Hana parpadeó lentamente, incredula de lo que oía.

— ¿Perdona? — estaba entre ofendida y divertida. — Primero, no soy una chica fácil que se va con la primera mujer autoritaria. Segundo, Edeleth no es la mitad de esas cosas y, tercero, cuando te conocí eras una mocosa enclenque que llevaba una espada de madera porque no podía con una de verdad. ¿Y cuando has sido tú autoritaria?

Le resultaba divertido jugar con las excusas de Ren. Sabía que solo decía eso para no admitir que estaba celosa de que estuviese a solas con una mujer atractiva. Seguramente se había pensado que la madre de la niña sería una señora mayor y no una pelirroja despampanante.

La morena bajó ligeramente la cabeza, abriendo los ojos y mirando a Hana mientras abría la boca con una sonrisa nerviosa.

— No voy a responder a eso delante de una extraña — dijo desviando la mirada por un momento a la loba. — Pero vale, vale, me ha quedado claro. Soy una estúpida al ponerme celosa por tener tantos complejos, tu ganas.

Añadió levantando las manos y mostrando las palmas de estas, para voltearse a la loba finalmente.

La sonrisa de Hana solo se ensanchó hasta ser una pequeña risa que no pudo contener. Le resultaba agradable que Ren se preocupase por eso, precisamente porque era ella la que no podía parar de preocuparse cuando su novia era una mujer increiblemente atractiva con un cuerpo más que desarrollado. Sin embargo, gracias a Shiona-sama, Ren también era más simple que el mecanismo de un chupete. Sabía que jamás haría algo así.

— Hey, preciosa, no eres una estúpida cualquiera. Eres mi estúpida. — dijo mientras le agarraba el brazo con cariño, acariciando el antebrazo con dulzura. — Ahora debería volver a mi pequeña orgia, avisame antes de romper la horquilla para que me vista. — dijo todavía con una sonrisa de oreja a oreja.

La dejaría marchar dirigiendose de nuevo al interior del edificio, más feliz que una lombriz.

Le devolvió las caricias, ampliando a una sonrisa algo dulce y triste, estrechando ella también algo ese simple agarre ante aquella declaración de posesión. Pero cuando continuo y se separó, chasqueó la lengua molesta por sus últimas palabras.

— Gracias por arruinar un bonito momento — dijo con una suave risa, algo molesta y guardando la horquilla en una de sus solapas a la altura del pecho.

La observo marcharse dejando escapar un suspiro y volviendo con la can entonces.

— Cuando quieras, ya tenemos un sobre seguro para si algo se tuerce — se acercó para intentar volver a subirse, pero no lo haría hasta que viera que la loba estaba receptiva con aquella idea.

— Me gusta esa chica. Huele al manantial donde me crie. — dijo la loba observando por donde se había ido Hana.

Volvió a ponerse a cuatro patas, pues se había sentado cuando las chicas habían empezado a flirtear, y se acercó a Ren para que volviese a subirse.

— Ahora mismo no capto el olor. Vayamos al puente y así sabremos si ha cruzado alguien más. — anunció la loba, poniendose seria de nuevo.

Cuando se hubiese subido, empezaría a galopar hacia el este, en dirección al gran puente que conectaba los dos lados del abismo.

Aquel comentario le extraño un poco a Ren, ¿donde se crio había muchos melocotones? Hana olía a eso para ella. Subió sobre la espalda de la loba, y se dejó llevar hasta donde ella decidiera, fijándose un poco en los alrededores por si veía algo que llamara su atención.

Ren no vería nada fuera de lo normal, pasaban arboles y pequeños claros sin nada demasiado significativo. Fue así durante un rato hasta que llegaron a una zona despejada, que era el camino que daba finalmente al puente. Era un enorme puente de madera maciza conocido como el puente Kannabi.

La loba se puso a olfatear al instante su lado del puente, suspirando aliviada tras unos segundos.

— Vale, parece que solo cruzó el que has derribado antes. Lo cual es bueno y malo. Bueno porque están todos al otro lado, malo porque estarán todos al otro lado. — dijo mientras empezaba a cruzar el puente ahora más cautelosa, olfateando de vez en cuando.

— Mmmmmm... Supongo que mejor, así no podrá salir más gente herida — Ren se llevaría entonces una mano al interior de su ropa, buscando en ella una pequeña goma para el pelo.

La tomo con la boca, y empezó a recogerse el pelo con ambas manos al ver que la loba caminaba más lentamente para poder hacerse una coleta con la que dos mechones caían por la parte delantera de su rostro. Sus ojos, lentamente se fueron tornando rojizos para ser más cautelosa con sus alrededores y cualquier cosa que pudiera llegar a llamar su atención.

De nuevo, no parecía que hubiese nada fuera de lo normal. Si no fuese por la loba bajo ella, podría haber sido una tarde de lo más normal. Aunque nadie cruzaba el puente con ellas, ni se veía a nadie por el camino. El silencio sería lo más significativo de la escena.

— Están cerca. — anunció la loba al otro extremo del puente y bajar al suelo de tierra.

Un aullido dolorido rompió el silencio, proveniente del norte, más allá de lo que las chicas podían ver.

— ¡Maestra! — gritó la loba empezando a correr hacia el frente.

No tardaron más que unos segundos en encontrarse con una escena desoladora. Había dos lobas por los suelos, cubiertas de sangre e inmoviles, una tercera aún estaba en pie enfrentando a una silueta grande. Era como un hombre, pero más grande y claramente antinaturalmente fuerte. Parecía que los musculos estaban por explotarle de lo hinchados que estaban. En una de sus manos cargaba una enorme espada negra.

