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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
Su padre respiró hondo. Y Ayame se temió lo peor.

Los sentimientos nos hacen débiles —recitó.

Como tantas otras veces había hecho. Siempre con Ayame en el suelo, después de haber fracasado estrepitosamente en un entrenamiento. Ayame se mordió el labio inferior para evitar que le temblara, pero la voz de Zetsuo volvió a llamarla:

Suprime tus anhelos y ciérrate a los miedos. Olvida el cariño y el afecto y aparca la rabia. Luego mírame —ordenó—. Sólo entonces, tendrás tu respuesta.

Y Ayame le miró, con ojos brillantes de lágrimas. Zetsuo respiraba de forma entrecortada, su cuerpo estaba maltrecho, tenía la ropa desgarrada en numerosos puntos, la piel del torso que no había terminado de curar presentaba varios moratones.

Y la parte racional del cerebro de la kunoichi tuvo que reconocerlo: Puede que no hubiese podido con él, pero al menos no se lo había puesto tan fácil. Aún así...

Me falláis cada vez que os enfrentáis a mí y no habéis aprendido algo nuevo, cada vez que caéis sin haberos vuelto más fuertes —replicó—. No es el caso. Te lo he dicho antes. La Luna Azul brilla con fuerza hoy.

No te referías a ti... —balbuceó Ayame, con un hilo de voz.

Es la primera vez que dudo cual de mis dos hijos es más fuerte.

Aquellas palabras. Aquello era lo que había estado persiguiendo desde que decidiera, tantos años atrás, comenzar su camino como ninja. Ayame había buscado una y otra vez sorprenderle de mil maneras diferentes: cuando aprendió a lanzar sus primeros shuriken, cuando consiguió dominar su primera técnica, con sus primeras calificaciones de clase... Pero nada era suficiente nunca. Su padre siempre se había mostrado como un muro firme y distante, inalcanzable. Y entonces llegó aquella racha en la que los abusos en la academia hicieron que su rendimiento se desplomara. Comenzó a sacar malas notas, nada le salía bien, y los entrenamientos a los que la sometió su padre en un intento de enderezarla de nuevo sólo fueron como sesiones de tortura para ella. Cayó una y otra vez. Lloró una y otra vez. Quiso rendirse una y otra vez. Y nunca lo había hecho. ¿Por qué? Aquella era una pregunta que ella también se había hecho en más de una ocasión.

Y la respuesta la tenía ahora frente a sus ojos.

Ayame reunió todas las fuerzas que le restaban y, con un lastimero gemido de cansancio, se reincorporó haciendo un soberano esfuerzo. Abrazó a Zetsuo con fuerza y enterró el rostro en su hombro, sollozando a lágrima viva.
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#47
Su hija se le lanzó y se abrazó a él como si fuera a ser la última vez que lo veía. Zetsuo sintió una punzada de dolor que le hizo gemir y ponerse rígido como un poste. Pero no dijo nada. En su lugar, cerró los ojos y dio tiempo para que Ayame nadara en aquél mar de alivio. Sin mirar a sus ojos, Zetsuo sabía lo que pasaba por su cabeza. Lo que siempre le había pasado. Probablemente jamás dejaría de pasarle. Eso lo convertía en una debilidad. Y es allí donde uno debía construir la parte más gruesa de su muralla emocional.

Sé que has estado esforzándote para mí, pero no es mi reconocimiento lo que debes perseguir, Ayame. —El hombre se zafó de sus brazos y la sujetó por ambos hombros alejándola de él y quedando cara a cara con ella—. La excelencia está al servicio de la familia, en primer lugar. De la aldea, en el segundo. De ti misma, en el tercero.

»Sigue fortaleciéndote para proteger a los tuyos. Todo lo demás no debe importarte. Todo lo demás... no es importante.

Muy bonito. Supongo que ya no me necesitas, ¿no, Zetsuo? Me voy, antes de que me ponga a vomitar arcoiris. —Shōgun desapareció con una nube de humo. Zetsuo puso una mueca de asco y desvió la mirada hacia un lado.

