Tras dos semanas de descanso, llegó el momento de la segunda ronda del torneo. Por primera vez en mucho tiempo, los perdedores de las sucesivas rondas se enfrentaban de nuevo para tratar de asegurar un puesto en el ránking final. Así pues, junto a las semifinales, a las que se le daba prioridad en el tiempo, se encontraban también las revanchas.

Los participantes, en silencio, fueron agrupados fuera del estadio en las dos categorías previstas, y diseminados en el interior del edificio en pequeños camerinos, en los que sólo se les proporcionaría una botella de agua para refrescarse, ante las quejas de algunos participantes que habían oído de sus compañeros murmullos sobre quicos, cacahuetes y otros aperitivos solo presentes para algunos. El protocolo ya estaba claro desde la última vez, de modo que los guardias se ahorraron las explicaciones y el proceso fue bastante más ágil.

Una vez tras otra, las dos puertas inferiores, frente a frente, se abrieron. Y una vez tras otra, de una de ellas salió un ganador... y de la contraria un perdedor.

Recordemos el ring de combate: una plataforma circular, de madera, de treinta metros de diámetro. Lo suficientemente espaciosa como para que los participantes luchasen a gusto sin herir al público, que estaba separado del ring por siete metros de césped y una baranda metálica.

Nadie había venido a expulsarme por lo sucedido en el combate anterior, por lo que, igual que los demás, fui llamado el día de la segunda ronda. Igual que la ultima vez, esperé en la sala hasta que fui llamado por el samurai.

¿Quién sería mi rival? No lo iba a saber tan rápido. Otra vez, pise el campo de batalla el primero. Como la ultima vez, salude a los Kages con una reverencia y luego al publico. Me importaba poco lo pensasen de mi.

Lo había meditado bien. Había hablado de ello con Datsue. Esto era un torneo para mostrar nuestras fuerzas antes los kages y los señores feudales. ¿Era culpa mia que mi rival no fuese capaz de soportar mi fuerza?

Tal vez me había pasado, si. Pero le había golpeado en el protector, que irónicamente no le había protegido, y ademas, con la parte roma de la espada. Si hubiese querido hacerle daño, le habría golpeado con el filo, y no hubiese apuntando al protector.

Puse la mano sobre el mango de Tsubame. Ya no me temblaba como cuando había salido de allí la ultima vez. No había mas dudas, si mi rival no era lo suficiente fuerte para aguantar mis golpes, que se diera la vuelta, y se escondiera de nuevo en la sala de espera.

Ademas, si no se montaba un espectáculo como la entrada de Kazuma, este seria el duelo perfecto para que brillase el filo de mi espada. Era el momento para atraer nuevos clientes.

Las malas lenguas hablaban mucho, y por ellas, Hana se había enterado de que algunos camerinos habían tenido aperitivos y que la administración del torneo iba a hacer algo al respecto. La genin había esperado que ahora pusiesen aperitivos en todos los camerinos en vez de lo que hicieron, que fue quitarselos a todos.

No había realmente perdido nada, pero ya entró en la arena con mal sabor de boca. Solo entrar buscó con la mirada la grada de Uzushiogakure para hacer una marcada reverencia como siempre y marchar a su sitio.

Entonces lo vio. En el otro lado del ring. Con todas sus katanas y todos los recuerdos de los craneos partidos le vinieron a Hana a la mente. Esbozó de inmediato una sonrisa nerviosa. Reiji no le haría lo mismo que a un kusajin.

"Claro que no, somos compañeros, somos uzujin, somos buena gente, no me abrirá la cabeza con esa pedazo de katana."

Tragó saliva y saludó con un pequeño gesto con la mano.

— H-hey.

Estaba tensa, pendiente a cada pequeño movimiento de Reiji por si se le lanzaba al cuello de buenas a primeras. Aún les separaban unos buenos seis metros, así que no podía abrirle la cabeza. ¿O sí?