A su alrededor, otros hombres y mujeres con todo tipo de armas de acero se estaban acercando lentamente a la loba. Hasta que ellas dos aparecieron. Todos esos civiles se giraron a ellas. Eran un total de siete, todos con las armas de aura negruzca. También habían cuerpos de personas alrededor de las lobas, algunos mutilados y otros simplemente inconscientes.

Parecía que se había acontecido una extensa batalla que había ido acercandose al puente.

Ambas pudieron escuchar el desgarrador aullido, y Ren voltearía la cabeza al unisono con la loba. Cuando emprendió la carrera, se aferró a ella y se agazapó sobre su espalda de forma instintiva.

Pero cunado llegaron al lugar de los acontecimientos, la escena con la que se encontraron fue realmente desgarradora. Ren frunció el ceño, dando una vista rápida a todos los que había presentes. Al menos 8 enemigos, uno de ellos que parecía sobre salir del resto, ellas dos y otra loba que parecía estar enfrentándose a quien destacaba por encima de los demás. Aquella extraña aura oscura, volvía a estar presente en las armas de los humanos que estaban allí.

— Son demasiados... Y ese de allí parece el más peligroso de todos — dijo casi murmurando a la loba. — Encargarnos de él seguramente sea la prioridad, pero deberíamos reducir la diferencia numérica cuanto antes, o será peor.

Ren se bajo de su lomo con lentitud, intentando que cualquier movimiento brusco hiciera que alguien actuara de inmediato por si se sentía amenazado. Después, dio un par de pasos lentos, llevando una mano a la saya y la otra a la empuñadura, dispuesta a pelear de inmediato.

Parecía que la batalla había entrado en una breve pausa mientras ambos bandos decidían como encarar la situación. La loba dedicó una mirada a las recien llegadas, pero volvió a centrarse en el hombre, moviendose lentamente al lateral rodeandolo e intentando alejarse de ellas, seguramente para poder flanquearlo.

Sin embargo, entre las recien llegadas y aquel mastodonte había varios enemigos.

— La maestra está herida, no aguantará sola contra ese monstruo. ¿Podrías encargarte de los humanos sola? No parecen tener ninguna experiencia a diferencia del anterior. — murmuró de vuelta, esperando claramente grandes cosas de Ren.

Ren asintió completamente decidida, desenfundando lentamente la espada para sostenerla después con ambas manos.

— Te proporcionaré una apertura para que la apoyes

Tras ello emprendió una carrera a toda velocidad, buscando colocarse en medio del mayor numero posible de quienes portaban armas. Cuando estuviera lo suficientemente cerca, se dejaría deslizar con la velocidad que llevaba para terminar de estar en posición.

— ¡Kumo-Ryū: Mizakugiri! — vociferó justo antes de dar un gran tajo circular a su alrededor.

Los enemigos estaban bastante dispersos, así que el amplio corte apenas llegó a tres de ellos. Dos consiguieron bloquearlo con sus espadas, que ni se dañaron por el ataque, pero salieron volando varios metros por la fuerza del impacto. El último era el más lejano y no vio venir el ataque y le dio de lleno en la mano del arma, cortandole varios dedos y haciendole soltar la espada, cayendo inconsciente en el acto.

La loba aprovechó aquel ataque y la posterior reacción de los humanos de lanzarse sobre su atacante para saltar por encima hasta el enorme monstruo. Le lanzó un bocado en el brazo, pero ni siquiera sus dientes le penetraron esa masa de musculos que tenía por carne. Con un movimiento la lanzó a un lado y empezó un combate entre las dos lobas y el líder del grupo.

El resto de humanos poseidos empezaron a lanzarse sobre Ren. Como se había encargado de los de enfrente, ahora le venían uno por cada flanco alzando sus katanas para dejarlas caer sobre ella. Eran ataques pobres, pero justo detrás de ellos venían más ataques pobres. Si no se daba prisa, la rodearian por completo.

Aquel ataque no fue muy efectivo, y salvo uno el resto no se vieron realmente afectados. Por cada lado y ángulo, alguien se acercaba blandiendo una espada con Ren como objetivo. Necesitaba actuar rápido y de inmediato. Enfundó su espada de nuevo, cargando algo de chakra.

— Tera — desenvaino la espada dando un unico corte al aire, que generó acto seguido a su alrededor una vorágine de cortes alrededor de Ren en todas las direcciones, como una pulida esfera.

Tan solo duraría un instante, por lo que Ren liberó el ataque cuando alguien estuviera lo suficientemente cerca de ella como para ser dañado. Si conseguía acertar a todos sería el mejor resultado, pero igualmente sería lo suficientemente intimidante como para detener momentáneamente al resto.

Normalmente los poseidos no recularian, pues no son conscientes de los daños ni sienten el dolor. Sin embargo, la lluvia de cortes hacia imposible cualquier avance durante su duración y el embiste los hizo retroceder, además de provocarles numerosos cortes en los brazos. Ninguno soltó su arma, pero los que estaban delante retrocedieron torpemente, encontrandose con los que avanzaban por detrás y tropezando entre ellos.

Los dos a la derecha de Ren caerían al suelo, mientras que los dos a la izquierda solo necesitarían unos segundos para recuperarse. Todos parecieron apretar más el agarre con su espada.