«Estúpido jilguero.»
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#48
Sé que has estado esforzándote para mí, pero no es mi reconocimiento lo que debes perseguir, Ayame —habló Zetsuo y Ayame agachó la mirada profundamente avergonzada. Él siempre había sabido leer a través de ella como si de un libro abierto se tratara, y muchas veces ni siquiera había tenido que recurrir a su escalofriante habilidad para leer la mente. Él la agarró por los hombros y la separó, obligándola a mirarle directamente—. La excelencia está al servicio de la familia, en primer lugar. De la aldea, en el segundo. De ti misma, en el tercero. Sigue fortaleciéndote para proteger a los tuyos. Todo lo demás no debe importarte. Todo lo demás... no es importante.

Ayame volvía a morderse el labio inferior y se sorbió la nariz, llorando a moco tendido.

«Yo... yo sólo quería que me miraras... que me miraras como mirabas a Kōri...» Fue su cerebro el que formuló las palabras que sus labios no se atrevieron a reproducir.

Pero asintió. Asintió varias veces con energía. Proteger a los suyos, ese era su principal camino del ninja. Y siempre lo sería. Siempre lo había hecho. Y siempre seguiría haciéndolo.

Muy bonito. Supongo que ya no me necesitas, ¿no, Zetsuo? Me voy, antes de que me ponga a vomitar arcoiris —graznó el águila, antes de desvanecerse en una nube de humo.

Zetsuo desvió la mirada a un lado con gesto asqueado, pero Ayame se enjugaba las lágrimas con una risilla.

Jo, qué borde... —Y eso le recordó algo que le hizo lanzar un largo suspiro de pesar—. Me había reservado una cosa para el combate y al final, con todo el lío, no he podido hacerlo... Yo...

»No pertenezco a la familia de las águilas.

Ayame no dio más explicaciones. Elevó la diestra, se mordió el dedo pulgar y dejó que la sangre bañara su piel. Sus manos se entrelazaron por última vez y entonces dio una palmada en el suelo.

Ya no iba a ser tan impresionante, pero tendría que valer, porque sus reservas de chakra no daban para más.

¡Kuchiyose no Jutsu!

Una nube de humo la envolvió momentáneamente. Pequeña, bastante pequeña, y de ella surgió una saeta que se alzó en el cielo rápida como una estrella fugaz.

¡Ayame! ¡Ayame! ¡¿Qué te ha pasado?!

Entre ambos aleteaba un halcón tan pequeño que perfectamente podía caber en la palma de una mano. Blanco por el vientre, grisáceo por el lomo, marrón en la espalda, y con la cola oscura decorada con múltiples motas de color blanco. Tenía los ojos oscuros bordeados de plumas rojas brillantes como la sangre.

No te preocupes, Pigmy, sólo quería presentart...

¿¿QUIÉN ES ESTE SEÑOR TAN FEO CON CARA DE MALA LECHE?? ¿¿ES ÉL QUIEN TE HA HECHO ESO?? ¡¡SUJÉTAME, AYAME!! ¡SUJÉTAME PORQUE SI NO VOY A DARLE SU MERECIDO!! —graznaba, de manera increíblemente escandalosa para su pequeño tamaño, pero nunca llegó a moverse del sitio.
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#49
Zetsuo, indignado, estaba a punto de estallar. ¿Cómo que no pertenecía a la familia de las águilas? ¿Eso era una declaración? ¿Después de todo aquello, que le rechazaba como padre? Estuvo a punto de abrir la boca, pero entonces Ayame se llevó el dedo pulgar a la boca y lo mordió. Entonces Zetsuo se retiró, con los ojos muy abiertos, y se puso de pie.

Ayame, ¿qué...?

¡Kuchiyose no Jutsu!

Zetsuo abrió aún más los ojos.

Y sonrió. Sonrió tanto que a Ayame le podría haber parecido hasta tenebroso.

Un pequeño halcón les observaba desde allá arriba, gritándoles con su voz de pito. Gritándole a él. Pero la atención de Zetsuo no estaba para centrarse en aquél pollo. El hombre se acercó de nuevo a su hija y le puso ambas manos sobre los hombros.

¿Cuándo...? ¡De la familia! ¡De la familia de las rapaces, hija mía! ¿¡Cómo has firmado el pacto!?

