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¿Por qué hay tanta gente aquí? ¡Me cago en todo, si apenas se puede pasar!
La chica de piel café y pelo rubio platino se apartó el flequillo de la cara e intentó ponerse de puntillas para ver más allá de las primeras filas de la multitud. Normalmente la Plaza de la Estatua -como ella la había bautizado- no estaba tan llena, incluso a aquellas horas del mediodía. Joder, este sitio es una lata de sardinas, ¿es que no voy a poder ni llegar hasta el puesto de los hermanos Ramones? ¡Me muero de hambre! Inútilmente trató de abrirse paso a empujones, pero por aquella zona de la plaza la muchedumbre era tan compacta que los dos hombres de delante suya apenas notaron nada. Resignada, decidió que la mejor estrategia a seguir era ir bordeando la plaza, y rezar por que hubiera un pasaje seguro hasta el tenderete con el mejor ramen de los Dojos.
Con paso firme y seguro, esquivando de tanto en tanto a algún transeúte despistado, Anzu fue rodeando la multitud hasta acercarse esperanzadoramente a los Ramones. Por el camino no pudo evitar que la curiosidad le picase, y siendo como era, decidió hacer un alto en su arduo camino para averiguar a santo de qué estaba la plaza tan llena aquel día. Esto resultó ser una tarea aún más difícil, ya que en lugar de bordear a la muchedumbre, tenía que atravesarla... Apenas consiguió avanzar un par de filas antes de darse por vencida. Bufó, molesta.
-Oye, socio, ¿qué pasa hoy? Esto está a reventar -preguntó a un señor, canoso y con gafas, que estaba encajado al lado suya-. ¿Es que regalan algo?
El hombre le lanzó una mirada molesta, acrecentada por la apariencia 'poco apropiada' de la chica, que resaltaba sobre todo en lugares tan tradicionales como los Dojos del Combatiente. Sin embargo, haciendo gala de la cortesía habitual de estas mismas gentes, le contestó.
-Esto, muchacha, es el concurso de poesía de los Dojos. Qué, pensabas que aquí todo se reduce a batirnos el cobre, ¿no? -agregó, tras ver la bandana ninja que relucía en el brazo derecho de Anzu-. Estos ninjas, no entendéis de nada...
-Eh, un respeto, carcamal -reclamó la Yotsuki, tratando de poner la mirada más feroz de la que era capaz. No surtió mucho efecto-.
Concurso de poesía, ¡hay que joderse! Más que los Dojos del Combatiente, este sitio debería llamarse los Dojos del Floripondio, o algo así... Desilusionada, salió de entre la multitud y poco después llegó, por fin, a su ansiado destino; el tenderete de los hermanos Hidetaka.
-¡Buenas tardes! ¡Takeshi-san, Miyazaki-san! -saludó alegremente la Yotsuki después de sentarse en uno de los altos taburetes de la barra-.
-¡Anzu-chan! Siempre es un placer verte por aquí. ¿Vienes hoy sola? -respondió el hombre que tomaba los pedidos, un tipo alto y delgado, con la cabeza rasurada por completo-. ¿Qué va a ser?
-Soy una chica independiente, Takeshi-san -contestó Anzu mientras ojeaba el tablón de madera donde figuraban las especialidades de la casa-. Hoy probaré el Shōyu, ¡pero no le pongas demasiada soja!
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Como era habitual en una de sus pequeñas costumbres, Len era muy aficionado a la lectura, supongo que eso explicaria su desbordante imaginación, y tal vez tambien su mania de exagerar sus acciones, movimientos y respuestas. Durante un tiempo, estuvo esperando alguna fiesta tematica, de esas que tanto le gustan, hasta que finalmente llego una fecha, era la fiesta de la poesía de los Dojos; no muy esperada por él, pero que demonios, por fin era hora de adentrarse y bañarse aun mas en la cultura de los paises. Por lo que Len se presentó allí vestido con un primaveral Yukata de colores claros, se podian discernir diseños de copos de nieve de un color azul claro entre un manto blanco, los bordes eran de un color azul mas intenso, un obi de color azul mas oscuro que los anteriores y unas sandalias clasicas de madera
Espero que esta ropa sea la apropiada para la ocasión... La verdad no se cual es la tradición por aqui... Aunque supongo que esto es lo mas... ¿acertado?... -Susurraba para si mismo el ninja mientras entraba a la abarrotada aldea; habia puestos de comida en casi todos lados asi como algunos que eran de juegos; como pesca con redecillas de peces o globos de agua. De un lado a otro en todas las calles y en especial en la principal, largas cuerdas se tendian de una casa a otra con recuadros de tela y algunas lamparas de papel que permanecian por ahora apagadas.
Ieeee... Seguro que acabo perdiendome para variar... -Desanimado por el jaleo y el gran tumulto de gente, Len apenas podia caminar por las saturadas calles; seguramente habia alguna especie de procesión de algun idolo o escultura hacia algun monasterio cercano, ya que al rato, las calles se volvieron algo mas calmadas y mas accesibles a la hora de caminar.
Absorto en la cultura, y caminando sin rumbo por las calles, visitaba cada puesto con curiosidad e inocencia, al fin y al cabo, tener doce años es lo que hay; hasta que tras un rato, su estómago comenzo a rugir de hambre, algo extraño ya que habia desayunado para el largo viaje y con la esperanza de ahorrar todo su dinero posible para aquella animada fiesta
Que remedio... Va siendo hora de comer, de todas formas, ya tiene que ser medio dia -Con una mueca de desagrado por tener que empezar ya a gastar el dinero, observo al cielo poniendo su mano izquierda por encima de sus ojos, suponiendo que por la posición del sol, ya era una hora algo adelantada, por lo que comenzo a caminar nuevamente, en busca de un puesto en el que pudieran servir algo bastante suculento. Finalmente, dio con un negocio el cual no parecia estar muy abarrotado. ¿Realmente era la hora de comer? ¿O la gula entró en juego? Quien sabe
Hermanos Hidekata... ¿Serviran algo de mi agrado? -Narró en voz alta el joven genin, mientras se llevaba el indice izquierdo a sus labios; hasta que le llego un buen aroma del puesto, que hizo rugir otra vez su barriga soltando un largo suspiro a continuación del quejido de su estomago- Sea lo que sea lo que sirvan estoy demasiado hambriento como para pensarmelo dos veces...