No pasó mucho tiempo hasta que, por el otro lado de la puerta, aparecio mio oponente. Ni más ni menos que Hana, la otra uzujin que estaba entre los ganadores.

Era una putada que nos vieramos tan pronto y no en la final. Solo había una posibilidad entre tres de que esto pasase, y había pasado. Cosas del destino. Pero bueno, entonces solo teníamos que pelear como si fuese la final.

— H-hey.

Saludó con visibles nervios la kunoochi. Los rumores hacían mucho daño, pero también podian resultar beneficiosos. ¿Querían verme como el rompecraneos, como había dicho shukaku? Que lo hicieran. Si el enemigo te tenia miedo, ya habia media batalla ganada.

Había sido un accidente, y no me habían expulsado del torneo. Si los demás querían pensar otra cosa, allá ellos.

Mi saludo fue desenvainar la espada y ponerme en posición de combate. Habíamos venido a pelear, a ganar, a mostrarles nuestra fuerza a los kages y a los señores feudales.

—Si tienes miedo, sera mejor que des la vuelta y regreses por donde has venido.

Si quería retirarse por temor a sufrir el mismo destino que Kazuma, ese era el momento. No pretendía que terminase igual, ni siquiera queria herirla de gravedad, a Hana la conocía,no me caía mal y éramos compañeros, pero había que aprovecharse del miedo.

Además, como ella misma había dicho mientras tomábamos el té, si sus capacidades no eran las suficientes para aguantar mis golpes, lo mejor sería que se retirase en ese momento.

—Pienso pelear como si fuese una final entre nosotros dos.

—Si tienes miedo, sera mejor que des la vuelta y regreses por donde has venido.

Hana frunció el ceño ante la reacción de Reiji. ¡Podía al menos saludar antes de ponerse gallito! Una cosa era partir craneos y otra muy diferente perder la educación uzujin, emblemática de la villa. Ni siquiera había hecho el sello de la confrontación y ya estaba sacando la katana.

— ¡No me voy a rendir todavía! Pero podrías tener algo de educación.

No pudo reprimirselo porque Reiji estaba siendo demasiado descarado. Sin perder más el tiempo, le daría lo que estaba buscando, dolor y sufrimiento. Se llevó la mano al portaobjetos y sacó una pequeña esfera que lanzó directamente a los pies de su contrincante para, acto seguido, taparse los oídos. Gracias a su desenvaino rápido, ahora tenía una mano ocupada, así que la bomba sonora tendría su efecto sí o sí.

Entonces, Hana haría una serie de tres sellos para después expeler al aire una gran cantidad de lava candente. Dicha lava, llovería en linea recta desde su posición hasta donde estaba el herrero.

Tras ejecutar su técnica, la rubia se prepararía para retroceder ante un posible contraataque.

— ¡No me voy a rendir todavía! Pero podrías tener algo de educación.

Eso ya me lo reprocharia también mi madre después, pero Hana no era mi madre. Y no era momento de ponerse a darle vueltas al asunto de la falta de educación. Los guerreros, en el campo de batalla, se hablan con sus golpes, no con educación.

No había tiempo que perder, pues Hana parecía haberlo entendido a la perfección pese a sus palabras. Se llevó su mano al porta objetos para sacar algo y yo me prepara para lo que pudiese ser. Quizás un Kunai, o un shuriken.

No fue así. Saco una pequeña esfera que quiso arrojar contra mi. Quizás una bomba de humo, quizás una explosiva. No importaba, el gesto de alzar la mano para arrojarlo contra mí fue lo que dió la señal de salida para mí.

Un sello. Solo hacía falta uno, y eso si podía hacerlo. Datsue lo había dicho: posición cuerpo a cuerpo era lo que me daba ventaja, así que, sin importar que fuera lo que arrojara Hana, yo tenia que moverme hasta su posición.

El objeto viajaría hacia donde estaba yo anteriormente, pero yo estaría viajando a toda velocidad, en diagonal, para situarme a la izquierda de Hana.

