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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Cada gota de agua que cae sobre un lago produce pequeñas ondas. En eso estaban ahora. En las consecuencias directas de un acto blasfemo e imperdonable. La guerra contra el verdadero dios de Onindo, Kurama.

Ranko, Jun y Toshio se despertaron prácticamente al unísono cuando una voz empezó a hablar cerca suyo.

Kansha Sayuri. Genin de Kusagakure. Diecisiete años. Ninja médica. Elemento Futon. ¿Es todo correcto?

Cuando abriesen los ojos verían oscuridad, principalmente, y una luz bailante justo detrás de la interlocutora, que se encontraba a unos cinco metros de ellos. Se trataba de una mujer que conocían. Largo cabello rojizo con un mechón rizado en su mejilla izquierda y ojos verdes fijados en la chica con la que hablaba. Se trataba de Ruhara, la segunda al mando de Marrow. En el campo de batalla la habían visto con una túnica oscura y ahora vestía una camiseta de tirantes casi completamente embarrada y parecía acalorada, como si no hubiese parado ni un segundo. En la misma mejilla donde tenía el mechón rebelde, tenía una tirita que le cubría gran parte de ella.

Estaba sentada sobre una caja y hablaba con una chica de largos cabellos blancos que se encontraba con las manos esposadas a la espalda y atada a un pilar de tierra. El pilar era de base cuadrada y ascendía unos cuatro metros. Igual que esa chica, ellos estaban esposados y atados a un pilar. Ranko y Toshio en un pilar distinto a varios metros del otro, Jun estaba justo al lado de la chica. Aparte de ellos, habían dos chicos más, atados en lados opuestos del pilar de Ranko y Toshio. Uno miraba a Ruhara nervioso, pero sin decir nada y el otro estaba con los ojos cerrados, inconsciente o dormido, porque respiraba. Lo que había sobre sus cabezas no era el cielo, sino una lona que parecía engancharse al suelo y levantarse por los pilares.

Sí... — la chica se incorporó un poco y carraspeó, Ruhara ni se inmutó por ello. — Sí.

Su respuesta fue clara y concisa. Su mirada se clavó en Ruhara y Ruhara se la devolvió. Ninguna la apartó durante unos largos segundos antes de que su captor la bajase al pergamino que tenía entre las manos y de donde estaba leyendo la información.

Dicen que estabas tratando heridos de ambos bandos cuando te apresaron.

La cabellera blanca de Sayuri estaba completamente despeinada y en la parte más baja, que le llegaba hasta la mitad de las espalda, tenía barro, pero sobre todo, sangre seca. Sus ojos dorados seguían clavados en Ruhara, pero una mueca en su rostro dejó claro que el comentario la había molestado.

Soy médica, curo gente herida. En ninguna clase me dijeron que no curase según ideales. — le apartó la mirada al fin.

He visto algunas de las curas que has hecho. Son realmente buenas. No pareces una chica recien salida de la academia. Incluso operaste en unos minutos a un ninja de Uzu y estaba francamente mejor que una operacion de horas hecha por un médico común.

No soy buena con nada más que la medicina. Y operar es francamente sencillo cuando el paciente ya está medio abierto.

Hubo un nuevo silencio, sin contacto visual esta vez. Sayuri parecía estar dolida y Ruhara leía su pergamino.

Aquí dice que te entregaste voluntariamente después de que te dejasen acabar de tratar a un herido. ¿Estás herida o llegaste a recibir algún daño?

Sayuri volvió a alzarle la mirada. Más interesada que otra cosa.

No, no me alcanzó la bijuudama y después de eso, nadie atacó a los médicos que estaban cerca. No fui la única que intentó salvar a cuantos pudiese.

Bien, me alegro. Te seré sincera, Kansha-san. Hay muchos heridos, entre nuestras filas y prisioneros. Ya no es solo que no demos a basto con nuestros médicos, es que vienen de la batalla y necesitan un respiro, unas horas de sueño o incluso comer. ¿Nos echarías una mano? — los ojos de Ruhara brillaron con una sinceridad que era dificil de contradecir.

Parecía realmente desesperada y con una situación cuanto menos delicada. A pesar de que Sayuri no era tan inocente, tampoco tenía muchas más opciones.

Claro. Si puedo ayudar, lo haré. — dijo mientras se encogía de hombros.

