Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
No le sorprendió la negativa, aunque eso no le quitaba lo exasperarte que resultaba lidiar con un paciente que rechazaba el alivio por una tontería. Riko le tomó para que se fueran de ahí y dejaran en paz al Uchiha, pero en última instancia el médico se mantuvo firme en su postura, negándose a retroceder.
—No compliques más las cosas, no estás en posición de ponerte a jugar con tu salud de por medio. Sólo te estás perjudicando a ti mismo— Aquellas palabras cargaban una decisión y una rigidez dignas de un teniente militar. Aquello ya no era un ofrecimiento de ayuda, era una orden. —¿Vas a abrir la puerta o...?— Cortó la última frase. ¿Iba a obligarlo a salir de ahí por la fuerza? No le convenía, pero tampoco quería dejarlo ahí hundido en su propia mierda, literalmente. Sin embargo, forzar la situación le podría llegar a complicar a futuro. ¿Quería ayudarlo de verdad o era un capricho? Si esto último no resultaba, era mejor retirarse. Total, si luego el muchacho terminaba aún peor nadie tendría que reprocharle por no haberlo intentado. —Reflexiona, por favor. Déjame ayudarte— Esa última frase cargaba con un tono muy sombrío.
Datsue no daba crédito a lo que oía. Se le había presentado un hombre de la nada, en plena emergencia de evacuación, pidiéndole que le dejase ayudar en su problema y que le dejase pasar. Pero, ¿cómo había sabido el hombre que estaba en problemas? ¿Acaso no podía haber corrido simplemente porque le había entrado un apretón? Empezaba a pensar…
… que el hombre buscaba algo más. O que había envenenado su jodida comida. ¿Paranoico? En la vida ninja nunca se era lo suficiente.
Pero había otro motivo, otra razón, para su empecinamiento. Ya no solo era por el orgullo, sino porque el Uchiha tenía una reputación que mantener. ¿Qué sería de sus muchos y gloriosos apodos, si dejaba pasar a alguien en aquellos momentos y veía semejante estropicio? Que se irían a la mierda. Nunca mejor dicho.
Tirados en una esquina: sus calzones. No había llegado al váter a tiempo. Su pantalón, lleno de vómito. Estaba hecho un asco, y prefería pasar una noche muriéndose de dolor que dejar que alguien le viese así.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El Kaguya resopló cuando el médico insistió a pesar de la negativa de su compañero, parecía tener demasiado interés y aquello no terminaba de convencer del todo a Riko, por eso, en cuanto vio que Datsue no le respondía simplemente apretó un poco el agarre que le había hecho al hombro.
—Está visto que no quiere que le ayudes, así que vamos, no hay nada que hacer aquí.
Esperaba de corazón que el chico aceptara la negativa esta vez, porque no le apetecía tener más problemas aquel día, simplemente quería irse a su habitación, dormir y amanecer al día siguiente completamente fresco, que después del día que se habían pegado de viaje por el desierto, con el calor y montado encima del jodido camello, era lo que necesitaba.
No había nada más que hacer por allí, pero tampoco hubo una reacción por parte de él. ¿Resiganción, frustración, enojo? Nada de eso. El joven suspiró y decidió dejarse llevar por Riko, para regresar a sus respectivas habitaciones del hotel.
Eso hubiese sido lo ideal, de no ser porque en cuanto salieron de los baños notarían que todas las personas que hasta hace unos instantes habían estado cenando en el sitio desaparecieron cómo por arte de magia. El muchacho abrió los ojos, ¿qué había pasado? Fue entonces que se escucharon unos pasos a toda velocidad desde el balcón superior del salón, siendo la tabernera quién se asomaría.
—¡Asobu! ¿Dónde demonios te habías metido?— Le increpó.
—¿Qué pasó? Es más, ¿para qué me estabas buscando?
—Vete preparando, que hay una riña en la calle. Si no hubo heridos con lo de esta tarde, quizás ahorita si los haya.
