Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—No fue Kurama quien mató a mi amado. Fue el humano. La codicia, la ambición, el honor. Las tres grandes excusas por las que se libran guerras. No te equivoques, chico. El mundo estaba lleno de crueldad y sangre antes de Kurama, y lo seguirá estando después de él. El Nueve Colas lo único que ha hecho es… imitarnos, pero a lo grande.
Quizá tuviese razón. Kurama no era el primero que intentaba ser el Emperador del mundo. No obstante, analizándolo con perspectiva, seguramente fuese el que más posibilidades tenía de conseguirlo. Y eso daba miedo. Un mundo bajo su mandato daba miedo.
—¿Podrías conseguirme el contacto con Ivvatsumi? —preguntó, cambiando el rumbo de la conversación. Si era capaz de contar como aliada a la legítima heredera al País de la Tierra, podía convertirse en una baza importante en la lucha. Claro que antes tendría que convencer a Kintsugi y Shanise de tal movimiento—. Sé que tu hija…
—¿Te refieres a la mayor, o a la que le rompiste el corazón?
Datsue se puso rojo como un tomate, y apenas pudo balbucear unas palabras inconexas.
—Yo no… Ehmm… Eso no es… A la mayor —terminó, rindiéndose a defenderse antes incluso de intentarlo.
—Quizá podría —continuó Nahana, sin ahondar más en la pulla—. Quizá no. ¿Qué obtendría yo a cambio?
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Hana escuchó las palabras de Siete, y contraargumentó las mismas con una reflexión de lo más singular. Sinceramente, no le faltaba razón, según como lo mirases el ser humano es el único capaz de tropezar tres veces con la misma piedra, apartarla del camino, y tropezar una cuarta vez pensando que estaría en su lugar inicial. En fin, cosas que pasan. A ésta reflexión Hayato no pudo intentar de rebatirla, no supo cómo. Tan solo quedó en silencio.
El Uzukage, rápido y audaz, cambió drásticamente el tema de conversación, preguntando por Ivvatsumi y aportando un detalle importante... que era la hija de esa mujer, Nahana. En contestación a la pregunta, la mujer lanzó un golpe que de tratarse de un combate de boxeo la habrían descalificado. Aunque bueno, a saber si a ella por el golpe, o al Uchiha por a saber lo que habría hecho... De hecho, Datsue hasta se puso más colorado que ese bigote falso que llevaba. Mucho más. Parecía un volcán a punto de erupcionar, casi incapaz de unir tres silabas seguidas. Aunque terminó entre risas aclarando que se trataba de la mayor. La mujer sin embargo no pareció titubear, y preguntó que sacaba ella a cambio.
«Se queja de cómo son la supuesta mayoría de las personas, y sin embargo a la primera de cambio está preguntando qué saca ella a cambio de un favor. Y es más, en mitad de una guerra... Que hipocresía, ¿no?.»
Hayato volvió su mirada hacia el Uzukage, a esperas de una respuesta. Ahora mismo no podía mediar palabra, tan solo era un espectador en esa curiosa negociación.
Datsue se revolvió en el asiento, incómodo con la pregunta.
—Lo que querías —terminó por responder—. Si tu hija es capaz de conseguir que contacte con Ivvatsumi, podría ayudarla a hacerse con el poder. ¿No es eso lo que querías desde el principio? ¿Qué alguien más cercana a tus ideales gobernase la Tierra?
Se produjo un silencio tenso, con los ojos de Nahana clavados en los suyos.
—Es lo que quería, sí. Y mis deseos costaron la vida de Soroku, y me llevó a mí y a mis hijas al exilio. Aposté contra un magnate, y perdí. ¿Ahora me pides que apueste contra Kurama? ¿Qué será de mis hijas si pierdo de nuevo?
—¿Qué será de tus hijas, si Kurama nos vence?
—No lo sé. Pero he oído que en el País de la Tierra, quienes aceptan su mandato no viven tan mal. No peor de lo que lo hacían antes, al menos. Muchos me cuentan que ni notan la diferencia.
—¿Qué cojones…? ¿Me estás diciendo que le apoyas?
Nahana suspiró.
—Si lo hiciese, no estaría aquí. Pero no pienso volver a poner a mi hija en peligro. No me pidas eso. No después de lo que perdí.