Bien, me alegro. Muchas gracias. — se levantó de inmediato y le hizo una señal a alguien detrás de ella.

Al parecer, había un guardia de pie a pocos metros que era casi invisible en la oscuridad que reinaba más allá del pequeño farolillo que iluminaba a Sayuri y Ruhara.

Sueltala, devuelvele sus cosas y llevala a que coma algo. Le diré a uno de nuestros médicos que le explique un poco cómo funciona todo.

El guardia titubeó.

¿Está segura, Ruhara-sama?

Ruhara, que había dado la orden sin girarse, encaró al hombre.

No hagas esas mierdas de cuestionar ordenes que te acabó de dar y que te repetiré porque obviamente es lo que te he dicho que hagas. Pierdes mi tiempo, el suyo y el de los heridos. Sí, estoy segura. Ahora haz eso y vuelve mientras hablo con la siguiente.

Tras un breve asentimiento, eso fue lo que hizo. Sayuri no hizo ningún movimiento brusco ni nada más que acariciarse las muñecas. Siguió al guardia como se le ordenó y dedicó una sola mirada triste al resto antes de marcharse decidida. Al verla de pie, se darían cuenta de que llevaba una camisa de manga corta y unos pantalones y nada más. No tenía portaobjetos, ni botas ni un solo accesorio. Al igual que ellos, no tenían sus peinados habituales ni su vestimenta ni sus bandanas ni ningún arma. Ni dentro ni fuera de su cuerpo. Todos vestían los mismos harapos. Debajo de estos, todos habían sido tratados y vendados en consecuencia a sus heridas.

Toshio tenía una venda apretada en el pecho, donde se había clavado su propia katana. Los morados de los puñetazos que se había pegado a sí mismo tenían un tono más negruzco que morado por la iluminación. Jun tenía diversas tiritas en los cortes provocados por Marrow, así como gasas en las zonas quemadas por el chakra del Kyubi, que no eran pocas. Aún así, eso apenas le dolía, porque había un importante amasijo de dolor en su meñique, o en el vacio que había dejado, más bien.

Ranko era con diferencia la que peor estaba. Tenía todo el hombro izquierdo vendado y el brazo inmovilizado frente a ella. Era la única que tenía las manos esposadas por delante. Con la adrenalina del combate había podido aguantarlo, pero ahora sentía el dolor en el hombro. Cómo la habían penetrado practicamente al comienzo de la batalla, perforando hueso, musculo y carne sin piedad. Apenas sentía el brazo y moverlo era un sinfin de dolor. Además de su hombro, tenía golpes, cortes y quemaduras. Sus piernas estaban vendadas casi enteras y sus tobillos esposados también. A diferencia de Jun, el dolor de su pulgar ausente no ocultaba el del hombro, lo acompañaba. A veces el pinchazo de dolor venía del hombro y otras del pulgar.

Ruhara cogió la caja y la movió enfrente de Jun, después fue a por el farolillo e hizo lo mismo, colocandolo a un lado para que las iluminase a ambas. Ninguna de las dos cosas estaba al alcance de la amejin.

Nara Jun del clan Nara. Genin de Amegakure. Dieciseis años. Ninja especialista. ¿Es correcto?

Igual que había hecho con Sayuri, Ruhara alzó la mirada, buscando la de su prisionera.


http://sketchtoy.com/70870206
Pilares, la X y el triangulo son los chicos, X el nervioso y triangulo el dormido, Jun es morada, Ruhara rosa y Sayuri naranja pastel. El otro pilar Ranko verde y Toshio rojo.

Por la presente, invoco a Jun, Toshio y Ranko a esta trama. Si teneis cualquier duda, decidmelo. He intentado espaciar el info dump en el post para que no sea muy cansino e igual lo he dejado terriblemente confuso. Dejo a vuestra interpretacion todo lo que no se haya dicho, os doy los datos de que no sabeis cuanto ha pasado, teneis hambre, estais cansados y teneis sueño, os duele todo y en principio no daré numeros a menos que llegue el momento, pero contad con que no solo no estais a tope, no estais al 20%.

Ahora mismo haremos una primera ronda en que os dejaré 72 horas para que posteeis todos y os metais en situación. Después, seguiré dando 72 horas de ronda pero no me esperaré a que posteeis todos si no es necesario. Si están hablando Ruhara y Jun y postea Jun la primera, instapostearé.