Muchas de las personas salieron a las ventanas o a las puertas de sus hogares, metiches ante el escándalo montado en las afueras. La calle principal estaba atiborrada de curiosos, hablando en voz alta o bien lanzando porras. Todo aquello se escuchaba cómo murmullos hacia el interior del edificio. Probablemente por esto el sonido no se había alcanzado a escuchar en el interior de los baños.
—¿No hay de otra?
—Lamento en serio molestarte con esto, ya nos has ayudado demasiado.
El muchacho negó con la cabeza y se fue corriendo hacia el exterior. ¿Que ocurriría ahora? La noche sería muy larga.
Por lo menos el joven aceptó que Datsue no quería su ayuda la segunda vez, por lo que la cosa no tuvo que llegar a mayores si no que, simplemente, salieron del baño y le dejaron tranquilo con sus cosas.
En cuanto cruzó el umbral de la puerta, Riko tomó una bocanada de aire limpio, limpio entre comillas, ya que el olor del baño salía ligeramente, aunque era mucho menos notorio que antes. El Kaguya entonces se estiró ligeramente, estaba cansado y tenía muchas ganas de ir a la cama e iniciando el camino hacia allá antes de ser interrumpido.
—¡Asobu! ¿Dónde demonios te habías metido?— —¿Qué pasó? Es más, ¿para qué me estabas buscando?
—Vete preparando, que hay una riña en la calle. Si no hubo heridos con lo de esta tarde, quizás ahorita si los haya.
La cara de Riko era todo un poema, sin duda alguna parecía que los astros se habían alineado en su contra y que no querían dejarle decansar aquella noche, quizás por haber planeado huir y dejar tirados a los que le habían dado cobijo y comida. Sabía que no tenía por qué ayudar, pero sentía que era su deber hacerlo, por lo que siguió a Asobu cuando éste salió corriendo del hotel.
—No te separes demasiado de mi, no queremos que el médico reciba un golpe que no iba dirigido a él. — Dijo con rostro serio.
«Como me entere de quien ha iniciado la pelea la va a tener conmigo, !quiero dormir!»
—Descuida, no tengo planes de involucrarme demasiado— Rió. —Sólo espero que nadie salga herido de gravedad— Su voz expresaba preocupación.
Al salir por la entrada principal, el caos reinaría ante sus ojos. Había tres altos fogarones a lo largo de la calle, la gente observaba desde las pertas, ventas o tejados de los edificios. Incluso, el curioso Rōga decidió ir a husmear en el asunto, observando de brazos cruzados desde la azotea del hotel. Curioso era, que uno de los protagonistas de la pelea se trataba nada más y nada menos que del mismo bandido al que el Uchiha creía haber escarmentado en la tarde: Bandō.
—¡Fuera de mi territorio escorias!— Cabalgando sobre un corcel negro, arremetió contra tres extraños hombres montados a camello, vestidos con largas capas negras, turbantes negros y, ¿paraguas?.
No hubo palabra en respuesta a la amenaza del bandido, salvo por lo que claramente eran una cadena de sellos manuales. "Oh, por Ame no Kami, díganme que no es cierto!" El Yotsuki se exaltó al observar aquello y darse cuenta que los involucrados podían generar un desastre. "No quería meterme en esto pero si siguen así tendré que hacerlo." Apretó los dientes, molesto.
—¡Mierda!— Quiso frenarse al ver una gran correntada de agua venir de frente, halando las riendas del caballo para flanquear el ataque por la derecha mientras intentaba sacar unas navajas de su cinturón. Sin embargo, sintió que los brazos no le respondían con la velocidad necesaria. —¡Tch!— El mismo temblor en las extremidades que experimentó en la tarde le atacó de nuevo, acompañado del recuerdo de ver dos orbes rojos. Bandō cerró los ojos en el momento que al animal galopó bruscamente, esquivando el ataque pero tirando a su jinete al suelo.