Una vez allí, no importaba lo que fuese ese objeto. Una bomba de luz, una bomba de humo o una explosión. No tendría forma de cubrirme, por que la mano que sujetaba la espada, estaría viajando en busca de atravesar el muslo de Hana.

Un corte quizás hubiese sido demasiado, una espada como Tsubame seria capaz de cortarle la pierna, y no era mi intención, ni de lejos, cercenarle una extremidad a un compañero. Aunque hubiese sido perfecto para mostrar el poder de corte de las espadas de los Sasaki.

Bastaría con una herida que, una vez sanada, le permitiría volver a caminar con total normalidad. Eso si, probablemente le quedase una cicatriz.

Reiji no dudó y se lanzó a por Hana aún habiendo visto la esfera que le había lanzado, haciendo honor al dicho de que la mejor defensa es un buen ataque. Sin embargo, la física siguió haciendo su trabajo mientras el espadachin se lanzaba decidido a apuñalarle una pierna a la pobre genin y la bomba sonora estalló.

Eso provocó que la espada de Reiji no fuese tan certera como para perforar la pierna de Hana, aún dejandole un corte bastante feo. Hasta entonces, la genin había estado con los ojos cerrados y las orejas tapadas, lo cual la había salvado de la bomba sonora pero no del corte.

El dolor la hizo reaccionar de inmediato, girandose al espadachin ahora aturdido. Por inercia, tras dos semanas sin hacer nada más que practicar aquella técnica y al verle a tan corta distancia, empezó a acumular chakra en la palma de su diestra. Tras una breve demora, una esfera de color muy caracteristico apareció en su mano derecha, que ya se disponía a estampar dicha esfera en el pecho de Reiji.

Si conseguía darle, el shinobi saldría volando unos cuantos metros, lo cual le daría tiempo a Hana a rasgar una tira de la parte baja de su camiseta para poder atarsela sobre la herida. Sería entonces cuando se diese cuenta de lo fea que era esa herida, la espada de Reiji había atravesado su carne como si fuese gelatina y ahora sangraba cual cochinilla. Eso hizo que se parase un momento antes de atarse la tela y volver a centrar su atención en el combate. Ahora estaba muy jodida para intentar salir corriendo cuando Reiji se le intentase acercar, que había quedado claro que era su intención.

Tendría que tener cuidado y estar atenta a cualquier movimiento del herrero, ya que si se despistaba podría perder la otra pierna.

No fue una explosión, ni humo, tampoco fue luz. Fue una bomba sonora, y aquel sonido aberraente desestabilizó mis movimientos y no logre atravesar la pierna de Hana, pero la espada tocó la pierna, el filo corto la carne, de eso estaba seguro. Pero no tuve mas remedio que soltar el arma y llevarme las manos a las orejas, por que dolía.

Obviamente mi rival sabía lo que había utilizado y se había cubierto los odios, ademas una herida como la que le habia causado no iba a ser suficiente para detenerla, si acaso, lo realentizaria para moverse.

Por eso, pudo darse la vuelta y con una característica esfera, que cualquier uzujin conocia, cargada en su mano, golpearme directamente en el pecho y mandarme a volar.


Yo la había cagado totalmente. Me había abalanzado sin pensar, subestimando a mi oponente en cuerpo a cuerpo, y ahora me dolía todo el cuerpo. Casi me había parecido escuchar crujir algún hueso, y soporté el dolor sin desmayarme por muy poquito.

Por suerte aquello no iba a dejar cicatriz. Me levanté dolorido y mire a la dirección de Hana. había tenido tiempo de sobra para taponar el corte con un trozo de ropa. Y aún con esa herida, a mi me costaba moverme, seguramente por el golpe.

Pero ¿Debía dejar el combate en ese punto? Estaba desarmado y dolorido, esta a una distancia de unos diez metros de mi oponente, y no tenia mas tecnicas para acercarme a mi rival.

Sim embargo, aunque Tsubame había quedado cerca de Hana, a mí aun me quedaba una espada, y aunque me costara moverme no estaba incapacitado. Ademas, para sorpresa de mi oponente, podía atacar a distancia.