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Y de nuevo, Datsue se retorció entre la cómoda amortiguación que la silla producía en su trasero. Aunque en ésta ocasión sin las mejillas ruborizadas, eso sí. Aclaró que su hija tendría lo que ella quería, el poder en las tierras que le pertenecían. Sin embargo, la respuesta de la mujer para nada fue lo esperado por el Uchiha, eso seguro. La mujer no confiaba en el incierto futuro que le podría esperar, y no era de extrañar... ya sabían todos los allí presentes dónde había quedado la última cabeza al poder. Pero Datsue le rebatió, el destino que les esperaba a todos si Kurama ganaba no era mucho mejor que la muerte. A lo que la mujer respondió que según las malas lenguas, apenas notaban el mandato de Kurama los que se habían rendido. Ni Datsue ni Hayato pudieron esconder su asombro, no podían creer lo que la mujer decía.
«¿¡EN SERIO!?»
El Uchiha no titubeó en preguntar si estaba a favor de Kurama, pero la mujer vislumbró un detalle bastante importante: Estaba allí, y no trazando lealtad con Kurama. La verdad fuese dicha, no estaba allí haciendo amistad con el enemigo, pero estaba aquí sugiriendo que no era mala idea. Sinceramente, Hayato no entendía entonces qué quería la mujer. ¿Por qué no era ella quien directamente decía lo que quería?.
—Siento mucho interrumpir, pero... ¿Por qué no dice directamente lo que quiere, señora?. —Intervino el Senju. —Está sugiriendo que está aquí porque no se fía de lo que pudiese hacer Kurama, porque en realidad hacer lealtad con Kurama sería como firmar los papeles del velatorio. Pero sin embargo, tampoco termina de dar lealtad al resto puesto que usted busca algo, un "trato". Creo que el tiempo es lo único de lo que escaseamos en éstos días, así que... ¿Por qué no dice directamente qué quiere y nos dejamos de juegos?.
Aunque, tal y como lo soltó, el chico sabía que podía haberla liado. Quizás Datsue le diese un buen coscorrón, y sin duda lo merecería, pero por otro lado... estaba arto de malos comerciantes, de gente que quería algo concreto y tan solo daba rodeos al tema sin aclarar lo que buscaba. Ese era el gran mal en los negocios, sin lugar a dudas.
Nahana observó al chico como si el coscorrón se lo fuese a dar ella y no Datsue.
—De tal Kage, tales son sus ninjas, ¿eh? Diría que te has traído a un chico con tu lengua afilada y todavía más descaro.
Datsue se encogió de hombros, medio reconociéndolo. En otras circunstancias, quizá le hubiese dado un codazo a Hayato. O una patadita bajo la mesa. Pero, a decir verdad, las palabras del Senju no carecían de razón. Y probablemente porque no tenía los lazos y las deudas que Datsue tenía con Nahana, era más libre que él para decirlas.
Quizá hubiese escogido a Hayato para aquel viaje lanzando un dado al aire, pero empezaba a darse cuenta que, desde luego, no le había salido una pifia.
—Y sin embargo, no puedes culparle por ser franco. Tú nunca fuiste una mujer de demasiados rodeos. Por favor, no empieces hoy.
—No puedo culparle por eso, no. Lo que quiero… Lo que quiero es lo mejor para mi país. Pensaba que eso era llevar a Ivvatsumi al poder. Todavía lo pienso, en parte —Datsue frunció el ceño. No tenía ni idea de a donde conducía aquello, pero tenía la certeza de que no le iba a gustar un pelo—. Y, sin embargo, he visto demasiadas veces la corrupción que trae el poder. Ivvatsumi sería una líder ideal, sí. Pero, ¿durante cuánto tiempo? ¿Cinco años? ¿Diez? ¿Quince?
»Al final, tenía la esperanza de que fuesen muchos. Esperanza... solo me quedaba esa opción. Y entonces, hace unos meses, ¡vais vosotros y me enseñáis una segunda opción! ¡Una opción mejor! ¡El pueblo elige a su líder, y lo hace cíclicamente!
Vale. Ahora definitivamente Nahana le estaba asustando.
—Lo que quiero, chicos, es que ayudéis a Ivvatsumi a conseguir el poder… pero con la condición de que declarará una República en menos de dos años. La República de la Tierra.
