—¿Un ninja? —Hubo un dejo de preocupación en la voz de Nubu —. Pero si los ninjas de aquí son… ahm… buenos. Son de Kusa, ¿no? ¿Hay ninjas malos aquí?

Tal vez fue sin querer, pero la pregunta del niño era muy profunda.

—Ahm… Pueees…

Antes de que Ranko pudiese pensar una respuesta, Daigo llegó a una idea que complementaba la de Kazuma: no solo era Ninjutsu, era específicamente Raiton. La de la trenza reflexionó un momento. Recuerdos de sus enfrentamientos con Yota, Rōga, Kuumi y (”Suspiro…”) Mei.

”Es cierto… He peleado casi exclusivamente contra usuarios de elemento rayo. Qué curioso. Tal vez porque siempre lo he recibido y casi no lo he presenciado como un tercero…” Se imaginó entonces a una Ranko malvada, cubierta de electricidad, dando saltos usando su Hitoshin.

La kunoichi asintió.

—Vamos. Nubu-san, agárrate.

El niño se aferró a su cuello casi al instante. Ranko se acercó al borde y, con sumo cuidado, bajó por el borde mientras movía las piernas para plantar sus pies, cargados con chakra, contra la pared. Se sirvió del ninjutsu para bajar por el muro hasta el fondo. Era relativamente regular, así que no sería difícil para los genin bajar por él.

—Ahm… Pues a-a veces los ninjas… ahm, pues… —Ranko se arrodilló para que Nubu se bajara de su espalda, mientras pensaba su respuesta de manera que fuese adecuada para un niño de 5 —. A veces no les… aahm… importa e-el resto de las personas… Creo.

—¿Ah?

La marca que estaba en el callejón era prácticamente idéntica a la del tejado, a diferencia del material. Al ser el suelo más sólido que un conjunto de tejas, las rupturas eran menores. Pero las quemaduras eran las mismas. Más allá, en el doblez del callejón, se alcanzaba a ver un pequeño bulto negro. Si se acercaban a él, se encontrarían con un zapato de tela, ligeramente usado, que bien podría pertenecer a una niña pequeña.

—¿Un ninja? —Hubo un dejo de preocupación en la voz de Nubu—. Pero si los ninjas de aquí son… ahm… buenos. Son de Kusa, ¿no? ¿Hay ninjas malos aquí?

—Ahm… Pues a-a veces los ninjas… ahm, pues… —Ranko se arrodilló para que Nubu se bajara de su espalda, mientras pensaba su respuesta de manera que fuese adecuada para un niño de 5 —. A veces no les… aahm… importa e-el resto de las personas… Creo.

—¿Ah? —pregunto el retoño, confuso.

—Ha sido error mío, Nubu-san; me he expresado mal —admitió el peliblanco, mostrándose serio y a la vez sereno, cordial—. Dije “ninja” por qué es lo primero que me vino a la mente; pero lo cierto es que hay otras personas además de nosotros que son capaces de usar chakra…

Como solían decir para prevenir a los novatos, no todos los ninjas van a la academia: era algo tristemente típico el que un recién graduado se confiase solo por estar enfrentando a alguien sin bandana, para que luego su oponente demostrase ser totalmente superior en cuestión de combate y uso del chakra.

—La palabra ninja hace referencia a un título, a una serie de deberes para con la aldea y de unas reglas a seguir —dijo, tratando de imprimir en sus palabras la solemnidad que veía en Juro—. Sin embargo, hay quienes tienen el mismo o más poder y no se rigen por ello; y eso les hace impredecibles, incluso peligrosos.

Sus palabras eran tranquilas y casi casuales, pero aún resulta imposible cubrir del todo lo siniestro en lo que implicaban, aquella incomoda verdad.

La pregunta del pequeño sorprendió al peliverde. ¡Por supuesto que todos los ninja en Kusagakure son buenos! Honorables, valientes y de gran corazón, todos en la aldea buscan siempre lo mejor para los suyos.