Tenia que actuar con la cabeza. Tenia una técnica que podría funcionar a esa distancia, pero desconocía las habilidades de mi oponente. Ella también las mias, lejos de que sabía que podía usar una espada.

Así que no me quede parado mirando a mi rival. Aunque me notaba menos ágil, corrí en su dirección atento a sus movimientos, sin desevainar mi otra espada, y mientras cargaba mi brazo izquierdo de electricidad.

Cuando hubiese recorrido unos cuatro metros, liberaría la electricidad en dirección a Hana y con forma de Agujas. Ellas eran mucho más rápidas que yo, y tenían un buen alcance si mi rival se alejaba.

Miedo. Hana tenía mucho miedo. Primero, por haberse pasado con ese Rasengan, lo había hecho tan gordo y fuerte como había podido y después de ver a Reiji salir volando claramente dolorido y ver como luchaba por levantarse de nuevo, se dio cuenta de que se había pasado. Segundo, conforme bajaba el subidón del momento, subía el ardiente dolor de su pierna, casi no podía ni moverla.

Volvió a posar su mirada en Reiji y mientras ella estaba paralizada del puro terror, él se empezaba a levantar.

"No... no puedo quedarme parada, tengo que reaccionar..." pensó una y otra vez mientras los latidos de su corazón le retumbaban en los oídos. Sin embargo, no lo hizo.

Para cuando volvió en sí, Reiji ya corría hacia ella cargando otra técnica. Rápidamente, imitó la técnica que había hecho el herrero al principio del combate, haciendo un solo sello, desplazándose inmediatamente en diagonal y quedando a unos seis metros de él. Eran pocos, demasiado pocos.

Volvió a hacer sellos tan rápido como pudo, una serie de tres. La tierra entre ambos empezaría a desgarrarse, destrozando el ring de madera y todo lo que estuviese encima en un amplia area de cuatro metros de ancho y ocho de largo. Tras eso e intentando no perder de vista a Reiji, Hana recularía a toda la velocidad que le permitía su pierna, la cual aferraba con la mano izquierda mientras jadeaba de puro dolor. Se detendría a diez metros aproximadamente, si se alejaba más, se saldría del ring, básicamente.

No podía permitirle acercarse, otro corte de esos no lo soportaría.

Contra un samurái, tal vez hubiese acertado un ataque de tan largo alcance, mas quizas por la sorpresa y el desconocimiento del ninjutsu, que por la velocidad del mismo. Pero no era tan fácil contra otro ninja. No contra alguien del nivel que había demostrado tener Hana.

En un parpadeo, Hana desapareció de la vista, lo que hizo que parase en seco a buscarla con la mirada. La localicé ya haciendo sellos a una distancia de unos seis metros de mí. No dudé. Tenia que correr hacia ella.

No había casi empezado a acelerar cuando ella termino los sellos, y vi como el suelo de madera del estadio empezaba a resquebrajarse en mi dirección.

No hui. No parecía que aquel jutsu afectase al aire, así que corrí hacia él, hacia Hana, que intentaba alejarse más, mientras acumulaba chakra en mis pies y salté por encima con todas mis fuerzas, en diagonal hacía delante, hacia donde estaba mi oponente.

El salto me hizo recordar el dolor de mis costillas, pero no podía ceder ante el dolor, por que si lo hacia, estaba perdido. Y quizás me estaba quedandon expuesto a otro ataque diferente, sin embargo...

Sin embargo durante la carrera y el salto había estado dejando que la electricidad fluyera por mi brazo izquierdo, concentrandola en la palma de la mano. Y si mi ascenso había sido mas lento y torpe por culpa de la herida provocada por el Rasengan, mi descenso hacia Hana se vería acelerado por el impulso del chidori. Claro que, eso tenia sus desventajas.