Limites de tiempo: Desde mi post habrán 72 horas hasta mi próximo post. Si os tengo que saltar en mitad de la conversación, lo tomaré como que vuestro personaje se niega a contestar o se queda en silencio. Dos saltos, fuera de la trama. Si avisais con tiempo, podemos intentar arreglarlo y que simplemente pase a hablar con el siguiente y después vuelva. Sea como fuere, 72 horas, si teneis problemas avisad, somos todos colegas.
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#2
La semejante hecatombe de la batalla que habían vivido, fue mucho más de lo que Jun tenía previsto. Pensó que eran solo unos suertudos los que escaparon con vida de allí, porque no podía existir habilidad ni técnica que fuera a sacarte de tremenda matanza. Ella pensaba que lo único que podía sacarte de esa batalla era tener un buen azar. Y, conociendo su fortuna, ya sabía que ella no era una de las que iban a sobrevivir. Esos breves segundos de conciencia antes de, nuevamente, caer en batalla, le habían dejado claro que ya había pasado a mejor vida. Pasó a ser una persona más, un muerto más. Una persona que no hizo nada ni será recordada por nada, la cual solo sería olvidada en la infinita eternidad de la existencia.

Pero el destino o, mejor dicho, la voz de una mujer que tenía no tan lejos, iba a destruir todo lo anterior planteado.

«Pero, ¿qué mierda?»

Nuevamente, sus ojos se abrieron, viendo la más cruda realidad. O, bueno, intentándola ver.

«¿Así es el otro lado? Supongo que las buenas intenciones y los buenos pensamientos por si solos no te llevan a un lugar mejor ¿Tan solo con mis acciones me llevaron al inframundo? ¡Qué injusto! Bueno podría ser...»

Su pseudoestupidez mental dejaría de maquinar por tan solo un momento. No solo se dio cuenta que estaba esposada. Sino, que el dolor que sentía era insoportable. Lo sentía en todo el cuerpo, como si hubiera forzado su maquinaría a todo lo que podía y más aún. Pero tenía una sensación demasiado rara en el dedo menique de su zurda. Un pinchazo terrible que no la dejaba estar en paz con ella misma. De hecho, tal era el dolor, que casi sentía toda su mano bastante sensible. Lo peor es que, cuando intentaba mover el dedito, se daba cuenta que no funcionaba. Como si algo no estuviera ahí.

Algo no estaba ahí. Y por "algo" me refiero a su dedo.

No entendía si eso lo perdió en batalla o que mierda había pasado. Hasta donde ella recordaba, Huesitos le había dado tan solo una buena paliza. Bueno, dura, rápida y sobrada paliza. Pero, claro, haciendo el repaso se acordó de su última vez consciente. Con Marrow encima suya, con espada en mano y con un dolor inaguantable en la misma zona. No iba a investigar más en sus recuerdos, la historia se contaba sola.

Gruñó, acto de sus pensamientos, pero casi ignorando la charla que ocurría a un lado suya. En el momento que la pelirroja mencionó que encontró a aquella chica atendiendo heridos en el campo de batalla, fue cuando la Nara volteó, viendo una luz que la encandiló unos segundos, y casi que no podía ver mucho más por como estaba situada. Solo podía ver a esa mujer, la «zorra». Por como respondía la médica, lo primero que se le vino a la cabeza fue «vaya ovarios, mujer». Pero, debía admitir, que le molestó un poco cuando aceptó ayudar a los heridos del ejercito enemigo. Entendía la situación y sabía que no había muchas alternativas, era lo más lógico lo que estaba haciendo y, también entendía, que siendo médica su labor es curar a las personas. Pero la orgullosa chica no podía ponerse en esos zapatos. No quería ayudarles. No después de lo que hicieron.

Además de eso, pudo notar que el otro ejercito, a pesar del resultado del conflicto, no parecía estar intacto. Incluso Ruhara parecía estar bastante nerviosa con la situación. Quizá podía usar eso en su contra. Pero, vamos, que no iba a poder hacer mucho en ese estado. Quizá tampoco iba a poder hacer mucho estando al 100%.

Cuando dejó de mirar a la médica, viró rápido hacia su otro lado, intentando buscar una cara conocida. Pero no, no veía nada.