¿¿QUIÉN ES ESTE SEÑOR TAN FEO CON CARA DE MALA LECHE?? ¿¿ES ÉL QUIEN TE HA HECHO ESO?? ¡¡SUJÉTAME, AYAME!! ¡SUJÉTAME PORQUE SI NO VOY A DARLE SU MERECIDO!!

Zetsuo alzó la mirada hacia Pigmy.

¡Te quieres callar, hijo de puta, que me estás dejando sordo! —rugió.
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#50
Pero Zetsuo se había abalanzado sobre Ayame, y cuando cerró sus manos en torno a sus hombros, la muchacha se tambaleó, ligeramente mareada. Pero su padre sonreía, sus ojos brillaban como nunca antes había visto, y eso encendió una nueva llama en su pecho.

¡Te quieres callar, hijo de puta, que me estás dejando sordo! —chilló el médico, ante los graznidos y amenazas vacuas de Pigmy.

¡¡¡IIIIIIEEEEEEEEEEKKK!!! —El halconcillo, aterrorizado, agitó las alas rápidamente y salió volando. Se quedó cerca, aún así, volando en círculos a su alrededor, vigilando la escena.

Ayame soltó una risilla. Siempre había sido así. Pese a sus constantes bravuconadas, Pigmy siempre había sido un cobarde a la hora de la verdad. Perfecto como mensajero por su velocidad de vuelo, pero si tenía que depender de él para que la protegiera...

Fue durante la misión de los renegados... —respondió al fin—. Intenté salvar a Chiiro, y Yokuna, El Cazador, me dejó firmar el pacto a cambio. Y eso que no me conocía de nada, pero él insistió en que le parecía suficiente —sonrió, henchida de un fatigado orgullo—. No te lo conté porque quería sorprenderte en el combate, pero... al final se me olvidó por completo.
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#51
Zetsuo asintió, complacido.

Mi hija, con un pacto con las aves rapaces. Demonios, no creo en el destino, pero no tiene que haber nada en este planeta que se parezca más a esto —indicó el médico, evidentemente alegre—. Pero no es cierto que no me hayas sorprendido. ¡Casi me ganas! ¡Ganarme! ¡A mí!

Se dio la vuelta.

»Habrá que remediar eso.
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#52
Mi hija, con un pacto con las aves rapaces —asintió Zetsuo, tal alegre que Ayame sintió que le ardían las mejillas—. Demonios, no creo en el destino, pero no tiene que haber nada en este planeta que se parezca más a esto. Pero no es cierto que no me hayas sorprendido. ¡Casi me ganas! ¡Ganarme! ¡A mí!

Pero ella se rio.

¿Ganarte? ¿Qué dices? —soltó, encogiendo los hombros—. Pero si he tenido que dosificarme el chakra con cuentagotas y sólo te he alcanzado un par de veces...

De hecho, ni siquiera sabía si su último ataque había dado en el blanco. Ella se había desmayado antes de poder comprobar los resultados de su ofensiva a la desesperada.

Pero Zetsuo se dio la vuelta, dándole la espalda.

Habrá que remediar eso.

Ayame, que había terminado de ponerse en pie, le miró con extrañeza.

¿A qué te refieres?
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#53
Zetsuo puso un pie en el agua, y comenzó a caminar hacia el puente de entrada a Amegakure. Bajó la mirada con el ceño arrugado.

A partir de ahora, queda comprobado que en combate contra mí eres un igual —dijo—. Por tanto, no esperes ni una pizca de piedad en nuestro próximo encuentro. —Ah, ¿que la había habido? Si esto era sí, resultaba difícil afirmarlo—. Así que prepárate. La próxima vez, no tendrás que igualarme.

»Tendrás que ser más fuerte. Tendrás que superarme. —sentenció—. Y ahora, volvamos a casa. Te invito a un caf... tsk. A un chocolate —se corrigió, casi con asco.
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#54
Zetsuo echó a andar, de vuelta hacia la entrada de Amegakure. Ayame le seguía por detrás, débil y algo más lenta que él. Iba a necesitar de un buen reposo para poder reponerse después de aquello.

