—Vaya sobrino más descuidado que me tocó, no te puedo ni mandar a comprar alguna botana local para merendar que terminas metiéndote dónde no te llaman.— bromeó siguiendo la jugarreta pero sin perder la cara seria. —Ya estás grandecito pero tendré que ir a buscarte por tooooda la zona. Por eso no tuve hijos... — Diría caminando a su lado, hasta llegar a una intersección dónde se separó de él y se puso en marcha por su propia cuenta.

El barrio por dónde se encontraban era tal cuál se había descrito: Mucho más normal y discreto que las zonas comerciales. Los negocios que había en el sector también parecían tener precios más bajos al ser para consumo local de sus habitantes. No parecía un sitio de mala muerte a primera vista sino más un vecindario común.

En una lavandería encontraría a varias mujeres platicando en la entrada, chismeando a alta voz sobre lo acaecido hace apenas un par de horas.

—¡Ay es que no puede ser! ¿Quién atacaría al buen Konda?

—¿Por qué nos preocupamos por el rico nuevo de la ciudad? Si no tiene mucho que llegó

—A mí me da igual, lo preocupante es que el atacante según lo describieron se parece al tipo que Mari vio el otro día.

Las tres continuaban con su cháchara en voz alta sin ninguna pena.

A los muchachos, todavía en su disfraz, no les costó demasiado oír la interesante charla que se estaba dando entre varias mujeres. Al parecer había un nuevo rico en la ciudad —dato que no le dijo demasiado de primeras—, y, especialmente, que había un hombre que cuajaba con la descripción del atacante de Konda. La casualidad y el destino les acababa de sonreír.

Datsue se acercó a ellas como si no hubiese escuchado nada.

—Discúlpenme que les interrumpa —dijo, haciendo una pequeña pausa antes de continuar. No quería hablar atropelladamente, sino demostrar seguridad y tranquilidad—. ¿No conocerán por casualidad a Mari? El destino me ha traído hasta aquí de casualidad y quería aprovechar para hacerle una visita. ¿Somos familia lejana, saben? Juraría que tenía una dirección apuntada de una de sus cartas, pero ni la traje ni recuerdo cuál era exactamente… ¿Sabrán por casualidad quién es y dónde vive?

Nao, bajo su disfraz de Isao, alzó una ceja. «¿Se le da bien esto de improvisar eh?» Se cruzó de brazos observando la conversación con mirada juiciosa.

—¿Familiar de Mari?

—Miren que estaba con la emoción de visitarla pero luego es tan descuidado que ni la dirección puede recordase este energúmeno — Con falsa pesadumbre se llevó la mano a la cara. —Pero si pueden darnos una mano, se los agradecería de todo corazón — Se relajó al dirigirse a las damas.

—Oh, pues en realidad no estaban demasiado lejos — La mujer volteó a ver hacia una intersección. —Sigan por ese camino y luego crucen a la derecha. Los llevará a un callejón, la casa de Mari es la roja.

—Podría guiarlos, somos vecinas — Ofreció una.

Nao levantó la mano.

—Ya les hemos incomodado suficiente y ustedes tendrás labores más importantes que ser los guías de unos forasteros,. Conmigo basta para encaminar a regordete. Mis más sinceros agradecimientos, nos vemos — Hizo una reverencia formal y emprendió la marcha en la ruta indicada.

Una vez avanzaran por el callejón, este se tornaría silencioso. Se sentirían observados, pero en cuanto volteasen los ojos tras las ventanas se esconderían tras las cortinas. La casa roja de la mentada Mari, en realidad contrastaba con lo opaco del resto del sitio.

—Le dejaré hablar a usted, se le da mejor — Volvía a ser el Nao formal en hablado, pero no en aspecto.

Datsue se encogió de hombros. Nunca le había importado llevar la batuta a la hora de hablar.

—Como quieras. A ti tampoco se te ha dado nada mal ahí atrás —dijo, recordando cómo le había hecho de support—. Aunque, por lo que más quieras —añadió, poniendo cara de dolor—. No me trates de usted. Si acaso, eso cuando sea Kage.

Esbozó una corta sonrisa tras el comentario antes de llamar a la puerta con los nudillos. No demasiado fuerte, pero lo suficientemente firme como para que no se confundiese desde adentro por algún ruido lejano.

La forma de hablar de Nao probablemente se debiera a ser criado por un jodido viejo durante toda su infancia, con probablemente casi cero contacto con otros de su edad. Todo extraño iba a recibir el mismo trato de su parte, fuese joven o anciano. Le iba a costar, pero podía esforzarse en ser distinto con Datsue.

También le llamó la atención el comentario de este último, pero por el momento no tenía tiempo para ponerse a platicar al respecto sobre las grandes aspiraciones del Uchiha.

