Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Así es… y esta vez, sin paradas sorpresa —le aseguró, antes de acercarse a la barra, donde ya estaba la camarera—. ¿Cuánto se le debe? Creo que hemos consumido… aparte de los vasos de agua, un chupito de licor café, otro de crema de orujo y… ¿Tú qué te pillaste, Hayato?
«Esto se lo encorseto a la Villa como gastos de viaje. Es lo justo», se dijo. Después de todo, no estaban allí por placer sino por diplomacia de la villa.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El Uchiha asintió, dando por afirmativo que la hora de partir nuevamente era próxima. Así mismo, informó de que ya no habían más paradas sorpresa. Ésto podía ser tan bueno como malo, la verdad que ésta no había sido para nada mala. Pero allí donde iban, a saber qué pasaba.
Sin demora, Datsue se dirigió hacia la barra, donde llamó la atención de la camarera. Preguntó cuánto se debía, informando a la chica de lo que habían bebido Nahana y él. Incluso hizo un inciso para preguntar a Hayato qué había bebido él, para incluirlo en la cuenta. Sin embargo, y aunque le doliese bastante decirlo, normalmente no cobraban si en la cuenta estaban incluidos Siete o Tres. Era algo así como una norma no escrita, que solían cumplir a rajatabla. Hayato era de la hermandad del puño cerrado, así que tragó saliva, y trató de sonreír.
—No... no te preocupes. La cuenta ya ésta pagada. —Inquirió, tratando de restarle importancia.
Por suerte, la cuenta en sí no era alta. Más aún teniendo en cuenta que los precios eran ellos mismos quienes lo hinflaban, es decir: En realidad habría salido bastante barato.
—Por cierto, quería decirte una cosilla... que supongo cuanto antes lo sepas mejor... —Confesó, en lo que iba tirando hacia el umbral de la puerta. —No estoy muy seguro de si hice bien, pero la verdad es que nos ayudó bastante. ¿Recuerdas el anterior "focus" del local? Pues como comprenderás... hacer desaparecer TODO de la noche a la mañana es imposible... —Antepuso las manos, en señal de tregua. —PERO, lo conseguí usando una triquiñuela bastante sucia. Me explico: Se lo encalomé a alguien. Y ese alguien, creo que sobra decir su nombre, ya sabes a quién quiero joder. Le colgé todo el muerto, en uno de sus locales. Pagué bastante a unos maleantes para que lo hiciesen de buena manera, y por lo que he escuchado, funcionó bastante bien. Tras ello, informé a todos los clientes que ese local era el auténtico proveedor, y les hice creer que todo el jaleo tenía que ver con EL.
»Creo que fue una jugada arriesgada, pero... rápida, limpió el local, y jodí a mi padrastro. Tres pájaros de un tiro, ¿no?. Pero... ¿hice mal? Tres no está convencida del todo... dice que eso puede hacerle indagar sobre quién movió mierda sobre sus negocios.
Al menos, el camino sería ameno si iban hablando de cosas interesantes, ¿no?.
—Bueno, si insistes… —Lo cierto es que Hayato no había insistido, pero Datsue tampoco se empeñó en pagar. Había costumbres que eran difíciles de quitarse.
Por lo que pudo comprobar segundos más tarde, sucedía lo mismo con Hayato. Datsue se contuvo las ganas de interrumpirle, dejando que el chico expusiese su nueva liada. Datsue abrió los ojos, levantó las cejas, suspiró y bufó a medida que escuchaba. Cuando el joven terminó, el Uchiha se quedó con muchas cosas que decirle, y sin saber por cuál empezar.
—Hablemos fuera —terminó por decidir. Se despidió del resto con un gesto de mano, y no fue hasta que emprendieron rumbo hacia la estación de tren que volvió a tomar la palabra—. Mira, es una jugada que seguramente hubiese hecho yo mismo hace unos años. Lo cual no es buen síntoma. No, no lo creo.