A partir de ahora, queda comprobado que en combate contra mí eres un igual. Por tanto, no esperes ni una pizca de piedad en nuestro próximo encuentro —dijo entonces, sobresaltándola.

«Un... igual...» Se repitió para sí. Y durante un instante agradeció que su padre le estuviese dando la espalda, para que no viera sus mejillas encendidas y sus ojos humedecidos.

Así que prepárate. La próxima vez, no tendrás que igualarme. Tendrás que ser más fuerte. Tendrás que superarme —sentenció—. Y ahora, volvamos a casa. Te invito a un caf... tsk. A un chocolate —se corrigió, con asco.

Y Ayame soltó una risilla. Zetsuo prácticamente odiaba cualquier cosa dulce, Ayame odiaba lo amargo. Eran dos polos completamente opuestos en eso.

¡Oh! ¿Vamos a la Pastelería de Kiroe? —preguntó alegremente. Pero Ayame guardó un par de segundos de silencio y sus labios temblaron ligeramente—. La... La próxima vez no habrá excusas, ni retrasos —respondió ella, agachando la mirada. Pero volvió a levantar la mirada y la clavó en la espalda de su espalda—. Y la próxima vez romperé tus ilusiones.

El escalón que se acaba de alzar frente a ella era grande. Monstruosamente grande.
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#55
¡Oh! ¿Vamos a la Pastelería de Kiroe? —preguntó Ayame alegremente.

No, por Amenokami, no —replicó él de mala gana, casi con desesperación—. ¿Y tener que dar explicaciones a esa pastelera o a su hijo? —Oh, porque sin duda pedirían explicaciones, sobretodo ella. Siempre lo hacía. Al fin y al cabo, era su trabajo. Hacer preguntas. Averiguar cosas. Pero Zetsuo sabía que disfrutaba del cotilleo, simple y llanamente, incluso fuera de servicio. Y a veces sabía cosas que no debía saber. Y que no tenía forma de saber. ¿Cómo lo hacía?

No lo sabía. Y eso es lo que más le ponía de los nervios.

»No, iremos a una cafetería mucho más seria, donde a uno le tratan con la profesionalidad y sobriedad que merecen dos adultos ya creciditos como nosotros —dijo, para sentenciar.

La... La próxima vez no habrá excusas, ni retrasos.

Más te vale.

Y la próxima vez romperé tus ilusiones.

Zetsuo se detuvo en seco. La miró por detrás del hombro con una media sonrisa.

No tengo ninguna duda de que lo intentarás.


· · ·


El Descanso del Shinobi era una cafetería para gente seria, así lo había definido Aotsuki Zetsuo. Pero más bien parecía el lugar donde los cuarentones de Amegakure que no tomaban alcohol iban a contarse las penas del trabajo. Zetsuo había superado sus problemas con la bebida, y ahora sólo lo hacía esporádicamente. Cócteles específicos, por el sabor. Normalmente en restaurantes, acompañando a una buena comida. Por darse un gusto. Pero ahora le repugnaban las tabernas con olor a vino y a borracho. Por eso, cuando le apetecía despejarse, nada mejor que un buen café, sin azúcar.

Aquél debía de ser el mayor templo al café de toda la Lluvia, porque apestaba a café.

Sin embargo, el chocolate que le habían servido a Ayame era decente. Aquella gente sabía lo que hacía, simplemente se había adaptado a la clientela habitual. Por supuesto, se alejaba mucho del que le servía Kiroe, con extra de nubecitas. Pero al menos estaba bueno.

Shōgun y yo nos conocemos de hace muchos años —relataba Zetsuo—. Me ha salvado más de una vez la vida. Una vez me sacó volando de una emboscada de al menos diez shinobi enemigos. Todos mis compañeros habían muerto. —El hombre dio un sorbo a su café—. Ese día, no conseguí llevarme conmigo a ninguno de ellos. Fracasé como ninja médico.

»Y otro día, de no haber sido por mí, ese viejo capullo habría cerrado el pico para siempre. Le mordió una serpiente particularmente venenosa. Y tuve que tomar una decisión difícil. Perseguir a mi presa... o salvar a mi compañero de caza.