Una vez tocó la puerta, una voz suave salió del interior.

—¡Un momento por favor! — Se escucharon pasos a toda velocidad.

Una ventanita se abrió, y una mujer de cabellos y ojos azabache se asomó tras una pequeña ventanilla en la puerta.

—¿Se les ofrece algo? — Parpadeó ante el extraño par de desconocidos que se presentaron a su puerta.

«¿Y contesta desde la ventana? Ah, definitivamente debe encontrarse angustiada»

Datsue, sin saber muy bien cómo proceder a partir de aquel punto, optó por el camino abrupto.

—Señora, sabemos lo que está haciendo. La han visto. Varias veces. Con usted ya sabe quién —dijo, no demasiado alto, mirando a los alrededores por si había gente oyendo. No tanto porque le preocupase a él, sino por meter una presión extra a la mujer—. Le pido, si es tan amable, que baje de inmediato y nos lo cuente todo antes de que los problemas vayan a mayores.

—¿¡QUÉ!?— La mujer se sobresaltó de inmediato y retrocedió aún cuando la puerta los separaba.

Nao por su lado, trató de esconder su sorpresa para seguirle el juego a Datsue. Sin embargo, le vió de reojo tratando de descifrar que era lo que tramaba el Uchiha con su farol. Le parecía bastante arriesgado lanzar acusaciones así. Obviamente, entendió de inmediato que se trataba de un farol debido a que ninguno de los dos realmente tenía información, pero no por ello era menos loco. «Aunque, por la reacción de la mujer, parece que ha surtido efecto...» Volteó a ver la ventanilla.

—¡YO YO NO SE NADA! ¡SÓLO LO HE VISTO POR AQUÍ PERO NO TENGO NADA QUE VER CON ÉL!— La mujer gritaba tras la puerta. —¡JAMÁS LE HE DIRIGIDO LA PALABRA!— Vociferaba para reclamar su inocencia. —¿Lo han visto? ¡Lleva anillos y cadenas de oro por todas partes! ¿¡Cómo se me ocurriría acercarme siquiera!? JURO QUE NO TENGO QUE VER CON ÉL— Parecía que ya no tenía aire en el pecho.

Nao se sentía un poco mal con la señora, creía que no era necesaria esa pantomima para sonsacarle la información.

Sin embargo, en medio de la charla, Datsue se percataría de que no estaban solos.

No necesitaba sharingan, pues la sola presencia de su inmenso chakra era suficiente para advertir su estado al Uchiha. Uno equivalente al suyo, y que por ende, no se trataba de alguno de los shinobi con los que había lidiado hasdta ahora ese día.

«Hmm…» Lo sintió de inmediato. Un chakra enorme, poderoso, incandescente, tan solo comparable al suyo propio. Un ninja de los peligrosos rondaba alguna calle cercana. Quizá detrás de ellos. Quizá dentro de la propia casa.

Miró a Nao y le susurró:

—Siento la presencia de un ninja. Está muy cerca. Encuéntrale.

Acto seguido volvió a dirigirse a la mujer, como si no se hubiese percatado de nada.

—Le pido que nos abra la puerta y que nos cuente qué ha visto exactamente entonces, señorita —dijo, con calma, con templanza, intentando transmitirle algo de tranquilidad a aquella mujer que se había puesto de los nervios.

Nao, bajo el disfraz de viejo, arrugó el ceño. Esta vez su impresión interna si que se correspondía con el exterior. «¿Pero qué le pasa al darme órdenes de esa forma? ¡No soy su maldito secuaz! Ni siquiera somos de la misma aldea, vamos.» Y sin embargo, no tenía mucho pretexto para negarse, pero de alguna manera le estaba molestando bastante la actitud de Datsue al mandonearlo de esa forma. Y sin embargo, con todo y sus moños, se dió la vuelta en búsqueda del ninja. «Dijo ue hay un ninja muy cerca... Pero no sabemos dónde. Huh. No debe estar muy lejos por el énfasis que usó. Supongo es una emergencia el poder localizarlo.» Caminaba por ahí observando únicamente de reojo para no parecer sospechoso.

Entre tanto, la señora abrió la puerta, pero únicamente lo suficiente para asomar su rostro.

—¿Quienes... son ustedes?— Preguntó algo ya más calamda, pero siempre con recelo. —No son de la guardia de la ciudad, verdad?— Diría tras observar de arriba a abajo al "turista". —No lo he visto mucho. Sólo va caminando a veces por ahí en el barrio. ¿No es eso suficiente? ¡No quiero acercarme a él por nada del mundo!— Refunfuñó.

Pasó del miedo al enojo.