Por lo que sin mas dilación, entró dentro del establecimiento, andó lentamente hacia la barra mientras miraba a los lados; observando el edificio, parecia que bastante gente visitaba aquel lugar y que tenia sus años, pues tenia un estilo algo tradicional. Una vez llegado a la barra, retiró un poco una de las sillas y se sentó en ella, a un par de asientos de una chica de piel morena y pelo blanco que parecia estar conversando con uno de los camareros, tal vez serian los dueños, pues aparte de con quien estaba hablando ella, solo habia otro de aspecto similar, rapado y con su uniforme blanco, pero con un frondoso y acicalado mostacho que se dirigio a Len mientras limpiaba un plato que sostenia en sus manos.
¿Que va a ser jovencita? Aqui servimos la mejor comida de todo el pueblo, sin lugar a dudas -Afirmó el gran camarero que se le acerco tras la barra, sonrió mientras dijo aquellas palabras con una sensación muy agradable y un tono de voz amable, pero para variar, no utilizo unas palabras correctas para referirse al albino shinobi.
No-Soy-Una-Chica -Su rostro hizo una mueca de frustración que tras un momento, se convirtio en una de furia hacia el camarero, capaces de amedentrar por unos breves segundos ante lo que parecia un aura de ira asesina y frustración, comenzó a levantar la voz ya que habia perdido los estribos, y su paciencia desaparecia frente a aquellas palabras- ¡¿Es que no es evidente que soy un chico o qué?! -Contestó nuevamente señalandose a su propio rostro con su dedo indice derecho.
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6/03/2016, 05:02
(Última modificación: 6/03/2016, 05:05 por Manase Mogura.)
Para romper de forma contundente con la rutina, la lluvia había sido reemplazada con un día soleado y fresco de primavera. Para Mogura que acostumbraba a cargar consigo un paraguas para bloquear las gotas de agua todos los días... no estaba nada mal.
Igual ahora estoy usando este sombrero de paja... aunque sea tengo las manos libres...
Ademas de cubrirse la cabeza con el tradicional sombrero asiático, mantenía usando sus ropajes casuales, la camiseta y pantalón ambos de un color oscuro y un chaleco grisáceo, lo que resaltaba en aquella ocasión es que llevaba un haori azul oscuro con el símbolo de Amegakure bordado en la parte cercana a la nuca.
Sin embargo... creo que tengo un poco de calor.
Pensaba para si mismo mientras recorría los puestos viendo de un lado a otro, había cosas tan poco utiles entreveradas con ornamentos y cosas por el estilo. Pero había algo que estaba buscando en particular, y cuando finalmente lo encontró se acerco al puesto.
Abanicos de papel, necesito uno. Veamos... veamos... este es demasiado ornamentado, no quiero algo tan vistoso, este otro es simplemente horrible, estos que no se pueden doblar no me agradan... ah que tanto... me llevo este.
Después de perder tiempo revolviendo el local del pobre tipo, Mogura terminó eligiendo el abanico mas sencillo que podría existir, papel blanco y maderitas típicamente usadas, nada de otro mundo, la expresión del vendedor era la mas acertada para la situación. Entendió lo que esa cara quería decir sin ninguna palabra, pagó y se fue un poco apresurado.
Sería muy dificil no ver la cantidad de gente que había cerca de aquel lugar, podría haberse detenido a preguntar que estaba sucediendo pero todos parecian muy metidos en lo suyo.
Mejor no molestar a nadie...
Pensaba el shinobi del sombrero. Continuó caminando por los bordes de la plaza hasta que un aroma a comida lo empezó a convencer de que era hora de sentarse un momento y degustar algo rico. Pero sería la voz de un compañero suyo la que lo haría elegir finalmente aquel local.
"¡¿Es que no es evidente que soy un chico o qué?!"
Hermanos Hidekata se llamaba el lugar, restaurante de comida preparada por sus propios dueños, imaginó. Acompañando las palabras del otro shinobi de la lluvia, Mogura ingresó cubriendo un poco su rostro con el sombrero y buscando a Len con la mirada por lo bajo. Habían mas personas ahí aunque no les prestó mucha atención en un momento.
Todo el mundo se equivoca en algún momento, algunos mas que otros... cálmate un poco, muchacho. Seguro no era su intención ofenderte.
Le reclamó el joven shinobi al chico con la yukata mientras le apoyaba en el hombro el abanico de papel. Mirando mejor el ambiente parecía un lugar bastante agradable como para que algo agresivo se pusiese a cocinar. Observó la barra, había lugares libres y el camarero con el que Len parecía querer pelear todavía estaba ahí.
¡Dos de eso que huele tan bien, por favor!
Dijo sonriendo mientras se quitaba el sombrero y se acercaba a la barra para tomar asiento. Miro a su lado y vio a la kunoichi tan particular, volteó nuevamente a ver a su compatriota y regresó la mirada a la muchacha de Takigakure.
Corresponde una disculpa por el comportamiento de Len. Espero sea aceptada.
Le susurró por lo bajo.
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6/03/2016, 16:09
(Última modificación: 6/03/2016, 16:09 por Uchiha Akame.)