De cualquier modo, mi intención seria caer sobre ella con una palmada, el chidori era una técnica peligrosísima, y quería evitar un golpe letal a toda costa. Era una buena compañera, y aunque había intentado asustarla al principio, me caía bien.

Hana pudo observar como su compañero de villa se movía hacia ella mientras la tierra entre ellos se desgarraba y reventaba el ring. Se quedó en el sitio ante aquel acto tan irresponsable, hasta que Reiji saltó al cielo, por encima de su técnica directo hacia ella.

Un solo segundo y podría haberse comido la técnica de lleno, ¿cómo podía ser tan imprudente? Todo ¿por qué? ¡Ya estaba herido! Debería tener un mínimo de cuidado, pero no, volvía a lanzarse a por ella de la forma más alocada posible.

Hana decidió plantarse, no iba a ir a ninguna parte huyendo con una sola pierna. Si volvía a cargar contra ella volvería a darle su mejor técnica. Empezó a cargar al mismo tiempo que Reiji que caía sobre ella desde el mismísimo cielo.

Sabía que su reserva de chakra era escasa, no había hecho otra cosa que gastar y gastar durante todo el combate. Ni siquiera sabía si iba a ganar el choque y aunque lo ganase, probablemente no ganase el combate. Sin embargo, si la cuestión era dar espectaculo. ¿Qué había más impresionante que un choque de técnicas mientras uno de los combatientes cae del cielo con el ruido ensordecedor de miles de pajaros sufriendo y le recibe un orbe silencioso que representa la mejor villa de Onindo?


El choque fue tan breve como intenso. Hana se vio impulsada hacia atrás lo justo para caer al suelo de espaldas, sin saber qué había pasado exactamente. Como usuaria de Doton no había hecho un choque así en su vida. ¿Había ganado? Perder lo dudaba, aunque tal vez hubiese perdido y ahora no sentía el dolor. Lo único que sentía era mucho cansancio y unas ganas de dormir difíciles de controlar. Estaba agotada, apenas le quedaba energía para intentar ponerse en pie.

Pero no podía perder de vista a Reiji, o le atravesaría otra pierna. Se sentó, apoyando las manos en el suelo y buscando a su contrincante con la mirada. Si, como todo el combate había hecho, volvía a venir corriendo hacia ella, no le quedarían más opciones que rendirse. Podría sacar su kodachi y defenderse un poco, pero algo le decía que eso no era buena idea.

Con el brazo envuelto en el característico color azul de las técnicas de Raiton, caí del cielo sobre Hana. No podía verla con claridad devido a la velocidad, pero su figura borrosa me plantaba cara.

Y lo sentí. Mi chidori choco contra la técnica insignia de Uzushiogakure. Fue breve, pero intenso. Ambas eran dos técnicas poderosas, pero para mi desgracia, y al mismo tiempo mi orgullo, la técnica de Uzushiogakure era mas poderosa.

Volví a salir despedido unos metros de distancia de mi oponente. Esta vez, no había sido tan doloroso, pero aun sentía el dolor en el pecho del primer rasengan. Hanabi podía estar orgulloso de Hana. Yo lo estaba.

Puede que, por forma de ser no pensará en rendirme, pero desde luego, tras ese choque, moralmente, Hana había ganado. Me levanté de nuevo con una mano apoyada donde me había golpeado la primera esfera y busqué con la mirada a mi rival.

Ella estaba sentada y me miraba fijamente. Aquel choque había sido digno de una final, así que le dediqué una sonrisa a lo lejos. Es lo que le había pedido desde el principio, y me lo había dado.

Pero el combate no había terminado. Si aquello era como una final, había que ir con todo. Así que de nuevo, volví a moverme en dirección a Hana, esta vez, si que lleve mi diestra a la empuñadura de la espada.

—¡En pie, aún no hemos terminado!

Lo que no quería decir que fuese a esperar que se leventase. Mientras corría, desenvaine la espada mientras dejaba que un halo de electricidad relampaguease sobre el filo de Aichō.