Joder, se le hacía extraño corregir a alguien por algo que él mismo hubiese hecho. Una parte de él sabía que debía abroncar a Hayato por lo que había hecho. Echarle el muerto a otro, aunque este se lo mereciese por otras cosas, estaba mal. Podían salir salpicadas demasiadas personas que nada tenían que ver. No obstante, tampoco quería cortar la confianza con Hayato de un plumazo. El chico se estaba abriendo y sincerando, e intentaba hacer lo correcto, porque Datsue era comprensivo. De lo contrario, quizá se callase para la próxima, por temor a represalias.
—Eres un tío avispado, eso lo supe nada más intercambiar un par de frases contigo. Pero te dejas llevar por impulsos, y la presión que ejerce tu padrastro sobre ti hace que tomes decisiones todavía más impulsivas —dijo, en un rápido análisis—. No me da pena que le hayas cargado el muerto, aunque no sea… Bueno, lo ortodoxo en estos casos. Pero, y esto es un gran pero, te has dejado llevar por la tentación, y como la jugada al final te explote en la cara te va a doler. Escuchando cómo es tu padrastro, tendrás suerte si solo se queda en devolverte la jugada en tu local y no se ensaña con tu madre para castigarte a ti.
»Hiciste bien, hiciste mal… ¿Quién sabe? En las misiones, la mitad de las veces no sabía si había tomado la decisión correcta en un momento puntual hasta días más tarde. A veces incluso meses. Sea como sea, lo único que te puedo decir es que extremes precauciones. Y que para la próxima, te lo pienses bien. No molestes a tus enemigos chinchándoles y poniéndoles piedras en los zapatos. A los enemigos hay que dejarlos tranquilos, para que casi se olviden de ti. Y solo se les va a ver para asestarle el golpe que les tumba y no les deja levantarse.
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En lo que retomaban el camino, rumbo a la estación de tren, el Uchiha aclaró que esa jugada posiblemente la hubiese hecho él mismo. Pero no, no por ello estaba bien hecha, ni mucho menos.
«Mmmm... entiendo.»
Comentó que era avispado, pero a la misma vez muy impulsivo. Y la presión de su padrastro alimentaba drásticamente esa faceta suya, haciéndolo volátil: Una puta caja de explosivos. Había realizado una jugada que aunque poco ortodoxa, podía explotarle en la cara. Y no, no solo afectaría al negocio, como bien decía Datsue, podía llegar a afectar perfectamente a su madre. Su padrastro no tendría miramiento alguno, y eso era algo que bien conocía el Senju. Pero, Hayato se la había liado en nombres falsos, gente secundaria, terciaria, y hasta había perdido la cuenta de cuanta gente de por medio... Eso había de funcionar, estaba completamente seguro.
Pero... ¿y si no?.
Dudó, por un instante dudó profundamente. Si las triquilluelas le fallaban, muchos podían salir mal parados. Su madre, Tres, el local...
Datsue continuó la conversación añadiendo que en gran parte de las misiones que realizó, no supo el resultado de sus decisiones hasta mucho tiempo después. Había que pensar muy bien las cosas antes de hacerlas a la ligera, sobre todo cuando habían otras personas o bienes de por medio que pudiesen acabar mal. Es más, hasta le dio al Senju un gran consejo: No molestes porque sí a tu enemigo, golpea cuando sepas que el golpe lo dejará en el sitio.
—Mmm... buen punto, no puedo decirte que no. Pensaré más las cosas antes de meter la pata. —Aseguró a Datsue.
Pensar más las cosas. Eso era lo que le aseguraba Hayato, y eso era todo lo que podía prometer. Datsue lo sabía muy bien. Nadie podía garantizar pensar acertadamente, escoger siempre el camino correcto. Ni Hanabi, ni Shiona, ni él mismo habían sido tan certeros. Menos lo iba a ser un chico recién graduado en la Academia.
La conversación pronto fluyó por otros derroteros, menos trascendentales. Mientras se subían al tren y este les llevaba a las siguientes estaciones, Datsue le estuvo preguntando a Hayato qué hacía en su tiempo libre para divertirse. El Uchiha compartió con él varios de sus hobbies: componer canciones; tocar el shamisen; leer libros y mangas… A medida que lo iba diciendo, se fue dando cuenta que ya hacía mucho que no echaba un rato para ninguna de esas cosas. Concretamente, desde que se había hecho Uzukage.