El bandido perdió su sombrero durante la caída, pero trató de incorporarse rápidamente. Volteó a todos lados para recuperar la noción del espacio, observando a sus dos ayudantes que yacían ya tirados algunos metros atrás, inconscientes. Apretó los puños, furioso. Esa pelea no debería ser compleja para él, pero la visión mostrada por Datsue le había dejado secuelas que le impedían actuar y moverse con naturalidad.
—Se los vamos a advertir por última vez— Amenazó uno de los hombres, el cuál tenía vendas por encima de los ojos. —No queremos más problemas. Están filtrando el agua del río para no pagarnos el impuesto del pozo, no podemos permitir eso.
—Pozo del cuál se apropiaron ustedes, hijos de puta— Arremetió de regreso, acompañado de varios chiflidos y abucheos de la multitud gritando improperiosa los cuatro vientos. —En Shirotora basto yo, váyanse a extorsionar a alguien más—. Mientras hablaba, abría y cerraba las manos, con al esperanza de que el tic nervioso se fuera.
"Ya no sé ni de que lado estar." Ninguno de los dos parecía buena opción.
El Kaguya asintió ante las palabras del médico, que por lo menos era prudente y sabía que no era su deber meterse en una pelea siempre que no fuera necesario, si no que tenía que encargarse de los posibles heridos que resultasen de la misma.
Pero la escena que vio en la calle le dejó helado por unos momentos, había incluso algún fuego a lo largo de la calle que dejaba ver cómo de peliaguda estaba la cosa y lo peor fue ver al dichoso Bandō de nuevo en el medio de la pelea, hablando como si todo aquello fuera suyo y Riko arrugó la nariz.
«Esto no merece la pe...»
Estaba a punto de dar media vuelta y volver a su habitación cuando consiguió ver una gran corriente de agua proveniente de uno de los desconocidos con los que Bandō se estaba enfrentando, y entonces su atención volvió a estar en el lugar de la pelea.
—Se los vamos a advertir por última vez. No queremos más problemas. Están filtrando el agua del río para no pagarnos el impuesto del pozo, no podemos permitir eso.
Por lo visto, todo aquel jaleo venía por algo de lo más típico: dinero. Eso sí, un dinero que, al parecer, no merecían dado que el pozo lo habían tomado a la fuerza, por lo que era normal que el pueblo se rebelase contra aquel impuesto.
—¿Qué está pasando? ¿De qué hablan? — Le preguntaría el uzujin a Asobu.
—¿Ellos serán...?— El joven médico murmuraba al observar la escena, apretando los puños y los dientes. Estaba concentrado en ver lo que ocurría, cuando las palabras de Riko captaron su atención. —¿Eh? Uhhh, yo, creo saber— Sin embargo no sonaba tan seguro. —Según mi teoría, ellos son un trío de shinobis renegados que han estado causando problemas en distintos pueblos del País del Viento desde hace unos ocho meses. Verás...-
La explicación no llegó a concretarse cuando varias personas dejaron su puesto de espectadores para pasar a las armas, algunas incluso convirtiendo varas en antorchas al encenderlas en los fogarones de la calle. Rastrillos o picos, cualquier cosa era válida. Pronto se aglomeraron y formaron una turba que rodeaba al bandido caído y al trío de negro.
"¿Pero qué pretende toda esta gente?" El joven Yotsuki sudaba frío ante lo que estaba por venirse. "Mierda, aunque quisiera entrar ahí no estoy muy seguro de poder enfrentarlos en desventaja. Quizás si ese par de Uzushiogakure me ayuda tendríamos una oportunidad, pero no sé dónde se han metido. Pero en el estado de Datsue dudo que eso sea posible." Caminó hasta la orilla del tejado del, hotel, dispuesto a saltar para caerles por sorpresa a los misteriosos personajes, cuando su plan se vio frustrado en el momento que el tercero de los renegados realizó otra cadena de sellos para luego soplar al piso.