Eso le gustaría haber dicho, pero luego de que Yubiwa los traicionara, era difícil creérselo.

Mientras el chico pensaba en aquello, sus compañeros le explicaron a Nubu que no tenía por qué tratarse de un ninja, y que hay personas malas en el mundo.

Mientras tanto, ya en el callejón, Daigo notó una zapatilla tirada en el suelo. Debía ser de la niña.

—Alguien debe de haberse infiltrado —dijo, y sonrió, seguro—. No te preocupes, Nubu-chan, en Kusagakure no hay ninjas malos.

Golpeo su puño contra la palma de su mano, decidido. ¿Se había olvidado de que era una simulación?

»En cuanto encontremos a quien hizo esto, nos encargaremos de él.

Se había olvidado de que era una simulación.

Nubu no sabía cómo sentirse. Se aferró a la mano de Ranko con algo de miedo, pero sin alejarse de la curiosidad. Entendía la explicación de personas que no fueran ninja, o al menos asintió ante las palabras de Kazuma. Su rostro mostró más miedo ante la hipótesis de Daigo.

—¿Infiltrado? —su voz se notaba bastante preocupada, pero se alivió cuando el boxeador sentenció que lo atraparían. Esto pareció devolverle el espíritu a Nubu, quien asintió, medio sonriente —. ¿Crees que podremos contra él, Daigo-sensei? ¿Le harán daño a Sasayami-chan?

Ranko tomó la palabra, inspirada también por Daigo, por alguna razón.

—¡Claro que podremos, Nubu-san! Podremos ser genin, to-todavía, p-pero somos muy buenos en lo nuestro. He escuchado q-que Daigo-san tiene u-un estilo de pelea único —recordó que King Rōga le había comentado de su encuentro con los dos Kusajin —. Y Kazuma-san… ahm… —Nunca lo había visto en combate, y sólo le había visto hacer un jutsu de transformación decente una vez. ¿Qué secretos escondería? ¿Podría usar bien esa espada que llevaba? No había forma de saberlo —e-estoy segura que e-e-es muy habilidoso también.

Nubu no estaba muy convencido, pero le fue suficiente. La emoción regresaría a su expresión.

No había mucho rastro en el callejón, pero las altas paredes que lo bordeaban no tenían daños similares a los ya vistos, así que Ranko supuso que no habían escalado por ahí. El callejón doblaba una vez más y, justo antes de una tercera vuelta, verían las marcas de aquel Raiton desconocido de nuevo. En lo alto del muro había una valla de madera con una sección rota, con más marcas.

—¡Oh, allá, allá! —señaló Nubu con una mano mientras la otra apretaba la de Ranko.

—Y Kazuma-san… ahm…e-estoy segura que e-e-es muy habilidoso también.

«Cree eso porque no me ha visto pelear», pensó con humor mientras trataba de recordar alguna victoria o algo a lo que se le pudiese llamar así; pero le resultaba difícil.

Nubu señalo a la parte alta del callejón, en donde se destacaba una especie de valla rota. Kazuma saco su pequeña libreta y tomo nota de aquello, de lo raro que era que hubiesen dejado tantas pistas. Quizás fuese una huida presurosa por parte de alguien descuidado… o podía ser que fuese parte del juego, aunque le parecía demasiado elaborado.

«Interesante: o este juego es demasiado elaborado para mi entender o está sucediendo algo raro», pensó, disfrutando del sabor de la incertidumbre.

—Iré a investigar, cúbranme, por favor —pidió mientras reunía chakra en sus pies y subía por el muro, al menos lo suficiente como para conseguir echar un vistazo a través de la sección rota.

—¡Qué valiente es Kazuma-sensei! —soltó Nubu, levemente admirado.

—N-no te preocupes, Kazuma-san. Estaremos a-atentos. —aseveró Ranko, quien luego se dirigió al pequeño —. Nubu-san, ya que Kazuma-san e-echará un ojo, es nuestro deber… ahm… prestar atención a que n-no le pase nada, ¿De acuerdo?