Anzu pasaba la mirada con aire distraído por la multitud que se congregaba en torno al centro de la plaza. Al fijarse mejor, fue capaz de distinguir una tarima de madera que sobresalía -gracias a su altura- por encima de la línea de cabezas y sombreros del público. La Yotsuki no entendía mucho de concursos de poesía, pero imaginó que aquella plataforma elevada haría las veces de palestra para que los concursantes recitasen sus creaciones. Meh, espero que al menos haya algún participante con imaginación, si no esto puede convertirse perfectamente en el mayor truño de Onindo. Entonces recordó la afición a la literatura de su compañero de profesión y aventuras, Uchiha Datsue, y se preguntó si él podría ganar un concurso como aquel. En una ocasión, Datsue le había recitado un poema cómico que él mismo había compuesto, y que satirizaba a la Aldea Oculta del Remolino. Anzu frunció el ceño con gesto reflexivo, intentando recordar los versos exactos...
-¿¡Es que no es evidente que soy un chico, o qué!? -una voz la sacó de sus pensamientos-.
Rápidamente dejó de pensar en el concurso y en los versos satíricos de Datsue. A un par de bancos de distancia había, sentado, un chico; el mismo que le gritaba a Takeshi. Anzu se tomó su tiempo en observar bien al muchacho de arriba a abajo: parecía muy joven, y sus rasgos delicados extremaban incluso más aquella percepción. Delicado como una florecilla de invernadero, vestía un yukata de colores claros y sandalias tradicionales. Aquel chico parecía la encarnación de todo lo opuesto a Anzu; por eso, ella no pudo evitar encontrarle sumamente divertido -más aún viendo el carácter que gastaba a pesar de sus pequeñas proporciones-.
Sin embargo, la cosa no acababa ahí, y un segundo individuo hizo acto de presencia.
-Todo el mundo se equivoca en algún momento, algunos más que otros... cálmate un poco, muchacho. Seguro no era su intención ofenderte -le dijo al enfadado, apoyándole un pequeño abanico en el hombro con gesto autoritario-.
Aquel niño no podía ser más diferente del primero. Parecía mucho más mayor, cercano a la edad de Anzu -por arriba o por abajo- y sus gestos eran más propios de un sabio anciano que de un chiquillo. La Yotsuki sonrió, divertida, porque además de hablar como un viejo, aquel tipo también vestía como un viejo: sombrero de paja, haori tradicional y abanico manufacturado. Desde su taburete, Anzu tenía la imagen de que aquella era la pareja de ninjas más extraña que había visto en su vida. Porque eran shinobi, claro, y además parecían conocerse.
-¡Tranquilo, Rōjin-san! -bromeó con el aire de vejez que rodeaba a aquel chico-. La verdad es que ha sido culpa de este torpe cocinero, que necesita ponerse gafas.
Takeshi soltó una carcajada ante el comentario de Anzu y, con una cómica reverencia, se disculpó con el chico de ojos bonitos.
-Mis más sinceras disculpas, Chico-san. ¡No pretendía ofenderte, cierto! -rubricó con su característico latiguillo-. Entonces tenemos, uno de Shōyu, dos de Tonkotsu y... ¿Qué va a ser para ti entonces? -preguntó al muchachito-.
Mientras Takeshi terminaba de tomar la comanda, Anzu no pudo evitar fijarse en las bandanas y ropas de los dos shinobi. Por su edad, probablemente fuesen gennin, y por la rúbrica de sus placas eran de Amegakure. ¿Serán participantes del Torneo?
-Veo que los dos sois de la Lluvia, ¿eh? Kajiya Anzu, de Takigakure -se presentó con firmeza y decisión, sonriendo con una seguridad despampanante mientras le tendía la mano primero al chico del sombrero, y luego al otro-. ¿Habéis venido a competir en el Torneo, o a lamentaros porque no os han invitado, como yo?
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Histérico (para variar un poco en él) mientras zarandeaba los brazos de arriba abajo a la vez que se quejaba, no dejaba de quejarse por la confusión, hasta que notó una mano en hombro, a lo que en el momento, se calmó un poco, pensando que tal vez era un cliente que queria reprocharle por su comportamiento; por lo que giro su cabeza lentamente, y para su buena suerte, al menos era un conocido.
Todo el mundo se equivoca en algún momento, algunos más que otros... cálmate un poco, muchacho. Seguro no era su intención ofenderte. -Comentaba Mogura sereno y calmado, algo bastante habitual en él, lo que a veces daba a confusión si tal vez se guardaba sus sentimientos interiores.
O-Oh ¡Mogura-san! ¿Como tu por aqui? -Contestó a Mogura mientras el se disculpaba por el mal comportamiento de Len, a lo que el canoso joven, intento hacerse el sueco, como si no fuera con él, para evitar una contestación mas borde de la que el mismo habia formulado contra el camarero.
Posteriormente a esto, y tras aclarar lo ocurrido, Len infló sus pómulos algo ruborizado, mirando a su izquierda ligeramente enfadado, evitando las miradas para recordar el vergonzoso suceso ocurrido hace instantes. En ese momento, escucho una voz femenina, que se disculpaba con Len por los camareros y hablando en general. Giró su cabeza mirando a la chica de piel morena mientras hablaba
¡Tranquilo, Rōjin-san! La verdad es que ha sido culpa de este torpe cocinero, que necesita ponerse gafas. -Narró con un aire de jubilo, por lo que el joven de pelo albino, comenzo a sentirse algo incomodo; se dio cuenta de que habia molestado al resto sin si quiera darse cuenta por su ofuscada pataleta.
N-No pasa nada, me alt- -Intentó disculparse como pudo algo sonrojado por la escena que habia montado, pero en ese momento, fue interrumpido por el camarero que se disculpó por la confusión avergonzado tambien
Mis más sinceras disculpas, Chico-san. ¡No pretendía ofenderte, cierto! Entonces tenemos, uno de Shōyu, dos de Tonkotsu y... ¿Qué va a ser para ti entonces? -Se cruzó de brazos mientras contestaba con un ligero acento a la par que al terminar su frase, rió anchamente sin ningun prejuicio.