—¡No por favor, aléjense de ellos!— Suplicó a viva voz el joven al ver lo que se avecinaba.
"¡No puede ser posible!" Un gran nubarrón de polvo se levantó, rodeando a todos los involucrados y bloqueando la vista de los ahí presentes en un área de 9 metros. Era imposible saber que ocurriría, cuando de pronto se escuchó un impacto y seguidamente varios gritos fueron perceptibles. "¿¡Eso que escucho es agua!?" para su temor, probablemente habían atacado a la multitud con alguna técnica de suiton. "¡Inadmisible!" No podía bajar sin ver nada, terminaría comiéndose un ataque aleatorio en el proceso. Decidió retroceder y dirigirse al interior del hotel, para bajar por las escaleras a toda velocidad posible.
El caos parecía reinar, cuando una extraña silueta empezó a movilizarse entre el polvo.
—¿Eh? Uhhh, yo, creo saber. Según mi teoría, ellos son un trío de shinobis renegados que han estado causando problemas en distintos pueblos del País del Viento desde hace unos ocho meses. Verás...
Riko le estaba prestando toda su atención pero de repente, la explicación de Asobu se vio interrumpida por la decisión de varias personas del pueblo de alzar las armas y arremeter contra aquel trío que, por lo que el médico le contaba, eran unos shinobis renegados.
«Vaale... Esto... Esto se está descontrolando.»
El genin trataba de pensar en cómo actuar en aquella situación, miraba en todas direcciones tratando de encontrar una vía de acción, aunque también el pensamiento de que posiblemente esos tres eran mucho más fuertes que él pasó por su cabeza, y le hizo dudar, dudó sobre si realmente tendría que involucrarse en una pelea que, a fin de cuentas, no le incumbía.
—¡No por favor, aléjense de ellos!—
La voz del médico le sacó de sus pensamientos rápidamente y entonces vio como los tres renegados atacaban a los civiles.
«¡Joder!»
Realizó tres sellos rápidos y de su cuerpo comenzó a desprenderse un esqueleto que poco a poco se fue rellenando hasta formar un clon idéntico a Riko.
—Vale, tenemos que ayudar a toda la gente, y para eso te necesitamos a ti, así que yo me encargo de protegerte, ¿vale?
Y tanto el Riko original como la copia se pusieron delante de Asobu cuando les pareció ver una silueta moverse entre la densa nube de polvo.
Caos enfermizo, llantos y maldiciones en el aire. La desesperación se apoderó de aquellos que ingenuamente intentaron oponerse a la fuerza de sus enemigos. La luna era testigo de la incertidumbre que estaba reinando mientras el viento poco a poco se llevaba la polvareda que utilizaron los renegados para enmascarar sus crímenes. Una buena parte de la multitud había recibido el violento impacto del agua y varias personas salieron despedidas hasta chocar contra alguno de los tantos obstáculos de la calle. Unos yacían adoloridos en el suelo mientras otros terminaron estampados en algunas banquetas o paredes. Aún era difícil ver pero ese no impidió que algunos amigos o familiares corrieran a socorrer a aquellos que habían terminado lastimados. Otros entre tanto sólo se vieron enfurecidos aún más por el acto de cobardía y añoraban castigar a los responsables, pero dada la confusión era imposible acercarse a ciegas para rodearlos, pues sólo terminarían igual que sus camaradas caídos.
—Gracias Riko-san, pero debo tratar de alejar a los heridos de aquí antes que las cosas empeoren— Le advirtió. —Déjame acercarme para intentar socorrerlos, prometo no ponerme demasiado en riesgo— Remató.
La sombra que se movía entre el humo llegó hasta la posición de los tres misteriosos shinobis, los cuales se vieron sorprendidos ante la presencia de alguien que se atreviese a acercarse.
—¡¿Hola que tal les va?!— Un extraño saludo que rompió la tensión en el lugar, luego, silencio durante unos segundos.
—¡NO ME JODAN!— Un malherido Bandō en el suelo fue quién interrumpió la extraña pausa con sus quejidos.