—No sé que andan indagando, pero no quiero involucrarme. Lo dicho, se pasea por este barrio como si fuera su casa.

Nao por su lado, caminaba con las manos en los bolsillos.

«Si de verdad hay un ninja por aquí, debe estar escondido. Incluso podría ser quién interceptó a mi rata. Demonios, podría estar transformado incluso que no me daría cuenta en absoluto. Debemos pensar que han hablado de personas encapuchadas por este sector y eso es cuanto menos, sospechoso. Podría ser incluso una trampa y que nuestra presencia pudo tener a alguien en alerta por aquí. ¿Cómo quiere q-» Al ir saliendo del callejón y cruzando la esquina, vió pasar a un sujeto cubierto totalmente con una gran capa negra, un parche en el ojo, y un Dai Shuriken en la espalda. El tipo parecía buscar algo con la mirada, pero no prestó atención al "viejo" Nao. «...» Nao sólo lo vió pasar, y emprendió su camino de regreso a la casita. «Apostaría todos mis ahorros a que ese es el ninja...»

—No lo somos, no —tuvo que reconocerle a la mujer, pese a que Nao ya se había marchado.

La muchacha siguió explicándole sus desavenencias con el hombre que buscaban. Parecía bastante sincera, aunque había algo que a Datsue le llamaba la atención.

—Pero, si nunca ha hablado con él ni le conoce de nada… ¿De dónde viene esa tirria? ¿De dónde llega el miedo? —Había algo que no le estaba contando—. Puede confiar en mí, señora. No soy un guardia de la ciudad, soy algo mejor. Un ninja de Uzushiogakure no Sato.

La mujer parpadeó un poco, observando de nuevo de arriba a abajo al sujeto.

—¿Ninjas? ¿No se supone que ustedes deben llevar placas para identificarse o algo...? — Se avrazó a si misma con recelo. —Un segundo. ¿ESE SUJETO ES UN SHINOBI? — De pronto se llevó ambas manos a la cara con horror. —Ay no, yo no quiero saber nada de ninjas y sus problemas. Por culpa de las aldeas ocultas todo el clima político se ha ido al demonio. Ahora tengo más motivos para que no querer ver a ese tipejo — Se cruzó de brazos y asintió. —el sujeto se la ha pasado por aquí regalando oro a las personas. No ha dicho que es un soborno ni nada, simplemente dijo que tenía para compartir con quién quisiera media vez no lo vendiéramos. ¡Y hubo varios que aceptaron! No sé de dónde viene, pero temo mucho que sea ilegal o algo por el estilo... ¡Y a mí todavía me dijo que soy una amargada por no aceptar un favor! Algunos de los vecinos soportan su presencia por los regalitos pero yo no. ¡Este sitio era un barrio normal hasta que apareció! Pero ahora tengo miedo que traiga gente indeseable. ¡Y luego vienen ustedes a tocar a mi puerta! Todo indica que las cosas son tan malas como yo predije que eran. Además, ¡me dijo que me envejeceré joven por estarme enojando! ¿Lo puede creer? — Bufó.

Entre tanto, el "anciano" Nao regresaba corriendo a una velocidad que ciertamente no encajaba con su edad, pero que era lo que menos le importaba en ese preciso momento.

—¿Ya has terminado de hablar con la señorita?— Le puso la mano en el hombro para que lo siguiera. —Debo contarte algo — No quería que la mujer escuchara, pues visto lo visto, igual se espantaba de nuevo. —Hay un ninja tuerto por aquí que no disimula en lo absoluto su presencia, ni el hecho de que está buscando algo. En serio, lo vi por ahí con una shuriken tamaño familiar en la espalda, pintas de malote vestido de negro, y andaba todo despreocupado mirando a todos lados. Casi podría decir que busca algo que sea muy obvio o especifico...— comentaría en voz baja.

A Datsue no se le cayó la mandíbula al suelo porque para ello tendría que habérsele roto en primer lugar, pero se le quedó colgando y desencajada por un buen rato. ¿Qué el cabronazo regalaba oro? ¿¡Oro!? ¿Así, sin más? ¿Sin trucos? Sabía que aquel tipo estaba algo mal de la cabeza, pero no tanto.

Luego, claro, estaba aquella mujer. ¿Quién en su sano juicio rechazaba oro? Debía estar como una maldita cabra.

—Señora, con todo el respeto… Usted no envejecerá joven. Usted ya ha envejecido.

Dio media vuelta y siguió a Nao sin mediar palabra alguna más. «¡Por los Dioses! ¡Rechazó oro! Me cago en… Si es que los más suertudos son la gente más equivocada».