«PUTA MADRE. Necesito saber como están los demás. Espero que mejor que yo.»

La preocupación por los demás era algo que la tenía bastante intranquila. No es que ser prisionera de guerra no la ponía nerviosa, pero sabía que en su vida existía la posibilidad de terminar presa en algún momento. De hecho, esa era la situación en que menos pensaba que la iban a privar de su libertad.

La interrogadora parecía haber liberado a Sayuri luego de saber que les iba a ayudar, por lo que empezó a moverse en dirección a la amejin. Esa luz pasó a dejar de molestarle, los neones de Amegakure eran mucho más brillantes que esa mierda. Y, si, iba a intentar mostrarse con las formas que la situación pedía. No quería achantarse bajo ningún concepto.

Como solía hacer, meneó su jopo para un costado, tan solo moviendo la cabeza. Necesitaba verle bien.

Vaya, ¿parezco más grande de lo que realmente soy? — Por lo menos, su edad ya era algo incorrecto objetivamente. Subjetivamente, hasta le causaba gracia internamente que le llamen ninja especialista. Especialista en tocar los huevos era. —¿Huesitos no anda por aquí? Lo extraño un poco. Pero solo un poco.

Quizás era una combinación de todo. Dolor, miedo, inseguridad, preocupación. Debía defenderse de alguna forma y esa forma era ser siendo ella misma. Pícara, sarcástica y, tal vez, un poco maleducada. Eso necesitaba para, no solo mantenerle la mirada, sino que también para sonreírle. Esa sonrisa burlona, que hace que a los más coléricos le den ganas de meterle un buen golpe en toda la cara.
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#3
— ¡ALÉJATE DE ÉL! —Gritó el joven herrero, justo al despertar.

Se había intentado levantar de un bote, pero las cuerdas que lo ataban lo detuvieron en seco, devolviéndolo a la realidad. Había tenido una pesadilla, como cada vez que dormía. Ni siquiera esta vez, que ya tenía su propia dosis de infierno en la tierra, sus demonios lo dejaban descansar en paz. Quizás porque se lo merecía. Quizás porque, de nuevo, él había sido el único que había salido vivo sin consecuencias.

Miró a su alrededor un momento, antes de agachar la cabeza de nuevo. Le dolía cada centímetro de su cuerpo y no tenía energía para ser desafiante ahora. Joder. Probablemente no tenía energía para mantenerse de pie o pensar en cómo salir. Ni siquiera era el momento. Solo quería descansar, así que se mantuvo con la cabeza agachada, sin cerrar los ojos para dormir. No podía pasar nada bueno si se dormía.

Escuchar la voz de Jun le hizo volver a levantar la mirada para verla. Le había prometido que saldrían de aquella situación con vida. Que se protegerían el uno al otro, y ella le había creído.

«Joder...»

Miró a su alrededor, para ver junto a quién estaba atado. Se trataba de Ranko, quien al menos seguía viva. No había rastro alguno de Lyndis. Tampoco de Nao. Y eso hacía que se temiese lo peor.
¡Muchas gracias a Ayame por el súper sexy avatar!
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#4
«Ranko.»

¿Qué la despertó? ¿Fue la voz del engendro que había asesinado a Lyndis? ¿Fue la chica médico que les había ayudado en combate? ¿Fue la voz de su madre llamándole en su cabeza? ¿Fue el dolor que había dominado su cuerpo? ¿Fue la voz de Kuumi o de Meme? ¿Fue el grito de Toshio, a su lado?

¿Fue Lyndis?

Ranko suspiró pesadamente, pero no hizo nada. No es como que pudiese hacer mucho, en realidad, pero no quería hacer nada. Sólo quería yacer allí, con el dolor electrizante recorriéndole el cuerpo. ¿Su hombro? Oh, claro, se lo habían atravesado. ¿Su pulgar? El de cabello blanco se lo había cortado. Y ella misma había azotado su cuerpo, llevándolo al límite. Y por eso mismo sentía algo... Distinto. Como si la horrible experiencia de la guerra le hubiera reacomodado el flujo de chakra y le hiciera sentir más su propio cuerpo.

Divisó a Ruhara y sintió como si un hierro al rojo vivo cayera en un balde de agua helada. Una ira indescriptible, contenida por una calma absoluta, la cual temblaba sólo ante el dolor.