En la estación de Tanzaku Gai, para disgusto de Datsue, tuvieron que bajarse.
—Podríamos haber hecho todo el viaje en tren… Pero claro, eso implicaría adentrarse en territorio del Bosque. ¿Te dije que tenía la entrada vetada por la mismísima Kintsugi? —Se lo había dicho en una ocasión o dos desde que se habían bajado del tren, y ahora que recorrían el bosque situado entre el Cordillera de los Dojos y la cordillera del País del Viento, se lo recordaba una tercera. Cada vez que sacaba el tema se ponía de mal humor—. Yo y un compatriota tuyo, Sasaki Reiji —eso sí que no se lo había dicho hasta ahora—. Me cago en mis muertos, va lista Kintsugi si se piensa que voy a aceptar cualquier tipo de alianza manteniendo este puto insulto. ¡Porque lo va a aceptar su puta madre!
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La conversación fluyó tenuemente en lo que sendos shinobis continuaban el viaje. Un viaje que se recortó drásticamente en locomoción, pues pararon Tanzaku Gai. Lo bueno, es que la conversación dio para bastante nuevamente. A cada palabra que intercambiaba el Senju con el Uchiha, podía ver gran cantidad de afinidades. Después de todo, no iban a ser tan distintos como en un principio supuso. Era un Uzukage curioso cuanto menos.
«Que raro que hayamos parado aquí... ¿No dijo que ya no habría más paradas sorpresa?»
Y no se hizo de rogar la explicación: Kintsugi. Al parecer, la líder de la aldea oculta de la hierba, hortalizas y demás vegetales, había vetado la entrada a él y a un tal Reiji. Datsue no tardó en maldecir la situación, y aseguró que no habría ninguna alianza si bien no aceptaba quitar esa restricción. Vamos, eso era algo obvio, por muy buenos motivos que pudiese tener la tía esa. Lo que le llevaba al Senju a pensar...
—¿Y qué motivó ese veto de entrada? Si no es mucho preguntar... ¿De verdad pueden vetar la entrada en un país al Uzukage?.
La verdad, le picaba un poco la curiosidad. Pues eso habría de tener un cierto tiempo, ¿seguiría vetada su entrada siendo Kage?.
Oh, sí. Datsue podía ser la máxima autoridad actualmente en su villa, pero en países ajenos no era nadie. Le bailarían algunos el agua en un intento de ganarse su favor, claro. Le adularían falsamente. Le tratarían distinto. Pero seguía sin ser nadie.
—Desde luego que lo tiene. Es su país y se lo folla como quiere. —Otra cosa es que fuese una buena idea. Al menos, si querías mantener relaciones diplomáticas o comerciales con la villa y el país de dicho Uzukage.—. Kenzou fue asesinado por Juro y Chōmei. Tú probablemente le conoces como Nanabi, el Siete Colas, aunque has de perder esa costumbre si la tienes y llamarlos por sus nombres de verdad. El caso, que me lío. Kintsugi odia y teme a los bijūs desde entonces. Así que ya puedes imaginarte la razón de mi veto.
»Reiji, por otro lado, tenía chakra prestado de Gyūki y lo usó en el torneo del Valle de los Dojos, frente a ojos de ella… Así que eso. También Aotsuki Ayame, de Amegakure no Sato, está vetada por el mismo motivo.
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12/04/2022, 00:48 (Última modificación: 12/04/2022, 00:49 por Senju Hayato.)
Una curiosa expresión para decir que en otro país, su jurisdicción era como un boleto de lotería caducado. Era su país, y se lo folla como quiere. Al parecer, un tal Juro había usado al siete colas para matar a Kenzou —Si mal no recordaba, era el anterior Morikage.—, y por ende Kintsugi había pillado odio y temor a los bijūs. Así pues, todo el que tenía dentro uno de éstos demonios, o bien parte de su poder, estaban vetados de entrar en su país. No era algo único y exclusivo de Datsue. Hayato supuso que debía ser como una especie de reacción defensiva, buscando que ningún otro demonio se la liase de nuevo.