¡D-Da igual! ... ¡M-Me altere con facilidad no importa! -Zarandeaba algo las manos hacia los laterales en gesto de negación ruborizado y avergonzado; despues las dejo caer mientras miró hacia el suelo a su derecha- U-Una de Tonkatsu... Por favor... -Juntaba los dedos indicé de sus manos ruborizado; parecia que el joven león albino que rugia hace tan solo unos minutos, era tan solo un pequeño cachorro que se habia clavado una astilla en una pata. Algo avergonzado todavia, contestó a la joven genin que se estaba presentando tras el breve altercado; Len extendio tambien su mano mientras acariciaba bajo su pelo canoso la piel con el indice en gesto de vergüenza todavia mientras miraba a los ojos ojos de Anzu a la par que contestaba.
S-Si, ambos somos de Amegakure ¿Tanto destacamos? -Rió levemente mientras sonreia, parecia que ya se sentia mas comodo y calmado tras haber resuelto la confusión- ¿Torneo? Mmmmm... ¿Te refieres aquel en el que estaban compitiendo shinobis como nosotros? -Preguntó extrañado cruzandose de brazos con duda en su rostro, ya que con todo el alboroto que habia en las calles por lo que parecia una gran fiesta, ya no estaba seguro, tal vez habia algun pequeño campeonato de alguna tonteria tradicional del lugar y no era el mencionado.
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Por suerte la escena que había llegado a escuchar no llevaba demasiado tiempo en marcha y quizás habría evitado que pase a mayores, la gente puede ponerse muy molesta cuando se la ofende y mejor no tentar a Len mas allá de los limites conocidos.
Aah... que alivio...
Suspiró levemente mientras recibía el apodo de Rojin por parte de la muchacha de Takigakure, quien ademas se presentaría como Kajiya Anzu. Mogura deslizó su mano hasta el sombrero de paja para quitárselo, dejando ver con mayor facilidad la bandana en su frente, la cual ayudaba a sostenerle el cabello hacía atrás, dejó caer el accesorio sobre la mesa y guardó el abanico en su cintura como si de una suerte de kodachi se tratase.
Estrechó la mano de la chica, con una sonrisa en el rostro inclinándose un poco hacía delante, después de eso se enderezaría y colocaría sus manos sobre sus piernas con las palmas casi llegandole a las rodillas y en un solo movimiento con cierta firmeza marcial realizaría la tradicional reverencia de presentación.
Encantado de conocerte, Manase Mogura. Genin de Amegakure.
En las palabras del muchacho había un tono muy pero muy formal y con una voz un tanto rasposa, salvo por el tono de voz quizá en otro momento o en otro lugar hubiese sido algo que le habría salido de forma natural, pero en esta ocasión era algo que había hecho apropósito bromeando. Los ojos del shinobi apuntaban directo a los de Anzu, su rostro no parecía ser muy distante de la típica cara de viejo que tenia su abuelo. Antes de recuperar su postura inicial le guiñó un ojo a la muchacha y sonrió delatando su intento de broma.
¿Como se supone que no vayamos a destacar si nos hemos ganado las miradas de todos con la entrada que hemos hecho?
Pensaba para si mismo ante la pregunta de evidente respuesta de su compatriota, un shinobi en una yukata y otro en un haori con un aparatoso sombrero no podían pasar mucho tiempo de incógnito si se ponían a intentar buscar problemas.
Uno de los Tonkatsu es para ti, Len. Yo invito esta vez.
Le mencionó a su compañero para luego mirar al cocinero y dedicarle la ultima parte de su comentario. La muchacha de Takigakure preguntó sobre el torneo, al cual ellos no habían asistido, al igual que ella, como participantes y el cual al menos Mogura se había perdido casi en su totalidad.
Yo me he perdido la oportunidad de participar supongo... aunque quizás haya sido para mejor, no creo que mi lugar sean las arenas...
Comentó el shinobi llevándose una mano al mentón y meditando un momento sobre como hubiese sido su combate en la arena del torneo si este hubiese existido, un iryo-nin con poco entrenamiento no tenía mucho que hacer realmente, mejor quedarse del lado correcto de la tribuna. Sacudió su cabeza ligeramente un tanto resignado ante la situación actual de su poder.
Por otro lado pareces una persona bastante fuerte ¿qué pasó que no entraste en el torneo?
Interrogó Mogura a la kunoichi de Takigakure, con una mirada curiosa y los ojos ligeramente cerrados.
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Takeshi hizo un gesto con su mano derecha que parecía indicar 'oído cocina' cuando todos los gennin hubieron pedido su plato de ramen favorito. Inmediatamente empezó a trasladarle las comandas al cocinero, mucho más bajito y gordo que él, y éste a su vez dio potencia a los fogones. Empezaba la magia de 'Los Ramones'; pronto todo el puesto se inundó de olores a fideos cocidos, carne, y especias. Anzu aspiró placenteramente, casi saboreando los aromas, hasta que recordó el hambre que tenía y decidió que era una mala idea seguir fantaseando con un cuenco de Shōyu sin tenerlo cerca.
Los chicos de Amegakure, por su parte, parecían bastante majos. Tanto el guapo -casi afeminado- como Rōjin se mostraron sumamente amigables y educados. Anzu, por su parte, lo correspondió con una actitud jovial y enérgica. Así era ella.
-S-Si, ambos somos de Amegakure ¿Tanto destacamos? -el chico de facciones delicadas rió-. ¿Torneo? Mmmmm... ¿Te refieres aquel en el que estaban compitiendo shinobis como nosotros?
-¡No, claro que no! Me refería a ese certámen de cursilerías que están celebrando justo ahí, a los pies de la estatua -replicó la Yotsuki, riendo ante su propia ironía-. ¡El Torneo, evidentemente, socio! El Torneo de los Dojos, para ser más exactos. Una competición donde los ninjas más poderosos de cada Aldea tratan de honrar a su aldea, su kage y su maestro... Y de paso alcanzar la gloria, la fama, un prestigio inimaginable...