Cerró los ojos, oyendo cómo Ruhara interrogaba a Jun, la amiga de Meme. No le prestó mucha atención. Se dedicó a sentir el dolor, a sufrir tanto como pudiese hasta el borde de las lágrimas. Maldijo el dolor, no por lo intenso que era, sino porque significaba que seguía viva. Pensaba que sería un dolor que le acompañaría siempre, aunque su cuerpo sanase al cien por ciento.

Mientras oía, Ranko tomó una decisión en su silencio, como quien anota algo en la primera línea de una hoja. No lo decidió con ira o con odio. Simplemente lo decidió porque era algo que debía ser, algo que debía estar escrito en el destino, sí o sí.

Decidió que, tarde o temprano, mataría a Ruhara y al peliblanco.
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#5
Ruhara dedicó apenas un segundo a mirar por un lado del pilar al contrario, donde un chico se había despertado bruscamente. Estaba claro que venía de una pesadilla. No le culpaba, ¿quien no las tendría tras lo que habían vivido? Pero Jun no la dejó distraerse demasiado con su aspera lengua.

Vaya, ¿parezco más grande de lo que realmente soy? ¿Huesitos no anda por aquí? Lo extraño un poco. Pero solo un poco.

Le devolvió la mirada sonriendo con su sadismo habitual, pero se relajó unos segundos después. Ahora esa sonrisa era poco más que una leve sonrisilla. Aunque sería la primera en sacar el latigo y someterlos por la fuerza, la miel atraía más que el vinagre.

¿Catorce? ¿Quince? Dios santo, las villas cada vez os manda a la muerte más jovenes. — corrigió el pergamino y volvió la mirada a Jun. — Por tu actitud, entiendo que no vas a cooperar de ninguna de las maneras, ¿verdad?

No hacía falta ser ninguna genio para leer el rostro de Ruhara, estaba deseando que se negase, llevar las cosas por el camino divertido en vez del facil e indoloro. A Sayuri practicamente ni la había tenido que convencer, pero sabía que ese pintoresco trio le daría la satisfacción que buscaba.
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#6
La amable mujer, lejos de ignorar a Jun y hacer las cosas con más facilidad, parecía interesada en entrar al juego. Esa sonrisa que mostraba la contraria no era como la de ella. Se mostró sádica, solo para calmarse rápido y proseguir con su deber de preguntar.

Soltó un notorio "je" cuando oyó que la villa los mandaba muy chicos a morir. No podía discutirle eso y, además, le causo cierta gracia.

No me respondiste algo, pero me da igual. No creo que ese chico ande perdiendo tiempo por aquí. — Dejó de sonreír, pero no podía sacarle el ojo de encima. —Supongo que depende.

Rio por un segundo y luego se calló por otros más. Le daba gracia hacerle perder tiempo, que era lo máximo que podía hacer allí. Eso le daba más gracia aún, pensar que le podía ser de ayuda para algo. La médica le venía como anillo al dedo. Pero, ¿Jun? Por lo menos en esa situación, no era ni siquiera útil para tareas simples. Menos en el estado en el que se encontraba.

¿Colaborar con qué? Dime, ¿qué quieren de mí?
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#7
Ruhara le siguió el juego a Jun, o más bien, la imitó. Contestó al silencio de Jun con más silencio. Se reclinó ligeramente, sin dejar de mirar a la Nara. Cerró el pergamino, pues no iba a necesitarlo por ahora y se quedó esperando.

¿Colaborar con qué? Dime, ¿qué quieren de mí?

Ella también se tomó unos segundos para contestarle. Volvió a echarse hacia delante, apoyando sus codos en sus rodillas. Cómo había pasado con Sayuri, ahora se había puesto seria.

Verás, hay prisioneros que no se dejan tratar. Se niegan a recibir ayuda por nuestra parte, pero sin esa ayuda, morirán. Si intentamos tratarlos por la fuerza, es probable que acaben por hacerse más daño. Por ejemplo, si alguien con las heridas de tu compañera, Sagiso Ranko, no nos dejase tratarla, moriría desangrada o por la infección. Alguien con tus habilidades para transportar gente nos sería de gran ayuda.

Se esperó a la reacción de Jun antes de seguir.
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#8
Hasta el momento, iba todo bastante normal y casi que estaba en su salsa. Bueno, sacando que estaba atada de manos, con heridas por todos lados y con un dedo menos. Pero, bueno, simples detalles menores.