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La mujer usó un antiguo proverbio, de tal palo tal astilla, aunque lo modificó un poco para enmarcarlo en un contexto realmente original. Sin embargo, no le golpeó, lo cuál era todo un alivio. Y lo que era más importante aún, Datsue tampoco lo hizo, al menos por el momento. Casi podía respirar aliviado, ¿no?. De hecho, hasta defendió su manera de actuar, afirmando que ella misma nunca había sido de dar rodeos al asunto. Así pues, era el momento de que de verdad iniciasen las negociaciones, o mas bien dicho de que la mujer fijase sus condiciones.
«Bien, bien.» Pensó para sí mismo, imaginando que todo avanzaba a pedir de boca.
Nahana afirmó no poder culpar a Hayato de su actuación, y sin más preámbulo, afirmó que lo que de verdad quería era lo mejor para su país. Confesó que al principio lo que quería era ver a su hija al poder, y que aún lo pensaba, pero —Siempre hay un pero.— decía que había visto demasiadas veces cómo el poder corrompe a la persona que lo tiene, y que seguramente su hija también caería en la corrupción pasado un tiempo. Tenía la esperanza de que pasasen muchos años antes de eso, pero que al parecer "ellos" le habían enseñado una opción más viable. La mujer expresó algo que curiosamente no llevaba demasiado bien, pues como de la mayoría de la política, entendía poco. Pero reconocía los últimos movimientos de su país...
«No me digas que...»
Y efectivamente, la mujer expresó que quería un híbrido entre ambas opciones que barajaba. Quería que su hija alcanzase el poder con su ayuda, pero a la misma vez quería que en un tiempo se impusiese el sistema político que el país de la Espiral había tomado. Quería una república de la Tierra, por el bien del país.
«No me jodas... sí que se está poniendo de moda. ¿Qué leches le verán a la república?.»
Siete miró a Datsue, y quiso encogerse de hombros, pero la conversación era sería, y en las negociaciones las bromas estorban. ¿Qué respondería?.
Datsue le dio un buen trago al vaso de agua, terminándoselo. No porque tuviese sed, sino porque necesitaba tiempo para pensar la respuesta.
—Nada me gustaría más a que nazcan nuevas repúblicas en Ōnindo, pero, ¿cómo quieres que te asegure yo eso? ¿Está Ivvatsumi dispuesta a aceptar esas condiciones? Y, sino lo está, ¿cómo quieres que la convenzca?
—Oh, el gran Datsue, ¿temeroso ahora de no saber negociar un buen trato? Los tiempos están cambiando, desde luego.
El Uchiha se revolvió en el asiento, incómodo.
—Está bien… Lo intentaré. Jugaré mis cartas, tensaré la cuerda si es necesario. Pero no puedo prometerte el éxito. No sería más que un charlatán si lo hiciese.
—Si me lo prometieses, perderías mi confianza. Con tu palabra me basta, Uchiha Datsue.
Se tendieron la mano.
El trato estaba sellado.
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Antes de responder, el Uchiha le propinó un gran y último trago a su vaso de agua, ganando quizás unos segundos para meditar qué responder. Tras ello, tan solo cuestionó en qué manera podría él asegurar algo así, ¿cómo convencer a su hija?. La verdad, Hayato tampoco entendía del todo esa propuesta, pues tan solo veía posible la ayuda para colocarla en el poder. Para asegurar que en un futuro ella misma aceptase perder dicho poder, y plantar el sistema nuevo, pues...
Nahana rápidamente arremetió contra la duda de Datsue, haciendo una mofa a que ahora parecía no saber negociar. Los tiempos estaban cambiando, según decía. El Uchiha nuevamente pudo notarse algo incómodo, pero terminó aceptando el trato. Confirmó que se la jugaría, aunque no podía prometerle el éxito. Siete miró de nuevo a la mujer, la cual aceptó de manera singular. No quería esa promesa en vano, tan solo su palabra. Y con ello, ambos estiraron sus brazos, llegando sendas manos a un apretón, un sellado del negocio.
«Perfecto.»
Y siendo que el acuerdo estaba finalizado, ¿ahora qué?. Hayato sabía de buena tinta que todo negocio cerrado se celebra, aunque fuese de manera altruista o minimalista. Una fiesta, una copa, o tan solo un mero cigarro. Cualquier cosa podía ser un gran símbolo para un prometedor futuro, y así había sido en todo negocio anterior que había tenido.
—¿Quieren algo de la barra? Una copa, un refresco o un cigarrillo... —Preguntó el chico.
No iba a escupirlo directamente, pero estaba claro que era para la celebración, ¿no?.
Nahana fue la primera en responder al ofrecimiento de Hayato, y lo hizo con una condición.