Estaba divagando. Solía ocurrirle cuando pensaba en el Torneo; correspondía a una de las fases de aceptación del hecho de que no había sido invitada. Primero fue la ira, claro, y los muñecos de entrenamiento de la Academia lo habían sufrido en sus propias e inertes carnes; pero ahora sólo quedaba fantasía y resignación.
-Yo me he perdido la oportunidad de participar supongo... aunque quizás haya sido para mejor, no creo que mi lugar sean las arenas... Por otro lado pareces una persona bastante fuerte ¿qué pasó que no entraste en el torneo?
El que había hablado decía llamarse Manase Mogura o, como Anzu le había bautizado, 'Rōjin'. La pregunta escoció como sal en una herida profunda.
-Bueno... Digamos que mi maestro no quería que todo el mundo viera las técnicas que me ha enseñado, y... Claro... Son muy secretas, así que... Ya sabes...
Anzu no era una mentirosa. Ni siquiera una mediocre. Se atrancaba y le costaba pensar excusas creíbles cuando había poco tiempo para reaccionar, como si estuviese en un concurso de respuestas con sólo unos pocos segundos en el contador. Además, para qué negarlo: la avergonzaba admitir que su kage no la había considerado para el evento.
-¡Bueno! ¿Y qué os parece este sitio? 'Los Dojos del Combatiente', nada mal, ¿eh? No me importaría quedarme una temporada, incluso si terminara el Torneo. En este sitio hay todo tipo de cosas alucinantes.
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El hambre atacaba al joven shinobi de cabellos claros de manera bastante notoria. ¿Realmente habia comido fuerte esa mañana para evitar gastarse los cuartos en cada puesto de comida dulce o con buena pinta? Cualquiera diria que llevaba una semana sin comer por su expresión pero eso solo fue debido al olor que inundaba todo el negocio de aspecto humilde en el que estaba. Posado sobre la barra, y medio tumbado en ella, su cara era bastante cómica, pero mas eran las palabras que pensaban por el atroz hambre que seguramente era exagerado, como siempre en él. Mientras Anzu y 'Moguri', como el llamaba a Mogura de manera sarcastica, Len los observaba desde la barra con cara de estar muriendose, otro truco para llamar la atención, como siempre.
-Yo me he perdido la oportunidad de participar supongo... aunque quizás haya sido para mejor, no creo que mi lugar sean las arenas... Por otro lado pareces una persona bastante fuerte ¿qué pasó que no entraste en el torneo? -Contestó Mogura a la joven kunoichi de piel oscura que se habia presentado ante ellos, parecia interesada en ayudarlos o algo; pero sinceramente a el no le importaba en gran medida, iba a comer y por la gorra.
Dilo sinceramente Mogura, no te ha dado la gana de que te humiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiilleeeeeeeeeeeeeeeeeeen -Respondió a la conversación que no le habian invitado desde la barra, girando la cara hacia el lado opuesto al que estaban los dos genins.
--Bueno... Digamos que mi maestro no quería que todo el mundo viera las técnicas que me ha enseñado, y... Claro... Son muy secretas, así que... Ya sabes...
- Si... Secretas... Secretas no es precisamente las ganas que tengo de comer.. -Pensó enojado por el hambre, casi fuera de sus cabales. En ese momento, un rugido ensordecedor inundo el negocio, haciendo casi que temblase el agua en el que se estaba preparando los fideos meticulosamente por los dos fornidos camareros, tras ello, se hizo el silencio.
- Mierda, porque no te callas de una puñetera vez estomago, mira por lo que me haces pasar -Pensó con una gran ruborización en el rostro, a lo que tras un breve instante, se recompuso en la silla, sentado de manera formal y con un rubor ligero todavia en sus mejillas. Hizo un gesto de seriedad, y miró a Anzu de manera maliciosa, con los ojos entrecerrados y las cejas hacia arriba, esbozo una sonrisa en su boca y llevandose a esta su mano izquierda, como intentando taparsela sin mucho cuidado e intento echarle las culpas a la brusca kunoichi.
- Parece que alguien aqui esta que se muere de hambre -Susurró lo suficientemente alto con la esperanza de que el escuchasen.
- ¿Se habra tragado el "Anzu"-elo? -Pensó para el mismo mientras reia levemente.
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El comentario de Len no hizo otra cosa que dibujar una vaga sonrisa en su rostro a la vez que se sonrojaba levemente. Era cierto que lo mas probable es que lo terminarán humillando en la arena, pero como decirlo de una manera que no suene tan mal, al menos podría romperle la cara a alguien antes de que el combate terminará.
Dejo escapar un suspiro para girar levemente su mirada hacía su compañero de aldea y susurrando a un nivel que solo él y quizá también la muchacha de Takigakure lo escuchen.
Yo no soy el que se tropieza con todos los charcos de agua que encuentra...
Dijo cerrando casi en su totalidad sus ojos solo para verlo voltearse. Volvió su mirada hacía la tildada kunoichi, la pregunta parecía no haberla tomado por su mejor momento o no era algo que él debería haberle preguntado. ¿Sería lo correcto ofrecerle una disculpa o quizás sería mejor pasar por alto directamente el asunto?.
Tu maestro... obviamente no lo conozco... pero creo que tendría que tener en cuenta... lo que quiere su alumna. ¡Tu oponente no puede aprender tus técnicas secretas si lo dejas inconscientes!
Trató de decirlo de la mejor manera con la sincera intención de alentar a la muchacha de la Cascada.
Por otro lado debo decir que me gusta mucho este lugar el clima es muy agradable, un día sin lluvia no es algo que puedas disfrutar en Amegakure... ¿Sabías que si no llueve es considerado señal de mala...
Y fue en ese momento cuando aquel sonido que toda persona que ha tenido hambre ha escuchado alguna vez.
...suerte?...
