiría respuesta alguna, pero lo dijo en un tono sumamente tranquilo, tratando de no alterar a la paloma mientras se acuclillaba para tratar de atraparla.
La paloma se recompuso a su manera y en dos saltitos de paloma se posó con sus patas sobre el borde del inodoro, justo frente a Riko. Movió la cabeza lateralmente como si estuviese pensando algo y miró al genin, despues a la ventanita. Entonces abrió las alas y voló, calcula mal o algo no le sentó bien del vuelo porque se dio contra el techo y cayó directa al suelo, por suerte, estaba tan sucio que la propia basura amortiguó el golpe.
Tras la contusión se quedó con las alas abiertas tumbada sobre el pie de Riko, hizo un sonido como de arcada y vomitó sobre la sandalia del shinobi. El vomito era mucho liquido y lo que parecía un par de trozos de gusano que aún se movían. La paloma, tal vez por instinto de supervivencia, volvió a alzar el vuelo, esta vez con más cuidado se chocó un par de veces contra la pared de alrededor de su escotilla de escape antes de salir por ella dando tumbos.
Dejando a Riko con la necesidad de ir al baño a limpiarse... ah, no, si el baño era el que necesitaba limpiarse.
Aquella paloma, definitivamente estaba algo desorientada, no sabía muy bien que hacía allí y mucho menos que hacía el peliblanco acuclillado delante suya tratando de agarrarla, por lo que, sin pensarlo mucho, dio un par de saltitos colocándose encima del inodoro, sucio como el resto, y rápidamente alzo el vuelo tratando de salir por la misma ventana por la que había entrado, al fin y al cabo era la única que había.
El animal no debía de ser muy diestro con el vuelo todavía, pues calculó mal y terminó estampándose en el techo, provocando una ligera risa en el genin. El pájaro, se quedó tumbado, como conmocionado, sobre el pie del Senju que rápidamente trató de ayudar al pobre animal.
— Venga vamos que te ayu... — Pero se vio frenado cuando escuchó como la paloma tenía una especie de arcada y, seguidamente, vomitaba en su pie. — ¡VENGA HOMBRE! ¡ESTO ES UNA BROMA YA! — Y, como si nada hubiera pasado, el pájaro echó a volar, saliendo esta vez del baño por la ventana.
El peliblanco se quedó allí unos instantes, parado, pensando en lo que acababa de pensar y tratando de averiguar que había hecho que fuera tan malo como para merecer aquello y, una vez llegó a la conclusión de que todo aquello no era más que una misión que tenía que cumplir y ya está, volvió sobre sus pasos, y, quitándose la sandalia que la paloma había vomitado, la limpió lo mejor que pudo, aguantando a la pata coja para no pisar aquel suelo de mierda.
— A ver qué más me pasa hoy... — Resopló el muchacho una vez había limpiado la sandalia y su pie, y se disponía a continuar con su trabajo de limpiador.
El tiempo en el interior de aquel lugar era incierto y los olores aún más desconcertantes, si el instinto no le fallaba, podría llevar ya una hora quitando mierda de las paredes. Y la cosa no parecía ir a variar mucho en lo que quedaba de día.
Hasta que unos suaves golpecitos en la puerta interrumpieron su rutina de frotar y frotar.
— ¿Riko-san?
La puerta se abrió lo justo para que se filtrara algo de ese aire tóxico y la chica que estaba al otro lado recibió la hostia. Dio un paso atrás desorientada tropezandose con el cubo lleno de agua que ella misma había cargado hasta ahí. Por suerte para ella, su caída no provocó que el cubo volcara ni se cayó dentro del mismo. Su culo se posó sobre el suelo abruptamente mientras tosía energicamente intentando sacar el maloliente aire de sus pulmones, pero ya era tarde.
Su melena roja carmesí se movía de un lado para otro mientras la pobre kunoichi luchaba por sobrevivir, vestida con una camiseta ancha del mismo tono que su pelo y con sus pechos aún en desarrollo envueltos en vendas bajo la misma. En las piernas solo llevaba unas mallas negras y unas sandalias shinobi. Estampado en su espalda estaba el simbolo de su clan y en su frente había una bandana como la de Riko.
A su lado había un cubo con agua espumosa y dentro de éste un cepillo pegado a un palo, seguramente era el utensilio del que le había hablado Daichi.
El reloj no parecía avanzar estando encerrado en aquel maloliente lugar, no tenía demasiado claro cuanto tiempo llevaba allí encargándose de dejar aquel lugar tan limpio que se pudiera comer en el suelo, aunque no tenía del todo claro que pudiera llegar a estar en ese estado después de haberlo visto así.
— ¿Riko-san?
Una voz, precedida de unos logeros golpes en la puerta, le interrumpieron, cuando se dio la vuelta pudo ver a una chica pelirroja, que, nada más abrir la puerta recibió el golpe de olor, que la hizo caer de culo, aunque por suerte, no tiró nada de lo que llevaba consigo.
— ¿E-Estás bien? — Preguntó el Senju acercándose a la chica y tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse. — Es difícil de aguantar el olor ¿eh? — Rió Riko amargamente, esperando que aquella tortura acabara cuanto antes. — Bueno, ¿qué haces aquí? — Se interesó.