—Solo si tienes licor café del bueno.
—¿Servís crema de orujo? —Como le había dicho a Hayato antes, había un momento para beber alcohol, y otro para no. Para hablar de negocios estaba prohibido, pero una vez cerrados… Bueno, una vez cerrados era casi obligatorio—. Sino con un poco de ginebra con cualquier refresco de limón me va bien.
»¡Y dile a tus compis que bajen! Que me da cosa tenerlos allí recluidos por más tiempo —terminó entre risas.
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Un licor de café del bueno, era la condición de Nahana para la oferta. Hayato aceptó con un gesto de cabeza, y esperó a ver si el bigotudo quería en ésta ocasión algo. Y en ésta ocasión, el pelirrojo aceptó, preguntando por crema de orujo. De no tener, podía valer cualquier tipo de ginebra con algún tipo de refresco de limón. Hayato aceptó nuevamente con un gesto de cabeza, confirmando el pedido.
—De acuerdo.
Pero poco antes de que Siete se levantase del asiento, Datsue inquirió que comunicase al resto que podían bajar. Afirmaba que no le sentaba demasiado bien tenerlos allí "recluidos". Seguramente Tres sí que andaba haciendo algo en la oficina, ya fuesen números o meramente tomarse algo, pero sí que podía avisar a la camarera.
—Si, ahora en cuanto termine de servir las bebidas aviso arriba. —Confirmó en lo que se levantaba.
Tardó poco en avanzar hasta la barra, y de un saltó pasó sobre la misma. Tomó un vaso pequeño, tipo de chupito, y lo puso sobre la boca de una botella blanca con tapón marrón. En la misma botella había un diseño también marrón, de la silueta de un par de granos de café. Tras tener preparada la primera bebida, tomó otro vaso de similares características, y lo puso sobre la boca de una botella de tono avellana. En éste caso, la botella ponía en su etiqueta "crema", aunque no especificaba que en efecto se trataba de orujo.
Siete tomó sendas botellas por el cuello, sin llegar a tocar en ambos casos los vasos, y tomó rumbo a la mesa. —Aquí tienen. —Dijo en lo que ponía cada bebida donde correspondía. Quizás no hubiesen esperado de que supiese manejarse tras la barra, pero sin lugar a dudas era una de sus mayores aficiones, servir licores y probar nuevas combinaciones. Bueno, más que probarlas, dejar a otros que la prueben.
—Enseguida vuelvo.
Y con las mismas, fue al piso de arriba para ver qué andaban haciendo en la oficina.
La elaboración de las bebidas no era sumamente complicada, pero el hecho de que Hayato supiese qué botellas coger y dónde estaban, indicaban que conocía el oficio de bartender. «Un chico que conoce sus negocios… No dejas de elevar tu imagen, Hayato».
Con los chupitos en las manos, a Datsue tan solo se le ocurrió un brindis para la ocasión.
—Por un mundo nuevo.
—Por un mundo mejor —replicó Nahana, cuando el cristal entrechocó con el cristal.
En la ausencia de Hayato, los dos aprovecharon para ponerse un poco al día a nivel personal. Sin profundizar demasiado. Después de todo, tanto Datsue como Hayato estaban de paso.
Había un tren que tomar, y una tormenta que alcanzar.
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La elaboración de las bebidas no era sumamente complicada, pero el hecho de que Hayato supiese qué botellas coger y dónde estaban, indicaban que conocía el oficio de bartender. «Un chico que conoce sus negocios… No dejas de elevar tu imagen, Hayato».
Con los chupitos en las manos, a Datsue tan solo se le ocurrió un brindis para la ocasión.
—Por un mundo nuevo.
—Por un mundo mejor —replicó Nahana, cuando el cristal entrechocó con el cristal.
En la ausencia de Hayato, los dos aprovecharon para ponerse un poco al día a nivel personal. Sin profundizar demasiado. Después de todo, tanto Datsue como Hayato estaban de paso.
Había un tren que tomar, y una tormenta que alcanzar.
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3/04/2022, 20:23 (Última modificación: 3/04/2022, 20:23 por Senju Hayato.)
Hayato subió las escaleras, y terminó la efímera travesía en el final de la sala: La oficina. Tocó un par de veces, y entró sin esperar siquiera respuesta. Después de todo, él era el segundo dueño, o el primero... en realidad, entre medias, como siempre. Allí en la sala encontró que Tres andaba entre papeles, y contando dinero. Por su parte, la camarera andaba ayudando en lo que buenamente podía. Aunque en realidad, en bien poco, puesto que a Tres le gustaba encargarse personalmente de todas y cada una de las cuentas.