Len había dejado escapar involuntariamente aquel tremendo sonido, es probable que el grueso de la clientela no supiese quien lo hizo pero él si sabía, pues estando al lado suyo no era muy difícil saber de donde provenía. La gente comenzó a mirar en dirección a la barra. El shinobi volteó a ver que estaba haciendo su compañero solo para ver la expresión que tenía y escuchó lo que dijo.
Ah... eres indefendible, amigo mio...
Estaba queriendo llamar la atención claramente, y parecía que lo estaba logrando, pero temía que también lograra otra cosa.
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La Yotsuki esbozó una mueca de pocos amigos cuando el chico guapo intentó endosarle a ella la culpa por sus ruidosos intestinos. Levantando un puño, cerrado y firme, en señal claramente amenazadora, la kunoichi advirtió sin palabras que no era chica para bromas. No es que Anzu careciese de sentido del humor, pero tendía a ser recelosa y escéptica con los extraños. No le gustaba que se tomaran confianzas, y menos aquel chico dramático y gritón. ¿Cómo demonios aprobarán el examen candidatos tan enclenques? Meh, no lo entiendo. Esmirriados como este, o como Datsue-san, no podrían ni quitarle un caramelo a un niño.
Sea como fuese, la conversación que ella y Mogura mantenían se vio pronto interrumpida por la voz aguda y característica de Takeshi. El más alto de los hermanos traía, en perfecta arquitectura, tres tazones humeantes de ramen. Anzu no espero un segundo más de lo necesario para sentarse en uno de los taburetes de madera y empezar a degustar su manjar. Comía haciendo gala de pocos modales, de forma atropellada y ávida, como una bestia hambrienta. Sólo de vez en cuando se detenía para beber un sorbo de un vaso que Takeshi había puesto frente a ella.
—Por otro lado debo decir que me gusta mucho este lugar el clima es muy agradable, un día sin lluvia no es algo que puedas disfrutar en Amegakure... ¿Sabías que si no llueve es considerado señal de mala... suerte.
—¡Ya te digo, socio! El clima en la Tormenta es lo peor. Y agárrate, porque ahora vienen curvas: Takigakure es incluso mejor que este sitio. Hace Sol casi todos los días del año, ni demasiado frío, ni demasiado calor, y la brisa matutina refresca los bosques de bambúes y otros árboles. Te lo digo de verdad, ¡no sabes la suerte que he tenido de acabar allí!
Mientras los chicos conversaban, en la plaza empezaba a formarse un tumulto considerable. La gente se amontonaba alrededor de la tarima de recitaje, donde ya se veía a los participantes de la primera ronda formando una fila, pacientes unos, nerviosos otros, esperando que el certamen diese comienzo.
Espero que al menos escuchemos algunos versos cachondos, como los que me enseñó Datsue-san... Ah, ¿cómo decían...?
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Parecía que la muchacha de Takigakure no había decidido romperle la cara a Len por estar de molesto y todo quedo en una especie de amenaza. Mogura vio el plato que había ordenado llegar a la mesa y comenzó a comer no tan enérgicamente como Anzu, sino mas bien de una formas con mas etiqueta, como le habían enseñado en su hogar.
Prefirió no decir nada sobre los modales de la chica aquella, no era algo que le molestara pero tampoco es que estuviese interesado en probar comer de esa forma. Hizo una pausa para escucharla hablar sobre el clima de su aldea, sonaba como un lugar opuesto a la suya, donde siempre estaba lloviendo y donde un día de calor era algo que significaba que te podía caer un piano sobre la cabeza.
Yo no he tenido muchas razones para dejar la aldea, creo que este viaje me ha hecho alejarme de la aldea mas que ningún otro...
El ruido que venía de afuera estaba empezando a afectar el ambiente del local, al punto de que no podía ignorarse lo que estaba sucediendo afuera.
¿Esto es solo de poesía o habrá algo mas? ¿Un poco de rakugo o algo por el estilo?
Preguntó mientras observaba ligeramente hacía afuera intentando ver a los participantes, no estaba seguro que es exactamente lo que había allá afuera. No era una persona que disfrutará mucho de la poesía, sus abuelos si lo hacían, incluso tenía el recuerdo de tardes en los que estos pasaban recitándose palabras cursis el uno al otro y él yéndose a otro lado para evitar llenarse los oídos de azúcar.
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Con un sonoro eructo, Anzu dio a conocer al mundo su gusto por el plato de ramen que acababa de degustar. Para una chica como ella, las normas de etiqueta y comportamiento en público no eran más que tonterías inventadas por los rectos señores feudales en sus grandes castillos. Un ninja curtido en mil batallas comiendo ramen en la plaza de un pueblo no tenía lugar para esas lindezas; y, sin embargo, eso no quitaba valor a la comida. Por eso mismo, Anzu había llegado a la conclusión de que el eructo era un mecanismo del propio cuerpo, mucho más instintivo y natural a la hora de indicar que habías disfrutado de un buen almuerzo.
Claro que, estaba el asunto de toda esa gente que ocupaba la mayor parte de la plaza. Esperaban algo, o a alguien, para empezar el recital. La Yotsuki nunca se había sentido atraída por aquella clase de cosas, fundamentalmente porque desde pequeña su vida había transcurrido lo suficientemente cerca de las letras como para saber leer, escribir y expresarse correctamente; pero ni un poco más. Todavía menos le interesaban ahora, que se consideraba ya una kunoichi de pleno derecho. Sin embargo, ahora había terminado su ramen, y la conversación con los ninjas de Amegakure no parecía tan interesante como ella había creído en un principio. Mogura era agradable, sí, pero hablaba y pensaba como un viejo. Len, directamente, parecía ausente, perdido en sus quien sabe qué pensamientos.
—¿Qué es eso del 'rakugo'? —preguntó Anzu a su compañero ninja, con aire distraído, mientras recorría la abarrotada plaza con su mirada—. Mogura-san, ¿crees que será interesante? Nunca me ha gustado la poesía, pero si tanta gente está aquí esperando... ¿Nos acercamos?