»A la larga, os habría ahorrado algún que otro problema. Pero no habría sido un buen ninja médico. Además, vosotros dos terminásteis el trabajo por mí. —Zetsuo clavó en Ayame sus ojos aguamarina. Los entrecerró—. Sin mi conocimiento, por supuesto.
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#56
No. No fueron a la "Pastelería de Kiroe-chan". Padre e hija entraron en un sobrio local llamado "El Descanso del Shinobi", y la muchacha no pudo evitar arrugar la nariz nada más puso un pie en su interior. Apestaba a café por todas partes, y la propia carta estaba especializada en cafés. Cafés de todo tipo: Café solo, café con leche, café con leche merengada, café, café y café. Ayame intentó disimular la repulsión, después de todo no era un lugar desagradable, ni mucho menos. Y el chocolate estaba bueno.

«Pero no lleva nubecitas como el de Kiroe...» Se lamentó, mientras le daba vueltas lentamente con la cucharilla.

Pero todo estaba bien. Era como si el combate le hubiese quitado un tortuoso peso de encima. Y se sentía bien el poder estar conversando con su padre de forma relajada. Tan relajada, que incluso le estaba entrando sueño. Toda la adrenalina del combate se había pasado, y ahora sólo quedaba un profundo agotamiento y, al mismo tiempo, el dolor de los golpes recibidos. Ayame se abrazaba disimuladamente el abdomen, allí donde había recibido el Ōkasho de Zetsuo. Su cuerpo no presentaba signos exteriores, gracias al Suika, pero estaba claro que los daños seguían estando allí.

Shōgun y yo nos conocemos de hace muchos años —relataba Zetsuo, mientras Ayame escuchaba con suma atención, como una niña escuchando un cuento apasionante—. Me ha salvado más de una vez la vida. Una vez me sacó volando de una emboscada de al menos diez shinobi enemigos. Todos mis compañeros habían muerto —Hizo una pequeña pausa para dar un sorbo a su café—. Ese día, no conseguí llevarme conmigo a ninguno de ellos. Fracasé como ninja médico.

Y otro día, de no haber sido por mí, ese viejo capullo habría cerrado el pico para siempre. Le mordió una serpiente particularmente venenosa. Y tuve que tomar una decisión difícil. Perseguir a mi presa... o salvar a mi compañero de caza. A la larga, os habría ahorrado algún que otro problema. Pero no habría sido un buen ninja médico. Además, vosotros dos terminasteis el trabajo por mí.

Las Náyades... —completó Ayame, con un despectivo siseo.

Pero Zetsuo le había clavado sus ojos aguamarina y los entrecerró peligrosamente.

Sin mi conocimiento, por supuesto.

Ella apartó la mirada a un lado. No porque quisiera ocultarle nada, sólo por incomodidad. "Sin su conocimiento". Como siempre solía hacer. Una muy mala costumbre que se le había quedado pegada.

Aún recordaba aquella vez que le había robado el Libro Bingo a su hermano y había intentado ir a la caza de Naia ella sola. Qué estúpida había sido, comprendía ahora.

Lo siento. No queríamos preocuparos. Y sabíamos que si os decíamos que nos habían encomendado la misión de ir tras ellas...
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#57
Zetsuo negó con la cabeza.

Creo que es la única vez que hicisteis bien en no decirnos nada —admitió de mala gana, desviando la vista a su café—. Siento orgullo. Hiciste lo que yo no pude hacer.

»Además, lo importante es que lo hiciérais bajo el ala de Arashikage-sama.
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#58
Pero Zetsuo negó con la cabeza.

Creo que es la única vez que hicisteis bien en no decirnos nada —admitió de mala gana, desviando la vista a su café—. Siento orgullo. Hiciste lo que yo no pude hacer.

»Además, lo importante es que lo hiciérais bajo el ala de Arashikage-sama.