—No puedo ver nada, ¿qué está pasando?— Preguntó el jovenzuelo.
Más pronto que tarde el único de los tres criminales que no había dicho palabra alguna salió volando hasta estrellarse con uno de los fogarones en llamas, aunque si bien parte de sus prendas resultaron prendidas el rápidamente se deshizo de ellas para evitar quemaduras. Cabe destacar que volvió rápidamente la vista al centro de la acción, sin decir una sola palabra...
—¿Te comió la lengua el ratón o qué?— Rió nuevamente la voz mientras se dispersaba totalmente la pantalla de humo, observando a aquel ninja que no emitió ningún sonido ni siquiera para expresar dolor. —Vinieron al pueblo equivocado, señores— Al desvanecerse la cortina, un hombre anormalmente alto estaba parado ocupando el lugar del bandido, mientras los otros dos retrocedían lentamente ante aquel sujeto que fácilmente llegaba a los dos metros. —Gracias por entretenerlos, aunque no esperaba eso de ti—. Volteó a ver al bandolero sin sombrero.
—¿Quieres callarte, Mano Cortada?, en tus putos sueños me verás ayudándote— Alegó mientras intentaba ponerse de pie.
El nombre no era para menos. No importaba su piel curtida en cicatrices, ni sus ropas cubiertas de polvo. No importaban sus cabellos castaños ni su pronunciada barbilla. El detalle que resaltaban eran sus manos: La derecha sin el índice, mientras la izquierda carecía del meñique y del anular.
Cada vez aparecían nuevos personajes en el escenario, pero el autoproclamado protagonista no iba a dejar que la acción se desarrollara sin él.
—¡Riiiiiiiiiikooooooo!— La voz del Yotsuki emergió detrás de él, siendo que venía corriendo a toda la velocidad que le daban las piernas mientras cruzaba el portón del hotel. —¿Eh? ¿Es tu gemelo?— Se frenó y se extrañó ante el clon, pues parecía bastante real y no un simple bunshin cómo los que le enseñaron en la academia. —Bah, cómo sea. Joder, toda esta gente...— Volteó a ver a sus alrededores. —¿Quién demonios es ese?— Tenía demasiadas preguntas pero poco tiempo para actuar. —Espero que no quiera pelearse él solo contra los tres, ya hay demasiados heridos por meterse dónde no los llaman y sacarlos de aquí va a ser un suplicio. Tú, o ustedes, ¿tienes algún plan?— Ladeó la cabeza.
—Si tan sólo ese trió dejase de enfocarse en los civiles... Quizás podríamos salvaguardarlos— Murmuró el médico, aunque con la suficiente fuerza para que le escucharan.
"Ya me importa un pepino si descubren si soy shinobi o no, con guardar el apellido basta. No es mi país ni mi asunto pero por simple humanidad, tengo que ayudar."
—Gracias Riko-san, pero debo tratar de alejar a los heridos de aquí antes que las cosas empeoren. Déjame acercarme para intentar socorrerlos, prometo no ponerme demasiado en riesgo—
Riko asintió, era cierto que el médico tenía que intentar atender a los civiles, pero no dejaba de ser muy arriesgado por lo que, a pesar de que le dejaría hacerlo, no le quitaría un ojo de encima, hay que proteger el médico del grupo como norma, son la pieza clave en este tipo de situaciones.
Lo que pasaba en el humo no podía saberlo con seguridad, aunque le parecía escuchar unas voces que provenían de él, y no fue hasta que la cortina de humo desapareció del todo que pudo ver como un hombre de una estatura demasiado alta había ocupado el puesto de uno de los bandidos y como los otros dos retrocedían ante su presencia.
—¡Riiiiiiiiiikooooooo!¿Eh? ¿Es tu gemelo?Bah, cómo sea. Joder, toda esta gente... ¿Quién demonios es ese? Espero que no quiera pelearse él solo contra los tres, ya hay demasiados heridos por meterse dónde no los llaman y sacarlos de aquí va a ser un suplicio. Tú, o ustedes, ¿tienes algún plan?