Casi sin esperar respuesta, y habiendo pagado ya su bol de ramen, la Yotsuki se puso en pie con un pequeño saltito. Estiró las piernas, ligeramente entumecidas tras tanto rato sentada. Justo en ese momento una figura subió a la tarima de madera y el inmenso público empezó a aplaudir. Fue entonces cuando Anzu se dio cuenta de que la multitud abarcaba mucho más allá de sus narices, hasta casi ocupar la Plaza de la Estatua por completo. Está claro que esta gente lleva mucho tiempo esperando lo que sea que va a pasar aquí. Quizás sí que merezca la pena echar un vistazo.
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Recostado sobre la mesa mientras esperaba su plato de comida, el joven de pelos canosos se dedico simplemente a observar y escuchar la conversación que mantenian su compañero Mogura y la joven de piel oscura que se llamaba Anzu. Curioso y atento a lo que iban diciendo, perdio su interes en el momento que un plato de caliente ramen que habia pedido, se puso delante suya. Con la mitad del rostro apenas visible por al ser ocultada por sus brazos, giro su cabeza al enorme plato de ramen que se colocó entre el camarero y él.
— W-Wooah... — Dijo asombrado al ver el plato de delicioso aspecto, sus ojos brillaron y recupero poco a poco la compostura; acaricio el bol acercandolo a él dejando un breve rato las manos en la ceramica para calentarlas, esa calidez era muy confortante para él. La expresión de asombro de Len poco a poco se torno en una de famelico al babear sin querer un poco, se paso la muñeca por la boca para limpiarse y rapidamente cogio unos palillos separandolos por encima de su cabeza con energia y vivacidad.
— ¡Itadakimasu! — Gritó con la energia de su juventud casi a los cuatro vientos, mientras el camarero que le habia atendido, sonreia con sinceridad y entusiasmo; y sin darse cuenta, poco a poco, el resto de los camareros y algunos clientes, tambien sonrieron frente a su jovialidad.
Comia algo rapido, pero tampoco nada fuera del otro mundo, sorbiendo sonoramente lo cual es gesto de que la comida esta buena como es costumbre en esas regiones; pero sin embargo de manera algo fina y delicada, pese a ello, su rostro no pudo ser evitado ser manchado por algunas salpicaduras del caldo. Finalmente, tras un tiempo de estar comiendo, acabo por sorber el plato levantando todo el bol casi por encima de su cabeza, tras ello y dejarlo bruscamente sobre la mesa, señalo con ilusión a los dependientes con aquel caracteristico brillo en los ojos suyo, que transmitia casi sus sentimientos con la mirada.
— ¡Jiji, tu comida esta de vicio! ¿¡A quien mataste para conseguir la receta — Puede que en ocasiones sea refinado y delicado, pero en otras... El dueño del local Takeshi, se sintió algo ofendido, primero por ser llamado viejo pese a no tener tanta edad, y despues la burla en modo de acusación de asesinato, por lo que se cruzo de brazos con el ceño algo fruncido pero sonriente, dispuesto a soltarle una burrada a Len tambien
— ¿¡Y tu que!? ¿¡Que te falta ya para terminar de pasar a ser una chica a toda una señorita!? — Tras lo que soltó una carcajada a la vez que otros clientes se tapaban la boca un poco para reir mientras algunos de los miembros del local, reian ampliamente. Len se puso de pie en su silla, poniendo una de sus piernas encima de la barra a la vez que se remangaba uno de sus brazos en gesto de dar un puñetazo.
— ¿¡Quieres pelea maldito viejo carcamal!? ¡¡Encima de que te hago un cumplido!! —Pegó su cabeza a la del dueño del local mientras ambos con el ceño fruncido hacian chirriar sus dientes.
— ¿¡Tu y cuantos mas, mocoso!? Acabaria contigo antes de lo que tardo en echar los fideos a hervir — La cabezoneria de los dos se mostraba clara, viendo como ninguno de los dos cedia ante el otro mientras seguian gruñiendo y farfullando, seguramente, la unica manera de acabar con esa disputa seria llevarse a uno de los dos, y quien mas papeletas tenia por la conversación externa a esa, era Len.
Hablar (Royalblue) — Pensar (MediumOrchid)
¡Gracias a Ranko por el avatar!
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No era de extrañarse que no le sonara el nombre de aquella forma de entretenimiento, quizás porque no era tan conocida en Takigakure o quizás simplemente porque Anzu ignoraba su existencia. Él tampoco sabría lo que era si no fuese porque un día escapando de sus acaramelados abuelos se metió en un teatro donde había una obra de Rakugo en marcha.
Rakugo es... por decirlo de una forma, el arte de contar historias. Una persona sentada en un escenario con un abanico y un pañuelo, realiza una comedia en la que interactúan uno o mas personajes, normalmente se diferencian con cambios en el tono de voz y movimientos de la cabeza.
Mogura daba una pequeña pero con suerte certera explicación de lo que sería el Rakugo, acompañaba sus palabras con los movimientos que uno se esperaba ver en el teatro, tomó su abanico y fingió que estos tomaban fideos de un plato imaginario que sostenía con su otra mano a su vez que simulaba ser otra persona viéndose comer el plato de ramen girando su cabeza e inclinándose ligeramente a un lado.
Supuestamente fue inventado por un monje para hacer mas llevaderos sus sermones, es divertido.
Al menos para él lo era. Miró la multitud enfrente del local, había mucha gente. Quería que algo interesante pasara en esa plaza, se sentiría decepcionado si lo unico que la gente iba a ser era decir alguna poesia que probablemente no entendería.
No entiendo la poesía, y creo que tampoco me llama el entenderla. Por otro lado... si no se pone interesante, deberíamos probar hacerlo interesante ¿no te parece?