Su cara cambió cuando le mencionó a Ranko ¿Cómo que si no se dejase tratar moriría desangrada? ¿Quería decir que estaba grave, incluso más que ella misma? Intentó disimular su preocupación, pero realmente su cara la delataba. Aún no tenía tanto dominio de sí misma como para disimular tanto un sentimiento tan fuerte.

Todavía recordaba cuando Nao les pidió encarecidamente a Toshio y a ella que salven a la gente que estaba peleando junto a él. Y no, Jun no podía fallarle. No quería hacerlo.

¿De qué mierda me estás hablando? — Hizo una especie de relinche e intentó moverse, con resultados obvios. No solo no poder hacerlo, sino que también sintió dolor en todo su cuerpo. —Mira, no se porque carajos no estoy muerta y porque tienen este acto de "humanismo" después de exterminar a la gran parte de nuestro ejercito.

»Pero, si ella esta peor que yo en este momento, ve YA a ayudarla. No soy tan útil como piensas ¿Cómo piensas que puedo mover gente? ¿Con estos bracitos y mi fuerza? Ya luego ayudaré, si es que te hace feliz. Pero ahora no soy prioridad.
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#9
Ruhara se quedó en el sitio, observando a Jun. Desde luego, ahora sí parecía una niña. En fin, la mayoría de ellos acababan portandose como niños cuando eran arrinconados. Gimoteando y pataleando, patetico.

Estoy haciendo exactamente lo que debo hacer. Evaluar si alguno de vosotros puede ayudarnos. Si quieres agilizar esto, dime si lo harás o no y acabamos antes, pero haz el favor de no hacerme perder el tiempo.

Suspiró. Tenía esperanzas en la chica, esperanzas que se habían visto truncadas por su emocionalidad. Odiaba a los niños con toda su alma.
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#10
No parecía que las palabras de Jun habían movido en lo más mínimo a Ruhara. De hecho, parecía que era todo lo contrario, como que no quería que eso se haga un melodrama. Como si aún tenía ganas de jugar a lo otro, sobre todo al sarcasmo y soltarse puyas mutuamente. Pero la situación era totalmente arrolladora y su careta cayó fácilmente. No podía ocultar todo lo que sentía por mucho más tiempo.

Suspiró y miró hacia el suelo. Sabía que la forma más rápida para que traten a sus compañeros era aceptar ayudarle.

Ganas esta vez. Voy a ayudar, pero primero va ser a los míos. Las basuras humanas parecidas a vos, van a tener que esperarme un poco más.

Levantó la mirada y volvió a sonreír muy burlona.
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#11
Las voces de Ruhara y Jun hicieron de música de fondo. Ranko no les dio mucha importancia.

"Madre. Espero que estés de vuelta en casa. Espero que hayas seguido tus propios consejos, o me enojaré. Padre, siento no poder seguir siendo tu hija, y no poder darte un heredero de sangre. Kuu-chan, Meme-chan, espero que se lleven bien y no peleen."

Lo pensaba todo con resignación, con certeza de que no volvería a verlas, así como no volvería a ver a su Waai-chan. El dolor le hizo suspirar pesadamente, pero su aliento se negaba a extinguirse.

Parecía que los del ejército de Kurama querían sanar a sus heridos y usar a los prisioneros como mano de obra. Ranko cerró los ojos con más fuerza, enfocándose en el dolor que sentía. Su cuerpo temblaba levemente, aunque no sentía miedo. Apenas e hizo caso a lo ligera que se sentía su cabeza sin su larga trenza. Ahora su cabello era corto, a la altura del cuello, con dos largos y delgados mechones ondulados cayendo a su espalda.

¿Qué esperaba Kurama de ella? ¿De Toshio? ¿De Jun? ¿Cómo habría acabado el resto de sus aliados? Ranko lo pensó un sólo segundo. Allá afuera, Kurama podría haber conquistado el mundo, y no habría diferencia alguna.
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#12
Ganas esta vez. Voy a ayudar, pero primero va ser a los míos. Las basuras humanas parecidas a vos, van a tener que esperarme un poco más.

Ruhara volvió a suspirar. Se dio un par de golpecitos en las rodillas y se levantó.