La llegada de Roga le pilló completamente por sorpresa y sobre todo la forma que tuvo de entrar, con tantas preguntas que sobrepasó a Riko de lejos, dejándole con la boca abierta tratando de buscar las palabras para responderle, aunque fue Asobu quien lo hizo por él.
—Si tan sólo ese trió dejase de enfocarse en los civiles... Quizás podríamos salvaguardarlos
El Kaguya soltó un profundo suspiro y su clon se llevó las manos a las caderas mientras hacía estiramientos de espalda para calentar.
—Está bien, no quiero entablar combate, pero haremos lo posible porque ningún civil más herido, ¿está bien? — La pregunta iba dirigida a Roga.
Dado que el gigantón parecía querer enfrentarse él solo a los tres bandidos, no iba a ser él quien se lo impidiera, se dedicaría a proteger a la gente de los ataques que no tuvieran objetivo claro, y solo intervendría en caso de que fuera estrictamente necesario.
Su clon había empezado a ladear la cabeza crujiendo su cuello con sonoros chasquidos.
—¡Venga coño! ¡Ni que te hiciera falta prepararte tanto! — Dijo el original negando con la cabeza algo exasperado.
Y entonces ambos salieron en dirección a donde se encontraban los shinobis atacantes y los rodearon cada uno por un lado en búsqueda de gente a la que sacar de allí y que no pudiera salir por su propio pie.
—¿Acaso tenemos más opción?— Respondió el amejin, aunque en realidad, dentro de su corazón tenía una espinita clavada por no intentar darle su merecido a los granujas que se atrevieron a lastimar a personas que no tenían la más mínima oportunidad de defenderse, pese a que lo habían intentado con uñas y dientes. —Supongo que mientras se concentran en ese grandulón podremos sacarlos de aquí— Contestó a la propuesta del médico.
—No perdamos más tiempo— Asintió mientras se disponía a seguir al Riko real.
—¡Voy contigo gemelo de Riko!— Dijo el Yotsuki mientras seguía al clon.
No iba a ser tan fácil rescatar a toda la gente. La multitud se había dispersado tras el ataque, unos huyendo despavoridos mientras los rezagados intentaban socorrer a algunos de los afectados. No todos corrieron con la misma suerte. Desde el flanco de Riko y Asobu se hallaba un anciano inconsciente, el cuál tenía algo de sangre en la cabeza tras golpearse contra un barandal de madera que daba acceso a una de las casas. No muy lejos de ahí, una señora llorando, la cuál estaba en shock por el incidente y sollozaba sin poder moverse. A escasos metros en dirección contraria, cojeaba un muchacho que se había quemado parte de la pierna y la espalda al caer en uno de los fogarones que no fue apagado en su totalidad por el agua. Del lado dónde se hallaban el clon y el de cabellos tricolor, la situación no era más alentadora precisamente. "¡¿En qué demonios estaban pensando!?" Un señor yacía en el suelo, con las puntas de un rastrillo ensartado en su costado, probablemente el que alguien planeaba usar contra los renegados. Otras dos mujeres jóvenes se abrazaban, empapadas totalmente y probablemente también en estado de shock.
—No sigamos con esto— En el centro, el recién presentado Mano Cortada fruncía el ceño para intimidar a los atacantes, pero no parecía surtir demasiado efecto.
Una vez se incorporó el que parecía el líder del trío, realizó cuatro simples sellos de manos y por un instante el grandulón sintió cómo el fuego de uno de los fogarones se esparcía por el suelo y le quemaba los pies y tobillos.
—¡Quema!— Gritó, aunque en realidad todo estaba ocurriendo dentro de su cabeza.