No creo que dependiera de que fuéramos nosotros el hecho que de tuviéramos éxito o no —replicó Ayame, inclinando la cabeza—. Nosotros teníamos el factor de la sorpresa de nuestra parte y pudimos aprovecharlo. Pero de haber estado vosotros en nuestro lugar, seguro que lo habríais hecho de forma más rápida, y seguro que más limpia... —agregó, sombría. Aún recordaba los múltiples errores que habían puesto en peligro el éxito de la misión, aún recordaba al mercader al que le tuvo que quitar la vida por orden expresa de Daruu, en contra de su propia voluntad.

«Ya no habrá más "Es una orden". Se acabó. Desde ahora yo dictaré mis propias decisiones.»

¡Kiroe, Kōri y tú sois mucho más fuertes! —concluyó, absolutamente convencida de ello, antes de llevarse la taza a los labios.

Se arrepintió casi instantáneamente. El chocolate aún ardía.
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#59
Recuerda esto siempre, Ayame —dijo Zetsuo de pronto, mirando a su café—. Si dudas, perderás.

El médico alzó sus ojos aguamarina hacia su hija.

»Una diferencia de un segundo puede salvar la vida de un paciente durante una urgencia —siguió—. Una sola duda, y esa persona morirá. Una sola duda durante un combate, y lo perderás. Y tú, hija mía... tú eres toda dudas. Y esa es tu mayor debilidad. Y por tanto, es ahí donde debes poner más esfuerzo en mejorar. Ni las carreras alrededor de la orilla del lago, ni flexiones ni abdominales ni extenuar al máximo el control sobre tu chakra hará que llegues más lejos.

»Pero elimina todas tus dudas, y serás la kunoichi más fuerte de toda Amegakure —aseguró—. Por encima de la mismísima Arashikage.

Zetsuo volvió la vista a su café.

»Y por encima del cabrón de Amedama. ¿Vas a ir al Torneo este año también, no? Espero que le des una buena patada en el culo.
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#60
Recuerda esto siempre, Ayame —dijo Zetsuo de pronto—. Si dudas, perderás.

¿Por qué...? —comenzó a preguntar Ayame, pero quedó enmudecida cuando su padre volvió a clavar sus ojos aguamarina en ella.

Una diferencia de un segundo puede salvar la vida de un paciente durante una urgencia. Una sola duda, y esa persona morirá.«La diferencia entre ser un buen médico o no»—. Una sola duda durante un combate, y lo perderás.

«La diferencia entre ser una buena kunoichi o no...»

Y tú, hija mía... tú eres toda dudas —continuó, y Ayame se hundió en el asiento cuando dio con el dedo en la llaga—. Y esa es tu mayor debilidad. Y por tanto, es ahí donde debes poner más esfuerzo en mejorar. Ni las carreras alrededor de la orilla del lago, ni flexiones ni abdominales ni extenuar al máximo el control sobre tu chakra hará que llegues más lejos. Y tú, hija mía... tú eres toda dudas. Y esa es tu mayor debilidad. Y por tanto, es ahí donde debes poner más esfuerzo en mejorar. Ni las carreras alrededor de la orilla del lago, ni flexiones ni abdominales ni extenuar al máximo el control sobre tu chakra hará que llegues más lejos. Pero elimina todas tus dudas, y serás la kunoichi más fuerte de toda Amegakure. Por encima de la mismísima Arashikage.

Ella gruñó, torciendo el gesto. ¿Ella, más fuerte que Arashikoro Yui? Sabía que lo último que debía hacer en aquel momento, justo después de que su padre le hubiese soltado aquel discurso sobre confianza y autoestima, era precisamente cuestionarle. Pero no podía evitarlo.

Y por encima del cabrón de Amedama. ¿Vas a ir al Torneo este año también, no? Espero que le des una buena patada en el culo.

Sí. Han vuelto a recomendarme. Este año parece que va a haber dos divisiones o algo así, se supone que me han recomendado para la categoría de rango alto —respondió ella, casi agradeciendo el ligero cambio de tema. Y ante la mención de Daruu no pudo sino encogerse de hombros, con lástima—. Lo intentaré... pero ese Byakugan es muy difícil de combatir.

«Sólo le vencí en combate una vez, y fue cuando se estaba recuperando de la pérdida de sus ojos. ¿Cuenta eso como victoria acaso? Amedama Daruu sí que es el shinobi más fuerte de Amegakure, no yo...»
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