—Bueno, bueno, bueno. Si ha venido un día cualquiera y sin festejarlo por lo alto, ¿qué ven mis ojos?.
—¡Yay! Tenías unas cosillas de trabajo por aquí cerca, y me he pasado un ratillo. —Contestó sin entrar en detalles.
Tres dejó de lado por un instante los papeles, se acercó a Siete y le ofreció el puño. Ambos lo entrechocaron, y terminaron por hacer a la misma vez un esporádico serpenteo de dedos en lo que sendos participantes alejaban el puño del choque.
—¡boooooooooom!
»Voy a estar un ratejo abajo, quizás tomando algo con unos conocidos. Si te hace, puedes bajar y ver el rollo.
La chica se encogió de hombros, en lo que adoptaba una mueca de no demasiadas ganas. —Bueeehhh... quizás luego, ahora mismo tengo demasiado curro, tío.
—Ni te ralles. En realidad no creo que estemos mucho rato, si no te mola no hace falta. Por cierto, ¿cómo va el rollo nuevo?.
—Pues sobre ruedas, Siete. Nunca pensé que pudiese haber ido tan bien. Y tu jefe... ¿cómo se lo ha tomado?.
—Te lo diré cuando se lo haya dicho. —Sentenció entre risas.
Siete se aproximó de nuevo al umbral de la puerta, y alzó la mano en despedida. Ya se verían en otra ocasión, y ya entraría en más detalle con los números. De momento, si ella decía que todo iba bien, para Hayato era más que suficiente.
—Bueno, ya se puede estar por abajo sin pegas. —Anunció, principalmente para la camarera.
Tras el anuncio, Hayato deshizo el recorrido, retornando hasta las escaleras y posteriormente hasta la mesa. Eso sí, antes pasó por la barra para pillar un zumo de frambuesas, servido en un vaso con unos hielos. Nada mejor que ese zumo bien fresquito.
—Ya estoy de vuelta.
Poco mas tarde, terminaría bajando la camarera, y volviendo a posicionarse tras la barra. Aunque antes de pararse tras la barra, abriría de nuevo la puerta. Si ya estaba todo solventado, no veía porqué no.
Cuando Hayato bajó, los vasos de ambos estaban vacíos. Ninguno de los dos parecía con ganas de rellenarlos. Nahana se levantó y tendió una mano a Datsue. No tuvieron palabras de despedida, tan solo se miraron por unos instantes a los ojos, como si con eso ya quedase todo dicho.
La herrera tendió después la mano a Hayato.
—No dejes que te coma demasiado la cabeza. Es un liante —dijo, en referencia a Datsue.
Nahana atravesó el umbral que la camarera acababa de abrir y desapareció por el camino que conducía a Los Herreros. Datsue rodeó los hombros de Hayato con un brazo, en un gesto de camaradería, como Hanabi había hecho con él años atrás.
—Sobre el trato al que llegué hoy —dijo, recuperando su falsa voz—. Mejor no decir nada en la… reunión que tú ya sabes. Existe cierta mujer a la que no le gustaría demasiado oír la palabra… república.
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Para cuando el Senju había terminado su vuelta por el establecimiento, sendos negociantes parecían haber culminado la celebración. Nahana se levantó, y le extendió la mano a Siete, en lo que parecía una despedida. Y Hayato alcanzó la mano con su diestra también, apretando su mano con cordialidad y firmeza. No había nada peor en éste mundo que un mal apretón de manos, nada. Un mal apretón de manos no era más que una muestra de poca confianza. La mujer terminó despidiéndose con un curioso comentario del Uzukage.
Pero... ¿quién era más liante?
—Ha sido todo un placer conocerla. —Se despidió el Senju.
Tras atravesar el umbral de la puerta la mujer, Datsue rodeó los hombros de Siete con un abrazo, en un gesto que Hayato no terminaba de entender del todo. El Uzukage retomó su falsa voz, y sentenció que no debían hablar sobre ese trato en la reunión que tenían más adelante. Nadie —Y en especial una mujer.— debía saber de todo ésto, o de la república.
—No hay problema. Seré una tumba.
»¿Entiendo que ahora sí vamos hacia donde nunca para de llover?