—¿Creíste de verdad que era sensato interferir?— Amenazó el de ojos vendados mientras realizaba otra cadena de sellos que de prestar atención, quizás Riko reconocería cómo una técnica clásica de Katon. —Tú te lo buscaste— Anunció para liberar un chorro de llamas que impacto de llenó en el gran hombre al momento que salía de los efectos de la ilusión, pero ya era demasiado tarde para reaccionar.
—¡Esto no puede estar pasando!— Bandō cayó en cuenta de algo, pero no tenía tiempo para reflexionar al respecto. Las cosas estaban empeorando pero no podía concentrarse pues aún se veía aquejado por la horrenda visión que Datsue le mostró.
—¡¡¡¡¡HIJOS DE PUTA!!!!!— Se tiró al piso y empezó a rodar para aplacar el fuego que amenazaba con prender sus escasos ropajes, siendo que este si era totalmente real a diferencia del que había sentido hasta hace unos instantes.
El tercero de los renegados que estuvo al margen la mayor parte del tiempo, se volteó en dirección a los heridos, escudriñando con cuidado a sus alrededores. —Aún hay demasiadas moscas por aquí— Dijo con desdén mientras se alejaba del centro de la trifulca, acercándose a los heridos. —¿Ya aprendieron su lección?— Sonrió mientras daba pasos lentos.
La situación se descontrolaba por momentos, Riko se había ido por un flanco en busca de gente que necesitara su ayuda y no tardó mucho en encontrarla. Un anciano se hallaba inconsciente y con sangre en la cabeza y Riko frunció el ceño, debería ayudarle pero sabía que no podría cargar con él hasta un lugar seguro, al menos no él solo, por lo que realizó una secuencia de sellos y de su cuerpo comenzó a desprenderse un nuevo clon de huesos y entre los dos alzaron al anciano y trataron de alejarlo del lugar, llevándoselo a Asobu para que pudiera curarlo.
—¡Quedaos donde estáis, ahora venimos a por vosotros! — Aquellas palabras iban dirigidas a la mujer que sollozaba sin moverse, cerca de allí y al muchacho que cojeaba debido a una grave quemadura en la pierna.
Por el otro lado, Roga y el clon de Riko no tenían una mejor situación ya que había un herido grave debido a que se le habían clavado las puntas de un rastrillo en el costado.
—Deberíamos llevar a este hombre con Asobu el primero. — Diría el clon, esperando que su acompañante lo viera apropiado también.
Y en el centro de todo, el gigantón hacía frente a los renegados aunque no parecía que estuviera consiguiendo gran cosa, sobre todo cuando Riko se giró al escuchar un grito y le vio rodando tratando de apagar un fuego que trataba de calcinarle la ropa y la piel, y lo siguiente que vio fue a uno de los renegados acercándose peligroso a los heridos, y miró a su clon, dejándole encargado del anciano y salió corriendo hacia él.
«¿Por qué siempre acabo metido en estos líos?»
El Kaguya se plantó en el camino del renegado, con la cabeza algo ladeada y sus ojos azules clavados en los del malhechor mientras se rascaba la cabeza.
—¿De qué lección hablas? — Dijo con voz tranquila, esperando que el hombre frenara su avance.
Rōga se masajeó las sienes con los puños ante lo que tenían enfrente. Sin duda, el rescate no era su especialidad. "Llevarlos a un lugar seguro es lo que está en mi mano y debo lograrlo a como de lugar." se mentalizó mientras el Hone Bunshin le explicaba su parecer.
—Correcto, pero no podemos llevarlo con eso ensartado en la pierna, hay que removerlo y tratar de que no sangre mucho— No era experto en tratamiento médico ni de lejos, pero el sentido común le decía que dejarlo de esa forma acarrearía más problemas que beneficios. —Sujeta al señor mientras yo halo— Tomó la herramienta en la unión y esperó a que el clon inmovilizara al herido. —Esto dolerá, por favor, respire hondo— Siempre le decía eso la enfermera que le daba sus vacunas, así que tal vez eso podría funcionar de alguna manera.