—Oooh... comprendo.
Aunque la verdad, no entendía del todo la situación. Realmente, ¿cómo eran esos demonios con cola? ¿todos eran malvados? ¿o habían excepciones?. Tan solo conocía a uno en persona, y la verdad es que no había parecido un ser sediento de sangre. Aunque tampoco había mediado palabra con él. Quizás esa tal Ayame era igual que Datsue, y por otro lado ese Juro, iba tirando más para el nueve colas. Es decir, podían haber buenos y malos, ¿no?.
—¿Y ese tal Juro... también apoya al Zorro?. —Preguntó curioso. —¿O como va eso? ¿Entiendo que no todos quieren destruirlo todo, no?.
Aunque quizás no había sido muy claro en la pregunta, se estaba refiriendo a los bijūs.
Datsue se acarició la barbilla por un momento, reflexivo.
—Honestamente, no sé a quién apoya Juro. Teníamos un sello de comunicación, ¿sabes? —dijo, señalándose uno de los kanjis que le cubrían la piel. Concretamente, uno que tenía tras la oreja derecha—. Es una técnica que inventé hace tiempo y compartí con la villa. Permite comunicarte con la persona que tenga este mismo sello, sin importar la distancia.
Se tomó la molestia de explicárselo, porque las notas en fūinjutsu del chico no habían sido muy altas que se diga, y quizá ni conocía su técnica.
—Tras el asesinato de Kenzou le hablé. Incontables veces. Nunca respondió. Jamás. Pasó tanto tiempo que el sello de comunicación se desvaneció. Así que… La verdad, no me tenía pinta de un tipo que apoyaría a Kurama. Pero no lo conocía tanto como para poner las manos en el fuego por él.
»Sobre la otra pregunta… En verdad, ellos son como personas, en ese sentido. Hay buena gente y mala gente. Así que no, no todos quieren destruirlo todo. Aunque yo solo he hablado con… cuatro.
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El Uzukage se rascó la barbilla, reflexionando por un instante. Poco después expresó que no sabía realmente a quién apoyaba Juro. Al parecer tenían un sello de comunicación, como los aparatos éstos que se usan ocasionalmente en misiones, pero siendo en éste caso una técnica inventada por el propio Datsue. Al parecer era incluso mejor que uno de esos cacharros, pues no tenía límite de distancia. Y señaló un extraño kanji que tenía tras la oreja, como si eso fuese el interruptor que lo hacía funcionar.
«¡Ostras... !»
Datsue comentó que tras la noticia de la muerte de Kenzou, intentó hablar con él incontables veces, pero nunca halló respuesta. El tiempo de efectividad del "comunicador" incluso expiró. Pero pensaba que Juro no tenía pintas de apoyar a Kurama, aunque eso sí, no aseguraba poner la mano en el fuego por él. Seguramente no lo conocía tanto, ¿no?.
La pregunta de Siete sobre los bijūs, resultó siendo aproximadamente lo que esperaba. Cada uno podía o debía tener su propia personalidad, como pudiese ser en el caso de una persona. Los habían buenos, no tan buenos, y malos. Obvio, Kurama era el peor.
—Entiendo...
»Aunque... ¿has hablado con cuatro? ¿A qué te refieres?.
Oh, esa era una pregunta fácil. Pero a Datsue le rugieron las tripas y consideró que era hora de tomarse un descansito de veinte minutos.
—Ahora te cuento, que ahora es… ¡la hora de merendar!
Ambos encontraron unas rocas medianamente lisas por el camino donde apoyar el culo, y Datsue extrajo un pergamino de su portaobjetos. Lo desenrolló, y surgieron dos bocadillos y una botella de agua. Le ofreció un trago a Hayato y le pasó un bocadillo. Ambos contenían atún, rodajas de tomate, queso, y unas gotitas de aceite de oliva. Virgen extra, por supuesto.