—¿Un tuerto, dices? —preguntó Datsue. Su rostro palideció. Tenía que bucear en recuerdos que no eran de su agrado. «Primero Hokkai Kid, ahora Shunsuke. Tiene que ser él. ¿Tuerto y con un shuriken gigante? Joder… Todo vuelve a repetirse»—. Ese tío es muy peligroso. Si no estoy errado, su nombre es Shunsuke. Muy bueno con el shurikenjutsu y el suiton. Es capaz de crear una especie de hilos de chakra para manejar el armamento a distancia.

Y, ahora que recordaba, en la carrera siempre iba un paso por delante de él. Eso era porque…

«¡Arriba!» Sus ojos miraron al cielo, el Sharingan iluminando su mirada.

—También invoca guacamayas para vigilar a sus enemigos desde las alturas. Si ves una… avísame de inmediato.

La mujer, abrió la boca y se llevó la mano al pecho en una total y exagerada muestra de indignación, pero antes de poder hacer un reclamo, le dieron la espalda. Datsue no podía verlo, pero la mujer pegó ambos brazos al cuerpo y apretó los puños mientras su dientes hacían fricción.

Entre tanto, Nao trataba de asimilar la información que recibía de Datsue. La cara de susto le puso en alerta, pues parecía que realmente el tipo que rondaba la zona era de cuidado.

—Parece que hoy se ha topado con bastantes ex-conocidos, y no precisamente gratos — Se cruzó de brazos. —Lo conoce bastante bien, dándome a entender que incluso ese sujeto puede estar buscándole. Oh, perdón... ¡Ejem! Que está buscándote —. No se acostumbraba a tutear tan fácilmente a alguien. Al final, incluso sin el henge, tenía un poco de actitud de viejo verdadera. —¿Deberíamos hacer un movimiento primero? Está literalmente dando vueltas en círculos en nuestra posición. Aunque por suerte, no hay rastros de los pájaros menciona- — Se cortó de repente.

Nao miró por sobre el hombr de Datsue mientras la mujer enfurecida se acercaba para pegarle un leve amague de puñetazo en la espalda.

—¡Me da igual que seas ninja o lo que sea! ¡Pero no puedes insultar a una dama y luego darte la espalda!— Intentaría seguir dándole suaves golpecitos moviendo ambas manos.

Nao soltaría una risilla, incapaz de ocultar la gracia de la situación.

El Henge de Datsue se deshizo con los golpes de la mujer, enseñando al verdadero shinobi. Sus ojos, rojos como los de un demonio y con tres aspas alrededor de las pupilas, clavaron la sangre derramada por Izanami en la muchacha. Una de sus manos cazó al vuelo el antebrazo de ella justo a tiempo para impedir un bofetón.

—Vuelve a casa y no salgas —dijo, en un tono de voz que no admitía réplica—. O sabrás de primera mano porque me llaman el Matakages.

Si algo odiaba Datsue, eso era que le golpeasen en la cara.

—Está bien —dijo, a Nao—. Caigamos sobre él como un rayo de tormenta. Guíame.

La sonrisa se le borró cuando Datsue intimidó a la chica, pues no veía la absoluta necesidad de hacer eso contra un civil normal. Viendo lo visto, Nao deshizo su propia transformación, aunque le dió un leve codazo a Datsue en señal de desaprobación. Algunas veces Nao podía mostrar indiferencia ante grandes problemas, pero luego incomodarse por cosas mucho más pequeñas y sensibles. «¿Cuál es el sentido de intimidar a quién no se puede defender?»

—¿No te pasaste un poco con ella? — recriminó en lo que se echaba a andar. --¿Y que es eso de Matakages?— Podría sonar tonto, pero Nao pese a todo estaba algo desinformado de las noticias mundiales. O más bien, no hizo su esfuerzo en ponerse al corriente con muchas cosas por centrarse en su propio entrenamiento.

Entre tanto, mientras Nao salía del callejón a un paso algo rápido -para su habitual velocidad-, movió la vista hasta la última posición dónde recordaba haber visto al tuerto.

—El tipo cruzó por esa esquina hace no poco, siguiendo este trayecto — Y de inmediato se abalanzó entre las calles del barrio.

Era como tal, un barrio normal y común. Incluso podría verse a transeúntes comunes, pero el ambiente lucía tenso. Algunos de los locales parecían murmurar algo, o lucir asustados.

—Algo me dice que los civiles no están muy contentos con la presencia de ese otro tipo.

Y de pronto, cruzando una intersección, Nao se frenó y retrocedió al ver una sombra caminar despacio, pasando un cruce a unos seis metros de la posición. Datsue en especial, reconocería la silueta sin duda, siendo que la capa incluso lucía familiar aunque no se la haya visto antes. El tipo en cuestión, pareció no notarlos debido a que estaba concentrado justamente en ver a la dirección opuesta.