El infante asintió enérgicamente y comenzó a buscar entre sus bolsillos. Sacó entonces un par de shuriken de cartón, similares a los que les había lanzado al verse por primera vez, y los sostuvo en ristre con tanto ímpetu como sólo un niñito podría.

—Pensé que había olvidado todos, ¡Pero tengo un par de shuriken sorpresa! Y tengo uno más en la bolsa, para extra sorpresa. —Esto último se lo susurró a la kunoichi.

Ambos alzaron la vista para no perder rastro del peliblanco. Mientras tanto, Kazuma vería, al llegar a la cima de la pared y asomarse por la cerca rota, un patio amplio, algo descuidado, con baldosas rotas y maleza por aquí y por allá. Del otro lado del patio había una construcción vieja, como si a los dueños se les hubiera olvidado su existencia. Parecía una bodega o un dojo que hubiese sido usado como una. Las ventanas altas, al nivel de un segundo piso, estaban rotas, y la entrada principal, otrora una puerta deslizable de papel, era un montón de tablones clavados toscamente.

No había forma de ver el interior desde donde estaba, pero lograba escuchar, apenas, un par de voces femeninas: una quejándose y la otra un tanto mandona. No se lograba distinguir su conversación.

La vista a través de aquel agujero le revelo una edificación que parecía abandonada desde hacía mucho, pues todo cuanto veía era lúgubre y descuidado. A punto estuvo de apartar la vista y retirarse, pero una especie de conversar anido en sus oídos. No podía distinguir palabras u origen exacto, pero si alcanzaba a diferenciar dos voces que parecían conversar. Sin duda provenían de aquel sitio, pero no sabía que podían significar.

«Veré que opinan los demás», pensó mientras descendía con lentitud tratando de no hacer ruido.

—He visto un edificio viejo, parece que abandonado —comenzó con voz baja, como si no quisiese advertir a nadie más de lo que había descubierto—. Pude escuchar un par de voces, pero no alcance a distinguir lo que decían.

Las pistas les llevaban hasta allí, y el aspecto de aquel lugar no era menos que sospechoso; aunque, ciertamente, tampoco estaba seguro de que se supone debían de encontrar.

—Entonces… Yo propongo que entremos, con mucho sigilo —planteo ante sus compañeros de misión.

Con valentía, Kazuma fue el primero en ofrecerse a investigar más allá del muro, mientras el resto se aseguraba de cubrirle las espaldas.

Antes de que Kazuma bajara, el pequeño Nubu les presentó a Ranko y a Daigo unas shuriken de papel, parecidas a las que había utilizado para atacarlos cuando se conocieron.

—Shuriken sorpresa. ¡Qué precavido! —Le felicitó en voz baja.

Pronto, su compañero decendió y se reunió con el grupo para hablar de lo que había visto y escuchado.

—Con sigilo... —repitió Daigo, consciente de que jamás le apodarían como "Daigo, el Sigiloso".

Aún así, el chico era consciente de que esa era su mejor opción.

»Sí, tienes razón —dijo, y miró al chiquillo—. ¿Crees que puedas hacerlo, Nubu-chan?

Edificio abandonado. Voces. Sigilo. Nubu asentía, nervioso, ante cada cosa que Kazuma y Daigo decían. Ranko coincidía con que debían de ser sigilosos, aunque la sugerencia de Daigo la tomó por sorpresa.

—¿¿Aaah?? ¿Por qué yo, Daigo-sensei? —el pequeño se alteró un poco.

—Bueno... E-es Nubu-san quien está siendo e-entrenado y... ahm... la misión de Yodō-san requiere a alguien pe-pequeño y rápido. ¿Es Nubu-san pequeño y rápido?

El infante pensó un momento.

—Eso... Eso creo...

—Vamos, pues.