—Pues verás —dijo, dando el primer bocado y tardando unos segundos en continuar—. Hablé con Kurama hace bastante, cuando me enfrenté a uno de sus Generales. El intercambio de palabras fue breve. Ya te podrás imaginar, la mitad fueron insultos, la otra mitad, amenazas.
»También hablé con Kokuō en alguna ocasión. Es una tipa muy… peculiar. Habla como muy respetuosa, ¿sabes? Te trata de usted y todo. Tuvimos alguna discusión, pero bueno, nada que fuese a mayores. Está en contra de Kurama.
»Después está Gyūki, que como sabrás se encuentra en nuestro puerto. Hablé en una ocasión con él y… Joder, es un ser imponente. Eso ya te lo aseguro yo. También reniega de lo que está haciendo Kurama.
»Con Chōmei, que está sellado en Juro, nunca tuve ocasión de hablar directamente. Así que no lo añado. Y el cuarto… Bueno, el cuarto ya sabes quién es. Dios del Fūinjutsu, Padre del Desierto, y el más grande de todos los bijūs. Son sus palabras, y, qué coño, también las mías.
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Continuaban el viaje, pero de pronto hubieron de hacer una parada. Era la hora de la merienda, ni más ni menos. Una hora totalmente venerable, pues la merienda es sagrada. Así lo pone en los santos libros.
En el claro en el que estaban, había unas piedras planas —O casi planas.—, donde sendos shinobis pararían a sentarse. Datsue sacó un pergamino, y el mismo pergamino regurgitó un par de bocadillos y una botella. Como por arte de magia, la merienda había aparecido. Hayato había visto en algunas ocasiones las cosas que se podían hacer con Fuinjutsu, pues en Uzushiogakure casi todos sabían manejar medianamente bien las técnicas de sellado. Pero nunca llegó a pensar que pudiesen tener usos tan... coloquiales.
Tras ofrecer al genin un bocadillo, así como un trago de la botella, el Uzukage explicó que había hablado con el mismísimo Kurama. La conversación no había sido muy fructifera, tan solo insultos y amenazas... ¿Pero qué puedes esperar de un zorro con aires de superioridad que quiere destruir a la humanidad?. No mucho más, ¿no?.
—No sé porqué, pero me lo esperaba...
También había hablado con Kokuō, y ésta era una curiosa criatura. Al parecer era extremadamente respetuosa, le trataba de usted y todo a Datsue. Estaba en contra de Kurama, y aunque habían tenido alguna "discusión", no habían llegado a mayores jaleos. También estaba por otro lado Gyūki, a quien tenían en el puerto desde hacía un tiempo. La verdad, nunca había ido siquiera a verlo... pero lo bueno, es que no estaba tampoco a favor de Kurama. Y a Chōmei no lo incluía en la lista, pues al parecer nunca había hablado directamente con él.
El cuarto en la lista no era otro si no el que se describía a sí mismo como: Dios del Fūinjutsu, Padre del Desierto, y el más grande de todos los bijūs; Shukaku. Bueno, y al parecer Datsue ratificaba sus palabras.
—¿Y ese General... ? —Si, quizás era lo que más había llamado su atención. —¿Era tan fuerte como un kage? Los rumores dicen que son terroríficos...
Y ahora sí, le propinó el primer bocado al bocadillo.
—Bueno, depende con qué Kage lo compares. Si es con el de Uzu… No, no tan fuerte.
El Uchiha dio dos bocados más al bocadillo. Era de un tamaño generoso, pero ya iba por la mitad.
—Es el único General que conocí y que enfrenté. Pero sí, que mis palabras no te lleven a engaño, era jodidamente fuerte. Usaba técnicas que provocaba explosiones, era capaz de volar y usaba parte del chakra de Kurama. Un enemigo temible.
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Tras una sonrisa, Datsue se atrevió a bromear que eso dependía de con qué kage le comparase, pues de Uzu estaba a otro nivel. Hizo una pausa para darle un par de bocados al bocadillo, y tras ello se puso un poco más serio. Según dijo, ese General era al único que había conocido, y contra el cuál se había enfrentado. Esa mala bestia al parecer era jodidamente fuerte, usaba técnicas que causaban explosiones, era capaz de volar, y podía usar parte del chakra de Kurama.