Te daré un rato para que madures mientras hablo con tus compañeros.

Se levantó y recogió su farolillo, moviendose alrededor del pilar donde estaba aprisionada Jun, manteniendo siempre una distancia de seguridad para ahorrarse malos tragos y enfados tontos. Le dedicó una mirada llena de asco al hombre que miraba a todas partes con nerviosismo y este ni siquiera se atrevió a abrir la boca, moviendo la mirada al suelo. Ruhara parecía contener la ganas de explotar ahí mismo y soltarle de todo al prisionero. Sin embargo, solo pasó de largo, directamente a Ranko, pues el otro hombre estaba aún dormido y Toshio le pillaba más lejos.

De nuevo, se sentó a unos metros de Ranko, donde no pudiese alcanzarla y colocó el farolillo a su lado. Abrió de nuevo el pergamino y empezó:

Sagiso Ranko. Chunnin de Kusagakure. Dieciseis años. Experta en combate cuerpo a cuerpo. — cerró el pergamino y la miró directamente. — ¿Estás bien?

Parecía genuinamente preocupada por el estado de la kunoichi. Incluso con todo el cuidado que le habían dado, podía torcerse en cualquier momento. Tenía el hombro practicamente en otro mundo, las piernas casi despedazadas y menos sangre en el cuerpo que la que se había dejado en el campo de batalla. Claro que eso es lo que sucede cuando te peleas con un general de Kurama. A duras penas habían conseguido estabilizarla, si decidía ponerse tonta y resistirse a las ataduras o incluso gritar demasiado, podía no contarlo.
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#13
Pff.

¿Madurar? Bueno, con un poco más de ánimos, seguramente, hubiera entrado en una discusión absurda para defenderse de la agresión. Pero no le iba a responder, ya no le interesaba presentarle algún contrapunto. Ella estaba satisfecha logrando su cometido. Ruhara dejó de molestarle y se fue a hablar con alguno de los otros apresados. Sería apresada en este caso porque le fue a hablar a Ranko, luego de alejarse de Jun con una distancia prudencial. No hacía mal en ser precavida pero poco iba a hacer la Nara en esa situación.

Volvería a dirigir la vista al suelo, conviviendo con ese dolor que con suerte podía manejar y que, al mismo tiempo, mantenía su mente en el presente. Solo iba a afectarle más seguir recordando las macabras imágenes de la batalla que su memoria tenía bien guardadas.

Intentaría oír todo lo que iba a hablar con las demás personas, tal vez podía sacar alguna información útil de aquellas charlas. Y, digamos, que tampoco tenía mucho más que hacer.
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#14
Ranko abrió los ojos lentamente cuando escuchó su nombre. Vio a Ruhara sentada fuera de su alcance. La kusajin estalló: rompió sus ataduras y se lanzó con una patada potentísima al rostro de aquella horrible mujer, haciendo su cráneo añicos y esparciendo sus sesos por toda la pared.

Pero al parpadear, Ruhara seguía allí, preguntándole si estaba bien, y Ranko seguía atada y muy malherida. Suspiró. Su mirada se enfocó en el farolillo, como esperando que quemase sus ojos.

No —contestó con suma calma y sencillez —. Me duele... Todo el cuerpo. Y... Tengo sed.

No había razones para decir nada más, ni beneficio en sentir nada más.
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#15
No. Me duele... Todo el cuerpo. Y... Tengo sed.

Ruhara le hizo una seña al guardia, que apenas acababa de volver y éste acercó un cubo con agua. Dentro del cubo había un vaso y lo acercó a los labios de Ranko, esperando que ella cooperase para ir dandole de beber. Después de que el guardia le diese de beber, Ruhara le haría otra seña y volvería a su puesto. Entonces suspiró.

Sagiso-san. Tengo el mayor de los respetos por ti. Peleaste por tus principios y hasta el final, fuiste una rival digna para un general de Kurama. Por ese respeto, tengo que pedirte que me dejes ayudarte. Puedo darte una cama y que estés más cómoda y sanes mejor, pero... tienes que jurarle lealtad a Kurama. Sino no te puedo sacar de esta prisión.

Estaba genuinamente preocupada por el estado de Ranko, podía ser, ya no la más herida del trio, sino de todo el lugar. Y ahí estaba, atada a un poste. La cosa se podía torcer muy rápido para ella.
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