Propuso el muchacho con una ligera sonrisa en el rostro abriendo de par en par el abanico de papel. Entonces fue cuando una vez mas su compañero de aldea estaría buscando comprar boletos para ganarse una paliza en manos de gente que no conocía.
No puedo contigo, muchacho...
Pensaba mientras miraba a Len chocar su frente con la del dueño del local. Podría ponerse su sombrero y perderse entre la multitud de la plaza junto a Anzu y dejar olvidado para siempre el cadaver de Len en la tienda, pero eso sería algo cuestionable éticamente hablando.
Len... ah... no se si vale la pena...
Susurraba al viento tomándose ligeramente la frente, como cuando uno no sabe que hacer sobre algo.
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La Yotsuki asistió con sublime atención a la explicación que le daba Mogura acerca del rakugo. Al principio no le pareció demasiado interesante, pero cuando 'Rōjin' ejemplificó lo que quería decir con una breve pero cómica representación, Anzu no tuvo más remedio que echarse a reír de forma sincera. Parece como si de repente este chico hubiera rejuvenecido veinte años. ¿Por qué no será así de divertido siempre? A lo mejor simplemente es tímido. Las carcajadas duraron un buen rato, y se vieron intensificadas cuando el otro shinobi, Len, empezó a discutir con Takeshi. Ambos parecían mantener una especie de relación amor-odio que a la Yotsuki le resultaba muy divertida. Carcajeándose sin disimulo, la kunoichi tomó a Len del brazo y lo arrastró en dirección contraria a la barra.
—Todo controlado, Mogura-san —le susurró al otro gennin de Ame, guiñándole un ojo. Ella tampoco habría querido que un compañero de Aldea formara alboroto en público, a no ser que fuese para servir de ejemplo de la superioridad marcial de la Cascada—. Venga, ¡vamos a ver si hay algún 'rakugoísta'!
Se acababa de inventar aquel término, y tampoco le importó.
Diligente, arrastró al amegakureñó guapo hacia la multitud, esperando que su compañero Mogura les siguiera. Avanzaron durante un rato que a Anzu se le hizo eterno, abriéndose camino a duras penas entre la inmensa cantidad de gente que había allí congregada.
—¡Damas y caballeros! ¡Bienvenidos al Decimoctavo Recital de Poesía Clásica de los Dojos del Combatiente!
Aquella voz sobresaltó a la kunoichi, que se detuvo en seco, soltando el agarre que todavía ejercía sobre el brazo de Len. Alzó la vista, buscando al emisor de aquellas palabras, que parecían amplificadas mediante algún tipo de técnica. Lo halló sobre la tarima de madera: un tipo de corta estatura, melena teñida de verde y apariencia del todo extravagante. Vestía con ropas de varios colores y llevaba, sobre los hombros, una capa del mismo color que su pelo. A pesar de ser bajito y raruno, ¡menudo torrente tiene! Se le debe escuchar en todo Hi no Kuni. En efecto, la potencia sonora de la garganta de aquel tipo era extraordinaria.
Siguió hablando durante un rato, anunciando a los participantes y también haciendo alguna que otra mención a ricos nobles que habían recaudado los fondos necesarios para celebrar el certámen.
—¡Como todos saben, en esta ocasión, y con motivo de la visita de las Tres Grandes Aldeas, el Decimoctavo Recital de Poesía Clásica de los Dojos del Combatiente rinde homenaje a los valientes guerreros shinobi!
Cada vez que aquel extraño personaje repetía el nombre completo del certámen —es decir, siempre que tenía ocasión— parecía que iba a quedarse sin aliento; y, sin embargo, siempre conseguía terminar la frase. Lo que sorprendió a Anzu no fue eso, sino el recordatorio de que aquel 'concurso' de poesía estaba ambientado en Uzu, Ame y Taki. Espero que Takigakure salga mejor parada que en el Torneo... No pudo evitar aquellos pensamientos, que le produjeron un escozor amargo en la garganta.
—¡Y ahora, demos la bienvenida a nuestro primer participante! ¡Dekigura Masame, de Takigakure no Sato!
La multitud prorrumpió en aplausos, y un chico bastante joven, con pinta de noble, subió a la tarima. El presentador le recibió con una marcada inclinación, y abandonó el estrado. El poeta dedicó una reverencia similar a su público, que calló casi por completo en un instante, y recitó una poesía sobre la Aldea Oculta de la Cascada que a Anzu le pareció sumamente bella... Claro, que la Yotsuki no entendía una sola cosa de lírica. El público aplaudió, aunque tímidamente. Para un observador versado en aquellas lides, no había sido un poema digno de llamarse como tal.
Al tal Masame le siguieron dos concursantes más: un anciano que apenas podía mantenerse en pie, de Amegakure, pero que cautivó a todos sin excepción con unos versos tristes pero muy bellos. Y, luego, un chico de Uzushiogakure. Era alto, atlético y su pelo rubio bien cuidado le daban un porte excepcional. Debía ser también famoso, porque nada más subir al escenario de madera, sin siquiera hablar, arrancó elogios femeninos a lo largo y ancho de la plaza. Con gesto regio agradeció los halagos y luego recitó unos versos tan finamente elaborados, tan cálidos y armoniosos, que Anzu se sorprendió a sí misma aplaudiendo con fervor.
¿¡Pero qué demonios estoy haciendo!?
Del aplauso pasó a la tristeza, y luego a la rabia. Incluso en aquella absurda competición, Takigakure era vapuleada sin piedad. Los versos de Dekigura Masame no podían competir con los del anciano de la Lluvia, y mucho menos con los de aquel súper poeta-atleta-galán-todo de Uzushiogakure.
—Puto... —masculló la Yotsuki, volviéndose hacia sus compañeros, a quienes casi había olvidado en el fragor de la poesía—. Mogura-san, Len-san... ¿No creéis que deberíamos enseñarle una lección a Don Perfecto?
En sus ojos se reflejaba la más pura malicia sin refinar.
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