En el centro del tumulto, el fortachón estaba de cara al suelo, apoyándose con sus rodillas y sus codos. Logró aplacar las llamas, pero su piel quedó claramente enrojecida y algunos pellejos sueltos fueron visibles en la mitad derecha de su rostro, cerrando el ojo y apretando los puños.
—¿Qué pretenden exactamente con esto?
—Que nos paguen lo que nos corresponde. Tan simple cómo eso—. Se encogió de brazos.
Por el otro lado, Riko decidió cortarle el paso al tercero de los renegados que de una u otra forma intentaba amenazar a los heridos.
—¿Son retrasados o qué?— Se llevó la palma a la cara y suspiró pesadamente. —Dada tu capacidad mental, te lo explicaré con rayitas y bolitas— Alzó las manos, haciendo ademanes mientras hablaba —Nosotros venir en paz, darles agua limpia, gente ser malagradecida, intentar atacarnos, salir lastimados ellos—. Su boca se torció en una mueca enorme que fingía ser sonrisa.
—¿Agua limpia? Ustedes seguramente fueron los que envenenaron los pozos subterráneos— El bandolero recogió el sombrero de alguien más y se lo llevó a la cabeza, ajustándose el ala mientras se acercaba desde atrás al shinobi sin amo. —Es bajo incluso para alguien cómo yo— Sacó tres navajas de su cinturón, sonriendo mientras le temblaba la mano y una gota de sudor recorría su mejilla.
—Tú. Te vi sacar un bunshin, ¿eres un shinobi verdad?— Continuó su conversación con Riko, sin voltear a ver a Bandō en ningún momento, como si este no estuviese parado atrás de él.
—¡MALDITA SEA ESTOY AQUÍ!— Gritó a todo pulmón, pero el otro continuaba ignorándolo y dándole la espalda.
Volviendo con el hombre lastimado, al tirar de la herramienta el hombre soltó un alarido angustioso, mientras la sangre empezaba a brotar con mayor fuerza. "Ahora viene la parte difícil." Rápidamente se quitó su chaleco y lo amarró en la pierna del sujeto, intentando formar un improvisado torniquete que detuviese la hemorragia hasta que el verdadero médico pudiese darle la atención necesaria.
—¡Llevémoslo juntos!— Le dijo al clon de Riko para luego que luego emprendieran la marcha hasta donde Asobu ya estaba revisando al anciano.
Al menos Riko había conseguido lo que quería, había frenado el avance del malhechor hacia los heridos y esperaba que aquello sirviera par conseguir el tiempo suficiente para que pudieran salir de allí por su propio pie y que la zona quedara despejada.
—¿Son retrasados o qué? Dada tu capacidad mental, te lo explicaré con rayitas y bolitas. Nosotros venir en paz, darles agua limpia, gente ser malagradecida, intentar atacarnos, salir lastimados ellos—
La cara de Riko se mantuvo inexpresiva, salvo por aquel casi imperceptible pálpito que tenía en el ojo izquierdo, consecuencia del tono de voz y la forma de expresarse que tuvo el tipo al dirigirse a él, pero cogió aire un par de veces tratando de calmarse mientras de fondo discutían los motivos de todo aquello.
—Tú. Te vi sacar un bunshin, ¿eres un shinobi verdad?—
De fondo escuchço como el del sombrero se quejaba pidiendo un poquito de atención, pero parecía que nadie allí estaba dispuesto a dársela, al igual que Riko no estaba dispuesto a contestar al bandido, por lo que simplemente mantuvo su cara más valiente, sin quitar los ojos de los del hombre y sin moverse ni un ápice de su posición.
Por el otro lado, Roga y el clon de Riko trataban de ayudar al hombre que tenía clavado el rastrillo, extrayendo las púas de su carne y tratando de hacer un torniquete que frenara la hemorragia.
—¡Llevémoslo juntos!—
El clon asintió y ayudó al chico a levantar al hombre, cargando con él para llevarlo hasta el médico.