«Más me vale no tener el placer y el privilegio de conocer a uno de sus Generales... ¡Madre mía!.»
¿Y qué otra cosa pudo pensar el joven?. Si bien tenía algo de confianza en sí mismo, sabía más que de sobra que para nada estaba curtido en el arte del combate. Encontrarse a una de esas bestias creadas para la guerra no sería otra cosa que su funeral, eso casi seguro. Su rostro no pudo esconder los sentimientos que acarreaban esa respuesta, que por duro que fuese ya conocía.
—Bufff... y yo que apenas se usar mi elemento... más me vale entrenar un poco... —Contestó con una sombría sonrisa.
El entrenamiento nunca le iba a venir mal, eso desde luego. Con o sin Kurama al acecho.
—Uno, ¿eh? Yo controlo… Bueno, los cinco. —Ventajas de tener el Sharingan—. Pero oye, al final si alcanzas la maestría con uno, tampoco es que te hagan falta más.
Además, no todos podían controlar más de un elemento. Ya tres… tenías que ser un jodido prodigio, y poseer una afinidad especial con los elementos.
Acabados los bocadillos, los jóvenes retomaron el camino. Todavía les quedaba una larga travesía, y no fue hasta la noche que llegaron a la estación de Yachi. Tenían la opción de quedarse a dormir en la ciudad, pero Datsue consideró que podían aprovechar el camino en tren hasta Shinogi-to para dormir. Después de todo, era un trayecto largo e ininterrumpido, perfecto para echarse un buen sueño.
El Uchiha se despertó ya por la mañana, con el sonido de la lluvia golpeando el cristal de la ventana y la bocina del tren anunciando la llegada inminente a la estación. Por primera vez en todo el viaje, Datsue dejó atrás el disfraz cuando salieron de su compartimento. Vestido con sus habituales prendas y el sombrero de Uzukage colgándole del cuello, tras la espalda, levantó miradas y murmullos a su alrededor.
No le importó. No era de esa clase de personas que se sentían cohibidas cuando eran el centro de atención.
Afuera, hacía un frío del carajo comparado con el País de la Espiral, y la intensa lluvia no ayudaba. Por suerte para él, conocía una técnica apropiada para aquello. Con una simple tanda de sellos, acumuló chakra en el interior del estómago, que prendió en unas controladas y pequeñas llamas como con cualquier técnica Katon. En lugar de expulsarlas, sin embargo, se quedaron ahí, pequeñas y controladas, calentándole desde el interior.
—Estamos como a… Una hora o dos de Amegakure. Nunca he hecho el camino, espero que no nos perdamos —comentó a Hayato, en voz baja, mientras salían de la estación con medio mundo mirándoles.
¤ Katon: Ryū no Chi ¤ Elemento Fuego: Sangre de Dragón - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos:Uchiha 30 - Gastos: 20 CK (divide regen. de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: Aumenta la temperatura corporal, evitando estados como la hipotermia - Sellos: Serpiente → Jabalí → Liebre → Dragón → Tigre (mantenido) - Velocidad: Moderada - Alcance y dimensiones: -
Tras realizar los sellos, y manteniendo el sello del Tigre, Datsue acumula chakra en su estómago, transformándolo en llamas, como haría con cualquier otra técnica flamígera. No obstante, en vez de exhalarlas, las mantiene en su interior de manera controlada, aumentando o disminuyendo la cantidad según lo necesite. De esta forma, es capaz de aumentar su temperatura corporal, evitando estados como la hipotermia producto de un clima especialmente gélido.
Para la correcta utilización de la técnica, Datsue deberá permanecer inmóvil, con el sello del Tigre mantenido, totalmente concentrado. Con Inteligencia 50, no obstante, es capaz de hacerlo sin necesidad de mantener sello alguno. Con Inteligencia 60 o superior, es incluso capaz de moverse libremente.
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