No. No era un flujo de chakra, era la carga visible de la primera técnica de Raiton que yo mismo había preparado hacia mucho tiempo. La primera técnica que utilicé contra Kazuma.

Una técnica que, si nada me lo impedía, dejaría libre cuando estuviese a unos cuatro metros de mi oponente. Y Dado su estado, al contrario que con el último golpe de Kazuma, me contuve con la potencia.

Quizás era un error. Quizás Hana solo estaba fingiendo.

Reiji le devolvió la mirada y una sonrisa. No parecía una sonrisa macabra, de hecho, parecía bastante sincera. Tal vez Hana empezase a imaginarse cosas, o tal vez el espadachín estuviese disfrutando de su combate. Entendía un poco la sensación.

Con lo bien que lo estaba haciendo, rendirse ahora era bastante anticlimatico. Pero ¿valía la pena seguir combatiendo? Estaba realmente exhausta. Si se levantaba para seguir pelenado, ¿iba a hacer algo más que tragar ataques de Reiji? Aunque él también estaba tocado. Tal vez sí podría esquivarle el tiempo suficiente hasta estar en condiciones de contraatacar.

—¡En pie, aún no hemos terminado!

Para cuando lo dijo, Hana ya se estaba levantando. Seguir combatiendo o rendirse, ambas cosas las iba a hacer de pie. Entonces vio que Reiji ya venía a por ella y no le dio tiempo a organizar sus pensamientos, simplemente actuó. Y actuar significaba alejarse de la amenaza tan rápido como fuese posible.

En la espada de Reiji empezaron a acumularse rayos y truenos, lo cual solo apremió más a la rubia a alejarse de él. De repente, el herrero liberó la energia contenida en su espada en un corte que se dirigía a Hana, la cual al verlo, saltó hacia atrás de inmediato. Por suerte para ella, la técnica se deshizo antes de llegar hasta ella.

Ahora a seis metros de Reiji, decidió que necesitaba tiempo, tiempo en el que él no fuese capaz de cercenarle ninguna extremidad más. Sacó otra bomba de su portaobjetos y la tiró entre medias de ambos. Un denso humo ocuparía el espacio que los separaba creando un vacio en la visión de ambos.

Mi último pensamiento no se equivoco. Era una treta. Hana se había levantado, y no solo eso, con un ágil salto, había esquivado mi corte eléctrico. Un error mas a la gran lista de cosas que había hecho mal durante aquel combate.

Se había alejado un par de metros y ahora nos separaba una distancia de unos seis, Hana volvió a sacar otra esfera del portaobjetos y arrojarla entre ambos. No se había tapado las orejas, por lo que no debía ser otra bomba sonora.

Había otras opciones que yo conociese. Luz o Humo. Ambas cosas me dejarían ciego, así que di un paso atrás mientras volvía a dejar que el chakra fluyese a través de mi espeda. Si era luz solo tendría que cerrar los ojos. Pero no fue así.

Una densa capa de humo empezó a cubrirnos. Yo no vería, ella no vería. Pero había una forma. Cortarlo todo por la mitad. Por que yo no podía verla, pero ella a mi tampoco. Así que volví a hacerlo, pero esta vez sin contenerme.

Lanzaria otro corte de relampago, horizontal, a la altura del pecho, que recorrería la cortina de humo de lado a lado, y después retrocederia, en guardia, para ver que había sucedido cuando la bomba se disipase.

Estaba bordeando la bomba de humo, creyendose a salvo por la falta de visión de Reiji, lo cual le sabría amargo al recibir de lleno la descarga que había esquivado segundos antes.

— ¡Joder, Reiji! — le salió del alma al recibir tal descarga.

Dandose cuenta de su error, se llevó una mano a la boca, pero poco había que ocultar ya. Tras unos segundos aparecería por el flanco izquierdo de Reiji, bordeando la nube de humo que aunque seguía existiendo, poca ayuda le iba a aportar estando ambos en el mismo lado. Llevaba la katana desenvainada en la diestra, señaló a Reiji con ella y esperó a ver su reacción.