La de la trenza se arrodilló de espaldas a él para que volviese a subir a ella. Nubu asintió y se trepó a los hombros de la kunoichi. Ranko fue a la pared y comenzó a subir por ella, tal como había hecho Kazuma. Esta vez pasó hasta el amplio patio de la construcción. Tal como había visto el peliblanco anteriormente, las ventanas estaban en lo alto y la entrada estaba tapada con madera, por lo que no había manera, al parecer, de que fuesen visto acercándose. Ranko pensó que era demasiado conveniente, tal vez como una trampa, pero ignoró tal pensamiento al recordar que era todo teatro. "¿No?"

Ranko asentiría en dirección a sus compañeros, si es que habían subido con ella, y comenzaría a caminar lentamente hasta el edificio. Conforme se acercaban, escucharían las voces con más claridad.

—¿Y mi zapato? Ya quiero irme a casa... —Una de las voces era infantil, sonaba aburrida y quejosa.

—¡Hasta que te rescaten, niña! ¿Qué parte de eso no entiendes? —La segunda voz, aunque sonaba joven todavía, parecía más molesta que la infantil.

Ranko se dirigió hacia la pared a su izquierda y, con muchísimo cuidado, comenzó a subir la pared lentamente, hasta que Nubu pudo asomarse por una ventana. Lo hizo solo por unos segundos, hasta que se agachó y casi hizo perder el equilibrio a la Kusajin. Ranko descendió y depositó a Nubu en el suelo. El niño se tapaba fuertemente la boca con las manos, como si hubiese entendido que era una misión sigilosa.

—¡Es Sasayami-chan! —dijo bajo sus manos, con una voz casi susurrada, tan baja como podía hablar un niño. Estaba casi tan asustado como emocionado —. ¡Hay una mujer pequeñita que la tiene atrapada en una jaula!

—¡Es Sasayami-chan! —dijo bajo sus manos, con una voz casi susurrada, tan baja como podía hablar un niño. Estaba casi tan asustado como emocionado —. ¡Hay una mujer pequeñita que la tiene atrapada en una jaula!

—Ya veo… —dijo Kazuma, pensativo—. Si no queremos que esto se convierta en una situación de rehenes, debemos ser rápidos y contundentes.

Se tomó unos instantes para proponer el dividirse en dos; un grupo entraría por el frente y actuaría como distracción, mientras que el otro se escabulliría y rescataría a la muchacha. En teoría, era un plan sencillo; pero su eficacia dependería de como pudiesen reaccionar ante lo inesperado.

—¿Qué les parece? —pregunto al final.

Apenas se acercaron lo suficiente, Nubu reconoció que una de las voces pertenecía a Sasayami, la niña a la que tenían que rescatar.

Kazuma fue el primero en pensar en un plan, uno mucho mejor que el que habría ofrecido Daigo, quien ya estaba pensando en entrar allí al más puro estilo kusajin.

—Sí, creo que es una buena idea —dijo—. Sagisō-chan y yo podemos ser la distracción. ¿Les parece bien?

La idea de Kazuma fue aceptada unánimemente. Inclusive Nubu entendía que sería buena idea. Parecía que el ver las marcas de rayos le había infundido algo de miedo, y ya no quería lanzarse con un ataque sorpresa. Daigo la llevó más allá, sugiriendo que fuesen él y Ranko quienes distrajeran a la secuestradora mientras Kazuma y Nubu se escabullían para sacar a la secuestrada.

”Oh, excelente. ¡Serán patadas y puños contra los villanos! ¡Y mientras Nubu-san estará fuera de peligro junto con Kazuma-san!” pensó la kunoichi, emocionada. Asintió una vez enérgicamente.

—Suena muy bien. Kazuma-san y Nubu-san de-deberían buscar u-una ventana por detrás… S-si entramos como distracción por delante, creo… creo que será mejor p-por dos frentes.

Si se fijaban en la entrada, aquellos tablones se notaban viejos y no muy resistentes. Tal vez no podrían zafarlos del marco, pero posiblemente podrían romperlos sin tanta dificultad.

—Excelente —correspondió Kazuma—. Entonces, pongámonos en marcha, Nubu-san: busquemos una ventana o algo.

Solo era cuestión de moverse y esperar a que Ranko y Daigo entrasen haciendo el mayor alboroto posible. De esa manera él y su pequeño compañero podrían entrar y extraer a la chica con el mínimo de problemas.

Con un plan en mente, todos los miembros del equipo empezaron a tomar sus posiciones: Daigo y Ranko podrían tirar la entrada, mientras Kazuma y Nubu buscaban alguna manera de colarse por detrás.

El peliverde se acercó a la entrada, que parecía lo suficientemente débil como para ser rota con facilidad.

—¿A la de tres, Sagisō-chan? —chocó sus puños entre sí, creando unos guantes de chakra alrededor de ellos—. Uno, dos...

Si Ranko estaba de acuerdo, Daigo lanzaría su puño contra la puerta al llegar a tres, intentando poder coordinarse con ella para golpear a la vez.

—¡TRES!

El niño fue a con el peliblanco y tomó su mano con fuerza. Asintió, con su corazoncito latiendo rápido. Si ambos aprovechaban la conmoción y escalaban, verían que había ventanas similares a la misma altura a ambos lados y detrás del edificio.

Después de que Kazuma y Nubu se apartaran un poco y se alistaran para infiltrarse, Ranko se colocó al lado de Daigo, en posición para combatir contra lo que sea que estuviese del otro lado de la puerta. Asintió en dirección al boxeador, preparada.

”Uno, dos…”

—¡TRES! —diría al unísono con el peliverde.

Entonces, un puñetazo y una patada impactarían contra la vieja madera que bloqueaba la entrada. Los tablones cedieron con facilidad ante la fuerza de los shinobi, y los tablones del centro volaron hacia el interior del edificio. El hueco era suficientemente amplio para que entraran.

Había una amplia área dentro, con algunos cachivaches como sillas, mesas y palos rotos movidos hacia los bordes de la estancia. En el otro lado del lugar, frente a Daigo y Ranko, había una jaula hecha de bambú, firmemente atada y asegurada al suelo y a un pilar. Dentro de la jaula había una niña con cola de caballo, quien tenía más cara de aburrida y hastiada que de temerosa. Le hacía falta un zapato.

Había otra persona dentro. Se giró hacia los recién llegados apenas rompieron la puerta. Era una mujer de baja estatura y cabello rojo intenso, peinado en dos coletas cortas que terminaban en picos, como si le hubiesen puesto fijador en demasía. Sus ojos miel claro resaltaban contra el maquillaje negro de su rostro, el cual rodeaba sus orbes cual antifaz y bajaba por sus mejillas como lágrimas. Vestía lo que parecía haber sido un kimono amarillo, pero rasgado y cortado para quitarle las mangas y dejar la parte inferior a la altura de la rodilla. Tenía pulseras y un collar de gruesas cuentas rojas. Soltó un “al fin” antes de tomar una pose amenazante, con las manos a la cadera y las piernas firmemente plantadas.

—¡Oooh jojojojo! —La risa de la chica resonó en todo el edificio. Su voz era aguda, pero intentaba hacerla más grave, como actuada —. ¡Se dignan a venir al rescate de esta pequeña! ¡Bien! ¡Espero hayan traído el dinero que pedí! ¡De lo contrario, Kitora barrerá el suelo con ustedes! ¡Oooh jojojojo!

Ranko no recordaba nada sobre ningún dinero, pero no le prestó mucha atención. Tal vez si hubiese sido otra persona maquillada y disfrazada, tal vez no la habría reconocido, pero al ser una persona con quien había compartido el mundo por la misma cantidad exacta de tiempo, no le costó mucho identificarla.

—¿Kuumi? —susurró.